viernes, 5 de septiembre de 2025

Lo que no se ve Cristina Fernández Cubas

https://letrascorsarias.com/tienda/narrativa/lo-que-no-se-ve/ Entonces, podemos dar ya por terminado el verano, ¿verdad? Bueno, más o menos. Aquí en Salamanca pasa que lo estival se resiste a marcharse, se resiste a hacer lo que los Talking Heads definían como “mudarse al invierno” en aquella canción titulada And She Was. Aquí tenemos todavía una quincena de medio verano de noches frías que en el calendario son como esa parte de la sábana que se remete debajo del colchón para estirar la cama. Y es que aquí son Fiestas, unos días que se quieren de mucha calle, volúmenes altos y programados entretenimientos, y que nos mantienen en una especie de estado intermedio: limbo o purgatorio, en función de tu espíritu jotero. Ya sí, pero todavía no. Este tiempo dislocado se traduce en que por ejemplo mantenemos nuestro horario de verano hasta el día 15 –mañanas habituales, de seis a nueve después de comer y cerrado los sábados por la tarde– y tardamos un poco en reanudar nuestra programación de encuentros, pero a la vez estamos ya siendo receptores de la ingente publicación de novedades que la industria editorial suelta en estas fechas como si sonara la campana de última vuelta en una carrera de mil quinientos metros. La agitación de los libros nuevos. En eso estamos, cogiendo el ritmo, después de un par de meses de leer caprichosamente, que es como deseamos que leas tú todo el año y todo el tiempo. Hola, que no habíamos dicho nada. Muy contentos de regresar a tu buzón de correo, el mejor sitio para estar. Estamos metidos muy a fondo en un libro titulado Personaje secundario, de Enrique Murillo, escritor, editor y periodista a quien casi nadie conoce pero que tuvo papeles muy relevantes en momentos fundacionales de lo que podríamos llamar “la literatura española contemporánea tal y como la conocemos”, desde Anagrama a los inicios de Babelia, por poner sólo dos ejemplos. Te hablaremos con profundidad sobre este ensayo-memoria, un gozo para cualquiera que se dedique o aprecie la historia del libro. Pero hoy nos quedamos con su idea de que, a principios de los ochenta, finiquitado el Franquismo, España era un país más de escritores que de narradores. De entre los escasos contadores de historias de la época que huían del costumbrismo preponderante, Murillo destaca a Cristina Fernández Cubas, emparentándola con una tradición de narración oral y uso desinhibido de los géneros para componer magníficos libros de cuentos y novelas ya desde sus inicios. Cristina ha construido una reconocida carrera a partir de una literatura de lo inquietante: sus cuentos nos sitúan en ese punto en el que lo cotidiano se ve contagiado por lo turbio, un nubarrón que ensombrece la vida de sus personajes para que nada vuelva a ser igual, como si traspasaran una puerta hacia lo que está pero no se ve, desbaratando completamente lo que podemos considerar real. Un pie en la normalidad y otro en alguna parte más allá que nunca es explícita, sino que posee todo el poder de lo sugerido. En el que considera el libro que más se acerca a sus vivencias personales, Cosas que ya no existen, hace explícita la raíz de su afición a las historias: La Totó, una mujer que vivía en su casa cuando era niña. “La Totó nos embarcaba en sus historias, nos hacía suyas durante horas y horas, y luego, en el punto final, se escabullía (…) Lecciones que no se atenían a horarios ni a días prefijados, que surgían en cualquier momento en cualquier lugar, clases magistrales en las que siempre quedaba un punto oscuro, algo que la preceptora se guardaba para sí, que quizás, a su vez, ignorase, o que no encontrara motivo suficiente para desvelar”, escribe. Una manera de contar que Fernández Cubas ha cristalizado en la forma del cuento, en libros tan deslumbrantes como La habitación de Nona(Premio Nacional de Narrativa y Premio de la Crítica). Y, en esta vuelta al cole, nos encontramos que Cristina acaba de publicar Lo que no se ve, un título que resume toda una estética literaria, una colección de seis nuevos relatos de los que te mantienen pegados a la página esperando –y, al mismo tiempo, temiendo– saber más. Aquí despliega toda una serie de variaciones sobre la pérdida y la sombra: las hermanas que recrean, desde niñas, la película Qué fue de Baby Jean; la mujer que está a punto de ser atropellada por un coche; la juventud truncada de un grupo de estudiantes que iban a pasar el mejor verano de sus vidas; el hombre que recibe una iluminación plena de conocimiento en una catedral italiana; las niñas de instituto que conocen abruptamente tanto lo que las une como lo que las separa; la chica que mengua a la vez que su hermana brilla. No podemos considerar este libro como menos que un regalo. Lo es reconocer una vez más la inteligencia de una escritora, la profundidad psicológica de sus personajes y situaciones, la levedad y la falta de artificiosidad de su estilo, la elegancia de su deslizamiento entre lo real y lo fantástico. Si septiembre es el mes de los reencuentros, empezamos mucho mejor que bien.

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