martes, 31 de julio de 2012

DE PRONTO ► Amy 'Khalo' | Argentina | elmundo.es

Amy 'Khalo' | Argentina | elmundo.es

ARTE | Cejas unidas, sombra en el bigote

Amy 'Khalo'

[foto de la noticia]
La artista argentina Carolina Gallo ha creado una representación de la cantante británica, Amy Winehouse, a lo 'Frida Khalo'.

El parecido no sólo radica en su pelo negro o en sus cejas pobladas, sino que, según Miguel López de MTV Tr3s, la vinculación nace porque ambas eran "inmensamente talentosas, ferozmente originales y murieron demasiado pronto".

El retrato ya fue utilizado en marzo de 2011 en la promoción de una cadena de música de Rosario en Argentina, pero la imagen deja claro el indomable carácter y la polémica vida de dos mujeres que existieron con kilómetros y años de distancia.

La cantante aparece caracterizada como la artista mexicana en el cuadro 'Autorretrato con Collar de Espinas', pintado en 1940 por Frida, una buena metáfora de la vida de ambas artistas.


el dispensador dice:
de pronto eres,
de pronto desapareces,
las idolatrías se vencen,
aunque lo que perdure se rece,
mientras las vidas se desvanecen,
nuevos mitos aparecen,
¿cómo habrá sido tu tiempo?,
mucho apuro y poco sentimiento,
o por el contrario habrá sido,
vivir como se puede llevado por el viento?,
como sea ya te alejas,
y la imagen se despereza,
y aún cuando no amanezca,
ya ha estampado su estela,
ven, dile que aquel retrato,
no fue más que una idea, un garabato,
finalmente las espinas han ganado,
que no se apague el recuerdo,
eso te mantendrá cantando,
y aún cuando no estés escribiendo,
ni tampoco andes sonando,
seguro habrá algún almita,
que por allí te irá tarareando,
más también podrá suceder por allí, 
que alguien te estará pintando,
lo que se vive no se duerme,
mientras hay alguien que te está rezando.
JULIO 31, 2012.-

BANDERAS EN LA LUNA || Las banderas de las misiones Apolo aún siguen en pie en la Luna - ABC.es

Las banderas de las misiones Apolo aún siguen en pie en la Luna - ABC.es

Ciencia

Las banderas de las misiones Apolo aún siguen en pie en la Luna

Una sonda de la NASA descubre que las enseñas, excepto la del Apolo XI, han conseguido sobrevivir a la radiación y las temperaturas extremas

Día 30/07/2012 - 12.27h
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LRO
La bandera del Apolo XVII
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Las banderas de las misiones Apolo aún siguen en pie en la Luna
NASA
El astronauta John Young (Apolo XI), con la mandera

La potente cámara de la sonda Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO), una sonda de la NASA destinada a la exploración de nuestro satélite natural, ha sido capaz de captar muchos de los artefactos, objetos y huellas que las misiones Apolo dejaron sobre la superficie lunar. Sorprendentemente, las lentes han fotografiado algo más, algo que parece difícil que haya podido sobrevivir durante décadas: las banderas estadounidenses dejadas por los astronautas. Estos ligeros trozos de tela, al menos en los lugares de alunizaje del Apolo XII, Apolo XVI y Apolo XVII, han conseguido resistir la dura luz ultravioleta y las temperaturas extremas, según informan los responsables de la LRO. Otro tirón de orejas para los que aún creen que el ser humano jamás llegó a la Luna.

Cuando en 2009 la LRO proporcionó sus primeras imágenes del lugar de alunizaje del Apolo XI (20 de julio de 1969), no revelaba si la bandera de Estados Unidos plantada allí aún se mantenía en pie o no. Los científicos creían que fue derribada por los impulsores cuando los astronautas abandonaron la superficie lunar, algo de lo que informó el propio Buzz Aldrin, uno de los astronautas de la esa primera misión.
Las banderas de las misiones Apolo aún siguen en pie en la Luna
RLO
La bandera del Apolo 16

Las nuevas imágenes de la LRO han proporcionado la certeza de que las banderas de Estados Unidos siguen en pie y proyectan sombras en sus lugares de alunizaje, excepto la del Apolo XI. Parece que Aldrin estaba en lo cierto. La forma más convincente para ver que las banderas siguen ahí, según la NASA, es contemplar una serie temporal de imágenes de la LROC tomadas en diferentes momentos del día, y ver el círculo de sombra proyectado por la bandera. Lo que es difícil es saber cómo será el aspecto actual de las banderas, probablemente estropeadas y descoloridas.

 

La bandera no ondeaba

Mucho se ha escrito acerca de las banderas de las misiones Apolo. Una de los principales argumentos que todavía utilizan cansinamente los amantes de las conspiraciones para decir que el viaje a la Luna fue un fraude preparado por el Gobierno de EE.UU. y la NASA era que la bandera ondeaba en un ambiente sin atmósfera y, por tanto, sin viento, lo cual era imposible. Y es que, ciertamente, no ondeaba. Los astronautas colocaron un travesaño horizontal en la parte superior de la enseña para que no cayera y diese sensación de movimiento.

Con seguridad, los lugares en los que están clavadas las banderas formarán parte de las «zonas prohibidas» de la NASA en la Luna, lugares y artefactos que deben ser preservados. La lista, que incluye los lugares de alunizaje de las misiones Apolo y el cráter de impacto de la sonda LCROSS, donde se encontró agua, incluso señala la distancia a la que deben mantenerse los astronautas o turistas espaciales que viajen en el futuro hasta nuestro satélite natural. Por ejemplo, recomienda no acercarse a más de 75 metros de la zona del módulo de descenso del Apolo XI. 


el dispensador dice:
extraña es la carrera,
por priorizar una bandera,
en el universo no existen fronteras,
donde se atrapen existencias,
queda claro que la esencia,
es lo único que distingue presencias,
sea en la Luna,
sea en la Tierra,
el espíritu humano es la verdadera,
razón de la simple vigencia,
no hace falta estar alerta,
porque aunque no lo creas,
nadie roba ni depreda planetas...

existe universales consignas,
de hacer de las existencias dignas,
cuando las estancias son benignas,
muy prudente será compartirlas,
ya que se parte de un principio,
concepto de participios,
que los criterios no admiten ritos,
como tampoco mundos heridos,
todo es suficiente para todos, bendito,
el que lo entiende sin verlo escrito...

tampoco verás banderas en el cielo,
ni fronteras indicando velas, 
la creación es para todos,
una fuente que debe ser atendida,
cualquier alma que sea herida,
por muy diferente que parezca,
hará que la acción se aborrezca,
y de reclamo sea seguida,
ya que se enaltecen por la gracia,
de haber recibido un don de vida...

sucede que en el universo,
no hay límites, tampoco tiempos,
donde los números parecen ciertos,
sus inversas son desiertos,
y justo allí donde recalan los muertos,
comienza una nueva vida,
por eso no alcanza mentira,
que desde allí no se vea,
más vale se proteja el todo,
porque desde la dimensión contigua,
todo se registra en la estela de cada vida...

debes entender entonces,
más allá de las razones de bandera,
que el universo fue creado,
para que lo transite cualquiera,
y en la obra divina rige,
una Ley de sumo imperio,
nadie es dueño de nada,
como tampoco nadie es propietario de nadie,
cada uno transita su karma,
tal como le dio luz su madre...

no obstante vale aclarar,
tomando de ejemplo este caso,
que en el universo no hay cielo raso,
ni límite que no sea esfera,
todo ello para dejar en claro,
que ningún alma conlleva fronteras.
JULIO 31, 2012.-
 

lunes, 30 de julio de 2012

LOS DIEZ PUNTOS || A esto le llaman humanidad | Opinión | EL PAÍS

A esto le llaman humanidad | Opinión | EL PAÍS

DON DE GENTES

A esto le llaman humanidad

Jamás pensé que el mundo se me volvería tan incomprensible. Como una niña con asignaturas suspensas, me volveré a presentar en septiembre

 



Los tiempos difíciles animan a la trascendencia, a la rotundidad. Los tiempos difíciles provocan artículos que nos quieren resumir el mundo: las 10 razones por las que hemos llegado hasta aquí; las 10 causas del hundimiento de la economía; las 10 medidas urgentes que se deberían tomar; los 10 fallos de la democracia española; las 10 mentiras que todos nos creímos; los diez motivos por los que el euro es inviable o los diez motivos por los que hay que salvar el euro. Por alguna razón, la contundencia tiende a casar sus argumentos con un número redondo, ese 10 que contiene la explicación del universo. Pero no. No me lo creo. La deriva de un país no es resumible. Menos ahora, con tan poca perspectiva. Solo las mentes conspirativas encuentran 10 razones en las que están incluidos el análisis y la solución. Pero suele ocurrir que los tiempos difíciles son el hábitat natural de dichas mentes dado que hay un público que desesperadamente desea que alguien les pase a limpio en 10 puntos aquello que no consigue entender.

Lo comprendo. Yo también quiero encontrar ese artículo que sea como un Santo Grial, una guía, porque confieso que no entiendo este presente en el que nos ha tocado vivir. Y he debido de ser muy torpe, porque tampoco me esperaba este fatal desenlace. Hay quien atribuye la situación exclusivamente a los mercados y a la codicia financiera, otros incluyen el sistema autonómico; unos, a que vivíamos por encima de nuestras posibilidades y otros a que la clase dirigente vivía por encima de nuestras posibilidades; unos, hablan de responsabilidad colectiva, otros, señalan nombres y apellidos de los responsables. Sea como sea, los expertos suelen ordenar sus explicaciones en 10 apartados. Todo es ponerse.

Esta semana he encontrado varias razones para el desconsuelo, pero no estoy de humor como para cuadrarlas en 10 puntos: son suficientemente poderosas, no es necesario andarse con amaneramientos columnistiles. Tampoco pretendo ser original al citarlas, ni voy a fingir que he visto aquello en lo que los demás no habían reparado. Al contrario, me dispongo a recordar titulares que la actualidad nos ha arrojado y que a usted, probablemente, también le han quitado el sueño. O casi. Porque lo persistente de esta penosa situación de la que nuestros dirigentes no saben salir ha acabado robándonos horas de sueño hasta a aquellos que tenemos un espíritu animoso.

De nada sirve que los pediatras adviertan lo caro que saldrá curar las infecciones en bebes no vacunados

En la prensa, que hay que leer en estos días previa ingestión de un lexatín, convivían noticias que se daban de tortas. Por un lado, los pingües beneficios del negocio de la enseñanza privada, cuyos colegios concertados (mayoritariamente religiosos) están generosamente subvencionados por el Estado, o por decirlo de otra manera, subvencionados, entre otros, por aquellos que sufren los recortes en la escuela pública. Sin salir de la sección de “Sociedad” (la sección del momento), nos encontrábamos también con que se acabó la gratuidad en la vacuna del neumococo. De nada ha servido que los pediatras adviertan que saldrá más caro afrontar las infecciones que su ausencia provocará en bebés no vacunados. Que los padres se paguen sus “mamandurrias”, como diría esa creadora de lenguaje que es Esperanza Aguirre. Y, por último, de los niños y bebés retrocedíamos esta semana al embrión, asunto que ha llevado al ministro de justicia a meterse en un jardín más frondoso de lo que imaginaba. Dicen que, dada la falta de popularidad que acusa estos días el Gobierno, el ministro trataba de recuperar el apoyo de su bancada. Para ello, anunciaba una insólita revisión de la ley del aborto, que criminalizaría incluso a las mujeres que hubieran de abortar por una seria malformación del feto. No sé si esperaba el exalcalde desayunarse con un artículo como el que escribió el doctor Esparza, neurocirujano infantil, Nadie tiene derecho a obligar al sufrimiento, pero las razones de Esparza eran tan demoledoras contra las de Gallardón que es posible que este último, aun siendo un viejo zorro de la política, no aguantara un debate público con un profesional que ha convivido durante años con niños abocados a una vida desgraciada.

Lo que tengo claro es que no se debe permitir que el lenguaje se pervierta de tan cínica manera: ¿por qué dejar que se llame “humanidad” a lo que sin duda es exactamente lo contrario? Y, menos aún, en momentos como estos en los que el Gobierno está arrebatando derechos a los más débiles. Y esta vez no me refiero a funcionarios, ni a mineros, ni a los sufridores de futuros ERE. Permítanme que solo me centre en estas tres noticias, recortes en la educación pública y ganancias en la privada, retirada de atención médica a bebés, criminalización de mujeres que no quieren traer al mundo a una criatura sufriente. Me centro en estos tres titulares que afectan a los niños. Tres noticias que contienen la política de quien nos gobierna. No necesito analizarlas, solo las repito, para que no caigan en el olvido.

En tiempos difíciles el mundo se llena de mentes preclaras que entienden la naturaleza de todo lo que ocurre
En tiempos difíciles el mundo se llena de mentes preclaras que entienden la naturaleza de todo lo que ocurre. Enhorabuena. Yo jamás pensé que el mundo se me volvería tan incomprensible. Como una niña con asignaturas suspensas, me volveré a presentar en septiembre


el dispensador dice:
si tienes capacidad para vislumbrar un mundo humano distinto al presente...

1. La condición humana debe ser la prioridad absoluta de la raza humana.
2. La calidad humana debe ser la conducta humana por excelencia, siempre.
3. Dado que los seres humanos están creados y formados para vivir en sociedad:
3.1. La sociedad debe comprometerse solidaria y misericordiosamente con todos sus miembros, evitando exclusiones, marginaciones o circunstancias donde se denigre la condición humana.
3.2. La sociedad debe ser compasiva con aquellos ciudadanos que, por circunstancias ajenas a sus voluntades, sean víctimas de catástrofes, cataclismos, o penurias de cualquier índole o factor.
3.3. La sociedad debe ser inclusiva como valor elemental y esencial del acto humano como tal, por ende la educación y la salud debe ser actos públicos, masivos, sin ningún tipo de limitación o discriminación.
4. Ninguna sociedad humana puede estar excluída por poderes (de cualquier índole) donde se prioriza el interés o la conveniencia de unos pocos en desmedro de los muchos, anónimos, desconocidos.
5. Los productos esenciales para la vida (alimentación, medicamentos, vestimenta, hogar, agua, aire) no pueden ser pasibles de negociación alguna, por ende no pueden comprarse ni venderse, de modo de evitar la potencial política que conduzca al empobrecimiento, la marginación, la exclusión y/o algún tipo de discriminación.
6. Los ciudadanos deben comprometerse con los valores que sustentan a la sociedad funcional.
7. Los ciudadanos deben comprometerse con las tradiciones que los cobijan.
8. Los ciudadanos deben intercambiar roles sociales según sus dones y sus talentos.
9. anexo. Ningún ciudadano puede ni debe ser moneda dependiente.

La humanidad debe entender y por ende asumir que la globalización debe construirse a partir de las capacidades de cada sociedad y sus contribuciones genuinas:
  • al equilibrio universal.
  • al equilibrio planetario.
  • al equilibrio de la naturaleza.
  • a la inteligencia social.
  • al equilibrio individual. 
  • al equilibrio grupal.
Sin ello, la humanidad será una utopía más... declamante... pero impracticable. Aún cuando la iniciativa aparezca como imposible, en el contexto actual, debe ser encarada a efectos de evitar que la humanidad se extinga a manos de negligencias e incapacidades de gestión manifiestas en todos y cada uno de los estados, caracterizados por ausencias. 

Aunque no lo creas... el universo enseña sociedades (no humanas) donde todos los equilibrios son posibles, y de hecho, existen. Ése debe ser el modelo, y no los personalismos que favorecen las conveniencias y sus intereses.
JULIO 30, 2012.-

¿TE IMAGINAS? || «Con la tecnología actual, ni siquiera podríamos demostrar que hay vida en la Tierra» - ABC.es

«Con la tecnología actual, ni siquiera podríamos demostrar que hay vida en la Tierra» - ABC.es


Ciencia / entrevista

«Con la tecnología actual, ni siquiera podríamos demostrar que hay vida en la Tierra»

El científico Didier Queloz, descubridor en 1995 del primer planeta externo a nuestro sistema solar, se pregunta «por qué la Tierra es como es»

Día 25/06/2012 - 18.23h
«Con la tecnología actual, ni siquiera podríamos demostrar que hay vida en la Tierra»
belen diaz
Junto a Michel Mayor, Didier Queloz descubrió, en 1995, el primer planeta fuera del Sistema Solar. Se llamaba 51 Pegasi b y su hallazgo inauguró una nueva y apasionante rama de la Astronomía. Desde entonces, decenas de equipos de investigadores se han dedicado a peinar el cielo en busca de nuevos planetas. Hoy se conocen casi 800, y muchos de ellos se parecen, en algún aspecto, a la Tierra. Como reconocimiento a su trabajo, Mayor y Queloz han sido galardonados este año con el Premio Fundación BBVA Fronteras de Conocimiento. ABC ha podido entrevistar a Didier Queloz en Madrid.

- ¿Cuándo podremos decir que hemos encontrado un planeta realmente parecido a la Tierra?
En Ciencia nada es blanco ni negro. Hay muchas formas de responder a esa pregunta y la cuestión está llena de matices. Lo primero que debe tener ese planeta es una masa y una órbita igual o muy similar a la de la Tierra. Pero no basta. Lo interesante es detectar un mundo con el mismo tipo de estructura que la
terrestre. Y resulta que hemos encontrado ya muchos así, aunque el problema sigue siendo el de saber por qué la Tierra es como es. Hemos localizado ya muchas supertierras, pero ninguna se puede considerar gemela de la nuestra. La pregunta es: ¿por qué tenemos por un lado la Tierra y por otro los demás, que se parecen pero que no son? ¿Qué hace que nuestro planeta sea tan especial? Lo cierto es que no podemos detectar planetas exactamente iguales a la Tierra. Por eso, lo que intentamos es comprender qué diferencia nuestro mundo de los demás. ¿Es la Tierra un planeta único? ¿O es, por el contrario, un tipo de mundo común?

- Si se han visto ya tantos planetas similares al nuestro, ¿por qué resulta tan difícil encontrar un gemelo?
En primer lugar, es difícil encontrar planetas. Cualquier planeta. Hemos hecho progresos, es cierto, pero la caza de planetas extrasolares sigue siendo algo que está en el límite de lo que la Ciencia puede hacer. Quince años después de haber encontrado el primero hemos avanzado mucho, pero sigue siendo algo muy complicado. La misión Kepler, por ejemplo, ha encontrado planetas pequeños, como el nuestro, pero seguimos sin saber exactamente lo que son.

- ¿Por qué?
Hay mucha ambigüedad sobre lo que pueden ser esos objetos. En el Sistema Solar, por ejemplo, tenemos de todo. Hay planetas rocosos y gaseosos, grandes y pequeños... Pero ahí fuera hay
mucha más diversidad de la que se puede observar aquí. La realidad es mucho más compleja de lo que parece. Cuando decimos que un planeta es del «tipo Tierra», lo hacemos con mucho cuidado. No basta con que coincidan el tamaño, la masa y la órbita. En este punto no hay acuerdo en la comunidad científica. Hemos detectado ya todo un rango de objetos que tienen entre la masa de la Tierra y la de Neptuno. Pero no sabemos lo que son... Los llamamos «supertierras», pero pueden ser gaseosos, acuáticos, rocosos, o una mezcla de todo ello. Por eso la idea de que hay gemelos idénticos es muy ingenua.

- ¿Cuándo cree que se producirá el gran anuncio? ¿Habrá que esperar mucho?
El siguiente gran paso es lograr medir las atmósferas de todos esos planetas. Y las grandes noticias se producirán cuando podamos evaluar algo en la atmósfera que demuestre la vida en alguno de esos mundos. Pero llegar a eso es difícil. Primero hay que encontrar el planeta, luego que esté en el sitio adecuado. Luego que tenga atmósfera. Y luego que tenga vida. No es tan importante encontrar el gemelo de la Tierra como entender el sistema global al que pertenece cada planeta.

- Usted dijo en Madrid hace unos días que podríamos haberlo encontrado ya sin saberlo...
Sí, lo dije para despertar a la gente. Para que se den cuenta de lo difícil que es. Puede que entre todos los planetas que hemos descubierto hayamos encontrado uno, o varios, como el nuestro, y que no nos hayamos dado cuenta...

- ¿Cómo podemos estar absolutamente seguros de que hemos descubierto vida en otro planeta?
Es algo muy complicado, aunque tenemos algunas ideas al respecto. La más simple, que puede ser un error, es que encontremos oxígeno, porque se supone que el oxígeno se crea a través de la fotosíntesis, que es vida. Por otra parte hay quien prefiere buscar directamente la clorofila. Y luego está el sueño de
que algún día podamos sacar, directamente, fotos de los continentes que hay en esos planetas, ver sus estructuras y su composición. Parece una locura, pero no lo es. Algo así se puede conseguir uniendo cien satélites pequeños, o construyendo un telescopio muy grande... de más de un kilómetro. ¿Ciencia ficción? No hay forma de saber dónde llegaremos en 20 años. Hablamos de un telescopio de un kilómetro o más... Pero todo es posible. Piense en Galileo, que hizo sus descubrimientos con un simple catalejo... y mire dónde estamos hoy.

- ¿Si estudiáramos la Tierra desde lejos con los instrumentos actuales, podríamos descubrir, sin miedo a equivocarnos, la vida que hay en nuestro planeta?
No, seguramente no. A 20 años luz de distancia, por ejemplo, ni siquiera seríamos capaces de distinguir la Tierra. De nuestro Sistema Solar sólo veríamos a Júpiter. Y aunque pudiéramos detectar la Tierra, sería imposible decir si en ella hay o no vida... Quizá podremos de aquí a 20 años, pero no hoy. Si alguien dijera en la actualidad que ha encontrado vida en otro planeta sería una broma, o un engaño. Sencillamente, aún no disponemos de la tecnología necesaria para ello.

- Sin embargo, sí que se pueden detectar moléculas orgánicas incluso a miles de años luz de distancia...
Es verdad. Encontramos moléculas orgánicas muy lejanas, pero eso no es vida, solo algunos de sus componentes, y eso está por todas partes. Nosotros no podemos aún detectar si hay o no vida de forma directa. Por eso, lo que hacemos es plantear otras preguntas. Como por ejemplo: ¿qué tipo de condiciones deben darse para que haya vida? ¿Es la vida algo común o el caso de la Tierra es una excepción?

- ¿Y cuál es su opinión personal al respecto?
Yo, como físico, opino que cualquier cosa que veamos aquí puede existir también en otros lugares. La Naturaleza sigue una serie de leyes, que son universales. Por eso se trata de una simple cuestión
de estadística. Ahí fuera hay billones de estrellas, y si en alguna de ellas se dan las condiciones para que se cumplan, esas leyes naturales se cumplirán. Por eso, creo que debe haber vida en muchos lugares fuera de la Tierra. Sin embargo, si le preguntas a un biólogo, te dirá que no, que la vida es un proceso complejísimo y difícil, casi un milagro. Un físico mira probabilidades, y resulta que las probabilidades son muchas.

- ¿Se refiere usted a cualquier forma de vida, incluso muy simple, como una bacteria, o a formas de vida más compleja, incluso inteligente?
- No, no... Me refiero a la vida como fenómeno, en general... Sin embargo, también creo que la vida en forma de especies inteligentes, como la nuestra, capaces de construir civilizaciones y de explorar el espacio, debe de ser muy poco frecuente. Y si se ha producido, esas especies no tienen por qué ser contemporáneas a nosotros. La Humanidad sólo tiene un par de millones de años, y el Universo tiene 13.700 millones de años. ¿Cuánto puede durar una especie concreta? Podría haberse producido en cualquier otro momento y no precisamente ahora... Hace apenas unos cientos de años que empezamos a estudiar el Universo.

- Usted ha descubierto ya más de cien mundos. ¿Cuál de ellos le resulta inolvidable y por qué?
Ninguno se puede comparar a 51 Pegasi b, que fue el primero. Fue en 1995 y tuvimos que convencernos a nosotros mismos de que realmente habíamos encontrado un planeta. Después, cuando ya te has convencido, es más fácil encontrar los siguientes. Para mí, ese descubrimiento cambió mi vida. Todos los científicos vamos poniendo nuevos ladrillos en el edificio del conocimiento. Unos los ponen más grandes y otros más pequeños. Michel Mayor y yo pusimos uno muy grande, pero todo viene de algo, nada llega de repente, sino que somos parte de un proceso y nos basamos en lo que han aprendido otros para ir avanzando.

- ¿Cómo fue el momento del ese primer descubrimiento?
No hubo un momento especial. No hubo un ¡¡¡Eureka, lo tenemos!!! Es una idea que se va abriendo camino, poco a poco... Te pasas años enteros obteniendo datos, midiéndolos y comprobándolos mil veces. Y al final te convences a ti mismo de que la única explicación posible para esos datos es que haya un planeta. Es un proceso lento, incluso doloroso... Incluso cuando estuvimos seguros, teníamos miedo de habernos equivocado en algo, de hacer un anuncio erróneo.

- Fue, como usted ha dicho alguna vez, el cumplimiento de un sueño...
Sí, sin duda... Siempre se lo digo a los estudiantes que vienen y me preguntan. Muchos me dicen que quieren ser astronautas. Y yo les digo que adelante. Solo tenemos una vida y hay que luchar
por los sueños, por cumplirlos. Esto es vital para la ciencia. Es difícil hacerse un científico, encontrar un puesto de trabajo cuando eres joven. Hay que irse a otro país, cambiar... luchar sin descanso. Si crees que hay algo que debes hacer, hazlo. Hay que tener constancia y no renunciar nunca. Si insistes lo suficiente, en algún momento te llegará el golpe de suerte que necesitas. Y lo conseguirás.


el dispensador dice:
¿imaginas un mundo sin monedas?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin economías ni estadísticas?,
ese mundo existe...
¿pero imaginas un mundo sin aires?,
ese mundo existe...
¿puedes imaginar un mundo sin aguas?,
ese mundo existe...
¿puedes entonces imaginar un mundo sin miserias?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin disparidades?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin poderes?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin jefes?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin desprecios?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin segundas intenciones?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin depredadores?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin víctimas?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin violencias?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin palabras?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo de ideas?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin excluídos?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin sometidos?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin discriminados?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin olvidados?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo fuera del espectro visible?,
ese mundo existe...
¿imaginas un universo sin tiempos?,
ese universo existe...
¿imaginas un mundo de esfuerzos compartidos?,
ese mundo existe...
indudablemente ninguno de esos mundos,
está en la Tierra...
por ende ninguno de esos mundos,
está habitado por seres humanos...
¿imaginas un mundo sin competencias?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin trampas?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin envidias?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin traiciones?,
ese mundo existe.......
¿imaginas un mundo sin argumentos vacíos?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin justificaciones?,
ese mundo existe...
 ¿imaginas un mundo sin explicaciones?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo de sabidurías?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo reflexivo?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo de equilibrios?
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo de infinitos?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin escritos?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin ritos?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin lamentos?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin penurias?,
ese mundo existe...
¿imaginas un mundo sin dramas?,
ese mundo existe...
pero ninguno de esos mundos está en la Tierra,
por ende ninguno de esos mundos,
está habitado por seres humanos...

¿imaginas un universo humanocéntrico?,
ese universo no existe...
por ello, y sólo por ello,
todo lo que existe debe ser respetado,
admitido, aceptado y reverenciado,
ya que aquellos equilibrios quebrados,
derivan en dramas impensados,
que padecerán desprevenidos,
tanto como depravados,
algo que no merecen los humanos,
sea por condición,
sea por los cambios,
ya que en los universos,
nada es ciertamente lejano,
y todo lo que parece distante,
está en la palma de cada mano.
Debes pensar entonces,
querido ser humano,
que no hay tiempo que no se doble,
ni luz que no sea rayo,
por ello todo lo que existe,
aún cuando sean cardos,
raras formas de otros trazados,
debe ser respetado,
por los equilibrios presentes,
y los otros que se han cimentado,
ya que si alguno es herido,
alterado o modificado,
se manifestarán ángeles capacitados,
para colocar los polos donde han estado.
JULIO 30, 2012.-

domingo, 29 de julio de 2012

EL SENTIDO ORIGINAL || Reconciliados con la imperfección | Cultura | EL PAÍS

Reconciliados con la imperfección | Cultura | EL PAÍS


Reconciliados con la imperfección

Experiencias iluminadoras, como la pasión, la ternura o la belleza sorprendida, permiten darle un sentido pragmático a la vida



















Prometeo encadenado / Corbis Imaes



Hoy todo el mundo quiere dar un sentido a su vida, pero eso del sentido es una preocupación relativamente reciente. En nuestra Antigüedad clásico-medieval a nadie se le ocurrió buscar tal cosa —no hay palabra griega o romana que traduzca con propiedad este concepto moderno—, pero no porque no existiera, sino porque el sentido de la vida era entonces demasiado evidente como para que alguien se planteara siquiera interrogar por él. Así fue mientras estuvo vigente una determinada imagen del mundo: la del mundo como cosmos. La cosmovisión descansa en dos presupuestos: primero, que la realidad es un todo ordenado (lo cual es mucho decir), y segundo, que el orden que lo estructura asume la forma de una jerarquía vertical en progresión ascendente (y esto mucho más), de manera que lo sensible de la tierra —lo que vemos y palpamos— vale sólo como participación de los superiores arquetipos ideales, en los cuales, aun siendo invisibles, reside todo ser. Este ordo preestablecido asigna funciones precisas a los entes de la pirámide ontológica, desde los minerales en la base hasta Dios en el ápice, y por supuesto, en el centro, a los hombres, a quienes además divide en estamentos, profesiones y oficios conforme a un paradigma eterno. El orbe siempre ha sido perfecto, exacto y armonioso, y nada puede alterar su gloria. Ante tanta maravilla, la única reacción condigna es la celebración. Píndaro, en un himno perdido, contaba que cuando Zeus hubo ordenado el mundo y los dioses vieron con mudo asombro su magnificencia, les preguntó a éstos si echaban de menos algo. “Sí —respondieron—: una voz para alabar las grandes obras y la completa creación en palabras y música”. Y entonces nacieron las Musas para cantar la alegría de Zeus ante la plenitud del ser.
Vigente una tal cosmovisión huelga enteramente la pregunta por el sentido de la vida, porque el único sentido que cuenta es el que emana el todo cósmico trascendiendo las anécdotas de los destinos humanos particulares. Si yo sufro, si no soy feliz, si incluso muero inicuamente, he aquí un hecho que, claro está, a mí me afecta muchísimo, pero mi suerte personal, sea cual fuere, no menoscaba lo más mínimo la inmutable perfección del cosmos, que permanece tan majestuoso como antes. Esto es lo que suele olvidarse cuando se estudia la tragedia griega: lo trágico, para el griego antiguo, estribaba en lo incomprensible del infortunio que padece el héroe —Prometeo, Antígona, Ifigenia— en un mundo, por lo demás, racional, benéfico y hermoso, a diferencia, por ejemplo, de las tragedias shakespearianas en las que los protagonistas —Macbeth, Otelo o Lear— son barridos por un caos y una ola de destrucción que son ya ley general en el universo.



No es exagerado decir que la muerte, en su más cruenta radicalidad, es una experiencia específicamente moderna


En determinado momento histórico, el cosmos decae como imagen del mundo, y el hombre, que hasta entonces había sido sólo una parte de él, se desprende del cuadro y se constituye en una nueva totalidad autosuficiente. Entre el Renacimiento y la Ilustración surgen el retrato, el ensayo de tono existencial, el idealismo filosófico, los diarios íntimos o la novela moderna: géneros que responden al desconcertante problema del sentido de la vida humana al que ese yo extrañado del mundo por primera vez se enfrenta. Téngase presente que el cosmos era un conjunto perfecto y eterno, mientras que este yo segregado es una entidad moral y mortal, tan consciente de su dignidad como de su muerte inevitable. La muerte ya no es como antes una anécdota en un cosmos radiante, sino que conlleva ahora la destrucción de toda fuente de sentido. Como, de un lado, sólo lo individual muere, no las generalidades abstractas, y de otro, en la modernidad el individuo adquiere la más alta conciencia de sí mismo, no es exagerado decir que la muerte, en su más cruenta radicalidad, es una experiencia específicamente moderna. Leopardi en sus Cantos —“O natura, / perché non rendi poi / quel che prometti allor?”— se lamenta de que el mundo permita al yo nacer y crecer en su suelo para que luego, cuando es lo bastante maduro para anhelar la felicidad, lo condene a la frustración, la decadencia y la nada. El descubrimiento de la intimidad va parejo a la experiencia de la injusticia estructural del mundo hacia ese yo autoconsciente condenado a muerte. Porque la realidad no es un cosmos, sino un mundo injusto, el hombre empieza a interrogarse ansiosamente sobre el sentido de su vida.

Los himnos al cosmos dan paso a las elegías que se duelen de la injusticia del mundo. Faulkner definió bien la aporía moderna en su novela Palmeras salvajes: “Entre la tristeza y la nada elijo la tristeza”. Lo imperfecto del mundo es, en efecto, triste si se compara con esa jovial plenitud del cosmos que las Musas celebraban. Pero hay otra perspectiva que prescindiendo de comparaciones libera las potencialidades positivas de la imperfección. No deberíamos nunca dejar de asombrarnos de que exista el ser y no la nada, porque, como dice Fernando Savater, la muerte nunca podrá arrebatarnos la victoria de haber vivido. Además, a veces uno conoce experiencias iluminadoras —pasión, ternura, belleza sorprendida, epifanías de la vida cotidiana— en las que pareciera que se eleva en éxtasis por sobre los fragmentos de la existencia y se proyecta a una totalidad de significado en la que por un momento las piezas parecen encajar otra vez.

Pero el secreto último, amigo mío, para aprender a reconciliarse con la imperfección está en descubrir que no existe en este mundo nuestro algo así como un “sentido de la vida” que pueda comprenderse intelectualmente y escribirse en un papel como la fórmula de la Coca-Cola; este mundo no tiene solución teórica, sino sólo una salida pragmática: el placer que Aristóteles asoció al mero ejercicio de las potencias, o la dicha que produce al tenista jugar al tenis, y al hombre… ser hombre. Porque sí. Como esa rosa sin porqué a la que simplemente le gusta ser rosa.


el dispensador dice:
si has elegido ser rosa,
no puedes ser otra cosa,
ya que la espina y la hoja,
no alcanzan para ser rosa...

de fragancias es la cosa,
de terciopelos es la rosa,
cuando el pétalo se esboza,
lo que se ama se goza...

la vida guarda sentido,
no en aquello que se ha adquirido,
sino la esencia que te ha traído,
no se puede soñar afligido,
ni tampoco crecer herido,
el madurar conserva sentido,
cuando poco a poco se ovilla el hilo...

una vez más sobre los sentidos,
vientos indican caminos,
así como los ríos destinos,
ciertos mensajes provienen de lo divino,
de oportunidades y sus ritmos...

obtenida ya la gracia,
haciendo estela y traza,
el sentido no radica en la braza,
sino en aquello que el alma abraza...

todo es cuestión de esencias,
lugar donde está la querencia,
donde se enfoca la presencia,
consolidará otras reverencias,
cuando la vida expone ausencias,
lo que se miden son consecuencias,
no siempre las anuencias,
habilitan las confluencias,
muchas veces las congruencias,
son fuente de otras dolencias,
de allí que las falencias,
no deban ser tenidas por demencias...

regresando al punto cierto,
se procede de lo incierto,
respirar no es cosa de expertos,
sino desplegar el mejor talento,
y no será cuestión de aplauso,
tampoco de tercer reconocimiento,
finalmente lo único que vale,
es lo que has hecho con tu tiempo...  


cuando se transita propio tiempo,
el único sentido procede del talento,
el don es vector de vientos,
cuando la gracia es el fermento...


finalmente se verá,
a qué se ha venido a la vida,
el mañana necesario es la ida,
tanto como el sueño es la idea,
así como no puede respirar otro,
cada destino no es de cualquiera,
cuando se mira hacia afuera,
lo que se divisa se comprende,
aquello que se ofrece,
y luego no se atiende,
no solo apaga las fuentes,
también las desmerece.
JULIO 29, 2012.-


Nadie puede escapar a su destino... y allí radica el sentido.
El amanecer te habilita a ser testigo (de ti mismo).
El ayer es estela (huella y sombra) de tu pasado, no más que eso.
Cuando ya no estás en el tiempo...
serás espejo de tus propias intenciones,
y en reflejo de tus propios sentimientos.

EN LA BÚSQUEDA DEL TIEMPO VIVIDO || De poética memoria | Cultura | EL PAÍS

De poética memoria | Cultura | EL PAÍS


De poética memoria

'El laberinto del mundo', de Marguerite Yourcenar, es su búsqueda

del tiempo perdido: el más mínimo recuerdo desata una retrospección colosal. El libro reúne sus tres tomos de memorias —'Recordatorios', 'Archivos del Norte' y '¿Qué? La eternidad'—

 


Marguerite Yourcenar (Bruselas, 1903-Maine, 1987), fotografiada en 1979 en su casa de Maine (Estados Unidos). / Foto: JP Laffont / Corbis

La conversión de la realidad en literatura es uno de los más curiosos empeños del ser humano. Por eso mismo es uno de los rasgos que nos definen como humanos. Y fue el principal empeño de Marguerite Yourcenar. El laberinto del mundo conforma una monumental autobiografía a la que dedicó quince años de escritura, los últimos de su vida. El primer volumen de la trilogía, Recordatorios, vio la luz cuando su autora estaba a punto de cumplir los setenta años. El segundo, Archivos del Norte, cuando se acercaba a los ochenta. Y el último, ¿Qué? La eternidad, se publicó póstumo e inconcluso. En esta evocación general de su pasado se cumple la tendencia general de Marguerite Yourcenar a ser más una narradora que una novelista: una narradora que pone al día la antigua tarea de hacer poética la realidad. La primera frase, “el ser humano al que llamo yo”, va más allá de una sorprendente perífrasis. Con ese principio prodigioso inicia un relato en el que ella misma es tratada como “un personaje histórico que hubiera intentado recrear”. A la manera de su admirado Borges, Yourcenar se deja llevar por el sueño cervantino y el quijotesco con todas las consecuencias.

Si lo pensamos bien, Marguerite Yourcenar es en realidad un personaje literario inventado por Marguerite de Crayencour cuando modificó su apellido real por un anagrama lleno de consecuencias. Al elegir un apellido “por el placer de la Y” se conectó con un linaje cultural, que tiene su origen en Grecia. Al mismo tiempo, dio el primer paso para desvincularse definitivamente de su familia de sangre. Yourcenar acabó siendo su apellido legal. Cuando escribe El laberinto del mundo, el universo de la escritora ha dado un giro completo: ahora Marguerite de Crayencour es el personaje literario de Marguerite Yourcenar. Las nociones narratológicas son ya muy precisas: la narradora es M. Y. Su protagonista es M. de C. Naturalmente, todo esto no se reduce a un juego. Quijotesca, más que cervantina, es esta apuesta para cambiar el mundo con lo que uno ha leído y con lo que uno mismo escribe. Cambiar el mundo con la literatura.

En una autora que estuvo influida por Gide y por Montherlant, nos encontramos con una obra final bajo el signo de Proust. El laberinto del mundo es su búsqueda del tiempo perdido. El más mínimo recuerdo, suyo o de cualquiera de sus familiares o informantes, desata un relato por el que merece la pena extraviarse, hasta llegar al origen del mundo en una retrospección colosal. Pugnan en el relato general dos conceptos del tiempo antagónicos: el lineal y el circular. Lineal, porque las palabras se suceden como el agua que fluye, por utilizar otro título yourcenariano. Pero una fuerte circularidad tiende a que todo retorne. Es el tiempo cíclico de los orientales, pero también el de nuestros antiguos griegos y romanos. Ahí se encuentra la clave de una de las últimas escritoras que merecen realmente la calificación de humanista: el pasado grecolatino, Oriente, especialmente Japón, y el Renacimiento. Esta mujer, que tanto ha despejado nuestro futuro, se pasó la vida inmersa en el pasado. Al principio de Archivos del Norte cita dos versos célebres de Homero: “¿Por qué me preguntas por mi linaje? Como la generación de las hojas, así la de los hombres”. En ellos se resume la visión pagana del mundo: el paso del tiempo no es ni bueno ni malo. Los seres humanos se suceden como las hojas que caen cada otoño y renacen cada primavera.

Los archivos en un sentido muy amplio contaban con una realidad casi literaria, en la que se englobaba todo lo que ya estaba escrito sobre esa región y sobre su propia familia. En los datos familiares entra todo tipo de textos: la familia paterna es muy consciente de su posición en el mundo, editaba un boletín interno con sus noticias propias, y contaban con datos de todo tipo, anotados por distintos parientes. Todo, desde los archivos más grises hasta los apuntes más humildes de su madre, es leído poéticamente por Yourcenar. Por eso, al dibujar el trazo último de uno de sus tíos, cambia la expresión habitual “de piadosa memoria” por otra nueva, polivalente y despejada, más acorde con el retratado: “De poética memoria”.



La frase “el ser humano al que llamo yo” inicia un relato en el que ella misma es tratada como “un personaje histórico que hubiera intentado recrear”


Ya los patricios romanos solían escribir sus memorias como una contribución a la historia futura. Yourcenar aplica una doble paradoja. En primer lugar, estos relatos se orientan hacia la novela, no hacia la historia. La narradora no duda a la hora de atribuir a sus personajes pensamientos, sueños o palabras sin documentar. Y —ésta es la paradoja más curiosa— los miembros de la familia de Yourcenar ya han sido protagonistas de sus novelas anteriores. Por poner sólo un ejemplo, la pareja formada por Jeanne y Egon inspiró la primera novela de Yourcenar, Alexis o el tratado del inútil combate, y otra posterior, El tiro de gracia. Uno de ellos maneja para otros asuntos el título mismo de El laberinto del mundo. Sin embargo en esta autobiografía es cuando los conocemos de verdad. A cambio, la propia Yourcenar se inscribe en su propia obra de ficción: “Me gustaría tener por antepasado al imaginario Simon Adriansen de Opus Nigrum”. Unos años más tarde, encontraremos en el epitafio de la escritora unas palabras de esa novela suya. En resumen: todos los materiales biográficos recogidos no se destinan a la historia futura, sino a la ficción pasada.

Esta mujer lúcida se autorretrata inscrita “en las coordenadas de la Europa cristiana y del siglo XX”, que en gran medida siguen siendo las nuestras. Contempla, de cerca y de lejos, la Primera Guerra Mundial y vislumbra los horrores siguientes. No obstante, le cuesta olvidar que perteneció a otro mundo. Un mundo presidido por la cortesía. Todos o casi todos se hablan de usted, incluso los miembros de un matrimonio. Yourcenar es la mujer que sólo tuteó a tres personas en su vida. En su mundo perdido los personajes son aludidos elegantemente por sus iniciales. Se habla de la vida “en provincias” como categoría literaria. Se llama “el siglo” al tiempo. Se distinguía el latín de sacristía del latín del bachillerato. El homoerotismo masculino y el femenino constituyen regalos preciosos, igual que la iniciación sexual temprana, porque todo lo relacionado con el cuerpo es natural.

Es posible que todo haya sido visto ya, pero “no ha sido narrado”, dice la escritora. Puesto que tiende a comportarse como sus personajes, hay que entender simbólicamente algunas de sus explicaciones. En cierta ocasión su padre conversa con un cura. “Más que confesarse lo que hace es contar su vida”. También ella, en este juego de paradojas, más que contar su vida lo que hace es confesarse. A la manera de las Confesiones de Agustín, de los Ensayos de Montaigne, de los Diarios de Stendhal.



Esta mujer, que tanto ha despejado nuestro futuro, se pasó la vida inmersa en el pasado. Es posible que todo haya sido visto ya, pero “no ha sido narrado”


Lo que en su momento apareció como tres volúmenes sucesivos (tanto en francés como en español) se publica ahora en un solo tomo. Esto supone una edición definitiva, que cumple el proyecto unitario de su autora. Merece una celebración en condiciones. Por eso me atrevo a descender a los detalles, como algunas erratas que deben de haber nacido del escaneado (“aterrarme” en vez de “aferrarme”). Creo igualmente que deberían transcribirse al español los nombres y apellidos que tengan tradición en ello, como Alberto I (y no Albert I), o el príncipe Félix Yusupov (no Youssoupoff). No son un detalle, en cambio, las erratas en la cita de la Ilíada, al principio de Archivos del Norte. Procede del canto VI (no del VII) y la alfa debe ocupar el lugar que le corresponde. Tanto si el lector puede leer aquí los dos versos en griego como si acude a leerlos en Homero, la referencia debe ser impecable. Cuando Marguerite Yourcenar citó a Homero en griego confió en unos ciudadanos futuros capaces, como ella, de transmitir lo mejor del pasado para cambiar el mundo. Probablemente pensó en ciudadanos que pudieran, como ella, leer con soltura los dos idiomas clásicos. Pido, en fin, un índice onomástico, similar al que la editorial incluyó en las Cartas a sus amigos, otro gran volumen con el que comparte muchos personajes. Sería lo lógico en un libro de memorias, cuyos protagonistas son reales, más allá de la leve tendencia a la ficción. Sería bueno poder localizar con facilidad a Julio César o al zar de Rusia, a Robespierre o Goethe. O simplemente el momento en el que la joven Yourcenar se encuentra con el rey Alberto I de Bélgica, en el estreno de una obra de Pirandello. Sería bueno poder rastrear las variadas y esclarecedoras referencias a España, “ese país salvajemente autóctono”.
A El laberinto del mundo le conviene una afirmación de Italo Calvino, según el cual un clásico es un libro que equivale al universo. Marguerite Yourcenar, acostumbrada a comparar lo grande y lo pequeño, escribe: “Los retazos de una vida son tan complejos como la imagen de la galaxia”. También le conviene una teoría de Umberto Eco sobre la línea y el laberinto. Piensa Umberto Eco que es un mérito del pensamiento latino (seamos precisos: del que se formuló en la lengua de Roma) el haber convertido el laberinto en línea. Sólo al cerrar el libro comprendemos que la línea tan nítidamente trazada por Yourcenar no es recta, sino curva.

El laberinto del mundo. Marguerite Yourcenar. Traducción de Emma Calatayud. Alfaguara. Madrid, 2012. 800 páginas. 26 euros (electrónico: 12,99).


La Villa Yourcenar
En su batalla contra el tiempo, los grandes narradores se amaran al espacio. Por eso Yourcenar convierte en literatura su territorio natal. Un país en el centro de Europa, crucial para la historia del continente, que sin embargo necesitaba de una gran precisión poética, como le sucede a la biografía de la propia Yourcenar. En la fórmula Archivos del Norte puede parecernos que la categoría prosaica es “archivos” y la poética es “Norte”. Pero la realidad que se encontró Yourcenar era justamente la contraria.

Como La Mancha para Don Quijote, el Norte es la región poética de Yourcenar. Ella nos cuenta otra vez la victoria de César sobre galos y belgas. Encuentra en la Edad Media un primer nombre literario: Flandes. Posesión de sus condes y de los duques de Borgoña. Y de los reyes de España, ya que el Flandes español es para ella otra unidad narrativa. Después, se convierte en provincia de la monarquía francesa, y finalmente en departamento de la república. La Revolución le cambia el nombre por el del Norte, aparentemente más prosaico. Yourcenar lo ha poetizado para siempre, convirtiendo la denominación administrativa en una categoría poética. La prefectura en literatura. A partir de ahí, todo. Por ejemplo, este retrato de su padre: “Un hombre del Norte que amaba todo lo que fuera del Sur”.

En la frontera de Francia con Bélgica transcurrió la infancia de Yourcenar. Entre dos grandes ciudades como Lille y Bruselas. Cerca de otras cada vez más pequeñas, como círculos concéntricos: Bailleul y Saint-Jans-Cappel. El punctum de ese mundo es el Mont-Noir, la finca familiar con la gran mansión en la que vive su abuela, terrible como una Bernarda Alba nórdica. Yourcenar tardó 75 años en volver a esos parajes, para inaugurar en el pueblo un sencillo museo. No sé si en aquel momento pudo imaginar que unos años más tarde, cuando ella no estuviera ya en el mundo, el Mont-Noir, su casa solariega, se convertiría en un parque natural protegido, abierto a todos los ciudadanos. Aunque el castillo fue derruido en la Primera Guerra Mundial, el Departamento del Norte (hablamos de la entidad gubernativa, sin dejar de hablar de literatura) ha habilitado la casa del guarda, una especie de mansión en miniatura, como residencia para escritores europeos. El ciclo de la vida y la escritura se renueva en las mismas tierras en las que la niña Marguerite recogía frutos del bosque. Hablando de otra finca, de su familia materna, Yourcenar evoca los gritos de los pavos reales y el té que se servía en la terraza. Nos cuenta algo muy parecido: que había pasado a ser un parque natural. “La mansión gozaba de una de las suertes más hermosas que pueden caerle encima a una vivienda desafectada: servía desde hace poco de biblioteca comunal”. Esa sencilla anticipación de lo real, lo que en otro tiempo se llamó profecía, también es propia de un libro clásico.


el dispensador dice:  
hay un momento en el que te descubres,
así como hay otro en el que te cubres...

hay un momento en el que te iluminas,
así como hay otros donde no ni siquiera te imaginas...

hay un momento en el que luces,
así como hay otro en el que te desluces...

hay un momento en el que te enciendes,
así como hay otro en el que te apagas...

hay un momento en el que te revelas,
así como hay otro en el que te rebelas...

hay un momento en el que huyes,
así como hay otro en el que te encuentras...

hay un momento en el que eres presencia,
así como hay otro en el que eres ausencia...

hay un momento en el que eres palabra,
así como hay otro en el que el pensamiento se raja...

hay un momento en el que eres huella,
así como hay otro donde pierdes la senda...

hay un momento en el que eres sombra,
así como hay otro en el que permaneces bajo la alfombra...

hay un momento en el que eres pasión,
así como hay otro donde te guía la razón...

hay un momento en el que late el corazón,
así como hay otro donde te pierde la razón...

hay un momento en que la conciencia te habla,
así como hay otro donde tu ángel calla...

hay un momento en que el sueño te baña,
así como hay otro donde la realidad se empaña...

hay... siempre hay... aún  hasta cuando deja de haber... siempre hay
motivos que no ves... pero te alientan a estar...
o bien te impulsan a emigrar, porque no es el momento propicio para perdurar...
entonces sólo debes pensar, tomarte el tiempo para guardar paz,
e inmediatamente rezar, aunque no sepas orar, 
sólo para meditar, más tarde reflexionar,
que eso que debía pasar,
no es otra que en el nido en el que uno debe reposar,
ya que aquella que música que no se debe cantar,
o el pentagrama que no se puede interpretar,
allí debe quedar... en el silencio de tu eternidad...

mientras tanto no debes herir,
ni tampoco puedes dejarte lastimar,
justo allí donde debes ir,
es donde la convergencia te encontrará,
la fuente donde debes beber,
siempre abierta estará,
aún cuando de largo la puedas pasar,
siempre esperará,
porque el encuentro justo habrá de llegar,
siempre donde se debe comenzar.
JULIO 29, 2012.-



sábado, 28 de julio de 2012

OBSERVADORES || El arte de leer ficciones | Cultura | EL PAÍS

El arte de leer ficciones | Cultura | EL PAÍS

El arte de leer ficciones

 


Una lejana tarde, hace más de cinco milenios, cierto inspirado antepasado nuestro tomó una invención burocrática —la escritura, empleada hasta entonces para contabilizar mercadería y ganado— y la utilizó para imaginar el mundo en palabras. La invención de historias, que hasta entonces había sido un arte oral, fue liberada así de los límites impuestos por el tiempo y el espacio, y nos permitió aquello que Quevedo llamó la “conversación con los difuntos”. Desde entonces, los lectores gozamos de esa generosidad que nos permite, a través de inspiradas mentiras, conocer (en parte, al menos) la verdad del mundo. Hoy se dictan cursos de ética a través de los dilemas propuestos por Los hermanos Karamazov y Madame Bovary, y los fisiólogos nos dicen que los caminos neuronales que nuestro cerebro forja para tomar decisiones morales se aprenden en la infancia leyendo Robinson Crusoe y los libros de Alicia. No sabemos qué pensaban los primeros lectores de sus novelas. Ni siquiera sabemos si consideraban novelas a epopeyas como la de Gilgamesh en la que invención y documento se confunden. En el siglo primero (antes o después de nuestra era) un cierto Caritón, autor de la que es considerada la primera novela europea, Quéreas y Calírroe, empieza dando su nombre y diciendo que contará “una verídica historia de amor que tuvo lugar en Siracusa”. Los lectores de Caritón quizás le creyeron, pero diecisiete siglos más tarde, un cierto letrado de Alcalá de Henares ya no pudo confiar en esa fe y trató de convencer a sus desocupados lectores con la supuesta reserva del autor, afirmando que su historia había ocurrido “en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”.

La tecnología del libro impreso permitió a la novela juegos tipográficos como los de Laurence Sterne, Machado de Assis o Julio Cortázar, que dejan, o pretenden dejar, una parte de la responsabilidad creativa al lector. Hoy, a pesar de los ya antiguos experimentos de Robert Coover y algunos otros, la tecnología electrónica no nos ha dado aún novelas que aprovechen plenamente sus mentadas posibilidades. Sin duda es cuestión de tiempo, pero, por el momento, la lectura electrónica ha vuelto al lector más impaciente, menos dispuesto a explorar dificultades, más confiado en la memoria de una máquina. Lo cierto es que, desde siempre, para incitar a los lectores a tomar parte en un juego literario en el que ellos pretenden creer en la mentira y la novela pretende decir la verdad, los autores han inventado un sinnúmero de ardides. Afirmar, por ejemplo, que el texto es un manuscrito perdido, la confesión de un testigo, o las memorias del protagonista; introducir personajes reales, eventos históricos, o mapas y documentos; mentir con la verdad: disfrazarse de ensayo crítico, de crónica verídica, o de informe policial. El proceso es interminable: cada vez que el escritor inventa una nueva trampa, el lector cae en ella, la reconoce y de inmediato exige otra. A esa sucesión de trampas y escapatorias le damos el nombre de literatura.


La novela aún no ha aprovechado todas las posibilidades tecnológicas. Es cuestión de tiempo. La electrónica ha vuelto más impaciente al lector

En tal campo minado ¿cómo saber qué es una novela? Bajo la apariencia de una obra teatral (La Celestina de Rojas), de una abultada correspondencia (Las relaciones peligrosas de Laclos), de un álbum de fotos comentado (Austerlitz de Sebald), de un poema (Eugene Onegin de Pushkin), el mundo ha sido contado y vuelto a contar para nosotros por los novelistas y, con inagotable apetito, los lectores seguimos pidiendo que nos lo cuenten. Somos fieles a las palabras de Juan, y sabemos que en el principio fue (y sigue siendo) el Verbo.

A mediados del siglo XVII en los jardines de la escuela cisterciana de Port-Royal, el adolescente Jean Racine leía la antigua novela griega de Heliodoro, Los amores de Teognis y Caricles, cuando su supervisor, indignado de que el muchacho se ocupase de cosas tan mundanas, le arrancó el libro de las manos y lo echó al fuego. Racine consiguió un segundo ejemplar que también fue descubierto y condenado. Entonces compró un tercer ejemplar, lo leyó hasta el final, y se lo entregó a su supervisor con estas palabras: “Podéis echarlo al fuego también. Ya he aprendido el texto de memoria”. El 29 de enero de 1854, por la tarde, Gustave Flaubert le escribe a su amante, Louise Colet, para contarle que está leyendo El Rey Lear de Shakespeare como si fuese una novela. “Estuve como aplastado durante dos días por una de las escenas, la primera del tercer acto. Este tipo me va a volver loco. Más que nunca, todos los otros me parecen niños a su lado”, confiesa Flaubert. El 25 de agosto de 1959, Adolfo Bioy Casares le cuenta a su amigo Jorge Luis Borges que está empezando a leer Guerra y paz. “Cuesta entrar”, le advierte Borges. “¿Es un novelista muy hábil? ¡Qué va a ser! Yo creo que lo mejor es leer todo lo que se refiere a la guerra”. Y agrega sarcásticamente: “Pero entonces te perdés el idilio…”.

Tres lectores ilustres, tres modos de leer el mundo. Hacer nuestro un texto querido, memorizándolo, para que forme parte de la biblioteca de nuestra memoria; dejarnos aplastar por una historia, para que se vuelva nuestra la emoción y la sabiduría que nos otorga; tener el coraje de decir que un libro nos gusta o no, aunque sea un clásico reconocido, modificándolo según nuestro criterio. Estos son los derechos, y tal vez las obligaciones, de todo lector de novelas.


el dispensador dice:
no hay ficción en la novela,
donde la vida lleva vela,
donde lo que se lee resuena,
hasta en la planta de una suela...

cuando descubres la letra,
sintonía fina de tu espera,
lo que se abre es una puerta,
hacia la eternidad de otras huertas...

a medida que se recorre la frase,
interpretaciones en otros paisajes,
sensaciones se descubren a sí mismas,
en entelequias legítimas...

recodos propios de mentes,
de neuronas en sus fuentes,
buscando ritmos calientes,
donde todo aquello que sientes,
son vivencias de otras gentes...

 En verdad, profunda verdad, angular verdad, la ficción no existe... ya que el mundo de las ideas proporciona una lluvia de experiencias que alguien, alguna vez, en algún tiempo, o sin él, transitó por sí mismo... y luego, la mente humana lo viste de trascendencia de renglones o pentagramas, de telas o de estampas, de esculturas o de rampas, que conducen hacia el cielo, tanto como llevan a otros suelos, sensaciones de distintos terrenos, donde se traducen sentimientos que otros pares, prójimos, distintos, sintieron al cruzar un mismo agujero. 


De allí la importancia de la lectura tanto como de la escritura... ya que se necesitan mutuamente para impulsar los equilibrios... es bueno saberse leído... mucho más lo es verse reflejado en la letra... y sucede lo mismo con cualquier arte... es bueno saberse interpretado... mucho más es saberse identificado por ajenas sensaciones, ya que justo en ese punto, de inteligencias separadas, encuentras que las paradas no son más que semejanzas donde recalan distintas almas.


Allí como observador, contemplante, reflexivo, vas descubriendo que tu ombligo no es el único que junta pelusa, a veces te rodean medusas, pero las más lo hacen raras musas, que aún cuando no se vean, se perciban, se desentrañen, llegan a tu vida a guiarte hacia ingencias sin tiempos, y podrás comprobar por tí mismo, cuando te desprendes de tu cuerpo, que no sólo no has estado muerto, sino que lo que se ha detenido es el tiempo...
JULIO 28, 2012.-



cuand