miércoles, 24 de agosto de 2016

METAFÍSICA ► [Henciclo] interruptor - Sexo y metafísica - la columna de H enciclopedia

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[Henciclo] interruptor - Sexo y metafísica - la columna de H enciclopedia




 LA IDENTIDAD EVASORA DE GÉNERO

Sexo y metafísica


Amir Hamed



Como es bien sabido, fue un varón,
el doctor John William Money, quien fundó la tesis del “género” en tanto construcción social, asignación de roles, etc. que trascendería la biología, es decir, la sexualidad. Sabido en su momento, pero hoy algo olvidado, que justificó su tesis en su paciente David Peter Reimer, nacido varón pero socialmente reasignado como mujer luego de que una intervención quirúrgica de la infancia (circuncisión) lo dejara por accidente sin pene. También algo olvidado que, tras la modificación practicada por Money, quien “educó” previamente a su paciente para feminizar su conducta, Reimer fue rebautizada Brenda y con el tiempo se hizo lesbiana, se cambió legalmente de nombre, comenzó a vestirse como varón y se casó con una mujer, para finalmente suicidarse, incapaz de sostener su condición de mujer.


El episodio nos hace recordar, por ejemplo, cómo la circuncisión, práctica de origen faraónico, es siempre una mutilación, incluso la masculina (por más que parezca inocua y no, como la ablación femenina que se sigue practicando en algunos puntos de África, un extirparleórganos de placer a la mujeres). También trae a la mente el caso de Herculine Barbin, estudiado por Michel Foucault y más recientemente por Judith Butler: nacida con los dos sexos, Barbin fue criada como mujer para luego ser reasignada varón, suicidándose finalmente, incapaz de tolerar la imposición de vivir como hombre. En un caso, dos sexos, es decir, biología; en el otro, ninguno, resultado de una ablación, es decir, de cultura: en ambos, autoinmolación por incompatibilidad con la biología.

Se puede pensar que el martirologio, en ambos sucesos, responde a un conflicto de identidad. Mientras el sexo, tradicionalmente, es considerado lo dado por naturaleza, el género es esa asignación social que nos forzaría a vivir de acuerdo a patrones diseñados por otros. Si se lo pusiera en términos marxistas, habría que decir que la biología sería la base, por así decirlo; el género, la superestructura.

Pero, ¿realmente es esto así? Butler en Gender Trouble ha asumido que también el sexo es una construcción social, ya que los cuerpos sexuados carecerían de significación si no se tuviera en cuenta el género: afirma que no hay manera de universalizar una identidad de género (por ejemplo, esa femenina reivindicada por la mayoría de las feministas y que se significaría en oposición con la masculina, aunque más no sea en su silencio), ya que la universalización deja de lado las coordenadas específicas, de tiempo y circunstancia, en que sexo y género se dan. Ambos, sexo y género, asevera Butler, se dan en performance.

El planteamiento de Butler, por un lado, deshace las reivindicaciones identitarias, que son las que generalmente manejan los grupos LGBT, y sobre todo cierta sobredeterminación del patriarcado a la que estos grupos suelen recurrir indiscriminadamente. Basta recordar la sexualidad de la Atenas de Esquilo o Platón, madre de esa noción que llamamos Occidente, para comprender, como hace Butler, que tanto el patriarcado como las identidades que se proyectan contra éste no tenían nada que ver con lo que modernamente se entiende como tales. La sexualidad, por entonces, respondía, según algunos, a una racionalidad económica (control de la natalidad) y por tanto la cópula sin reproducción era altamente valorada, lo que llevaba a que el sexo fuera un acto básicamente público, asunto de gimnasio carente de penetración (un hombre mayor cortejante, esrastos, un adolescente cortejado, erómenos, un frotamiento de entrepiernas), mientras las esposas, como minotauros, eran recluidas a lo más hondo de la casa, donde ningún hombre pudiera siquiera atisbarlas, y a cuyas vaginas los maridos llegaban furtivos, nada más que cuando andaban en afán de procrear. Aquello, el patriarcado ateniense, era una cultura homosexual y pedófila (las mujeres tenían unas noches al año, un brevísimo paréntesis celebratorio de Adonis en que se visitaban por la noche a través de las azoteas), pero los hombres, salvo algunos, que padecían burla, renunciaban a ser cortejados como erómenos una vez les crecía la barba (y recuérdese, no se penetraban): podían amar a los de su sexo pero repudiaban feminizarse. El patriarca, por decirlo así, era un homofílico enconado que se resignaba a una bisexualidad más bien ocasional.

Puesto en otros términos, no se puede hablar de una “identidad gay” (es una práctica por completo distinta la homosexualidad pagana de la cristiana; también diferente la percepción de la práctica). La homosexualidad, por otra parte, es palabra cientificista, del siglo XIX: se entendía que los homosexuales lo eran por fatalidad fisiológica y se les achacaba un ano infundibuliforme, o en forma de embudo, para explicar su conducta. Antes de la homosexualidad lo que había era libertinos, sodomitas o también pederastas. Se podría, a lo sumo, hablar deidentificaciones, transacciones coyunturales, de las que también reniega Butler.

Ahora bien, dejando de lado que Steven Pinker, en su libro The Blank Slate: The Modern Denial of Human Nature ha afirmado que la ciencia desarma las teorías ideológicas desentendidas de todo fundamente biológico, preciso es anotar un elemento llamativo y algo ominoso de la elaboración de Butler. El sexo y el género comparecerían en términos análogos a los que usara Francois Lyotard para definir la condición posmoderna: a falta de macrorrelatos, lo que nos queda es la performance, decía Lyotard, la capacidad de la máquina de decirse en funciones. Dicho de otro modo: la máquina no requiere otra legitimación que funcionar (porque funciona, vale). Esto, claro está, implica la desvinculación de la tecnología con respecto a la ciencia, siendo que la máquina ya no tendría que dar sus razones, que decirnos su por qué. La pregunta, decía Jean Baudrillard, había pasado a ser ¿por qué no?: en este sentido, se puede entender que el género y las actuales políticas trasns, feministas, gays, etc. estarían condenados, básicamente, a ese por qué no, aleatorio, más que a una racionalidad tradicional que busque principio de causa, o al menos una economía general, a no ser nos resignemos a calibrar que, como con Reimer o Barbin, sexo y género se dan, más que en performance, en tensión.

Aquí vale la anécdota de aquel elocuente ciudadano iraní que, en días del ayatolá Ruhollah Musaví Jomeini, pide cita con el líder espiritual y solicita realizarse un cambio de sexo. Él era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, por lo que Jomeini accede (la Revolución Islámica no puede tolerar la práctica de los varones homosexuales, que considera perversa, pero sabe excusar un descuido de Alá). Si la base es contraindicada y contiene lo que no debe, el cirujano se hace lícito.

Esta anécdota nos pone en otra pista porque, a fin de cuentas, ¿qué otra cosa puede contener ese envase, la biología, sino el alma? El andrógino o los hermafroditas proponen una interrogante que no deja de ser biológica. Sin embargo, la identificación que persigue una “vocación de género” nos habla fatalmente de otra cosa, del alma buscándose a sí misma en la contrariedad del cuerpo. En definitiva, no nos habla sino de metafísica. 



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el dispensador dice: finalmente, eres lo que quieres ser... o eres lo que pretendes ser... o eres lo que deseas ser... o eres lo que sientes que quieres ser... si no te sientes cómodo con lo que eres, si tienes dificultades con lo que eres... debes acomodarte a sentirte identificado con lo que eres, definitivamente así, porque si no eres, no haces, y si no haces, ¿para qué has nacido?... ahora bien, si dices ser una cosa y eres otra, eres una contradicción de ti mismo, te niegas, o te evitas, o te esquivas, o te burlas de ti mismo... entonces, una vez más, las palabras que pronuncias no coinciden con lo que eres ni con lo que haces, y estamos ante un problema... la paradoja del cuerpo respecto del alma y ésta (alma) de la consciencia... los estados paradojales eran venerados por los antiguos, tanto matemáticos como geómetras que veían en las contradicciones fuentes metafísicas del error en la creación para favorecer "absurdos" necesarios, esencialmente "absurdos" que afectaban a lo social nutriéndolo de aristas que comulgaban con alteraciones del espacio-tiempo donde esos engranajes humanos calzaban a la perfección... cuando me refiero a antiguos hablo de civilizaciones de las que sólo quedan latencias... traducido: nadie cuestionaba el genio, tampoco la sabiduría, mucho menos la inteligencia, ni qué hablar de las habilidades y/o capacidades, dones y talentos, porque la importancia residía en la persona y sus hechos, no en la persona y sus palabras, no en la persona y sus mediatismos... de allí la importancia de los silencios... silencios que en última instancia también pertenecen al ámbito de la metafísica porque guardan el lado b de cada ser...

mientras la geometría y las matemáticas permanecieron bajo la protección de la gran campana filosófica todo anduvo a la perfección (más o menos perfecta, por los equilibrios, digo)... porque ni la geometría ni las matemáticas podían rehuir de la lógica y sus éticas prudenciales... entonces, los "absurdos" eran funcionales a la "continuidad" física de las "metas"... algo que según aquellos sabios estaba por fuera de los destinos de los humanos y pertenecía a los ámbitos cósmicos de los dioses en pleno ejercicio de sus poderes y de sus energías... en todo caso la literatura griega expresa mucho de lo antedicho, todo saqueado a bases filosóficas de sabios no griegos, de filósofos no griegos, y numerosos tediosos etcéteras que deben de andar perdidos en alguna biblioteca allá por donde moran las ortodoxias... 

los daños a los "absurdos", y los "absurdos" como daño, son producto directo del pensamiento medieval de la inquisición eclesiástica... que reemplazó lo absurdo por lo "aberrante"... algo necesario para decir una cosa y hacer otra distinta... algo necesario para quemar almas en la hoguera... algo necesario para descalificar al prójimo... algo necesario para justificar castigos terribles de un Dios que, no teniendo nada que hacer (supuestamente)... busca culpables a diestra y siniestra para satisfacer sus designios... indudablemente, este Dios no coincide con las voluntades de los dioses pretéritos anteriores... e indudablemente, este Dios supuestamente cristiano, judío, musulmán y demás... no existe como entidad persecutoria de espíritus descarriados...

el sexo, hoy, es sinónimo "aberrante" de amor... cuando en verdad no es más que sexo... amor se corresponde con los magnetismos de los afectos, las afinidades y las empatías, algo que hoy se declama pero no se ejercita, al menos con su sentido primordial... detrás, eres lo que haces... no con tu sexo sino con tus prójimos... y si no haces, simplemente no eres... 

habiendo conocido gentes que transitan sus días echando y repartiendo culpas a cuanta espalda se les cruce... habiendo conocido gentes que transitan sus días reclamando a los terceros todo aquello que jamás harían por nadie... habiendo conocido gentes que mienten fidelidades y son cultoras de sexos aberrantes... insisto, la humanidad debe regresar a sus fuentes, que por algo lo eran y lo fueron... ya que cuando el "absurdo" se sale del ámbito paradojal para ingresar a la morada de lo aberrante, se transforma en desprecio e intolerancia... y allí, justo allí, todas las palabras pierden sus sentidos para incorporarse a discursos vacíos que no se traducen en nada para nadie. AGOSTO 24, 2016.-

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