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El 2 de febrero de 1933 las hermanas Christine y Léa Papin cometieron un crimen que las hizo tristemente célebres: asesinaron de forma brutal a la señora Lancelin, la patrona a la que habían estado sirviendo durante seis años, y a su hija Geneviève. Al parecer, el detonante de ese doble asesinato fue «un gesto» efectuado por la señora Lancelin cuando se encontró con una pila de ropa que, supuestamente, las sirvientas deberían haber planchado, tarea que habrían realizado si no hubiesen saltado los plomos de la casa. El relato policial del estado de los cadáveres es escalofriante: «El cadáver de la señorita estaba boca abajo, con las faldas subidas y las bragas bajadas y tenía grandes heridas en los muslos; el cadáver de la señora yacía boca arriba, con los ojos arrancados, sin boca ni dientes. Las paredes estaban cubiertas de cuajarones de sangre.» También resulta espeluznante la declaración que realizó a posteriori Christine Papin: «Nada teníamos contra ellas. Hace demasiado tiempo que somos criadas, eso es todo. Tuvimos que demostrar nuestra fuerza.»
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