domingo, 22 de septiembre de 2013

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Manu de Ordoñana
Donostia-San Sebastián
España

¿Qué es la buena literatura?

Categoría (General) por Manu de Ordoñana el 21-09-2013

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Vengo observando en los últimos años el rechazo que suscitan los llamados bestsellers por parte de los que se dicen amantes de la literatura. Como corresponde a un debate que se precie, las opiniones están divididas entre los defensores de la buena literatura que, desde su trinchera del menosprecio, excluyen a las novelas de éxito de tal condición y los que opinan que no todas son literatura basura. Pero antes, ¿no sería mejor aclarar el significado del término? Vargas Llosa dijo en su primer discurso como Premio Nobel que la buena literatura da placer y crea menos gente manipulable. Ése puede ser un buen punto de partida y lo resumimos en dos palabras: Formar deleitando.
Bestseller-y-literatura-basura
El paso siguiente es saber a quién queremos “formar deleitando”. Por desgracia, la población lectora en la actualidad es una minoría burguesa, un público que, consciente de su ignorancia, ansía descubrir las miserias que la sociedad esconde, aunque sólo fuere para sentirse inocente. En ese sentido, la buena literatura tendría la misión de revelar cómo es el mundo, con lo cual ya estaríamos empezando a cambiarlo, y el escritor sería el responsable de denunciar a los ciudadanos que consumen una misma cultura la transgresión de los valores compartidos.
Para tener éxito y cumplir el objetivo sólo faltaría que esta tarea de mediador que cumple el escritor llegara a su receptor de una forma cómoda y comprensible. Es la forma, el estilo que ha de estar al servicio del fondo y adaptarse a su contenido y no al revés como muchas veces sucede. Si el guión exige nuevos modos de expresión, búsquelas el autor, pero si no, utilice el lenguaje propio que facilite la lectura, sin hacer dejación de la prosa precisa y elegante que ha de caracterizar a un artista  Si la forma es el alma de las artes y de la música, en la literatura concierne más el fondo.
Hay lectores que prefieren lo simbólico que invita a la reflexión, que les cuenten la historia a medias, textos que sugieran actitudes, insinúen intenciones, sin definir el verdadero carácter del personaje, para sacar su conclusión. Este tipo de lectores no quiere que se lo den todo hecho, desea participar en la trama, descubrir el enigma, como si estuviera enfrentado a un Sudoku. Son novelas que exigen una lectura seria, lenta, con pausas, para dar tiempo a la reflexión, con el fin de capturar las ideas centrales y reelaborarlas para que se adecúen al sentir de cada uno. Pero, ¿a quién va dirigido esa especie? A un colectivo reducido, a una élite erudita. Nada que oponer.
Pero el gran público pide otra cosa. La literatura ligera reduce los obstáculos, simplifica las formas y hace ameno el contenido para que el lector la pueda digerir sin aplicación. ¿Implica eso que esta literatura ligera aborde siempre cuestiones triviales? Yo creo que no. Nada impide que alguien pueda escribir sobre el dolor, la muerte, el amor o el miedo de manera ilustrada, con un argumento sólido,  personajes bien construidos, prosa viva y ritmo ligero.
Son esas novelas dirigidas a la burguesía de la que hablábamos al principio las que conformaron la cultura occidental, las que emocionaron e hicieron llorar a nuestros antepasados, las que siguen deleitando a las generaciones actuales. Son esos escritores que han pervivido hasta nuestros tiempos, los que entendieron desde el primer momento que, para sensibilizar a la plebe sobre los conflictos que afectan al género humano, para defender puntos de vista que apuntan al progreso, era necesario presentarlos con el embalaje goloso de un formato atractivo: entretener al personal no pecado.
Si realmente, la literatura es el conducto ─pero no el único─ que va a servir para construir una sociedad más libre, el vehículo no será la alta literatura escrita para esas élites eruditas que ya poseen el conocimiento, sino una literatura más sencilla capaz de llegar a las masas para hacerles vibrar con los graves problemas que afectan al universo, desvelando situaciones sobre las que el hombre cierra los ojos, tapadas por un cúmulo de mentiras y tan repetidas que hasta parecen la verdad absoluta. “El papel de escritor es inseparable de difíciles deberes, ya que no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren” dijo Albert Camús en el discurso que pronunció al recibir el premio Nobel de Literatura.
Así hemos llegado a un punto en el que claramente se diferencian esos dos tipos de literatura, la ambiciosa que nos ayudar a ser más inteligentes, más tolerantes y más curiosos ─en palabras de Ignacio Polanco─ y los éxitos de venta que sólo pretenden divertir, a los que se les ha asignado esa etiqueta ominosa de bestsellers. Y yo me pregunto: ¿todos los bestsellers han de ser considerados como basura? ¿No fueron bestsellers “El nombre de la rosa” o “Cien años de soledad” o “Los pilares de la Tierra”? ¿Será literatura basura la próxima novela “El héroe indiscreto” de Vargas Llosa que lleva camino de convertirse en el “superventas” de 2103? Ni toda la literatura basura es de mala calidad, ni toda la buena es música celestial. ¿Por qué los escritores de la llamada Generación del 98 son todos aburridos, a excepción de Baroja?
Más vale ver a la gente atareada en la lectura, aunque sea un bestseller, que viendo la tele. En un libro siempre se aprende algo, cuando menos el ciudadano está adquiriendo el hábito de leer, quizá más adelante le entre el gusanillo y se atreva con cosas más serias.
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el dispensador dice: la literatura reúne todos los elementos de una cultura, transformando ideas, conductas, convicciones, capacidades, habilidades... en letras, estableciendo una conexión intangible entre el autor y su lector, un nexo que puede derivar en empatía y seguimiento, o bien en que puede hacerlo en una paradoja contradictoria que genera repulsión, y hasta el abandono de las páginas. De alguna forma, esa misma literatura se convierte en espejo de la cultura de la que emana, transformándose en memoria de la misma... claro está, en el medio de todo ello hay vaivenes perceptibles y otros imperceptibles, pero como sea, el universo literario de una lengua, de una sociedad, de un conjunto de personas con habilidades semejantes, establece un puente social que, más allá de las consideraciones individuales, de las calificaciones, de los negocios prioritarios de la corporación editorial, e incluso más allá de las conveniencias de los editores, tomará entidad propia, y será parte de una sintonía social a gran escala, invisible, pero real... de allí que las letras tengan vida propia, una vida que excede al autor, porque luego de la creación, cada lector traduce dichos contenidos según sus propias concepciones, confiriéndole una vida que suele distinta y distante de aquella que el propio autor le imprimió. Las interpretaciones individuales exceden cualquier obra literaria, y haciéndose carne en la persona, ésta le agregará ideas de su propia factura, generando atajos en el pensamiento original, y hasta aseverando cosas que el autor nunca dijo, o bien nunca quiso decir, o que ni siquiera pensó. Como sea, la literatura en su conjunto expresa los sentidos de la raza, describe su inteligencia social, traduce el inconsciente colectivo, y agrega valor al imaginario colectivo. Claro está, como nada de eso se ve, ni se puede tocar, se transforma en una especie de ovillo intangible que contiene a la convergencia del pensamiento de todas las personas que componen o dan forma a esa tribu. Bien descripto por Platón, el mundo de las ideas es algo real, que más allá de las negaciones comunes a civilizaciones retrógradas, tal el caso de la que cursa, occidental u oriental proceden de la misma forma corporativa, negando o aceptando según las conveniencias editoriales, que casi nunca coinciden con las visiones sociales de las gentes que forman parte de una misma cultura. Tal te lo he dicho muchas veces, conociendo en profundidad las miserias que rodean el negocio literario,  he concluído que sólo los autores merecen reverencia, más allá de las falsas calificaciones de críticos, más allá de las segundas intenciones mercantiles, más allá de las manipulaciones que hacen las editoriales de sus negocios... y merecen la reverencia sólo por el valor que agrega el aporte literario que realizan, más allá de su éxito o su fracaso... siempre condicionado por circunstancias que se atan a lo económico... no obstante lo cual, es prudente reconocer que muchos éxitos literarios, han sido tales muchos años después de la muerte de sus autores, creando una especie de "síndrome de Van Gogh"... no eres nada mientras vives... pero desaparecido, tu aporte se transforma en un negocio monumental para unos pocos oportunistas, que poco y nada saben de pintura, como poco y nada saben de literatura. Por ello, si te moviliza escribir... simplemente escribe... lo demás, será un juego de circunstancias de las que dependes o lo harás, sin saber cómo participas o dejas de hacerlo. Cualquier literatura nace en el momento en cada quien decide escribir algo, sea como diario, sea como nota, sea como carta dirigida a un afecto... pero como siempre, en todo acto humano, algo debe movilizarte el alma... ya que de lo contrario, la iniciativa se esfumará sin dejar rastro. SEPTIEMBRE 22, 2013.-
 

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