lunes, 30 de noviembre de 2009

andando, simplemente andando


andando, simplemente andando,
fui dándole color a la música...
los mejores acordes salen del alma,
sin siquiera saber ni cómo ni dónde...
apenas asoma en la mente,
fluye en los ojos el sonido cadente...
andando, simplemente andando,
fui escribiendo una sinfonía plena de colores...
notas, tonos, números y formas,
brindan perspectiva a las paralelas del silencio...
todo se entrelaza desde el espíritu,
siempre que te resignes a aceptarlo...
andando, simplemente andando,
escuché otras músicas,
vi otros colores,
percibí tonos caídos y otros tantos engañosos,
algunos habían sido plagiados,
robados de otros pentagramas...
el pentagrama puede aparecer bello,
pero muchas veces desafina...
te miran a la cara pero te mienten en la esencia,
revelando la intención de quien da la nota...
a veces tarda en suceder,
pero finalmente el tono que se quiebra,
desvela la mano que se cerró justo...
justo cuando debía abrirse.
cuando el silencio invade la música,
cuando el color se cae del pentagrama,
el corazón se marchita,
protegiéndose del dolor,
buscando una senda sonora que lo conduzca a la calma,
si el latido no es suave,
sólo hay pesadumbre en el alma.
el amor no es una apuesta,
la compañía lo es mucho menos,
si en la amistad no existen puentes,
el sentido que lleves será doliente...
si no sabes compartir,
y apenas pretendes usar,
como fiel oportunista,
finalmente quedará a la vista,
la esencia del atropello...
no importa cuando será el día,
el reclamo reiterado,
como factura inconsistente,
se licua en el inconsciente,
quebrando el puente del doliente,
que en silencio perdió la nota,
el tono, el color hacia el poniente.
el dispensador: de días rotos y pentagramas quebrados. Noviembre 30, 2009.-
DEDICADO A: los que llevan la música en el alma... y no la arrojan por la ventana.

domingo, 29 de noviembre de 2009

humos


Evangelio: Lucas 21, 25-28. 34-36
"Se acerca vuestra liberación"


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre."

el dispensador dice:
repentinamente el aire tomó colores...
las ondas se enseñaban en plenitud,
semejando humos mensajeros,
etéreos y silenciosos mensajes transformados por las corrientes de aire,
hilos de nada con formas antojadizas...
manos sin dedos que llaman al alma atenta,
se podía respirarlos y se sentían dulces.
también se podía admirarlos y seguir sus juegos,
entrelazando moléculas invisibles
para dar forma a aquello que despertaba la imaginación,
lo suficiente como para entender una expresión muda...
subían y bajaban los efluvios.
el fenómeno duró lo suficiente como para asumir su realidad.
el que lo quiso entender, así lo pudo.
el que lo quiso desdeñar, así lo pudo.
el que lo vio pero no logró interpretarlo, se quedó vacío.
el que lo negó, se tornó denso e impenetrable.
el que lo aceptó sin dimensionarlo, guardó la ilusión del tiempo.
el que sólo vio humos, se quedó sin horizonte.
el dispensador: tiempo de fenómenos extraños y silencios avergonzantes. Noviembre 29, 2009.-
DEDICADO A: los que ya están viendo los humos tomar colores... y los entienden.

..."los que viven adheridos a los bienes y al dinero, parados sobre la soberbia que humilla a los humildes, están siendo envueltos en humos que nublan las capacidades depredatorias y los desprecios..."

de teclas, ideas y exilios sentimentales



El misterioso señor Aira
No da entrevistas en la Argentina. No circula en ambientes literarios. Publica un libro cada seis meses. Y para la crítica internacional es uno de los escritores más prestigiosos de nuestro país. Habla aquí de sus invenciones y secretos

Noticias de ADN Cultura: Sábado 28 de noviembre de 2009 | Publicado en edición impresa
Por Pablo Duarte
México D. F., 2009

Narrador infatigable, César Aira (1949) nació en Coronel Pringles, un pueblo del interior de la Argentina. Avecindado desde su juventud en Buenos Aires, ha hilado una de las obras narrativas más copiosas de la literatura hispanoamericana contemporánea. Además de sus novelas -muchas de ellas publicadas en México-, entre las que se cuentan La liebre, Cómo me hice monja, Los fantasmas, El congreso de literatura, Las aventuras de Barbaverde y Los dos payasos, ha escrito ensayos críticos sobre Copi y Alejandra Pizarnik

Aira ha perfilado un estilo personalísimo, lleno de retruécanos imaginativos y dislates sucesivos que lo marcan como un escritor, si no marginal, por lo menos raro. Esa rareza, y el frenesí con que publica sus novelas siempre breves, han provocado que se lo encasille como un autor para verdaderos devotos. Él parece preferir tener "lectores" a tener "público". Esta conversación tuvo lugar durante una breve estancia suya en la ciudad de México.

-¿Ser una figura pública es un agobio? ¿Un mal necesario?
-Lo es solamente en los viajes. En la Argentina he bajado la cortina y nunca hay entrevistas, muy de vez en cuando participo en algún congreso, en un panel, una o dos veces al año. Y no hago ningún tipo de vida pública. Cuando viajo sí, porque a veces es el precio que hay que pagar para que lo lleven a uno a algún lugar lindo del mundo, y lo hago con gusto. Hablar de uno mismo siempre reconforta el ego, sobre todo ver que hay algún interés por uno.

-Más bien es usted una figura retraída, doméstica...
-Sí, sí. No porque sea una estrategia mía, es lo natural en mí. Me sigue gustando escribir, cosa que es bastante rara entre escritores. Quiero seguir escribiendo. Tomarme tiempo, tener disposición mental para escribir. No necesito exposición pública.

-Es un fenómeno común el de los escritores que, conforme avanza el tiempo y la obra se consolida, comienzan a privilegiar su participación en congresos...
-Lo que pasa es que hay muchas personas que, cuando dicen en su juventud "yo quiero ser escritor", en realidad lo que quieren es funcionar socialmente como escritores, eso es lo que les gusta. Tener el carné como para poder opinar, ir a congresos, tener una figura social profesional. Y encuentran que el problema que plantea eso es que tienen que escribir, cosa que no les gusta. Entonces escriben un libro cada diez años, con un gran esfuerzo, o recopilan artículos de manera que mantienen en vigencia su carné de escritor. Por eso muchas veces he dicho, cuando me preguntan por esto, que no me gustan los escritores que no escriben. Porque veo que hay escritores que funcionan como escritores y que en realidad no son escritores de vocación. Y en mi caso, que he publicado tantos libros, pequeñitos pero tantos, hay como un rechazo contra mí por ser muy prolífico. Un amigo me decía, cuando le dije que venía a México a participar en cosas públicas: "Llevá un revólver, y cuando empieces a hablar, ponelo sobre la mesa y decí: la primera vez que se pronuncie la palabra ?prolífico?, me pego un tiro. Así los vas a tener controlados". Porque prolífico ahora se ha vuelto un término despectivo. Si es prolífico, no puede ser bueno. Pero eso viene justamente de todos esos escritores que no escriben y que se defienden así. ¿Qué otra cosa puede hacer un escritor que escribir? Es decir, si lo que escribe se publica, es porque hay algún interés en publicarlo, algún editor interesado, algún lector interesado en leerlo. Así que no veo el motivo para despreciar lo prolífico.

-Es como si hubiera la intención de "dosificar el genio".
-Exacto, y viceversa: está la idea de que si alguien escribe un libro cada veinte años es porque tiene que ser buenísimo. No hay ninguna garantía.

-Está también la idea de que el escritor tiene que opinar sobre todo, volverse una especie de oráculo...
-Hay muchos a los que les gusta eso. El hecho de haber escrito unos libros es la excusa para hacer esto que quieren: opinar sobre el ser nacional, como se dice en la Argentina, sobre los problemas sociales del mundo, de la vida, de la ética. Quizá no está tan mal eso, porque después de todo un escritor es un profesional de la palabra. Sabe, ha aprendido, si ha hecho bien su aprendizaje, a hacer oraciones que suenen bien...

-Sin embargo, y es a lo que quería llegar, esas opiniones, esa capacidad para interactuar con el mundo, están en su caso en sus novelas, más que en la prensa.
-Lo mío siempre va un poco para el lado de la fantasía, de la invención, hasta del disparate, el delirio, así que no me atrevería a ponerme a opinar sobre el mundo.

-Pero ¿no le parece que ésa es una manera oblicua o sesgada de dar su visión del mundo?
-En general, los escritores que se vuelven opinadores se vuelven opinadores desde el lado del sentido común, desde una ética biempensante. Nunca hay nadie que salga a decir una barbaridad, que sería tan bonito.

-Me gustaría que me contara un poco sobre su proceso de escritura. Ha hablado de que escribe sólo una carilla diaria...
-Mis novelas parten de una idea, de algún tipo de juego intelectual, de algo que me parezca prometedor y desafiante. A ver si se puede hacer, no sé, qué sé yo, un hombre que se transforme en ardilla poco a poco. De ahí me lanzo a la aventura, a ir improvisando cada día.

-¿Dónde escribe? ¿En su casa, en su estudio?
-No, no. Cuando mis hijos eran chicos, vivíamos en un departamento muy pequeño, y me acostumbré a ir a un café, sentarme y escribir ahí. Buenos Aires es una ciudad, bendita sea, que tiene muchos cafés muy acogedores donde uno puede quedarse tranquilamente. En mi caso, nunca mucho. Media hora, una hora, en que me siento, a mitad de la mañana. Mis hijos crecieron, se fueron a vivir solos, pero la costumbre mía quedó. Así que todas las mañanas, a media mañana, me voy a un café y hago mi sesión del día: escribir una paginita, porque voy escribiendo muy despacito. A veces he pensado si lo mío no se parece más al dibujo que a la escritura, en el sentido de que soy muy fetichista de lapiceras, tintas, papeles buenos, cuadernos muy exquisitos, y escribo tan despacito y pensándolo tanto. Todo lo mío tiene un componente visual muy grande. Siempre estoy pensando que se vea bien lo que estoy escribiendo, al final de cuentas me parece que estoy haciendo un dibujo cada día.

-Claro, en sus novelas hay algo muy visual...
-Sí, a veces me doy cuenta de que me excedo en eso. Como quiero que el lector vea exactamente, entonces me paso de rosca con los adjetivos, poniendo de qué color es y de qué forma. A veces tengo que tachar porque me doy cuenta de que el lector no necesita tanta fijación. Y si no ve exactamente lo que vi yo, bueno, ¿qué importancia tiene?

-A pesar de esa fijación con mostrar, el lenguaje de sus novelas es bastante claro, diáfano.
-Eso lo he hecho por intuición, pero me doy cuenta de que, como la invención mía es tan barroca, no podría agregarle un barroquismo del lenguaje porque sería una superfetación. Para servir a esa imaginación un poco desbocada que tengo, se necesita una prosa lo más llana y simple posible.

-Podría ser visto casi como un gesto de cortesía...
-Eso lo he notado cuando viajo a cualquier lado por la aparición de un libro mío. Yo corro con ventaja porque muchas veces llega un autor a presentar un libro y en la redacción te dicen que tenés que leerlo para mañana. Y resulta ser un libro así de gordo, pesado, aburrido, lleno de reflexiones metafísicas. Bueno, ese entrevistador va a ir con una mala leche... En cambio, en mi caso, es un librito así, de setenta páginas, que se lee en un rato, más o menos divertido. Entonces ya vienen con una sonrisa y me tratan bien.

-¿Así que la brevedad es algo muy pensado?
-Cuando empecé a escribir y a publicar, traté de ir a extensiones normales y publiqué varias novelas de doscientas páginas; en una creo que llegué a trescientas. Pero haciendo un esfuerzo. Y después, a medida que los editores me iban aceptando más como soy, fui yendo a lo natural en mí. Creo que ese formato de unas cien páginas, a veces poco más, es lo natural en mí. Digamos que es el formato ideal para el tipo de imaginación, de historias que yo invento.

-Va escribiendo, y de pronto siente que ya dio de sí la historia...
-Sí, ésas son intuiciones que uno va adquiriendo con el oficio: me doy cuenta cuando viene el buen final. Mis finales no son tan buenos, muchas veces me los han criticado, con razón, porque son un poco abruptos. Y yo he notado que a veces me canso o quiero empezar otra historia, y termino de cualquier manera. A veces me obligo a poner un poco más de atención y hacer un buen final.

-Me da la impresión de que sus novelas son siempre una suma de digresiones.
-Sí, hay algo de eso, por el modo de escribir, improvisando día a día. A mí me gusta esa línea un poco sinuosa. Me gusta estéticamente, y creo que aun así mantengo cierta unidad, una coherencia.

-Hablando de esa línea de digresiones y de sus hábitos como escritor, ¿es usted un escritor que pasea mucho? Lo pregunto por la asociación de la digresión con el paseo.
-Sí, soy un gran caminador. Por la mañana, los días que no voy al gimnasio, hago lo que yo llamo mi caminata deportiva, una caminata larga que me doy al amanecer, porque soy muy diurno, me despierto siempre cuando sale el sol. Después, durante el día, también camino mucho -como no tengo auto, nunca lo tuve-, camino por el barrio. Y a la noche, antes de la cena, hago mi segunda caminata larga.

-¿Y están relacionadas con el trabajo?
-A veces salgo de mi casa y empiezo a pensar fantasías completamente inútiles, no es que piense argumentos del libro. Una hora después, estoy abriendo la puerta de mi casa y todo lo que pasó en medio se fue. No vi nada, estuve moviendo las piernas mecánicamente. En general yo no escribo si no estoy escribiendo, si no tengo la lapicera en la mano.

-En cuanto al proceso de escritura, usted ha estado muy cercano a las vanguardias literarias. Me interesa preguntarle sobre la idea de poner más peso en el proceso de creación que en el resultado final.
-Sí, ésa es una de las características, inclusive del arte contemporáneo. Tampoco hay que exagerar demasiado ahí porque este process art termina siendo ombliguista, mirarse a sí mismo. En esto yo, como en tantas otras cosas, como en el pago de los impuestos, soy normal y voy al término medio. Sí, me interesa el proceso, dejar desnudo el proceso de la escritura, que se vea, pero también tener cierto respeto por el resultado. Que quede algo ahí. Creo que estoy en un término medio.

-A usted, sin embargo, lo ubican como un marginal, como un outsider, un escritor para fieles pero no para mayorías.
-Eso le estaba diciendo ayer a mi editor acá, que yo soy uno de esos escritores que nunca van a tener público, pero siempre van a tener lectores, lectores sueltos. Nunca van a coagular en público, que es lo que hace al negocio. En mi caso no va a ser así.

-¿Y cómo ha sido su relación con los editores?
-Siempre ha sido buena. Quizá por mi inseguridad, mi timidez, siempre pensé que ellos estaban haciéndome un favor, estaban perdiendo plata conmigo; cosa que ha sido real, además. Pero, bueno, los editores, aun el más comercial, tienen siempre un nicho para algo que les guste aunque no les dé plata, que es mi caso.

-Quisiera ahora hablar de su papel como un muy buen traductor. Quizás ahí uno se acerca a una seriedad y un rigor...
-A una corrección sobre todo. Yo siempre a la traducción la tomé como un oficio del que viví. Ahí sí lo vi con todo pragmatismo, hasta tal punto que me especialicé en literatura mala. Porque los editores pagan lo mismo por la mala que por la buena, y la buena es mucho más difícil de traducir. Entonces terminé especializándome, bah, más bien tomando esos best sellers norteamericanos, que son facilísimos de traducir porque están escritos en una prosa estereotipada.

-Pero también ha traducido...
-También he traducido cosas buenas, un poco por desafío, por ver si podía hacerlo. Y ahora que dejé de traducir profesionalmente, lo hago de vez en cuando por amistad, con algún escritor o con algún amigo. Hasta a Shakespeare me atreví. A Shakespeare lo leo desde chico, y había dicho: "Esto nunca lo voy a traducir; si me ofrecen traducir a Shakespeare, nunca lo voy a aceptar, porque Shakespeare es riqueza pura, es una riqueza concentrada". En cada verso de Shakespeare hay poesía, metáforas, hay un avance de la acción, una caracterización del personaje, todo junto, en cada verso. Pero una vez un amigo estaba preparando, para editorial Norma de Colombia, una colección de Shakespeare traducido por escritores hispanoamericanos, me habló y me dio a elegir y, para hacer algo distinto, elegí Cimbelino, una de las obras últimas y favoritas mías. Y lo traduje. Me dio un trabajo infernal, ahí sí me juré "nunca más Shakespeare". Y aun así recaí. Recaí por el motivo más curioso, y es que años después, me llamaron de una editorial para decirme que querían traducir, no sé bien por qué motivo, creo que porque Harold Bloom lo había mencionado, Trabajos de amor perdidos. Entonces les dije que ésa era la idea más ridícula que se les podía haber ocurrido porque esa obra no tiene argumento, es una cadena de juegos de palabras, de chistes lingüísticos. ¿Cómo traducir eso? Por ese mismo motivo, dije: "Bueno, lo voy a hacer". Me la elogiaron mucho. Aunque ahí no es cuestión de traducir, es cuestión de... no sé qué verbo habría que emplear, de recrear cada chiste, cada juego de palabras. Lo tomé como un juego, como un desafío, a ver qué salía. Pero nunca más, ahora sí. Aunque esos "nunca más" siempre tienen una excepción.

-¿Y la de Cimbelino?
-Tomé una decisión, que fue traducirlo en prosa y en prosa explicada. Ante cada metáfora, yo no la traducía sino que explicaba, a veces a lo largo de cinco renglones, lo que Shakespeare había dicho en dos palabras. Cada chiste, cada obscenidad, que abundan, yo la explicaba en extenso. Cuando se la di al editor me dijo: "Parece una novela de Ivy Compton-Burnett". En realidad, quien quiera leer a Shakespeare tiene que hacer un pequeño esfuerzo, aprender algo de inglés y leerlo, porque no hay otra. Las traducciones pueden servir, ya sea como guía para alguien que está aprendiendo el idioma o ya como experimento para ver qué pasa, qué se transmite de una lengua a otra. Tampoco nunca me interesó mucho toda la cuestión teórica de la traducción.

-¿Y nunca lo vivió como un proceso para su narrativa? ¿Cómo un trasvase?
-No, no. Lo que sí creo que intervino en mi trabajo de escritor fue acostumbrarme a la corrección de la prosa. A que cada frase tenga su estructura sintáctica bien hecha, porque eso es lo que le pide el editor al traductor, una buena prosa. Buena en el sentido de correcta, legible. Alguna vez pensé que eso había estropeado mi prosa, que me había acostumbrado a una corrección excesiva. Y hasta traté de "salvajizarme" un poco, hacer esas cosas que hacen mis colegas jóvenes, sobre todo hacer frases que no tienen verbo, donde está todo al revés, pero no, no creo que sea ningún problema.

-Hablando de los colegas jóvenes, no recuerdo quién decía que a sus contemporáneos y a sus menores uno en realidad no los leía, sino que los vigilaba. ¿Usted qué relación tiene con sus contemporáneos, con los menores? ¿Los lee?
-Sí, los leo. Leo bastantes dos primeras páginas. Es raro que siga. Creo que la narrativa, en la Argentina por lo menos, ha caído en un realismo un poco chato, casi costumbrista, costumbrista tecno, pero costumbrista al fin. Hay una chatura tal (y me sucede con muchos jóvenes que se reclaman de mi influencia, de mí como modelo) que, cuando leo lo que escriben, me sorprendo. Ha quedado muy relegada la invención. Hay como más voluntad de testimonio, de estas vidas maravillosas que estamos llevando. Creo que la historia les ha jugado una mala pasada a los novelistas, y es que les ha solucionado muchos problemas. Y una novela sin conflicto... Estos jóvenes de clase media, que son los que escriben, los que van a la Facultad de Letras, hoy día ya no tienen ningún problema, la historia se encargó de solucionarles todo. El problema sexual, por ejemplo: hoy los jóvenes no tienen los problemas que teníamos nosotros. Entonces se inventan. O recurren a la neurosis. A la hipocondría. Y toda esa miseria psicológica a mí me cansa. Yo quedé como enganchado a las novelas de piratas: salgamos al mar a hacer algo, a tener aventuras. Este realismo de barrio elegante, Palermo Soho, no me convence.

-Por ahí decía usted que la realidad la hacían los otros, y que usted estaba ahí mirándola como espectador. Me parece que eso tiene que ver con su apuesta y su fidelidad por la fábula y por la invención, algo que es por lo menos poco practicado.
-Exacto. Lo que pasa es que una fábula, un cuento de hadas, es poco serio. Entonces, para darle seriedad, hay que hacerlo bien. Y ahí me temo que estos jóvenes desconfían un poco de sí mismos. No me voy a largar a meter a un enanito volador en mi novela porque eso lo tendría que hacer muy bien para que funcione, entonces se refieren a la rave, que ya lo tienen más controlado.

-Curiosamente la aventura inventiva se asocia con un espíritu de riesgo.
-Por eso me sorprende que estas novelas de los jóvenes, por lo menos de los jóvenes argentinos, parezcan novelas de senectud. Sin impulso de creación.

-¿Y usted cómo ha sentido el paso del tiempo?
-Me han preguntado, yo mismo me lo he preguntado, si ha habido una evolución. No sé. Creo que se está acentuando la melancolía. Porque para ser sinceros, como decía Felisberto Hernández, noto que cada vez escribo mejor, lástima que cada vez me vaya peor. Uno va mejorando su técnica, pero inevitablemente, si uno es sincero consigo mismo, sabe que se terminó la juventud y hay una melancolía que va creciendo. Creo que la tengo a raya justamente con el juego, con la invención, pero va aflorando. No sé, lo veo desde afuera. Tal vez termine siendo uno de esos viejitos payasos.

-¿Mantener a raya la melancolía es una preocupación?
-No es algo que se presente como una batalla. Es algo que noto. También hay algo de cansancio. Pero estoy seguro de que voy a seguir escribiendo.

-Algo que me llamó mucho la atención fue su pequeña introducción al Diario de la hepatitis. Esa pequeña página..
-Ah, sí, es una página de "nunca más voy a escribir". Creo que era mi etapa Rimbaud. Estaba coqueteando mucho con eso, con el abandono. Dejar de escribir para ver qué pasa. Pero fue un coqueteo, un juego teórico que no llevó a nada. Ahora estoy convencido de que no voy a abandonar nunca. Incluso hasta tengo cierta expectativa: si empiezo a decaer, como es normal que a un hombre entrando en la vejez empiecen a fallarle las cuestiones mentales, ¿qué va a pasar con lo que escribo? Es una curiosidad que estoy sintiendo y que querría experimentar.

-Para hablar de poesía, usted ha tenido relación con grandes poetas, ha escrito sobre Pizarnik.
-Me formé en medio de poetas, y de ahí creo que viene este amor mío por los libros pequeñitos, que a mí me parecen joyas. Y los libros gruesos me parecen un poco groseros, para seguir con la etimología. Como nunca escribí poesía, en cambio escribí novelitas que parecen libros de poesía. La poesía me parece que es el laboratorio de la literatura. Ahí se prueban las innovaciones, los juegos más extremados. En la narración esos juegos pueden servir como modelos para estructuras distintas...

-¿De la poesía qué más le interesa?
-La buena poesía. Uno de los primeros libros que leí en mi adolescencia y que me hizo descubrir algo importante fue Trilce, de César Vallejo. Ese libro me hizo descubrir que la literatura también podía ser enigma. Cuando lo leí por primera vez, a los catorce o quince años, no entendí nada, ni una sola palabra. Y eso me deslumbró. De hecho, pienso que lo que se llama literatura infantil ahora tiene el defecto de que simplifica mucho el vocabulario. Porque a los niños les encanta, los hechiza la palabra que no entienden. Bueno, a mí me pasó con Trilce, que sigue siendo un libro favorito mío y que me mostró cómo la literatura podía ser enigma, misterio. Lo releo por lo menos una vez al año, le doy una relectura a Trilce para refrescar esa maravilla.

-Quisiera volver al escritor como figura pública, al escritor que opina. Hay una ligereza en usted que puede ser bastante sana. Una ligereza que se corresponde en su escritura...
-Eso es lo que siento naturalmente. Creo que la literatura no tiene una función importante en la sociedad. Por otro lado, pienso que la literatura siempre ha sido, es y va a seguir siendo minoritaria, para unos pocos, y que tiene que ser opcional. Hay muchos colegas míos que casi están predicando la obligatoriedad de la literatura. Hacer leer a los jóvenes. Eso no me gusta. En nuestra sociedad todo se va volviendo paulatinamente obligatorio, así que dejemos la literatura como actividad optativa. Que lea el que quiera. El que quiera leer va a tener mucha felicidad en su vida, pero si no quiere leer, también puede ser muy feliz. No soy un evangelista de la lectura. Ahora se ha puesto de moda eso, promover la lectura. Hay hasta fundaciones que se dedican a eso. Yo sospecho que todos los que hacen ese trabajo, y cobran muy buenos sueldos por hacerlo; no leen nunca. Los que sí leemos no somos tan proclives a promover la lectura. Quizá porque hemos aprendido que es la actividad más libre que uno puede hacer.

-¿Qué opinión le merecen los escritores serios, los intelectuales?
-No saben lo que se pierden. No saben cuánta libertad están perdiendo. Yo pienso, y lo he dicho varias veces, que es cada vez más difícil escribir literatura seria hoy. Ha habido todo un proceso, en los últimos cien años, de ironía, de distanciamiento. Hoy, escribir en serio o hablar en serio es ponerse en el borde, en la cornisa de la solemnidad, de la tontería, del lugar común, del patetismo, de la mentira biempensante. Y quizás es un poco triste eso: estamos obligados al chiste.

-De cualquier modo, el escritor, por tener un espacio público, por tener público, tiene una responsabilidad...
-Pero ahí vos lo dijiste bien: por tener público. Porque si quisieran tener lectores, harían un chiste. Y dirían alguna locura.

-¿Usted piensa en sus lectores?
-Sí, creo que todos los escritores tenemos algún lector, alguien que conocemos o hemos conocido. O a veces hasta alguien que nos imaginamos, con quien estamos dialogando. A veces a favor, a veces en contra. He terminado sintiendo mucho cariño sobre todo por los lectores que vienen a contarme una escena de una novela mía, o sobre un personaje de una novela mía. Eso es muy lindo porque siento que algo de lo que yo he escrito ha encarnado. En Francia una estudiante se me acercó a hablarme de esta novela chiquita que publiqué en Era, La Princesa Primavera, que se tradujo al francés. Me decía: "Mi personaje favorito es Arbolito de Navidad, me gusta cuando sale a caminar y se pone tan nervioso". Y lo imitaba. Ahí sentí como que algo se hacía realidad. Esas cosas provocan una gran satisfacción, más que tener el elogio académico, que generalmente está mediado por Derrida, por Foucault...

-Pero su obra es muy solicitada por los departamentos universitarios.
-No, yo me he vuelto un favorito de la academia. Lo he pensado mucho: ¿por qué se escriben tantas tesis sobre mí cuando no se escriben tantas sobre escritores mucho mejores que yo? Yo sé por qué pasa. Yo les estoy sirviendo en bandeja de plata lo que necesitan. Te doy un ejemplo, que lo di el otro día a unos estudiantes en la universidad: en esta novela mía, El congreso de literatura, yo quiero clonar a Carlos Fuentes, necesito una célula de Carlos Fuentes e invento una avispa mecánica con un chip e instrucciones de que vaya y tome la célula. La avispita cumple exactamente y me trae la célula, yo la meto en el clonador y es un desastre. Porque la avispa tomó una célula de la corbata de seda natural de Carlos Fuentes. Ese episodio lo toma un profesor de narratología y ahí lo tiene todo servido en bandeja, dónde empieza y dónde termina un cuerpo, ¿la persona social es parte de la persona biológica? Lo tiene todo servido en bandeja por esa estructura de dibujo animado, de cómic, en la que yo se lo estoy dando. Es decir, para aplicar los conceptos de Deleuze a Kafka hay que ser Deleuze; para aplicar los conceptos de Deleuze a mí es facilísimo. Creo que ahí está la clave: utilizar esos mecanismos sugerentes pero en términos de cultura plebeya. Seguro, lo tengo bien estudiado.

-¿Se puede afirmar que usted no es ajeno a la teoría?
-Leí mucha, porque en mi juventud, en los años sesenta, setenta, estaba muy de moda. Había una gran explosión del estructuralismo, del posestructuralismo, la lectura de Barthes, Lévi-Strauss, todo ese mundo. La revista Tel Quel era mi Biblia, después me fui alejando naturalmente de eso. Pero sigo leyendo mucho de psicoanálisis. Freud sigue siendo una de mis lecturas favoritas. Y mucha filosofía también. Aunque la filosofía la tomo a lo Borges, como una rama de la literatura fantástica.

-Le quería preguntar por el centralismo de la cultura argentina.
-Me fui a Buenos Aires a los dieciocho años con la excusa de estudiar abogacía, qué mal mentiroso fui. La Argentina es un país muy centralizado, todo pasa en Buenos Aires y muy poco en el interior. Lamentablemente. Con la excepción de la ciudad de Rosario, que tiene una vida cultural muy rica, pero no es Buenos Aires; además está muy cerca.

-¿A usted le preocupa esa centralización?
-No, no. De cualquier manera yo vivo en Buenos Aires, así que estoy aprovechando las ventajas del centro. Vuelvo dos o tres veces por año a Pringles, a mi pueblo. Lo que noto en los pueblos del interior, en Pringles como en otros, es la queja de la gente que tiene alguna inquietud cultural de que no pasa nada, de que no hay nada y es que todas las iniciativas culturales que se hacen ahí terminan fallando, terminan disgregándose en algo muy pedestre, muy primitivo, que no dan ganas de seguir. Hay algo que nunca hacen y que los llevaría de un solo salto a lo más alto que puede tener la cultura, que es leer. Eso me parece. Organizan teatro, música, clubes, hasta de literatura, y comentan novelas de Rosa Montero. ¿Por qué no agarran buenos libros?

-Otra vez el asunto de la obligatoriedad de la cultura...
-Totalmente. Es que yo creo que la palabra cultura tiene varias acepciones: la institucional, la antropológica, y la acepción que corresponde a cuando uno dice que fulano es un hombre culto, y se remite a una sola cosa, a leer libros. Todo lo demás, la televisión, el cine, el teatro, con todo lo bueno que tienen, no suplen el libro. Y el libro sí suple todo lo demás. Un hombre culto es un hombre que lee libros y no hay otra. Si no lee libros, no es culto, por más que sea ministro de Cultura.

-En cuanto a la relación del escritor y el poder, aquí en México hay programas gubernamentales que becan a los creadores nacionales...
-En la Argentina por suerte nunca pasó. Desde que existe la Argentina, los escritores han vivido de su trabajo. Eso no sólo les da una independencia respecto del poder, sino que les da también un sentido de la realidad, les da garra. Me parece que un escritor subsidiado es un escritor lavado. No por sumisión al poder, que también los hay, sino que se pierde el sentido de la realidad. En la Argentina muchos de mis colegas están poniendo a México como el ejemplo que se debería seguir, pero a mí no me parece tan bueno. No que tenga nada contra México y la riquísima literatura mexicana, pero eso me parece peligroso.

-¿Y qué escritores mexicanos cuenta entre sus influencias, entre sus lecturas tempranas?
-Lecturas tempranas no tanto, quizá Payno, Azuela. Los de abajo fue una lectura de adolescencia que me gustó; ahí sí hay garra, hay fuerza, hay un sentido de la realidad. Mis novelas de la revolución favoritas pasaron a ser otras, más del tipo dibujo animado: Se llevaron el cañón para Bachimba, de Rafael F. Muñoz, o Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia. Y después, estudiándola más, porque soy un lector ordenado, orgánico, descubrí a mis escritores mexicanos favoritos a la fecha, sobre todo Gerardo Deniz, al que leo y releo. Es un poeta enigma. Quizás hasta más que Trilce de Vallejo. Y Elena Garro, que la adoro. Me parece que como escritora es genial, una de esas que aparecen una vez cada cien años. Creo que es la más grande novelista del siglo XX.

-¿Por su propensión a la fantasía?
-Sí, y por otros motivos, por su biografía. Su vida estuvo un poco demasiado cerca de la obra y eso es peligroso, pero en el caso de ella, por una alquimia especial, ese odio, ese resentimiento, resultó en obras maestras como Inés o Mi hermanita Magdalena o Reencuentro de personajes o Y Matarazo no llamó. Joyas, novelas maravillosas. Qué lástima que se murió y dejaron de aparecer libros de Elena Garro. Estoy esperando una buena biografía. Me decía un amigo, Marcelo Uribe, y me lo han dicho otros también, que lamentablemente México no tiene una gran tradición de biografías de escritores. La Argentina tampoco, en eso estamos iguales, y es lamentable. Porque una biografía le sirve mucho al lector. Ordena las lecturas, pone en perspectiva. Los países que tienen gran tradición de lectura, como Inglaterra, tienen también una gran tradición de biografías. Es una pena y es bastante sorprendente que, habiendo tanta gente becada en las universidades, no hagan ese tipo de investigaciones. Aunque sea de vez en cuando, uno de cada cien que escriba una biografía. No puede ser que grandes escritores no tengan su biografía.
© LETRAS LIBRES, noviembre de 2009

el sabor del aire


Los juicios literarios de Orphée son implacables, pero precisos como la voz y la mirada con las que retrata la sociedad tucumana
Foto: Archivo

Entrevista / Elvira Orphée
Retrato de una rebeldía
La autora de Aire tan dulce (Bajo la Luna), que acaba de reeditarse, habla de su necesidad de poesía hasta en las narraciones y recuerda la niñez en Tucumán, donde transcurre su novela. También evoca su período romano, el amor que le inspiró a Italo Calvino, la amistad que la unió a Elsa Morante, y la trágica figura de Alejandra Pizarnik

Noticias de ADN Cultura: Sábado 28 de noviembre de 2009 | Publicado en edición impresa
Por Leopoldo Brizuela
Para LA NACION - La Plata, 2009

Elvira Orphée, casi noventa años, es una figura exótica y legendaria de la vida literaria argentina. Como Silvina Ocampo, como Sara Gallardo, Orphée ha escrito novelas y cuentos de una originalidad extrema y natural, sin imposturas, simple reflejo de una personalidad básicamente poética. Lo que la distingue, quizá, de sus contemporáneos, es el exquisito manejo del habla del noroeste argentino. Un recurso que le sirve para pintar una sociedad cuya mayor -y casi única- belleza se halla, según su mirada, en las formas de la destrucción: la violencia, la enfermedad, la locura.
Nacida en Tucumán, emigró a fines de los años cuarenta a Buenos Aires, donde estudió Letras, se casó con el pintor Miguel Ocampo, de quien tuvo tres hijas, e hizo su debut en la escena literaria con la novela Dos veranos (1956), saludada con admiración, entre otros, por Rosa Chacel. Poco después, acompañando a su marido en funciones diplomáticas, Orphée se estableció en Roma, donde formó parte del mítico círculo de escritores que rodeaban a Alberto Moravia y Elsa Morante. Tras una breve estadía en la Argentina, durante la cual el concurso de la editorial Fabril lanzó su segunda novela, Uno (1960), junto con las primeras obras de Haroldo Conti y Marta Lynch, Orphée se radicó en París, donde vivió hasta 1969. Empleada como lectora de literatura latinoamericana e italiana en la editorial Gallimard, Orphée prefirió recomendar, a los nombres del boom , el de su admiradísimo Juan Rulfo, el de Felisberto Hernández y el de Clarice Lispector, que dejarían cada uno su huella en las tres obras de su gran proyecto literario, elaborado por entonces: las novelas Aire tan dulce (1966), En el fondo (1971) y La penúltima conquista del Ángel (1977), una exploración en el tema de la tortura sin duda inusitada y, para muchos, como la escritora Luisa Valenzuela, "sublime". Orphée también es autora de tres libros de cuentos.
Austera y aristocrática a la vez, rodeada todavía hoy del halo de una belleza única y de una impiedad que le ganó no pocos enemigos, luego de repasar los ámbitos y amigos que dieron origen a Aire tan dulce , la novela con que la editorial Bajo la Luna inicia la reedición de sus obras, Orphée se revela, en realidad, como una "mujer en carne viva". El dolor de heridas nunca cerradas puede llevarla, sin transición, de odios tan ostentosos que no es difícil adivinarles la contracara de amor herido a gestos de arrasadora ternura, e inmediatamente, a arranques de un humor insólito, complacido en todo lo que en la vida hay de imprevisible y de inevitable.
"Ayer soñé con cuatro apocalipsis", dice de pronto, con la tonada tucumana modelándole las frases, mientras la fotógrafa la asedia a tomas. "Y no, nada terrible era... Yo estaba por encima y veía, muy tranquila, el mundo que iba destruyéndose, de cuatro modos." Cuando la fotógrafa le muestra la que considera la mejor toma, Orphée dice: "Un muchacho, me he convertido en un muchacho" y deja escapar un largo suspiro del que, como siempre, se rescata al recordar que no está sola y que puede aún "escribir en el aire": su gran pasión de estos años. "Yo no sé qué le pasa a Dios, si se habrá olvidado de mí, con tantos otros que tiene para atender... Y no me preocupo mucho, porque claro que sé que me queda muy poco tiempo. Pero no tengo miedo. Lo que tengo, ay, es una curiosidad in-fi-ni-ta."
* * *
Algo de la naturaleza nómada y apátrida de Elvira Orphée parece estar cifrado en su apellido, que por alguna razón llegó desde Grecia al pueblo francés de Cholet, "de donde salieron -explica la escritora- las primeras urdimbres para las Cruzadas". Algo del Orfeo mítico parece rodear la figura del padre de Elvira, omnipresente en sus charlas y en sus escritos, quizá por incomprensible. "En una entrevista que te hizo la profesora Gwendolyn Díaz -le digo-, leí que tu padre era un científico."
-Bueno, sí, si puede llamarse científico... Digamos, un químico que, en vez de seguir su carrera, había elegido trabajar en la Oficina Química de Tucumán. No sé por qué. Sí sé que su empleo era vigilar que todo lo que consumía la población fuera puro. Salía de inspector y si encontraba un lechero que mezclaba la leche con agua... ya ¡multa! En casa era un hombre raro, loco por irse a cazar leones a los cerros, ¡con esos fríos! No, no me hablaba francés. Creo que quería mantener su francés a salvo de toda contaminación nativa. A mí no me quería [se franquea, sin sombra de tristeza o amargura: es un desafío de esos que mantienen viva una antigua lucha]. Las enfermedades del calor las he tenido todas: malaria, paludismo... En una de esas fiebres, me acuerdo, mi madre penaba a un lado. Yo no entendía por qué. Yo veía pasar los angelitos sobre mi cama, me inventaba dinosaurios que eran sólo para mí, conversaba con las plantas... Me habían regalado los Cuentos de Calleja. Y después otro libro que se llamaba El tesoro de la fantasía . Eso había despertado mi pasión y ya inventé un cuento. Era puro bosque. Entre ramas vivía un Roland, sobrino de Carlomagno. Pero no tenía trama ninguna ese cuento, ¡era sólo lo que él pensaba! Una tarde levanté apenas la cabeza, mirando por la puerta de visillos hacia el patio, dije: "De esas azucenas van a salir las hadas". "No digas tonterías -me dijo mi padre-, de las plantas no salen más que flores." Yo no dije nada. Pero ahí lo enterré.
Aunque este pequeño universo familiar es muy semejante al de Atalita Pons, protagonista de Aire tan dulce , el gran escenario de la novela es otro: el ancho patio de Mimaya, la abuela criolla y su "círculo de poco sentido común" de parientas, vecinas, criadas y animales.
-Era mi abuela Eulogia Jiménez, casada primero con un señor Segura, catamarqueño. De ese matrimonio nació mi madre. Cuando enviudó, se casó con mi abuelastro, un señor Aráoz Alfaro, que yo adoraba y que tenía pasión por mí. Desde chiquita yo me escapaba a esa casa, que quedaba a cuadra y media de la mía. Porque además yo allí reinaba: ¡era la enferma! Ya podía pedir un cochinillo de Indias para la cena que los viejos me lo buscaban y me lo hacían... Mi abuela, que sólo se ocupaba la pobre de ir una vez por mes a ver cómo marchaba el juicio por una casa que le habían robado, fumaba en chala, pasaba las horas y las horas charlando con las criadas, que eran gente de campo y me divertían mucho, porque nos trataban como si fuéramos de ellas... "Señora Euloooogia, ¡no salga así que después se me constipa y mañana quién la aguanta!" Cuando volvían embarazadas después del Carnaval, había que escucharla a Mamiye lamentándose de que hubiera "otra boca más para comer". No se le ocurría que pudiera echarlas. Eran muy charlatanas y yo también hablaba mucho, y recitaba para ellas, inventaba obras de teatro... Cuando pasó el tiempo, cada tanto el patio temblaba y la palmera a bambolearse y cabecear. Era mi prima Elsa, la aventurera, que tomaba lecciones de aviación. Quería saludarnos, pero tenía que apartarse para esquivar la palmera.
-¿Y tu madre?
-Bueno, de mi madre lo primero que hay que decir es que era una mujer católica y una fanática de la limpieza y de la desinfección. Que vivía pendiente de mis tratamientos. Era terriblemente católica. Y se había casado con ese ateo y tenía esta hija desesperada por vivir... Por eso su pasión por meterme en un colegio de monjas. Mi madre estaba vistiéndome para una procesión. De angelito precisamente. Y sentí como un rayo en el vientre. Por suerte había cerca una cama y caí desmayada sobre ella. Me desperté horas después, en el sanatorio X. Todos los días venía un enfermero a drenarme la infección, que casi me llegó al corazón, con una cánula. Yo veía pasar al enfermero y... ¡lo veía al diablo! Por eso cuando salí, ya dije ¡ah bueno! Cómo me habré vuelto de mala que mi madre, aunque era la mujer más atormentada por miedo del infierno, se atrevió a alterar la partida de nacimiento para que pudiera entrar en un colegio en que me tuvieran quieta [se refiere al colegio Nuestra Señora del Huerto, que si bien hoy se enorgullece de haber contado entre sus alumnas, además, a Lola Mora, en esa época era, dice Elvira, muy tradicional]. Y entré a los once, con compañeritas de catorce... El primer día la conocí a Leda Valladares. "¿Y qué sos vos, ah? ¿Sietemesina?", me preguntó Leda al verme. ¡Cómo sería de ingenua yo que creí que me preguntaba si tenía siete hermanos mellizos! Las dos fuimos tal para cual: dos espíritus totalmente endemoniados. ¿Sabés cómo nos llamaba la profesora de música? "Caudillas de grillos" y "¡Bribonas!". Y éramos taimadas... Los viernes, cuando venía el cura a confesar, pedíamos permiso para salir y ya no volvíamos a clase. El tiempo se nos iba en imaginaciones malignas. Una vez Leda salió del confesionario, diciendo que el cura preguntaba el nombre, lo que no se puede hacer. Entonces fui y me inventé yo sola unos pecados horrorosos. "¿Cómo te llamas, hija?" "Saritita Molina Padilla", dije. Era el nombre de mi compañera de banco. Después teníamos otra trapisonda a la que habíamos llamado, no sé por qué, "la calandria". Aunque éramos las dos bajitas -yo más, claro, por la diferencia de edad-, nos poníamos últimas en la fila durante los rezos; y cuando el cura decía "y el cuerpo de Dios se hizo carne", que es cuando todos se tienen que arrodillar, embestíamos con la fila de chicas. Quedaba el tendal de devotas... En fin, pobre mi madre: no salí mucho más religiosa de lo que había entrado. Eso sí: siempre he tenido un costado muy metafísico. Ahora, por ejemplo -te vas a reír- estoy leyendo un libro de Katherine Neville, sobre el número ocho. ¿Cuál es tu número preferido? ¿El ocho también? ¡Gran destino! Sólo que van a tardar mucho en reconocerte. ¿Sabés?, cuando ella me levantaba de la cama, con un delantalito gris nomás sobre el camisón embutido en las medias, yo recuerdo que ya iba contando las baldosas así, de a ocho...
Al menos en un sentido, las elecciones estéticas de Valladares y Orphée son coincidentes: la primera buscó arte más allá de los límites de su clase y de la cultura urbana, Elvira Orphée hizo de los desclasados, los marginados y los pobladores de las zonas rurales de Tucumán los personajes de un mundo insólito, más cerca de Faulkner, Juan Rulfo u Onetti que de cualquier nativismo. La conversación deriva, por ejemplo, a la feroz pintura del ambiente de los ingenios azucareros, en donde se emplea el adolescente Félix Gauna, otro de los protagonistas de Aire tan dulce... "¿Cómo sabés tanto?", le pregunto.
-Mi madre se enfermó sorpresivamente cuando yo tenía quince años. No me explico qué pudo haber pasado. He llegado a pensar que sería un mal que le habían hecho, ¿vos creés en esas cosas? Mi padre no tuvo mejor idea que mandarme a un ingenio de un francés amigo suyo. Y yo le pagué volcándole el automóvil mientras trataba de enseñarme a manejar entre los cañaverales. Cuando mi madre murió, a la semana, otro francés, amigo de mi padre, me dijo: "Bueno, m´hija, ahora va a tener que pensar en ir buscando un hogar", y al mismo tiempo -se interrumpe Orphée, furiosa-, ¡le tuve que dar una trompada! Y después ya fue él, mi padre, que tenía esa pasión por desprenderse de mí. Me dijo que se casaba con otra mujer y que fuera buscándome dónde vivir. Claro, suponía que iba a ir a lo de mi abuela, que es lo que hice. Pero yo ya quería irme. Para los tucumanos era poco menos que una meretriz, simplemente porque me ponía a charlar con un muchacho, así como vos, de la ventana a la vereda...
Y así, como por casualidad, parece entrar en la conversación el modelo de Félix Gauna, ese fantástico personaje que en las primeras páginas de Aire tan dulce decide que "ya que no puede ser el mejor, será el peor", se hace echar de su colegio con el fantástico gesto de tajear en cuatro el mapa de la provincia al grito de "¡de este a oeste, de sur a norte, aquí nunca ha habido un hombre?!", y se encuentra con Atalita en un baldío de "basura y luna" (una imagen tan emblemática de su estética que ése es el título de su nueva novela, aún inédita).
-Ese baldío estaba a dos casas -contesta, evasiva y cortante- y pertenecía a una carpintería. Allí nos juntamos una o dos noches, sí, para planear las perradas que íbamos a hacerle al mundo? Pero ya soñaba con irme. Leda ya se había a ido Europa, a vivir de la música. Mi prima Elsa, la aventurera, le había pedido al padre, que era otro Orphée, un dinero. Y se había ido a Egipto, sin siquiera saber el idioma. Enseguida llegó carta donde decía que había conseguido que una familia egipcia la recibiera en su casa por un año. Me morí de envidia. Pero después llegó carta donde decía que se había fugado en un barco por el Mediterráneo porque se había dado cuenta de que todo era una trampa para casarla con el hijo mayor. Mi tío se negó a mandarle más dinero y Elsa vivió de baby sitter de una nena que aún le escribe... ¿Me querés decir por qué volvió? No lo puedo entender. El día que me fui de Tucumán fue el más feliz de mi vida.
* * *
Aire tan dulce es la novela de la rebeldía adolescente. En el fondo, es la novela del desarraigo y la nostalgia que Orphée nunca admitiría. Una nostalgia de madre. Una nostalgia menos de las personas del "país caliente", es cierto, que de un paisaje y, sobre todo, de un modo de hablar, o mejor, de un modo de relacionarse con la lengua, en los límites de la ciudad indiana con la argentina indígena, haciendo de la transgresión lingüística un disfrute cotidiano... Y la nostalgia y la sensación de no tener destino deben de haber puesto en marcha la rueda de su escritura.
-Cuando llegué a Buenos Aires fui a parar al pied-à-terre de una parienta lejana de mi abuela, una señora salteña, que estaba en la política. Por ahí se decían cosas malas de ella, en la provincia se dicen cosas malas de mujeres así. Yo no sé: ella no se metía conmigo ni yo me metía con ella. Un día fui a una institución a que me hicieran un test, con idea de que me iba a tocar Medicina. Pero me dijeron que si quería hacer algo con mi pasado de enfermedades, más vale estudiara Letras. Y sí, era la carrera para mí. Tenía unos profesores fabulosos de locos. Me acuerdo de la tarea que me dio el profesor de latín: traducir "Yo amo...esta hormiga". A mí me enamoran esos dislates. Ahora una de mis nietas, que está en Letras, dice que casi no se estudia el latín. ¿Y qué estudiarán? Porque si hay algo que hay que aprender en la vida, es a desarmar las palabras. Bueno, en la facultad me crucé con un pintor Mihánovich que me preguntó si quería trabajar posando para él. Yo necesitaba trabajar, pero cuando fui ya no me quiso: me había dado el sol en el verano y se ve que para cuadro ya resultaba demasiado oscura. Sin embargo Miguel, que era uno de sus discípulos, se enamoró de mí. ¿Te dije ya que soy el ocho? Miguel es claramente el siete. ¡Nítido, elegante, misterioso! "Qué suerte, un novio rico", me decían todos. Pero yo a los hombres no les pido nada, sólo que me desconcierten. Todo el que es ocho se enamora del que es siete: tengo más vueltas, pero sé lo que es la eternidad... Una mañana de domingo me llamó una señora, Julia Bullrich, diciéndome que Victoria, prima hermana de Miguel, me quería esa misma tarde en San Isidro. Sentí que quería examinarme. Le dije que de ningún modo. "Uuuuuuy -dijo la señora-, no puede hacer eso, Victoria se va a enojar muchísimo." "Bueno -confesé-, lo que pasa es que estoy muy resfriada." "Uuuuuuy -dijo la señora-, pues va a tener que venir y disimular ¡porque Victoria odia a la gente resfriada!" Fui y entré tan nerviosa que sin querer pisé un zapato ¡con el pie de Victoria adentro! "Uuuuuy", oí que decía el coro. Pero ella, regia, nada. Tampoco yo: ¡me pasé una tarde horrible, aguantando los estornudos y las ganas de responder a las cosas que se decían!
Sin embargo, el talento y la originalidad de Orphée no pasaron inadvertidos a los directores de la revista Sur : en 1951 se publica "La calle Mate de Luna", un extraordinario cuento coral, sobre las sospechas y chismes que un barrio tucumano va elaborando, a medida que avanza el calor, acerca de una familia de forasteros porteños; chismes basados menos en datos concretos que en una secreta "hambre de realidades abominables" que permitan escapar del tedio y liberar el odio acumulado. "Dos veranos", que escribe por entonces, es un extraño fresco de las clases media y baja tucumanas, las mismas que poco más tarde retrataría Juan José Hernández desde el punto de vista de un criado huérfano, un "caído del cielo", analfabeto pero alucinantemente lúcido al momento de detectar la omnipresencia del racismo, el abuso de poder, la enfermedad.
-De no haber sido por otra gran señora (¡ésa sí que era una mujer abierta!), Carmen Gándara, no sé qué habría sido de mí. Ella había formado parte del jurado en el premio Emecé, donde yo me había presentado, y que ganó Beatriz Guido. Bueno, alguien me llevó a su salón, y cuando le dije que me interesaba su opinión porque estaba medio triste por el fracaso, ella se golpeó la frente. "¡Pero mi querida! ¿Entonces vos sos el negrito del norte? ¡Yo te quería dar el primer premio y los demás (Bioy Casares, Leopoldo Marechal) ni quisieron leerte! ¡Pero qué querés hacer, decime!" "¡Irme!", le dije. Todavía estaba Perón. Días atrás nos habían llevado presos, a Miguel y a mí, por unas horas, a la Sección Especial de la Policía, donde se torturaba mucho. Nos habían largado enseguida (al comisario se le cayó un crucifijo de la misma mano con que daba palizas y de ahí saldría mucho más tarde toda una novela). Gracias a la Nena Gándara, lo nombraron a Miguel en la embajada en Roma. [La actividad diplomática de Miguel Ocampo ha quedado en la historia de la literatura por un episodio que Manuel Mujica Lainez se encargó de agradecer: fue ese joven pintor quien descubrió a Manucho la belleza de los jardines de Bomarzo.]
-En cambio -dice Elvira Orphée-, yo no me llevé bien con Manucho, que era muy de humillar. "¿En serio sos escritora? Qué sorpresa... Porque todas ustedes (las mujeres de diplomáticos) parecen institutrices." "No como vos", le dije yo ¡porque ya me lo veía venir!, "que parecés una..." y ahí agregué una palabrota que no me perdonó nunca. Hace poco estuve leyéndolo a Manucho. Le importa mucho la historia, que a mí, de por sí, no me interesa nada. Narra bien, ¿quién lo duda? Pero es como los novelistas decimonónicos que quieren contar todo, todo, todo. Y eso los distrae. Y sobre todo, no sabe hacer lo que hay que hacer para que las palabras resplandezcan. La suya es la lógica del sentido común. Y yo escribo según esa otra lógica, ¡que vaya uno a saber de dónde me viene!
-¿Entonces tampoco te adaptaste a Roma?
-¡Ah sí! Si Dios me diera ir a un solo lado ahora, un solo viaje, nada más?! Cierro los ojos, me veo embarazada de mi tercera hija, esperando el tranvía (porque vivíamos lejos de la ciudad) y viendo uno, dos, tres coches que paraban y decían: "¡yo la llevo!" "¡yo la llevo!". Coches con familias enteras. ¡Qué gente maravillosa! Un día llamé a mi médico: "Creo que llegó la hora". "¿Cada cuánto son las contracciones?" "No siento contracciones, dottore, sólo me siento rara" "¿Rara cómo?" "No sé -dije-, muy feliz" "¡Entonces véngase para acá inmediatamente!". Y nació apenas llegué. Le puse Flaminia, como la Via Flaminia, donde nació. Una pintora colombiana me llevó a un cóctel en la casa de Alberto Moravia y su mujer, Elsa Morante, que vaya a saber uno por qué de entrada se apasionó por mí. Elsa era así. Fuego. Los demás me celaron por eso. Pasolini, que prácticamente vivía con ellos y que me maltrataba; Natalia Ginzburg, que estaba en la Einaudi y tampoco quería a las mujeres. Moravia no me prestaba atención: estaba sólo en sus novelas y cuando salía quería gente superficial. Recuerdo que un día volvimos de no sé qué viajes con Elsa y encontramos a sus gatos muertos de hambre: Moravia, metido en su novela, se había olvidado de alimentarlos. Elsa salió al balcón (vivía en un quinto piso y Moravia en el sexto) y gritó: "¡Alberto, si vuelves a hacer esto, ¡no te daré más gatos! ¿Me escuchaste?" Nunca entendí la pasión loca de Elsa por Moravia, que era tanto menos en todo. Otro día Elsa me dice: "Elvira, mañana tienes que venir aquí porque he invitado a un hombre bellísimo, bellísimo". Y apareció Italo Calvino. "Pero Elsa -le dije, en secreto-, questo uccellino es para vos un uomo bellissimo ?". En cambio, él sí se enamoró de mí. Lo he sentido mucho a Italo, como a Elsa. Porque a mí me han gustado muchos libros como lectora común y silvestre; pero me han importado pocos libros como escritora. Como escritora, a mí me han importado los que alcanzan poesía. No me interesan ni las tramas ingeniosas, ni los frisos sociales, ni los pensamientos profundos... Yo lo que les pido es poesía. Poesía no es lo que se escribe: es la más profunda necesidad de expresión del hombre, para la que no bastan las palabras, las frases, ¿cómo decirte? de la cotidianidad. Y Elsa, que estaba escribiendo La isla de Arturo , vivía en esa necesidad. Yo nunca había visto a alguien así, salvo yo misma. La recomendé a Sudamericana, mi editora, con la esperanza de poder traducirla: se la dieron a otro, que la tradujo sin nada nada de poesía.
Siguiendo las lecciones de Morante y de los escritores latinoamericanos que descubría por su trabajo y que le ayudaron a recuperar, como herramienta literaria, el poder de creación lingüística del pueblo de Tucumán de su infancia, Elvira Orphée empezó Aire tan dulce tan pronto llegó a París, hacia 1961.
-¿Cómo escribía? Nunca he sido metódica. Escribía cuando me venía en gana. Pero me venía en gana todo el tiempo. En papelitos, en cuadernos, en boletas, en lo que fuera y donde fuera. Ahora, cómo me volvían esas voces. Porque yo a Tucumán creía habérmelo sacado de encima salvo por dos cosas: los odios y los olores. No el olor de las rosas, no, que siempre me parecieron tontas, sino el de las flores de los naranjos de las calles, que era impresionante. Todavía lo tengo en mí. Por eso creo que Elsa Morante me escribió una vez: "Sé que volverás y con vos volverá la primavera". Y no, no creo que fuera ya el influjo de otros escritores. Salvo, ¡claro!, Alejandra Pizarnik -se entusiasma- que a ella sí la conocí en París y nos alimentamos mucho, la una a la otra, hasta el día de su muerte. ¿Sabías que yo estuve con ella la noche anterior? Estuvimos jugando hasta altas horas esos juegos de papelitos, ¿cómo se llaman? Cadáveres exquisitos, sí. Al mediodía llamé y una amiga me dio la noticia. Y me costó creerlo, porque para mí era un ser de alegría. Me amaba Alejandra. La gente habla mucho sobre que era lesbiana: es secundario. Lo que hay que entender es que Alejandra era un ser de una necesidad de amor in-ve-ro-sí-mil. Quería entrar en el mundo de cada uno de los que la fascinaban y quedarse allí. Salvarse de sí misma. Claro que la gente no lo entendía, que se sentía violada. Una vez que entendió que yo no era lesbiana y la admitiría en mi mundo, si ella me admitía tal como yo era, vivimos en diálogo profundo. Me acuerdo de una vez que teníamos que ir a un cóctel o a una fiesta, no sé, medio de gala, y como ella no se animaba a ir, yo me puse a vestirla, a peinarla: nos pasamos horas frente al espejo, como dos adolescentes. Ahora he estado leyendo sus poemas.
Orphée me pide que tome el libro Árbol de Diana (1961) y busque "uno que está dedicado a Esther Singer, la amiga que yo le presenté a Calvino y con quien él finalmente se casó". Se lo leo:
Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche, déjate caer y doler, mi vida.
-Bueno, yo digo en "Querida", uno de los capítulos de Aire tan dulce : "Sé mi querida, sé la que me quiere, mamita Muerte. Vendrás, habrá acabado de llover. Sabrás que te estaba esperando por este inmenso desapego que me notarás. Y después será el amor". No puedo dejar de pensar en eso. Alejandra hablando a la vida; yo, a la muerte. Pensar que ella se ha muerto hace tanto y yo estoy aquí. Sin el menor desapego.
© LA NACION

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Entrevista / Elvira OrphéeRetrato de una rebeldía

La autora de

lanacion.com | ADN Cultura | S�bado 28 de noviembre de 2009

sábado, 28 de noviembre de 2009

vigilia de los sueños perdidos


Evangelio: Lucas 21,34-36
"Estad siempre despiertos, para escapar de todo lo que está por venir"

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre."
el dispensador dice...
hazte un favor a ti mismo, planta una casuarina...
cada vez que tengas una ilusión, planta una casuarina...
cada vez que guardes una esperanza, planta una casuarina...
cada vez que cultives una amistad distinta, planta una casuarina...
cada vez que recibas correspondencia por el amor que tu entregaste primero, planta una casuarina...
cada vez que sientas que una puerta se ha abierto, planta una casuarina...
cada vez que llamen a tu puerta para darte una mano, planta una casuarina...
construye una senda de ellas,
cuando llegues al final de tu vida,
el aire respirado habrá guardado un sentido que no veras,
pero que en algún lado te será reconocido.
si no quieres plantar una casuarina, puedes reemplazarla con un fresno u otro árbol...
pero siempre deberá ser un árbol...
porque sus raíces se nutrirán con tu espíritu sin que tu te enteres.
promueve la naturaleza, promueve la esperanza.
el dispensador: construyendo sendas invisibles. Noviembre 28, 2009.-
DEDICADO A: las casuarinas robadas que se secaron al amparo de mi alma.

viernes, 27 de noviembre de 2009

los sonidos de tu manto


muchos siguen sin comprender tu mensaje,
muchos siguen sin entender su esencia,
muchos siguen sin dimensionar tus manifestaciones,
muchos siguen si atender tus reclamos,
muchos siguen despreciando tu manto,
muchos siguen ignorando tus colores,
muchos siguen disimulando tu presencia,
muchos siguen usando tus valores para beneficio de sus miserias,
muchos siguen sin asumir que tu manto guarda sonidos sutiles,
muchos... muchos... muchos... muchos... muchos...
no entienden que la oración asistida por el ROSARIO
es algo semejante a una escalera
que transporta el alma a través de la ventana de las almas,
conduciendo directamente a tu manto...
y que aún cuando no te vean, tú estás allí, siempre.
muchos... muchos... muchos... muchos... muchos...
no entienden que la oración no se declama,
mucho menos se pronuncia, apenas se piensa,
porque los sonidos del pensamiento son los que conducen a tu manto.
muchos... muchos... muchos... muchos... muchos...
no entienden que las ventanas están siempre delante nuestro,
pero que sólo se abren con sentimientos genuinos, sinceros,
porque son ellos los que conducen a tu manto.
muchos... muchos... muchos... muchos... muchos...
no entienden que no hay colores en la Tierra,
para describir las energías que salen de tus manos,
para convertirse en gracias de la vida de este lado.
Madre, en tu día, atiende los clamores del silencio,
para que tus gracias lleguen a los espíritus que te llevan consigo,
e iluminen a aquellos otros que te niegan.
el dispensador: por los sonidos de tu manto. Noviembre 27, 2009.-
DEDICADO A: el único manto que trasciende las dimensiones del universo tangible...
¿tú crees que el manto divino no emite sonidos?... perdón, no me burlo, pero permite que me ría.

jueves, 26 de noviembre de 2009

que has imaginado...?


Evangelio: Lucas 21,20-28
"Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora"


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora.

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación."

el dispensador dice:
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin cielo?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin nubes?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin flores?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin árboles?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin noches?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin días?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin agua dulce?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin mares?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin ríos?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin el canto de los pájaros?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin música?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin nada qué comer?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin vos?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) en soledad?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin amistad?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin amor?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin vientos?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin luces ni sombras?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin arte?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin ciencias?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin vínculos?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) en silencio?...
te has imaginado un mundo (el tuyo) sin mañana?...
piensa,
piensa cuántas cosas no has imaginado
porque te resulta cómodo aceptar que están allí...
piensa,
piensa cuántas cosas sucederían,
si algo de lo que está construido no lo estuviese...
pero peor aún,
piensa,
piensa qué pasaría si todo eso que está y existe,
prescindiera de los humanos (entre ellos de vos) y no fuera más...
qué sería del mañana?...
qué sería de los que claman por un tiempo en el espacio respirable?...
qué sería de este mundo, sin almas cristalinas?...
qué será de este mundo, en las manos en las que se encuentra?...
despierta... levántate... ofrece lo mejor que tienes...
construye... brinda tu alma... sé ejemplo de otros...
simplemente, brilla con lo que existe,
por lo que tu nos has hecho nada... y tienes a tu disposición a cambio de nada.
el dispensador: anuncios. Noviembre 26, 2009.-
DEDICADO A: los que escuchan...

miércoles, 25 de noviembre de 2009

para que los sonidos no te aturdan el recuerdo



imágenes de roca que permanecen mudas,
pero en sus silencios te dicen todo...
legado de sabidurías lejanas,
provenientes de un orden distinto,
de armonías ciertas, de inteligencias que perduran en la esencia de las piedras.
indudablemente la historia que nos cuentan no se corresponde con la fuerza del legado,
las piedras hablan de otras vidas, otras expresiones de cultura,
distintas verdades, diferentes capacidades,
y allí, en la piedra jeroglífica nada es como parece.
sucede que ya no hay inteligencias para descifrar
las herencias del silencio hecho piedra,
apenas gentes que viven a expensas de historias turísticas,
que no enseñan la gloria temprana de Memphis y Tebas,
ni la tardía de Alexandría...
los ojos se pierden tras los turbantes,
pero los talentos se extinguieron en el aire,
ocultos tras las temibles arenas hirvientes...

al llegar al portal,
me esperaba su ojo inconfundible...
símbolo de tiempos, colores intensos, profundidades insondables,
inalcanzables desde la densidad de los cuerpos...

tengo la pluma de ganso
tengo de ti tus silencios
¿has sabido guardar tus palabras?
lo que he sentido lo he echado al viento...

soy una entidad que sólo guarda sentimientos...

si es así, te libero de tus palabras,
cobíjate en el viento...
tu alma es una clave de sol entrelazada con su silencio.
donde no hay huella,
hay esencias de piedra,
arenas calientes,
paredones rojos que te contarán historias
sin que los sonidos te aturdan el recuerdo.
el dispensador: Horus, Set y la balanza de las eternidades olvidadas. Noviembre 25, 2009.-
DEDICADO A: los que fueron, los que son, los que aún no son pero así lo pretenden... escucha el sonido de la Tierra justo al amanecer dejando que tus pies sean mojados por el agua de mar...
escucha el sonido de los tiempos, justo al ocaso, mojando tu frente con el agua de mar que pasó por tus pies en la mañana...
descubrirás que no hay tiempos, tampoco dimensiones, sino canciones celestiales que transportan almas a sus recuerdos

martes, 24 de noviembre de 2009

para creadoras...


los antiguos daban una singular importancia a dos tipos de personas,
los creadores, aquellos que tienen el don de "crear"...
los formadores, aquellos que tienen el don de "formar"...
elementos esenciales que hacen a la continuidad,
pero que deben para ello saber reconocer la "calidad de las fuentes".
tanto creadores como formadores están unidos
por un hilo de plata con los contenidos del mundo de las ideas.
podría decirse que no es para cualquiera,
y efectivamente no lo es.
los dones expresados mediante talentos distintivos,
confieren valor a aspectos muchas veces intangibles,
pero que dan forma a la vida de otras personas,
que nutren sus etapas para que ellos reciban y desarrollen capacidades...
capacidades para crear y formar, juntas o separadas...
el género femenino contiene el potencial creador,
y aún cuando no lo exprese en hijos, herencias, sucesores,
contiene una habilidad afín a la creación,
ideas, reflexiones, cultura asociada al ADN de las líneas familiares,
música, ciencias, armonías, esencias,
y todo aquello que tiene que ver con agregar valor a los "seguidores".
por ello cuando dicho talento reúne
las fuerzas de los niños con aquellos otros de sus hadas o ángeles (duendes o como se quiera llamarlos) da un paso esencial,
para conferir "calidad" a la vida de los que nos siguen...
y eso, ese ínfimo detalle, no tiene precio...
sin embargo, posibilita crecer bajo la protección de las esencias,
esas intangibilidades que nunca nos abandonan a lo largo de la vida,
y que representan lo más intenso que nos ha sucedido
justo en el tiempo en que no nos contaminábamos con el mundo de los adultos.
el dispensador: culto a los creadores y a los formadores. Noviembre 24, 2009.-
DEDICADO A: Alicia María Abatilli y su sobrina SOFÍA... (Sophia, un nombre afin a mis sentimientos)... y a MARGA FUENTES, que transita su día.

lunes, 23 de noviembre de 2009

SUMAMPA


cabe preguntarse quién fue el elegido para modelar este imagen,
a quien le guiaron las manos,
a quien le iluminaron el espíritu,
cómo se pudo colocar "tanto" en una imagen tan "pequeña"...
mediante qué artilugios divinos se nutrió a ella,
con capacidades para derramar gracias...
hoy es tu día por lo tanto es el día de Santiago del Estero,
de sus gentes y sus humildades...
tierra y gentes olvidadas si las hay.
quizás en eso está la gracia...
la confluencia de olvidos y humildades,
permite construir tiempos genuinos,
revelados en historias ciertas en las que nadie repara,
pero que permiten diseminar esencias al aire,
las suficientes como para nutrir almas.

el dispensador: de soledades y lejanías. Noviembre 23, 2009.-
DEDICADO A: Elsa Noemí Rodríguez, de Rosario de Santa Fe, que tanto lo necesita, por ella, su familia y su hermano.
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domingo, 22 de noviembre de 2009

de cielos y espacios


cuando el cielo está totalmente despejado, te iluminas...
cuando el cielo se cubre de nubes densas, te apagas...
cuando el cielo descarga su bendición suave, observas...
cuando el cielo descarga su furia, te proteges...
cuando el cielo te envuelve con su brisa, caminas...
cuando el cielo te empuja con sus vientos, te aislas...
cuando el cielo te ofrece su calma, te olvidas...
cuando el cielo amanece, te abres a tu tiempo...
cuando el cielo se desvanece, te entregas al sueño...
¿dónde comienza tu sueño y dónde finaliza tu afán?,
ya que el cielo que te cobija es el mismo, siempre...
dependiendo apenas de tu atención.
cada segundo de nuestras vidas es una bendición.
nunca olvides, que el cielo que te vio nacer,
estará allí aún cuando ya hayas partido...
los huecos que dejamos se llenan con energías renovadas
de tiempos aún no cumplidos.
por eso, para que todo esté en equilibrio,
hacen falta tantos espacios como densidades...
reverencia la dinastía de tu sangre,
pero reverencia más aún la dinastía que legó tu tiempo
inscribiéndolo en el árbol de la vida
de las vidas de las almas pasantes.
no manches las páginas de tu historia en el libro de la vida...
ya que todo se ilumina por el mismo cielo.
aquella flor que admiraste a tu paso...
que mereció tu respeto y tu admiración,
guardó el recuerdo de tu mirada apasionada,
lo lanzó al viento para convertirlo en tiempo,
bajo el mismo cielo, ese que no miraste.
el dispensador: sin tiempos. Noviembre 22, 2009.-
DEDICADO A: Santina Cheade, que vino a visitarme...

sábado, 21 de noviembre de 2009

de escaleras e infinitos...


Evangelio: Lucas 20,27-40
"No es Dios de muertos, sino de vivos"


En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella."

Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos." Intervinieron unos escribas: "Bien dicho, Maestro." Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

el dispensador dice:
¿qué es lo que te inspira?...
¿cuál es tu vínculo con el mundo de las ideas?...
¿qué te une a tus afectos?...
¿cuáles son tus sueños?...
¿qué esperas de ti mismo?...
¿qué ve tu alma cuando no ven tus ojos?...
¿qué escucha tu corazón cuando no lo hacen tus oídos?...
¿hasta dónde llega tu amor por la vida?...
¿eres ajeno al viento?...
¿eres un extraño para la lluvia?...
¿eres un individuo en su circunstancia o eres parte del universo?...
¿qué has hecho por tu prójimo?...
¿piensas en el otro antes que en ti mismo?...
¿qué sabes de ti mismo?...
¿te respetas tal cual eres?...
¿qué pretendes de la vida que se te ha concedido?...
¿tienes FE?... y si la tienes... ¿la juzgas suficiente?...
¿qué da forma a tus convicciones...? te has detenido a pensarlo alguna vez?...
¿te has perdonado alguna vez?...
¿cuántas veces en un día abres tu mano?...
¿tus ojos miran o simplemente ven?...
¿tus odios escuchan o simplemente oyen?...
¿cuántas veces te has mentido a ti mismo?...
¿a quién le has regalado tu sonrisa?...
¿conoces el valor de la flor?...
¿qué te emociona?...
¿qué has sentido al regalar una lágrima?...
cuando logres responder estas preguntas,
Dios estará sonriendo...
en su luz, habrá ganado un hijo auténtico,
donde su gloria y su obra, se habrán conjugado para nutrir al TODO.
Nunca olvides,
nada muere en el universo,
apenas se transforma en la energía suficiente,
para subir hacia el siguiente escalón...
el dispensador: ascendiendo por la escalera del destino. Noviembre 21, 2009.-
DEDICADO A: SOFÍA y a ALICIA, su tía, que han construido un mundo de esencias.




el dispensador dice:
cuando tu mirada se hace rosa,
cuando tu alma se hace perfume,
habrás hecho de la gracia de tu vida,
un don de creación para quien sabe de esencias compartidas.

hay miradas que van más allá de las esencias...

jueves, 19 de noviembre de 2009

el que sí sabe...


Evangelio: Lucas 19,41-44
"¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!"
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: "¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida."

el dispensador dice:
todo en este mundo se comunica de alguna forma,
puedes oirlo o no...
puedes entenderlo o no,
puedes interpretarlo o no,
puedes aceptarlo o no,
pero aquello que existe, además de un espacio, guarda una causal que justifica no sólo la presencia sino también la circunstancia...
dichos momentos se interrelacionan conformando el todo,
y ese todo guarda un sentido...
habla la roca, aún cuando sus silencios nos sean inteligibles,
habla el viento, aún cuando sus sonidos no puedan traducirse,
hablan los perfumes, aún cuando sus químicas sean imposibles de dimensionar,
hablan los colores, aún cuando para muchos apenas sean primarios o compuestos...
¿has pensado alguna vez, cuántas cosas te pasan de largo sin que le brindes tu atención?...
¿has meditado acerca de cuántas de esas mismas cosas estaban destinadas a ti, y ni siquiera te percataste de su causalidad?...
la paz social, demanda paz en los espíritus,
tanto como el amor, demanda almas que lo contengan...
pero el hombre de este tiempo sabe de palabras,
no de sentimientos... y aún no se da cuenta...
no asume que si pronuncias aquello que no sientes,
ese acto se repercutirá en una circunstancia, revelando lo real,
lo auténtico, aquello que define la verdadera intención del emisor...
así sienten las piedras, así lo recibe el viento...
así se desparrama hacia el este y el oeste...
así, aquello que crees sin importancia se torna trascendente en alguna parte,
para alguien, en su momento, nunca antes, jamás después.
no digas que no sabías... tus intenciones, se corporizan ante alguien, que sí sabe.
el dispensador: de anuncios, mensajes, sonidos de la brisa. Noviembre 19, 2009.-
DEDICADO A: las ciudades que aún permanecen, en PAZ.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

sin lugar


Evangelio: Lucas 19,11-28
"¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?"

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro. Dijo, pues: "Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo."

Sus conciudadanos, que le aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey." Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez." Él le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades." El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco." A ése le dijo también: "Pues toma tú el mando de cinco ciudades." El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres un hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras." Él le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses."

Entonces dijo a los presentes: "Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez." Le replicaron: "Señor, si ya tiene diez onzas." "Os digo: 'Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.' Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia."" Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

el dispensador dice:
la lluvia arrecia, pero no se ve...
el Sol quema, tanto que no permite levantar las miradas...
el calor agobia, lo suficiente como para que el andar se torne denso...
la tierra se seca, justo debajo de tus pies...
las flores se marchitan, porque no toleran el desprecio...
los pastos se secan, porque el viento hirviente los quema...
las arenas se levantan, vaya a saber desde dónde...
todo cambia de forma, todo se mueve de su lugar,
entonces,
¿qué harán las gentes con los dineros en el banco?
quizás despierten y se den cuenta que
lo impersonal no construye ni sirve para nada constructivo,
aún cuando las palabras de los otros te lleven a asumir que "es así"...
curiosamente, los propietarios de los bancos, sus dueños en la causalidad,
tampoco soportarán vivir en un mundo desolado,
no tienen capacidad para trascender los tiempos,
ni tampoco podrán sobrevivir a la devastación...
sin fuentes, no hay humanidad posible... aún cuando haya "bancos".
el único camino que queda, es regresar a la oración genuina,
y a exudar amor tangible, tanto hasta que se corporice...
el dispensador: verdades de perogrullo. Noviembre 18, 2009.-
DEDICADO A: los que no encuentran lugar...

martes, 17 de noviembre de 2009

de pecados y saqueos


Evangelio: Lucas 19,1-10
"El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido"


En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió en una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa."

Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador." Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: "Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más." Jesús le contestó: "Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."

el dispensador dice:
luego de un día, luego de cierto camino,
abriendo sendas, respirando tiempos,
resignado al destino que impone sus reglas,
vio intenciones que decían una cosa,
pero hacían otra distinta...
prometían pero no cumplían sus promesas...
sonreían, se mostraban amables, cordiales,
pero escondían la trampa en su alma...
sólo pretendían apoderarse de su esencia,
suave, cristalina, genuina, fehaciente...
descalificar su obra, desmerecer sus tiempos,
cambiar la historia para enseñarla "pobre".
las personas que se cruzaban en su camino,
recibían luz pero no sabían cómo mirar,
recibían misericordia, pero no entendían el valor intrínseco de ésta,
recibían una gracia, pero para ellos apenas era una obligación del otro,
pedían sin saber qué querían...
querían, sí, no importaba qué...
hasta que un día, andando la senda,
sin siquiera mirar hacia atrás, ya que no hacía falta...
lejos de las gentes, distante de los desprecios,
alejado de las mentiras, olvidando las soberbias y los falsos orgullos,
tomó distancia del camino,
se internó en la nada, en esa que forma parte de las omisiones del resto,
miró sus pies, dejó caer una sonrisa silenciosa,
derramó una lágrima, dos, mil...
lloró hasta la liberar el espíritu de pasados inciertos,
y simplemente, sacudió el polvo de sus plantas.
miró hacia el cielo y se dijo a sí mismo, aquí estoy.
"mi mañana no estará en este mundo".
el dispensador: liberando espíritus atormentados. Noviembre 17, 2009.-
DEDICADO A: los que han recibido y nunca supieron lo que se les dio...

lunes, 16 de noviembre de 2009

las gracias del silencio


Evangelio: Lucas 18,35-43
"¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez"

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno." Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" Él dijo: "Señor, que vea otra vez." Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado." En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

el dispensador dice:
si tienes la luz pero no ves,
si tienes la gracia pero la desprecias,
si tienes el don pero no lo expresas,
si tienes agua pero no la bebes,
si tienes aire pero lo envicias,
si tienes voluntad pero te pesa,
si tienes ganas por obligación,
si tienes amor pero te cuesta,
si tienes todo lo necesario pero no lo reconoces,
si tienes manos pero te resultan ásperas,
si tienes sentimientos pero los consideras vapores,
si tienes jardines pero te crees dueño,
si tienes pero nada es suficiente,
qué será?...
qué será cuando ya no puedas reclamarle a nadie sobre tus falencias?...
qué será cuando descubras que el tiempo de las demandas hacia los otros, te alejaba de la imagen en tu propio espejo...
qué será cuando te des cuenta que las lanzas al viento, sólo sirven para herir los sentimientos genuinos de los otros...
qué será cuando ya no halles víctimas propiciatorias para descargar las culpas...
qué será cuando asumas que todas las ayudas oportunas, fueron para ti oportunidad de desprecios...
...la flor que se marchita arrancada de su planta, finalmente recibe el desprecio del olvido.
...cuando regrese la vista, siempre ofrece tus gracias en silencio,
porque los silencios son los ojos de la sabiduría.
el dispensador: noches de vinos y rosas, derramados y marchitas. Noviembre 16, 2009.-
DEDICADO A: San José de Flores.