domingo, 29 de septiembre de 2013

RANAS || El sonido de la naturaleza | elmundo.es

El sonido de la naturaleza | elmundo.es

LA RANA Y LA TORMENTA

Carlos de Hita


Un pequeño cuento de otoño. En tiempos de grandes cambios en la naturaleza, cuando oleadas de aves migrantes nos sobrevuelan rumbo al sur, cuando por los montes de media España retumban los bramidos de los ciervos en celo, hoy nos fijamos en un episodio modesto: la vitalidad de una rana bajo un aguacero.

Se acerca una tormenta. La atmósfera está quieta; no se mueve una brizna de aire y en el silencio del campo se palpa la tensión.

Lejos retumba un trueno. Una rana común croa en los restos de lo que fue una gran charca, reducida a un poco de lodo después de un largo y reseco verano.
Un petirrojo reclama desde unos arbustos. Y aunque esta es su llamada habitual, parece que con estos chisporroteos subraya la tensión del momento.

Parece que, con la que se viene encima, nadie quiere destacar demasiado. Escapa un mirlo y su grito agitado se pierde entre la vegetación. Encaramado a unas ramas silba, discreto, un estornino negro.

Algunos grillos de otoño rascan sus alas, aunque las estridencias son apagadas, sin brillo, como si les costara encontrar un sonido afinado.

Foto
Aspecto otoñal del jardín en el que está la charca a la que se refiere el audio. | Carlos de Hita

Desde la distancia, bosque adentro, las cornejas graznan fúnebres presagios. La tormenta ya está aquí, precedida por fuertes ráfagas de viento. Y bajo el aguacero, sólo la rana mantiene su canción, feliz porque al fin ve crecer su charca.

Y así llega el otoño.


el dispensador dice:
las ranas coreaban constantes,
habían hecho rara a aquella tarde,
llovía en Chicoana,
silencios que arden,
se había cortado la luz,
cautivaba el paisaje...
olor a hierba fresca...
más allá la tarde,
hundiéndose entre cerros y mangles,
las ranas conversan,
las palabras yacen,
todo se escurre en la oscuridad que nace.
SEPTIEMBRE 29, 2013.-


ENTRE EL ECUADOR Y CAPRICORNIO ► Brasero de la añoranza | Cultura | EL PAÍS

Brasero de la añoranza | Cultura | EL PAÍS

BRASIL, PAÍS INVITADO A LA FERIA DE FRÁNCFORT. EL LIBRO DE LA SEMANA

Brasero de la añoranza

En 'Sol tropical de la libertad', de Ana Maria Machado, la tensa relación entre una madre y una hija convive con la memoria de la represión militar en Brasil durante los años sesenta


Protestas estudiantiles en São Paulo en 1968. / AFP / ImageForum

Conocida en todo el mundo por sus novelas y relatos infantiles, Ana Maria Machado (Río de Janeiro, 1941) consiguió, mediante libros como El domador de monstruos y Un montón de unicornios, la rara proeza de arrastrar a los más jóvenes a leer. Alumna de Roland Barthes, periodista del Jornal do Brasil, pintora, estudiosa del aprendizaje de la lectura, Machado inició en 1979 con su Historia medio al revés una revisión de los cuentos de hadas, despojando a los personajes del determinismo y la frialdad con los que Andersen y los Grimm los habían dotado.

A partir de ahí, la autora fue incorporando el entorno familiar de su Brasil natal, enraizándolo en un mundo mítico y tribal dominado por la naturaleza exuberante. Su primera novela dirigida a un público general, Alice e Ulisses (1983), dejaba ver la buena sombra de Clarice Lispector, de cuya impronta Machado se intentaba desviar gracias al empleo lúdico del lenguaje y a su capacidad de sugerencia, desgranando las oportunas dosis de realidad y ficción. Después, O mar nunca transborda (1995), mostraba el reencuentro de una periodista brasileña afincada en Londres con las tierras de sus ancestros en el litoral de Espíritu Santo. El descubrimiento de Brasil y la realidad del final de siglo se fundían en una voz evocadora, magnética.

Machado emprende aquí un retrato generacional centrado en la clase media de
Río de Janeiro
En esta línea, Sol tropical de la libertad representa un nuevo tour de force en la obra de una autora cimentada en las sólidas bases del cuento clásico. Machado emprende aquí un retrato generacional que, centrado en la clase media de Río de Janeiro y por extensión en la ciudadanía brasileña, va derivando en la semblanza de todas las persecuciones y el exilio de los años setenta y ochenta en Latinoamérica. Lena, periodista convaleciente de una enfermedad a la que no llega a poner nombre, y que le ocasiona mareos y caídas, visita a su madre en la casa familiar frente al océano. Se encuentra en un momento de bloqueo existencial, subrayado por su imposibilidad de escribir. Tras varios intentos fallidos con curas alternativas, se ha plegado a depender de los fármacos, aunque sabe que empeoran su ánimo. La forzada convivencia con Amália, la madre, pone a prueba su “irritación atávica” a que alguien invada su territorio. No puede caminar por la playa ni zambullirse en el mar porque tiene un pie roto. Intenta corregir una obra teatral que ha empezado sobre su experiencia de exilio en París. A medida que se adapta a duras penas a la proximidad y los juicios maternos, comprende que lo único que está de veras vivo en ella es la memoria, sobre la que carece de dominio y de la cual acabará “molida a palos”.

Sirviéndose de escenas de la obra dramática de Lena, de cartas (extraordinaria la dedicada a Marcelo, su hermano), de apuntes, de fotografías familiares, de recuerdos felices y amargos de sus años de infancia y juventud, de incursiones de Amália, Machado traza el mapa de la vida de Lena. Y no solo de ella, también de sus padres, de sus hermanos y de sus amigos. La revuelta estudiantil del 68 en Río de Janeiro, la dictadura militar y la sanguinaria represión que vio después, pasan como una sucesión de imágenes que proyecta Lena ante sí con estupor e impotencia, avergonzada de la sociedad en que nació. Para Amália —que en esos años de sufrimiento por el destino de su prole descubrió que la patria era más bien “matria”, porque todo “paría y se paría desde las mismas entrañas”—, Lena era la que menos entendía de sus hijos, por “sus manías de independencia, su silencio, sus maneras esquivas”. La periodista evoca la indignación del viejo pintor Cesário (“además de violentos, somos unos ladrones”), el temblor de la resistencia, sus compañeros del exilio, las sorpresas ingratas, la pérdida de su hijo nonato, su separación. Repasa casos paradójicos, como el de esa mujer torturada a la que, en la confortable Alemania, le venían unas dolorosas “ganas de correr descalza por Brasil”. En ese “brasero de la añoranza”, de donde derivaría para algunos el nombre del país (de brasa que palpita, calienta, quema) se cuece la “inadaptación permanente” de los que se fueron, que permanecerá incluso aunque regresen, quizá aún más.

El resultado es una novela de hondo aliento, trufada de sabiduría narrativa y sensibilidad, cuyo tono nunca desfallece, que alcanza el otro lado del río que atraviesa el bosque de los enormes jequitibá, con el latido rítmico, seguro, de un corazón apasionado, rebelde. No solo es la verdad de lo que cuenta Machado, porque solo con “la verdad” exprimida a la experiencia (histórica, política, privada) no se construye una buena novela; es el estilo que convierte este magma de memoria en ejemplar, insustituible, paradigmático. El énfasis vital, colectivo, y el intimismo de lo que atañe a una sola persona, se aúnan con naturalidad para alcanzar una dimensión épica sin renunciar al lirismo que siempre se contiene y por eso logra calar en la imaginación del lector con la fuerza de una prodigiosa aventura en “la tierra de las palmeras donde cantan los tordos”.
Sol tropical de la libertad. Ana Maria Machado. Traducción de Roser Vilagrassa. Alfaguara. Madrid, 2013. 381 páginas. 19,50 euros (electrónico: 9,99) 


el dispensador dice:
zonas del ecuador,
zonas del capricornio,
hay zodíaco protegiendo el entorno,
donde se construye el futuro,
historias sin fondo,
simplezas de espíritu,
presentes redondos...
es muy bueno andar despacio,
saber ir de a poco,
aprecias la senda,
miradas de unicornio...

hay mucha historia,
entre el ecuador y capricornio,
navegar por el Amazonas,
demanda retorno,
todo en la vida se aprende a poco,
ir despacio libera cerrojos,
el que aprende a vivir,
no se tiene por flojo.
SEPTIEMBRE 29, 2013.-
 

 

BRAZIL ▲ BRASIL ▲ Brasil quiere conquistar al mundo con la vitalidad de su cultura y su arte | Cultura | EL PAÍS

Brasil quiere conquistar al mundo con la vitalidad de su cultura y su arte | Cultura | EL PAÍS

Brasil quiere conquistar al mundo con la vitalidad de su cultura y su arte

Brasil aprovecha su potencia económica para difundir internacionalmente la enorme vitalidad

de sus artes

Un nuevo mestizaje surge de la tensión entre lo local y lo global

La Feria del Libro de Fráncfort asistirá al desembarco de todo su poderío cultural con un centenar de actividades culturales


'Esperando, con el estilo de Julia Margaret Cameron', de Vik Muniz.

Brasil aceleró su viaje al futuro hace veinte años. Y ahora lo alcanza con fuerza ofreciendo una pirotecnia planetaria de las artes. En los noventa, empezó una carrera para impulsar sus diferentes manifestaciones artísticas, apoyar la creación y promover toda su cultura por el mundo. Ese es el momento en el que se encuentra ahora. Sin abandonar, ni renegar de sus tópicos, pero sin dejarse asfixiar por ellos. No quiere seguir siendo prisionero del imaginario colectivo, ni dar solo lo que el mundo espera de él de acuerdo con esa mitología. Ahora el propio país es el principal tema de sus artistas.

Brasil quiere conjurar imaginarios arraigados y por venir. Y ha encontrado una pareja ideal para su esplendor económico: la cultura. Al igual que en lo financiero, en lo cultural todo son cifras gigantes. Los siguientes números lo definen: en la última década ha aumentado un 900% su presupuesto para cultura. Este año el ministerio dispone de 1.153 millones de euros, a los cuales hay que sumarles 800 millones en concepto de incentivos fiscales. Quieren diversificar su imagen y su presencia internacional para, según Rita Beret, agregada cultural de la Embajada en España, “dar visibilidad a otros aspectos de la cultura brasileña, más allá de los tradicionalmente difundidos como son la música popular, el carnaval y el fútbol”.

Brasil quiere conjurar una imagen distorsionada. Ya como el sexto país con el mayor producto interior bruto no desea que cuando se le mencione suene automáticamente el track-track de una caja registradora. Literatura, artes plásticas, teatro, cine, música, arquitectura… Busca extender su creación artística por los cuatro puntos cardinales de sus más de ocho millones y medio de kilómetros cuadrados (es el quinto país más grande del mundo), mientras sus cotizados autores proliferan por el planeta con señas artísticas que sobrepasan lo previsible y ocupan un lugar destacado en la escena internacional. Además, hace que el mundo vaya hasta Brasil a través de sus admirados museos y eventos profesionales y culturales (ya está entre los diez destinos preferidos en el mundo para congresos y convenciones).

Brasil quiere conjurar su aislamiento en el mundo. El idioma portugués, cuya musicalidad y sonoridad gusta a todos, ha sido un obstáculo debido a su poco peso geopolítico global. Una manera de potenciar su visibilidad es el nuevo canal internacional Arte 1, dedicado a la cultura, y del reforzamiento del programa de radio The Brazilian Hour, que se emite las 24 horas en cinco idiomas (portugués, español, inglés, francés y mandarín), con su actualidad política y cultural. En el ámbito de sus escritores ha empezado este año una campaña de promoción mundial con un presupuesto superior al medio millón de euros anuales hasta el 2020. La Feria del Libro de Fráncfort, donde es el país invitado, del 9 al 13 de octubre, será el gran escaparate de su poderío literario.

Brasil quiere conjurar la ambivalencia de su identidad. El aislamiento y la presión de los mercados culturales han hecho tambalear la verdadera alma de los creadores brasileños en busca de un lugar en el mundo. Lo advierte Nélida Piñon, premio Príncipe de Asturias de las Letras y académica de la Lengua en su país. Al menos en la literatura, algo que podría ser aplicable a las demás artes: “Ciertos autores se someten a estéticas internacionales en perjuicio de las propias opciones creadoras. Y todo por la presión de un mercado duro que, al asumir un papel mentor, impone rumbos creadores, infunde en los autores el temor a que les decreten la obsolescencia prematura y a que, en consecuencia, los conduzcan a renunciar a ese aprendizaje que un día podrá llevarlos a alcanzar la plenitud creadora”.

Brasil quiere conjurar el destino. Incluso las palabras que dijera Montaigne de él hace cuatro siglos, según recuerda la crítica de arte Estrella de Diego: “Lo abrazamos todo, pero no atrapamos sino viento”.

Cuna del mestizaje étnico y cultural entre los nativos, Europa y África, Brasil ha dado nombres inmortales de artistas como Cândido Portinari y Tarcila do Amaral con obras universales como esta:


'Abapour', de Tarsila do Amaral.
O escritores como João Guimãraes Rosa y Joaquim Maria Machado de Assis, que en El origen de la crónica dice:

“Cuando la fatal curiosidad de Eva le hizo perder el paraíso, acabó, con esa degradación, la ventaja de una temperatura igual y agradable. Nació el calor y el invierno; vinieron las nieves, los tifones, las sequías, todo el cortejo de males, distribuidos en doce meses al año”.

“No puedo decir con certeza en qué año nació la crónica; sin embargo, existe la posibilidad de creer que fue coetánea de las primeras dos vecinas” (de El origen de la crónica).

O posteriores como el popular Jorge Amado con novelas como Gabriela, clavo y canela que empieza:
"Esta historia de amor por curiosa coincidencia, como diría doña Arminda-, comenzó el mismo día claro, de sol primaveral, en que el estanciero Jesuíno Mendonza mató a tiros de revólver a doña Sinházinha Guedes Mendonza, su esposa, exponente de..."

O arquitectos como Oscar Niemeyer con edificios emblemáticos que invita a entrar en ellos:


Parlamento de Brasil, en Brasilia, obra de Oscar Niemeyer.
Y aportando estilos musicales muy aplaudidos, bailados y tarareados como la  bossa nova y, especialmente, la samba que invita a bailar así:



Desfile en el sambódromo.

El relevo cultural de Brasil ya está aquí. Es más que fiesta, más que playa, más que ocio, más que fútbol, más que belleza física…

El ritmo de su historia empezó a cambiar a mediados de los noventa tras la caída de la presidencia de Fernando Collor, lo que dio como resultado la creación de nuevos modelos de financiación, asegura Walter Salles, uno de los cineastas brasileños más relevantes. El vistazo atrás que hace Salles del pasado reciente sirve para entender este presente: “En 1989, en el instante en que el país pensaba haber redescubierto el camino de la democracia, la cultura brasileña sufre un nuevo trauma con el caos económico y social deflagrado por el Gobierno de Collor. De las 5.000 salas de cine que existían, solo seguirían abiertas apenas 700 cuatro años después de su elección como presidente”. Junto al calvario del cine, las otras artes.
El exuberante Brasil parecía yermo.

Hasta que se va Fernando Collor. Ahí se produce el cambio de paso; la creación de nuevos modelos de financiación y la producción independiente renacen, recuerda el cineasta. Lo que cuenta Salles es extrapolable a las demás artes, las sensaciones son las mismas para todos, porque las películas de esa cosecha son alimentadas por una misión común: “El deseo urgente de repensar la identidad de un país traumatizado por 25 años de Gobierno militar”.

Con el horizonte artístico y de apoyo más despejado, los creadores brasileños, cada uno de manera espontánea, empezaron a acelerar el viaje de su país hacia el futuro. Y este es en palabras de quienes lo han forjado y de algunos de especialistas:

Este mundo urbano por el que deambulan delincuentes, prostitutas, traficantes de drogas, policías corruptos, empresarios sin escrúpulos y matarifes de toda índole y condición son hoy la materia narrativa de muchos de los actuales escritores brasileños
LITERATURA: urbes con problemas
Para comprender la nueva realidad brasileña y su reflejo literario se debe acudir a autores como Rubem Fonseca o João Antonio, asegura el académico Antonio Maura. “Este mundo urbano por el que deambulan delincuentes, prostitutas, traficantes de drogas, policías corruptos, empresarios sin escrúpulos y matarifes de toda índole y condición son hoy la materia narrativa de muchos de los actuales escritores brasileños como Paulo Lins con obras como Ciudad de Dios; Reginaldo Ferreira da Silva con Manual práctico del odio; Patricia Melo y su novela Matador; Luiz Ruffato con Inferno provisorio; Rodrigo Lacerda con Otra vida”.
La emigración como problema y trasfondo de la acción, asegura Maura, está presente en las novelas y poemas de Milton Hatoum con obras como Relato de un cierto Oriente y Dos hermanos; y Tatiana Salem Levy con A chave de casa, que, aunque nacida en Lisboa en 1979, tiene una sensibilidad plenamente brasileña, que enlaza con la personalidad y la obra de Clarice Lispector (1920-1977).
Precisamente Lispector es un clásico contemporáneo que gana lectores y prestigio. Se trata, según Ofelia Grande, editora de Siruela que presenta estos días su biblioteca en España, de “una autora que cambió la forma de escribir y que llevó el lenguaje hasta sus límites en obras de la mayor sofisticación literaria, pero que también supo ser cercana en sus libros de no ficción dedicados a temas familiares o personales”. Es una parada obligatoria en la narrativa contemporánea.

CINE: impregnado de brasilidad

Desarrollan un cine impregnado de brasilidad, aunque también intensamente contaminado por los discursos narrativos y estéticos del mainstream internaciona
Aunque Brasil fue un alumno precoz de los hermanos Lumière, la más antigua secuencia filmada es de 1897, su relación con el cine ha sido de eternos desencuentros. Pero desde 1995, cuenta el periodista Francho Barón, se experimenta una suerte de perestroika abanderada por nombres como Walter Salles, Fernando Meirelles, José Padilha, João Moreira Salles, Carlos Saldanha o Flavia Castro. Todos ellos “desarrollan un cine impregnado de brasilidad, aunque también intensamente contaminado por los discursos narrativos y estéticos del mainstream internacional”. Tres películas han colocado al país en el mapa cinematográfico internacional de las últimas dos décadas: Central do Brasil (Salles, 1998), Ciudad de Dios (Lins, 2002) y Tropa de Élite (Padilha, 2007).

Si ese gran plano abierto se cierra un poco sobre el pasado inmediato, la situación parece borrosa, pero de repente mejora. En los últimos años, cuenta Salles, “la presencia de películas brasileñas en festivales se volvió más escasa. Pero en 2012 surge una obra maestra que puede dar un nuevo rumbo para nuestra cinematografía: O som ao redor, ópera prima del excrítico de cine Kleber Mendonça Filho, la mejor película brasileña de los últimos diez años y, el reflejo más agudo de nuestra presente realidad”.

Un paseo por el horizonte muestra un cielo despejado para el cine. Según Salles, el número de jóvenes realizadores y de primeras películas sigue siendo importante. Las nuevas reglas establecidas por Ancine, la agencia estatal que rige el sector en el país, obligan por primera vez a los canales de televisión por cable a invertir en la producción independiente nacional.


ARTE: propuesta radical

Después de Cildo Meireles, con Artur Barrio, uno de los artistas del conceptual de los sesenta más radicales, llegaba la generación del propio Neto, Valeska Soares, Vik Muniz, Adriana Varejão o Rosãngela Renno
A finales de los noventa también se inicia el más reciente soplo renovador de las artes plásticas brasileñas. La crítica Estrella de Diego tiene el recuerdo vivo en su memoria porque “la impresión fue única. En una galería neoyorquina, al salir de una exposición del joven Ernesto Neto, el espectador trataba de recordar en vano lo que había visto: en sus sentidos gobernaba más el olor que las formas. Se trataba de las entonces recientes instalaciones del artista carioca en las cuales unas mallas con formas orgánicas se llenaban de especias que, al rebosar, inundaban las salas de perfume. El reto a la mirada higienizada de Occidente estaba servido: ver la obra de Neto era sobre todo olerla”.

A pesar de la radicalidad de su propuesta —oler—, De Diego afirma que “Neto no estaba solo en su fórmula para retar a Occidente. Le acompañaba toda una tradición creativa de Brasil que había comenzado en 1928, con el ahora archicitado Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade. En el texto se animaba a devorar al colonizador y se abogaba por una cultura de contaminaciones e integración. Después de Oswald de Andrade llegarían los neoconcretos —Lygia Clark, Helio Oiticica o Lygia Pape— con sus geometrías para apreciar sensorialmente, con el cuerpo completo; obras para usar' que confirmarían esa idea de Brasil mito, realidad, proyección, pero latiendo”.

Años después esa innovación y esa fuerza se han renovado. Su producción artística no solo está presente en los circuitos internacionales, sino que, añade De Diego, “se halla entre las más cotizadas y apreciadas, desde luego mainstream frente a la de países emergentes como India o China. Después de Cildo Meireles, con Artur Barrio, uno de los artistas del conceptual de los sesenta más radicales, llegaba la generación del propio Neto, Valeska Soares, Vik Muniz, Adriana Varejão o Rosãngela Renno, los niños mimados de la escena internacional, quienes junto a Beatriz Milhazes situaban a Brasil en el mapa y a través de ellos se conocían las generaciones anteriores, y con ellos se ha llegado a Clark, Pape y hasta Oswald de Andrade tras la popularidad de los artistas más jóvenes y en un recorrido inverso”.


TEATRO: búsqueda del camino

El cuerpo ocupa el centro de las preocupaciones y pesquisas de cualquier compañía de teatro brasileño. Es un trazo que nos identifica frente a la escena internacional. La figura del preparador corporal se hace omnipresente en cualquier montaje que se precie, y no se trata de virtuosismo atlético o sublimación estética
Brasil quiere ser como quiere ser y no como otros dicen que quiere ser. En el teatro eso es clarísimo, según la dramaturga Aline Casagrande: “Una de las mejores maneras de describir el teatro brasileño contemporáneo es compararlo con un veinteañero, en estado de febril potencia y confusión, con intensas ambiciones y en perseverante búsqueda del camino”.

La tradición teatral allí es joven, recuerda Casagrande. Hay que tener en cuenta, añade, que los primeros dramaturgos apenas se remontan al siglo XIX. Pero ella prefiere hablar del cuerpo, “que no por casualidad es materia esencial del teatro. El cuerpo ocupa el centro de las preocupaciones y pesquisas de cualquier compañía de teatro brasileño. Es un trazo que nos identifica frente a la escena internacional. La figura del preparador corporal se hace omnipresente en cualquier montaje que se precie, y no se trata de virtuosismo atlético o sublimación estética, sino de una calidad de presencia que suele impresionar a directores extranjeros trabajando en Brasil”.

Un aplauso generalizado como resultado de la existencia continuada de colectivos teatrales. Tal vez sea esa, reflexiona Casagrande, la característica que mejor defina el teatro brasileño contemporáneo, cuyos colectivos “nacieron en su mayoría en las ultimas décadas del siglo pasado, y tienen hoy motivos para sentirse orgullosos”.

Un asomo a la realidad revela una escena inabarcable. Según Casagrande, tan solo en São Paulo se estrenaron 650 montajes durante el año 2011, y en Río de Janeiro un centenar fueron sufragados (parcial o totalmente) con dinero público, “aunque otras ciudades como Londrina, Curitiba, Porto Alegre o Belo Horizonte también pueden presumir de su actividad teatral”.


MÚSICA: ritmo y cadencia

El cuerpo ocupa el centro de las preocupaciones y pesquisas de cualquier compañía de teatro brasileño. Es un trazo que nos identifica frente a la escena internacional. La figura del preparador corporal se hace omnipresente en cualquier montaje que se precie, y no se trata de virtuosismo atlético o sublimación estética
Pero antes de todo este girar las cabezas hacia Brasil en las artes, antes de esas expectativas, antes de mentar nombres y corrientes literarias o cinematográficas, antes de todo eso estaban los sonidos, el ritmo, la cadencia y la música brasileña. Música que ha ayudado a moldear la imagen del país en el mundo, y a meterse en el alma de la gente, con un cómplice insuperable: el Carnaval de Río con su colorido y movimientos.

Un mestizaje de celebraciones y músicas amerindias, africanas, portuguesas y europeas esparcidas con la nueva mezcla de emociones y sentimientos de mundos tan distintos como distantes. Samba, choro, maracatu, forró, bossa nova, en seducción imparable desde finales de los años cincuenta y popularizada mundialmente con La chica de Ipanema, con artistas como Vinicius de Moraes, João Gilberto o Caetano Veloso, y en las últimas décadas el rock brasileño.

Si hace dos décadas Brasil empezó a forjar este presente-futuro, es ahora cuando en verdad se adentrará en ese porvenir que anhela. Empezará a mostrar todo su potencial y a hacerlo más visible al mundo a partir de la Feria de Fráncfort, seguirá en junio con el Mundial de Fútbol y en 2016 con los Juegos Olímpicos. Como si fuera poco, allí está el primer lugar urbano elegido por la Unesco como paisaje cultural del patrimonio de la humanidad, por su interacción armónica entre la belleza natural y la intervención humana como...


Río de Janeiro.






Y así, Brasil recuerda al poema de Vinicius de Moraes, ‘El río’:
“Una gota de lluvia
cuando el vientre grávido
estremeció la tierra.
A través de viejos
Sedimentos, rocas
Ignoradas, oro
Carbón, fierro y mármol
Un río cristalino
Lejano milenios
Partió frágil
Sediento de espacio
En busca de luz.
Un río
nació”.
* Especial Brasil. Del 7 al 11 de octubre, EL PAÍS presentará, en su sección de Cultura, impresa y online, un panorama completo de las principales manifestaciones artísticas brasileñas.

El Brasil que saldrá de Fráncfort

Winston Manrique Sabogal
La Feria Internacional del Libro de Fráncfort, la mayor cita comercial del sector en el mundo, tiene a Brasil como invitado especial, del 9 al 13 de octubre. Una creación que llega entre el optimismo por obtener más visibilidad literaria y la alarma ante los riesgos de un mercado globalizado.

Una muestra de los autores contemporáneos señala tendencias singulares y dispares. Según Nélida Piñon, un examen superficial indica la tendencia de los jóvenes a “adoptar estéticas de matriz globalizante, que se confunden con otras artes, como las visuales, la música y el cine; una serie de experimentos que, siguiendo una espiral creativa, capta los ruidos procedentes de la cultura pop y se rinde a una cierta uniformidad determinada por el universo globalizado. De esta convivencia resulta un cosmopolitismo que ha ido abandonando poco a poco la materia prima regionalista, a favor de la exaltación urbana con menor densidad mítica”.

Para comprender la nueva realidad brasileña y su reflejo literario hay que remontarse a Machado de Assis y llegar hasta Rubem Fonseca. El académico Antonio Maura señala cómo los nuevos escritores prefiguran el actual y nuevo Brasil con temas de urbes superpobladas llenas de problemas y miedos (violencia, corrupción, inseguridad, abusos). Y, claro, la emigración como problema y trasfondo que modela una visión distinta de lo regional y tradicional literariamente.

Una mirada complementaria la ofrecía María Eunice Moreira, en la revista Cuadernos Hispanoamericanos: “Se personifican en la novela brasileña contemporánea dos características: la representación del país, en especial de las particularidades históricas de una nación que se construyó a la sombra de una metrópoli europea y la marca de un país que vivió el proceso de revolución política en su historia más reciente. Pero privilegio la segunda proponiendo delinear el retrato de Brasil que emerge de tres novelas: Heranças, de Silviano Santiago (2008); O leite derramado, de Chico Buarque (2009), y Azul corvo, de Adriana Lisboa (2010)”.

Pero el género más característico de la literatura brasileña es más periodístico que literario, asegura Bernardo Kucinski, autor de Las tres muertes de K (Rayo Verde). Lo han cultivado los clásicos brasileños, pasando por nombres como Ubaldo Ribeiro hasta los nuevos como Michel Laub. La literatura infantil ocupa un lugar destacado. El principal nombre es el de Ana Maria Machado, ganadora del Premio Andersen, una especie de Nobel del género.

La edición de libros fuera de Brasil es escasa comparada con su vasta producción, cuenta Fabián Lebenglik, director editorial de Adriana Hidalgo, que desde Buenos Aires es uno de los pocos sellos que sirve de puente entre la creación brasileña y la hispanohablante. Para salir del aislamiento, la millonaria cruzada de promoción de su literatura y sus escritores, que ha iniciado el Gobierno, se hace con concursos literarios internacionales y apoyando la traducción y reedición de obras. Brasil no solo quiere ser potencia económica, también cultural.

el dispensador anota al margen ► Brasil - Wikipedia, la enciclopedia libre
El origen etimológico de la palabra «Brasil» aún no se identifica claramente. Una teoría realizada por el filólogo Adelino José da Silva Azevedo, postula que se trata de una palabra de origen celta, barkino —que se tradujo al español como «barcino»— aunque en la misma aceptaba que la mención más remota del término podría ser encontrada en el idioma de los antiguos fenicios. Este vocablo se utilizaba para nombrar a un colorante rojo utilizado por esta civilización. En la Edad Media, la palabra se deformó por los genoveses a brazi —en español «brasil»—, pero ahora se utilizaba para referirse al palo brasil, nombre dado a una especie arbórea de la que se obtiene una madera de color rojizo utilizada en la ebanistería y para la tinción de textiles.17
En la época del descubrimiento de América, era común que los exploradores guardaran cuidadosamente en secreto todo lo que descubrían y conquistaban, a fin de asegurar una exploración exclusiva del territorio; sin embargo, los portugueses anunciaron de manera rápida el descubrimiento de la «isla Brasil» ubicada en el medio del Atlántico, de donde extraían el palo del mismo nombre. En la época colonial, varios cronistas importantes como João de Barros, Frei Vicente do Salvador y Pero de Magalhães Gândavo coincidieron que esta era la explicación del origen del nombre de «Brasil».18
Antes de tomar su nombre definitivo el actual territorio de Brasil fue designado de diferentes maneras: Monte Pascoal (cuando los portugueses avistaron el terreno por primera vez), Isla de Vera Cruz, Tierra de Santa Cruz, Nova Lusitânia, Cabrália, etc. En 1967, con la primera Constitución de la dictadura militar, Brasil pasó a llamarse oficialmente la «República Federativa de Brasil», nombre que la Constitución de 1988 conservó. Anteriormente, durante la época del imperio, el nombre oficial del país era «Imperio de Brasil» y posteriormente, con la proclamación de la república, se denominó «Estados Unidos del Brasil».19

el dispensador dice:
podría decirte que me atraen sus verdes,
pero en verdad me enamoran sus gentes,
algo hay en esos aires, que se respiran diferentes,
algo hay en esos suelos, que hacen que todo se renueve...

podría decirte que me capturan sus paisajes,
pero en verdad contienen distintos engranajes,
todo coincide como en un herraje,
cuando abres la puerta te subyuga hasta cautivarte...

podría decirte que amo a sus aves,
hay en las selvas algo que atrae,
contienes la respiración al ver el Amazonas,
sabes que hay vida más allá de las sombras...

he vivido un tiempo largo, disfrutando fragancias,
he recorrido caminos y largas distancias,
he aprendido de sus gentes sencillez y elegancias,
hay cultura que vibra aún sin decir palabra...

pasas desapercibido, el alarde no hace falta,
hay estirpe en las culturas del África,
así como linaje en las mezclas salvajes,
todo es dulce como panal que atrae...

hay vida más allá de grandes ciudades,
Brasil te llama provocando saudades,
se respiran distinto en esos aires,
sientes afectos que te llaman a ser parte...

sientes que hay un Brasil para el arte,
sientes que hay un Brasil para esculpir la tarde,
sientes que hay un Brasil para poder amarte,
sientes que hay letras de las que ya eres parte...
y cuando estás allí ya no puedes despegarte,
lo que respiras te exige participar y ser parte...
es linda la gente cuando aprende a amarse.
SEPTIEMBRE 29, 2013.-
DEDICADO A: Moacir y a toda aquella gente que supo hacer historia...


 

sábado, 28 de septiembre de 2013

SÍNDROME DE CHERNOBYL ►[Henciclo] interruptor - Think tank - la columna de H enciclopedia

interruptor_Think tank


    EL INTELECTUAL COMO CADENA DE MONTAJE

Think tank

Carlos Rehermann

Cadena de montaje


Cuando faltaba poco más de un año para las elecciones nacionales de 2014, uno de los probables candidatos al cargo presidencial, Jorge Larrañaga, anunció una serie de movimientos destinados a, según anunciaron representantes de su grupo político, “reclutar intelectuales” que “rivalicen con los cuadros de la izquierda”. Al parecer se va a reanimar la Fundación Wilson Ferreira Aldunate —que viene exhibiendo una energía que no hace honor a la del gran dirigente del partido nacional— con la finalidad de convertirla, según dijeron, en un think tank.

En un artículo acerca de la corporación RAND (Research AND Developement —investigación y desarrollo) una misteriosa organización creada poco después de terminada la segunda guerra mundial para asesorar a la fuerza aérea estadounidense, pero que hoy asesora a empresas y gobiernos en múltiples áreas, la periodista Virginia Campbell dice que la expresión “think tank” nació en Gran Bretaña durante la guerra, y que se aplicó por primera vez a esa corporación. Tiene sentido: un tanque, para funcionar adecuadamente, no puede tener filtraciones, y RAND trabaja casi siempre en proyectos tan “estratégicos y sensibles para la seguridad pública”, que los que piensan ahí dentro deben estar protegidos de filtraciones. Pero el asunto de las filtraciones ya no parece ser tan importante (todos los tanques han resultado ser notablemente porosos), de modo que en la actualidad se emplea la expresión para referirse a algo así como un comité de sabios.

Incluso se emplean expresiones con voluntad sinónima, como “usina de ideas”, seguramente con la confianza de que la industria y sus sistemas de montaje como técnica para aumentar la riqueza son una buena metáfora para el pensamiento creativo.

Todo esto no necesariamente es una lucubración gratuita: la versión oficial de RAND dice que la primera “usina de ideas” o “think tank”, es decir, esa corporación, se independizó del gobierno de Estados Unidos gracias al apoyo financiero de la Fundación Ford.

Ford, aquel que inventó la cadena de montaje.

Las metáforas siempre hablan de la capacidad de imaginación del que las emplea. Como se ve, la metáfora de la usina o la del tanque de pensar no auguran resultados ni innovadores ni sensibles al entorno, porque si el tanque funciona bien hay un control político —es decir, que no proviene de las unidades pensantes del tanque— de los ingresos y los egresos. Es decir, el éxito del think tank dependerá de la capacidad para identificar problemas del que lo promueve, ya que los pensadores serán elegidos de acuerdo al criterio del dueño del tanque.

Según se ha informado, el equipo de campaña de Larrañaga constató, a través del análisis de focus groups, que hay bastante gente que votó al actual partido de gobierno (considerado de izquierda) pero que no está conforme ni con la manera que gestiona ni con los valores que  promueve, o sea, no está de acuerdo con nada. La idea es la de lanzar una agrupación nueva, con un perfil diferente, pero que sume votos, dijeron.

Uno diría que deberían haber esperado a crear el think tank antes de empezar a largar ocurrencias.
Larrañaga pretende, redundaron las fuentes de su equipo de campaña, crear una organización suficientemente amplia como para “reclutar personalidades, referentes e intelectuales nacionales”. 

Alguien cercano al precandidato dijo que se busca captar “un perfil intelectual disconforme con la izquierda”. Los temas que se tratarán en el tanque de pensar son, anunciaron “temas como desarrollo e infraestructura, entre otros”. Como puede verse, he ahí el techo: lo que puede imaginar el precandidato es el repertorio habitual de los asuntos que los políticos consideran dignos de ser tenidos en cuenta; cosas que se acumulan encima de otras cosas, cosas que multiplican cosas, cosas que conectan con cosas.

Hay que destacar dos aspectos de este asunto: el primero, encomiable, es que Larrañaga es el único candidato que dice claramente que es necesario que en Uruguay alguien comience, de una vez por todas, a pensar.

El segundo es que la iniciativa será, evidentemente, un fracaso.


No tiene sentido cambiar nada
Parece evidente que el crecimiento de la izquierda en Uruguay tuvo que ver con la instalación de algunas certezas en el imaginario colectivo, con la creación de determinada agenda, a través de múltiples plataformas, casi ninguna de ellas política, sino más bien perteneciente a la más etérea superestructura: el arte y la cultura. La literatura, el teatro, el cine, la música, en sus versiones eruditas y populares, y además el arte del pueblo, como la murga y el periodismo, construyeron a lo largo de 60 años un discurso en una sola dirección, que fue la que asumió la izquierda política como propuesta para decidir los votos.

La base teórica tenía que ver con un marxismo filtrado por la filosofía francesa y el estructuralismo, y el proceso llegó a un logro político después de que el análisis feminista, la deconstrucción, los estudios poscoloniales, entre otras tendencias de los estudios culturales, hubo puesto en la agenda temas de género, sexualidad o imperialismo.

Pero la izquierda en el gobierno resultó ser más bien dextrógira. Hoy, cada vez que la derecha (se podría decir la oposición, da igual, porque las palabras ya no son más que bienes transables) abre la boca, no dice nada, porque cuando dice no puede sino caer en los viejos discursos de la izquierda. Pero aun sin pensar en lo que realmente ocurre, cualquiera termina por pensar que para ganar hay que instalar algunos temas, y hay que hacerlo como supo hacerlo la intelectualidad de izquierda, es decir bien.

“Bien” significa “eficiente”; los intelectuales de izquierda lograron convencer a una masa importante de personas que era necesario el cambio, y marcaron una base ética y una dirección con ciertas metas de justicia social.

Pero los logros actuales de la izquierda se parecen mucho a los de cualquier buena administración liberal: reducción de la evasión fiscal, racionalización de la burocracia, modernización de las telecomunicaciones, aumento de presupuesto para áreas claves como la educación o la salud, universalización de la inclusión digital, creación de plataformas diseñadas específicamente para la inclusión social.


Claro que todos estos asuntos son probablemente dignos de críticas: la evasión fiscal se redujo pero las cargas sobre las clases medias no parecen menores que antes, y no ocurre lo mismo con quienes ganan más; la burocracia racionalizó sus procedimientos pero sigue teniendo los mismos objetivos idiotas; las telecomunicaciones se modernizaron pero la principal consecuencia parece ser el aumento de tamaño de los celulares; el aumento del presupuesto en educación parece no haber afectado la calidad; la inclusión digital no es genuina, sino que quedó en poco más que el mero reparto de hardware; la inclusión social parece anclada en una irritante filantropía estatal.


Cuando la oposición trata de decir algo acerca de todo esto, siempre termina limitándose a marcar ineficiencia o en general mala gestión. En cambio, cuando la oposición era de izquierda, lo que hacía era proponer un mundo nuevo: la ineficiencia y la mala gestión eran meros accidentes de un sinsentido histórico, que era el gobierno de la derecha. Pero incluso cuando la actual oposición lanza la acusación de mala gestión, la izquierda en el gobierno simplemente hace notar que los anteriores gobiernos de derecha ni siquiera intentaron algunas sencillas prácticas de buena gestión. De manera que la oposición se enfurruña y balbucea borborigmos, incapaz de cumplir con su función política.
Larrañaga parece creer que los intelectuales son parte de una cadena de montaje, que lo que le falta a la oposición es un discurso como el que hábilmente usó la izquierda durante 50 años: parece creer que basta con encargar la fabricación de un discurso que servirá para cualquiera que pueda pagarlo.

Es lícito que piense de esa manera (hay que recordar que anda corto de ideas porque todavía no tiene un think tank que se las suministre) porque desde hace algún tiempo los políticos le hacen mucho caso a los publicitarios que dirigen sus campañas. Está claro que fue un publicitario el que tuvo la ocurrencia del think tank. Y quizá, en esta época en la que la izquierda y la derecha se diferencian entre sí tanto como se distinguen la Coca de la Pepsi, lo más práctico sea dejar la tarea de ganar las elecciones a un publicitario. Pero lo cierto es que las ideas no se instalan en una sociedad porque se cree una agrupación política seductora para intelectuales disconformes.

Las ideas se instalan en ambientes donde tiene sentido cambiar las cosas. El sentido viene dado a través de alguna clase de evaluación de lo que hay y de una intención (fundada en una ética) de cambiar lo que hay. Pero aquí hay un problema que no tiene mucho que ver con la incapacidad de un partido para cambiar algo.

Aquella famosa tesis undécima de Marx sobre Feuerbach ha sido limpiamente vuelta del revés por el mundo posmoderno, tal como ironiza Terry Eagleton en su libro más reciente (El acontecimiento de la literatura), cuando reseña el trabajo del crítico Stanley Fish: “La cuestión es interpretar el mundo, no cambiarlo”.

Teoría e izquierda a la baja
Eagleton, en un libro que ya tiene diez años de publicado (Después de la teoría) dice que la declinación de la teoría con el simultáneo auge de los estudios culturales, que ocurrió en los años setenta y parte de los ochenta del siglo pasado en la academia del hemisferio norte, se relaciona íntimamente con el decaimiento de la izquierda política. Cuando expone la puntería de ciego del posmodernismo en cuestiones de arte y cultura se comprende por qué el discurso de la izquierda parece impracticable y el de la derecha se muestra desconcertado:
"Rimbaud, Picasso y Bertolt Brecht todavía contaban con una burguesía clásica con la que ser groseros. Pero su descendiente, el posmodernismo, no la tiene. Sucede solamente que parece no haberse dado cuenta de este hecho, quizá porque es un hecho demasiado penoso de reconocer. El posmodernismo parece comportarse en ocasiones como si la burguesía clásica estuviera sana y salva, y por ello se ve a sí mismo viviendo en el pasado. Dedica gran parte de su tiempo a atacar la verdad absoluta, la objetividad, los valores morales eternos, la investigación científica y cierta creencia en el progreso histórico. Pone en cuestión la autonomía del individuo, las normas sociales y sexuales rígidas y la creencia de que existen fundamentos sólidos para el mundo. Como todos estos valores pertenecen a un mundo burgués en decadencia, la cosa se parece bastante a escribir airadas cartas a los periódicos sobre los hunos a caballo o los saqueadores cartagineses que han tomado los condados de los alrededores de Londres."

Los intelectuales que pusieron a la izquierda en el poder se retiran ahora, avergonzados de no poder decir algo coherente, o se acoplan como funcionarios enarbolando protestas acerca de la eficiencia y el éxito empresarial que no tiene banderas ideológicas y otros etcéteras tristes e irrisorios. Si hubo alguna vez un intelectual de derecha, ahora no puede salir del estupor al escuchar a los intelectuales de izquierda hablando como Raymond Aron. No queda espacio para el discurso, porque no hay enemigos, dado que desapareció la teoría capaz de identificarlos.

La inocente iniciativa de la oposición para crear un ámbito de pensamiento sobre la realidad tiene al menos la virtud de  traer una pequeña carga acusatoria contra una izquierda que, con la precaución de un merodeador nocturno, evita mencionar que no le conviene que se piense.


el dispensador dice: comenzando la década de los años setenta supe estar muy cerca de las energías nucleares, tan cerca que formaba parte de los paisajes, recibiendo mucha formación y otra tanta información sobre los conocimientos y los desconocimientos que sobre dichas energías tienen los humanos... curiosamente, y de manera inesperada, dicho vínculo persistió por las siguientes dos décadas, hasta el año 1992 en que hice mi último paso por una beca sobre radiaciones atómicas y seres humanos... uno de los temibles problemas de las energías nucleares son las filtraciones, algo que los humanos suelen desconocer, para luego hacerse los sorprendidos y reaccionar en consecuencia, rasgándose las vestiduras y buscando "brujas" expiatorias que salven las almas mediante oportunismos... algunas gentes lo saben, otras lo desconocen, pero en verdad las filtraciones nucleares son altamente dañinas para todo lo que existe en la faz de la Tierra, incluyendo en ello los suelos, los aires, las aguas, y hasta los fuegos... y hay muchos ejemplos temibles... dos de los cuales son relativamente recientes, siendo que ninguno de ellos ha sido controlado... Chernobyl, el primero... Fukushima, el segundo... los dos nefastos, aunque no los únicos, porque a pesar de haberlos mantenido ocultos, los accidentes nucleares han sido varios, y las consecuencias han sido graves para los seres vivos cercanos y lejanos... léase, cuando la usina, además de energías, filtra residuos, los daños permanecen intangibles y negados hasta que las realidades los colocan sobre el tapete, esto es cuando ya es demasiado tarde y los daños son irreparables...
En el medio de esta elucubración, recordé por vaya a saber qué artilugio de las memorias, el tema de los tanques rusos avanzando sobre Praga, algo que las gentes han olvidado, mientras que muchos de las nuevas generaciones desconocen, pero que se trató de un hecho de avasallamiento aberrante, hacia el pensamiento humano, hacia el inconsciente colectivo, y hacia los derechos sociales... todo ejercido en nombre de las libertades y de los humanismos... que nadie sabe dónde están ni dónde quedan.
Por diversos motivos que no vienen al caso, a lo largo de mi vida fui descubriendo que la historia "oficial" de la Segunda Guerra Mundial, su previa, y posterior congelado, poco y nada tenían que ver con realidad alguna... estando todo bien distante de los acontecimientos cursados... un conflicto que terminó a manos de un acto de soberbia humana, esto  es"fundiendo" (y la palabra es correcta) humanidades inocentes para someter voluntades políticas... y así consta en Nagasaki y en Hiroshima, donde pueden apreciarse consecuencias lamentables de una decisión humana que bien puede situarse en las "demencias" del poder.
Hecha la descripción, bueno es considerar que la humanidad en la Tierra ha pasado por varias filtraciones... desde el magma hacia los cielos... por caso Krakatoa... y desde los cielos hacia abajo... sea Hiroshima y Nagasaki un par de ejemplos significativos en sus daños. Desde luego los procesos de la naturaleza, aún siendo dañinos se neutralizan a sí mismos, cosa que no sucede con los procesos humanos cuyos daños perduran hacia la eternidad. Obsérvese que no hago referencia a la tragedia que causaron los franceses en el Océano Pacífico con sus explosiones nucleares seriadas... y obsérvese que no hago referencia, tampoco, a las explosiones que han hecho americanos y chinos y indios y... en cuanto lugar se les ha antojado, siempre anotando que "aquí no ha pasado nada".
¿Dónde vamos?... pues bien... si ya estás en el escenario, entonces podemos sumergirnos en el meollo de la cuestión...
- los aires terrestres están contaminados con diversas filtraciones químicas que no se ven, pero están... cianuros... helios... hidrógenos con dos electrones o más... cesios... indios (elemento, no nativos originarios), tantalios, y muchos otros... estando, además, contaminados por ciertos nitratos y nitritos que se usan para manipular los climas, creando lluvias y/o sequías, según los antojos militares del imperio (ése que nadie sabe dónde queda, pero que existe en la soberbia de los hombres)...
- las aguas terrestres, por su parte, están contaminadas con todo tipo de desechos industriales, entre los que se cuentan arsénicos, otra vez los cianuros, muchos otros "uros", y hasta residuos nucleares provenientes de todos los accidentes nucleares causados por las impericias humanas, polímeros, monómeros, y otras porquerías no degradables, que estarán aquí aún cuando la humanidad ya no exista...
- los suelos que pisa el hombre, además de agotados de tanta insolencia humana, están repletos de desperdicios de toda índole y factor... no la haré larga...
- por su parte los fuegos, muchos de ellos espontáneos a partir del cambio climático y las temperaturas que imperan en aires recalentados por negligencia humana, contribuyen a "espesar" las moléculas generando densidades que el hombre está lejos conocer, y mucho más de detectar... lo cual no impide que existan y jueguen un papel fundamental en las consecuencias "inesperables"...
Moraleja: Cuando los elementos pesados se respiran, se beben, se pisan... esto es, se convive, modifican las geometrías del pensamiento humano, haciendo que las neuronas no detecten adecuadamente las señales que reciben... algo semejante a idiotas comunicándose o intentando hacerlo... o bien, algo semejante a estúpidos tratando de tomarse ventaja mutuamente... de allí que Usted hable, parezca que el "otro lo entiende", y después suceda todo lo contrario a los esperado por ambos, indicándose que el otro tampoco recibió el mensaje, o si lo recibió no pudo decodificarlo... temible... espantoso... aberrante... pero real... y eso mismo está sucediendo por estas horas en todo el orbe humano. Si a esto se le agregan las radiaciones que emanan de los teléfonos celulares y de las computadoras, estamos en el horno... y realmente lo estamos... ya que la Tierra ha subido su media térmica como si se tratase de un horno.
Por ello, se me ha ocurrido llamarle el "Síndrome de Chernobyl", esto es que la energía liberada e incontrolable se recrea a sí misma combinándose con cuanta cosa se le cruza... desmantelando el sentido del pensamiento humano, el sentido que conllevan las palabras, y peor aún, interfiriendo en los nodos comunes al entendimiento humano, algo necesario e imprescindible para la vida individual, y en la tribu...
Fin de fiesta: cuando Usted escucha una promesa política, la divergencia consecuente proviene del "Síndrome de Chernobyl", por ende Usted no debe esperar nada de ninguna promesa política, o peor aún, debe esperar que suceda exactamente lo contrario, a efectos de no sorprenderse cuando le caigan encima intentando neutralizar sus capacidades de pensamiento individual... Más allá... el síndrome al que hago referencia, ya es irreversible... y se devorará a la cultura humana retrogradándola al peor de los primitivismos... si no me cree... espere a verlo por Usted mismo. SEPTIEMBRE 28, 2013.-


ORÁCULO SIN DELFOS ▲ [Henciclo] interruptor - Dioses y fieras - la columna de H enciclopedia

interruptor_Dioses y fieras



 EL PERFUME DE LA COMUNIDAD AL DISOLVERSE

Dioses y fieras

Aldo Mazzucchelli


Algunos gramáticos, muchos maestros,
y casi todas las personas que viven en un entorno lingüístico más o menos conservador tienden a afirmar que debido a los cambios en el lenguaje
—los cambios, por ejemplo, que vienen del uso de nuevas tecnologías de la comunicación— lo que ocurrirá es que la gente, progresivamente, perderá la capacidad de entenderse, debido a que se estaría borroneando el “código” (supuestamente homogéneo) que mantiene la comunicación entre las personas. La idea tiene una apariencia de elocuencia, pero, lamentablemente para ella, no he sido testigo de ningún hecho que la confirme. Al contrario, veo que la gente hace lo que se le antoja con el lenguaje y se sigue entendiendo perfectamente bien —siempre, claro está, de acuerdo a los fines que persiga cada vez que se comunica. Y el malentendido, que es inherente a toda comunicación, sigue tan campante, demostrando con su existencia que la gente sabe perfectamente cuándo ha entendido y ha sido entendida, y cuándo no.
Hasta ahí el fracaso de intentar legitimar la necesidad de enseñar a leer y escribir textos de determinada complejidad lineal basándose en un argumento en último término positivista, es decir, uno que cree que hay una especie de “sistema” que para que funcione tiene que “mantenerse limpio”. Ya lo intentaba decir la inefable academia de la lengua: “Limpia, fija y da esplendor”. Que el lema de la RAE quede mejor en un frasco de Pulidor que en el escudo de la institución no es tanto culpa de la benemérita sino de quien le rasca el lomo: una modernidad (con sus fatigados anexos) que desde hace siglos se viene volviendo crecientemente desalmada. Es decir, una época que en lugar de confiar en su íntimo lenguaje, en lugar de ser su lenguaje, en lugar de creer primero en lo que sabe de sí, de su energía y su experiencia, viene metasujetándose, es decir exteriorizando y alienando su propio lenguaje, y en consecuencia, perdiéndose más y más en esquemas generales, en menúes de los que un ser crecientemente instrumental cree que elige, en ninguneamiento de las propias intuiciones y traslado de la legitimidad a algo ahí afuera que nos devuelva una miguita de ser.

El sujeto, esto se ve y se sabe desde hace mucho, cada vez habla él mismo menos, y cada vez es más hablado desde afuera. El sujeto —decía Heidegger primero en densa síntesis del “problema de la imagen del mundo”, abundaba Foucault en prosa más larga e historizante luego—, al volverse objeto de estudio con la aparición de las “ciencias humanas”, comienza a entregar su interior a un exterior colectivizado en los contenidos disciplinares creados por la mecánica de los saberes (que, por cierto, se organizaron, incluso los humanísticos, de modo “positivo”, es decir objetual, contante y sonante). Esto no podía conducir a nada más que a lo que ha conducido, es decir, a que el ser, de la utopía de unicidad romántica, haya ido deviniendo nada más que en una combinatoria de opciones preabiertas. He ahí los menúes. Ser es elegir de lo que me ofrecen, ser es decir “me gusta” o “no me gusta” —suprema ñoña rebelión transmoderna.
Así, hablando de los problemas del aprender colectivo hoy, una conocida, muy militante, me dijo la semana pasada que José Pedro Varela había sido alguien censurable porque se había limitado a crear una escuela pública que solo “enseñaba a los hijos de los obreros a leer y escribir pero no los preparaba para el poder”. Otra variante de semejante furia anacrónica es un libro que hojeé hace poco sobre la relación entre fútbol y poder en los veintes, que en lugar de exaltar los extraordinarios logros de aquella sociedad en todos los planos, apuntaba con aparente y recontrajada “agudeza” a los elementos que (en la perspectiva de 2013) sonarían “racistas” en el Uruguay del Centenario. Acaso el autor crea que, con su obra, está finalmente reivindicando una injusticia antigua, y enfrentando un supuesto “discurso racista” del Uruguay del Centenario. Como decía Sartre en Situations III, “goza de la conocida superioridad que tienen los perros vivos por sobre los leones muertos”. Son consecuencias obvias de la ya concluida demolición de toda posible credibilidad para la legitimidad de las sociedades en las que, justo, nos ha tocado vivir. ¿Es tan difícil darse cuenta de que, una vez que uno ha concluido la obra del viejo Friedrich y el viejo Jacques y ha dinamitado toda posibilidad de fundar razones de buena fe, en lugar de avanzar, hemos retrocedido, y que ahora los ricos juegan con los ricos y miran a los pobres de arriba —y encima, están justificados teóricamente? Es que la política (y mucho menos la política académica) nunca va a poder reparar por si misma las sajaduras que ha causado en el lenguaje, que es el bien común por excelencia. Una vez que se instruye a la gente a que debe negar la palabra (es decir, la intención) del otro y traducir al otro en “política”, a fin de triunfar por el hueco hecho de quererse distinto, el resultado llega más o menos rápido y es siempre el mismo.
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Acaso la precaución con el lenguaje que aun exhiben educadores y conservadores lingüísticos sea expresión de una preocupación de otro tipo, que tiene que ver con la pertenencia y la no pertenencia a la comunidad. Y pertenencia no es solo, ni acaso en primer lugar, una superstición emocional, sino una expectativa elemental sin la cual es difícil subsistir: la expectativa de que el otro va a seguir algunas normas elementales que yo también sigo. El problema de quien “habla mal” es el problema de encontrar un ámbito para existir. Y ese ámbito no es necesidad solo de “los burgueses”, como aun se oye a veces en el Uruguay. El término es aplicado sobre todo por una conciencia letrada, pero desde más allá de esos espacios educados hay formas equivalentes y aun más duras de registrar, marcar y censurar al que no sigue los hábitos (lingüísticos y de otra clase) del grupo.

El “giro lingüístico” recuerda a  Pandora con su caja, y entre sus muchas consecuencias trajo una maldición final que ha sido generar la apariencia de que hablar con sentido (teórico) del lenguaje reemplaza a la necesidad de decir cosas con sentido sin más. Ser aparentemente avisado respecto del lenguaje (es decir, aprenderse una astucia como de animal rprecioespecto a cómo funciona el truco de la representación) ha venido legitimando todo, pues se supone que quien tiene “teoría” no precisa ya una ética ni posturas sólidas en los asuntos que están más acá de ella. La teoría ha sido el maldito refugio de la ignorancia, la falta de compromiso con el ahora y la mala fe. Ha dado, además, abundante material para llenar el vacío académico con apariencias de sagacidad. 

La verdad es que es muy fácil hablar del lenguaje haciendo el truco de separarse de uno mismo e inventar una terminología intermedia, un “metalenguaje”; pero el metalenguaje es lenguaje y jamás podrá reemplazarlo. Es como mudarse a vivir al andamio y olvidar que uno tiene la casa al lado. El truco de olvidarse de la operación metalingüística —por extensión, de la operación gramatical, de la operación teórica, de la engañifa “académica” de la que se extrae legitimidad para tanto dislate— es en el fondo tan imposible como lo sería que alguien se tomase por sus propias axilas y, abrazándose a sí mismo, se levantase del piso. El lenguaje completo, sin doble conciencia, es ese tercer punto de apoyo sin el cual no hay hombre. Y si bien no todo en el hombre es lenguaje ni mucho menos, el lenguaje es el medio en el que ser gente de un modo y no de otro respira. Cuando alguien “habla distinto” ese alguien pasa, a todos los efectos, a ser distinto. No alcanza con que tenga una teoría para explicarlo: esa teoría forma parte de lo que él es. 

Y el lenguaje, lejos de ser objeto principal de estudio, debiera volver a ser de una vez algo jugado a decir, a dar posiciones y a discutir sobre ellas, sin introducción metalingüística ni previaturas eternamente adolescentes. Cuando se lo usa bien, sirve para crear mundo. Los derechos humanos se inventaron precisamente después de que se había inventado la ficción civilizatoria, hecha toda en lenguaje, de que “todos somos, ante la ley, iguales”, pero sobre todo después de que se había convencido —es decir, educado a través de la palabra— a generaciones en que esa es una buena causa (y nunca una “ficción”) para elegir y seguir. Esa sigue siendo una causa —y si usted insiste en su posmodernear, una ficción— importante, que cabe pensar bastante si vale o no la pena desbancar.
Así como en un tiempo se hizo un esfuerzo para homogeneizar el habla de la comunidad, ya hace tiempo que la atmósfera mental dominante estimula el movimiento en sentido contrario. La comunidad, dando por sentado lo que es común como si no importase defenderlo porque parece eterno e inmutable —o, a gente algo desinformada, le parece un regalo de los poderosos—, se lanzó hace mucho a explorar lo diverso, creyendo acaso que solo haya interés en ese espacio utópico.

Acaso en las sociedades que tienen una homogeneidad socioeconómica más marcada y una inercia histórica más larga, el movimiento pueda estirarse sin demasiado peligro de generar una exclusión radical. Pero en sociedades que apenas han logrado con mucho esfuerzo darse un espacio de vida en común, aquellas en que lo que puede darse por sentado como sólido e indestructible es casi nada, la moda de la diversidad artificialmente exacerbada y que toma esteroides ideológicos incorpora el riesgo de que la exclusión del otro se convierta en el centro autojustificado del juego, la regla de oro que desplaza a la de unos pocos y clásicos derechos comunes a cualquiera. Evidentemente, el que se queja de que el otro “habla mal” no dice nada interesante o sólido en términos de ciencia o de superstición. Pero eso no hace otra cosa que recordarnos que el lenguaje es algo mucho más central que un “objeto científico” o un “sistema arbitrario”. De arbitrario, el lenguaje no tiene un carajo, valga el giro castizo, y todo lo concluido por el camino saussureano tan caro a nuestros maestros, de hablar de que el signo es “inmotivado” y “arbitrario” no es más que un balbuceo sin referente, resaca de un objetivismo y un positivismo sin sentido. ¿O a alguien le da igual escuchar que le digan “mi amor” a que le digan el equivalente en farsi? ¿Reacciona igual su cuerpo a un ruido conocido que a uno por conocer, por traducir? No, porque el único para quien las palabras y los ruidos de un lenguaje cualquiera podrían ser arbitrarios es aquel que no tuviese ninguno, que no hubiese mamado y entrado a su propio mundo en uno determinado —y como dice Aristóteles en un fragmento inspirado, ese que no precisa vivir en comunidad (precisemos: que no precisa hablar la lengua de una comunidad) solo puede ser o una fiera, o un dios.

Finalmente, la impotencia de diferenciación que crea la sociedad de consumo construye miríadas de semisujetos que quieren ser distintos, relevantes, importantes, y un puñado de sujetos que lo logran, sin quererlo o queriéndolo, da igual. Porque ser diferente es cosa de destino, no de atino. Pero el ruido y el afán de todo ese ejercitarse en una relevancia o diferencia inane es el caldo de cultivo para una violencia de nueva fase, la violencia de quien mezcla el creerse distinto porque tiene algo o porque se inventa una combinación de objetos, tatuajes, piercings y referentes “sólo de él”, aguijoneada por los golpes de lucidez de los que nadie esta exento que revelan la nadería de todo ese afán. Puesto que el mensaje que guía últimamente viene siendo un mensaje de perfumería: “sé único”, poniendo eso siempre afuera, en algo que identifique y separe. ¿“Sé único” como es único un signo cualquiera en relación a todos los demás de un sistema? No, porque en ese caso hay un sistema que es el que da valor a sus elementos. Mientras que en una sociedad que autodestruye su esqueleto sistemático al abrirse a infinitas posibilidades sin límite, cada opción no significa nada. El precio de la aparente libertad no es que sea alto, como se suele decir: es que ya ni se puede formular, porque deja de ser precio. En cambio, el hablar puede hacer el esfuerzo continuo de acercar y hacer posible la sociedad. Hablar es un acto de elección emocional, no algo voluntario. Se habla igual que aquellos a quienes queremos —o al menos, igual que aquellos a quienes queremos imitar. En eso el lenguaje es un acto de humildad.

Y la humildad es virtud de gente, no de fieras ni dioses, que no saben de ella. Criamos fieras y dioses al borronear el fondo básico de la escuela —integrar a los que llegan a una cultura, aun con sus variantes, y no meramente “respetarlos” para que no logren partir de ninguna en absoluto. Criamos fieras al dejar de hacer cumplir el gesto humilde de enseñarle a todos a ser un poco parecidos a los demás, para desbalancearlo todo hacia una situación en la que, en todo lo relevante, somos indiferenciados, mientras que en todo lo irrelevante tenemos miles de opciones para “definirnos”.
Ambas especies, fieras y dioses, están llenas de glamour. Todo hombre nacido de madre, con su orgullito, si llega a saber de Aristóteles, quiere secretamente ser un dios; y si no puede, al menos quiere ser fiera. ¿Cuántas fieras o dioses puede tolerar fuera o dentro de fronteras una comunidad antes de disolverse? Probablemente pocas. Fieras y dioses tienen la ventaja de que, si bien son adorables o temibles de lejos, de cerca, con ellos no se puede hacer nada. ¿Y cuánto tiempo puede una fiera o un dios vivir sin comunidad? No se sabe. La autosuficiencia es algo desconocido en el mundo conocido.


el dispensador anota al margen:
Oráculo de Delfos - Wikipedia, la enciclopedia libre
El oráculo de Delfos fue un gran recinto sagrado dedicado principalmente al dios Apolo que tenía en el centro su gran templo, al que acudían los griegos para preguntar a los dioses sobre cuestiones inquietantes. Situado en Grecia, en el emplazamiento de lo que fue la antigua ciudad de Delfos, al pie del monte Parnaso, consagrado al propio dios y a las musas, en medio de las montañas de la Fócida, a 700 m sobre el nivel del mar y a 9,5 km de distancia del golfo de Corinto.
De las rocas de la montaña brotaban varios manantiales que formaban distintas fuentes. Una de las fuentes más conocidas desde muy antiguo era la fuente de Castalia, rodeada de un bosquecillo de laureles consagrados a Apolo. La leyenda y la mitología cuentan que en el monte Parnaso y cerca de esta fuente se reunían algunas divinidades, diosas menores del canto, la poesía, llamadas musas junto con las ninfas de las fuentes, llamadas náyades. En estas reuniones Apolo tocaba la lira y las divinidades cantaban.
El oráculo de Delfos influyó en gran manera en la colonización de las costas del sur de Italia y de Sicilia. Llegó a ser el centro religioso del mundo helénico.
La Fócida o Focia es una antigua región del centro de Grecia atravesada por el gran macizo del monte Parnaso. En época de la Grecia clásica una parte de esta región, la que está situada al pie de dicho monte, tenía el topónimo de Pyto (o Pito), en griego Πυθω. Este lugar es el conocido como Delfos, es decir, Pyto y Delfos son sinónimos.
El puerto de Itea era la puerta al mar más cercana a Delfos.
El nombre de Pito fue tomado de la serpiente Pitón (Πυθων) que vivía en una cueva de estos parajes y a la que el dios Apolo dio muerte para apoderarse de su sabiduría y ser él quien presidiera el oráculo. La mitología cuenta que después de dar muerte a la serpiente, Apolo guardó sus cenizas en un sarcófago y fundó en su honor unos juegos fúnebres que se llamaron Juegos Píticos. Más tarde corrió la leyenda de que ese sarcófago se hallaba enterrado debajo del ónfalos, piedra cuyo nombre significa "ombligo del mundo", en el templo de Apolo en Delfos. De este nombre derivó el de Pitia o Pitonisa (Πυθια), nombre que se le fue dando a las mujeres que interpretaban las respuestas, es decir los oráculos. Al templo de Apolo se le llamaba también Pition (Πυθιoν) y al mismo Apolo en Delfos se le llamó "Apolo Pitio".
Hay diversas propuestas acerca del origen del topónimo de Delfos. Una de ellas propone que viene de Delfine (Δελφινης), que era el nombre del dragón mitológico que custodiaba el oráculo antes de la llegada de Apolo.[1] También se ha escrito que su origen parte de un mito según el cual Apolo se convirtió en delfín para atraer a un barco cretense, del que quería utilizar a la gente como sacerdotes; los cretenses desembarcaron y fundaron Crisa y se les encargó ser sacerdotes del templo y que adorasen al dios bajo el nombre de "Apolo Delfinio" para rememorar su conversión en delfín.[2] Al templo de Apolo se le llamó igualmente Delfinion (Δελφίνιoν).



el dispensador dice: tal Ustedes saben, soy de aquellos que entienden que las leyendas no son tales, que los mitos esconden profundas verdades, y que los duendes del mundo paralelo hacen de las suyas cada vez que se les cruza un humano imbuido de soberbias, vanidades, y semejantes yerbas. Acompañando lo antedicho, el mundo de estas horas está tan comunicado... que está comenzando a incomunicarse... las razones son varias, a saber:
- occidente se comunica con oriente, asumiendo que todos pensamos de igual forma, que somos capaces de interpretar al prójimo según sus voluntades, y que todos contamos con habilidades para descifrar lo que el otro nos quiere decir... lamentablemente, oriente está muy lejos de pensar como lo hace occidente, por ende sus patrones de razón son bien distintos, tanto que no coinciden con ninguna realidad pretendida de este lado del meridiano de Greenwich... la consecuencia está a la vista... oriente sonríe, occidente atropella... oriente se nutre de la sabiduría de los que esperan su oportunidad, occidente se ha comido las oportunidades porque está atropellado por las urgencias...
- el ser humano no ha aprendido a utilizar los ojos del alma, por consiguiente su ángulo de visión es tan limitado que le reduce las perspectivas... tanto lo hace, que aún teniendo ojos, el mundo humano está cada vez más ciego... y curiosamente, también está cada vez más sordo... dice que escucha pero no escucha, y si lo hace no atiende acorde a los sentidos de su interlocutor... supongo que esto se debe a que ha descendido la calidad del oxígeno que se respira, por lo cual esto deriva en que las mentes se tornan lentas... porque no se alimentan adecuadamente de las moléculas con la calidad necesaria... es sabido que los oxígenos interferidos, derivan en formas pesadas que, aunque parezcan respirables, sólo proceden a atontar las neuronas...
- el ser humano llegó a la Tierra, con una serie de capacidades bien diferentes a las conocidas y vigentes en la actualidad... todas ellas se han perdido... y hoy se niega, para no pasar vergüenzas ancestrales... por lo pronto, las segundas intenciones dominan un mundo que vive apurado, a sabiendas que cualquier día de estos llegará el "gran facturero", un Dios que pasa facturas a aquellos que se creen más que él y viven aquí abajo olvidando que son nacidos de madre, que fueron engendrados por un padre reconocido o no tanto, y que se creen, además, dueños de toda verdad, propia o ajena... tan apurados viven, que ya no saben cuál es el sentido por el cual están vivos y respiran, entonces sólo aspiran a robar el esfuerzo del otro, exterminando su voluntad, para luego hacerse cargo de propiedades que no les pertenecen por derecho, sí por pirataje, sí por robo, sí por miseria, desconociendo que aquello que se roba, porta esencias invisibles que terminan derovando al victimario...
- los oráculos son anteriores a cualquier imperio... vinieron a la Tierra junto con la humanidad... constituyendo una conexión entre Dios y los mortales... al extinguirse los oráculos... el ser humano se ha quedado sin esperanza, algo que también se le perdió a Pandora... y ahora todos viven pendientes del facebook, el twitter, y otros desatinos electrónicos, sin saber quien está del otro lado, pero peor aún, sin saber qué intenciones tiene el que está del otro lado... de allí el bullying, de allí la trata de personas, de allí los secuestros, y otros mecanismos de denigración de la condición humana, que están intentando terminar con cualquier esperanza... en este punto, vale recordar que según el Dante, los que llegan al infierno deben dejar en su portal de acceso, cualquier esperanza que portaren, ya que allí se les terminará la codicia de creerse más que los demás...
- por suerte para los vivos... las gentes buenas nacidas de madre... son mucho más que las malas nacidas de repollo... de allí que aún la humanidad esté en pié, comunicándose mediante redes sociales en lenguas vivas... sin embargo, debo decir que me apabullan ciertos giros idiomáticos del español modero, que enganchan neuronas con ciertas muletillas tales como: "nada", "obvio", donde nada es obvio, y donde lo obvio conduce a cualquier nada.
- Luego de este divague... me pregunto cómo seguirá esta historia... qué hubiese sucedido si los Kennedy hubieran ocupado la presidencia de EEUU hasta el final de sus respectivas gestiones... o bien, qué hubiese sucedido si el Che Guevara hubiese continuado forjando idealismos fundamentales al ser americano y social, evitando quedar pintado en remeras patéticas... qué hubiera ocurrido si los primeros en llegar a la Luna hubiesen sido los soviéticos... cuál sería la temible moraleja?...
- En alguna otra vida supe andar por Alejandría y por el Oráculo de Delfos, y muchos otros anteriores... estoy tan desconforme con el curso actual de las cosas humanas, que me siento un extranjero, casi un... bue, no importa... he llegado a la conclusión de que me quedo con los dioses, ya que aún siendo miserables, son mejores que las fieras que andan sueltas por aquí abajo, donde todo huele a presa y a selva, donde todo sabe a predadores y víctimas... disculpen Ustedes, prefiero los avatares de la tribu y sus cosmogonías... al menos, por entonces, las gentes compartían los cielos... hoy, hasta se nos han robado los zodíacos, y ya nadie sabe dónde queda el futuro.
SEPTIEMBRE 28, 2013.-