sábado, 31 de agosto de 2013

PASIONES VIAJERAS ▲ Hallan una carta de amor oculta durante casi un siglo en un artesonado mudéjar | Cultura | elmundo.es

Hallan una carta de amor oculta durante casi un siglo en un artesonado mudéjar | Cultura | elmundo.es


PATRIMONIO | Perteneciente a una desaparecida iglesia de Granada

Hallan una carta de amor oculta durante casi un siglo en un artesonado mudéjar

Los trabajos de documentación del Museo de la Alhambra para catalogar sus fondos han sacado a la luz, en el hueco de un artesanado mudéjar de una desaparecida iglesia de Granada, la carta de amor que un tal Pepe escribió a su amada Emilia en 1921.

Los jardines y rincones de la Alhambra esconden en cada esquina leyendas, secretos, amoríos y traiciones, muchos enterrados para siempre y otros descubiertos por la labor de conservación del personal del monumento.

Los trabajos de documentación y catalogación que afronta el Museo de la Alhambra han permitido descubrir, casi un siglo después, las palabras de amor que Pepe, vecino de Sorvilán, mandó a su querida en 1921.

La misiva, de una pobre ortografía y en un papel vulgar, ha envejecido escondida en un artesonado de madera hasta que el museo ha rescatado esas palabras de amor.

Su valor no puede competir con el de otras piezas alhambreñas utilizadas por sultanes y princesas, pero sí dejan un reguero de misterios, anécdotas y las historias que la imaginación de cada uno pueda diseñar.

El equipo de arqueólogos que descubrió la carta ha explicado que el trocito de papel que enmarca las palabras de amor ha visto la luz en uno de los paños de madera que componían el artesonado de la extinta iglesia de San Gil de Granada, almacenados en el museo alhambreño y de talla mudéjar.

En la carta, que los especialistas manipulan con guantes como si de una joya más se tratase, fue escrita un lunes hace hoy 92 años por este vecino del municipio alpujarreño de Sorvilán que le contaba a su amada que le mandaría con un recadero otra misiva junto a un racimo de uvas dirigido a un tal don Antonio.

"Si el miércoles no las llevara, no hables el jueves al otro que va con uvas (...) Me dirás si recibiste las uvas y que mandarás las cartas con el que lleve las uvas (...) Sin otra cosa por hoy, besos del que te quiere", reza la carta.

Entre Sorvilán y la iglesia granadina que refugió las letras de amor y uvas, entre Pepe y Emilia, distaban más de 92 kilómetros de vías sinuosas, quizá demasiados para declarar un amor que hoy habría llegado a golpe de clic y con emoticono incluido por Internet.

La misiva ha descansado escondida en el recoveco sin que nada se sepa de sus protagonistas y con un final abierto para que cada cual decida si Emilia leyó aquellas letras, las respondió y cosechó una vida feliz con Pepe.

Lo que sí han detallado en el Museo de la Alhambra es que la carta nunca colgó del techo de la iglesia de San Gil, un extinto templo ubicado al final de la calle Elvira de Granada que se destruyó a finales del siglo XIX, antes de las letras de Pepe, para albergar el diseño de la Gran Vía y el anchuroso centro de la ciudad.

El personal de la Alhambra seguirá ahora la pista para conocer cada detalle de los lugares que cobijaron los paños de madera del artesonado mudéjar y, con ellos, la carta de amor, que se expondrá en el museo.


el dispensador dice:
cartas de amor y afectos,
perdidas entre trastos viejos,
guardadas en botellas de sentimientos,
guardadas debajo de las arenas,
que van juntando los tiempos...
llevadas y traídas por remolinos y vientos...
donde ya no hay personas,
han desaparecido los extremos,
dejando ecos de sentidos,
de aquellos que fueron sus "momentos"...
todo pasa y se consume,
dejando a los testigos sin aliento,
derramando lágrimas,
trasponiendo pasos en algún invierno,
todo pasa demasiado rápido,
para luego hacerse lento...
aquello que se escribió,
a puro sentimiento,
se fue junto contigo,
terminó desapareciendo.
AGOSTO 31, 2013.-

viernes, 30 de agosto de 2013

GEOMETRÍAS SIN ESPACIOS || interruptor_Tejido social y tejido cerebral

[Henciclo] interrupto​r - Tejido social y tejido cerebral - la columna de H encicloped​ia
LO RECIBÍ DESDE URUGUAY Y LO COMPARTO:
interruptor_Tejido social y tejido cerebral



MISERIAS DEL SURFEO EN RED
Tejido social y tejido cerebral
Aldo Mazzucchelli
Uno de los ensayos más inteligentes e iluminadores sobre los efectos de las redes sociales en la cabeza de la gente que se haya escrito jamás es el de Georg Simmel, “Metropolis and Mental Life”, que quedó pronto y fue publicado en 1903.
Claro que el ensayo no habla de internet ni de redes virtuales en el sentido contemporáneo, pero eso es menos importante que notar que comienza, por ejemplo, con un párrafo completamente relevante a la discusión contemporánea sobre cómo nuestras interacciones con el mundo nos hacen, y en qué sentidos. Cito: “Los problemas más profundos de la vida moderna vienen de los intentos que hacen los individuos por mantener su independencia y la individualidad de su existencia frente a los poderes soberanos de la sociedad, contra el peso de la herencia histórica, y contra la cultura externalizada y las tecnologías de la vida.”

El conflicto, para Simmel, es parte de uno fundacional y viejo como el mundo, que es el que enfrenta al sujeto con la naturaleza, por su propia supervivencia. En efecto, la gente antigua y pasada de moda que conocía los peligros naturales, del frío y el hambre hasta las bacterias y los osos, tenía una visión de la naturaleza un tanto más escéptica que la del chico ecologista que programa su experiencia de lo salvaje online usando su tarjeta de crédito para pertrecharse en REI y se empeña algunas horas por mes en escribir mensajes acerca de salvar entidades tan curiosas como llenas de marketing. Me da la impresión que el sujeto contemporáneo no está del todo bien equipado para entender de qué manera el entorno natural/tecnológico en el que se lo lanza a vivir lo va destruyendo, y por ende, no se defiende bien.


Simmel comienza razonando sobre la relación del para entonces aun relativamente nuevo hombre de la metrópolis y su entorno —es decir, un entorno que había multiplicado exponencialmente los estímulos con respecto a la anterior vida rural, y que había cuantificado la vida al organizarla en relación al tiempo y el dinero, creando por primera vez un tipo de gente sobrepasada de estímulos e hiperintelectual, capaz de considerar a los demás y lo demás “objetivamente”, como cantidades frías e intercambiables. El conflicto entre personalidad original y consumo había quedado así formulado, pues la personalidad se fuerza a adaptarse al confrontar con esas fuerzas exteriores, entre ellas las tecnológicas, que en cierto modo se han vuelto, por más humanamente construidas que sean, nuestra “naturaleza”, el entorno en el que debemos sobrevivir.


Ser consciente de lo que nos hace y lo que le hacemos al entorno debiera ser, me parece, fundamentalmente ocuparse del entorno inmediato de cada uno (que es sobre todo paisaje tecnológico), y no entrenarse o empeñarse en una solidaridad estrafalaria, en la que aparentemente me importa más lo que no conozco ni tengo por qué conocer, salvo que tenga una cantidad insana de tiempo y dinero libres. Yo prefiero, a salvar un oso panda en China, salvar la curiosa especie del estudiante letrado, capaz de escribir una página en castellano inteligible. Esa especie, en Uruguay, es tan rara como el panda en china. No me resulta tan urgente el problema del osito panda que le vendió a mi sensibilidad abstracta y sin consecuencias el dueño de Animal Planet o de NatGeo (en caso que sean dos personas distintas, cosa que dudo, pero que no sé ni me interesa).


En otras palabras, si el chico ecólogo del párrafo anterior vive en un departamento de 30 metros cuadrados parcialmente hecho con asbestos y pintado con una gruesa capa de pintura que contiene plomo, en donde come comida (?) precocida que descongela en un microondas (o abre una lata de atún que contiene una cantidad medible de mercurio), tiene escasa exposición a la luz solar, se calienta en invierno con cualquier clase de energía que deja una sólida huella de depredación de recursos naturales no renovables, y vive conectado a internet redistribuyendo sus conexiones neuronales en millones de caminos sin destino mientras las ratas comandan los deshechos desparramados en la vereda en las inmediaciones del contenedor que constituye una parte importante del mínimo paisaje que divisa desde su ventana, que se ocupe de especies exóticas en peligro —en lugar de intentar entender algo de lo cercano, aprender a leer y escribir correctamente, o al menos salir a barrer la basura de su puerta, o mudarse al campo, o sumarse a un grupo radical con la finalidad de derrocar al responsable de la limpieza— parece una actividad tan curiosa que solo puedo interpretarla en términos de un nivel superior de autosacrificio que la especie está demandando de cada vez más individuos.

Con fines de purificación y renacimiento, con seguridad.


Simmel comienza el segundo párrafo de su ensayo con otro acierto que sobrevive al siglo: “El cimiento psicológico sobre el cual se erige la individualidad en las metrópolis es la intensificación de la vida emocional debido a los rápidos y continuos cambios de los estímulos externos e internos. El hombre es criatura cuya existencia depende de diferencias, i.e., su mente es estimulada por la diferencia entre las impresiones presentes y aquellas que las han precedido”. Y observando que la organización de la vida en grandes ciudades acarrea un aumento exponencial de la cantidad de esas diferencias o impresiones, concluye que en la medida en que las metrópolis crean estas condiciones psicológicas —“con cada cruzar la calle, con el tempo y la multiplicidad de la vida económica, ocupacional y social”— crean una reacción defensiva ante el exceso y repetición de estímulos, que da al ciudadano un “aspecto blasé”. Eso dice Simmel usando el término francés de curso entonces en varias lenguas para describir la actitud de quien ya lo ha visto todo y a quien, por eso, nada le parece interesante.


Es obvia la conexión de aquellas dinámicas a las nuestras hoy, y especialmente interesante el diagnóstico de Simmel sobre los efectos de un aumento de los estímulos sobre el sujeto y su autonomía, con el resultado de mortal desinterés defensivo ante ese exceso. Solo que lo que para Simmel en 1903 era abrumador, para un ciudadano de hoy es nada, es pacífico y aburrido. Una hora en YouTube o en “Resident Evil” es infinitamente más impactante sobre el sistema nervioso que una semana en la Berlín de 1903. Habiendo aumentado exponencialmente la estimulación del sistema nervioso, algunas de las intuiciones de Simmel dan pistas para conjeturar sobre el presente y futuro, no tanto de nuestro sistema nervioso, que es muy plástico, sino de nuestra autonomía y capacidad de encontrar sentido a la existencia. Porque si hay algo característico de la etapa en la que estamos, eso es desplazar la pregunta por el sentido de la acción, en favor de la siguiente acción (mental y/o física) en un sentido cualquiera.
***
En la agenda de discusión pública de nuestra ciudad y país, un aumento en la conectividad parece ser unánimemente considerado, en sí, una cosa buena. Observar problemas de cualquier tipo en los que uno incluya preguntas sobre el avance digital es considerado una posición “conservadora”. Sospecho que dos premisas, ocultas en un razonamiento automático que raramente se hace explícito o consciente, son las que alimentan semejante conclusión. Una es que hay que estar lo más posible al día en términos tecnológicos y de consumo; otra, que más es mejor. Las dos premisas son discutibles, porque dependen de otras anteriores que están aun más hondas en el tren de sentido que mantiene la vida, que se hunden en la historia de la modernidad y que no se pueden considerar aquí. “Tu, ciudadano, deberías estar agradecido de la conectividad, de la fibra óptica, de la subsunción de la escuela en pantallas y espacios virtuales celebrando el ingreso automático de todo escolar a las rutinas del mundo global con independencia de sus ingresos familiares —y de su trasfondo cultural y educativo previo”. Antes de sumarme a la celebración, prefiero observar si hay o no algo que comentar acerca de todo ello.


Tomemos por caso la cuestión de la mente y un experimento relativamente viejo que aun sigue provocando comentarios. Allá por los lejanísimos tiempos de 2007 un profesor de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) llamado Gary Small comparó la actividad mental de seis voluntarios. Tres de ellos expertos surfeadores de la web, y tres novatos, examinando su actividad cerebral al navegar en la red a través de un equipo de resonancia magnética. Se los expuso a buscar en Google varios tópicos preseleccionados. Al principio la actividad cerebral de los que tenían experiencia online demostró ser mucho más abundante y compleja (no se trata de una noción cualitativa, sino cuantitativa: más actividad eléctrica y mayor nivel de sinapsis involucrada) que la de los novatos, especialmente en la zona del cerebro (córtex prefrontal) asociada con la toma de decisiones y resolución de problemas. Cuando a los mismos participantes se los puso a leer textos comunes no se verificó ninguna diferencia de actividad entre ambos grupos.

Hasta ahí no hay mucho para anotar, salvo que Small repitió el experimento con los mismos seis individuos seis días más tarde, habiéndole pedido a los tres inexpertos que dedicasen al menos una hora, cada uno de los cinco días entre un experimento y otro, a surfear en la web. El resultado del segundo experimento mostró que con esas cinco horas en la internet “los sujetos naïve habían ya recableado sus cerebros”, y los escaneos esta vez mostraron que los ex-novatos habían aumentado muy significativamente su nivel de actividad en la misma zona del córtex prefrontal activada en los veteranos digitales. El experimento fue repetido con dieciocho voluntarios más y confirmó las mismas observaciones. Así es que lo único que se descubrió o confirmó en 2007 es lo rápido que una actividad (en este caso la navegación por pantalla) modificaba y re-conectaba las redes neuronales de una persona. En palabras de Small, “La actual explosión de tecnología digital no solo está cambiando el modo en que vivimos y nos comunicamos, sino que está rápida y profundamente alterando nuestros cerebros”.


De mi parte, todo OK con ello. El cerebro humano es una cosa adaptable y así ha sido siempre y así debe ser. Pero Small hizo enseguida una acotación importante (especialmente para nuestros optimistas fanáticos del “más es mejor”): más actividad cerebral no significa mejor actividad cerebral. Hay que preguntarse seriamente entonces: ¿En qué sentido estará la navegación cambiando nuestros cerebros? Obviamente en muchos distintos, pero hay una cantidad creciente de estudios que apuntan a algunas direcciones que parecen estar claras: cuando estamos online, muchos de nosotros —no todos— estamos en un entorno que promueve la lectura veloz y superficial, el pensamiento apurado y distraído por estímulos secundarios y ruidos de toda clase, y el aprendizaje superficial de datos que se usan y se olvidan muy velozmente, en la seguridad de que, en tanto datos, estarán disponibles de nuevo si los precisásemos.


Convengamos que la metáfora de lo “superficial” es algo molesta, especialmente porque no veo qué cosa hay de menos interesante o aun de distinto en la superficie respecto al interior, y considerando que las superficies suelen ser mucho más atractivas y remunerativas que los interiores, que suelen ser un poco asquerosos si es que no muy complicados y a la vez olvidables. Pero es claro que cuando se la emplea, lo que la metáfora quiere decir es algo que tiene que ver con la existencia de al menos dos órdenes, uno transitorio y otro no, uno del que se podría prescindir parcialmente al menos, y otro, al prescindir del cual estamos perdiendo lo que no podemos, en ningún caso, perder.



Perder, por ejemplo, la posibilidad de pensar en abstracto, “pensar profundo”, conectar cosas distantes no según un golpe de inspiración que se confirma como autoevidente (porque en realidad no des-cubre nada), sino por el trabajo de acumular y revisar conexiones hasta comprobar que éstas son reales y van en el sentido en que pensamos que iban—lo cual, esto es lo importante, redunda en un cambio que nos hace más auténticos y más nosotros mismos, y menos lo abstracto de todos en mí. Nosotros mismos, esto es, en lugar de meramente existir por repetición, iterando automáticamente una creencia general, una de las consignas de la tribu a la que nos consideramos pertenecientes, consigna que por sobrenadar facilongamente en la sopa cotidiana de mensajes del entorno al que nos hemos limitado, ha venido a ser considerado cierto.

La investigación mientras tanto sigue mostrando una y otra vez que la gente acostumbrada a interactuar con textos lineales (estilo hitita, griego, hebreo, latino, el de la escuela pública del siglo pasado, en fin, lengua escrita versión 1.0) entiende más, recuerda más, y aprende más que aquellos que suelen leer unas líneas y saltar a otra cosa, vivir mentalmente encima de un hipervínculo, entre objetos e iconos, no atentos a propósitos mediatos, direcciones y sentidos de un poco mayor aliento. La cantidad de investigación sobre esto ya es abrumadora, y cualquiera que la busque la encontrará. Un buen lugar para empezar a leer es este artículo de Patricia Greenfield en Nature, de 2009, que revisa unos cuarenta estudios sobre los efectos de diversos tipos de medios sobre la inteligencia y la capacidad de aprender. Todo medio desarrolla, como dice Greenfield, alguna habilidad cognitiva e expensas de otras. Un artículo de Wired que comentaba las conclusiones de Greenfield resume que “Nuestro uso creciente de la Red y otras tecnologías basadas en pantallas ha llevado a “un difundido y sofisticado desarrollo de nuestras habilidades visuales-espaciales”. Pero esos avances van de la mano con un debilitamiento de nuestra capacidad por la clase de “procesamiento profundo” que está bajo “la adquisición pensada de conocimientos, el análisis inductivo, el pensamiento crítico, la imaginación y la reflexión”.

No puede sorprender mucho que leer textos lineales se asocie con habilidades muy diferentes (y esenciales para entender el significado de lo que pasa más allá de la superficie) a las de ser ducho en la capacidad de manejar espacios y cuerpos. Leer y escribir siempre han sido actividades que se desarrollan a la vez en varias dimensiones, algunas no espaciales sino invisibles. Si quiero, por ejemplo, conocer los rasgos del lenguaje hitita según se lo ha registrado en caracteres cuneiformes, no solamente tengo que pasar mis ojos por textos que contengan y desplieguen esa información, sino que tengo que querer conocer los rasgos del lenguaje hitita según se lo ha registrado en caracteres cuneiformes. Tengo que querer eso por encima de todo, elegirlo muchas veces ante la posibilidad de interrumpir a mitad del primer párrafo para ir a verificar si tengo un correo (según otro estudio, en 2009 los oficinistas promedio yanquis chequeaban su correo 30 a 40 veces por hora en horario de trabajo, acaso ansiosos de súbitamente perder todo estatus social al convertirse en parias desconectados por más de dos minutos), o si alguien que me interesa está de puntito verde en Facebook, o cualquier otra cosa. Lo cual es bastante difícil, porque semejante motivación (la de conocer una lengua muerta, digamos) raramente está disponible online. Es algo que a menudo viene de la interacción del sujeto que tiene que sobrevivir con un cuerpo en un mundo completo. Es decir, al menos parcialmente de fuera del mundo virtual.

Nicholas Carr, quien daba en 2010 un adelanto de un trabajo sobre estos temas, concluía así: “No hay nada malo con absorber información rápido y en pedacitos. Siempre hemos hojeado los diarios más que leerlos, y hacemos correr nuestros ojos rutinariamente sobre libros y revistas para captar algo de una pieza de escritura y decidir si vale la pena leerla más a fondo. La capacidad de correr sobre textos es tan importante como la capacidad de leer profundamente y pensar con atención. El problema es que ese pasar por encima de todo rápido se está volviendo nuestro modo dominante de pensar. Mientras que antes era medio para un fin, una forma de identificar información para estudiarla después, ahora se está volviendo un fin en si mismo —nuestro método preferido tanto de aprender como de analizar. Mareados con los tesoros de la red, estamos ciegos al daño que podemos estarle haciendo a nuestras vidas intelectuales y aun a nuestra cultura. Lo que estamos experimentando es, metafóricamente, un retroceso de la vieja trayectoria de la civilización: estamos evolucionando de ser cultivadores de conocimiento personal, a convertirnos en cazadores y recolectores en la selva de datos electrónicos. En el proceso, parece que estamos condenados a sacrificar mucho de lo que hace a nuestras mentes tan interesantes.

***

Así es que llegamos a nuestra situación escolar, maravillada tan intensamente con la conectividad, y tan poco efectiva para todo lo demás. Darle a un niño la posibilidad de conectarse con datos pero no prestar suficiente atención a solucionar la cuestión del para qué, de sentido y direccionalidad, jerarquizaciones, límites, deberes, propósitos (al principio copiados, para que luego sepa cómo definir los propios), verificaciones y tests, es un problema evidente de las realidades educativas contemporáneas, no porque nadie lo haga adrede, sino simplemente porque el sistema —dentro y fuera de la escuela— ni siquiera alcanza a ver el asunto: el progreso tecnológico y el discurso global de consumo incesante no incluye en su agenda el asunto del sentido. Y los maestros también son gente, ciudadanos sujetos a ese discurso, que lo están introduciendo en la escuela. Así, aquellos niños que tengan por otro lado, como se dice —en su casa o su entorno— estímulos para desarrollar esas dimensiones metaoperativas, serán felices navegadores capaces de crecer con y en lo virtual al igual que fuera de ello, porque para ellos hay distintas dimensiones que interactúan y permiten contrastarse unas con otras apoyando el crecimiento. Lo mismo aquellos de cualquier edad lo suficientemente avisados como para zafar de la dictadura del consumo y explorar otras vidas. Los demás, que en Uruguay vienen siendo mayoría, serán dejados atrás, porque no se les enseña a pensar por sí mismos. Ya están siendo dejados atrás. Eso, que están haciendo —sin querer hacerlo pero sin saber cómo no hacerlo— los organismos de gobierno y asistencia social al no controlar realmente lo que pasa en las aulas y no enfrentarse con las malas prácticas y exigir resultados, no es de “izquierda” ni de “derecha”: es una forma sorda de generar una nueva sociedad exclusiva. Pero no es la exclusividad del que posee objetos (reales o simbólicos) frente al que no los posee, sino la mucho más terrible exclusividad de los que poseen algún sentido y propósito frente a una creciente mayoría que solo puede protestar lo que ya no importa ni es de recibo, o navegar sin rumbo.

Sé de sobra que hay un optimismo digital que es aparentemente muy contemporáneo, muy oriental y muy autosatisfecho. Sin embargo es viejo —las sociedades o microsociedades con más años de inmersión en lo digital hace rato que lo cuestionan y buscan caminos que incluyan una buena dosis de offline. Tal optimismo descuida lo importante al celebrar sus supuestos logros (generalmente tales logros se expresan cuantitativamente, en estadísticas que suben, y no se comentan, sino que la exhibición entusiasta de las estadísticas es seguida con el siniestro silencio de lo que se supone autoevidente), al tiempo que ve con relativa indiferencia bien de facto (más allá de las declaraciones) cómo media población o más se hunde en una descerebración de propósito que hace que cuando “terminan el liceo” estén peor que cuando lo empezaron y sin nada que hacer. Naturalmente, más y más no lo terminan en absoluto, y tienen razón, porque terminarlo a esta altura no les enseña casi nada. “Terminar el liceo” (o la escuela)… La expresión es, en el Uruguay como está ahora, un chiste: hace dos años una profesora amiga de iniciales MJC recibió en el liceo público de Colonia Nicolich, en primero de liceo, a un estudiante completa y perfectamente analfabeto, que había recibido el cruel y criminal “pase social” que acostumbra hace unos años aplicar Primaria. No hay concepción de la escuela, excusa práctica, o logro tecnológico, ni los habrá, que justifique esa basura del “pase social”. Escribir y leer son cosas esencial y radicalmente distintas que navegar y moverse en un nivel u otro tecnológico, y la escuela tiene obligación de garantir que hasta el último de sus egresados es, al menos, no analfabeto. Simmel observó hace ciento diez años que la autonomía del sujeto se promueve en general contra el medio social. Pero la tendencia contemporánea es a vaciar aquello que podría defender al sujeto en su espacio crítico y al menos ponerle en la agenda buscar sentido y propósito, y ofrece a cambio una miríada de posibilidades de satisfacer instantáneamente su nada con un vacío subsiguiente. Y la escuela uruguaya, en parte, está en esa. Y el liceo uruguayo, en parte, está en esa. La alternativa es clara: o le das a alguien seis horas diarias de internet libre y caótico, por más “búsqueda de datos” que sea, o lo desconectás un poquito y dedicás parte de esas horas a enseñarle a leer y escribir por métodos comprobadamente efectivos que van, además, en contra de los deseos y los “derechos” al surfeo liviano o al entretenimiento ad nauseam. Y cuando llega a casa, o le das a alguien seis horas de FIFA World Soccer, o le das alguna sociabilidad corpórea, y algunas dificultades dura s—y si fuera posible, lineales— para que se mida contra ellas y aprenda algo más que entrenar sus reflejos y su furia de competencia en un universo plano y simplificado en unas cuantas reglas, colores y posibilidades. Hasta que la escuela pública y la secundaria pública no entiendan que ese es su problema principal, y que no lo es celebrar la conectividad, ni ser guardería dedicada a la pseudo-legitimación del “pase social”, ni lograr siempre diluirse un poco más en su exigencia de modo que el estudiante no se sienta agredido en sus infinitos derechos al entretenimiento, seguiremos destruyendo el tejido social y el tejido cerebral, que como es notorio son prácticamente una sola cosa.

Quiero observar finalmente que el progreso tecnológico no siempre da la razón. Lo que pasa es que a menudo elimina las condiciones que habrían hecho posible reconocer que el que tenía razón era el otro.


el dispensador dice: el mundo humano está raro... tanto, que más que un mundo, se parece a un zoológico... de alienígenas, entendiéndose por tales a humanos que no se han dado cuenta que han nacido, por ende aún no viven, aún cuando respiren, coman, beban, y los etcéteras que cabe imaginar. Paralelamente, ése mismo mundo, el raro, está exhibiendo divorcios temibles... sociales... culturales... religiosos... laborales... militares... eclesiásticos (que no es lo mismo que religiosos porque le caben los intereses)... lingüísticos... sectarios... qué se yo... son tantos que me cuesta ennumerarlos...
Insisto con una figura que me ha venido a la mente... el planeta humano se ha llenado de mosquitos que, en vez de inyectar el virus del Nilo, el dengue, o cosas peores, succiona almas y vacía cerebros... así lo demuestran las conductas políticas... y así también se aprecia en las calles de cualquier ciudad de la Tierra, incluyendo en ello a las sociedades rurales... esto hace que los idiotas sean muchos, pero los miserables sean más, al tiempo que las ignorancias cunden y la humanidad, o cierta porción de ella, regresa vertigonosamente a la edad de piedra, antes que la saga de la era de los hielos...
Más aún, Julio Verne lo describe extraordinariamente bien en su obra póstuma: El eterno Adán... sabiendo por piel que la humanidad comienza una y otra vez, como si nunca antes hubiese existido, como si nunca hubiese sido transplantada desde sus gestas planetarias anteriores, y como si nunca hubiese aprendido nada... esto último, es una evidencia irrefutable... ya que los errores se reiteran una y otra vez... para luego diferenciar que los animales son animales pero que los humanos son racionales... sin asumir que la "razón" no siempre guarda "razón"... o bien que no siempre la "lógica" se corresponde con alguna "lógica"...
Dado que existe un mundo de las ideas, ése que describió Platón, asumiendo derechos de autor que no le pertenecen, queda claro que hay un tejido social, una memoria social relacionada con la consciencia social, con la inteligencia social que es pública, y con un inconsciente colectivo que nadie sabe dónde está, pero existe. Ello se corresponde con la sumatoria de los tejidos cerebrales de muchos, con los vacíos de los otros, y con los extravíos de algunos, en donde, desde luego, se insertan las locuras y otras terribles chifladuras comunes a las bohemias y a los mediatismos... por supuesto, muchas veces, los tejidos cerebrales no son compatibles con los sociales y viceversa.
Esto de tesis universitarias y doctorados construídos a partir del "cortar" y "pegar" me espantan, pero es una realidad que ya no se puede soslayar... y así como existe el fraude económico, existe otro peor que es científico, y detrás uno mucho peor que es ético, y ni qué hablar del filosófico, porque en dicho punto ya no hay alma y abundan los zombies... viven... respiran... pero no le agregan valor a nada, porque es fácil copiarse, y mucho más ser aprobados por docentes indecentes, a los que no moviliza ninguna motivación...
Mazzucchelli, el autor de las dos zetas, las dos c, y las dos l, lo describe tan bien, esto de la diferencia de los tejidos... que no vale la pena abundar en detalles... indudablemente algo hay en el aire, que produce efectos raros en los humanos, comen, respiran, duermen, pero no piensan... viven en el desconcierto de los ocios, cansados, agobiados, sin iniciativas, fatigados de no hacer nada, amparados en la excusa de que no los dejan... cuando en verdad no quieren... que es peor... y encima, alguien los subsidia para que tengan hijos igualitos... entonces, ya sumamos varias generaciones de inútiles democráticos... que prometen una humanidad más retrógrada que la de la edad de piedra, porque en aquella necesitaban agruparse para sobrevivir de las alimañas devoradoras de humanos... pero ahora, ya ni alimañas van quedando... porque se están extinguiendo junto con los pandas, las ballenas que matan los japoneses, y las aves interferidas por las ondas electromagnéticas de los celulares...
No obstante lo dicho, esto de los tejidos simultáneos y concomitantes, me ha hecho caer en la cuenta que lo que en verdad está sucediendo, es que las geometrías se están quedando sin espacios... que todo se está volviendo plano (en las mentes claro está)... que los relieves se están apagando... y que los poliedros ya no tienen razón de ser... me espanta la cosa, ya que ello promete que otra vez, Alejandría será consumida por la hoguera, y con ella también el Ave Phoenix... sí, estamos llegando al punto de quiebre, a la inversión de los polos terrestres...
aquí, sentado escribiéndote, me doy cuenta que la humanidad que viene estará vacía... llena de bancos con funcionarios inútiles y perversos... llena de políticos haciendo discursos inertes... pero dramáticamente ignorante, porque Platón ha recomendado hipotecar el mundo de las ideas, porque anda escaso de usos, y las actuales propiedades intelectuales se caracterizan por los abusos, esto es que roban conocimientos legítimos a inocentes anónimos, patentándolos como propios... pero desconociendo cómo son las matrices que dieron origen al pensamiento socialmente eficiente y equitativo.
Me pregunto, ¿qué será de las abejas cuando no puedan construir sus panales con hexágonos perfectos?... ¿será por eso que están desapareciendo de la faz de la Tierra?... ¿cómo es el espacio sin geometrías?... por favor, que alguien lo piense antes que sea demasiado tarde.
AGOSTO 30, 2013.-


LITERAS DRACONORUM || El prescriptor literario | serescritor.com

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El prescriptor literario | serescritor.com

El prescriptor literario

Categoría (General, Marketing para vender libros) por Manu de Ordoñana el 29-08-2013

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Illo tempore era frecuente encontrar en las librerías gente ocupada en hojear libros de las estanterías, sin prisa, con detenimiento, a la búsqueda de alguna novedad, de una obra rara o en vía de agotarse, como si el tiempo ya hubiera pasado, disfrutando del placer de tener un tesoro en las manos, sin sentir agobio alguno por pasar allí dentro toda una mañana, sobre todo, si fuera hacía frío o estaba lloviendo. Nadie te molestaba, te dejaban estar. Pero en último caso, siempre aparecía el librero, o algún dependiente ilustrado, para echarte una mano. Era el prescriptor competente al que casi siempre hacías caso.
La-misión-del-librero-aconsejar
La cuestión es que hoy el librero ya no cuenta para aconsejar al cliente, posiblemente, ni siquiera está preparado para hacerlo. Entiendo que el número de títulos que hoy exhiben estos establecimientos es muy superior al de aquellos mis tiempos. Aun así, pienso que muchos de ellos han abandonado su oficio, o no han tenido más remedio. La realidad es que esa figura sólo la encuentras en la librería de toda la vida, por desgracia casi siempre vacía, que aguanta sin cerrar la persiana hasta que su propietario se jubile.
Luego fue la prensa quien ocupó ese lugar ─además del boca a boca que seguirá funcionando siempre─, y lo sigue ocupando, a pesar de la irrupción de Internet. Es muy cómodo, sobre todo leer los domingos el suplemento cultural que ofrecen los periódicos serios. La sección literaria está especialmente cuidada, ya que el público pide la orientación de un experto antes de comprar un libro. Durante lustros, el crítico literario se convirtió en conductor de compradores y su juicio sirvió como elemento de persuasión para provocar el éxito o el fracaso de una obra en el mercado.
Cabría sospechar entonces de la influencia que las grandes editoriales podrían ejercer sobre los medios de comunicación para “orientar” a prescriptores tan relevantes. Aunque de todo habrá en la viña del señor (uvas, pámpanos y agraz), no hay razón para poner en duda la honorabilidad de esta profesión, aunque a menudo alguno se deje llevar por la subjetividad y su opinión se forme más por sus gustos personales ─en algún caso, por alguna fobia─ que por las normas que sostienen la creación literaria. Al final, los medios necesitan a los escritores y los escritores, a los medios, como sucede con la jet set y la prensa rosa.
El problema es que, con la revolución informática, han surgido otras formas de aconsejar el consumo de productos literarios: los blogueros, las revistas digitales y la opinión que los usuarios pueden subir a la red, una fuente de información que poco a poco se va imponiendo en la cultura de nuestra sociedad. Cabría esperar que la valoración espontánea que un lector aporta a la comunidad fuera objetiva o, cuando menos, independiente. De hecho una buena parte de la crítica literaria más exigente está en Internet, aunque el problema es saber reconocerla. Pero no es oro todo lo que reluce…
La propaganda directa se ha convertido en comunicación social, una manera sibilina de seducir pero tremendamente eficaz. Pedir a otros que hablen de tu producto ─que hablen bien, claro está, aunque un reproche sutil puede también servir─ no es difícil, sobre todos para las grandes corporaciones que tienen poderosos recursos humanos, informáticos y… económicos.
Así lo han entendido las agencias publicitarias al valerse de los denominados prescriptores, personajes de relieve que, por su visibilidad en los medios o su popularidad, son capaces de persuadir a los consumidores hacia uno u otro lugar. Y este recurso ha invadido el ámbito de la literatura. La industria editorial está sometida a la ley del beneficio y no es extraño que recurran a las técnicas del marketing para mejorar su cuenta de resultados.
Son los prescriptores literarios, individuos de distinto pelaje que, escondidos tras la pantalla de su ordenador, siguen las instrucciones que reciben del que les da de comer. ¿Cuántos blogs literarios existen en lengua castellana? Me atrevería a decir que más de mil. Y ¿cuántos de ellos son verdaderamente independientes? De los importantes, pocos, porque en cuanto alcanzan celebridad, alguien viene a incitarles para caer en la tentación.
El año pasado, Amazon fue acusado de admitir en su web críticas ditirámbicas de amigos y seguidores de ciertos autores que la multinacional de comercio electrónico tenía interés en promocionar, reseñas de escritores que alababan sus propios libros y atacaban los de sus colegas. La obtención del deseado trofeo “5 estrellas” está en las manos de un público que, bien manejado, puede dejar su recomendación sin ni siquiera haber leído el libro. Las sospechas de fraude se agravaron aún más cuando comenzaron a aparecer agencias que ofrecían a autores y editores la colocación en las librerías online de comentarios favorables a libros concretos, incluyendo paquetes de 20 reseñas por 499 dólares.
¿Necesitamos de verdad el “Me gusta”, el “+” o las estrellitas para comprar un libro? Hoy la red te ofrece siempre una sinopsis que ya debería darnos alguna pista, y casi siempre, una selección que nos permite leer entre un cinco y un diez por ciento del texto de la novela antes de hacer el clik definitivo. ¿No sería eso más que suficiente para echarnos al agua? Ser auto-prescriptores, no depender de nadie, salvo el consejo de quien nos merezca confianza. Por eso te sugiero, escritor diletante, que te esmeres en la sinopsis y dediques un tiempo a extraer una selección atractiva, incluso con más tiento que para escribir el contenido.


el dispensador dice: cuando era joven, muy mucho, allá por el siglo pasado, o lo que es lo mismo, en los albores de mi vida, escribir me producía un "no sé qué", que podría definirse como un estado de felicidad... cada vez que lo hacía, y lo hacía con mucha frecuencia, sentía que me sumergía en un mundo de letras e imaginaciones infinito... para colmo de males, solía leer cosas que nadie leía, por lo que muchos, de la misma edad, me miraban como un "marciano"... con el tiempo fui descubriendo que sí lo era, no exactamente marciano, pero sí, con seguridad... no humano... tal vez autista... tal vez introspectivo... tal vez emotivo/activo... tal vez místico... seguramente loco. No me molestaba, tampoco me molesta.
Había recibido de herencia una profusa cantidad de libros incunables... nunca supe de dónde habían salido, pero meterme en sus páginas salvaba mis días desde que tuve uso de razón... y eran tantos que la diversión no se terminaba nunca... hasta que, al comenzar a volar y a tomar altura y distancias, la biblioteca se esfumó como si nunca hubiese existido... cosa que lamenté sobremanera, curiosamente, muchos años después, cerca de treinta años después, me sucedió lo mismo con otra profusa biblioteca que había colectado a lo largo de mi vida profesional, de mis viajes por el mundo (trabajando)... ya que los que conocían mis locuras, habían comprendido que la única forma que había para atarme, era regalarme libros, y como me sabían crítico y temiblemente selectivo, solían gastar horas en buscar el "libro justo" que aplacara mis horas.
Léase, escribía y leía simultáneamente, haciendo un ejercicio que conservo hasta hoy, o bien hasta que el Alzheimer me alcance... aunque a decir verdad, espero irme antes...
Cuando joven solía sumergirme en la Librería del Dragón, allá en la calle Suipacha casi Avenida Santa Fé... o bien en alguna de las contiguas a la Facultad de Filosofía y Letras, cuando estaba en la Avenida Independencia... o en algunas otras de la Avenida de Mayo... o en las de Avenida Corrientes... fuentes inagotables de documentos que otros tiraban y yo recogía...
Cuando comencé a viajar... me llovían libros en todos los idiomas... y estos fueron incorporados a una mochila que fue engordando hasta que la vida, de un día para otro, me la quitó... para hacerme caer en la cuenta que los miles de libros... estaban todos incorporados a mis células... permiténdome descubrir que me acordaba de cosas que ni siquiera yo sabía que me acordaba.
Por ello, me he sentido "elegido"... agraciado...
Hace un par de años tuve que viajar a Buenos Aires por un tema laboral... y pretendí, estúpidamente, recorrer el espinel literario... para mi sorpresa, la gran mayoría de aquellas nutridas librerías, ya no existía más, habiendo sido reemplazadas por góndolas, cafés literarios, y naves sin velas, donde si no sabes lo que buscas, tampoco encuentras... salvo que compres libros por sus tapas, en cuyo caso estarás condenado.
Observé gentes perdidas comprando best-sellers recomendados por terceros que no los habían leído... consultando a "sabios de pasillo" que conocían donde estaba cada tema, pero que al consultarlos qué había en las páginas, se limitaban a indicar el precio y la forma de pago... me espanté tanto que huí despavorido por las calles de Buenos Aires, cada vez más sucias, cada vez más rotas, cada vez más llenas de almas perdidas, con rostros demacrados, y miradas extraviadas.
Al buscar la Librería del Dragón, recordé que los dragones se habían extinguido, algunos por caballeros andantes de reinos asaltantes, y otros por el cambio climático... y en su reemplazo había cabarets, pero sin Liza Minelli. Como nunca me gustaron los cabarets, decidí no regresar jamás a Buenos Aires...
Dado que he tenido la desgracia de conocer a las editoriales corporativas y a los editores miserables, conozco a la caballería a la distancia, cuando sólo se ve el polvo en el horizonte... desde el mangrullo, claro. Por eso no los quiero ni ver... sé cómo manipulan a los lectores tanto como sé cómo condicionan a los escritores... y cuando alguien, o algunos, no me merecen el más mínimo de los respetos, prefiero tenerlos lejos.
Hoy, donde todo está internetalizado, todo se ha vuelto impersonal... si no sabes lo que buscas, mucho menos sabes lo que encuentras... y peor aún, si sabes lo que buscas, e intentas encontrarlo, seguramente te verás defraudado por falsas indicaciones de la red... salvo que vendas el alma al mejor postor y éste te indique qué se puede leer... la literatura actual es pavorosamente previsible, y de tanto se ha vuelto insoportable.
He llegado a la conclusión que en el mundo de las ideas... en el paralelo que describía muy bien Platón... hay sequía... o tal vez las aguas se hayan retirado anunciando un tsunami de humanismos literarios... como sea, por haber descubierto cómo cruzar los umbrales del espacio-tiempo, ya no porto mochila, por ende no compro libros... cuando voy al mundo paralelo, leo allí, pero al regresar no traigo nada conmigo... porque los libros que leo están prohibidos en el mundo humano, y prefiero morir de muerte natural y no fusilado por las soberbias académicas que dominan las ignorancias destellantes que dominan el paisaje.
Ah!... sigo creyendo que a este mundo hay que armarlo de nuevo... cuando una generación rehuye de su propia cultura... se extingue, al modo de los dragones.
AGOSTO 230, 2013.-






jueves, 29 de agosto de 2013

SANTIDADES ROTAS ► Lo nuevo de Julia Navarro: de los pogromos del zar a la Franja de Gaza >> Papeles Perdidos >> Blogs EL PAÍS

Lo nuevo de Julia Navarro: de los pogromos del zar a la Franja de Gaza >> Papeles Perdidos >> Blogs EL PAÍS

avance literario

Lo nuevo de Julia Navarro: de los pogromos del zar a la Franja de Gaza

Por: EL PAÍS28/08/2013
Dispara, yo ya estoy muertoJulia Navarro (Madrid, 1953), la autora de Dime quién soy, que vendió más de un millón de copias en todo el mundo, vuelve a las estanterías con Dispara, yo ya estoy muerto (Plaza y Janés) de la cual Papeles perdidos te avanza en primicia uno de sus capítulos clave. Se trata de una de las principales novedades literarias de la temporada que se pondrá a la venta mañana con una tirada inicial de 200.000 copias . (puedes leer aquí el avance)
Oriente Próximo es el escenario, judíos y árabes, los protagonistas.
El odio no entiende de pasado o futuro. Da igual que el escenario sea la Franja de Gaza de hoy en día, con más de medio siglo de violencia entre palestinos e israelíes, o la Rusia del zar Alejandro II, la de los pogromos contra los barrios judíos en más de 200 ciudades del imperio. Pero donde hay odio hay también reflexión y hombres y mujeres que adoptan posturas inesperadas.
En la nueva novela Dispara, yo ya estoy muerto, la autora de obras como La hermandad de la Sábana Santa y Dime quién soy arranca su última historia con una entrevista entre un hombre y una mujer que se caen mal a primera vista. Ella, Marian Miller, una mujer madura, trabajadora de una ONG con una actitud beligerante ante la colonización israelí de territorios palestinos. Él, Ezequiel Zucker, el padre ya anciano de uno de los principales líderes de la política de asentamientos. Pero a pesar de sus diferencias, y de que al poco conversar semeje que aquella conversación no tiene futuro, algo les hará acercar posiciones. Ezequiel, a pesar de su hijo y de ser israelí, no duda en afirmar: “No soy partidario de que se construyan nuevos asentamientos. Defiendo el derecho de los palestinos a tener su propio Estado”. El por qué los lleva a la Rusia de finales del XIX; a la ola de violencia antisemita que se desató tras el asesinato del zar Alejandro II 13 de marzo de 1881; al trágico viaje desde París hasta San Petersburgo de un peletero judío y su hijo que desconocen el destino de su familia que los aguarda en un pequeño pueblo cerca de Varsovia. Y cerca también de la ira del pueblo ruso.
El comienzo de este viaje en la memoria de Ezequiel, creado por Julia Navarro, es el que ofrece Papeles Perdidos en primicia. San Petersburgo-París, segundo capítulo de Dispara, yo ya estoy muerto sitúa al lector justo en el inicio de la acción en la Rusia del pasado, con Isaac (su abuelo) y Samuel (su padre) descubriendo el horror de los pogromos mientras se encuentran en la  capital francesa para vender las pieles más deseadas a los aristócratas.
Una primera mirada al último libro de una autora que ha tenido su mayor éxito con su anterior novela, Dime quién soy, con más de un millón de libros vendidos, y cuya obra ya se encuentra en las estanterías de 30 países. Dispara, yo ya estoy muerto tendrá una tirada de 200.000 ejemplares y se editará simultáneamente en Estados Unidos, bajo el sello Vintage de Penguin Ramdom House. Para una escritora que dijo haber llegado a la novela “por casualidad”, no está nada mal.
LEE AQUÍ el avance literario de DISPARA, YO YA ESTOY MUERTO, de Julia Navarro


el dispensador dice:
hay remolinos en el mundo,
hay turbulencias en los suelos,
convergen ciertas avaricias,
angurrias que no acarician,
similitudes que producen tristezas,
que no son fuentes de ninguna risa...
a pesar de los propietarios,
de los dueños y sus "oportunarios",
de los intereses desalineados,
de los muros, de los vallados,
de los alambres de púas,
de todos los que por antojos se han visto aislados,
separados y hasta brutalmente ninguneados,
las gentes siguen siendo gentes,
a pesar de todo aquello que es negado...

llega un momento en que la lucha no sirve,
gasta hasta el propio olvido,
no es bueno sentirse omitido,
mucho menos lo es verse atrapado,
entre las miserias de las partes... eso que llamamos "lados"...
donde convergen intereses "raros",
que cambian según los bandos,
que manipulan acuerdos, según los "ubicados",
por ello y muchas otras razones,
esas visiones miserables han caducado...
ya que las gentes son gentes,
con sus humildades a cuestas,
cumpliendo con los destinos legados,
donde no cuenta ningún Dios, 
ni historias que alguien ha inventado,
para su propio provecho... propio de miserable... hasta de sí mismo, negado...

no hay guerras santas,
sólo voluntades hartas,
de tanto no ser atendidos,
de tanto ser burlados,
por intereses marcados,
por cínicos que transitan sus propias vidas,
comprando o robando pasados...

por eso llega el momento,
en que ubicado en la trinchera,
oteando el horizonte lejano,
con la mente perdida en los llanos,
alzas al cielo las manos,
y te preguntas en el silencio,
¿no son aquellos mis hermanos?...
¿por qué debemos matarnos?...
si a la vida concurrimos... para cruzarnos...
en un fraternal y eterno abrazo...
¿por qué hacerle el juego,
a las perversidades de seres sin alma?...
no se debe olvidar... ni tampoco omitir...
que todos los nacidos de madre,
procedemos desde la misma calma,
esa que guarda lugar en los cielos,
paraíso de una rama...
donde todos regresamos,
sin saber por qué pasa lo que nos pasa.
AGOSTO 29, 2013.-
 

HOGUERAS DEL PENSAMIENTO ► La extinción del escritor | Biblioteca en Llamas | Blogs | elmundo.es

La extinción del escritor | Biblioteca en Llamas | Blogs | elmundo.es

Biblioteca en Llamas


Benito Pérez Galdós en los antiguos billetes de 1.000 pesetas.

La extinción del escritor

El profesor y editor Gonzalo Pontón publicaba hace poco en 'Babelia' un artículo titulado provocativamente 'Ojalá que se extingan los escritores' en el que venía a decir que uno de los gozosos efectos colaterales que va a tener el nuevo modelo de mercado digital en lo concerniente a la literatura será la extinción del escritor profesional. Ya éste no podrá esperar que un editor le firme contratos sustanciosos por obras no escritas, y cada cual, decía Pontón con harto optimismo y nula ciencia, escribirá lo que tenga que escribir y ni una sola palabra más. Pontón recordaba que la figura del escritor que vive de lo que escribe es relativamente nueva -del XIX- y que durante siglos poetas y narradores han hecho lo que tenían que hacer sin esperar satisfacción económica. Así que esa vuelta a la antigüedad -que no es tan así, Marcial cobraba una pasta por cada epigrama que se le encargaba, y en cuanto al encargo que Augusto le hizo a  Virgilio y del que resultó la 'Eneida' ni hablamos: pero es mejor no poner ejemplos, para cualquier cosa, en este asunto como en tantos otros, se pueden apilar ejemplos que demuestren una cosa y su contraria- es una estupenda noticia que mejorará la literatura, o por lo menos no la va a ensuciar tanto como la ha ensuciado el mercado, con la consiguiente proliferación de escritores jóvenes criados en la estúpida fe de que podrían vivir de lo que escribían. Como los jóvenes escritores van a ver enseguida que no pueden esperar cobrar una peseta por lo que escriben, sólo escribirán los mejores, parece esperar Pontón, confundiendo tenacidad con talento y volviendo al supurado asunto de que escribir tiene que ser una necesidad del alma, que no sé cómo se ha elevado a lugar común. Escribir puede ser una necesidad o un pasatiempo: no hay nada que previamente indique que la tormentosa angustia que padece un viudo al que se le han suicidado sus ocho  hijos vaya a producir un artefacto literario más convincente que las invenciones de una dama que, por librarse de el calor, se pone a fantasear con robots pornográficas.
Dice Pontón que no hay temor de que la literatura se extinga porque se extingan los escritores profesionales, repitiendo a Bécquer, que estaba seguro de que podrá no haber poetas pero habrá poesía (hay siglos enteros que le quitan la razón, el XVIII en España por ejemplo, clara prueba de que durante algunas temporadas puede no haber poesía en parte alguna pero hay poetas por todas partes). Y a la pregunta que, al parecer, cierto novelista -cuyo nombre no se cita- se hacía, pecando de ingenuo ciertamente, sobre quién escribirá de amor, del dolor, de la vida y la muerte cuando un escritor no pueda esperar recompensa económica por lo que escriba, Pontón responde que escribirán los que siempre han escrito, los que lo necesitaban, "usted mismo si tiene algo que decir", concluye Pontón guiñándole un ojo al sabio público. Es curioso que siempre que alguien carga contra los escritores profesionales fije su atención en la basura producida  por estos y no en las obras maestras, y es más curioso todavía que suela ser alguien a quien no le extraña ni le parece pernicioso haber vivido, profesionalmente, de la literatura -como editor, como profesor- sin que esa profesionalidad pareciese menoscabar por una parte su vocación y por otra su talento. Ahora, si quien se hace profesional es el escritor, entonces sí, entonces la vocación se ve mermada y el talento, exigido por el mercado, se va al carajo. Nula ciencia, ya digo. Dice Pontón que la literatura requiere por supuesto oficio, pero que no debería, como la política, haberse convertido en un oficio. Y como frase está bien, pero volvemos a lo de los ejemplos: depende. ¿Por qué no iban a ser de oficio escritor Benito Pérez Galdós o Scott Fitzgerald?
Según la tesis de Pontón, la literatura que se hace en Mauritania, donde no hay un solo escritor que cobre un céntimo por lo que escribe, es muy superior -dada su pureza no contaminada por el dinero- a la que se hace en los Estados Unidos, donde no hay un solo escritor que no espere cobrar por lo que escribe. La profesionalización que muere ahora en el nuevo modelo de negocio que se nos viene encima, sí, sin duda, habrá producido montañas de basura, vertederos enteros, pero no más que el amateurismo: lo malo de presentar las cosas como las presenta Pontón es que se da pie a pensar que sólo porque uno no vaya a cobrar por lo que escribe, ya lo que escribe es mejor o tiene más sentido que si se hubiera escrito esperando cobrar lo que sea. Pero el amateurismo ha producido millones de kilos de basura más que la profesionalidad, aunque sólo sea por el hecho evidente de que hay millones de aficionados más que profesionales. Yo estoy de acuerdo  con el profesor en que no hay el menor riesgo de que la literatura se extinga porque cambie el modelo, y también en que es muy posible que cierto tipo de escritor profesional esté en su raudo crepúsculo, ahora bien, echarle las culpas de que las ballenas se extingan a las propias ballenas, cuando tantísima gente vive de las ballenas, me parece un poco excesivo. Y eso es lo que viene a hacer el profesor, como si la quiebra del negocio editorial tenga más que ver con los adelantos que han cobrado los novelistas, que con la propia sacudida tecnológica que disfrutamos o padecemos y la vecindad del lobo de la piratería. Puestos en la lógica del mercado, me temo que ni siquiera la figura de escritor profesional va a extinguirse -no se extinguirán las ballenas: se sustituirán por ballenas sintéticas llegado el caso-, sólo que será el mercado quien dicte quién es profesional o no (antes eso podían dictarlo los editores, confiando en que autores  cuyas ventas quedaban lejos de cubrir sus adelantos, despegaran comercialmente en algún momento, o dándose por satisfechos por tenerlos en sus catálogos para lucirlos como autores de culto). O sea, que si lo que peta son los ensueños eróticos de una mujer a la que le gusta que la aten y le azoten, enseguida el vendedor de turno encargará a algunas plumas en nómina que clonen el éxito hasta agotarlo. Le hubiera bastado a Pontón mirar qué autores se hacen millonarios y con qué cosas en estos momentos para comprobar lo mucho que se equivoca. Hasta ayer mismo esos autores estaban alojados en editoriales, esas editoriales -por un sistema de solidaridad muy eficaz, por sostener un prestigio- destinaban parte de las ganancias obtenidas con esa basura a comprarle obra a autores "literarios" que no iban a cubrir los adelantos recibidos ni aunque tuvieran diez mil hijos y cada uno comprara dos ejemplares. El sistema producía un abotargamiento  evidente y una flora intestinal excesiva, no hay duda de ello. Pero hacer residir ahí y sólo ahí el problema, es ya digo, echarle las culpas a la ballena de que las ballenas se extingan. (Y dirán: pero es que las ballenas no son los escritores, la ballena es la literatura: qué va, la literatura es el mar, la surcan todo tipo de animales, desde poetas que, según Pontón, no esperan ganar nada a cambio de sus poemas -se ve que no está al tanto de cuántos premios hay en España- hasta negros que le escriben discursos a alcaldes y presidentes y libros a presentadores de televisión y actores porno.) Los vaticinios hacia dónde nos dirigimos y chalalá son meras muestras de impaciencia: no hay prisa en adivinar hacia qué garete se va el negocio editorial y cómo va a resolverse. Pero si la solución pasa por lo que las apariencias dictan, está claro que no sólo no se va a reducir el número de textos que se produzcan, ni que esa reducción imposible vaya a mejorar la calidad de lo que se escriba, sino que se va a multiplicar temerosamente. Y encima, por la mayor parte de esa obras, el escritor no cobrará nada, y sin embargo el mercado las hará funcionar, con lo que, como de costumbre, alguien estará haciendo dinero con la carne de la ballena.
La literatura, eso sí, no corre riesgos de extinguirse. Aunque no se produzca de aquí al final de los días una sola obra maestra más, ya se han producido las suficientes como para llenar la vida de cualquier lector. Pero brindar por la extinción de los escritores, por provocativo que quiera ser, no es más que brindar por los balleneros japoneses. Será el mercado y sólo el mercado quien dé ese carnet de profesional de la cosa a quien sea capaz de conquistar público suficiente como para pagarse el alquiler. Ya no se podrá esperar la protección de un editor que le escriba a alguien: "vamos, Scottie, no te preocupes por las ventas, te envío el adelanto que pactamos y sigue trabajando". Y lo peor de todo es que no es ninguna tragedia ni una cosa ni la otra.
Juan Bonilla

Juan Bonilla

Contra la dictadura de la mesa de novedades y contra el grito de los escaparates, esta Biblioteca se propone rescatar de las llamas del presente, obras y autores de los que apenas se habla porque no son, no están de actualidad.


el dispensador dice:
a veces se apagan las ideas,
a veces se agotan las ganas,
a veces se traban las teclas,
a veces las notas se gastan...

a veces se van los que escriben,
a veces huyen los que piensan,
a veces las bohemias son perseguidas,
a veces la cultura se llena de heridas...

a veces se cierran las puertas,
a veces se ocultan las ventanas,
a veces se levantan muros,
otras veces se colocan persianas...

hay cerrojos literarios,
iniciativas de mentidos empresarios,
desiertos sin dromedarios,
sin oasis de pensamientos,
sin fuentes ni genios expresados...

hay bibliotecas en llamas,
tanto como hogueras atizadas por ciertas páginas,
donde sucumben las voluntades,
mientras la inspiración se apaga...

y aún cuando todo ello sucede,
mientras haya un ser humano respirando,
la cultura, cualquier cultura,
vive renaciendo de los fuegos que la consumen,
sin poder exterminarla.
AGOSTO 29, 2013.-

CHAVÍN de HUÁNTAR ► Encuentran dos cabezas de piedra de más de 2.000 años de antigüedad | Cultura | elmundo.es

Encuentran dos cabezas de piedra de más de 2.000 años de antigüedad | Cultura | elmundo.es

ARTE | Perú

Encuentran dos cabezas de piedra de más de 2.000 años de antigüedad

Imagen de las dos cabezas.| EfeImagen de las dos cabezas.| Efe
  • Se trata de representaciones humanas con rasgos de animales labrada en la piedra.

Dos cabezas labradas en piedra de la época preinca, con más de dos mil años de antigüedad, fueron halladas en el complejo arqueológico Chavín de Huántar, en el norte de Perú, informó hoy a Efe el arqueólogo estadounidense John Rick.

El equipo arqueológico que lidera Rick encontró en julio pasado dos de las denominadas "cabezas clavas", representaciones humanas con rasgos de animales, al excavar entre los edificios C y D de Chavín de Huántar, dos de las zonas más grandes del complejo, que se desarrolló entre el 1.200 y 500 antes de Cristo.

"Justo ahí encontramos el colapso de las piedras labradas y entre ellas las dos cabezas clavas en su misma posición en la que cayeron", afirmó Rick, quien maneja la teoría de que un terremoto hizo caer las esculturas. Cada una de las cabezas mide aproximadamente un metro de largo, 39 centímetros de ancho y 43 de altura, y pesa 250 kilos.

El arqueólogo indicó que se puede identificar en las dos esculturas a "personas silbando o soplando" y que están fuertemente asociadas a culebras, al tener sus rostros cubiertos por estos ofidios.

"Esas cabezas estaban colocadas en las cimas de las fachadas, en lugares muy elevados. Era probable que hubiera cientos de cabezas... Se supone que fueron de alta significación. Probablemente relataban creencias sobre transiciones entre personas y seres alternativos, transiciones entre humanos y animales míticos", comentó.

Actualmente, solo hay una cabeza clava empotrada en la fachada del complejo de Chavín de Huántar, mientras que varias de ellas fueron destruidas por desastres naturales en la zona.

Rick añadió que las piezas que se encontraron están en buen estado de conservación en la superficie, aunque presentan fracturas en el interior. Desde 2004, la organización norteamericana sin fines de lucro Global Heritage Fund, la universidad de Stanford y la compañía minera Antamina financian el proyecto de investigación arqueológica y conservación en Chavín de Huántar


el dispensador anota al margen:
Chavín de Huántar - Wikipedia, la enciclopedia libre
Chavín de Huantar es un sitio arqueológico o monumento arqueológico, ubicado en el distrito de Chavín de Huántar, provincia de Huari, departamento de Ancash, en el Perú. Está a 462 km al noreste de Lima. El lugar tiene una elevación de 3.177 msnm, en la Sierra Oriental de Áncash al este de la Cordillera Blanca. La ubicación de la ciudad en la confluencia de los ríos Huacheksa y Mosna, en la cuenca alta del río Marañón, punto de paso desde la costa hacia la selva, lo que le propició una localización ideal para la recolección y tránsito de de bienes[1] .
Fue el centro administrativo y religioso de la cultura chavín, construido y ocupado aproximadamente entre los años 1500 y 300 a.C. (Formativo Andino). Sus estructuras, de forma de pirámide trunca, están construidas a base de piedra y argamasa de barro. La estructura más imponente es la conocida como “El Castillo”, llamado también “Templo Mayor” o “Templo Nuevo”. Es una muestra sobresaliente del arte de construir de los antiguos peruanos por el alto grado de perfección alcanzado en materia de ingeniería, en el tallado y pulido de las piedras y en la litoescultura asociada a su arquitectura. A pesar de no ser el sitio arqueológico más antiguo, ni el más grande, ni el más vistoso del Perú antiguo, a Chavín de Huántar se le considera como el más importante centro de peregrinación del mundo andino, así como uno de los testimonios más tempranos de la civilización en América.
La construcción presenta una compleja red de caminos y galerías interiores de piedra únicamente iluminados por haces de luz que penetran a través de ductos estratégicamente dispuestos. En su interior aún puede apreciarse el Lanzón monolítico, piedra tallada de 4,54 m. de altura en la que se observa representada una divinidad antropomorfa, posiblemente la más importante del panteón chavín. En los muros del templo principal se podía ver una serie de cabezas clavas, bultos escultóricos que oficiaban al parecer de guardianes mitológicos del templo; actualmente solo una de ellas permanece en su sitio original.

el dispensador dice:
son más las pirámides perdidas que las halladas,
son más las historias inventadas que las verdaderamente cursadas,
son más los yacimientos arqueológicos saqueados que aquellos que han sido resguardados...
son más las culturas extraviadas que aquellas otras, las reveladas...

no todas las puertas han sido encontradas,
las que lo han sido, permanecen cerradas,
en las ventanas hay historias olvidadas,
no son pocas las huellas que permanecen marcadas...

hablan las piedras iluminadas,
también aquellas que están enterradas,
pocos atienden las palabras pronunciadas,
menos son los que atienden a las nunca escuchadas...

las cabezas de piedra también hablan,
no están inertes los contenidos de sus miradas,
allí moran sabidurías negadas,
ángulos y geometrías nunca desveladas...

había cultura... antes de la América conquistada,
había sabidurías bien diferenciadas,
luego se instaló la barbarie de una inquisición transplantada,
hubo hogueras y tristezas plasmadas...

hoy... mi querido... poco es lo queda,
tanto se han llevado, que casi no queda nada,
la verdadera cultura permanece sepultada,
si atiendes a la tierra... comprenderás sus palabras...
cuando te llevas algo... que no te pertenece...
también te llevas el dolor de aquel que perece...
y como siempre las ondas vuelven...
arrasando a los espíritus que se burlan y mienten...

permanece en Perú la antigua simiente,
la consciencia andina aún permanece,
cruza montañas sin dejar verse,
se hace visible sólo ante quien quiere...
creerás que no es así,
que eso no se puede...
hay verdades ocultas en las arcillas verdes...

hay desfiladeros conducentes,
ellos conducen a las fuentes...
Chavín de Huántar era un oráculo,
cruzaban las almas sin tener cenáculo...
hace tiempo que su voz se ha acallado,
sin embargo habla de vez en cuando...
¿sabes de distintos,
de viejos legados?...
cuando hablen las piedras... no te hagas el disimulado...
detente y atiende lo que está sonando,
el que ama al pasado que viene rodando,
aparece como elegido para ser iluminado.
AGOSTO 29, 2013.-

cuando se desconoce el ayer,
cuando se niega el pasado,
cuando las nuevas generaciones no se nutren de él,
perdiendo la memoria cósmica de sus antepasados,
la humanidad que se obtiene... sólo estará recomenzando...
perdida en sus noches... sin el sentido de la pertenencia...
sin el sentido de lo "amado"...
y su paso por la Tierra, no dará ningún resultado...
y se irá de aquí... como si no hubiese llegado.








miércoles, 28 de agosto de 2013

LA PUERTA DEL PUMA ▲ DEL OTRO LADO DEL PORTAL


el dispensador dice:
podría decirte que las piedras hablan,
sólo te diré que ellas me llaman,
podría decirte que acudí alguna mañana,
sólo te diré que los ecos de la historia... siempre regresan... alguna vez... y se destapan...
ante olvidos que escapan...
ante omisiones que matan...
siempre ha sido así...
desde que la humanidad anda...

podría decirte que la emoción me atrapa,
sólo te diré que con la reverencia no alcanza,
podría decirte que allí moran ancianos fantasmas,
sólo te diré que hemos concertado nuestras almas...



qué me dirías si te dijera,
que se puede hablar por nudos,
que anudar abre otros mundos,
que emanan mensajes agudos,
que no dicen nada en crudo,
pero que al revelarse te dejan estupefacto,
casi mudo... ?, ?, ?,...

podría decirte que allí se abrió un portal,
que el tiempo/espacio es crucial,
porque sólo invita a cruzar,
al espíritu que vibra en soledad...
sin embargo, sólo te diré...
que allí hubo un ventanal,
que invitó a saltar... a toda una humanidad...
cuyos silencios son ecos de eternidad...



todo puede sorprender,
pero la soberbia habilita a negar,
todo lo que se pueda ver,
sin comprender...
todo lo que se pueda hallar,
sin respirar...

podría decirte que quise permanecer,
que me quise quedar,
que no encontraba palabras,
que el silencio me pudo ganar,
que luego de ello, nada puede sorprender,
porque es una sensación sin igual...
sólo te diré que he preferido soñar,
con volver y cruzar... aquel umbral...
por donde alguien se asomaba para llamar...
a visitantes que luego de pasar,
sólo les quedaba callar...
admirar... llorar... asumir que allí hubo otra humanidad...
muy, pero muy distinta a la actual...



podría decirte que es un lugar para amar,
sólo te diré que no se puede olvidar,
podría decirte que me quise fundir en el pedregal,
sólo te diré que sí, finalmente pude cruzar...
podría decirte que ya no quise volver,
sólo te diré que no pude regresar...
una piedra me habló,
me dijo tanto... que me puse a llorar...
entonces,
me dije a mi mismo,
jamás podré contar, 
lo que acaba de suceder,
lo que vine a escuchar...
por eso me quedé... del otro lado del portal.
AGOSTO 28, 2013.-



cuando la humanidad toda retome su historia, la real... sólo entonces regresará al humanismo filosófico que la hará comprender que, el tránsito por la vida, por los tiempos respirables, es un aprendizaje que no depende de poder alguno, al menos no en la faz de la Tierra... que no depende de estado alguno, como tampoco es cuestión de banderas ni de fronteras... porque nadie, absolutamente nadie, es dueño del destino de su prójimo, mucho menos de sus sueños, tampoco de sus esperanzas...

aquel, que en la Tierra hipoteca o ejerce un daño en el destino de sus prójimos... sencillamente, se queda sin portal de regreso...



el dispensador anota al margen ►
Puma Punku - Wikipedia, la enciclopedia libre

Puma Punku, también llamado "Pumapunku" o "Puma Puncu", es parte del complejo monumental de Tiwanaku cercano al poblado de Tiwanaku en el Departamento de La Paz, Bolivia. En aimara, su nombre significa, "La Puerta del Puma". El complejo consta del Pumapunku, una corte al occidente sin muros, una explanada central, un montículo de terrazas de piedras megalíticas, y un corte amurallado al occidente.1 2 3
El Pumapunku es un montículo de tierra en terrazas que se se enfrentan con bloques megalíticos. Es 167,36 m de ancho a lo largo de su eje norte-sur y 116,7 m de largo a lo largo de su eje este-oeste. En las esquinas noreste y sureste de la Pumapunku tiene 20-metros de ancho que se extienden proyecciones 27,6 metros al norte y al sur del montículo rectangular. El borde oriental del Pumapunku está ocupado por lo que se denomina "Plataforma lítica." La Plataforma lítica consiste en una terraza de piedra que es 6,75 por 38,72 metros de dimensión. Esta terraza está llena de múltiples bloques de piedras enormes; contienen el mayor bloque de piedra encontradas, tanto en Pumapunku como en el sitio de Tiwanaku. Esta lápida es 7,81 metros de largo, 5,17 metros de ancho y 1,07 metros de espesor promedio. Con base en la gravedad específica de la arenisca roja de la que fue tallada, esta losa de piedra se ha estimado que pesan 131 toneladas métricas.4 El núcleo del Pumapunku consiste de arcilla. El relleno subyacente partes seleccionadas de la orilla del Pumapunku se compone de arena de río y los adoquines en lugar de barro. Las excavaciones en el Pumapunku han documentado "tres épocas principales de construcción, además de pequeñas reparaciones y remodelaciones."1 2 5 3 4
En su apogeo, Pumapunku se cree que ha sido "increíblemente maravilloso,"2 adornado con placas de metal pulido, de cerámica de colores brillantes y la ornamentación de tela, ciudadanos vestidos elaboradamente, sacerdotes y élites con cubierta de joyas exóticas. Nuestra comprensión de este complejo es limitado debido a su edad, la falta de una prueba escrita, el deteriorado estado actual de las estructuras debido a los cazadores de tesoros, el saqueo, explotación minera de piedra para la construcción y el desgaste natural.1 2 4
El área que separa el Pumapunku y complejos de Kalasasaya ha sido objeto de reconocimiento con radar de penetración de suelo, magnetometría, inducida por la conductividad eléctrica y susceptibilidad magnética. Los datos geofísicos obtenidos mediante estos estudios y excavaciones han puesto de manifiesto en la zona comprendida entre la Pumapunku y complejos de Kalasasaya la presencia de numerosas estructuras artificiales. Estas estructuras incluyen los cimientos de los muros de los edificios y sus compuestos, conductos de agua, como piscinas o pozos funcionales, revestimientos, terrazas, complejos residenciales, y las difundidas aceras de grava todos los cuales ahora se encuentran enterrados y ocultos bajo la superficie.6 7

si decides venir... sólo trae tu alma. el dispensador. AGOSTO 28, 2013.-