viernes, 6 de septiembre de 2013

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Alejandro Gándara

Una crítica al aburrido discurso cultural dominante. Con "recomendados", "contraindicados" y "grandes citas".

El escorpión


Los perplejos



En otro de los ensayos del citado libro de María Zambrano (en la ilustración), se viene a hablar de la perplejidad como un mal de los individuos, producido por un mal de la cultura: la falta de transformación del conocimiento puro en conocimiento activo. A pesar de que en la lengua corriente la perplejidad equivale a asombro y desconcierto, y en cierto modo se relaciona con la ignorancia, su carga más fuerte es la indecisión. Una indecisión que deriva curiosamente de saber, de manejar opciones, de una vida rica en oportunidades, pero en la que ninguna de las posibilidades vigentes arraiga en el individuo. El perplejo tiene a su alcance todo lo necesario para vivir, pero es incapaz de hacer nada con ello. El perplejo no es carencial, es vacuo.

"La perplejidad se produce cuando el conocimiento es tal que deja margen al riesgo, cuando al elegir tenemos que arriesgarnos". Y resulta, en cambio, que no aceptamos el riesgo. Una consecuencia no tanto de saber demasiado como de que lo sabido no sirve para dar forma a la vida.

Zambrano entiende esta forma de dos maneras: como la que proporciona el conocimiento de las cosas cuando ha entrado en contacto con la experiencia (lo llama saber de experiencia) y como vector de sentido en busca de la unidad a la que aspiran todos los fragmentos diseminados de la existencia. O sea, una forma sensible y una forma formal.

En mi opinión, la forma sensible ya prefigura la otra y, de hecho, la orienta. La otra, la de carácter formal, la asemeja Zambrano, siguiendo a Ortega, a una novela, con sus conflictos, argumentos y desenlaces, que finalmente desembocan en una obra narrativa de la que el sujeto se dota a sí mismo. Pero me temo que hay más modos de vida que el novelístico (así como hay tantas clases de novela que impiden hablar propiamente de género) y más vida que la que cuentan las novelas. Dicho eso, cada cual agarra la forma que puede.

Resumiendo:
"El perplejo tiene ideas, pero le falta ese último móvil que mueve a la vida. El secreto no es una falta de conocimiento sino una desgana o un temor que le inmoviliza. En toda perplejidad hay deslumbramiento; se está ante un conocimiento que deslumbra y no penetra."

Los dos sentimientos profundos del perplejo: la ansiedad y la humillación. La ansiedad de buscar lo que no puede encontrar por sí mismo y la humillación de reconocerse impotente para arriesgar lo que sabe.




el dispensador dice:
a veces no alcanzan los ojos,
a veces el destino echa cerrojos,
a veces el adelante se viste de asombro,
a veces la sorpresa se mueve a su antojo...

a veces te encoges de hombros,
a veces le das la espalda a los escombros,
a veces te sientes flojo,
a veces "algo" te impulsa al arrojo...

a veces te sientes observado,
a veces te sientes minado,
a veces te sientes atrapado,
a veces, también, te sientes expulsado...

a veces, quedas perplejo,
ante circunstancias que anudan los pellejos,
donde la salvación es un sendero,
en la cabeza de un alfiler... donde no hay ningún agujero...

la segunda oportunidad,
te hace descubrir,
que se puede nacer de nuevo,
dejándote perplejo...
¿qué o quién salvó tu pellejo?,
¿fue la consciencia?,
¿fue el ángel del consejo?,
nunca lo sabrás,
y cuando lo hagas,
ya estarás demasiado lejos.
SEPTIEMBRE 06, 2013.-

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