Cinco siglos de un océano no tan Pacífico, avistado por Núñez de Balboa
Con tan inesperado hallazgo se completaba el mapa del mundo, que ya habían trazado los navegantes en sus temerarias incursiones
Si el descubrimiento de América por Cristóbal Colón fue uno de los acontecimientos más grandiosos de la historia de la humanidad, no lo fue menos el descubrimiento del Pacífico por Vasco Núñez de Balboa el 25 de septiembre de 1513. Con tan inesperado hallazgo se completaba el mapa del mundo, que ya habían trazado los navegantes en sus temerarias incursiones. Se trataba del mayor océano de la tierra, nada menos que la tercera parte de su superficie. Debemos la hazaña a la astucia de Balboa, quien se colaría en la expedición de Martín Fernández de Enciso oculto en un barril. Con sus tretas llegó al primer asentamiento español en Tierra Firme, Santa María la Antigua del Darién, en la actual Panamá. Su buena estrella lo salvó de ser arrojado al mar, cuando divisaron la embarcación de Pizarro que procedía de la colonia de San Sebastián, a donde Enciso se dirigía. Pizarro y sus hombres, vencidos por la naturaleza, habían tenido que esperar a que murieran los compañeros para encontrar sitio en el barco. Temeroso de su suerte, Enciso decidió regresar a la Española, pero Balboa no quería volver al lugar de donde escapó y lo convenció para que se desviaran hacia un paraíso llamado Darién bañado por ríos que contenían oro en abundancia y donde los indígenas se mostraban muy amables.
Allí Balboa se hizo con el poder enfrentándose a Enciso, que huyó para salvar la vida. Luego a Diego de Nicuesa, a quien el rey mandó a poner orden y que se ahogó en el viaje de vuelta a España. Balboa, convertido en gobernador de Panamá y Coiba, se alió con Pizarro para reducir a los indios, aniquilando a los que se interponían en su travesía. Uno de los vencidos, el cacique Careta, pactó con él y le ofreció a su hija Anayansi en matrimonio. Pero la promesa del oro enloqueció a los españoles y los indios atemorizados intentaron aplacar su sed hablándole a Balboa de un mar a donde iban a desembocar los ríos cargados del precioso metal. Acompañado por 190 soldados y una jauría de perros que descuartizaron a los derrotados —empañando con ello su gloria—, Balboa alcanzó el hermoso valle Cuarecuá donde se levantaba la sierra tras la cual se ocultaba el mar desconocido.
Consciente del privilegio de ser el primer europeo en divisar tal maravilla, el héroe rebelde, el bandido Balboa, subió solo con su perro Leoncico, el verdadero “adelantado” según el cronista, a contemplar las aguas del que designaría mar del Sur —hasta que Magallanes, que no padeció sus violentas sacudidas, lo bautizó como Pacífico—. Pero la gloria le duró poco a Balboa que sería traicionado y ejecutado en 1519.
El impacto de este descubrimiento cambió el curso de la historia y el Pacífico empezó a llenarse de barcos españoles que llegaron hasta las Filipinas, uniendo a Acapulco con Manila. Tan apasionante episodio encendió la imaginación de los cronistas, desde Gonzalo Fernández de Oviedo, que dio fe de tales hechos, hasta el colombiano William Ospina quien en las vívidas descripciones de El país de la canela (2008) evoca la sangrienta expedición de Pedrarias por aquellas inquietantes orillas.
La literatura es rica en narraciones que refieren el acontecimiento, además de las canónicas biografías del “adelantado” y los ensayos del colombiano Germán Arciniegas, quien sin duda leyó la vibrante narración de Stefan Zweig: Huida hacia la inmortalidad, dedicada a Balboa y recogida en Momentos estelares de la historia de la humanidad (1927), que inspiró a posteriores novelistas. En Colombia se adelantó a las efemérides pacíficas el escritor caleño Fabio Martínez con una novela: Balboa, el polizón del Pacífico (2007), que recomiendo vivamente porque supera la victimización de los indígenas, a quienes asigna un importante protagonismo, como a Anayansi, esposa de Balboa, traductora y traidora. No falta el humor en el relato de este brutal encuentro marcado, más que por el realismo mágico, por el absurdo que rompe los esquemas. Si bien el conquistador español, fatigado y sediento de riqueza, pisoteó pueblos y culturas, a los sometidos, no les faltó la proverbial malicia ni la sabiduría para calar la feroz codicia del enemigo, sorteando el miedo, salvaguardando con sus estrategias la esperanza y la capacidad de soñar, de las que dependía su supervivencia; porque, como dice Fabio Martínez en el último capítulo de su relato, “en medio de la ambición, la crueldad y la sangre, nació una nueva civilización”.
Pero la promesa del oro enloqueció a los españoles y los indios atemorizados intentaron aplacar su sed hablándole a Balboa de un mar a donde iban a desembocar los ríos cargados del precioso metal
Consciente del privilegio de ser el primer europeo en divisar tal maravilla, el héroe rebelde, el bandido Balboa, subió solo con su perro Leoncico, el verdadero “adelantado” según el cronista, a contemplar las aguas del que designaría mar del Sur —hasta que Magallanes, que no padeció sus violentas sacudidas, lo bautizó como Pacífico—. Pero la gloria le duró poco a Balboa que sería traicionado y ejecutado en 1519.
El impacto de este descubrimiento cambió el curso de la historia y el Pacífico empezó a llenarse de barcos españoles que llegaron hasta las Filipinas, uniendo a Acapulco con Manila. Tan apasionante episodio encendió la imaginación de los cronistas, desde Gonzalo Fernández de Oviedo, que dio fe de tales hechos, hasta el colombiano William Ospina quien en las vívidas descripciones de El país de la canela (2008) evoca la sangrienta expedición de Pedrarias por aquellas inquietantes orillas.
La literatura es rica en narraciones que refieren el acontecimiento, además de las canónicas biografías del “adelantado” y los ensayos del colombiano Germán Arciniegas, quien sin duda leyó la vibrante narración de Stefan Zweig: Huida hacia la inmortalidad, dedicada a Balboa y recogida en Momentos estelares de la historia de la humanidad (1927), que inspiró a posteriores novelistas. En Colombia se adelantó a las efemérides pacíficas el escritor caleño Fabio Martínez con una novela: Balboa, el polizón del Pacífico (2007), que recomiendo vivamente porque supera la victimización de los indígenas, a quienes asigna un importante protagonismo, como a Anayansi, esposa de Balboa, traductora y traidora. No falta el humor en el relato de este brutal encuentro marcado, más que por el realismo mágico, por el absurdo que rompe los esquemas. Si bien el conquistador español, fatigado y sediento de riqueza, pisoteó pueblos y culturas, a los sometidos, no les faltó la proverbial malicia ni la sabiduría para calar la feroz codicia del enemigo, sorteando el miedo, salvaguardando con sus estrategias la esperanza y la capacidad de soñar, de las que dependía su supervivencia; porque, como dice Fabio Martínez en el último capítulo de su relato, “en medio de la ambición, la crueldad y la sangre, nació una nueva civilización”.
Cinco siglos de aventuras en el Pacífico
El museo Naval y la Casa America inauguran la exposición 'La exploración del Pacífico. 500 años de historia', del 2 de octubre al 2 de febrero
El 25 de septiembre de 1513, Vasco Núñez de Balboa, desde las cordilleras del río Chucunaque, en panamá, divisó por primera vez las aguas del Pacífico. Cinco siglos después, el Museo Naval y la Casa de América rinden tributo a este y otros exploradores que surcaron las frías aguas del Mar del Sur, nombre con el que se conocía el Pacífico en la época de los primeros aventureros. La exploración del Pacífico. 500 años de historia, así se llama la muestra que podrá ser visitada desde 2 de octubre hasta el 2 de febrero de 2014, de lunes a viernes y los sábados por la mañana. Además, los meses que dura la exposición se organizarán una serie de actividades paralelas que consisten en mesas redondas, proyecciones, talleres infantiles y presentaciones de libros.
Desde Magallanes (1480, Sabrosa, Portugal-1521, Isla de Mactán, Filipinas) hasta las expediciones científicas del buque Hespérides, en 2010, los visitantes harán un recorrido histórico en el que descubrirán piezas únicas como el Compendio astronómico de Felipe II, un artilugio que fue regalado al monarca y que consiste en un pequeña caja dorada que alberga todo el saber astronómico de la época o el Mapa Orbis Terrarum, de 1595, considerado el primer Atlas Geográfico de la historia y nunca expuesto con anterioridad (Esta es una de las múltiples copias que existen).
Las actividades que organizan El Museo Naval y La Casa de América contarán con la participación de personajes relevantes en los estudios de la historia naval española como Juan José Herrera de la Muela, presidente de la Sociedad Geográfica Española, investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas o Pilar de San Pío Aladrén, Directora Técnica del museo Naval y Comisaria de la Exposición.
Además, la organización ha programado para los más pequeños unas charlas bajo el nombre de Los talleres del Museo Naval. La idea es instruir a niños, entre 8 y 12 años, en temas como cartografía, estudiar cómo fue la primera vuelta al mundo o conocer las historias de algunos ilustres exploradores, como el propio Núñez de Balboa. Para los de menos edad, entre 4 y 10 años, se organizarán cuentacuentos en la Casa de América.
Cinco siglos de aventuras en el Pacífico | Cultura | EL PAÍS
el dispensador dice: ¿qué hubiese sucedido si Europa no hubiese venido a América?... los encuentros culturales son esencialmente causales, por ende suceden por desborde de circunstancias... una cosa está clara, Europa llega a América enfrentando una decadencia social espantosa, y curiosamente, América recibe a Europa enfrentando una decadencia social dramática... traducido, se enfrentaron dos decadencias de distinta índole... Europa venía nutrida, antes que de poderes ordenados, de inquisiciones eclesiáticas con hambres genocidas, transportados por aventureros de poca monta, mucha codicia, poca razón... América estaba conducida por una generación de chamanes desconectados de sus orígenes, por ende muy atados a los sacrificios y poco al conocimiento que sus antecesores habían sabido tener... ¿podría decirse que se encontraron dos corrupciones en sus vigencias?... tal vez sí, sería una buena respuesta, seguramente no la única. Como sea... la conquista existió... la mezcla cultural se produjo... y los aventureros, manipulados por sacerdotes sin religión, generaron un genocidio del que fueron responsables solidarios... aunque parezca atroz, ello no quita mérito al "encuentro"... Desde luego, más allá del archivo de Indias, hoy se sabe que América estaba unida al Asia, desde siempre, y hay pruebas genéticas de ello... como también lo estaba a una porción de Europa que no convivía ni contemporizaba con la de los reyes angurrientos de oros que salven reinos quebrados. Los siglos pasan, las heridas se curan o simplemente se omiten... hoy, hay un renacer nativo a través de la voz de los pueblos originarios... que tienen mucho de marketing y poco de original... no debe pasarse por alto que la mayoría de las tradiciones genuinas, conocimientos genuinos, se perdieron para siempre a manos de los inquisidores y sus hogueras, algo muy bien documentado en el México que describe Miguel León Portilla en su "Reverso de la Conquista", un reverso que tiene numerosas aristas... una descripción que se topa con semejanzas en las culturas andinas, atrapadas en decadencias que a su vez estaban capturadas por omisiones comunes a las evoluciones sociales, con sus altibajos aceptables y sus otros, inaceptables. Como sea, las partes tejieron, por acción o por omisión, una mentira urdida entre altares y relatos de circunstancias creadas para denigrar a unos y enaltecer a otros. Más allá de las realidades extraviadas en la noche de los tiempos, cinco siglos enseñan que América está unida a la España, tanto como la España lo está a la América... las corrientes culturales están indisolublemente unidas, entrelazando destinos... Lamentablemente, este mundo está lleno de envidiosos, oportunistas y mentirosos, que hacen del poder una ocasión de sometimiento y negación... claro está, esta América es bien distinta a aquella del 1492, ni qué hablar con la de 1513... América cobija herederos de una Europa diferente, unidos a herederos de culturas africanas y asiáticas, que llegaron aquí como esclavos o como buscadores de horizontes, y que hoy representan a una cultura donde convergen antípodas del pensamiento, que han comprobado por sí mismas que se puede coexistir en armonía. La mentira del descubrimiento ha quedado muy atrás... evaporándose... y lo que queda expuesto es el "mañana necesario", esto es la "necesidad de un mañana" para los nacidos aquí. América contiene valores en capacidad de agregar valor a otras concepciones de la vida, de la Europa, del Asia, e incluso del África. Los valores potenciales la distinguen, con vida propia, con perfil definido, o lo que es lo mismo, con una entidad que demuestra una vez más, que los hijos siempre se diferencian de sus padres, asumiendo sus propias rutas, porque ello es lo que explica antropológicamente a la evolución prescidente de sacrificios inútiles. Tan curioso es el todo de las circunstancias, que hoy, luego de la expulsión y la persecución de los jesuitas a manos de su propia Iglesia... América le devuelve al Vaticano un Papa americano, argentino, descendiente de italianos, pero esencialmente Jesuita... contenedor de visiones bien lejanas de aquellos sacerdotes que pusieron sus pies en las aguas saladas de la América del descubrimiento. Aprendizaje 1: todas las divergencias conducen a la convergencia, más tarde o más temprano. Aprendizaje 2: la humanidad es una sola... las razas... las religiones... las convicciones, no son más que excusas de las circunstancias individuales y sociales que les tocan atravesar a los miembros de cada tribu... Aprendizaje 3: todas las mentiras, cualquier mentira, termina sus caminos en lagos donde florecen únicamente las verdades que no pueden ocultar los tiempos... SEPTIEMBRE 26, 2013.-
Desde Magallanes (1480, Sabrosa, Portugal-1521, Isla de Mactán, Filipinas) hasta las expediciones científicas del buque Hespérides, en 2010, los visitantes harán un recorrido histórico en el que descubrirán piezas únicas como el Compendio astronómico de Felipe II, un artilugio que fue regalado al monarca y que consiste en un pequeña caja dorada que alberga todo el saber astronómico de la época o el Mapa Orbis Terrarum, de 1595, considerado el primer Atlas Geográfico de la historia y nunca expuesto con anterioridad (Esta es una de las múltiples copias que existen).
Las actividades que organizan El Museo Naval y La Casa de América contarán con la participación de personajes relevantes en los estudios de la historia naval española como Juan José Herrera de la Muela, presidente de la Sociedad Geográfica Española, investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas o Pilar de San Pío Aladrén, Directora Técnica del museo Naval y Comisaria de la Exposición.
Además, la organización ha programado para los más pequeños unas charlas bajo el nombre de Los talleres del Museo Naval. La idea es instruir a niños, entre 8 y 12 años, en temas como cartografía, estudiar cómo fue la primera vuelta al mundo o conocer las historias de algunos ilustres exploradores, como el propio Núñez de Balboa. Para los de menos edad, entre 4 y 10 años, se organizarán cuentacuentos en la Casa de América.
Cinco siglos de aventuras en el Pacífico | Cultura | EL PAÍS
Núñez de Balboa frente a la Historia
Pocos descubridores y exploradores han sido mejor tratados por la historiografía y por los habitantes de los territorios que recorrieron
Una de esas raras coincidencias. Pocos descubridores y exploradores han sido mejor tratados por la historiografía y por los habitantes de los territorios que recorrieron como Balboa; su nombre es el de una moneda de curso legal, es una ciudad y su imagen adorna el palacio presidencial de Panamá; es el homenaje vivo a un personaje cinco siglos después de su venturoso avistamiento que se produjo el día 25 de septiembre de 1513; fue un acontecimiento de los que se sucedieron en cascada sobre el Nuevo Mundo o las Indias (1492-1519).
1513 fue el año en que el mundo occidental arribó al Pacífico oriental: Jorge Alvares por parte portuguesa y procedente de Malaca alcanzó la isla de Lintin [Nei Lingding] en el río de las Perlas, en la China Ming, entre Macao y Hong Kong. 1513 fue el año en que Vasco Núñez de Balboa se asomó al Mar del Sur, en el golfo de San Miguel, el día de esa festividad, curiosamente, cerca de las islas de las Perlas, en la otra orilla del mismo océano. Entre ellos mediaba una inmensa frontera que fue explorada exclusivamente por naves españolas a lo largo del siglo XVI haciendo que se hablara de “lago español”, con cierta jactancia no exenta de humor, refiriéndose al mayor de los océanos, de forma análoga a como se habló de “cruzar el charco” como atravesar el Atlántico.
El mundo occidental tenía así noticias de un gran océano hasta entonces intuido, y aquel año alcanzado, pero al que había que penetrar de forma náutica. Portugal lo había hecho con una tenacidad mantenida durante un siglo largo, siguiendo una orientación costera y apoyándose en la organización india y, finalmente, en juncos chinos; en aquel entorno concluyó su expansión (Brasil aparte). Las naves de Castilla con un empeño de dos décadas en busca de un paso accesible a la riqueza del oriente, sorteando un formidable obstáculo (las Indias) y llegando a la convicción que el estorbo era más importante que el objetivo aunque sin renunciar a él y estableciéndose en Filipinas. El protagonismo español, la acción vistosa de Balboa (1513) y la empresa Magallanes-Elcano (1520), la del éxito; antes y después prosiguió la denominada “búsqueda del paso” a todas las latitudes, con mayor éxito en sus consecuencias que en sus logros.
Vida y hechos en Indias. Balboa nació en Jerez de los Caballeros (Badajoz) hacia 1475 y se educó como paje en Moguer; con 25 años se enroló en la expedición de Rodrigo de Bastidas y fue a reconocer la costa caribeña de lo que hoy es Colombia y Panamá. Sus beneficios los invirtió en una propiedad agropecuaria de La Española que le condujo más que a la ruina a cargarse de numerosas deudas. Fue entonces cuando se crearon sendas gobernaciones en aquel territorio, Nueva Andalucía (para Alonso de Ojeda) y Veragua (para Diego de Nicuesa); ambos gobernadores fracasaron en un medio de máxima dificultad por el terreno, la climatología y la presencia de indios flecheros que usaban venenos particularmente activos.
Fernández de Enciso partió desde Santo Domingo en apoyo de Ojeda y, huyendo, Balboa con su perro (Leoncico) se arriesgó como polizón; la operación le salió bien, su experiencia como baquiano le salvó del abandono y poco a poco ganó la confianza de los hombres frente a los gobernadores en precario y los auxilios que no llegaban.
A indicaciones suyas el efímero poblado de San Sebastián fue abandonado para erigirse el de Santa María la Antigua del Darién sobre terreno más fértil y provisto de agua potable; habían superado un enfrentamiento con el cacique Cemaco (con el consiguiente botín).
Tras el sucesivo alejamiento de quienes tenía por encima, Balboa realizó la primera operación que haría famoso a cortés en Villarrica: formar un cabildo abierto al que entregar el poder y que nombró dos alcaldes (uno era Balboa) y poco después gobernador de Veragua. La primera actuación fue el juicio a Fernández de Enciso que salió bien parado (encarcelado y confiscado, fue enviado a La Española en libertad). Puente de plata para un enemigo.
El baquiano descubridor. Esta característica de adaptación al medio físico y social, permitió a Balboa negociar con los diferentes grupos, establecer alianza con algunos, someter por la fuerza a otros y, siempre, obtener información sobre el entorno; algunos indios se mostraron colaboradores y la asociación llevó a actitudes hospitalarias, matrimonios mixtos, etc., a averiguar la existencia de otro océano, el origen del oro y perlas que veía en los naturales y que en buena proporción ya había obtenido por rescate o por botín; también preparó algunas sementeras y construyó bohíos que poder habitar. Escribió (1513) al Rey una carta (relato) y pidió refuerzos (armas, materiales, provisiones y baquianos) para dominar región tan rica; le fueron negados pero se preparó la mayor armada que había ido a Indias. Era el momento de ampliar horizontes geográficos, regresó a Santa María la Antigua en busca de refuerzos pero para entonces ya se estaba buscando el paso por el río Atrato.
Los informantes indígenas leales le proporcionaron guías (fundamental a través de la densa vegetación y agreste terreno) y porteadores (imprescindibles). El trayecto les llevó por mar hasta tierras de Careta y, con sus hombres, vencieron a Ponca, logrando su alianza o sometimiento, remontaron la frondosa sierra del istmo hasta tierras de Torecha (el cacique murió en la refriega) y sus gentes se sometieron y acogieron a quienes carecían de fuerzas para proseguir. Balboa y un grupo reducido ascendieron a una cumbre desde la que podía verse el nuevo océano mirando hacia el Sur.
El descenso fue rápido y en dos días se hallaban en sus aguas. Era el día de San Miguel (29, septiembre de 1513) y ese fue el nombre impuesto al golfo del Mar del Sur; la ceremonia de toma de posesión se efectuó con todas las formalidades escenográficas y jurídicas.
El retorno, por otra ruta tenía por finalizar aprovechar la euforia para hacer nuevas exploraciones en el istmo, obtener botín y hacer nuevos aliados o derrotados. Llegó a Santa María (19, enero, 1514). Iba a coincidir el cénit del personaje con su fulminante caída.
Y el gobernador. El Rey nombró a un gobernador efectivo de la región —Castilla del Oro— Pedrarias Dávila que se presentó con la flota más lucida arribada a Nuevo Mundo (117 naves que llevaban un obispo con todo su séquito, el gobernador con toda una pequeña corte, mujeres, vestimenta lujosa e inconveniente. Pero sobre todo unos 1.500 hombres que harían insoportable la vida en el istmo; no había más residencia que algunos pocos bohíos, no había alimento para tantos, tanto tiempo; el equilibrio precario logrado por Balboa fue desbaratado por la irrupción de tanto inadaptado. La muerte asoló a la colonia hispana; los nativos también sufrieron lo suyo.
La relación del baquiano y el gobernador fue cambiando desde cortesía a alianza para concluir en enfrentamiento, juicio de residencia, detención por Francisco Pizarro, juicio, condena y muerte de Balboa en Acla (15, enero, 1519) el mismo año que su enemigo, el gobernador Pedrarias, fundaba nada menos que la ciudad de Panamá, puerto y puerta del Pacífico.
Un balance. Balboa ha sido el mejor tratado por la historiografía; nunca otro fue peor tratado que Pedrarias. Algunas razones estriban en el tratamiento recibido por los primeros escritores de Indias (Fernández de Oviedo, Las Casas y el primer historiador, Herrera) y todos cuantos han escrito después. Es la imagen de la excelencia proyectada sobre la sombra intensa de su enemigo Pedrarias que se lleva los peores calificativos expresados sin bondad alguna.
En verdad no había tanta diferencia entre ambos; los métodos, actitudes, procedimientos, recursos y resultados fueron análogos. El contraste estaba en el número de desembarcados con Pedrarias y el impacto que no podían dejar de producir en el istmo para sobrevivir. Ambos tuvieron un origen no muy desigual, los dos una formación de paje, los dos buena imagen, valentía, valor, ambición, audacia y capacidad de colonización, pero Pedrarias llegaba con un importante currículum, experiencia guerrera, con éxitos, premios y prebendas y un matrimonio relacionado con la Corte.
Balboa tras una acción en el Caribe, se radicó en la Española, se arruinó, se transformó en polizón y es descrito como gran descubridor, con espíritu de iniciativa; murió joven y esa es la receta para que se hable bien de uno. Pedrarias era más cortesano y cumplidor de las ordenes reales. Se ha afirmado que el primero era un luchador por la libertad, un defensor del poder popular; mientras que el gobernador representaba al poder real. Los primeros historiadores y el romanticismo y quienes han seguido esas fuentes han creado una imagen contrapuesta de los dos protagonistas.
Núñez de Balboa frente a la Historia | Cultura | EL PAÍS
1513 fue el año en que el mundo occidental arribó al Pacífico oriental: Jorge Alvares por parte portuguesa y procedente de Malaca alcanzó la isla de Lintin [Nei Lingding] en el río de las Perlas, en la China Ming, entre Macao y Hong Kong. 1513 fue el año en que Vasco Núñez de Balboa se asomó al Mar del Sur, en el golfo de San Miguel, el día de esa festividad, curiosamente, cerca de las islas de las Perlas, en la otra orilla del mismo océano. Entre ellos mediaba una inmensa frontera que fue explorada exclusivamente por naves españolas a lo largo del siglo XVI haciendo que se hablara de “lago español”, con cierta jactancia no exenta de humor, refiriéndose al mayor de los océanos, de forma análoga a como se habló de “cruzar el charco” como atravesar el Atlántico.
El mundo occidental tenía así noticias de un gran océano hasta entonces intuido, y aquel año alcanzado, pero al que había que penetrar de forma náutica. Portugal lo había hecho con una tenacidad mantenida durante un siglo largo, siguiendo una orientación costera y apoyándose en la organización india y, finalmente, en juncos chinos; en aquel entorno concluyó su expansión (Brasil aparte). Las naves de Castilla con un empeño de dos décadas en busca de un paso accesible a la riqueza del oriente, sorteando un formidable obstáculo (las Indias) y llegando a la convicción que el estorbo era más importante que el objetivo aunque sin renunciar a él y estableciéndose en Filipinas. El protagonismo español, la acción vistosa de Balboa (1513) y la empresa Magallanes-Elcano (1520), la del éxito; antes y después prosiguió la denominada “búsqueda del paso” a todas las latitudes, con mayor éxito en sus consecuencias que en sus logros.
Balboa nació en Jerez de los Caballeros (Badajoz) hacia 1475 y se educó como paje en Moguer; con 25 años se enroló en la expedición de Rodrigo de Bastidas y fue a reconocer la costa caribeña de lo que hoy es Colombia y Panamá
Vida y hechos en Indias. Balboa nació en Jerez de los Caballeros (Badajoz) hacia 1475 y se educó como paje en Moguer; con 25 años se enroló en la expedición de Rodrigo de Bastidas y fue a reconocer la costa caribeña de lo que hoy es Colombia y Panamá. Sus beneficios los invirtió en una propiedad agropecuaria de La Española que le condujo más que a la ruina a cargarse de numerosas deudas. Fue entonces cuando se crearon sendas gobernaciones en aquel territorio, Nueva Andalucía (para Alonso de Ojeda) y Veragua (para Diego de Nicuesa); ambos gobernadores fracasaron en un medio de máxima dificultad por el terreno, la climatología y la presencia de indios flecheros que usaban venenos particularmente activos.
Fernández de Enciso partió desde Santo Domingo en apoyo de Ojeda y, huyendo, Balboa con su perro (Leoncico) se arriesgó como polizón; la operación le salió bien, su experiencia como baquiano le salvó del abandono y poco a poco ganó la confianza de los hombres frente a los gobernadores en precario y los auxilios que no llegaban.
A indicaciones suyas el efímero poblado de San Sebastián fue abandonado para erigirse el de Santa María la Antigua del Darién sobre terreno más fértil y provisto de agua potable; habían superado un enfrentamiento con el cacique Cemaco (con el consiguiente botín).
Tras el sucesivo alejamiento de quienes tenía por encima, Balboa realizó la primera operación que haría famoso a cortés en Villarrica: formar un cabildo abierto al que entregar el poder y que nombró dos alcaldes (uno era Balboa) y poco después gobernador de Veragua. La primera actuación fue el juicio a Fernández de Enciso que salió bien parado (encarcelado y confiscado, fue enviado a La Española en libertad). Puente de plata para un enemigo.
Escribió (1513) al Rey una carta (relato) y pidió refuerzos (armas, materiales, provisiones y baquianos) para dominar región tan rica; le fueron negados pero se preparó la mayor armada que había ido a Indias
El baquiano descubridor. Esta característica de adaptación al medio físico y social, permitió a Balboa negociar con los diferentes grupos, establecer alianza con algunos, someter por la fuerza a otros y, siempre, obtener información sobre el entorno; algunos indios se mostraron colaboradores y la asociación llevó a actitudes hospitalarias, matrimonios mixtos, etc., a averiguar la existencia de otro océano, el origen del oro y perlas que veía en los naturales y que en buena proporción ya había obtenido por rescate o por botín; también preparó algunas sementeras y construyó bohíos que poder habitar. Escribió (1513) al Rey una carta (relato) y pidió refuerzos (armas, materiales, provisiones y baquianos) para dominar región tan rica; le fueron negados pero se preparó la mayor armada que había ido a Indias. Era el momento de ampliar horizontes geográficos, regresó a Santa María la Antigua en busca de refuerzos pero para entonces ya se estaba buscando el paso por el río Atrato.
Los informantes indígenas leales le proporcionaron guías (fundamental a través de la densa vegetación y agreste terreno) y porteadores (imprescindibles). El trayecto les llevó por mar hasta tierras de Careta y, con sus hombres, vencieron a Ponca, logrando su alianza o sometimiento, remontaron la frondosa sierra del istmo hasta tierras de Torecha (el cacique murió en la refriega) y sus gentes se sometieron y acogieron a quienes carecían de fuerzas para proseguir. Balboa y un grupo reducido ascendieron a una cumbre desde la que podía verse el nuevo océano mirando hacia el Sur.
El descenso fue rápido y en dos días se hallaban en sus aguas. Era el día de San Miguel (29, septiembre de 1513) y ese fue el nombre impuesto al golfo del Mar del Sur; la ceremonia de toma de posesión se efectuó con todas las formalidades escenográficas y jurídicas.
El retorno, por otra ruta tenía por finalizar aprovechar la euforia para hacer nuevas exploraciones en el istmo, obtener botín y hacer nuevos aliados o derrotados. Llegó a Santa María (19, enero, 1514). Iba a coincidir el cénit del personaje con su fulminante caída.
Y el gobernador. El Rey nombró a un gobernador efectivo de la región —Castilla del Oro— Pedrarias Dávila que se presentó con la flota más lucida arribada a Nuevo Mundo (117 naves que llevaban un obispo con todo su séquito, el gobernador con toda una pequeña corte, mujeres, vestimenta lujosa e inconveniente. Pero sobre todo unos 1.500 hombres que harían insoportable la vida en el istmo; no había más residencia que algunos pocos bohíos, no había alimento para tantos, tanto tiempo; el equilibrio precario logrado por Balboa fue desbaratado por la irrupción de tanto inadaptado. La muerte asoló a la colonia hispana; los nativos también sufrieron lo suyo.
La relación del baquiano y el gobernador fue cambiando desde cortesía a alianza para concluir en enfrentamiento, juicio de residencia, detención por Francisco Pizarro, juicio, condena y muerte de Balboa en Acla (15, enero, 1519) el mismo año que su enemigo, el gobernador Pedrarias, fundaba nada menos que la ciudad de Panamá, puerto y puerta del Pacífico.
Balboa tras una acción en el Caribe, se radicó en la Española, se arruinó, se transformó en polizón y es descrito como gran descubridor, con espíritu de iniciativa; murió joven y esa es la receta para que se hable bien de uno
Un balance. Balboa ha sido el mejor tratado por la historiografía; nunca otro fue peor tratado que Pedrarias. Algunas razones estriban en el tratamiento recibido por los primeros escritores de Indias (Fernández de Oviedo, Las Casas y el primer historiador, Herrera) y todos cuantos han escrito después. Es la imagen de la excelencia proyectada sobre la sombra intensa de su enemigo Pedrarias que se lleva los peores calificativos expresados sin bondad alguna.
En verdad no había tanta diferencia entre ambos; los métodos, actitudes, procedimientos, recursos y resultados fueron análogos. El contraste estaba en el número de desembarcados con Pedrarias y el impacto que no podían dejar de producir en el istmo para sobrevivir. Ambos tuvieron un origen no muy desigual, los dos una formación de paje, los dos buena imagen, valentía, valor, ambición, audacia y capacidad de colonización, pero Pedrarias llegaba con un importante currículum, experiencia guerrera, con éxitos, premios y prebendas y un matrimonio relacionado con la Corte.
Balboa tras una acción en el Caribe, se radicó en la Española, se arruinó, se transformó en polizón y es descrito como gran descubridor, con espíritu de iniciativa; murió joven y esa es la receta para que se hable bien de uno. Pedrarias era más cortesano y cumplidor de las ordenes reales. Se ha afirmado que el primero era un luchador por la libertad, un defensor del poder popular; mientras que el gobernador representaba al poder real. Los primeros historiadores y el romanticismo y quienes han seguido esas fuentes han creado una imagen contrapuesta de los dos protagonistas.
Núñez de Balboa frente a la Historia | Cultura | EL PAÍS
El sueño del paso a la India
En una carta fechada el 20 de enero de 1513 Vasco Núñez de Balboa da cuenta al rey de España de grandes secretos: el principal es el oro
En una carta fechada el 20 de enero de 1513 Vasco Núñez de Balboa da cuenta al rey de España de “las cosas y los grandes secretos que en esta tierra hay, de que Dios os ha hecho dueño, y a mí me las ha dejado descubrir primero que a otro ninguno”. Al señor, entonces, de toda aquella tierra le confía Balboa los secretos que él ha sabido desentrañar “con buena industria y muchos trabajos”. Los secretos son dos: uno, que por fin, en el oeste del Darién, ha encontrado una tierra donde hay oro en abundancia, de la cual ha hecho ya la separación del quinto real; dos, que los caciques le han contado que más allá de sus provincias, a solo tres jornadas de marcha hacia el sur, hay otro mar en cuyas costas e islas el oro es más abundante aún. Allá, “en la otra mar”, los ríos fluyen cargados de grandes pepitas de oro, en los cauces de los arroyos secos el oro se coge sin siquiera cavar, abierto como está a quien quiera tomarlo; el oro, por otra parte, es tanto que se lo guarda en tarimas hechas de ramas, porque guardarlo en cestas sería imposible, y los nativos lo tienen en tan poco que los cambian con los extranjeros por algodón. Para llegar hasta allí, y apoderarse de esas riquezas fabulosas todo lo que Balboa necesita es un refuerzo de quinientos hombres de la isla Española, cuyo envío ruega al rey.
La carta va y viene sin mayor orden entre protestas de fidelidad, descripciones de sus padecimientos al marchar entre las ciénagas y los ríos caudalosos, la seguridad de que lo que le han contado es cierto, la exaltación de su conducta justa en el reparto de los bienes habidos y de su habilidad para sonsacar a los indígenas; como en una película porno, cuyo escaso argumento es desarticulado cada dos por tres por “la cosa en sí”, el discurso cada tanto se deshilacha como tal y retorna obsesivamente a la palabra “oro”, el oro del que están hechas las vasijas del otro mar, las piezas de oro que los caciques del otro mar guardan en sus casas en abundancia tal “que nos hacen estar a todos fuera de sentido”. Solo tiene una disposición más o menos estratégica en la carta la rogativa final, de que los hombres que se le envíen no sean bachilleres en Leyes “porque ningún bachiller pasa acá que no sean diablo y tienen vida de diablos, y no solamente ellos son malos más aún hacen y tienen forma por donde haya mil pleitos y maldades”.
Razón tenía el mínimo hidalgo Vasco Núñez para pedir esto último: él mismo había puesto preso y enviado a la fuerza de regreso a España a un bachiller designado por el Rey, y perdería unos años después la cabeza ejecutado por otro. Entre medio, y sin esperar la ayuda pedida, se lanzó a la conquista de aquellas otras costas del aquel otro mar rebosante de oro, y ganó para sí el título de haber sido el primero en divisar el Pacífico. Stefan Zweig ha relatado en una deliciosa miniatura la historia de aquella aventura, de aquella fuga hacia adelante, hacia la riqueza, que debía redimir a Balboa de las acusaciones de rebelión que pesaban sobre él. Debía redimirlo, pero no lo redimió: a la postre el descubrimiento ni lo hizo rico ni le salvó la vida; irónicamente, esa misma carta del 20 de enero, llegada al Rey casi un año más tarde, después del descubrimiento del Pacífico, dio origen a la expedición de Pedrarias que había de prender y decapitar a Balboa. El oro, el quinto real que acompañaba a la carta, se perdió en algún lado, igual que un indígena que Balboa enviaba con el oro para que explicara, lenguaraz mediante, cuánto más había en los territorios recién conquistados.
Si los motivos y la aventura de Vasco Núñez han sido magistralmente tratados por Zweig, reescribiendo las crónicas de Pedro Mártir y de López de Gómara, algunas otras partes de la historia aún dejan espacio para algunas preguntas. ¿Por qué llamó Balboa “Mar del Sur” al que había descubierto? La razón más obvia —porque cruzó el istmo que hoy llamamos de Panamá de norte a sur para llegar al Pacífico— podría no ser la única. Hay que recordar que a su muerte Colón todavía creía haber descubierto el camino a la China por el oeste. Por muchos años América siguió siendo, salvo para unos pocos estudiosos, un continente fantasma, una estribación del Asia o una barrera un tanto incómoda para llegar a las Islas de las Especies. En su primer viaje, acompañando a Alonso de Ojeda, Vespucio navega miles de kilómetros al sur, hasta la Patagonia, buscando el mítico Cabo de Cotigara que Ptolomeo describiera a partir de los relatos de Marco Polo; o sea, el punto que al sur de la China daba paso al estrecho que llevaba a la India. Solo más tarde logra calcular, sin instrumentos pero con asombrosa exactitud, el diámetro del Ecuador terrestre con menos de 80 kilómetros de error; era el mismo cálculo que habían hecho los griegos dos mil años antes, y el que manejaban los geógrafos de los Reyes Católicos que tanto desconfiaron, con razón, de que Colón pudiera llegar a las Indias en uno o dos meses de navegación. Un cálculo así destruía la idea de que América era el Cipango o el Catay de Marco Polo, forzando a pensar en un nuevo continente.
Sin embargo, lo que España quería era hacer por el Oeste lo que los portugueses habían logrado por el Este, obtener un paso marítimo a las Indias, y este deseo era lo bastante imperioso como para dominar la realidad: las tierras descubiertas tenían que ser el Asia o estar cerca de ella, o, más precisamente, ser la India, o estar muy cerca ella. El deseo o, si ustedes quieren, el sueño, se sobrepone a los cálculos de los geógrafos y, de paso, modela el lenguaje: durante siglos la Corona promulga Leyes de Indias, convoca a su Consejo de Indias y aún hoy nos hacemos un lío para distinguir los indios de la India de los indios americanos. Es inevitable pensar que la idea del paso austral de la China a la India pesara sobre el nombre de Mar del Sur que Balboa impuso al Océano descubierto. En este nombre, América sigue siendo una suerte de fantasma, de delgado paso entre los mares, aunque a la postre, al cabo de unas décadas, el mismo hecho del descubrimiento del Pacífico terminara por configurar a ese fantasma en un ser real.
La alucinante historia de la violencia y las penurias sufridas e infligidas por Balboa, marchando entre los manglares y las montañas, lanzando su pólvora y sus perros sobre los indígenas, “tomando posesión del mar” metido en él hasta la cintura en una escena que oscila entre lo ridículo y lo sublime, muriendo al fin decapitado, toda aquella pesadilla invita a la reflexión sobre el oro, el oro “que nos hace estar a todos fuera de sentido”*. Más allá de los motivos de Balboa y de los desesperados que lo acompañaban, más allá de la competencia de poder de los reinos de España y Portugal, el oro aparece cargado de un plus: es otra vez, como el paso del sur, un sueño, el sueño español de prolongar su Edad Media en los siglos por venir. Si el descubrimiento de América que Colón inicia y Balboa sin saberlo completa abrió paso a la Edad Moderna, no lo hizo de un modo uniforme: para España, que venía de terminar la guerra al moro, significó la posibilidad de seguir siendo unos siglos más una nación guerrera, una nación en la que el comercio y la industria eran incompatibles con la nobleza, aún con esa pobre nobleza que era la hidalguía. La España que el oro americano prolonga fluyendo desde América hasta la Europa protocapitalista es la España del Quijote, una nación envuelta en una ensoñación arcaizante. Las expresiones de ese sueño van desde la noble locura del hidalgo hasta la Disneylandia pseudomedieval de Cáceres, una ciudad donde los indianos se construyen palacios de muros espesos como fortalezas militares, ya no para defenderse de nadie sino para darse el gusto.
Un gusto caro: había de pagarlo, a la larga, la propia España, entrando a la modernidad tardía y desacompasadamente*.
La carta va y viene sin mayor orden entre protestas de fidelidad, descripciones de sus padecimientos al marchar entre las ciénagas y los ríos caudalosos, la seguridad de que lo que le han contado es cierto, la exaltación de su conducta justa en el reparto de los bienes habidos y de su habilidad para sonsacar a los indígenas; como en una película porno, cuyo escaso argumento es desarticulado cada dos por tres por “la cosa en sí”, el discurso cada tanto se deshilacha como tal y retorna obsesivamente a la palabra “oro”, el oro del que están hechas las vasijas del otro mar, las piezas de oro que los caciques del otro mar guardan en sus casas en abundancia tal “que nos hacen estar a todos fuera de sentido”. Solo tiene una disposición más o menos estratégica en la carta la rogativa final, de que los hombres que se le envíen no sean bachilleres en Leyes “porque ningún bachiller pasa acá que no sean diablo y tienen vida de diablos, y no solamente ellos son malos más aún hacen y tienen forma por donde haya mil pleitos y maldades”.
Razón tenía el mínimo hidalgo Vasco Núñez para pedir esto último: él mismo había puesto preso y enviado a la fuerza de regreso a España a un bachiller designado por el Rey, y perdería unos años después la cabeza ejecutado por otro. Entre medio, y sin esperar la ayuda pedida, se lanzó a la conquista de aquellas otras costas del aquel otro mar rebosante de oro, y ganó para sí el título de haber sido el primero en divisar el Pacífico. Stefan Zweig ha relatado en una deliciosa miniatura la historia de aquella aventura, de aquella fuga hacia adelante, hacia la riqueza, que debía redimir a Balboa de las acusaciones de rebelión que pesaban sobre él. Debía redimirlo, pero no lo redimió: a la postre el descubrimiento ni lo hizo rico ni le salvó la vida; irónicamente, esa misma carta del 20 de enero, llegada al Rey casi un año más tarde, después del descubrimiento del Pacífico, dio origen a la expedición de Pedrarias que había de prender y decapitar a Balboa. El oro, el quinto real que acompañaba a la carta, se perdió en algún lado, igual que un indígena que Balboa enviaba con el oro para que explicara, lenguaraz mediante, cuánto más había en los territorios recién conquistados.
Si los motivos y la aventura de Vasco Núñez han sido magistralmente tratados por Zweig, reescribiendo las crónicas de Pedro Mártir y de López de Gómara, algunas otras partes de la historia aún dejan espacio para algunas preguntas. ¿Por qué llamó Balboa “Mar del Sur” al que había descubierto? La razón más obvia —porque cruzó el istmo que hoy llamamos de Panamá de norte a sur para llegar al Pacífico— podría no ser la única. Hay que recordar que a su muerte Colón todavía creía haber descubierto el camino a la China por el oeste. Por muchos años América siguió siendo, salvo para unos pocos estudiosos, un continente fantasma, una estribación del Asia o una barrera un tanto incómoda para llegar a las Islas de las Especies. En su primer viaje, acompañando a Alonso de Ojeda, Vespucio navega miles de kilómetros al sur, hasta la Patagonia, buscando el mítico Cabo de Cotigara que Ptolomeo describiera a partir de los relatos de Marco Polo; o sea, el punto que al sur de la China daba paso al estrecho que llevaba a la India. Solo más tarde logra calcular, sin instrumentos pero con asombrosa exactitud, el diámetro del Ecuador terrestre con menos de 80 kilómetros de error; era el mismo cálculo que habían hecho los griegos dos mil años antes, y el que manejaban los geógrafos de los Reyes Católicos que tanto desconfiaron, con razón, de que Colón pudiera llegar a las Indias en uno o dos meses de navegación. Un cálculo así destruía la idea de que América era el Cipango o el Catay de Marco Polo, forzando a pensar en un nuevo continente.
Sin embargo, lo que España quería era hacer por el Oeste lo que los portugueses habían logrado por el Este, obtener un paso marítimo a las Indias, y este deseo era lo bastante imperioso como para dominar la realidad: las tierras descubiertas tenían que ser el Asia o estar cerca de ella, o, más precisamente, ser la India, o estar muy cerca ella. El deseo o, si ustedes quieren, el sueño, se sobrepone a los cálculos de los geógrafos y, de paso, modela el lenguaje: durante siglos la Corona promulga Leyes de Indias, convoca a su Consejo de Indias y aún hoy nos hacemos un lío para distinguir los indios de la India de los indios americanos. Es inevitable pensar que la idea del paso austral de la China a la India pesara sobre el nombre de Mar del Sur que Balboa impuso al Océano descubierto. En este nombre, América sigue siendo una suerte de fantasma, de delgado paso entre los mares, aunque a la postre, al cabo de unas décadas, el mismo hecho del descubrimiento del Pacífico terminara por configurar a ese fantasma en un ser real.
La alucinante historia de la violencia y las penurias sufridas e infligidas por Balboa, marchando entre los manglares y las montañas, lanzando su pólvora y sus perros sobre los indígenas, “tomando posesión del mar” metido en él hasta la cintura en una escena que oscila entre lo ridículo y lo sublime, muriendo al fin decapitado, toda aquella pesadilla invita a la reflexión sobre el oro, el oro “que nos hace estar a todos fuera de sentido”*. Más allá de los motivos de Balboa y de los desesperados que lo acompañaban, más allá de la competencia de poder de los reinos de España y Portugal, el oro aparece cargado de un plus: es otra vez, como el paso del sur, un sueño, el sueño español de prolongar su Edad Media en los siglos por venir. Si el descubrimiento de América que Colón inicia y Balboa sin saberlo completa abrió paso a la Edad Moderna, no lo hizo de un modo uniforme: para España, que venía de terminar la guerra al moro, significó la posibilidad de seguir siendo unos siglos más una nación guerrera, una nación en la que el comercio y la industria eran incompatibles con la nobleza, aún con esa pobre nobleza que era la hidalguía. La España que el oro americano prolonga fluyendo desde América hasta la Europa protocapitalista es la España del Quijote, una nación envuelta en una ensoñación arcaizante. Las expresiones de ese sueño van desde la noble locura del hidalgo hasta la Disneylandia pseudomedieval de Cáceres, una ciudad donde los indianos se construyen palacios de muros espesos como fortalezas militares, ya no para defenderse de nadie sino para darse el gusto.
Un gusto caro: había de pagarlo, a la larga, la propia España, entrando a la modernidad tardía y desacompasadamente*.
En una versión especular, pero curiosamente coincidente con este quedar “fuera de sentido” el príncipe Panquiaco habla de la “ceguera y locura” que el oro genera en la mente de los españoles. Cuando estos, tras recibir unos 1250 kilos de oro de regalo de su padre el rey, empiezan a reñir por el reparto. Panquiaco se da un puñetazo en el pecho, derriba la balanza en que estaban pesando el oro y da uno de los más hermosos discursos que tengamos en la historia de Indias: “Si yo supiera, cristianos, que sobre mi oro habíades de reñir, no vos lo diera, ca soy amigo de toda paz y concordia. Maravíllome de vuestra ceguera y locura, que deshacéis las joyas bien labradas por hacer de ellas palillos, y que siendo tan amigos riñáis por cosa vil y poca. Más os valiera estar en vuestra tierra, que tan lejos de aquí está, si hay tan sabia y pulida gente como afirmáis, que no venir a reñir en la ajena, donde vivimos contentos los groseros y bárbaros hombres que llamáis. Mas empero, si tanta gana de oro tenéis, que desasoseguéis y aun matéis los que lo tienen, yo os mostraré una tierra donde os hartéis de ello”. Este es el punto de la historia, tal como la narra López de Gómara, en que Balboa recibe la noticia de “otro mar” donde viven gentes riquísimas en oro. Es sugestivo que la noticia haya surgido así, del ataque de ira de Panquiaco, que quizás a esa altura solo quería enviarlos más allá de su propia tierra. Por otra parte, habrá que esperar unas cuantas décadas hasta que las mejores cabezas de Europa, como Montaigne, introduzcan la discusión acerca de qué es pulimiento y civilización y que es ser bárbaro y grosero (cfr. Jean Starobinski, Remedio en el mal, Madrid, La Balsa de la Medusa, 2000).
el dispensador dice: ¿qué hubiese sucedido si Europa no hubiese venido a América?... los encuentros culturales son esencialmente causales, por ende suceden por desborde de circunstancias... una cosa está clara, Europa llega a América enfrentando una decadencia social espantosa, y curiosamente, América recibe a Europa enfrentando una decadencia social dramática... traducido, se enfrentaron dos decadencias de distinta índole... Europa venía nutrida, antes que de poderes ordenados, de inquisiciones eclesiáticas con hambres genocidas, transportados por aventureros de poca monta, mucha codicia, poca razón... América estaba conducida por una generación de chamanes desconectados de sus orígenes, por ende muy atados a los sacrificios y poco al conocimiento que sus antecesores habían sabido tener... ¿podría decirse que se encontraron dos corrupciones en sus vigencias?... tal vez sí, sería una buena respuesta, seguramente no la única. Como sea... la conquista existió... la mezcla cultural se produjo... y los aventureros, manipulados por sacerdotes sin religión, generaron un genocidio del que fueron responsables solidarios... aunque parezca atroz, ello no quita mérito al "encuentro"... Desde luego, más allá del archivo de Indias, hoy se sabe que América estaba unida al Asia, desde siempre, y hay pruebas genéticas de ello... como también lo estaba a una porción de Europa que no convivía ni contemporizaba con la de los reyes angurrientos de oros que salven reinos quebrados. Los siglos pasan, las heridas se curan o simplemente se omiten... hoy, hay un renacer nativo a través de la voz de los pueblos originarios... que tienen mucho de marketing y poco de original... no debe pasarse por alto que la mayoría de las tradiciones genuinas, conocimientos genuinos, se perdieron para siempre a manos de los inquisidores y sus hogueras, algo muy bien documentado en el México que describe Miguel León Portilla en su "Reverso de la Conquista", un reverso que tiene numerosas aristas... una descripción que se topa con semejanzas en las culturas andinas, atrapadas en decadencias que a su vez estaban capturadas por omisiones comunes a las evoluciones sociales, con sus altibajos aceptables y sus otros, inaceptables. Como sea, las partes tejieron, por acción o por omisión, una mentira urdida entre altares y relatos de circunstancias creadas para denigrar a unos y enaltecer a otros. Más allá de las realidades extraviadas en la noche de los tiempos, cinco siglos enseñan que América está unida a la España, tanto como la España lo está a la América... las corrientes culturales están indisolublemente unidas, entrelazando destinos... Lamentablemente, este mundo está lleno de envidiosos, oportunistas y mentirosos, que hacen del poder una ocasión de sometimiento y negación... claro está, esta América es bien distinta a aquella del 1492, ni qué hablar con la de 1513... América cobija herederos de una Europa diferente, unidos a herederos de culturas africanas y asiáticas, que llegaron aquí como esclavos o como buscadores de horizontes, y que hoy representan a una cultura donde convergen antípodas del pensamiento, que han comprobado por sí mismas que se puede coexistir en armonía. La mentira del descubrimiento ha quedado muy atrás... evaporándose... y lo que queda expuesto es el "mañana necesario", esto es la "necesidad de un mañana" para los nacidos aquí. América contiene valores en capacidad de agregar valor a otras concepciones de la vida, de la Europa, del Asia, e incluso del África. Los valores potenciales la distinguen, con vida propia, con perfil definido, o lo que es lo mismo, con una entidad que demuestra una vez más, que los hijos siempre se diferencian de sus padres, asumiendo sus propias rutas, porque ello es lo que explica antropológicamente a la evolución prescidente de sacrificios inútiles. Tan curioso es el todo de las circunstancias, que hoy, luego de la expulsión y la persecución de los jesuitas a manos de su propia Iglesia... América le devuelve al Vaticano un Papa americano, argentino, descendiente de italianos, pero esencialmente Jesuita... contenedor de visiones bien lejanas de aquellos sacerdotes que pusieron sus pies en las aguas saladas de la América del descubrimiento. Aprendizaje 1: todas las divergencias conducen a la convergencia, más tarde o más temprano. Aprendizaje 2: la humanidad es una sola... las razas... las religiones... las convicciones, no son más que excusas de las circunstancias individuales y sociales que les tocan atravesar a los miembros de cada tribu... Aprendizaje 3: todas las mentiras, cualquier mentira, termina sus caminos en lagos donde florecen únicamente las verdades que no pueden ocultar los tiempos... SEPTIEMBRE 26, 2013.-
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