viernes, 31 de agosto de 2012

EL DISPENSADOR >> DOCUMENTOS EDITADOS EN EL CURSO de AGOSTO del AÑO 2012

EL DISPENSADOR >> DOCUMENTOS EDITADOS EN EL CURSO de AGOSTO del AÑO 2012
lapso AGOSTO (inclusive)
ESPECIAL para BUSCADORES

Archivo del blog

►  2008 (4)

COLOQUIOS FLAUTINOS ▲ Pájaros en busca de respuestas >> Storyboard >> Blogs EL PAÍS

Pájaros en busca de respuestas >> Storyboard >> Blogs EL PAÍS

Sobre el blog

¿Una imagen vale más que mil palabras? Según investigadores de Harvard, no. Vale muchas más. Algunas hasta 500.000 millones. La cifra no importa: está claro que las imágenes son más poderosas que nunca, y este blog pretende ser un inventario visual de libros de fotografía, arte o diseño, ilustraciones, visualizaciones de datos, infografías…

Sobre la autora

Virginia Collera
es periodista y traductora. Colabora intermitentemente con El País desde 2006 y es compradora confesa de libros por la cubierta y/o las fotografías interiores.

Pájaros en busca de respuestas

Por: | 30 de agosto de 2012
El coloquio de los pájaros_1
El checo Peter Sís estaba ilustrando El libro de los seres imaginarios de Jorge Luis Borges para la editorial Penguin cuando se encontró con El coloquio de los pájaros, poema que el místico Farid Ud-Din Attar escribió en el siglo XII. Y durante años, sin que ningún editor se lo encargase, pintó escenas de ese texto clásico de las letras persas:
Cuando el poeta Attar despertó una mañana,
después de un sueño intranquilo,
se dio cuenta de que se había convertido
en un pájaro abubilla.
El coloquio de los pájaros 2
Páginas12-13
Su mundo estaba en crisis.
Anarquía, descontento, agitaciones.
Guerras desesperadas por el agua, la comida y el territorio.
El aire emponzoñado. La tristeza.
Él quería encontrar una solución, así que reunió a todos los pájaros del mundo.
Escúchenme: Sé de un rey que tiene todas las respuestas. Debemos emprender el vuelo para encontrarlo.
El coloquio de los pájaros 5
Aunque muchos se mostraron reticentes -no querían abandonar sus comodidades terrenales-, el poeta/pájaro abubilla los convenció para cruzar los siete valles: el de la Búsqueda, el del Amor, el del Conocimiento, el del Desapego, el de la Unidad, el del Asombro y el de la Muerte.
El coloquio de los pájaros 6
El coloquio de los pájaros 7
De los cientos de miles de pájaros que iniciaron el viaje, sólo treinta llegaron a la montaña de Kaf, donde, pensaban, encontrarían al rey Simurg y, con él, las respuestas.
El coloquio de los pájaros 8
El coloquio de los pájaros, cuenta Sís en esta entrevista, lo sedujo porque es una historia sobre la vida. Y en ella todos buscamos que alguien nos ofrezca respuestas. En el libro "son los pájaros quienes deciden que el mundo se está desmoronando y tienen que encontrar a alguien que sea su líder". En la realidad, los estadounidenses -Sís vive en Nueva York desde hace casi 30 años- votaban al suyo, Barack Obama, cuando el ilustrador ultimaba el proyecto. En su opinión, y también en la de Farid Ud-Din Attar, todos haríamos mejor en buscar nuestras respuestas en otro lugar. 
El coloquio de los pájaros de Peter Sís. Todas las imágenes son cortesía de la editorial Sexto Piso.


el dispensador dice:
coloquio de pájaros,
reclaman atenciones,
sonidos que suenan como sermones,
aunando sensaciones,
entre plumas y ventarrones,
atentos atienden canciones,
donde se recitan visiones,
de vuelos sin agitaciones...

¿puedes detener tu paso por un instante?... sucede que las aves andan llamando... están diciendo que la Tierra está cambiando, sus magnetismos, sus ritmos, sus aires, sus aguas, y hasta sus tiempos... de alguna manera ellas están avisando, algo que el hombre no está avizorando, las densidades están aumentando y hasta los piés andan pesando, mucho más que lo que se pueda haber pensado... ¿la gravedad estará cambiando?... ¿será el Sol que estará cantando?... ¿por qué las pirámides de la trilogía de Guiza habrán callado?... seguramente el hombre nuevo no habrá atendido aquello que le fue anunciado, las aves andan con cuidado cuando los aires vienen cambiando, más aún andan precavidas cuando los magnetos influyen en sus vidas, de allí que anden cambiando los destinos de sus rumbos, sus vuelos no son tumbos, sostienen criterios profundos de migraciones y destinos, van llevando sus trinos desparramando semillas, mientras el hombre cree que el clima es de su patrimonio divino, sucede que en este día las estaciones se han modificado y todo aquello conocido, está comenzando a ser pasado.

¿puedes detenerte un instante?... ocurre que los hechos son imperiales... las aves andan por rutas, que no las conoce nadie, siguiendo energías que el hombre no detecta, luego se habla de recetas, y hasta de prolijas ciencias, pero es de pájaros desconocer las rectas ya que mejor es atender isobaras e isotermas.

debes observar atentamente que en el pasado, el hombre fue testigo de un vuelo que lo tuvo cautivado, el mismo quedó estampado en paralelas rocas, en papiros y en otros documentos destacados... desde luego, la historia ha tergiversado el mensaje y con él todo se ha trastocado, sin embargo los colores han marcado la importancia de los vuelos, de los nidos y sus coloquios flautinos, que aún a pesar de los años, de los siglos, milenios y otros lapsos, el hombre no ha logrado descifrar ni tampoco interpretar, porque en sus propias soberbias permanece atrapado.

hoy puedo decirte hermano, después de mucho trajín y de haber vivido y andado... que el vuelo debe ser admirado, para inmediatamente ser pensado... y así lo decían nuestros antepasados, "ojo de águila", "pluma blanca", "pico largo", solían convocar conciertos de mundos muchas veces negados, habilitando a aquellos humanos a ver a través de sus ojos, a sentir el viento en sus plumas, a reconocer la importancia de las runas, y hasta descubrir qué sentido guardan las dunas.

una imagen vale más que mil palabras, sí, porque las imágenes tienen capacidad para sintonizar sensaciones con mayor habilidad que las palabras, ya que éstas últimas se cargan con intenciones que pueden ser paradojales, cosa que no sucede con las imágenes... que te muestran lo que contienen, un mensaje que es único e indivisible al pensamiento de cada quién, a sus sentimientos, a sus sensaciones íntimas, a ese curioso "algo" que provoca que detengas tu paso y observes el vuelo de un águila sobre la pradera... o bien, que aprecies la habilidad de las aves para colocarse contra el vielo y sostenerse con sus alas desplegadas, sin moverlas.

sí, suelo atender sus coloquios flautinos y he aprendido a reconocer algunos de sus sonidos... sutiles... y realmente conversan... y me fascina pensar que dichas intensidades se traducen a un idioma universal que es inalcanzable para el ser humano. A pesar de sus oídos, el hombre está sordo... a pesar de sus ojos, el hombre está ciego... a pesar de la razón, el hombre ha olvidado el significado del alma... a pesar del sentimiento, el hombre omite el sentido del espíritu... a pesar de la condición humana como distinción de raza, el ser humano se ha deshumanizado a tal punto que cree que es dueño y señor de la creación que le concedió la gracia de la vida... y dicha contradicción, sólo lo conduce a perder de vista el verdadero significado de la vida... algo que va mucho más allá de "respirar".

la importancia de la vida no reside en los bienes, ni tampoco en lo que se va recolectando a lo largo de ella... si tu paso... si tu huella y tu sombra... no son ángulos de tus tiempos respirables en el concierto de las cosmogonías universales... habrás andado sin darte cuenta que las aves te seguían, siendo testigos y dando testimonio de tu andar. No sólo el ángel te guarda... no sólo la consciencia te guía... también hay un pájaro que atiende tu día.
AGOSTO 31, 2012.-


 
 
 

jueves, 30 de agosto de 2012

CHIAPAS ▲ Descubierto en Chiapas un teatro maya de hace 1.200 años | Cultura | EL PAÍS

Descubierto en Chiapas un teatro maya de hace 1.200 años | Cultura | EL PAÍS

Descubierto en Chiapas un teatro maya de hace 1.200 años

Los especialistas encuentran en las inmediaciones del edificio ocarinas, silbatos y esculturas


Imagen del teatro maya descubierto en Chiapas. / Luis Alberto Martos (EFE)
Un grupo de arqueólogos mexicanos ha descubierto un teatro maya de hace 1.200 años con aforo para 120 personas en el lugar arqueológico Plan de Ayutla en Ocosingo, en el suroriental estado de Chiapas, ha informado el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El teatro probablemente fue usado por el grupo de poder para legitimarse a través de obras de tipo político. "Era un teatro exclusivo, pues se halla en una acrópolis, a 42 metros de altura con respecto a las plazas del sitio", ha explicado el director del proyecto de investigación, Luis Alberto Martos. Según el experto, en los años 800-850 d. C. en esa ciudadela maya había "una nueva dinastía que trataba de legitimarse por medio del teatro político, pero solo ante minorías destacadas de la región".

El foro se ubica dentro del complejo de un palacio, lo que lo diferencia de otros sitios similares, que generalmente se encuentran "en plazas y que estaban pensados para la multitud". Otros complejos escénicos de este tipo, aunque más grandes, están en ciudades mayas como Tikal, Guatemala; Chinkultic, Chiapas; Pechal y Edzná, en el también suroriental Campeche.



Imagen del teatro maya recién descubierto.

Martos ha explicado que en el teatro de Ocosingo, situado a unos 128 kilómetros de Palenque, se presentaban escenas "no solo de carácter artístico, sino también con connotaciones religiosas y simbólicas". "Las sociedades mayas han sido definidas como Estados teatrales debido a que a través de los teatros los gobernantes ejercían públicamente su poder de forma histriónica, ya fueran recepciones de embajadas o negociaciones", ha dicho.

Los especialistas han encontrado en las inmediaciones del teatro ocarinas y silbatos, así como "esculturas de estuco con las representaciones de un cautivo, y de las deidades del maíz, del sol y murciélago, las cuales seguramente decoraban el friso debajo del edificio".

El director del proyecto ha señalado que gracias a las esculturas de estuco se puede saber que en este espacio se desarrollaban ceremonias para someter a los prisioneros. En esos actos se desnudaba al cautivo, se le quitaba "las orejeras y atavíos", se le arrancaban las uñas y se tomaba "su sangre para doblegarlo públicamente, pues era el señor derrotado y su sometimiento significaba la exaltación del vencedor".

El centro arqueológico Plan de Ayutla, en el centro de Chiapas, corresponde a un asentamiento de larga ocupación, de 150 a.C. a 1100 d.C. "lo que habla mínimo de un milenio de historia", ha señalado el experto, que ha añadido que "sin duda fue una ciudad en la que radicó una o varias dinastías importantes". Casi al final de su existencia surgieron conflictos debido a las pugnas por el poder y "todo indica que la ciudad se abandonó con violencia entre 1000 y 1100 d.C.".



El teatro maya recién descubierto.
La civilización maya fue una de las culturas precolombinas más importantes. Abarcó una amplia región en el sureste mexicano y Centroamérica y subsistió cerca de tres milenios con una estructura de ciudades-estado como Tikal, Quiriguá, Palenque, Copán, Calakmul, Comalcalco y Chichén Itza, entre otras.


el dispensador dice:
¿dónde están tus gentes?,
¿dónde han quedado tus bullicios?,
de aquellas ciencias sin pasillos,
ciudadelas sin banquillos,
donde el linaje promovía los sencillos,
silencios entre ruidos,
portales sin filtros,
dioses en linos,
sosteniendo lo que fuimos...

los teatros están vacíos,
recuerdos que se han perdido,
entre códices sin destino,
los ciclos han concluido,
las ruinas han invadido,
tu pretensión de ser querido,
hoy todo está derruido,
en tus aires sólo permanecen,
ecos de tus olvidos.
AGOSTO 30, 2012.-

miércoles, 29 de agosto de 2012

Semenejkara ▲ Berlín prepara la réplica de Nefertiti | Cultura | elmundo.es

Berlín prepara la réplica de Nefertiti | Cultura | elmundo.es

ARQUEOLOGÍA | Con motivo del centenario de su hallazgo

Berlín prepara la réplica de Nefertiti

El busto que se expone desde finales de 2009 en el Museo Nuevo de Berlín. | John Macdougall El busto que se expone desde finales de 2009 en el Museo Nuevo de Berlín. | John Macdougall
El famoso busto de Nefertiti contará con una réplica en bronce para que el público de la muestra, que se inaugurará en diciembre en Berlín con motivo del centenario de su hallazgo, pueda tocar la efigie de la reina egipcia, según anunció este lunes la organización de la exposición: "Queremos que el visitante pueda experimentar la belleza del busto también a través del tacto", declaró el arquitecto responsable del diseño de la exposición, Noel McCauley, durante la presentación de la muestra, al aludir a la réplica en bronce.

La extrema fragilidad del busto original no permite su traslado, por lo que permanecerá en el lugar de honor que ocupa en el Museo Nuevo de Berlín, donde se expone desde finales de 2009. La muestra, que podrá verse entre el 7 de diciembre de 2012 y el 13 de abril de 2013, presentará alrededor de 600 objetos "en su debido contexto histórico-cultural", anunciaron ya el pasado mes de junio los Museos Estatales de la capital alemana. Esta exposición permitirá una aproximación a la era de la reina Nefertiti y de su esposo, el gran faraón Akenatón, en torno a 1346 a.C.

Junto al busto, descubierto el 6 de diciembre de 1912 por el arqueólogo Ludwig Borchardt en el valle de Amarna, entre Luxor y El Cairo, los visitantes podrán ver muchos otros objetos hallados también entonces y nunca antes exhibidos públicamente, y que han sido debidamente restaurados.
Así, el busto de Akenatón, hallado al tiempo que el de Nefertiti y al menos tan exquisito como el de su esposa, recuperará todo su esplendor con motivo de la muestra, señaló la directora del Museo Egipcio, Friederike Seyfried. No obstante, la efigie del gran faraón, procedente al igual que el de Nefertiti del taller del escultor Tutmosis, había sido destrozada en la antigüedad por los adversarios del que fuera instaurador del monoteísmo y considerado por ello hereje, y tras su hallazgo fue objeto únicamente de una mínima restauración.

La expedición arqueológica

Otra de las perlas de la muestra es el diario de las excavaciones, en el que se puede leer "(hallado) busto pintado de tamaño real de la reina, de 47 cm de altura", con fecha del 6 de diciembre de 1912. "Los colores, como recién pintados. Trabajo excelente. Describir no aporta nada, hay que verlo", quedó inmortalizado en el diario.

Para el director de los Museos Estatales de Berlín, Michael Eissenhauer, "lo emocionante es que los objetos hallados aportan una idea extremadamente ilustrativa del día a día de aquella época".
Estos hallazgos, que forman parte de la colección de los museos berlineses, se complementará con préstamos de otras instituciones de todo el mundo, como el Museo Metropolitano de Nueva York, el Louvre de París y los museos Británico y de Arqueología Egipcia de Londres.

Durante las excavaciones en Amarna, los arqueólogos hallaron entre 7.000 y 10.000 objetos, de los cuales 5.500 se encuentran en Berlín. La mayoría de ellos no habían sido restaurados o estudiados hasta la actualidad y por el momento sólo se habían expuesto unos pocos.

El busto de Nefertiti, la llamada 'Reina del Nilo', de 3.300 años de antigüedad, se expone desde finales de 2009 en el Museo Nuevo (Neues Museum), que reabrió así sus puertas casi 70 años después de haber quedado arrasado por los bombardeos aliados sobre Berlín durante la II Guerra Mundial.

Neferu Atón Nefertiti
en jeroglífico
X1
N35
N5
M17 F35 F35 F35 F35 M18 X1
Z4
B1






el dispensador dice:
¿hacia dónde se dirigen tus ojos?,
no había desierto cuando andabas,
las pirámides brillaban,
resplandecientes de energías,
en la noche se sostenía el día,
y las cosmogonías no se escondían,
por que nada se compraba,
tampoco se vendía,
la ciencia era la elegida,
de consciencias sostenidas...

¿dónde vagas ahora?,
¿cuánta cultura se añora?,
se han tejido historias,
que deforman tus glorias,
lágrimas eternas te lloran,
entre arenas mutantes,
ya no se observan escribas,
tampoco los hay cantantes,
las almas han huido campantes,
de aquel tiempo de visitantes...

tus miradas aún flotan,
se sostienen y rebozan,
vislumbrando horizontes,
de monumentos y papiros,
luego todo dio un giro,
que trastocó lo cursado,
y se dobló el pasado,
como si nunca se hubiera escrito,
apenas si quedó un grito,
vibrando en otro estrado,
la dimensión se ha trastocado,
para que otro Sol fuese pronunciado,
y aquello que fue andado,
enmudeció y permanece callado...
y apenas si ha quedado,
tu mirada... esperando.
AGOSTO 29, 2012.-

martes, 28 de agosto de 2012

ABISMOS ▲ El abismo en plena calle | Cultura | EL PAÍS

El abismo en plena calle | Cultura | EL PAÍS

el asombrario »

El abismo en plena calle

El alemán Edgar Mueller realiza pinturas tridimensionales que crean trampantojos urbanos a gran escala

 

Lo ilusorio forma parte de la realidad tanto como la realidad misma. Tanto que quizá la realidad, como decía Calderón de la Barca, sea ella misma mera ilusión. Como una mezcla entre broma y trampa, entre decoración e intervención, las obras de Edgar Mueller estimulan los límites de la percepción a base de ilusiones ópticas desplegadas en plena calle. Tal vez un día usted mismo se encuentre al borde de un precipicio mientras pasea tranquilamente por su ciudad. Mueller siempre tiene sus pinturas listas. Y sus trucos.

Para realizar sus enormes trampantojos, este artista alemán diseña, antes que nada, un boceto que se adapte a la localización. “Y elijo el punto de vista único desde el que la ilusión funcionará”. En ese enclave, coloca una lente que le sirve de guía para materializar la pintura. “Las primeras formas son siempre las más difíciles”, explica, “y una vez que los contornos están listos, los relleno con pinturas para poner los colores y los detalles”.

Al estar situadas en la calle, sus obras en 3D son siempre efímeras. “Aunque utilizo pintura para las paredes, el sol o la lluvia la afecta y hace que desaparezca en semanas o meses”. Por eso, ahora mismo no existe ninguna con la que tropezarse. Pero si a alguien le interesa, puede contratarle. “Me gusta sobre todo ir a festivales”, dice.

“Comencé con esto cuando era pequeño: dibujo desde que tengo la capacidad de sujetar un pincel”, recuerda. En Geldern, la ciudad donde estudió, tiene lugar un importante festival de arte callejero. De camino a la escuela, veía las obras hechas con tiza sobre la acera, “y acabé de enamorarme de la pintura callejera cuando entré en el festival por primera vez a los 16 años”. Aunque estudió diseño, cuenta que sus profesores se centraban más “en la presentación de una idea más que en la parte creativa”. Pero aquello no iba con él: “Así que dejé de estudiar para dedicarme a la pintura callejera, que es mucho más auténtica”.


el dispensador dice:
cuando el abismo te alcanza,
sea en la vida,
o sea en tu propia casa,
pareciera que el suelo se descalza,
y el sueño te envuelve,
haciéndote percibir que caes de espaldas,
hasta que al alcanzar el cuerpo,
te recuestas y descansas...

extrañas sensaciones,
de no saber qué pasa,
cuando crees estar en la terraza,
en verdad te descubres,
apreciando cómo la vida se raja,
cómo los afectos se desgajan,
mientras el cielo sucede,
y la vida se desgracia,
transcurriendo abismos sin gracia...

sientes seguro tu suelo,
porque ése es legado de abuelos,
y sales a construir tu vida,
prescindiendo del sentido del día,
sabiendo que ha amanecido,
y que la obligación te persigue,
que no hay que atender al que ríe,
sino al que la pena lo avanza,
y sucede que todo pasa,
y con las manos vacías,
luego entiendes que no hay nada,
que valga la pena sacrificarse,
corriendo tras justificaciones innecesarias... 

¿qué sucedería entonces?,
si al salir de tu casa,
comprobaras que ya no hay suelo,
y que flotas en el cielo,
cómo si tu cuerpo no pesara?...

¿qué sucedería entonces?,
si al salir de tu casa,
comprobaras que las raíces,
del árbol que te ha traído,
ahora invaden tu alma,
buscando que reconozcas,
que corriendo tras la vida,
sólo has perdido la calma?...

realmente ocurre,
que los ríos que vas cruzando,
son cursos de antiguos legados,
donde los suelos han cambiado,
según los sentimientos de las gentes,
aquello que fue corriente,
más tarde se vio modificado,
adaptándose a nuevos aires,
que otros vienen respirando,
y aquello que hubo pasado,
sólo es la historia que se ha burlado,
de aquel que ha sido negado,
no es bueno abrir la puerta,
para caer en un abismo inventado...

más vale seguir el trazo,
que te lleva paso a paso,
a enfrentarte liberado,
de todo aquello que te has rodeado,
cambiando urgencias por fracasos.
AGOSTO 27, 2012.-



lunes, 27 de agosto de 2012

ESCRIBIENDO HUELLAS || Las ciudades escritas - La Gaceta

Las ciudades escritas - La Gaceta

Las ciudades escritas

"La literatura -dice Antonio Tabucchi citando a un poeta- es la demostración de que la vida no nos basta". El viaje, como parte de la vida, no nos basta. Es necesario el ejercicio de la literatura. Y eso es lo que hace Tabucchi en Viajes y otros viajes, el libro que publicó Anagrama en castellano pocos días antes del viaje definitivo del autor, el 25 de marzo pasado.
Tabucchi narra viajes, cuenta experiencias que ya son en la nostálgica escritura, episodios, escenas; recorridos que ya son recuerdos narrativos, encuentros que ya son evocaciones críticas. Tabucchi escribe sus viajes y en ese acto rutinario y mecánico convierte a las experiencias en la materia huidiza y diáfana, hermosa y fatal de la literatura.

Su libro Viajes y otros viajes podría llamarse Ciudades y otras ciudades. O Ciudades y otros ensayos literarios. Tabucchi repasa con mirada lúcida y fascinante el mapa que los años han hecho con las ciudades heterogéneas que ha visitado. Viajes... no es un libro de viajes. Es un libro de crítica literaria y cultural. Es un libro que entreteje las ciudades con la literatura, la lupa crítica con la calle perdida, la mirada amenazada por la ciudad con el pensamiento preciso y estético sobre el mundo y los libros.

Tabucchi dice en la conversación que antecede a las crónicas que le parece feo viajar pensando en escribir. Tabucchi cumple con su mínima doctrina. Los textos no son meras crónicas de viaje sino micro ensayos sobre la experiencia del viaje y sobre la literatura.

Para Tabucchi, todo viaje es un lúcido pretexto. Un pretexto para el pensamiento, para la crítica. Se podría decir que Tabucchi cumple el dictamen de Wilde: ensaya, en este libro, el viaje como la forma moderna de la crítica. El viaje autobiográfico como una forma indirecta de la crítica. En estas páginas pletóricas de versos y de referencias históricas, llenas de pretéritos diversos, el viaje es una forma de filosofía del pasado, una filosofía del tiempo. Tabucchi reflexiona, a pesar suyo, sobre aquello que continuamente se pierde, que continuamente deja de ser. En el viaje, el huidizo acontecer, se potencializa. Todas las cosas y las personas fluyen, quedan atrás, y se convierten en un curioso ejemplo del hermoso y fascinante río del pasado que vuelve al inasible presente, que vuelve como recuerdo utópico, imposible.

Los viajes y los libros
El primer texto consigna un viaje mínimo, incandescente, revelador. Narra el viaje en tren desde su pueblo a Florencia. Lo lleva un tío. Este, además de conocedor de arte, es alguien que quiere darle al niño Tabucchi una formación. Y Tabucchi, recuerda, ya mayor, esa experiencia. ¿Y qué recuerda? Evoca la mirada de niño desde la perspectiva del escritor.

"...Tío, ¿qué hay que hacer para ver a los ángeles? Y él me contestaba: para ver a los ángeles hay que saber sujetar el pincel". En esa frase enigmática del tío se cifra la idea de este libro: para viajar hay que saber escribir el viaje.

Continuamente se queja de los viajes del turista típico, del turista kitsch, aquel que solo ve, de manera fugaz y prefijada, las locaciones establecidas por las empresas de viajes. Justamente, saliendo de ese recorrido, Tabucchi recomienda caminar unas cuadras y visitar, en Pisa, una posada en la que vivió Giacomo Leopardi desde el otoño de 1827 al verano de 1828.

"Pisa fue amada por Leopardi y la ciudad le reservó una cálida hospitalidad". Pero la ciudad fue algo más para el poeta. Pisa le permitió retomar la escritura, luego de una profunda crisis. Escribe Tabucchi: "Consiguió desgarrar la telaraña de la depresión y renació a nueva vida". Allí escribió A Silvia y La resurrección. Para el final, se reserva una confesión bibliófila. Como todo lector, busca en una calle perdida, una librería de viejo. Con contenida emoción, se pregunta: "¿Quién sabe si ese turista que se ha evadido durante unos pocos minutos del camino marcado no acabe regresando a su autobús como una reliquia".

En París, Tabucchi no se detiene en los monumentos consagrados. Como si hiciera el viaje en contra de las guías turísticas, anota: "Todas las guías turísticas nos dirán que todas las obras de Delacroix expuestas en place Furstenberg son "menores", dado que las mayores se hallan en el Louvre". Tabucchi nos convence de lo contrario. En la casa taller de Eugene Delacroix, se pueden ver los instrumentos musicales del pintor, los utensilios que recogió en su viaje por Andalucía, Marruecos y Argelia. "En Marruecos, Delacroix tuvo el privilegio de entrar en un harén y la tristeza de esas mujeres prisioneras le provocó una profunda emoción".

Como en Citizen Kane, como en Hamlet, Tabucchi se vale de la duplicación escénica: narra un viaje dentro de un viaje y el lector siente que asiste a una estructura de espejos que multiplica el sentido de la realidad. "Delacroix escribió un diario que es uno de los más fascinantes libros de viaje del siglo XIX francés. Era también un escritor de talento, y sus textos sobre la pintura y el arte revelan una mano literaria insólita para quien está avezado a los pinceles. Sus consideraciones acerca de la música son admirables, y explican su gran amistad con Chopin, de quien pintó indiscutiblemente su más hermoso retrato". De la casa de Delacroix nos vamos con la íntima necesidad de leer ese diario. ¿Para qué sirve un viaje si no es para viajar por otros medios?

Lisboa, ciudad de saudade: casi se podría decir que esta crónica-ensayo es la síntesis del libro. Tabucchi sostiene que es imposible comunicar con palabras de otra lengua el sentimiento de la saudade. Y este sentimiento de imposibilidad es, de alguna forma, el bello escozor que atraviesa el libro. Todo hace suponer que Tabucchi experimenta en el viaje, o en la escritura del viaje, esa extraña alegría de la nostalgia recordada con calma, esa extraña melancolía que acude, presurosa, en el texto que recupera el viaje. La saudade es, entonces, la felicidad nostálgica por lo ya visto que se recupera, tardía y desenfocada, en la hoja, ese viaje que ya no existe pero que vive como melancolía en el papel.

Después de muchos kilómetros en auto, Tabucchi y su esposa, María José, llegan a Ürgüp, ciudad principal de Capadocia. Tabucchi describe la zona como un paisaje lunar que mezcla cenizas, lodo y fango, una extraña mezcla del Gran Cañón norteamericano y la Capilla Sixtina. La idea no es de él sino de un amigo matemático, quien lo impulsó a conocer Capadocia con esa frase que escapa a los dictámenes de la lógica. En Ürgüp, recuerda el escritor, Pasolini rodó su Medea. Las poblaciones se pierden en las rocas, en medio de una sequedad apabullante. En el interior de esas montañas, ocultas, están las múltiples capillas e iglesias que guardan poderosas obras de arte bizantino. Para el final del relato, Tabucchi guarda un recuerdo imposible. En el pequeño e incomparable hotel que cruza lo antiguo, lo familiar y lo moderno, Tabucchi y su esposa coinciden con una famosa intérprete de arpa. Una tarde, sentados en la entrada del hotel, María José recita en un idioma comprensible para la intérprete, un verso de Pessoa: "Oh, tocadora de arpa, si pudiera besar tus gestos sin besar tus manos". Y ella, inmortal, toca un concierto para los tres.

En la última parte, Tabucchi escribe viajes sobre libros de otros. Comenta una historia de la literatura de Brasil y llama a este país "el edén de los remordimientos". Además de pensar el lugar del paraíso perdido, el libro que Tabucchi comenta y su viaje por el libro, reconstruyen los caminos idílicos que hizo la literatura de Brasil. Azorado, Tabucchi advierte que Brasil es, de alguna forma, la creación de una mirada de los europeos sobre el gran país. Es decir, un Brasil inventado para cumplir los caprichos, las ilusiones de los conquistadores. Es la teoría de Berkeley trasladada al imperialismo. Ser es ser percibido por el imperio.

Tabucchi visita innumerables lugares y parajes, escondidos y abiertos en los distantes puntos del orbe: Mongolia (a través del relato de una amiga), Bombay, Creta, Boa, Séte, Jerusalem, las ciudades imaginarias de Calvino, la geografía lúcida e inventada de Rezzori, los cercanos monumentos de dos poetas en Lisboa: Pessoa y de António Ribeiro Chiado. Los destinos se acumulan; las lecturas y los versos se acumulan. La lectura de estos viajes es un modo de leer la biblioteca amplia y benéfica de Antonio Tabucchi. Los viajes heteróclitos y dispersos conforman una invisible y grácil biblioteca. Las sombras y los tiempos, el aire rojo del oriente, el color iridiscente del mar o las hierbas medicinales de Creta evocan las diversas lecturas, los libros: las armas de Tabucchi.

A propósito de un exquisito y minucioso libro sobre la India, el escritor repasa el esfuerzo mental para escribir su novela Nocturno hindú. También escribe una crónica sobre las Islas Azores, en la lejana costa de Portugal, para revisar el plano de ensueño del personaje de Dama de porto Pim.

Ese decir, el viaje es una forma de la autobiografía. Y la autobiografía es una forma de la crítica. O, la crítica es la forma moderna de la autobiografía, como quería Wilde. Los vasos llenos de citas se comunican y arden, arden, como quería Octavio Paz. "La poesía es tiempo y arde". Y en este libro ese verso es real.

Coda
A pesar de haber recorrido medio mundo, Tabucchi sabe que el viaje no es solo una travesía turística. Quizás por eso confiesa en la nota inicial: "Pero tal vez falten los viajes más extraordinarios. Son los que no he hecho, los que nunca podré hacer. Que permanecen sin escribir o encerrados en su propio alfabeto bajo los párpados, por las noches".

El libro invita al viaje real pero también, y sobre todo, a realizar los íntimos recorridos literarios y críticos.

© LA GACETAFabián Soberón - Escritor. Profesor de Teoría y Estética del Cine de la Escuela Universitaria de Cine.

el dispensador dice: a veces la vida te empuja a conducirte por una senda distinta a la expectativa previa, a la planificada, a la pensada... otras tantas, las circunstancias condicionan al viajero induciéndolo a detenerse "causalmente" ante un "algo" desconocido para él pero conectado ancestralmente. Y todo encuentra respuesta, más allá de las propias respuestas del visitante, del observador, del buscador y hasta del viajero... un viajero que puede serlo de lugares, como también del tiempo, así como también de las dimensiones contiguas, cercanas o lejanas. Hay huellas que se dejan en el suelo, pero también hay otras que se imprimen en las almas de los "cruzados", hay algunas que se escriben sobre renglones, acumulando notas al modo de una bitácora... pero en cualquier caso, todas las huellas se respiran lo cual imprime una estela, al modo de un cometa... sólo que aquí, en la Tierra, nada se borra y aunque no se crea, todo se ve, cumpliendo con los designios del destino y la gracia. La llave de la vida pasa por dejarse llevar... y ello implica en transcurrir el viaje evitando planes y anticipaciones que suelen contradecir a las significancias de la gracia. Las sensaciones suelen consejeras apropiadas, ya que los portales del destino se van abriendo uno tras otro según el plan divino, que generalmente poco tiene que ver con las expectativas personales... cuando ello sucede, te deslizas... cuando los impedimentos surgen de las dudas y de las intenciones, el viaje se torna interminable, tedioso, y hasta insoportable... en cambio, cuando te deslizas parece como si el "tiempo" no existiera. Claro está, el hombre anda apurado de urgencias por vivir, y a decir verdad, en dicho concierto la vida tiene poca o ninguna importancia... es una carga, no más que eso. De allí las contradicciones entre vivir y sobrevivir... entre perdurar y permanecer... entre presencias y ausencias... donde, si el alma no se manifiesta vinculante a un cuerpo, éste no existirá aún viviendo... y sucede que la Tierra está envuelta en cuerpos que han olvidado los sentidos del alma y las significancias del espíritu... de allí que se interprete, vulgarmente, que creencia es sinónimo de FE... si te mueve esta última no necesitarás nada para viajar... no para estar, menos para conocer, mucho menos para trascender... sin embargo, si imperan las creencias, estas se someten a las intenciones y sus circunstancias, una geometría donde nada encaja. Lo que no fluye por sí mismo, sencillamente no converge, y cuando ello ocurre, tampoco habrá "confluencias". Escribes con tus manos, sí, pero también lo haces con tus piés... por ende también con tu respiración y hasta con tu pensamiento... todo lo que sucede en tí, sucede por donde pasas... y cuando te vas... todo es testimonio. AGOSTO 27, 2012.-

domingo, 26 de agosto de 2012

SED DE SÍ MISMO || Sudor, sangre y arena | Cultura | EL PAÍS

Sudor, sangre y arena | Cultura | EL PAÍS

REPORTAJE

Sudor, sangre y arena

Un lugar inmenso, donde las temperaturas pueden rozar los 60º, escasea la comida, acecha el beduino y no hay mejor transporte que el camello

En el desierto, hombres como T. E. Lawrence han mostrado su lado más valeroso

Pero también la cara más oscura de su alma.


Fotgrama de la película 'Lawrence de Arabia'. / Cortesía de Everett Collection (Cordon press)

El desierto parece un lugar vacío, pero está lleno de nombres que excitan la imaginación e inflaman nuestro espíritu de la misma manera que el sol torna incandescentes las arenas. Nombres de lugares, reales y legendarios: Wadi Rum, el Gran Mar de Arena, Zerzura, Blad el Juf (“el sitio del miedo”, el Hoggar), las dunas de Uruk al Shaiba, el Nefud, el fuerte Zinderneuf. Nombres de tribus hostiles y de tropas curtidas: Beni Snassen, Ait Atta –equivalentes bereberes de los comanches–, tuareg; chasseurs d’Afrique, tiralleurs du Sahara, spahis, goumiers. Y nombres de personajes: Auda, el soberbio jefe guerrero de los howaitat persuadido por Lawrence de Arabia para tomar Aqaba y del que se decía que se había comido (¡como el indio Magua!) el corazón de varios de los 75 hombres a los que mató con su propia mano; Alexine Tinne, “la sultana rubia”, la primera mujer en explorar el Sáhara, muerta a manos de los tuareg Ajjer cerca del oasis de Ghat en 1869; el mayor Ralph Bagnold, creador de las patrullas del desierto (los “escorpiones” de Hugo Pratt) que volvieron loco al Afrika Korps; los hermanos Geste, cuyas luminosas sombras nos invitan con su valiente ejemplo a buscar un destino mejor –con la que está cayendo– en la Legión Extranjera. No hay escenario más grandioso para la aventura que el desierto, donde lo mejor y lo peor de los hombres, su coraje y su vergüenza, se enmarcan en la majestuosidad de los horizontes ilimitados sumidos en la eternidad de una nada abrasadora.

Como en el mar –con el que tanto comparte–, en el desierto la conquista es una empresa inútil, un empeño absurdo que se mide en vanidad y se castiga con la desesperación. También hay belleza allí, una belleza sin bondad ni dulzura, insensible e inútil, peligrosa, inhumana, hecha de espejismos, punteada de parajes inalcanzables y palmerales prohibidos. Todo esto lo he leído, claro, porque en todos los lugares en que me he acercado al desierto, en Egipto, en Túnez, en Marruecos, en Siria, apenas si he dado unos pasos en él, sobrecogido por su amenazadora inmensidad. El desierto, que deshidrata los cuerpos e incendia las almas.
¿Qué le atraía del desierto?, le pregunté una vez al gran sir Wilfred Thesiger, que atravesó con una partida de feroces beduinos Rashid, ataviado como ellos y a lomo de camello –aunque portando un volumen de Gibbon–, el terrible Empty Quartet o Rub al Khali, las grandes arenas del remoto sur de Arabia (¡y dos veces!). Me miró con lo que en él más se acercaba a la compasión y que en realidad era una versión educada del desprecio y me contestó atravesándome con aquellos ojos de curtida ave de presa: “El vacío, el espacio, el silencio, la camaradería de los bedu”. Sumido en el recuerdo, pareció a punto de llorar, inexplicablemente nostálgico de aquellos días de inenarrable sed en que se enfrentaron a las arenas movedizas de Umm al Samim, “la madre del veneno”, se comieron sin remilgos una camella con abscesos supurantes y disfrutaron de un paisaje en el que “dondequiera que miraras no había esperanza”.

Me atrae el vacío, el espacio, el silencio, la camaradería de los bedu”, me contestó sir Wilfred Thesiger
El otro día, hablando con otro viajero que sabe de desiertos, Jordi Esteva, me dijo que en Arabian sands, su gran libro, Thesiger menciona otro paraje terrible del Empty Quartet llamado muy prosaicamente por los beduinos, con perdón, el Coño de la Vieja. No recuerdo la sonora denominación, pero, claro, yo no hablo árabe como Jordi. En todo caso, el sitio no debía de ser muy visitado. Durante la II Guerra Mundial, Thesiger se adentró en el Líbico como miembro del recién nacido Special Air Service (SAS), las fuerzas especiales creadas por el capitán Stirling que eran transportadas en sus misiones de sabotaje por los merodeadores en camionetas y jeeps artillados del legendario Long Range Desert Group (LRDG) del mayor Bagnold, gran explorador antes de la contienda y experto en la física de las dunas. Thesiger, que era muy suyo, me dijo refunfuñando que aquella forma de surcar el desierto, “aislado” en el interior de un vehículo, no le gustaba. “Incluso aunque hubiéramos topado con Zerzura, el oasis y la ciudad perdidos que han sido la obsesión de todos los exploradores de ese desierto, no me habría provocado interés”. Él quería ir en camello, y si no, nada, ¡ea! Otros combatientes de la época aún no se habían motorizado y andaban a lomos de esas bestias hoscas, como las unidades italianas de Meharisti, cuya épica colonial –muy desagradable para los colonizados– es similar a la de L’escadron blanc, de J. Peyré, la gran novela sobre los méharistes franceses que perseguían a los beduinos tras sus razzias.

En realidad, la primera imagen que me viene a la cabeza al pensar en la aventura del desierto no es la de sir Wilfred en su camello, ni siquiera la de T. H. Lawrence en el suyo cargando contra los turcos empuñando el revólver (con el que, por cierto, le voló la cabeza a su propia montura, Naama, en una acción desafortunada, especialmente para la camella). Ni tampoco la del conde Almásy afrontando el qibli, el viento ardiente, con su frágil Ford T o su avioncito Rupert, ni caminando en su reencarnación como Ralph Fiennes de El paciente inglés con el cuerpo de Katherine entre sus brazos junto a la cueva de los nadadores en el Wadi Sora. No, lo que visualizo en primera instancia es un pequeño fortín blanco de la Legión Extranjera francesa perdido en la inmensidad refulgente de las arenas, el puesto avanzado de Zinderneuf donde se desarrollan los episodios centrales de Beau Geste, la gran novela de P. C. Wren, en torno a la que orbita todo el imaginario del desierto. Durante años, una de mis posesiones más preciadas fue un modelo a escala de ese fuerte, marca Airfix, con su dotación de minúsculos legionarios y un montón de guerreros beduinos. Pasaba horas librando sangrientos asedios e imaginándome en las aspilleras del pequeño fortín aguardando con temor la muerte en forma de daga o bala de espingarda, con el oído atento a la corneta que anunciaría un tardío rescate.

El escritor nos dice que el fuerte se encontraba bastantes días e interminables marchas al sur de Dourgala, en el Sáhara argelino, cerca de la frontera con Marrue­­cos, tras pasar pegando tiros el oasis de El Rassa. Allí llegan, con sus fusiles Lebel al hombro, los tres hermanos Geste –John, Michael (Beau) y Digby–, soldados de la séptima compañía del 1º Régiment Étranger, tras salir del famoso cuartel general de Sidi bel Abbès y marchar cantando Voilà du Boudin hasta Ain Sefra para proseguir hasta el desierto, “donde reinaba bastante agitación”. A los chicos no les ha ido mal la instrucción: “Pronto fuimos buenos soldados gracias a nuestra inteligencia, sobriedad, educación atlética, hábitos de disciplina, conocimientos del francés y un verdadero deseo de portarnos bien”. Me digo que si solo se tratara de eso, yo también haría un buen légionnaire.


Lawrence de Arabia. / Cordon press

Por supuesto en Zinderneuf, “lugar espantoso parecido a un horno”, las cosas se complican. El comandante Reouf se suicida –efecto del aislamiento, el cafard y la “enfermedad horrible”, la sífilis imagino, que como no hubiera contraído de una camella en ese puesto remoto…–. También se mata su sucesor, el teniente Debussy, un alma sensible. Y asciende a responsable del puesto el malvado adjudant Lejaune, del que la novela explica que había sido expulsado del servicio del Congo belga “por las brutalidades y atrocidades que cometía y que excedían del límite fijado por los alegres oficiales del rey Leopoldo” (!). El avieso Lejaune, que blasfema como nadie (“Cré bon sang de bon jour de bon malheur de bon Dieu de Dieu de sort”) y al que en la famosa versión cinematográfica (1939) de Beau Geste protagonizada por Gary Cooper le cambiaron el nombre por Markoff, que ciertamente suena más siniestro, les tiene echado el ojo a los Geste, de los que se rumorea que han escapado a la Legión tras robar el zafiro Agua Azul, que llevarían encima. El momento culminante de la historia, recordarán, es el asalto al fuerte por una multitudinaria harka tuareg, con la cruel estrategia de Lejaune, digna de estos tiempos de ERE, de colocar a los legionarios muertos en las troneras para aparentar que los defensores mantienen su número pese a las bajas. La peli de William Wellman que a mí siempre me ha parecido el acabose de la iconografía legionaria resulta que se filmó en Yuma, Arizona…

P. C. Wren (1875-1941) rodeó su vida de misterio y se ha dicho que fue cazador, marinero y soldado de caballería en el ejército británico en India y que se alistó en la Legión Extranjera en Marruecos para, tras ser condecorado, desertar al pegarle a un suboficial brutal. También que fue campeón de esgrima, algo que, por decir, lo podemos decir muchos. Su gran éxito, que no repitió con ninguna de sus obras, fue Beau Geste, publicada en 1924, a la que siguieron Beau sabreur y Beau ideal (mi favorita: el protagonista no consigue a la chica, y lo que es peor, rescata a su novio). En su libro sobre la Legión Extranjera de la época colonial Our friends beneath the sands (Phoenix, 2011), Martin Windrow rastrea la biografía de Wren, que se llamaba Percy y solo después adoptó lo de Percival Christopher (P. C.), y la encuentra llena de mistificaciones. Su servicio en el ejército no fue notable y parece que pasó la mayor parte del tiempo enfermo. Pone en duda incluso que el escritor se enrolara en la Legión, pues no hay documento alguno que lo pruebe. Eso sí, admite que su información era buena, seguramente conseguida a través de algún veterano. El episodio de los tiradores póstumos de Zinderneuf, en el clímax de la novela, agárrense, ocurrió de verdad. Aparece en las memorias del legionario Frederic Martyn, un inglés, publicadas en 1911, de donde debió de tomarlo Wren. Me ha encantado saber que la segunda mujer del novelista se llamaba Isobel, como la protagonista de Beau Geste.


La novela ‘Beau Geste’ logró que los legionarios se convirtieran en un icono popular al nivel
del ‘cowboy’

El libro nos explica algunas de las grandes aventuras reales de la Legión Extranjera, no sin antes subrayar el autor cómo Beau Geste significó que el legionario, con su quepis de cogotera flameante, sus pantalones blancos, su faja y su largo abrigo (en cambio, no llevaban calcetines, iban descalzos dentro de las botas engrasadas), se convirtiera en un icono de la aventura, un estereotipo de héroe popular al nivel del cowboy o el detective. Ah, la mística de la légion. “¿Qué hacías en la vida civil?”, le preguntó el coronel Paul Rollet a un veterano legionario, un vieux moustache, en Sidi bel Abbès en los años veinte. “Era general, mon colonel”. Tropas formadas para hacer el trabajo sucio en escenarios duros, los legionarios se enfrentaban en África a un enemigo rudo e inmisericorde que solo te cogía prisionero con la peor de las intenciones. Habían de combatir a jinetes árabes que cargaban en un tronar de cascos y rifles, relampagueando el acero de sus sables y envueltos en un flamear de ropajes. El pequeño cuadro de soldados aguantando a pie firme la embestida, esperando con serenidad el momento propicio para la descarga de sus rifles Lebel o Chasepot. En otras ocasiones, los legionarios sufrían los disparos de los hábiles tiradores rebeldes escondidos que los derribaban uno a uno con sus bushfars de largo cañón, viejas armas de chispa, pero letalmente efectivas. O la columna era objeto de pequeños y continuos ataques insidiosos durante su largo discurrir de marchas forzadas cuando la vigilancia se disolvía en la monotonía del paisaje y el ritmo hipnótico de los pasos.

En 1882, en el Sud-Oranais, en el Chott Tigri, un destacamento que incluía legionarios, spahís y goumiers, unos 250 hombres bajo el mando del comandante De Castries, afrontó casi un Little Big Horne en las dunas. Sorprendidos por los Beni Gil (!), más de un millar, los soldados combatieron en pequeños grupos tras fragmentarse la columna y solo los salvó de la aniquilación que los asaltantes se distrajeran saqueando suministros. Castries perdió un tercio de sus efectivos, entre ellos al capitán Barbier, con el que se habían ensañado: además de decapitarlo, le propinaron nueve balazos y siete heridas de sable. Las mutilaciones eran lo habitual: te castraban o te cegaban a punta de daga. Los legionarios tampoco solían coger prisioneros; en realidad, era preferible que te mataran rápido a que te dejaran vivo sin medios en el desierto.
No solo sufrían los hombres en las guerras del desierto: durante la conquista de la región del Touat, al sur del Gran Mar de Arena occidental, entre 1900 y 1903 se calcula que murieron ¡60.000 camellos! En el curso de la campaña, una columna de 400 legionarios atravesó a pie el mencionado océano de dunas doradas a 54 grados a la sombra (y no había sombra). Tras 72 días de marcha sobre uno de los terrenos más hostiles del planeta, solo se pusieron enfermos –no consta cuántos de insolación– media docena de los soldados: unos tipos duros.


Los beduinos eran hábiles en el manejo de la espada y el cuchillo;
las mutilaciones
eran habituales

En El Moungar, al norte de Zafrani, se produjo en 1900 otro de los combates épicos de la Legión. Masas de centenares de guerreros Dawi Mani cargaron contra las líneas de legionarios estirados y arrodillados que lanzaban descarga tras descarga. Pero lo que ha hecho famoso el nombre de El Moungar fue la tremenda batalla de ocho horas entre legionarios y shaambas en septiembre de 1903 que acabó en lucha cuerpo a cuerpo, en la que los beduinos, hábiles en el manejo de la espada y el cuchillo, tenían ventaja sobre los legionarios baïonnette au canon. Un gran desastre tuvo lugar en 1908 cuando los bereberes de Moulay Ahmad Lashin el Saba atacaron de madrugada el campamento desprevenido del teniente coronel Pierron en el oasis de Menabha, que estuvo a punto de convertirse en una matanza como la perpetrada por los zulúes en Isandlwana y costó 120 bajas a los franceses.

La peor masacre sufrida por las tropas francesas ocurrió cerca de Khenifra, en el Medio Atlas marroquí, donde los zaian y otras tribus bereberes atacaron la columna del teniente coronel Laverdure, que regresaba de una acción de castigo contra el campamento del caíd Moha ou Hammou el Zaiani, matando a 33 oficiales y 580 soldados y capturando ocho cañones, cuatro ametralladoras y 630 rifles. El cuerpo de Laverdure se lo llevaron para exhibirlo y lo canjearon luego por dos de las mujeres del caíd prisioneras.

Las acciones tenían su corolario de actos de valor individual. Tras un combate cerca de Ksar el Azoudj, el teniente Deze destacó el comportamiento de uno de sus hombres: “El soldado Maret fue hallado a nueve millas del campo de batalla, no habiendo comido ni bebido nada excepto su orina durante dos días, y medio desnudo; pero, aunque afiebrado, todavía conservaba su rifle, su munición y su coraje”.

De entre todos los valientes luchadores del desierto déjenme destacar al oficial de caballería Henry Marie Just de Lespinasse de Bournazel, del 22º de Spahis, un aristócrata alto, rubio y guapo. En El Mers, tras recibir una herida en el cuero cabelludo que le cubrió la cara de sangre, cabalgó solo contra los bereberes que huyeron ante el Hombre Rojo (llevaba además la túnica escarlata del regimiento) pleno de baraka, al que parecía imposible matar. Tras innumerables aventuras, encontramos al capitán De Bournazel en 1932 en la operación contra el último reducto de los clanes rebeldes de los Ait Atta en el Djebel Sahro. El militar avanza a la cabeza de sus goums cuando es herido en el estómago. Trasladado moribundo a la tienda médica, el elegante jinete, dandi hasta el final, se señala las ropas ensangrentadas y desgarradas y dice al médico: “Qué contrariedad morir así de sucio, Doc”.

El desierto tiene sus héroes, como ven, sus mártires (la masacrada expedición Flatters), sus santos (el padre De Foucauld, el humanista Monod) y sus pecadores (Auda, Lejaune). Incluso sus reinas (la Antinea de La Atlántida de Pierre Benoit). Pero pocos personajes rivalizan con el gran patrón de las dunas, Lawrence de Arabia.

¿Qué queda por decir de este tipo extravagante y atormentado, excepcional propagandista de sí mismo y a la vez su principal denostador, una de las personalidades más complejas y enigmáticas que ha dado el siglo XX? Abro al azar Los siete pilares de la sabiduría, que leo como otros la Biblia, y vuelvo a extasiarme con su prosa cargada de una hiriente poesía, enraizada en el barro carnal de la humanidad, pero apuntada como un rifle hacia los astros. Era Lawrence un hombre hipersensible en el que la vanidad y el ansia de fama y trascendencia luchaban a brazo partido con su miedo a la insignificancia y al rechazo. Se catapultó al peor lugar del mundo en medio de una guerra espantosa librada por las gentes más rudas para regresar sin más respuestas que las cicatrices de bala, las pesadillas y un aura de fama que juzgaba tan fraudulenta como sus vestiduras blancas –con el iqal dorado y la daga– de miembro del Estado Mayor del jerife de la Meca. “Yo no soy un hombre de acción”, repetía el Emir Dinamita, el icono de la guerra en el desierto, el detonador de Feisal. Era el único capaz de sintetizar la revuelta árabe con un poema de amor. “Te amaba y por eso tomé aquellas oleadas de hombres en mis manos / y escribí mi voluntad en el cielo con las estrellas”.

Lawrence me pone al borde de las lágrimas, y no es el humo de la pólvora sobrevolando la ruina de las locomotoras turcas, ni el viento del desierto cargado de arena y desengaño. Es el espectáculo de alguien que trató de ir más allá de lo que le permitía su propia naturaleza, y lo consiguió. Eso le hizo grande, pero desde luego no más feliz. En la mejor biografía de las muchas que he leído de Lawrence (¡incluso tengo una escrita por Alistair MacLean!), la de Michael Asher (Lawrence, the uncrowned king of Arabia, Viking, 1998), el autor se adentra en el alma del personaje y certifica que en el fondo había una enorme debilidad y, sorprendentemente, miedo. Se le aflojaba el vientre y se ponía enfermo invariablemente cada vez que entraba en acción. De hecho, inicialmente intentó que no lo enviaran junto a Feisal al Hejaz. Si no fuera porque suena a anatema, diríamos que era un cobarde. Y montar en camello le provocaba graves forúnculos.


A Lawrence de Arabia se le aflojaba el vientre y enfermaba cada vez que entraba en acción

Rastreándolo durante dos años no solo en los documentos, sino en los grandes escenarios de su vida (del Wadi Rum a Clouds Hill, pasando por Deraa y Damasco), Asher entiende bien a Lawrence: no en balde ha sido también soldado irregular (miembro del SAS, unidad tan imbuida del espíritu del gran genio de las incursiones), ha vivido con los beduinos y ha cruzado el Sáhara de Oeste a Este a pie y en camello. Para Asher, la explicación última de la personalidad de Thomas Edward Lawrence, Ned para la familia, radica en la relación con su madre, Sarah Lawrence, de la que heredó el cabello rubio, los ojos azules y la mandíbula proyectada, y que le pegaba al chico.

Sarah tuvo cuatro hijos ilegítimos, todos varones, con Thomas Chapman, un rico aristócrata casado que renunció a su vida anterior para, pese al escándalo, irse con ella, que era la institutriz de sus cuatro hijas. Mujer de carácter y de firmes convicciones morales y religiosas, aunque hizo lo que hizo, controlaba a sus hijos, estaba obsesionada con la pureza de estos y chocaba con la personalidad individualista, sensible, obstinada y secretista de Ned, al que administraba frecuentemente castigos físicos para doblegar su voluntad. Asher opina que el masoquismo de T. E. Lawrence y el trastorno de flagelación que padeció –tras la guerra le pagaba a un hombre llamado John Bruce para que lo azotara– no provenían de sus traumáticas experiencias bélicas, sino que estaban arraigados en su personalidad desde niño con la tendencia al autocastigo y al autodesprecio que le provocaban la conflictiva relación con su madre. Ciertamente, la guerra intensificó esas pulsiones y les ofreció un marco propicio.

Tenía un miedo terrible al dolor, pero al mismo tiempo trataba de controlarlo infligiéndoselo él mismo, lo que le daba sensación de poder. Ese masoquismo incluía una carga de exhibicionismo: no se trataba de sufrir en silencio. ¡Hay que ver qué complicados pueden ser los héroes! Lawrence desarrolló un fuerte desagrado por su cuerpo y el sentimiento de ser físicamente inadecuado. Pese a su increíble capacidad de resistencia, resultado de un obsesivo adiestramiento, se consideraba poco masculino y de hecho se le ha descrito con frecuencia como de aspecto aniñado y hasta afeminado. No le atraían los cuerpos de las mujeres, sino los de los hombres. En todo caso, tenía horror a la intimidad física del sexo. La única vez que se enamoró, según los indicios, fue de S. A., las iniciales que aparecen en la conmovedora dedicatoria de Los siete pilares de la sabiduría, y que se cree que corresponden a Salim Ahmad, apodado Dahoum, un jovencito aguador árabe al que cobró afecto durante sus excavaciones en Siria antes de la I Guerra Mundial y con el que vivió una relación muy romántica. Es difícil decir si pasaron a mayores.

Asher encuentra que mucho de lo truculento que explicó Lawrence es producto de su fantasía y ansias de martirio, y especialmente de su impulso de humillación y autodegradación, que le resultaba tranquilizador: “El hombre puede ascender a cualquier altura, pero hay un nivel animal por debajo del cual no puede ya caer”. En ese sentido, el biógrafo opina que lo más probable es que la famosa historia de su tortura y violación por soldados turcos en Deraa cuando espiaba disfrazado de circasiano –episodio que explica con pelos y señales en su libro (detallando incluso que el bey turco le había metido mano y que tuvo un orgasmo mientras le golpeaban)– sea una invención. Tampoco cree que ocurriera otro de los episodios más célebres de las aventuras de Lawrence, la terrible ejecución con su revólver de Hamed el Moro, culpable de asesinar a otro miembro de la partida guerrillera. Lawrence, sostiene Asher, no tenía estómago para matar a un hombre a sangre fría. Tampoco era un sádico capaz de dar la orden de no hacer prisioneros durante el ataque a la columna turca en Tafas. En cambio, parece sí ser cierto que Lawrence regresó con gran coraje sobre sus pasos y salvó la vida a su sirviente Gassim, caído del camello durante la travesía de El al Houl, el Terror, la desolada extensión del Nefud que hubo que atravesar para atacar Aqaba (en la película de 1962 de David Lean protagonizada por Peter O’Toole, el rescatado y el ejecutado eran la misma persona, para mayor dramatismo).

Yo no soy hombre de acción. Te amaba y
por eso tomé aquellas oleadas de hombres
en mis manos”
Asher concluye que Lawrence contó muchas mentiras, exageró y reinventó episodios de su vida, siendo un manipulador de su propio mito. Bernard Shaw, amigo de Lawrence, apuntó que este no era, desde luego, “un monstruo de veracidad”. Y llegamos a lo de los azotes pagados. Estos eran de carácter indudablemente sexual, pues se los hacía dar en el culo, con perdón, no en la espalda (¿no son las nalgas en pompa de Lawrence de Arabia un símbolo de las dunas, como lo son los pechos de la Katherine de El paciente inglés?: un desierto escondido hecho de deseos y transgresiones). La primera vez, en 1923, Bruce le propinó 12, y los latigazos le hicieron sangrar. Al acabar le pidió: “Dame otro, el de la suerte”. En total, hasta 1935, el escocés lo azotó en nueve ocasiones, al menos una con otra persona presente. Lawrence experimentó el orgasmo varias veces.

Muchos de los misterios de la personalidad del coronel Lawrence quedaron sin resolver para siempre cuando murió, seis días después de sufrir un accidente con su motocicleta Brough Superior de 1.000 cc, el 13 de mayo de 1935. Es difícil decir quién fue realmente Lawrence de Arabia, pero su lucha contra el desierto y contra sí mismo refleja algunas de nuestras luces y sombras, de nuestras dudas y anhelos secretos. “Aquel crepúsculo era feroz, estimulante, bárbaro”, escribió en una ocasión, “reanimaba los colores del desierto como una pincelada mientras que lo que yo ansiaba era debilidad, frescores y brumas grises, que el mundo no tuviese aquella claridad cristalina, aquella definición de lo acertado y lo equivocado”.


el dispensador dice:
gentes pacientes de miradas profundas,
escasas palabras en distancias rotundas,
cambian los paisajes de arenas vagabundas,
reconocer huellas donde nada abunda...

eternos veranos de cielos extraños,
todo permanece a pesar de los años,
allí no hay tiempo para engaños,
no darse cuenta es asumir los daños...

hubo otras eras con distintas gestas,
había templos y muros de piedras,
mares extensos de aguas sin crestas,
alguien se fue abriendo compuertas,
hoy sólo dicen que es naturaleza muerta...

muchas historias se han tejido sobre los desiertos, y aún cuando todos parecen ser iguales, la realidad demuestra que no hay semejanzas entre ellos. Incluso, dentro de un mismo desierto, se aprecian diferencias angulares que habilitan a definirle regiones. La presencia humana es escasa, sin embargo sus habitantes bien saben de "sendas" a las que hay que aplicar sutiles "sentidos"... lo que implica conocer de vientos, cielos, arenas, gravas, y dunas, y obligando a reconocer olores. Hubo un tiempo en que en el Sahara desbordaban las vidas, y hoy aunque éstas ya no se manifiestan, bien puede asegurarse que el desierto vive, expresándose a través de ciclos regulares que dependen de los acuíferos subterráneos, esos mismos que guardan mares que otrora afloraron, permitiendo a otras culturas hacer de sus costas el bullicio de sus hogares. El Sol agobia los días, tanto como las noches congelan el alma... pero entre dichas diferencias, los lugareños reconocen a almas vagantes de antiguas caravanas que siguen utilizando los mismos portales del espacio-tiempo, llevando y trayendo esperanzas e ilusiones de aquellos que habiendo partido, no han podido regresar a sus destinos.
File:Saharan topographic elements map.png
El Ahaggar esconde antiquísimas grutas donde se ocultan tesoros dejados por los atlantes a su paso hacia los mares del sureste del continente africano... muchos saben de su existencia, pero nadie reconoce el paisaje, por lo que aquellos rastros son apenas ecos de historias perdidas por culturas extraviadas. Aunque no se crea, el Sahara late al igual que cualquiera de los otros desiertos de la Tierra, y sus fuentes, aunque invisibles al ojo humano y a la intención depredadora, permanecen intactos y a buen resguardo. En dicho contexto, las visiones de occidente, han tejido historias de espías y aventureros, intrépidos que huyendo de sus propios destinos, supieron quedar atrapados entre distancias fantasmales y espíritus trashumantes que permanecen custodiando los tiempos por venir. Más allá de los relatos, existe una historia épica gestada en desiertos para nada semejantes a los descriptos en las páginas de libros... allí, las sensaciones del hombre blanco en un contexto eminentemente hostil, sólo tergiversan una realidad tan apasible como catastrófica, donde las tormentas aparecen subrepticiamente, ejerciendo una violencia temible, para luego esfumarse y dejar todo distinto, sólo apto para los sentidos de aquellos llevan al espíritu de las arenas consigo. En el Tassili-N-Ajjer, aún perduran rastros de culturas inquietas del pasado antidiluviano... y hasta pueden escucharse sus voces en algunas noches de pasividades revueltas. No obstante, el secreto mayor de estos paisajes reside en la sabiduría de dejarse guiar por las visiones del alma, reconociendo a los duendes de las arenas, pero más que eso, aprendiendo a beber de sí mismo... ¿sabes lo que es eso?... cursar la vida sin padecer sed. AGOSTO 26, 2012.-