lunes, 22 de septiembre de 2014

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Mujeres

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Este espacio nace para contar los cambios que está aportando la mujer a un mundo en transformación, para detectar desigualdades y para albergar debates bajo esta premisa clave: una sociedad desarrollada y libre no puede funcionar si no permite idénticas oportunidades a la mitad de la población.
Hombres y mujeres sois bienvenidos.

SOBRE LOS AUTORES

Tenemos diferentes puntos de vista, distintas edades, diversos perfiles. Somos un grupo de periodistas, especialistas y colaboradores coordinado por Ricardo de Querol y Ana Alfageme.


La mirada distinta de la mujer

Por:  22 de septiembre de 2014
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Edición facsímil de 'Visión de Nueva York', de Carmen Martín Gaite, crónica en collage del viaje de la escritora a esa ciudad en 1980.
¿Importa lo que se mira o cómo se mira? ¿Lo mirado o la mirada? En su dormitorio de la casa de la calle Doctor Esquerdo, en Madrid, la escritora Carmen Martín Gaite tenía colgadas de la pared dos fotografías, una de Greta Garbo y otra de James Dean; las había bautizado, respectivamente, “El equilibrio” y “El caos”. Eso era lo primero que veía cuando se despertaba, y a caballo entre esos dos conceptos comenzaba su andadura diaria. Somos lo que comemos, de acuerdo, pero somos sobre todo cómo miramos.
¿Miran distinto las mujeres? ¿Ven cosas que los hombres no ven o soslayan cosas que a estos les parecen fundamentales? El abanico de respuestas es amplio y controvertido, aunque cabe intuir que de haber escrito las mujeres la crónica de la Historia, esta sería bien distinta. Es por ello que un buen día Georges Duby y Michelle Perrot se lanzaron a dirigir el ingente proyecto colectivo que es Historia de las mujeres, donde aflora todo aquello que, en lo que se refiere a Occidente, los libros de historia callaban: cinco volúmenes ilustrados y ampliamente documentados que cuentan qué fue de la mujeres a lo largo de los siglos, no ya como meras comparsas sino como protagonistas; mujeres que según sus autores “quedaron abandonadas en la sombra de la historia” y que progresivamente escaparon de esa sombra nada cobijadora pero sí asfixiante.
Sin embargo, no es de los hechos sino de las miradas que sobre estos se proyectan de lo que trata el curso que he armado para la Casa del Lector bajo el título “75 años de mirada femenina” (y que tendrá lugar entre el 30 de septiembre y el 3 de octubre), aprovechando la feliz circunstancia de que se cumple ahora el 75 aniversario de la agencia Efe, efeméride que celebra la exposición que puede verse estos meses en sus instalaciones del Matadero.
 Allí donde la mirada periodística de los profesionales de Efe aspiró a la máxima objetividad (a pesar de que el maestro Kapuscinsky no creyera en ella), las escritoras escogidas para recorrer ese intervalo temporal, que va del final de la Guerra Civil a la actualidad más inmediata, si de algo han hecho gala en sus libros es de la máxima subjetividad. De escribir desde “la subjetividad insatisfecha”, hablaba precisamente Martín Gaite en “La búsqueda de interlocutor”.
La autora de Entre visillos yNubosidad variable es justamente una de las escritoras que vivió y dejó testimonio escrito de esas seis décadas y media tan significativas para la construcción de nuestra identidad actual, que forman también el grueso del viaje que abordó Iris Zavala en La otra mirada del siglo XX. La mujer en la España contemporánea. 75 años determinantes para la historia de nuestro país, desde 1939 hasta este siglo XXI que nos está poniendo a prueba, no tan sólo en el aspecto político sino en lo que han tenido de cambio radical respecto de la condición femenina.
Años de profundas transformaciones, las más veloces que se habían sufrido nunca: de esa España en la que “el ángel del hogar” era el obligado disfraz de la mujer, a los años 50 que propician el auge del turismo y con él el cambio en los usos amorosos (que la propia Martín Gaite tan bien glosó), pasando por la agitación del 68 que impulsa la abolición de las leyes que condenan a las mujeres a la sumisión, hasta llegar al boom económico donde irrumpe un nuevo modelo de mujer tres en uno (esposa, madre y profesional) y a la crisis que actualmente nos sacude, donde las mujeres también padecen eso que Lucía Etxebarria ha bautizado como “liquidación por derribo” en el libro del mismo título (subtitulado “Cómo se gestó la que está cayendo”) y Ana María Moix tilda de democracia enferma en Manifiesto personal; un tiempo, el nuestro, donde para colmo la igualdad de género se da por supuesta, mientras las cifras confirman que apenas existe.

La escritora Carmen Martín Gaite
No se me ocurre vehículo más elocuente para adentrarnos en esos lustros fecundos que el autobiografismo, de ahí la elección de memorias, diarios, epistolarios, anotaciones personales e inclusive textos ensayísticos de carácter testimonial para dar cuenta de ese devenir de los años anclado a las circunstancias políticas: del patrón que cortó para ellas la Sección Femenina (que las quiso madres amantísimas y complacientes servidoras de sus maridos) a la médico de guardia, a la catedrática de universidad, a la directora de cine, a la maître de restaurante, a la guía turística... Esther Tusquets, Lidia Falcón, Mercedes Formica, Clara Janés, Dolores Medio, la citada Martín Gaite, Soledad Puértolas, Cristina Fernández Cubas, Rosa Chacel, Ana María Moix, Laura Freixas, Montserrat Roig, Maruja Torres o la mencionada Etxebarria dibujan un buen mapa de la memoria de ese paréntesis que forman posguerra, transición y democracia.
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Ana María Moix, Ana María Matute y Esther Tusquets en 1970. Foto de César Malet
“En el mundo en que yo me movía durante la segunda Guerra Mundial, el mundo de mis padres, de mis tíos, de los amigos de mis padres, todos –menos tía Sara, claro- estaban a favor de los alemanes, en gran medida porque habían apoyado a los nuestros durante la guerra civil, y todos ellos eran –menos tía Sara, claro- fervientes franquistas”, escribe Tusquets desde su identidad de burguesa acomodada enHabíamos ganado la guerra. Mientras en las antípodas se haya la memoria dolorosa de Lidia Falcón, como cuenta en La vida arrebatada: “En Barcelona, último refugio para nosotras las supervivientes de aquella masacre, nos reunimos el 6 de enero de 1940, tres mujeres y tres niñas, para intentar reconstruir nuestras vidas tan trágicamente mutiladas. Allí, en el piso tercero del número 19 de la calle Muntaner, que había alquilado mi madre con la ayuda de José Bernabé Oliva, su compañero sentimental durante veinte años, fuimos malviviendo los terribles tiempos de aquella posguerra regida por el hambre, las enfermedades y la desesperación de la mayoría del pueblo español”.
Por su parte, Maruja Torres, a colación de esos años 60 en que ardía Vietnam, se revela cronista crítica de la condición de su sexo en Mujer en guerra. Más másters da la vida: “Para entonces, ya había descubierto algo fundamental: que una mujer sólo tiene posibilidad de decidir su propio destino (y aún así con muchas dificultades, con mucha lucha) si no depende económicamente de nadie. Lo que en aquellos años ganábamos las muchachas como yo no nos proporcionaba ni la décima parte de lo necesario para hacernos con una autonomía decente, pero era un comienzo. A mí me suministraba la fuerza y la dignidad precisas para encarar a mi progenitora y resistir sus intentos de mantenerme sometida a los dictados morales del qué dirán”. Está claro que nadie mejor que ellas para contarnos cómo han vivido las pasadas décadas y nada mejor que sus textos autobiográficos como depósito de esa experiencia pasada por el cedazo de la reflexión y la escritura: testimonios que cuentan los intersticios que a la Historia con mayúsculas y al periodismo indefectiblemente se le escapan.
Mª Ángeles Cabré es escritora, crítica literaria y directora del Observatorio Cultural de Género. Su último libro es el ensayo Leer y escribir en femenino (2013).


el dispensador dice: tuve oportunidad de conocerla en Europa oriental, cuando aún había muro, cuando aún había cortina, cuando latía la guerra fría... sostenidos ojos verdes... cabellos finos... largos... rubios... pocas palabras, muchos pensamientos, abundantes ideas, extremada libertad... a veces muchas palabras... reflexiones extraídas como si fuese un molino de viento... nos gustaba caminar en silencio... mirando la importancia de los cielos, de las largas distancias, incluyendo en ello las señales que suelen traer los vientos... podría decirse que era alemana, pero en verdad era rusa de origen y alemana por adopción obligada por las circunstancias... zares... huidas... algunas eslovaquias... conflicto del 14... y más allá... confusiones, nada... absolutamente nada... quien lleva en la memoria de su ADN esa sensación de indefensión... padece de eximia comprensión... demasiada para un mundo donde es escasa la compasión...

habíamos coincidido en que alguna vez, en alguna vida... habíamos andado juntos... acompañados... revueltos... nos unían demasiadas coincidencias no propias de esta Tierra, por lo demás... la memoria del karma de cada uno confluía sobre un mismo punto... visiones, sueños, artes, ideas... conjuntos... 

con lluvia o con SOL, caminábamos... unidos por un singular sentimiento, ése que se ubica más allá de cualquier tiempo y que se reconoce por la memoria ancestral que tampoco tiene tiempo...

hablaba ocho idiomas pero comprendía al menos otros cuatro más...

no me sorprendía su capacidad, mucho menos su sapiencia... podía leer un libro entero sin siquiera abrirlo... podía interpretar con prudencia sus contenidos, separando letras de ruidos... y poseía un don singular, para descubrir los dobleces detrás de las páginas, de las hojas, de los destinos, de los vientos, y hasta de las químicas del desconcierto...

era apenas un poco más joven que yo... pero ambos transitábamos el estar exentos de horas, de relojes, de tiempos, aún envejeciendo los cuerpos... nos sabíamos, de hecho, viajeros en uno de esos tantos "descuentros" donde el magnetismo converge a los sentimientos, para que se reconozcan, para que sepan de sus caminos y de sus senderos, sentidos de los que ya no hay ni registro ni recuerdos...

no nos unía los sexos... sí los sentimientos...

ella sabía tanto de mi como yo de ella... a pesar de no habernos visto ni encontrado durante no menos de mil años... 

una tarde, mientras se despedazaba el horizonte... a sabiendas que no habría mañana... dejó caer unas pocas palabras... escasas según su estilo... ya que sus pensamientos eran como hilos que abrazan el alma... me dijo: "las mujeres podemos ver desde nuestras entrañas"... porque, aunque no todas las mujeres, no son pocas las que tienen la consciencia de la significancia, del viaje que comprende la conexión con el allá... la matriz que se abre... la gestación... el lapso del baño de madre... para luego alcanzar el alumbramiento... ello, además de sentimiento, conlleva concocimiento, conexión con el allá donde no se respira, donde sólo hay alas para mover la voluntad y el esfuerzo... es cuestión de perspectiva, el lograr amar lo que se tiene, así parezca para los otros un desierto... la mujer ha perdido la memoria de su valor y su rol en el tiempo, tanto como también ha perdido la memoria de lo significa comunicar los umbrales... el cordón umbilical... el eterno... no el que lleva sangre y provee alimento...

nos quedamos absortos mirando licuarse el momento...

antes de no haber mañana, cantamos a coro el fin del encuentro... es bueno saber de todos, de cada ángel según su momento...

no nos pudimos despedir, simplemente, fuimos un destello... hasta el próximo encuentro. SEPTIEMBRE 22, 2014.-




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