domingo, 30 de septiembre de 2012

DIAS SIN LUZ



el dispensador dice:
cuando te gana la ausencia,
el día se transforma en impaciencia,
extraña imagen en recurrencia,
de regresos sin clemencias,
donde los reflejos son indigencias,
de pasados sin herencias...

a veces parece posible,
traer el ayer con la mente,
la imaginación se torna hirviente,
cuando el vacío es consecuente,
pero lo que se va no vuelve,
porque el olfato se acostumbra a lo que huele,
mientras el alma repele lo que duele,
mientras el espíritu que se esfuma y se pierde,
no regresa la mirada,
porque no quiere ni puede.
Septiembre 30, 2012.-

MISTERIOS SOLIDARIOS || Pascal Quignard: “Destruir el secreto individual tiene un objetivo político” | Cultura | EL PAÍS

Pascal Quignard: “Destruir el secreto individual tiene un objetivo político” | Cultura | EL PAÍS


LIBROS / Entrevista

Pascal Quignard: “Destruir el secreto individual tiene un objetivo político”

El enigmático escritor francés, que publica la novela 'Las solidaridades misteriosas', explica por qué decidió huir de la vida social



“Estoy contento de haber tenido las responsabilidades profesionales que tuve, en la música y en la edición. Pero también estoy contento de haberlo dejado radicalmente hace años”, asegura Pascal Quignard. / Foto: Catherine Helie / Gallimard / Opale


Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, 1948) traza en Las solidaridades misteriosas el retorno de dos hermanos, Claire y Paul, al lugar donde transcurrió su infancia. Tanto para uno como para el otro se trata de un abandono, de una huida de la vida confortable y relativamente exitosa que habían llevado hasta ese momento; un abandono, una huida que, en contrapartida, les permitirá ir enriqueciendo a través del reencuentro con diversos personajes el recuerdo esquemático que conservaban de aquellos años. También su propia relación fraternal, a la que alude el título de esta novela de Quignard y cuya aparición en España (Galaxia Gutenberg) coincide con la de un nuevo ensayo en Francia, Les désarçonnés (Grasset).


PREGUNTA. Las solidaridades misteriosas parece una novela construida a partir de varios contrastes. Claire es traductora, habla un sorprendente número de lenguas y, sin embargo, solo se reconoce en el silencio y en la soledad.
RESPUESTA. Claire es un personaje en el que he querido representar a una mujer que se deja absorber completamente. Está sola, es cierto, pero lo que la caracteriza, lo que mejor la define, es que es increíblemente porosa. No creo que la persona que escribe un texto sea mejor juez que la que lo lee. Esos contrastes a los que usted se refiere, ¿cómo explicarlos? Creo que nuestra inserción en la naturaleza es más importante, más determinante que el lenguaje a la hora de dar forma a lo que somos. Claire tiene una excepcional habilidad para las lenguas, habla quince, dieciséis, más incluso, pero aquello que tiene que comunicar a través de ellas es menos auténtico que lo que experimenta ante el paisaje. Tiene necesidad de estar sola para no hablar, para entrar en una relación profunda con la naturaleza. No estoy seguro de que el lenguaje que sirve para comunicar sea más profundo que esa relación con el paisaje.


P. Es posible observar otro contraste entre la psicología sutil de los personajes y la brutalidad de las cosas que suceden en el mundo que les rodea. Incendios, suicidios, accidentes.
R. Habrá personas con suerte en cuya vida no suceda nada parecido. Pero, por desgracia, las cosas así son frecuentes. La diferencia con lo que he escrito hasta ahora es que los personajes de Las solidaridades misteriosas mantienen buena relación entre ellos. Y en cuanto a lo que sucede a su alrededor, creo que son hechos que se producen en la vida real, y que no siempre se pueden resolver de manera fácil. Se trata de historias de pueblo, personas que, por ejemplo, se proponen matar al gato del vecino. Incluso historias más desgraciadas.


P. Algunas de las que aparecen en su novela son tragedias.
R. Son hechos violentos, son hechos desagradables. Pertenezco a una familia de músicos, y durante mucho tiempo conservé instrumentos usados por varias generaciones de mis antepasados. Cuando me los robaron, tuve razones más que suficientes para desesperarme. Pero no lo hice.


P. Se lo pregunto de otra manera. Parece que los estados de ánimo de sus personajes no guardaran relación con lo que sucede a su alrededor.
R. Quizá sea difícil entender para los más jóvenes lo que voy a decirle, pero es cierto. Quienes nacieron después de la guerra y no conocieron en primera persona sus desastres no tendrían razones para padecer las angustias de quienes sí los vivieron. Y, sin embargo, se apoderó de ellos un duelo inexplicable, como si los hechos y la manera de sentirlos no estuvieran sincronizados. He hecho psicoanálisis durante muchos años, pero no sé cómo explicarlo. Quienes nacimos después de la guerra vivimos nuestra infancia entre ruinas, y no es normal vivir la infancia entre ruinas. Tengo una enorme necesidad del pasado para constituirme un territorio, porque comencé con el pasado. Ya de niño lo pensaba.


P. Una especie de duelo retardado.
R. Todo lo que escribo tiene que ver con eso. Se pierde a la mujer a la que más se ha amado y no se siente nada. Siete años después, nos sentamos y comenzamos a llorar. No creo que los efectos psicológicos sean directos, inmediatos.


P. En Las solidaridades misteriosas, solo se conoce hacia el final lo que pasó con la familia de Paul y Claire.
R. Creo que es algo que no solo les sucede a ellos. En su vida, como en la mía, nuestros padres y nuestros abuelos nos mienten hasta el último momento. De la vida de nuestros antepasados no conocemos nada. Se nos cuentan historias por nuestro bien; historias conformes a las buenas costumbres, a la moral. Al final, siempre hay algo trascendental que permanece oculto.


P. Es frecuente que los hijos tengan dificultad para imaginar a sus padres en las mismas situaciones que ellos viven.
R. Son escenas y situaciones que se nos escapan porque somos concebidos después, y en esa concepción hay azar y hay retraso. La escena de la que surgimos, por ejemplo. Jamás podremos tener la visión del cuerpo del que somos fruto. Es triste pero también extraordinario. Creo que las pinturas más bellas surgen de esta imagen imposible. Y los libros, también. Quizá todas las artes.


P. Las referencias a la actualidad son numerosas en su novela. No se trata tanto de fechas, que también aparecen, como de la crisis económica o los escándalos de la Iglesia. Y aquí un nuevo contraste: la relación entre un broker y un sacerdote.
R. Es cierto. El contraste es muy fuerte. Pero no lo planifiqué. Si Paul, el personaje que se dedica a las finanzas, no hubiera tenido miedo del peligro que acechaba no lo habría abandonado todo. Tengo amigos en el mundo de las finanzas que estaban asustados antes de que estallara la crisis.


P. Pero es el sacerdote quien provoca la decisión de Paul.
R. No puedo ocultar que de vez en cuando, cuando veo las iglesias cerradas por temor a los robos o por cualquier otra razón, me acuerdo de los tiempos en los que uno podía entrar libremente y recogerse. Cada vez más, me gusta volver a esas iglesias y reencontrar el silencio, incluso el olor, que recuerda un poco al de los bosques. Por descontado, me molesta el poder de la Iglesia, pero siento una contradicción profunda y real, una especie de culpabilidad, no con respecto a Dios, sino hacia el hecho de que esas iglesias no sigan siendo un lugar sagrado. No sé si llego a explicarme.


P. En su novela, aparece un obispo que no es intransigente. Se contenta con que los pecadores sean discretos.
R. No sé si recuerda que, en Rojo y negro, Stendhal describe a Julien Sorel como alguien que no tiene una fe demasiado sólida. En realidad, ningún personaje la tiene. Lo que existe es una especie de condescendencia.


P. En su relación con esas iglesias parece haber nostalgia.
R. Claro que la hay. La nostalgia se encuentra en todo lo que he escrito. La sociedad puede confiscar nuestra vida privada y, sin embargo, deberíamos mantener un secreto absoluto acerca de ella. Ser absolutamente discretos. No lo digo en el sentido de que debamos abstenernos. Al contrario, es necesario hacer y, además, ser discretos. Porque pienso que hay un objetivo político en destruir el secreto individual por parte de una sociedad dominadora. Defiendo el secreto individual.


P. Defiende, según entiendo, una frontera radical entre lo público y lo privado.
R. El cristianismo sabía trazar esa frontera. Nuestra sociedad, no. En eso consistía el buen cristianismo: sed discretos, no expongáis vuestros secretos en público.


P. ¿Cuáles son los mecanismos a través de los cuales la sociedad dominadora interfiere en el secreto individual?
R. Muchos, los abogados, los policías, la seguridad social, la educación. Claro que los avances en sanidad y educación son extraordinarios, pero no hay que olvidar que el conocimiento que el Estado llega a adquirir de los individuos a través de esos avances equivale a haberle entregado nuestro ser.


P. ¿Y el sensacionalismo, la prensa rosa, el espectáculo?
R. En ese terreno las cosas no han cambiado mucho. Desde Suetonio siempre se ha tenido acceso a todas esas historias de la gente poderosa. No, no es eso. El problema para mí es entregar el alma al Estado, eso es lo que encuentro condenable.


P. Pero, ¿cuál sería la alternativa?

“Arranqué los cables para que dejaran de sonar los timbres. La vida es breve y dediqué mucho tiempo, demasiado, a luchar contra mi deseo de soledad”
R. Estoy contento de haber tenido las responsabilidades profesionales que tuve, en la música y en la edición. Pero también estoy contento de haberlo dejado radicalmente hace años. Arranqué los cables para que dejaran de sonar los timbres. Y es que nuestra manera de vivir, como la manera de sentir de Claire o de Paul, tampoco está sincronizada con lo que pasa alrededor. El Estado absoluto está muerto, la nación absoluta, también. Es verdad que se puede contemplar desde un ángulo distinto: menos mal que el Estado como lo había pensado Hegel, ese Estado total, ha desaparecido, porque era otra locura.


P. ¿Por qué dimitió de la dirección del festival de música de Versalles y de su puesto en la editorial Gallimard?
R. Si acepté esas responsabilidades fue para demostrarme a mí mismo que podía asumir el contrato social, estar y tratar con gente. Lo hice con la música en el festival de Versalles y lo hice también en el mundo de la edición. La vida es breve y, en mi caso, dediqué mucho tiempo, demasiado, a luchar contra mi deseo de soledad. Pensé que ya había sacrificado bastante a la vida social. Con un sufrimiento añadido, además.


P. ¿Un sufrimiento añadido?
R. El de tener que emitir juicios constantemente. Siempre traté de hacerlos con total honestidad intelectual. Pero eso no impedía que me preguntase: en realidad, ¿quién está hablando a través de mí cuando yo digo que algo está bien o que algo está mal? No es seguro que al tomar la decisión de abandonar se deje el sitio a otros que sean mejores; aunque fuera así, consolarse con esa idea no hace que nuestros juicios estén mejor fundados. Imagínese, ahora puedo leer sin necesidad de juzgar si los libros están bien o están mal.


P. En Las solidaridades misteriosas también se relata una huida de la vida social, la de Claire y Paul. Y en ambos casos sus amores no son, por así decir, convencionales.
R. La novela trata de desentrañar el lazo que une a esos dos hermanos, no tanto analizar sus amores respectivos. En el caso de Claire y su historia de infancia, ella no soporta la idea del adulterio. Como él no quiere elegir, Claire le ama pero intentando en todo momento no interponerse. En el caso de Paul, no es un amor que busque la transgresión.


P. Pero no solo hay amor hacia las personas en su novela.
R. Cada uno de nosotros comienza su vida en un lugar, y ese lugar es importante. Existe una dependencia con respecto a todo lo que conocemos en los primeros momentos, los campos, los olores, la música. Existen, por otro lado, los flechazos, y el psicoanálisis vendrá a decir que son como cortocircuitos, y que esos cortocircuitos se pueden producir con personas que no nos convienen. Por mi parte, pienso que también se pueden producir flechazos con los lugares. Serán historias de amor dudosas. Inhabituales, si se quiere. Pero pueden ocurrir, y despertar una pasión más profunda que la que provocan los seres humanos. Es un amor de absorción, como el que siente Claire por el lugar donde pasó su infancia.


P. Es cierto que en Las solidaridades misteriosas se describen minuciosamente los paisajes, los ruidos, los olores.
R. He disfrutado escribiéndola. Mis novelas no son abstractas, la naturaleza está muy presente. Las de otros autores contemporáneos lo son más. No hace mucho participé en un programa de radio con Patrick Modiano y Jean Echenoz. Aprecio enormemente tanto el trabajo de uno como el del otro, pero considero que son más abstractos que yo. Sus novelas me parecen extraordinarias, pero la naturaleza no está presente.


P. En distintas ocasiones ha señalado que su pasión por la música le ha servido para componer sus novelas.
R. Hace tiempo que para tocar el piano solo conservo aquellos fragmentos de las partituras que más me gustan, ya sean correspondientes a un instrumento o a partes de la melodía. Esos fragmentos componen para mí una especie de sonata. Interpretarlos me produce un efecto hipnótico, como alguien que saltara de piedra en piedra. De algún modo, Las solidaridades misteriosas está compuesta así. Pero cada nueva novela me permite ingresar en territorios nuevos. En este caso, es ese amor de absorción por un lugar. No es un amor que se descubra ni se manifieste a través del lenguaje, sino a través de la sensualidad.
Las solidaridades misteriosas. Pascal Quignard. Traducción de Ignacio Vidal-Folch. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2012. 208 páginas. 17 euros (electrónico: 11,99).
Les désarçonnés. Volumen VII de Dernier royaume. P. Quignard. Grasset, 2012.

Sigiloso Goncourt

Organista y estudioso de la música clásica, Pascal Quignard estudió filosofía con Emmanuel Lévinas, Jean-François Lyotard y Paul Ricoeur. Su novela Carus obtuvo en 1979 el Premio de la Crítica francesa. En 1991 Alain Corneau llevó al cine su obra Todas las mañanas del mundo, protagonizada por Gérard Depardieu y con banda sonora de Jordi Savall. Cuatro años más tarde abandonó el trabajo como editor en Gallimard y como director del Festival de Ópera Barroca de Versalles. En 2002 obtuvo el Premio Goncourt por Las sombras errantes, primera entrega del ciclo Dernier royaume.



el dispensador dice: en las grandes ciudades te vuelves anónimo... no conoces, nadie te conoce... a medida que te alejas de ellas, te transformas en forastero, un desconocido que "va de camino", en la senda de su propio destino, sin interferir con el prójimo... si recalas y adoptas un paisaje como resguardo de tu vida, comienzas a ser parte de él, y poco a poco serás confundido con algún punto de referencia común al lugar. Sucede en todas las partes del mundo humano... donde permanecer no siempre es bueno... donde ser vecino no siempre es adecuado... donde ser "nadie" puede ser ventajoso. Si tu horizonte en la vida es conformarte con lo poco, de lo poco te nutrirás, y lentamente asumirás que tu tránsito se justifica en ser misteriosamente solidario, esto es que finalmente reconocerás cuándo serlo y cuándo no. Las cosas se han tergiversado por estas comarcas, tanto que se torna difícil saber quién necesita que cosa, y peor aún quién la merece realmente... por ello es prudente atender a la trilogía, lo que indica la consciencia que no para de hablar... lo que indica el ángel de la guarda que no para de custodiar... y finalmente, el sentido divino de la gracia que nos trae, que habla sí, aunque no tan seguido, abriendo el portal que nos une con el Verbo y su redentor. Muchas gentes deambulan por el mundo humano con sus dignidades vendidas al mejor postor, entendiendo por ello que los demás deben responder por eso mismo que ellos no asumen, no hacen, no quieren, omiten, no pueden porque siempre encuentran algo que los justifica, incluso cuando toman lo que no les pertenece. El mundo humano, tal vez de manera inconsciente, se ha ido dividiendo entre los que transitan un infierno a lo largo de sus vidas... aquellos otros que permanecen en estado de purgatorio... y unos pocos, demasiado escasos, que a pesar de todo lo que acontece, sí saben de paraísos. Si piensas que el dinero y el poder hacen al paraíso... te equivocas, ya que en la práctica sucede todo lo contrario... así como ninguna comodidad es sinónimo de paz y mucho menos de armonías.... así como ninguna paz existe más allá del espíritu, al menos no en el mundo de los vivos. De allí que la vida nos sorprenda permanentemente, enseñándonos elecciones que aún cuando aparezcan como antojadizas, guardan significancias misteriosas. En síntesis, ningún ángel está solo ni a merced de las circunstancias... ninguna consciencia está sola ni aislada... ninguna gracia permanece ajena al espíritu que la trajo y la expresó. Raro... sí, pero la reflexión conduce a los por qué de cada hecho, de cada instante, de cada momento, de cada cruce de caminos... para tí tendrá un significado... para el otro será distinto, aún siendo parecido, lo será (distinto)... y eso será signo de las individualidades. ¿Por qué un corazón se moviliza e impulsa a una mano a abrirse?... hay un magnetismo invisible que atrae o repele... hay un hilo de plata que acerca o aleja... hay un puente que se revela o se oculta... en cualquiera de los casos, alguien da y otro recibe... y la mayoría de las veces, quién recibe finalmente no reconoce la gracia que se le concedió, asumiendo que era obligación de "alguien/algo" hacia él. Los pocos que sí lo hacen (reconocen) ascienden un escalón en el "sentido de las gracias", un escalón que sabrán duplicar si con sus propias circunstancias asumen la condición de ser "dadores" voluntarios, movidos por ningún interés. El impulso es indudablemente misterioso... la solidaridad es necesariamente misteriosa... si a ella se agrega una dosis de misericordia y otro tanto de compasión, el resultado se convierte en una ecuación de la gracia en sí misma... lo que entregues, desde el alma claro está, se te devolverá de modo misterioso, en el ciento por uno. Si más allá, dicho ciento por uno es ofrecido en sacrificio genuino, la gracia contiene el potencial mágico y misterioso de abrir las sendas más allá de cualquier visión, de cualquier ojo... inmediatamente, los vivos suelen anteponer sus derechos... esgrimiendo argumentos que justifican los sí o los no de cada cosa... sin embargo, sucede que los misterios de la creación son solidarios en sí mismos... la gracia de la vida es un acto solidario... también lo es de misericordia... y también lo es de compasión... ya que de no ser así, no habría vida en la Tierra... ya que de no ser así, no habría ciclos que contengan los artilugios del libro de la vida y sus destinos, del árbol de la vida y sus linajes. Lo que no haces aquí, no tendrás oportunidad de hacerlo allá... y lo que haces aquí, define, simplemente establece los ángulos de una geometría que nadie ve, pero existe, desde y hacia la eternidad. Septiembre 30, 2012.-
DEDICADO A: los que curan desde el espíritu del conocimiento, no a aquellos que lo hacen desde el sentido del negocio que habilita a la supervivencia personal.

sábado, 29 de septiembre de 2012

LECTURAS ESPEJO || Libros que leemos y libros que nos leen | Cultura | EL PAÍS

Libros que leemos y libros que nos leen | Cultura | EL PAÍS

Libros que leemos y libros que nos leen

Nunca me siento mejor como lector que cuando una novela consigue ponerme entre paréntesis el mundo exterior durante un tiempo más o menos prolongado



Ilustración de Max.
Una de las cosas que mayor perplejidad causan a los novelistas es constatar que lo que les ha costado meses o años de intensa dedicación es consumido (y, aún más: juzgado) en el lapso de pocas horas. Hay una especie de obscena asimetría en ello, como si entre el trabajo del escritor y la actividad del lector (que también exige cierto esfuerzo, quizás por eso haya tanta gente que prefiere las novelas que lo reducen al mínimo) se estableciera un malentendido de imprecisa resolución. Supongo que parecida inquietud experimentan los chefs cuando advierten que lo que han cocinado y dispuesto en el plato es ingurgitado por el comensal en un santiamén, aunque en este caso la perplejidad debería matizarse a cuenta de la naturaleza aún más efímera del producto y, tal vez, de la posibilidad que tiene el cliente de devolverlo si no resulta de su gusto. En lo que a mí respecta, nunca me siento mejor como lector que cuando una novela consigue ponerme entre paréntesis el mundo exterior durante un tiempo más o menos prolongado (pero necesariamente intermitente: en puridad sólo se pueden leer de “de un tirón” los relatos). Hacía mucho que no experimentaba esa sensación con una novela española, pero Las leyes de la frontera (Mondadori), de Javier Cercas, ha conseguido de nuevo el milagro en solo diez horas repartidas a lo largo de tres días consecutivos de mi vida. Como afirmaba Séneca ars longa, vita brevis, por lo que ser conscientes del tiempo que dedicamos a un libro que nada ni nadie nos obliga a terminar (lo siento por los estudiantes y los críticos literarios) es un buen pretexto para interrumpir definitivamente y sin mala conciencia cualquiera que, por las razones que sean, no consigue interesarnos: yo encesto varios cada semana. Hace ya tiempo, sin embargo, que acabo todos los de Cercas, quizás porque como narrador (e incluyo su estupendo ensayo Anatomía de un instante, 2009) controla perfectamente los mecanismos de ese revelar y ocultar a la vez que está en las entrañas de todo buen relato, y que nos impulsa a pasar a la página siguiente para saber más, a la vez que anhelamos íntimamente que la historia que se nos va desvelando se demore. Como en su libro anterior, pero esta vez entregado sin cortapisas documentales a los procedimientos y carpintería de la ficción, Cercas vuelve a encontrar en la Transición su material narrativo, concentrando su foco en el entramado de historias, recuerdos no siempre fiables, relaciones tortuosas, e intereses mezquinos que se han ido tejiendo a lo largo de treinta años en torno a un delincuente juvenil —El Zarco—, uno de aquellos “forajidos heroicos” y mediáticos que, en cierto momento, parecieron encarnar patológicamente las ansias de libertad de un país que salía de una larga dictadura y se acomodaba dificultosamente a su nueva situación.

Un personaje construido desde fuera a partir del relato de un pequeño plantel de narradores implicados en diversos grados con el protagonista y que, a su vez, se desvelan a sí mismos con sus miedos y deseos, aunque, a veces —y eso es la mayor pega que encuentro en la novela— ofrezcan la impresión de hablar con una misma voz. Novela de amores y de fracasos, de lealtades y traiciones, de esperanzas y frustraciones, de apariencias y realidades, en la que nada es del todo blanco o negro y en la que, como sucede en la vida que refleja, las piezas encajan y desencajan y nada termina de cerrarse del todo. Y en la que se percibe el magisterio de la novela realista española, y de modo especial, del mejor Marsé. Tardé “sólo” diez horas de mi vida en leerla, pero estoy seguro de que la llevaré en la cabeza (y no sólo) durante largo tiempo, como ocurre con esa clase de libros que uno lee y que, a su vez, “lo leen a uno”. Por último, y por referirme brevemente a la apariencia del libro físico en el que se contiene esta estupenda novela, debo decir que, antes de leerla, la ilustración de la cubierta me resultaba simplemente insulsa; después, un estúpido error. Pero eso no es (supongo) culpa de Cercas.


‘E-books’
Quizás mis improbables lectores recuerden el cabreo de ciertos libreros cuando, a principios de año, Anagrama anunció que publicaría la edición electrónica (a 10,99) del Diario de invierno, de Paul Auster, antes que la de papel (a 18,90). Bueno, pues ahora, con más perspectiva temporal, las respectivas ventas en ambos soportes ofrecen un inesperado punto de vista (no representativo, pero sí sintomático) acerca de la exigua parte del pastel que todavía corresponde al libro electrónico en el mercado interior. Hace un par de semanas me enteré por el medidor Nielsen de que el penúltimo (y no mejor) libro de Auster había vendido tan sólo 260 ejemplares en su avatar virtual, frente a los 38.000 de su edición sólida. Un auténtico fiasco para los integrados que creían que respecto al libro electrónico las cosas iban a desarrollarse más rápido. Consultadas gentes cuya opinión respeto me apuntan algunas explicaciones, que les resumo: el libro en cuestión se encuentra entre los más pirateados; los recortes y el miedo al futuro han congelado temporalmente la venta de dispositivos lectores y las descargas de pago; el e-book sigue siendo un producto mucho más caro que en los países que carecen de legislación proteccionista (precio fijo), donde su consumo se ha disparado; la piratería ha descendido, pero sigue distorsionando el mercado del libro virtual. De modo que los apocalípticos pueden respirar tranquilos: mientras el marco legislativo continúe como está y el consumo privado siga por los suelos el calendario del libro electrónico seguirá al ralentí.


Risas
El martes comienza la tercera edición de La Risa de Bilbao (Bilboko Barrea), el insólito encuentro internacional de humor, arte y literatura creado por el escritor Juan Bas que ha colocado a la ciudad vasca en el poblado ranking de los festivales culturales europeos. Este año, y muy oportunamente, el leitmotiv es el humor contra la barbarie: la del terrorismo, la del totalitarismo, la del machismo, la de la intolerancia sexual, la de la censura contra la libertad de expresión. Mientras el salafismo y los sectores más histéricos del islamismo utilizan un vídeo estúpido como pretexto para volver a agitar urbi et orbi su fascistoide agenda teocrática, en Bilbao se reúnen escritores, artistas, dibujantes y humoristas para reflexionar (y practicar) acerca del arma menos mortífera (pero todavía eficaz) contra la barbarie. Entre los invitados extranjeros: Ismaíl Kadaré, Tibor Fischer, Paul Preston y David Safier. Y entre los de aquí: Savater, Trapiello, Atxaga, Juaristi, Reig, Sanz (Marta), Posadas, Forges, Vilas, Silva, Izaguirre, etcétera. Exposiciones antológicas del humor gráfico contra ETA y de la obra de Carlos Giménez (sí: el del cómic Paracuellos). Un exigente (y divertido) programa cultural tras el que siempre hay copas, buena gastronomía y pintxos (lo único que nadie se come es la risa). Y todo eso en una de las ciudades más vibrantes y civilizadas del atribulado sur de Europa. Apúntenselo en la agenda.


el dispensador dice:
hay libros que lees,
así como hay libros que te leen,
hay libros que descubres,
así como los hay que te descubren,
hay libros que impulsas,
así como también los hay que te impulsan,
hay libros que movilizas,
así como hay otros que te movilizan,
lo bueno de sumergirse en el océano de las letras,
es que nunca sabrás cuáles serán las consecuencias,
ayudándote a transcurrir la aventura,
de vivir atado justificando locuras...

lo bueno de estas lecturas,
es que en los espejos no se reflejan las locuras,
apenas miradas despegándose de sendas oscuras,
buscando la luz en medio de las espesuras,
intentando idealizar las realidades duras,
esas que cautivan mostrándose dulces,
pero que intoxican el alma según se conduce,
de allí que cada palabra a veces produce,
sentimientos encontrados que no se lucen,
semejando caminos de extraños cruces,
cuando el lector entiende andar de luces,
se encuentra a sí mismo en dilemas que abducen...

escalar páginas indica que se sube,
en dirección cierta según cada nube,
y cada aura en su karma reluce,
esperando elegir prudentemente su cruce,
ese que se descubre y luego seduce,
abriendo un portal donde el sentimiento acuse,
haber sido aceptado por un nuevo cauce,
por donde baja el mensaje sumando partes...

cuando el lector avanza... página tras página... palabra tras palabra... sumando o no reflexiones, sintonizando identidades o disgregando sentimientos... la lectura se va agregando a esos sentidos que trascienden los tiempos... de dicho modo el lector se nutre, pero al simultáneamente agrega valor a aquellos nutrientes, aportando sapiencias que forman ángulos y proveen geometrías que aún no han sido pensadas. El mundo de las ideas conforma un ida y vuelta de pensamientos y reflexiones que se retroalimentan desde y hacia la eternidad, asegurando que aquello que aquello que se ha aportado, contribuye al conjunto de la dimensión de los "idearios"... un plano de energías donde el verbo se sostiene pronunciado, desde siempre y hacia todo pasado... ya que aún cuando el futuro no haya sucedido... seguramente ya ha sido creado. Septiembre 29, 2012.-
 

A MI MANERA: SENTIMIENTOS




el dispensador dice:
todavía perduran algunas amistades del alma,
más que amistades son hermandades,
ya que hermandades no significan compartir paternidades,
sino simplemente sintonizar sentimientos,
sencillamente unir sensibilidades,
extender las manos y sostenerlas,
siempre de cara a la eternidades...

en un tiempo donde muchas cosas se están extinguiendo,
donde muchas otras no se están viendo,
donde la mayoría no se está entendiendo,
hay alquimias de karmas que une el viento,
energías que unen átomos de otros tiempos,
donde imperaban los sentidos,
donde las ciencias eran visiones de lo eterno...

de pronto el destino dio un giro,
y nos enfrentó con propio espejo,
el miró y se comprendió cierto,
miré y me sentí descubierto,
no había ánimos ni tampoco desiertos,
simplemente químicas de un mismo viento...

su voz es cadente, sonando espesa,
compartimos palabras que desperezan,
unimos esfuerzos y perdidas riquezas,
la química además de unir es una fuerza,
partiendo del verbo mensajes llegan,
lo que Dios envía jamás se aleja,
siempre es mucho más lo que se piensa,
que aquello se dice desde las ciencias...

hoy está cansado tal cual se acerca,
hoy está agobiado según su letra,
no importa el pasado que se lleva,
importa haberlo escrito con buena letra,
y ya no hay ayer que no se tenga,
y ya no hay no hay fórmula que no se sepa,
otra dimensión juntó estas cepas,
hubo buenos vinos en otras estepas...

a veces comentamos lo que nos aqueja,
olvidos, atropellos, silencios sin rejas,
su voz se despliega y juro que pesa,
suena a lamento en nave de iglesia,
rondan los santos alejando penas,
mirando a Horacio mientras se aleja,
la vida une cuando menos lo esperas,
hay sentimientos que cruzan veredas.
Septiembre 29, 2012.-
DEDICADO A: Horacio... un amigo a mi manera.
 

viernes, 28 de septiembre de 2012

AJEDREZ ▲ La advertencia de Flavia Company | Cultura | EL PAÍS

La advertencia de Flavia Company | Cultura | EL PAÍS

La advertencia de Flavia Company

La escritora argentina publica 'Que nadie te salve la vida', una historia que abarca el perdón, el amor y la muerte


La escritora Flavia Company. / LAURA ZORRILLA

Cuando parece que la vida llega a su fin, un buen día, sin querer, todo se complica. Basta una carta, basta un favor, basta un mal recuerdo que se desentierra un día 20 años después. Todo se complica hasta tal punto que parece ni la muerte bastará como excusa para descansar tranquilo, y solo el perdón y la misericordia pueden subsanar esa inquietud que provoca el remordimiento. Bajo un título que alberga una advertencia, Que nadie te salve la vida, la escritora Flavia Company (Buenos Aires, 1933), argentina afincada en Barcelona desde hace casi cuarenta años, teje una controvertida historia a través de los temas universales de la literatura: la vida, la muerte, el amor, el perdón…

Editada por Lumen en español, y por Proa en catalán, Que nadie te salve la vida es un viaje al pasado y al futuro condicionado por los actos propios, que otros deben redimir. “Creo que se nos olvida que todos nuestros actos tienen consecuencias, y que todos estamos condicionados por el pasado”, apunta la escritora desde un coche que la conduce del aeropuerto del Prat a su casa barcelonesa, después de una estancia fugaz en Sevilla de un día y medio debido a su apretada agenda de promoción.

La novela se divide en cuatro partes, cada una de ellas podría ser una historia independiente, y cada historia se podría definir como un final: el final de la vida; el final del éxito; el final de la inocencia y el final del conflicto interno, la expiación. “Cada parte sería, de algún modo, una forma distinta de leer el título de la novela, Que nadie te salve la vida". Mientras que el título de la portada habla de un favor, las páginas de dentro esconden una cadena de favores sin mesura y carentes de límites: “El problema es que en la sociedad que vivimos no sabemos dar. El intercambio de favores es desproporcionado, porque cualquier cosa que pidas a cambio de salvar una vida es desproporcionado, porque siempre será o muy poco o demasiado”.

Con el libro de Dostoievski, Crimen y castigo, latente durante toda la novela, Company destaca la relación entre los personajes y Raskolnikov. Además del perdón, la redención y el aprendizaje, Que nadie te salve la vida trata sobre la necesidad de la empatía para que el mundo funcione, puntualiza la autora. “Leí por primera vez Crimen y castigo a los 15 años, y me impresionó mucho. La segunda vez fue hace dos años, que volví sobre el libro porque la historia lo necesitaba. Hay una clara intención de homenaje y referencia a la novela rusa”, Company es consciente de que la literatura se escribe dentro de una tradición literaria: “Hablo de la vuelta del pasado, no al pasado, que siempre vuelve si no está resuelto, y la carta y el ejemplar de Crimen y castigo habla de la importancia de la emoción y el saber mediante la literatura”.

La memoria histórica se representa de una u otra manera en forma epistolar, una carta que aparece como de la nada tras dos décadas oculta, y que cambia el rumbo de una vida. La de una joven de 26 años, hija de un matrimonio de lesbianas. "Las madres representan el amor, son homosexuales porque eran así, no es que tenga ningún tipo de militancia ni de voluntad variopinta, sino que ese tema lo veo y lo asumo con una naturalidad implacable", y así Company sitúa al lector en el futuro, aunque sin apenas referencias al mundo futurista: "El detalle de la extinción de las cartas escritas a mano es el único detalle en el que se aprecia que la historia da un salto al año... ¿dos mil treinta y pico?", observa la escritora. "Se puede utilizar esta vuelta a la memoria como una metáfora del pasado y el perdón, de la Guerra Civil, de las grandes catástrofes que han sucedido en la historia y que han producido tanto dolor que vuelve, años después, a sociedades inocentes".


el dispensador dice:
¿te han salvado la vida?,
tienes un ángulo de tu gracia perdida,
la pieza que ha sido movida,
hace del tablero tu día,
pudiendo ir mucho más lejos,
haciendo de la jugada tu partida,
aquella que dobla el destino en tu vida... 

puedes creer que avanzas,
puede suceder que sólo retrocedes,
puedes creer que ganas,
puede acontecer que sólo pierdes,
puedes creer que te mueves,
puede ser que la ilusión te detiene,
no siempre lo que es parece,
no siempre lo que sucede se rebela en sus propias consecuencias...

¿te han salvado la vida?,
¿qué hacías de tu consciencia?,
¿qué hacías con tu ángel de la guarda?,
¿acaso los estabas atendiendo?,
¿o te excusas en la falta de tiempo?,
a veces se aplica un razonamiento,
que es tan irracional como el argumento,
y aquello que muestras como tiempo,
no ha sido otra cosa que un viento,
no has logrado justificar el sentimiento,
ni los sentidos que juegan en tu detrimento,
y la vida se tornará un tormento,
por la sola sinrazón del momento...

mover la pieza es criterio,
y la salvación es función de fortuna,
no se puede negar la Luna,
como tampoco burlar la cuna,
por ello es cuestión de cuidado,
asumir que cada paso es finalmente pasado,
y que todo aquello que no guarde sentido,
finalmente concluirá doblado,
condicionando tu mañana,
así como tu propio pasado.
Septiembre 28, 2012.-

DESOBEDIENCIA ► Es la hora de desobedecer

Es la hora de desobedecer

El Cultural

Es la hora de desobedecer

Errata Naturae publica por primera vez en español Cartas a un buscador de sí mismo, que recoge la correspondencia entre Thoreau y Harrison G. O. Blake

MARTA CABALLERO | Publicado el 27/09/2012

Publicamos las dos primeras misivas del volumen. En ellas están condensadas las grandes líneas del pensamiento del autor de 'La desobediencia civil' y 'Walden'





Detalle de la portada del libro Cartas a un buscador de sí mismo.

Acababan los 60 y la contracultura ponía en circulación viejos títulos olvidados, novelas y ensayos decimonónicos que, con los cambios sociales y políticos, habían adquirido un cariz nuevo. En aquellos tiempos, y hablamos de España, el norteamericano H.D. Thoreau (1817-1862) gozó de un notable predicamento en los pasillos de las universidades y en las tertulias, esencialmente a través de sus dos obras más conocidas, la inspiradora Walden, romántico pilar del ecologismo sobre la vida del autor en los bosques, y La desobediencia civil, tratado que estos días de tomas de Congresos y de enfado generalizado, días más de agitación y de acción que de pensamiento, vuelve a hacerse presente.

Errata Naturae, sello atento a los tiempos y volcado en la filosofía, vio enseguida que Thoreau era "un autor poco y mal leído en España" a pesar de la actualidad de la que volvía a gozar su producción. En una tarea de investigación, el director de la editorial, Rubén Hernández, se propuso recuperar para los lectores españoles su correspondencia con Harrison G. O. Blake, quien escribe a su colega para solicitar su consejo hacia una vida "más verdadera y más pura". A pesar de ser casi de la misma edad, Blake quedó fascinado ante la sabiduría de Thoreau. Abandonó a Emerson, que había sido maestro de ambos, y como en las Cartas de Lucilio a Séneca, atiende a todo lo que el autor de Walden quiere contarle de la vida. De esta idea, el título del volumen: Cartas a un buscador de sí mismo.

"El de Séneca y Lucilio y este son dos epistolarios parecidos en cuanto a que los maestros van al grano y deciden hablar de las cosas que les pasan a la gente. Son las cartas de dos hombres con una vida intelectual muy activa pero en las que uno ejerce una maestría vital sobre el otro, de manera que recuperan la idea de maestro de vida, que nos gusta mucho. Se da una relación muy bonita entre los dos, porque Thoreau también es muy humilde hacia Blake, cuyas respuestas le ofrecían un reflejo de sí mismo", reflexiona Hernández.

En estas misivas está la vida: Thoreau le habla a Blake de cómo ganarse la vida, del coraje, del sexo, del trabajo, del amor, de la naturaleza, de la libertad, de la sociedad, de la política, de la moral, de la alimentación, de la disidencia, de la religión, de la soledad... No en vano, décadas después de la temprana muerte de Thoreau, un Blake anciano confesaba seguir releyendo aquellas cartas, como si buscara aún en ellas una verdad esencial: "Y, sin embargo, sé que estas cartas siguen viajando en el correo, que en cierto sentido aún no me han llegado, y probablemente no lo harán mientras viva. De hecho, puede decirse que estas cartas están desde siempre dirigidas a quien mejor pueda leerlas".

La obra, que se había publicado junto con otras correspondencias del escritor en Estados Unidos pero nunca en español, tiene la ventaja de ser una edición crítica muy bien pensada. De las más de 50 cartas que existen, escritas a lo largo de 13 años, los editores han seleccionado una treintena compuesta sólo por aquellos textos que encierran contenido filosófico, más allá de las palabras amistosas entre ambos, aunque las elegidas gozan también de gran intensidad. Además, las notas al pie guían al lector por las referencias del pensamiento y la biografía de Thoreau y por las alusiones que el filósofo, hombre de vastísima cultura y poseedor de una de las bibliotecas más importantes del continente americano, maneja en cada una de sus epístolas.

Los editores recomiendan no sólo la lectura de este título sino de otros de Thoreau en un momento como el presente: "Lo que estamos viviendo a lo largo de este año nos devuelve a la idea de que únicamente la acción directa y la desobediencia civil pacífica pueden llevar a un tipo de solución sobre problemas concretos. Tal y como se legisla en España y tal y como la oposición demuestra su flaqueza, sólo nos queda eso. En este sentido, la de Thoreau es una lectura inspiradora". De hecho, su mítico La desobediencia civil nació de un episodio de la vida del autor, que tras negarse a pagar impuestos debido a su oposición a la guerra de México y a la esclavitud en Estados Unidos, fue encarcelado. Es el germen de su idea, también presente en las cartas que ahora ven la luz en España, de que el Gobierno no debe tener más poder del que los ciudadanos estén dispuestos a concederle.

Más aún, la crisis económica también entronca con otra de las bases de su pensamiento, la expuesta en Walden, que se relaciona con la autogestión, con la propuesta de vivir muy bien y muy tranquilo con casi nada: "Una cabaña, un par de amigos, una madre atenta", concluye Hernández. Pues nada, si uno no puede caminar hacia lo salvaje y vivir en una cabaña, aquí estas elocuentes, brillantes y emotivas cartas que llegan este viernes a las librerías y de las que ahora publicamos las dos primeras:



Worcester, Massachusetts, marzo de 1848 [De Harrison G. O. Blake a Henry David Thoreau]

Su artículo ha reavivado en mí la impresión inolvidable que tengo de usted, que me llevé conmigo gracias a unas palabras que dijo.

La última vez que fui a Concord, habló de retirarse más aún de nuestra civilización. Le pregunté entonces si no sentiría deseo alguno de la compañía de sus amigos. Su respuesta fue: «No, yo no soy nada».

Esa respuesta fue, para mí, memorable. Indicaba una profundidad de recursos, una entereza en la renuncia, un equilibrio y una fe en el universo que casi no alcanzo a concebir; algo que, sin embargo, en usted parecía domesticado, y hacia lo cual yo alzo mi mirada con admiración. Me gustaría conocer el alma que dice: «Yo no soy nada». Verme elevado por sus palabras hacia una vida más verdadera y más pura.

En mí parece revestirse de un nuevo significado la idea de que Dios, simplemente, está aquí; de que no debemos hacer sino inclinarnos ante Él con profunda sumisión en cada momento, y de que Él llenará nuestra alma con su presencia. En este abrirse del alma a Dios, todos los deberes parecen encontrar su centro; ¿qué más habríamos de hacer?

Si comprendo correctamente, el significado de su vida es el siguiente: querría separarse de la sociedad, del sortilegio de las instituciones, de los usos, de los conformismos, de tal modo que pueda llevar una vida simple y nueva. Antes que infundir una nueva vida a las viejas maneras, tendrá una vida nueva por fuera y por dentro. Hay algo de sublime para mí en esta actitud, de la cual yo mismo estoy muy lejos.

Hábleme en esta hora, ya que es solicitado...

Lo venero porque se abstiene de la acción, y abre su alma con el objetivo de poder ser. En mitad de un mundo de actores bulliciosos y superficiales, es noble hacerse a un lado y decir: «Simplemente quiero ser». Si pudiese plantarme enseguida sobre la verdad, reduciendo al mínimo mis necesidades, me vería inmediatamente más cerca de la naturaleza, más cerca de mis compañeros... y la vida sería infinitamente más rica. Pero ¡heme aquí!, temblando en la orilla...

Concord, 27 de marzo de 1848

Es un placer saber que algunas de mis palabras, pese a que el momento en que las pronuncié queda tan lejano que me es difícil reconocerlas como propias, le han merecido estima. Me halaga, pues tengo entonces razones para suponer que he llegado a aquello que realmente concierne al hombre, y para creer que cuando un hombre se dirige a otro no lo hace en un ejercicio fútil. Ése es el valor de la literatura. Aunque esos días quedan tan atrás, en todo sentido, que tengo que volver a consultar mis páginas para recordar cuál fue entonces el tono de mis reflexiones. Sin embargo, sólo por haberme procurado su carta, valoro en mayor medida aquel artículo.

Creo firmemente en la correspondencia entre la vida exterior y la vida interior; así como tengo la certeza de que aunque algunos hombres consigan vivir una vida virtuosa, el resto seguirá sin advertirlo. La diferencia y la distancia son una misma cosa. Vivir una vida auténtica es como viajar a un país lejano y encontrarnos progresivamente rodeados por nuevos escenarios y hombres; y cuando me hallo rodeado por los más ancianos, me doy cuenta de que de ninguna forma estoy viviendo una vida nueva o mejor. El exterior es sólo la representación de lo que hay dentro. Los hábitos no esconden al hombre, sino que lo muestran; ellos son sus auténticos ropajes. No me incumben las curiosas razones que puedan aducir para atenerse a ellos. Las circunstancias no son rígidas e inflexibles; sí lo son, sin embargo, nuestros hábitos.

A veces tenemos la tendencia a hablar con ligereza, como si una vida divina fuera a injertarse o a aparecer en nuestro presente como una oportuna fundación. Esto podría tener sentido si pudiéramos reconstruir nuestra antigua vida, excluyendo de ella todo el calor de nuestros afectos, dejándolos marchitar, como el mirlo construye su morada sobre el nido del cuclillo, y allí incuba sus huevos, que son los únicos que eclosionan. Pero lo cierto es que nosotros -y aquí se halla la línea de demarcación- incubamos ambos huevos. Y ya que el cuclillo lo aventaja en un día, su cría, al nacer, expulsa a las crías del mirlo. No hay otra solución: destruir el huevo del cuclillo o construir un nido nuevo.

El cambio es el cambio. Ninguna vida nueva ocupa viejos cuerpos decadentes. La vida nace, crece y florece. Los hombres intentan revivir patéticamente lo viejo, y por eso lo aceptan y soportan. ¿Por qué aguantar en el hospicio pudiendo ir al cielo? Es como embalsamarse, nada más. Dejad de lado vuestros ungüentos y sudarios, y entrad en el cuerpo de un recién nacido. Podéis ver en las catacumbas de Egipto el resultado de aquel experimento. Conocemos su final.

Creo firmemente en la simplicidad. Es asombroso y triste ver cómo incluso los hombres más sabios pasan sus días ocupados en asuntos triviales que creen que han de atender, en detrimento de otros asuntos más importantes que creen su deber omitir. Cuando un matemático desea hallar la solución de un problema difícil, empieza por deshacerse de todas las dificultades de la ecuación, reduciéndola a sus términos más sencillos. Hagamos lo propio y simplifiquemos el problema de la existencia, y diferenciemos entre lo necesario y lo real. Sondeemos la tierra para ver hacia dónde se extienden nuestras principales raíces. Me basaré siempre en los hechos. ¿Por qué negarse a ver? ¿Por qué no utilizar nuestros propios ojos? ¿O es que los hombres lo ignoran todo? Conozco a muchos a los que es difícil engañar cuando se trata de asuntos comunes, muy desconfiados de los cantos de sirena, que disponen responsablemente de su dinero y saben cómo gastarlo, que disfrutan fama de prudentes y cautelosos, y que, no obstante, aceptan vivir gran parte de su existencia tras un mostrador, como cajeros de un banco, y brillan y se oxidan y finalmente desaparecen. Si saben algo, ¿por qué diablos lo hacen? ¿Saben qué es el pan? ¿Y para qué sirve? ¿Saben qué es la vida? Si supieran algo, cuán rápido dejarían de frecuentar para siempre los lugares donde ahora se los conoce tan bien.

Esta vida, nuestra respetable vida diaria, sobre la cual se halla tan bien plantado el hombre de buen sentido, el inglés de mundo, y sobre la que descansan nuestras instituciones, es en realidad la más pura ilusión, que se desvanecerá como el edificio sin cimientos de una visión2. Sin embargo, un minúsculo resplandor de realidad que a veces ilumina la oscuridad de los días de todos los hombres nos revela algo más consistente y perdurable que el diamante, la piedra angular del mundo.

El hombre es incapaz de concebir un estado de cosas tan bello que resulte irrealizable. ¿Puede alguien revisar honestamente su propia experiencia y afirmar que no es así? ¿Existen hechos a los que apelar cuando decimos que nuestros sueños son prematuros? ¿Habéis tenido noticia de algún hombre que haya luchado durante toda su vida por algo, y que de algún modo no lo lograra? Un hombre que aspira a algo sin descanso, ¿no se siente ya elevado? ¿Quién que haya intentado el acto más simple de heroísmo, de magnanimidad, o buscado la verdad y la sinceridad, no halló algo que mereciese la pena? ¿Quién podría decir que ésta es una empresa vana? Es innegable que no debemos esperar que nuestro paraíso sea un jardín. No sabéis lo que pedís3. Veamos la literatura. ¡Cuántos buenos pensamientos ha concebido cada ser humano! ¡Y qué pocos pensamientos buenos se expresan! Y, sin embargo, no poseemos una sola fantasía, por más sutil o etérea que haya sido, que el simple talento, acompañado de resolución y constancia, tras mil fracasos, no pueda fijar y grabar con palabras distintas y duraderas, de tal forma que entendamos que nuestros sueños son los hechos más confiables que conocemos. Pero no estoy hablando de sueños ahora.

Lo que puede expresarse con palabras puede expresarse con nuestra vida.

Mi vida real es un hecho sobre el que no tengo razones para congratularme conmigo mismo, pero tengo respeto por mi fe y mis aspiraciones. De ellas le hablo ahora. La posición de cada uno es demasiado simple para ser descrita. No he prestado ningún juramento. No tengo un esquema para entender la sociedad, la Naturaleza o Dios. Soy, simplemente, lo que soy, o comienzo a serlo. Vivo en el presente. El pasado es sólo un recuerdo para mí, y el futuro una anticipación. Amo la vida, amo el cambio más que sus modalidades. En la historia no está escrito cómo el malo se hizo mejor. Creo en algo, y no hay más. Sé que soy. Sé que existe otro, más sabio que yo, que se interesa por mí, de quien soy su criatura y, de alguna manera, su igual. Sé que el reto merece la pena, que las cosas van bien. No he recibido ninguna mala noticia.

Respecto a las posiciones, a las combinaciones y a los detalles, ¿qué son en realidad? Cuando hace buen tiempo y alzamos la mirada, ¿qué vemos sino el cielo y el sol?

Si busca persuadir a alguien de que hace mal, actúe bien. Que no le importe si no lo convence. Los hombres creen en lo que ven. Consigamos que vean.

Siga con su vida, persista en ella, gire a su alrededor, como hace un perro alrededor del coche de su amo. Haga lo que ame. Conozca bien de qué está hecho, roa sus propios huesos, entiérrelos y desentiérrelos para roerlos de nuevo. No sea demasiado moral. Sería como hacer trampas con uno mismo. Sitúese por encima de los principios morales. No sea simplemente bueno, sea bueno por algo. Todas las fábulas tienen su moraleja, pero a los inocentes lo que les gusta es escuchar la historia.

No permita que nada se interponga entre usted y la luz. Respete a los hombres sólo como hermanos. Cuando emprenda viaje a la Ciudad Celestial5, no porte carta de recomendación alguna. Cuando llame, pida ver a Dios, y nunca a los sirvientes. En aquello que más le importe, no piense que dispone de compañeros de viaje. Dese cuenta de que está solo en el mundo.

Escribo a salto de mata y sin plan previo. Necesito verle, y confío en hacerlo, y así corregir mis errores. Quizá tenga usted algún oráculo para mí.

Henry Thoreau 



el dispensador dice:
- hay una cultura del orden, así como hay otra del caos...
- la cultura del orden es buena mientras se sustenta en la prudencia...
- la cultura del caos es aceptable mientras su condición no alcanza el sentido de lo "significativo"...
- la cultura del orden es conveniente mientras no ahoga el sentimiento individual...
- la cultura del orden es adecuada mientras no agobia el sentido social...
- la cultura del orden es prudente cuando ni invade los valores culturales que le dieron origen...
- cuando se manipula, la cultura del orden puede transformarse en otra común al caos, por ende distinta al sentido del orden...
- parece una reflexión estúpida, pero no lo es...
- cuando el orden es manipulado a favor de los pocos y en desmedro de los muchos, pierde su condición de tal para favorecer las rebeliones que dan forma y amparo a las desobediencias...
- sucede en los ámbitos sociales, incluyendo en ello a la propia cultura, a quien escribe, a quien pinta, a quien esculpe, a quien expresa sentidos del arte... ya que éste es en sí mismo la esencia del pensamiento colectivo...
- las sociedades humanas, más allá de sus tintes de piel, más allá de la forma de sus ojos, más allá del color de sus cabellos, más allá de sus vestimentas, más allá de sus costumbres, se fundamentan a través de patrones de valor... y estos, aún siendo dinámicos, funcionan al modo de llaves que habilitan accesos o que funcionan como exclusas... de hecho, la cultura en sí misma es una de estas llaves de accesos múltiples... hasta dónde llega lo aceptable y dónde se producen los quiebres que hacen que algo sea "inaceptable", "inadmisible", "insoportable", "delesnable"... induciendo a la desobediencia social...
- la cultura, está avisando por estas horas a todos los mecanismos de poder... que la saturación de los abusos... ha permitido que la desobediencia se transforme en condición, conducta, y hasta derecho ciudadano, individual y social...
- las gentes están hartas de ser manipuladas...
- la cultura está cansada de ser usada y abusada...
- parecen simples comentarios... en verdad son mucho más que eso... son definiciones de situación y circunstancia...
- ninguna sociedad sobrevive si no expresa distintas formas culturales de sí misma... formas que van desde lo racional hasta lo irracional... desde el enaltecimiento hasta su propia ridiculización... desde la tragedia hasta el humor... y viceversas.
- de allí la importancia angular de las desobediencias...
- cuando la obediencia se convierte en un condicionamiento inaceptable, la desobediencia será su consecuencia inmediata, luego se producirá la rebelión y más allá, el exceso llevará al caos... justo en este punto, se quiebran los puentes de la civilización... y todo recomienza regresando al conformación de la tribu... sin antes pasar por el grupo.
- indefectiblemente, si el poder exige el orden sustentándose a sí mismo en el caos... los ejemplos se rompen, y con ellos el orden... imponiendo el caos...
Septiembre 28, 2012.- 
 

jueves, 27 de septiembre de 2012

VIAJES ▲ El milagro de Vermeer, en Roma | Cultura | elmundo.es

El milagro de Vermeer, en Roma | Cultura | elmundo.es

ARTE | Exposición en las Escuderías del Quirinal

El milagro de Vermeer, en Roma

'Santa Práxedes' de Johannes Vermeer. | AFP MÁS FOTOS 'Santa Práxedes' de Johannes Vermeer. | AFP MÁS FOTOS
  • La prosperidad de la burguesía holandesa del S.XVII llega a Roma con Vermeer
En sus 43 años de vida Johannes Vermeer, sin ninguna duda el máximo exponente de la pintura holandesa del siglo XVII y considerado uno de los más grandes artistas de todos los tiempos, no llegó a pintar más de 50 cuadros. Y de ellos, sólo han llegado a nuestros días 37. Vermeer trabajaba única y exclusivamente por encargo y no pintaba más de dos o tres obras al año, justo lo necesario para mantener a su mujer y a sus 11 hijos.

De las 37 obras atribuidas sin ningún género de dudas a Veermer, sólo 26 (conservadas en 15 colecciones distintas) pueden viajar. Lo que explica por qué en los últimos 100 años sólo se han realizado en el mundo ocho grandes exposiciones consagradas al maestro de Delft, de las cuales únicamente tres han logrado reunir más de cuatro cuadros del artista holandés: la que se realizó en 1996 en la National Gallery Art de Washington; la que tuvo lugar en la Galería Mauritshuis de La Haya; la que en 2001 realizó el Metropolitan de Nueva York y la que en 2003 le dedicó el Museo del Padro de Madrid.

'Muchacha con sombrero rojo' 'Muchacha con sombrero rojo'
Todo esto para destacar la importancia de la exposición que desde hoy, y hasta el próximo 20 de enero, el Museo de las Escuderías del Quirinale dedica a Vermeer, y que reúne nada menos que ocho de sus trabajos. Un pequeño milagro, sobre todo si se tiene en cuenta que ninguna de las obras del artista holandés se encuentra en colecciones italianas.

Tres años para montar la exposición

Los ocho cuadros vienen de fuera y han sido necesarios tres largos años para montar esta exposición, que lleva por título "Vermeer, el siglo de oro de la pintura holandesa". En la muestra las ocho obras del maestro de Delft se confrontan con 50 cuadros de otros artistas contemporáneos suyos, iconos también ellos de la pintura flamenca como Carel Fabritius, Gerrad Dou o Nicolaes Maes.
Es verdad que entre los cuadros de Vermeer que se exhiben en Roma no está el archi-célebre "La muchacha con el pendiente de perla", la obra que inspiró a la escritora Tracy Chevalier el libro del mismo título y que fue posteriormente llevada al cine, lanzando al estrellato a Scarlet Johansson. Pero, a cambio, está "La muchacha con el sombrero rojo" (1665/1667), "Dama sentada el virginal" (una especie de clavicornio), "Joven mujer en pie ante un virginal" (1670/1673) "Mujer con Laúd" (1662/1663), "Alegoría de la fe" (1670/1674), "Callejuela de Delft" (1658) y "Santa Práxedes" (1655). La exposición también incluye "Joven mujer con una copa de vino" (1659-1660), pero este cuadro sólo llegará a Roma a partir del 4 de octubre.

Todos los cuadros de Veermer que ahora se exponen en Roma, como la inmensa mayoría de sus obras, revelan momentos íntimos de la vida cotidiana de la burguesía holandesa o vistas silenciosas de la ciudad de Delft. A diferencia de lo que ocurría en el siglo XVII con la pintura italiana, caracterizada por sus grandes dimensiones y su monumentalidad y realizada por encargo de nobles y altos cargos de la Iglesia, en Holanda los que coleccionaban arte eran los panaderos y los zapateros. "El dinero circulaba en abundancia, y el arte se consideraba una buena inversión", señala Sandrina Bandera, una de las comisarias de la muestra.

Pero Veermmer sigue siendo un misterio y su biografía continua estando repleta de puntos oscuros. "No sabemos de quién fue alumno, tal vez de varios maestros. De lo que estamos seguros es de que no fue un autodidacta. Conocía las técnicas y utilizaba materiales de primer orden, cuya calidad ha permanecido inalterada en el tiempo", explica Sandrina Bandera.
Dos visitantes contemplan 'La callejuela'. | AFP Dos visitantes contemplan 'La callejuela'. | AFP


el dispensador dice:
¿hacia dónde viajó la imaginación?,
¿qué movilizó al artista a pintar una imagen de su corazón?,
acaso, ¿hubo ausencia de razón?,
tal vez, ¿trascendió un atisbo de pasión?,
sea como sea fue un viaje,
desde la mente hasta el paisaje,
desde el pincel hasta el voltaje,
de una energía fluyente,
que regresa desde la tela a la mente,
buscando diseñarse...

de allí saldrá una obra de arte,
ninguna mirada habrá de cansarse,
de detener aquel instante,
que llevó al artista a ser parte,
de la historia de un viaje,
que naciendo en un impulso,
terminó traducido en lenguaje,
de color, forma y anclaje,
ya que siempre hay un alma dispuesta,
a ser lecho de algún mensaje.
Septiembre 27, 2012.-

miércoles, 26 de septiembre de 2012

SEQUETUDES ► El sonido de la naturaleza | elmundo.es

El sonido de la naturaleza | elmundo.es


BRAMAR EN TIEMPOS RESECOS


Carlos de Hita

Mal año, tal y como viene, para la berrea de los ciervos. La escasez de lluvia, la temporada seca que arrastramos, anticipa un mal otoño, un comienzo feo de la estación más cromática del año.

Con excepciones, casi todas en los valles del norte, las hojas de los árboles se están secando antes de tiempo, sin pasar por las tonalidades amarillas y rojas del otoño; las setas van a escasear en los polvorientos suelos de los bosques, y la falta de hierba fresca impide a los ciervos entrar con ímpetu en el celo. Salvo que algún temporal de lluvia lo remedie, este año los bosques no olerán a otoño, y por ellos no correrán los bramidos de los ciervos.

Pero algo habrá. Aunque menos de lo normal, en los bosques y valles de la cordillera cantábrica ha llovido, y allí las cosas son más parecidas a lo normal. La densidad de ciervos es menor que en las superpobladas serranías de la mitad sur peninsular, por lo que los intercambios de bramidos siempre han sido más discretos. Pero en los bosques húmedos del norte lo que se pierde en intensidad se gana en emoción, al resonar las llamadas contra el silencio de los valles.

Cae la tarde en la comarca de la Liébana, en el occidente cántabro. Las sombras que proyectan las laderas escarpadas anticipan el crepúsculo en el fondo de un hundido. Desde allí un venado proclama su estado de ánimo; otro macho responde desde la distancia, y aún otro más. Cada uno de ellos deja su firma en el silencio, y tarda un buen rato en provocar una respuesta.
.
Foto
Un hayedo con aspecto preotoñal. | Carlos de Hita

Entre medias, apenas nada. Sobre el fondo continuo formado por el murmullo del valle y los últimos grillos del año, algún insecto pespuntea el silencio, los petirrojos chisporrotean envueltos en sus reclamos, pasa un bandito de zorzales y el ganado aún pasta en el monte, antes de recogerse valle abajo para pasar la estación fría.

Una imagen estática, un paisaje casi paralizado a la espera de que lleguen, de verdad, las lluvias.
NOTA. Mientras remato esta entrega para enviarla al periódico, un aguacero, el primero en muchas semanas, refresca el pinar al otro lado de la ventana. Y antes de terminar esta nota ya ha parado. Por algo se empieza.


el dispensador dice:
se va secando el aire,
nace clamor de árboles,
se evaporan humedales,
descienden los canales,
los bosques reclaman en vano,
que alguien comprenda su paso,
pero nadie atiende a las hojas,
si no se comprenden entre humanos,
se dicen: "esto apenas es un árbol"...

claro está que a nadie importa,
lo que sucede con las plantas,
si tienen seca el alma,
sonriendo tejen sus tramas,
intenciones gentiles escapan,
entre burlas y querellas,
lluvias huyendo se alejan,
del mundo humano y sus huellas...

hay un sentimiento conjunto,
que abunda nauseabundo,
sobrevivir es prioridad de conjunto,
lo demás anda sin rumbo,
la Tierra se ahoga en los tumbos,
de un paisaje tremebundo,
los humanos están iracundos,
tejiendo destinos sin futuros...

¿a quién le importa la selva?,
¿a quién le interesan los bosques?,
acaso, ¿qué significa el monte?,
¿no son mejores los desiertos?,
donde no se ve agua a lo lejos,
donde no se ensucian azulejos,
donde no se barren hojas de otoños añejos?...
el espanto cierra su entrecejo,
no creyendo lo que divisa,
el humano anda tan deprisa,
ensimismado en sus glorias,
que se le ha perdido la historia,
y lo demás ya da risa...

las aves se están mirando,
azoradas en sus tonos,
hasta se silban los monos,
intentando saber qué pasa,
esto ya no es cuestión raza,
sino de carencias de alma,
cuando las temperaturas se alzan,
los bosques padecen el agua,
pero lo que está seco es el alma,
y una vez seca... no queda nada.
Septiembre 26, 2012.-

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo
Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

Saber vincular

Por: | 25 de septiembre de 2012
  Mattew bau_
Ser capaces de establecer vínculos consistentes, con contenido, con alcance, con verdad, es una tarea compleja y necesaria. No basta con constatar que en ocasiones son insuficientes o inapropiados. La labor de procurarlos exige una pormenorizada y minuciosa dedicación. Más parece que habríamos de velar por reconocer los existentes, por valorarlos y por tejer el texto de una relación. Para ello se precisa urdimbre y trama, pero sobre todo un detallado, cuidadoso e insistente quehacer. No es cuestión de limitarse a aguardar que ocurran, hay que hacer el movimiento. Y, desde luego, es preciso reconocer la conveniencia de dichos vínculos, desearlos. De no ser así, pronto encontraríamos buenas razones para constatar la debilidad de lo enlazado o para proclamar su infecundidad. Es preciso labrar la tierra si deseamos que sea fructífera.

Vincular no es simplemente adjuntar, ni añadir, ni poner al lado. Requiere una implicación mutua, una pertenencia común, algo bien distinto del establecimento de un terreno o de la posesión de un patrimonio de otros.Vincular no es conquistar. El vínculo adecuado no se sostiene en la adhesión sino en el reconocimiento recíproco. Ni siquiera se reduce a la natural relación. Más bien se basa en la voluntad y en la decisión compartidas.

Necesitamos vínculos. Firmes, estables, consistentes. Sustentados en la confianza y en el afecto que brotan de la voluntad y del trato sincero y persistente, no de la arrogante supuesta superioridad. Sólo así tales vínculos radicarán en la incorporación de unos en otros, en la colaboración de unos con otros, en la experiencia de lo que, a pesar de las peculiaridades, hay en cada quien, de lo que, a pesar de las apariencias, no es ni tan absolutamente distante ni ajeno. Vincular no es efectuar una adición, una anexión, sino la potenciación que surge de la disposición a compartir una suerte común.

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Los vínculos más estrechos son aquellos que elegimos consciente y serenamente. No siempre nos vienen dados por circunstancias personales, sociales, históricas o políticas, por muy importantes que estas sean. Hemos de buscarlos, de quererlos, de preferirlos. Nada desvincula más que el deseo de no estar vinculado. Salvo quizás el dar por supuesto, por establecido, por cerrado, por clausurado, aquello que se nutre de la libre decisión. Sin embargo, precisamos dotarnos de un marco razonablemente estable de vinculación. Plantearnos una y otra vez el sentido y el alcance de nuestros vínculos es tan interesante como en cierto modo insensato. Tan insensato como considerar que en modo alguno han de ser planteados o cuestionados.

Hay quienes son expertos en desvincular, en trabajar activa y constantemente por desactivar, por destejer, por desarticular, por desmembrar. Cuando Platón trata de considerar en el Político cuál habría de ser la tarea de quien busca configurar la ciudad, remite a la labor del tejedor que, una y otra vez, elabora y entrelaza, no simplemente cose y descose. La tarea de establecer un abrazo de los hilos para ofrecer una adecuada composición sienta las bases para elaborar un paño consistente, un tejido suave: el que combina “el carácter de los hombres valientes con el de los sensatos”,  el que abraza “a todos los hombres de la ciudad”.

Más complejo resulta entretejer voluntades, convicciones, afectos, destinos. Nada ajeno, ni ninguna mano extraña podría ofrecer consistencia con una intervención que maniobrara desde el exterior. No se entrelaza desde la posición de un espectador visionario que, supuestamente, desde su genialidad supiera lo que más conviene.
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No faltan tampoco quienes permanentemente buscan caminos, tratan de comunicar, de vincular. Se dedican a reforzar los lazos, sin ignorar las complejidades ni las complicaciones. Trabajan por generar vínculos, no entre idénticos, sino entre semejantes que, si son distintos, no es porque difieran en derechos. Eso les confirma como iguales. Para estos, la tarea es la de subrayar objetivos comunes, intereses no inconfesables sino públicamente compartidos. No se asustan por coincidir. Bien saben que con los mismos materiales pueden construirse puentes o murallas. Nos hacen ver que la voluntad y la determinación, la mirada, la decisión, son las que proyectan aislar o enlazar. De una u otra manera pretendemos comunicar o incomunicar.

Los vínculos no se reducen a los ya establecidos naturalmente, sino que se reafirman y se confirman, se declaran y se consolidan desde la adopción de acuerdos, a partir de la constitución de espacios y de condiciones para proyectos comunes. Los acuerdos implican sólidas vinculaciones, que han de conllevar un compromiso cordial, lo que no incluye necesariamente algún entusiasmo. Y desde luego ello requiere lealtad. Los vínculos no son simples nudos, son lazos. Tienen más que ver con el injerto y con la relación de transformación mutua que con la simple adhesión inquebrantable a lo que presuntamente ya desde siempre somos.
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Frente a una idea abstracta de unidad, que tratara de imponerse imperiosamente arrasando toda diversidad, los vínculos decididos y establecidos constituyen la armonía de las diferencias, la unidad en la pluralidad y concretan su tarea como la de una permanente labor de unificación con contenido. La unidad adecuada no desmantela las singularidades, les da concreción. Más aún, fuera de lo común no se es diferente, se es indiferente. Lo común se nutre de la sincera comunicación y sólo sobre ello cabe dar forma conjunta a cualquier atisbo de comunidad. Vincular es un modo de querer, un modo de saber, un modo de hacer.

(Imágenes: Matthew Cusick, Collages de mapas)


el dispensador dice:
aquello que no buscas,
es aquello que no encuentras,
desearlo solamente no cuenta,
ya que de movimientos se trata,
a veces la iniciativa destapa,
y con algunas imprudencias mata,
pero las almas andan descalzas,
y lo que aparece en los ojos, señala...

el impulso guarda un signo,
y la energía destaca,
sacar la cabeza fuera del agua,
da sentido a la brazada,
algunas veces pesa el alma,
y otras tantas descubre la calma,
cuando el cielo lo señala,
es de resguardo flotar de espalda...

cuando recibes la gracia,
los vínculos son puentes que se abrazan,
sirven para enaltecer el alma,
también para enlodar la trama,
dependerá de la huella,
y de la sombra que no alcanza,
a veces detener el paso,
ayudará a comprender el mañana...

todo es cuestión de trazos,
de caminos y convicciones,
donde haya corazón,
no andarán haciendo falta razones,
sin embargo al necesitar argumentos,
y algunas explicaciones,
se verán licuar los puentes,
y con ellos los afectos...

podrás entender la vida,
sus circunstancias y hasta sus heridas,
como algo semejante a un salto,
más parecido es a un vuelo,
donde el viento es sólo consigna,
si desconoces qué te mueve,
perderás los sentidos de las cercanías...

por ello es bueno ser cauto,
y mirar siempre para arriba,
reconocer la distancia al suelo,
puede contribuir a distinguir por dónde caminas,
ir por abajo o hacerlo por arriba,
dependerá de la inteligencia,
mucho más de la sabiduría,
de allí que para los necios,
sea lo mismo la noche que el día...

finalmente quiero decirte,
que tu senda es como un mapa,
cuando crees que alguien lo dibuja,
eres tu mismo el que lo traza,
todo aquello que ignoras,
o todo aquello que desplazas,
regresará a convidarte,
según lo que en el libro de la vida estampas.
Septiembre 26, 2012.-