viernes, 30 de noviembre de 2012

EL DISPENSADOR >> DOCUMENTOS EDITADOS EN EL CURSO de NOVIEMBRE del AÑO 2012

EL DISPENSADOR >> DOCUMENTOS EDITADOS EN EL CURSO de NOVIEMBRE del AÑO 2012
lapso NOVIEMBRE 2012 (solamente)
ESPECIAL para BUSCADORES

 ¿QUIÉNES LEEN EL DISPENSADOR?

México
59.016
Argentina
51.530
España
41.686
Colombia
28.964
Chile
16.398
Perú
15.286
Estados Unidos
14.848
Alemania
13.079
Venezuela
12.157
Ecuador            
4.655
Bolivia               2.832
total               314.922

Archivo del blog

ANTES DE... ▲ Mythos | Cultura | EL PAÍS

Mythos | Cultura | EL PAÍS

Mythos


El estado de Eva, representando el aspecto femenino del andrógino primordial, bajo el influjo de la aprehensión de la muerte.


Lo primero fue el habla. Una necesidad de sentir la compañía de los otros, de arrancarse de la originaria soledad, de emitir sonidos que la lenguafue articulando, modulando, convirtiendo en palabra. A esa voz, enriquecida a lo largo del tiempo, el “filósofo”, como llamaban a Aristóteles, dijo que era un soplo, un “aire semántico”. No sólo un grito. Ese aire decía cosas, señalaba los árboles, los mares, las estrellas, alumbraba ideas que, en principio, eran “lo que se ve” y en esas “visiones”, creaba comunidad, solidaridad, amistad. Surgía así un universo en el que los seres humanos comenzaron a sentirse y entenderse. Los primeros textos en los que encontramos el sustantivo mito, (mythos), por ejemplo en la Ilíada, significa “palabra”, “dicho”, “conversación”.

Ese aire semántico, ese soplo de la vida, del cuerpo, empezó a llenarse de deseos, de sueños, de sentimientos, y el mito, la voz que entonaba los hexámetros sonoros, se cargó de contenidos en los que se roturaba el mágico, misterioso, territorio de la imaginación. El aliento que se escapaba de los labios de los rapsodos cantaba ya las lágrimas de Aquiles, la constancia de Odiseo, el amor de Nausicaa, la tristeza de Antígona, Un enriquecimiento, pues, de esos largos orígenes en los que las palabras habían servido para comunicar a los que vivían a nuestro lado la inevitable, gozosa, penosa a veces, experiencia del cuerpo y su destino. La literatura, el lenguaje, que ya no indicaba sólo el mundo de las cosas que veíamos, iba, poco a poco sembrando, inventando los mitos. El aire semántico revestía las palabras de una luz tan intensa que podíamos descansar en ellas nuestras cabezas, y afirmar así todo lo que jamás podrían alcanzar nuestras manos, ni vislumbrar nuestra mirada.

Debieron pasar siglos para que se levantase el intangible acoso de la fantasía, de las ficciones, de la poesía. La Iliada y la Odisea fueron dos inmensos bloques de mitos que habrían de dar sustento a unos seres que desde la naturaleza que los constituía iban a adentrarse por el amplio dominio de la cultura. Ese nuevo aire semántico también hacía respirar, alimentaba la vida, ampliaba el horizonte del existir, insuflaba alegría y esperanza. Pero sobre todo creaba libertad. Nadie podía poner ya puertas al campo, al universo de las ficciones que nos convirtieron en animales con logos, con palabra, donde se dibujaban otros paisajes, otros horizontes. El cultivo, la cultura, de esos mitos fue abriendo al animal humano el dominio que le era propio y por el que realmente existía.

La tradición filosófica nos ha entregado una de las grandes intuiciones de aquellos primeros pensadores que se hicieron cargo de esas palabras “asombrosas y maravillosas”. Uno de sus representantes, el “filósofo”, decía que “el amante de los mitos tiene que ser también amante del conocimiento, de la verdad, de la sabiduría”. Y aquí surgió un problema que ha llegado rodando, apisonando también, aplastando, hasta nuestros días. Porque el mito que crea, y da aire a la libertad, puede ser objeto, incluso instrumento de condena, de prohibiciones, de incendios, cuando no deja abrir las puertas de la verdad, cuando no inspira racionalidad y progreso, cuando no hace fluir las neuronas. El mito alumbra e inspira, pero es siempre un paso previo en el camino del conocimiento. Enseña libertad si no se impone por la fuerza, si no cae en manos de sectas y fanáticos que corroen, desde la infancia, el cerebro de los que de alguna forma dominan, para hacer olvidar el camino más largo, mas duro, mas interminable, más hermoso del pensar. Hay que mantener el estímulo de las palabras míticas para saber que esas palabras no acaban en ellas mismas. Abren camino, pero no son el camino que, con la educación, con la Paideía que es cultura y no aprendizaje, hay que andar para ser ciudadanos de una “polis” libre, de una política en la verdad y en la siempre imprescindible justicia. En esa educación para la ciudadanía no cabe la indecencia, ni los mitos impuestos por los profesionales de la mentira.


el dispensador dice:
¿qué hubo antes de mi?,
¿qué fue del mundo antes de mi llegada?,
¿quién respiraba otros aires?,
¿quién bebía otras aguas?,
¿quién atizaba otros fuegos?,
¿quién labraba otras tierras?,
¿qué veían aquellos ojos precedentes?,
¿qué sentían aquellas pieles pre-existentes?,
¿dónde estaba la idea de mí mismo?,
¿quién esperaba lanzarme hacia este abismo?,
y caemos en el seno que conecta a los pensamientos,
ideas y sentimientos, quien espera qué cosa en cada extremo,
quien respira y jadea por un tiempo,
quien engendra un futuro como espera,
quien vislumbra ser parte de un mañana que aún no llega,
¿dónde reside la esperanza de la entrega?,
¿dónde está la convicción que aún no se expresa?,
¿dónde queda la gracia en la geometría eterna?,
¿dónde espera el don que se conceda?,
¿cómo será el talento que descenderá hacia la Tierra?,
sucede que lo que sabes no lo recuerdas,
porque tus ojos al nacer se nieblan,
y entonces andarás por la vida como ciega,
sin entender lo que en tu alma no se impregna...

¿qué fue antes de mi?,
¿existía la ilusión de un cuerpo en los tiempos respirables?,
¿existía la esperanza de ser luz y revelarme?,
¿o quería ser sólo un trozo de Dios, entidad como ángel?,
¿estaba la consciencia por llamarme?,
y luego de ello, ¿por qué enviarme?,
he venido a la Tierra a ocuparme,
de circunstancias dispuestas a enseñarme,
que aquí no eres más que nadie,
que aquí eres tanto hijo como padre,
que ambos depende una madre,
para traducir sus vidas en los lapsos transitables...

no sé tu, pero provengo de un mytho,
algún griego me transformó en su grito,
conllevo artes de antiguos alejandrinos,
antes de ellos ya conocía de destinos,
siempre esquivé los humanos desatinos,
porque he llegado sin tiempo para cumplir con lo dicho,
no sé cómo sigue, tampoco me importa,
sigo la señal que antecede mi surco,
me llevaban de la mano conocedores de rumbos,
aceptar la vida honra el culto,
te envuelves en el pensamiento cultivado y lejano,
cuando te admiras todo está en tu mano,
claro que de esto no saben los humanos,
andan por sus tiempos fabricando rastros,
necesitan asegurar existencia e historia,
cuando se van, los que quedan la embrollan,
inmediatamente todo se transforma,
alguna incertidumbre te culpa y te nombra,
te das la vuelta y ya no tienes forma,
apenas sos luz sin huella ni sombra,
las conveniencias atrapan herencias,
en ninguna ciencia anida consciencia,
por ende todo depende el hombre,
del pensamiento elegido... antes de portar nombre.

te quedas mirando, nadie te recuerda,
se visten de día y se llenan de urgencias,
apenas te representa una piedra,
le dicen lápida, ahí está tu huella,
todo es mentira, nada queda,
fuiste esperanza envuelta en quimera,
ilusiones lleva cualquiera,
pero lo que has vivido... nadie conoce, tampoco se enhebra,
antes de ti, quizás nadie te espera...
cuando te anuncias, comienza la carrera.
Noviembre 30, 2012.-

jueves, 29 de noviembre de 2012

OLAS Y OLEAJES ▲ El Nacional de Artes Plásticas reconoce la escultura ubicua de Jaume Plensa | Cultura | EL PAÍS

El Nacional de Artes Plásticas reconoce la escultura ubicua de Jaume Plensa | Cultura | EL PAÍS

El Nacional de Artes Plásticas reconoce la escultura ubicua de Jaume Plensa

El artista es galardonado "como reconocimiento a una labor progresiva, de proyecto internacional", según el comunicado del jurado

La distinción está dotada con 30.000 euros


El artista Jaume Plensa. / jordi socías

Jaume Plensa (Barcelona, 1955) se enteró en un tren de que había sido galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2012 que concede del Ministerio de Cultura. Viajar ha sido la constante de este artista en los últimos años. Con Laura, su inseparable mujer, han acompañado siempre, desde Liverpool, hasta Seül, pasando por Dubai, Houston, Boston, Chicago, Nueva York o París, a sus enormes esculturas formadas por letras y números desde el taller de Sant Feliu de Llobregat, cerca de Barcelona, hasta el lugar definitivo donde han acabado instaladas. El jurado ha reconocido “la labor progresiva, de proyección internacional, en el desarrollo de la nueva escultura”, pero también “la utilización del lenguaje como medio de reflexión así como su preocupación por la humanización del espacio urbano y su aportación al diseño escenográfico”.

Las esculturas de letras que componen figuras son la ‘marca’ de la casa, pero Plensa también es autor de obras creadas en otros materiales como hierro fundido, poliéster, fibra de vidrio, alabastro o madera y de una importante obra gráfica, menos conocida, pero de la que se siente muy orgulloso: “Mis dibujos son esculturas en dos dimensiones”, explicó el pasado mes de septiembre delante del cartel que pudo verse en casi todas las calles de Barcelona durante las pasadas fiestas de la Mercè. Plensa hace figuras de letras “porque lo que identifica al ser humano es la palabra, dicha o escrita que nace de la boca, un lugar húmedo y oscuro, tanto como el vientre de donde nace el ser humano”, explicó el artista.

Pensadas para el lugar donde acaban ubicadas, Plensa ha creado enormes figuras que lo mismo coronan colinas, como es el caso de Dream, una cabeza de 20 metros de altura de una niña con los ojos cerrados “para dar énfasis al mundo interior, porque todos poseemos tesoros incalculables que no conocemos”, situada a las afueras de la localidad minera de Sant Helens, cerca de Liverpool, o son el centro de una enorme plaza en medio de una urbe como Chicago, como es el caso de la Crown Fountain, una fuente monumental formada por dos altas torres en la que miles de ciudadanos de Chicago, proyectados en pantallas, lanzan agua por su boca. Algunas de sus obras han ocupado espacio de forma pasajera, como la cabeza que sobresalía de las aguas del mar en la bahía de Botafogo, en Río de Janeiro; las figuras que ocuparon parte del Madison Square Park, en Nueva York, o las tres que se pudieron ver en octubre en la plaza Vendôme de París, coincidiendo con la Feria de Arte de París. En 2008 expuso en el stand de EL PAÍS de la Feria Arco de Madrid, Entre sueños, la cabeza de una inmigrante dominicana llamada Irma, de dos metros y medio de altura, rodeada de 600 kilos de zapatos usados.

Sensible, educado y austero, Plensa transmite su carácter a su obra: “Busco la austeridad en el mensaje. Has de hacer una botella tan pura como puedas para que proteja el mensaje durante el viaje, pero sin perder de vista que lo importante es el mensaje que contiene”, asegura. La fama la lleva de forma estoica y asegura sentirse sorprendido y emocionado por el interés que despiertan sus figuras en las personas, tal y como pudo comprobar durante la inauguración de Dream en 2009 en la que participó todos los habitantes de esta localidad de pasado minero. “Me sorprenden que algo que pueda hacer yo trascienda; es una responsabilidad porque implica meterse en casa de otro, pero es emocionante”. Sin embargo, Plensa no lleva bien el tener que desprenderse de sus obras: “Quisiera que me pasasen un sobre por debajo de la puerta y no las tuviera que dar, porque cada obra es como un hijo. La obra es el conjunto de todas”.

El Premio Nacional está dotado con 30.000 euros. El jurado ha estado integrado por Elvira Cámara, directora de la Fundación Pilar y Joan Miró de Palma de Mallorca; Víctor Manuel Nieto, director del Departamento de Historia del Arte de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED); Juan Barja de Quiroga, director del Círculo de Bellas Artes; Jordi Teixidor de Otto, pintor; Vivianne Loría, directora de Lápiz Revista internacional de arte; Francisco Zurian Hernández, profesor de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Complutense de Madrid; y Elena Asins, Premio Nacional de Artes Plásticas de 2011. Lo ha presidido el director general de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas, Jesús Prieto, y ha actuado como vicepresidenta Begoña Torres, subdirectora general de Promoción de las Bellas Artes.

el dispensador dice:
hay un tren que no evitas,
no esquivas, sólo transitas,
contiene distintas energías,
propias, amigas, enemigas,
circunstancias siempre distintas,
que dan forma a eso que llamas "vida"...

hay algo que dominas,
son los mares de esa misma "vida",
cuyas olas te empujan o te derivan,
cuyos oleajes te activan,
o son caricias abrasivas,
que algunas veces cautivan,
y otras tantas son lesivas...

¿de qué depende la vida?,
o bien...,
¿de qué dependen los hechos de vida?,
que muchas veces motivan,
y otras veces, según los momentos,
hacen que las cosas sean nocivas...

ello depende de las olas y sus sales,
moviéndose según corrientes y oleajes,
en profundidades con raros paisajes,
que deslumbran, 
o funcionan como anclajes,
llevándote a renovados parajes,
donde recibes mensajes,
o sos parte de montajes,
de lo que apenas eres parte,
entre fuerzas de aguas y sus doblajes... 

tu cuerpo es como una escultura,
donde te reflejas a ti mismo,
donde te expresas distinto,
mediante letras u otros ritmos,
enseñando que no te oxidas,
mientras navegas tu destino...

de pronto abres una puerta,
y aguas a raudales se cuelan,
te mecen y te revuelcan,
te traen y te llevan,
haciendo de tu persona una vela,
un ancla o una cuerda,
según los vientos te llevan,
hacia los sentidos que te revelan...

¿cómo te ves a ti mismo?,
¿cómo descubres tus "si-no"?,
¿te rebelas a tu destino?,
¿o lo aceptas tal cual vino?,
¿eres navegante de ruidos?,
¿eres remero fino?,
¿eres genuino o te comportas como mezquino?,
cuando las olas te ascienden,
¿reconoces la importancia de ser marino?...

indudablemente las almas nos hacen distintos,
saber de ángeles, de consciencias, o de placeres y vinos...

¿necesitas sentirte enaltecido?,
¿o has pasado por la vida inadvertido?,
será como lo hayas querido,
pensado o pretendido,
y los oleajes te seguirán llevando,
hasta el mismo final de tu camino.
Noviembre 29, 2012.-




miércoles, 28 de noviembre de 2012

ALFILERES ► Dibujar el surrealismo >> Storyboard >> Blogs EL PAÍS

Dibujar el surrealismo >> Storyboard >> Blogs EL PAÍS


Dibujar el surrealismo

Por: | 27 de noviembre de 2012
Olga (1930) Francis Picabia
Olga, 1930. Francis Picabia.

Todo empezó con una nota a pie de página que, en opinión de Leslie Jones, comisaria del Los Angeles County Museum of Art (LACMA), la historia del arte ha ignorado durante demasiado tiempo.

En el primer Manifiesto Surrealista que André Breton escribió en 1924, el escritor francés incluyó una nota en la que animaba a otros artistas a que simplemente trazasen las imágenes que encontraban en sus sueños. El mensaje era que “el artista debía limitarse a plasmar esas imágenes, no a interpretarlas”, escribe Jones en el catálogo de la exposición Drawing Surrealism, que reivindica el papel del dibujo en un movimiento de orígenes literarios y, al menos hasta ahora, siempre asociado a la pintura y la escultura. 

Según Jones, en esa nota a pie de página Breton reflexionó por primera vez sobre el potencial del dibujo para expresar las imágenes de los sueños y el inconsciente, y no es casual que los surrealistas fueran los primeros en plantarse y rechazar esa noción de "arte menor" del dibujo. Para artistas como Francis Picabia, Max Ernst, Joan Miró, Salvador Dalí, André Masson o Yves Tanguy los dibujos no eran meros estudios o bocetos, eran obras en sí mismas que valoraban por su inmediatez y espontaneidad y que desempeñaron un papel fundamental en su producción artística.

En sus obras, y en las de muchos otros artistas -la lista es larga: Jean Arp, Man Ray, César Moro...-, pueden encontrarse los orígenes del dibujo como lo entendemos en la actualidad, argumenta Jones. Es decir, como un espacio para "la experimentación y la innovación" que se resiste a una única definición.

Safety pin (1936) Man Ray
Safety pin, 1936. Man Ray.

Cadavre exquis (c 1930) Valentine, Breton, Éluard
Cadavre exquis, c. 1930. Hugo Valentine, André Breton, Paul Éluard, Nusch Éluard.

Work D (1937) Ei-Kyu
Work D, 1937. Ei-Kyu.

Study for 'The image disappears' (1938) Salvador Dalí
Study for 'The image disappears', 1938. Salvador Dalí.

Jindrich Styrsky (1934) Portable cabinet
Portable cabinet, 1934. Jindřich Štyrský.

La exposición Drawing Surrealism puede visitarse hasta el próximo 6 de enero en el Los Angeles County Museum of Art (LACMA). El catálogo de la exposición está editado por el museo y DelMonico Books/Prestel.


¿Una imagen vale más que mil palabras? Según investigadores de Harvard, no. Vale muchas más. Algunas hasta 500.000 millones. La cifra no importa: está claro que las imágenes son más poderosas que nunca, y este blog pretende ser un inventario visual de libros de fotografía, arte o diseño, ilustraciones, visualizaciones de datos, infografías…

Sobre la autora

Virginia Collera
es periodista y traductora. Colabora intermitentemente con El País desde 2006 y es compradora confesa de libros por la cubierta y/o las fotografías interiores.


el dispensador dice:
prendes la vida con alfileres,
dibujas el destino con lo que eres,
puedes reir aún cuando mueres,
puedes llorar cuando te hieren,
puedes ser tu mismo si te adhieres,
puedes quedar atrapado de lo que creyeres...

creo en el dibujo de libertades,
las acuarelas perduran según las piedades,
entre los hombres hay falsedades,
no hay manos si no hay solidaridades,
cuando en el cultivo no hay hermandades,
lo que siguen son cegueras... sin cualidades...

simplifico los trazos según los abrazos,
pierdo la espalda cuando llega el fracaso,
se acercan mentiras dibujando lazos,
te roban las ganas, ilusiones de paso,
no dejan nada, pasan de largo,
sólo construyes con el esfuerzo sin plazos...

descubres más tarde un nuevo retrato,
eres tu mismo deambulando,
ya ni sabes qué andas buscando,
se perdió la paleta con óleos en vano,
sólo hay pinturas que se lavan a mano,
la hoja está en blanco, imaginas un trazo,
cuando decides plasmar, no quiere la mano...

hoy es ayer, no viene el mañana,
lo que elucubré no se ve plasmado,
la vida pasa y se torna anciana,
la hoja envejece, se amarillean las tramas,
no puedes volver, ya no tienes tu rama,
el recuerdo se pierde... mientras la tarde se aplana.
Noviembre 28, 2012.-





MAREA ▲ Vídeo: El oleaje artístico que llega a Brasil | Cultura | EL PAÍS

Vídeo: El oleaje artístico que llega a Brasil | Cultura | EL PAÍS


ATLAS

El oleaje artístico que llega a Brasil

El español Jaume Plensa coloca una cabeza de 12 metros ante una playa de RÍo de Janeiro

El objetivo de la obra es "hacer soñar a la gente"

Si viera usted una cabeza emergiendo del mar, probablemente se lanzaría al rescate del desafortunado que se está ahogando. O tal vez llamaría al socorrista. En Rio de Janeiro, en cambio, la gente se queda mirando. Algunos hasta fotografían a la cabeza. ¿Sadismo? No. Simplemente la figura es una enorme estatua de 12 metros que el artista español Jaume Plensa ha colocado en el océano, justo ante la playa de Botafogo.

Hecha de resina y polvo de mármol, la estatua ha sido bautizada Mirar en mis sueños (Olhar em meus sonhos) y se quedará en medio de la bahía de Guanabara hasta mediados de noviembre. Según ha declarado el propio Plensa a AFP, “la niña se llama Awilda, tiene los ojos cerrados y es un homenaje a la gente de Río, que tiene un diálogo con la natura maravilloso pero le falta arte en el espacio público”.

El proyecto, con el que su creador busca “hacer soñar a la gente”, forma parte de la Mostra Internacional de Arte Público de Brasil, que se celebrará de forma continuada hasta 2016, cuando Rio de Janeiro acoja los Juegos Olímpicos.

La instalación de enormes cabezas en medio de espacios públicos es la marca de la casa de Jaume Plensa. El artista catalán ha colocado sus creaciones en lugares como el pueblo minero de St. Helens, en Inglaterra, o en pleno Madison Square Park, en Nueva York.
















el dispensador dice:
¿qué trae la marea?,
algo que confunde y desespera,
rostros dibujados entre aguas revueltas,
destinos en entreveros de sales disueltas,
algo que sin irse, viene de vuelta,
cuando parece agitarse,
subrepticiamente despierta...

¿qué arrastra la marea?,
la voluntad incierta,
no mira a los ojos,
sueña despierta,
la esperanza aguarda con paciencia,
los ojos observan playas desiertas,
lamiendo arenas, caricias se alientan,
las aguas se alejan,
las almas se apenan...

cuando las aguas no ocultan,
las arenas son buenas,
los recuerdos se pierden,
cuando los sueños se desvelan,
¿dónde está el pasado jugando rayuela?,
se fue dando volteretas con la marea,
quedó la imagen diluída y serena,
le dio la espalda a la vida,
se envolvió en su pena...

hay drama de oleajes,
mentidos homenajes,
no hay arco iris en este paisaje,
la lluvia arrecia, suenan vendavales,
cuando pasa el destino,
las playas ya no son iguales,
aquello que viste fue puro viaje,
cuando se fue la marea... subió el voltaje...

las energías no hacen chantajes,
transitar la vida demanda coraje,
si la duda carcome,
si la intención evade,
no queda nada más que el ultraje,
ya no es cuestión de linaje,
no hay contenidos en este lenguaje,
no se cura el alma con puros vendajes...

vuelve la marea,
caracolas rodando,
miro la vida mientras va pasando,
trae sales nuevas,
movidas salvajes,
estoy preparado para un nuevo viaje...

despego mis pies, gano alturas,
veo las olas agitar locuras,
son profundas las grietas que apuran,
sostengo el espíritu entre suturas,
reconociendo nuevas texturas,
algún engaño se vistió de ternura,
ya no regreso a mejores llanuras,
no hay mejor cima... que las futuras.
Noviembre 28, 2012.-

martes, 27 de noviembre de 2012

HORRIBLE ▲ El monstruo es más humano que el hombre | Cultura | EL PAÍS

El monstruo es más humano que el hombre | Cultura | EL PAÍS

El monstruo es más humano que el hombre

Los artistas siempre se han sentido atraídos por las expresiones extremas del rostro


Brígida del Río, la barbuda de Peñaranda' (1590), de Sánchez Cotán, y 'Doncellas en domingo' (1923), de Otto Dix.

Lo grotesco es difícil: no es fácil precisar su concepto y menos aún seguir su trayectoria por épocas y culturas en las que va adquiriendo nuevo sentido y alcance. Las obras expuestas articulan esta red de conexiones y bifurcaciones, a veces insospechadas (como anticipa en el umbral de la muestra un pormenorizado dibujo de Curro González). El catálogo desgrana paso a paso el concepto, separándolo de lo monstruoso, lo feo, lo cómico o lo siniestro.

Parte la exposición de los seres híbridos pintados en los muros del palacio de Nerón, la Domus Áurea, excavado en el siglo XV. Esas imágenes de la grotta, grotteschi, raras figuras humanas con injertos de animal y planta, encandilan a la época. Se estudian, analizan y pintan, aunque sin incluirlas en el cuadro. Sólo son parerga: circundan lienzos o frescos, separándolos así del muro al que además hacen vibrar con sus fantásticos perfiles.

Pero pronto figuras análogas entran en el espacio mismo de la representación. Miguel Ángel dibuja una cabeza humana con rasgos animales y, antes, Leonardo traza rostros deformes, casi siempre de ancianos, que hacen pensar en una naturaleza que, agotada, se retrae y abandona sus facciones a la erosión del tiempo.

Los dibujos de Leonardo y Miguel Ángel no pasan del papel al cuadro. No ocurre así en la Europa del Norte. Separada de la herencia clásica y fiel al legado medieval, prodiga otras figuras, también híbridas y degradadas. Las tentaciones de san Antonio y los pecados capitales son temas fértiles que trabajan El Bosco y Brueghel el Viejo. Pero sus figuras no son diablos medievales, sino seres mucho más cercanos, modelados por las metamorfosis del vicio. La idea de grotesco se afina: no traza monstruos sino seres humanos cuyos rasgos, mezclados y deformes, no son simplemente feos sino índices del animal que domina en ellos, y muestran así la pérdida de identidad humana. Esto se cumple también, aunque con intención diferente, en las drôleries de Jamnitzer o Dietterling el Joven, fechadas un siglo después: sus valentones y galantes son animalejos mecánicos, carentes de humanidad.

A todo esto se une la aportación española: enanos, locos, mujeres barbudas o increíblemente obesas que muestran su anormalidad sin perder por ello un ápice de dignidad. Por eso, señala el profesor Bozal, reprimen la sonrisa de quien los mira. Esas figuras añaden a lo grotesco un inquietante valor de umbral: la deformidad que muestran no nos es ajena, puede caer sobre nosotros. Lo grotesco remite al abismo de una naturaleza ciega e inhumana, pero ese abismo es amenaza permanente, abierta ante nuestros pies.

Casi todas estas imágenes se sitúan en los márgenes de un arte volcado aún en la gracia y la belleza, pero esto cambiará en el siglo XVIII. Las nuevas clases medias, ajenas a la exigencia del decorum, disfrutan del ridículo en que ellas mismas caen, al querer imitar a la nobleza, y del que advierten en los sinsabores de aristócratas arruinados. Hogarth muestra las miserias del matrimonio de conveniencia y los pies de barro de la nueva burguesía. El género, nacido del arte popular, va desde caricaturas (Gillray o Rowlandson) hasta cuidadas estampas. Aunque su difusión irritara a Goethe, son obras que se imponen porque poseen la chispa de la invención y el aguijón de cuanto hace pensar. De ahí que arrinconen al clasicismo académico que, según un breve cuadro de Watteau, sólo exige la imitación de la que es capaz un mono.

En este nuevo camino, la singular aportación de Goya: Caprichos y Disparates reúnen las sucesivas modelaciones de lo grotesco, añadiéndoles la desazón de su cotidianidad. Lo grotesco ya no es una rareza, y su figura, más que motivar alegatos morales, señala el caos oculto que alienta en nuestro interior. La época que se avecina tendrá que tomar en serio la dimensión oscura del instinto: no es posible vivir sin él, pero nos lleva al límite de la animalidad. De ahí, los fecundos brotes del siglo XIX: un monstruo, Quasimodo, posee una rica humanidad que está sin embargo ausente del ciudadano medio, dibujado por el propio Víctor Hugo o por Boilly y Daumier. Éste además hace de Luis Felipe de Orleans un Gargantúa insaciable que devora las riquezas del país. La reflexión culminará en Baudelaire para quien lo grotesco —que designa como lo cómico absoluto— es la caída en la animalidad del ciudadano respetable que muestra así su verdadera condición. Los dibujos de Grandville dan buena cuenta de ello.

Ensor prefiere mostrar este desvanecimiento de la humanidad mediante sus máscaras, una dirección que prolongan, en vísperas del fascismo, los trabajos de Grosz, Dix y Beckman. Los cáusticos collages de Hannah Hoch parecen marcar una nueva dirección: sugieren que la conciencia moderna se articula con fragmentos de tópicos sociales que la invaden a su antojo. Lo grotesco se hace de este modo más próximo: convivimos con él, se hace familiar y así se manifiesta con serenidad en los cuadros de Magritte, de modo insidioso en los objetos de Meret Oppenheim y en los dibujos de Dalí para Los cantos de Maldoror, y de manera brutal en las Muñecas de Bellmer.

Más acá del surrealismo, la camaradería con lo grotesco parece convertirse en tema recurrente de reflexión. Revestirá especial patetismo en las desmoronadas figuras de Bacon, los duros perfiles de Philip Guston y las feroces mujeres de De Kooning, y se antojará sorprendente en la repentina Giganta de Jeff Wall, pero, en general, las obras contemporáneas tratan su vecindad con la tranquila lucidez de quien sabe que el abismo que anunciaban ciertas obras del Siglo de Oro español no es una amenaza sino sencillamente nuestra condición. Las risas por nada de las esculturas de Juan Muñoz, la mirada paranoica del vigilante profesional en las figuras de Georg Baselitz y las desfiguraciones, breves en los Descartes infrarrojos de Bruce Nauman y más acentuadas en Viejos Amigos de Thomas Schütte, así lo atestiguan. Es la culminación contemporánea de una larga marcha anticipada por un artista, poco conocido del siglo XVIII, Franz Xavier Messerschmidt que, tal vez bajo la influencia de las indagaciones fisiognómicas de Lavater, supo ver que los gestos más frecuentes y ordinarios estaban tocados por la ruina de lo grotesco.

La muestra abre caminos. Quizá haya quien eche de menos a este o aquel autor, o a determinadas obras, pero el comisario, José Lebrero, y su asesor, el profesor Luis Puelles, no perseguían un inventario de nombres sino tejer una red de problemas y preguntas, y esto lo consiguen plenamente.
El factor grotesco. Museo Picasso Málaga. Palacio de Buenavista. San Agustín, 8. Málaga. Hasta el 10 de febrero de 2013.


el dispensador dice:
dónde reside el monstruo,
dónde se esconde el lobo,
dónde se transforma lo grotesco,
en cultura de lo nuestro...

cuál es el límite de lo feo,
que se disfraza por aseo,
acomodando cabellos,
para que no parezca siniestro...

a veces el retrato es tormento,
de la imagen que se enseña,
nada cambia lo que se muestra,
cuando la ruina es señera...

pero una vez más la importancia,
reside en el contenido,
aquello que no aparece,
ni en el rostro ni en sus sentidos...

que no se ve ni se percibe,
mediante ojos, sorteando olvidos,
monstruos andan perdidos,
desde que el hombre guarda consciencia,
a veces los sueños conservan,
dragones de cuentos elegidos,
son muchos los que con sus abrigos,
ocultan las diferencias...

por ello hablando de fealdades,
de cuerpos horribles y con maldades,
suele haber lugares a raudales,
donde se esconden estos infernales,
para luego salir a las calles,
disfrazados de gentes normales,
llevando por delante como vendavales,
a inocentes en sus cabales...

es bueno detener los andares,
mirando cuidadosamente,
lo que hace a la gente... "gente",
no se descubre mediante sentidos,
sino por miradas del alma, solamente.
Noviembre 27, 2012.-

OSCURILTURA ▲ El futuro >> Sin Título (Untitled) >> Blogs EL PAÍS

El futuro >> Sin Título (Untitled) >> Blogs EL PAÍS

Pero, ¿qué es el arte contemporáneo? Hay tantas respuestas como artistas. Por eso Sin título (Untitled) es un espacio abierto para informarse, debatir y, sobre todo, apreciar el arte de todos los tiempos y lugares, con especial énfasis en el latinoamericano. Un blog colectivo de contenidos originales y comentarios sobre la actualidad.

Sobre los autores

Es un blog colectivo elaborado por periodistas especializados de EL PAÍS y otros colaboradores.

El futuro

Por: | 26 de noviembre de 2012
Hace apenas unos  meses Marc Augé, el africanista y conocido historiador cultural –sobre todo a partir de la codificación del concepto de los “no-lugares” como síntoma inequívoco de la sociedad en los 90-, publicaba en castellano un libro inteligente y crítico sobre el concepto de futuro, eso que está siempre a punto de pasar y pocas veces ocurre: Futuro (Buenos Aires, Adriana Higaldo,  2012). El futuro, dice el antropólogo, no es el porvenir.

Con esa extraordinaria sutileza de análisis del presente que caracteriza a los buenos pensadores franceses  -en ese  terreno son desde luego imbatibles-, Augé hace una radiografía escalofriante de la situación que vivimos desde el estallido de la crisis. En un momento da incluso a entender que esta nueva e inesperada etapa, en la cual tratan de convencernos de que la culpable de todos los males es la coyuntura económica y de que si hacemos sacrificios volveremos al punto de partida –los cual no es para nada cierto, me parece-, tiene su origen primero en el cambio de milenio del cual nadie se acuerda ya, pero que sin duda anunciaba  una transformación del paradigma. Quizás, se piensa al leer  el libro, es cierto que una de las mayores transformaciones que ha sufrido el mundo –aunque pocas veces seamos del todo conscientes- es la forma en  la cual los secretos han dejado de serlo, esa sensación, casi necesidad, de hacerlo todo público y que va desde las redes sociales a los programa de televisión, que comenta Augé.

Junto a las citas a Flaubert y Baudelaire, el autor reflexiona, entre otras cosas, sobre este mundo que, caracterizado por  cierto “deficit ritual”, lo va buscando en lugares extraños y con frecuencia estériles. Sin embargo, el arte –un libro, una obra visual, la música... - dice Augé, crea una oportunidad  deslumbrante en esa autoría compartida que da al lector, espectador, etc... la ocasión de apropiarse y recrear la obra.  Es la idea de la belleza  de lo irrepetible que hace que todos vayamos buscando más.

Y, pese a todo, frente a la posibilidad de placer y libertad, somos un poco Emma Bovary – un poco mediocres y aburridos en busca en novedades absurdas- y nos dejamos seducir por las bagatelas y las banalidades, imagino que porque, como se intuye en el texto de Augé, tenemos miedo. Se trata de unos miedos paradójicos, añadiría yo, que se resumen en dos cuestiones antitéticas: miedo a que nada vuelva a ser como antes y miedo que todo vuelva (sólo) a ser como antes. Sobre la segunda posibilidad no parece que haya mucho peligro, respecto a la primera lo que asusta es cierta sensación sobre lo incierto del futuro.

Algo  está cambiado “a nuestras espaldas” , dice Augé. Algo sutil que ha ido ocurriendo poco a poco,  igual que, con disimulo, han ido subiendo el paro, los precios, y  bajando los sueldos y los recursos sociales. Las empresas prefieren reducir puestos de trabajo en lugar de renunciar a parte de sus ganancias: ha llegado la hora de un neocapitalismo salvaje que quizás haya hecho mal los cálculos porque su éxito se basaba en un consumo masivo que ya no es tal y, de seguir las cosas así, va a ser aún menos. El cambio ha ido ocurriendo lento, de uno por ciento en uno por ciento, pero implacable, certero. “El miedo a caer del lado de los excluidos es hoy muy extendido y alimenta la angustia respecto al futuro inmediato”, comenta el autor.

¿Qué hacer entonces? Y qué hacer sobre todo respecto a la cultura, la pregunta que se repite martilleante mientras sube y IVA, no se aprueba la Ley de Mecenazgo y desde altísimas instancias se culpa a los profesores y la enseñanza del paro juvenil: la causa del paro, dicen desde esas instancias, es la mala formación –justo lo opuesto de lo que ocurre con nuestros excelentes licenciados. ¿Qué hacer? Es la pregunta, reflexiona Augé, que a menudo le plantean al finaliza una intervención –aunque todos sabemos que no hay respuesta o nunca única, entre otras cosas porque no estamos en realidad preparados frente al cambio. Además, si se contestara crearía estupefacción, dice al autor.

¿Qué hacer ahora que no hay recursos? Ocurre en todas partes y en este sentido el Estado español no es excepcional: al acabarse en dinero tantos se han quedado perplejos y sin saber qué hacer, quizás porque el cambio de paradigma ha sido demasiado dramático. Entonces la gente se reúne y piensa en soluciones, pese a que la única solución es muy sencilla: tratar de ver qué se hace con menos; tratar de ver cómo se gasta lo poco que se tiene con sensatez y en este sentido –en el mundo de la cultura al menos- la gente joven ha sorprendido por su enorme capacidad de reacción, la forma en el cual hay fórmulas que preludian un nuevo estilo de vida.

Apostemos, pues, por esos jóvenes. Apostemos en primer lugar por la formación; apostemos por  la I +D para que no se rezague aún  más nuestro país respecto a los más desarrollados.  Los países dependen del dinero que se invierta en educación y cultura, no en lo que ganen las entidades financieras, a pesar de que los actuales responsables no parecen haberse dado cuenta. Como recordó George Steiner –a quien cita Augé- sólo el presupuesto en investigación de Harvard es igual a la suma de todos los presupuestos de todas las universidades europeas. Pero aquí sólo reinan la avaricia y la  falta de criterio: por eso se alarga una sombra sobre el futuro entre recortes y subidas del IVA en el área cultural.


el dispensador dice:
así como hay un lado oscuro en el alma del hombre,
del mismo modo,
lo hay (lado oscuro) en sus expresiones,
por ende lo hay en la cultura...

ello significa que hay un lado oscuro,
en el sentido que cargan las palabras,
dependiendo ello de las intenciones,
o lo que es lo mismo, en aquello que se calla,
yendo como contenido oculto en las mismas palabras...

ello implica que hay un lado oscuro,
en el sentido de las letras, las escritas,
dependiendo ello de las energías,
o lo que es lo mismo, en aquello que no se dice,
pero que se induce a pensar...

ello indica que hay un lado oscuro,
en las sendas del pincel, 
donde los trazos pueden contener más de lo que se ve,
mucho más de lo que se muestra,
o mucho más de lo que el espíritu puede ver...

existe un lado oscuro en la creación,
lo cual permite inferir que lo hay en la cultura,
como efecto de expresión,
como pentagrama o canción,
donde el agujero negro es abismo y tensión,
de aquello no resuelto por el corazón...

en el medio de un concierto de tribulaciones,
donde las urgencias atrapan razones,
donde los apuros destrozan visiones,
donde el hombre se sumerge en contradicciones,
donde se priorizan las miserias,
y se niegan los fundamentos de las atenciones,
sucede que el oscurantismo enaltece,
a través de todo aquello que se desmerece...

en el lado oscuro de la cultura,
tan humana como la natura,
sucede que se coloca broche a la locura,
para justificar la premura,
de un montón de sinrazones,
donde se esconden segundas intenciones,
destinadas a arrasar destinos,
según oportunismos y pretensiones...

se habla de recursos y crisis,
como meras justificaciones,
de incapacidades manifiestas,
explicando por qué no se edita,
explicando por qué no se publica,
explicando por qué no se muestra,
explicando por qué no se pinta,
o simplemente,
explicando por qué se discrimina,
al artista según su rostro y su sonrisa...

se ha visto destrozar museos,
se ha visto negar deseos,
se ha visto fabricar impuestos,
por trágicas inconsciencias,
del oportunismo de mentidas ciencias,
que hablan de lo que no saben,
justificando el drama de transgresiones,
lo que se abandonan son las razones,
que no soportan las conveniencias,
licuando sólo las esencias,
que se contienen en las culturas...

y el mundo humano se está vaciando,
de valores ciertos, reemplazados por fracasos,
que provee derecha a la mentira de un abrazo,
a la sonrisa de un solo trazo,
para descalificar al anónimo en su paso,
asegurando la importancia de todo aquello que no conduce a ningún lado...
y el hombre en su desconcierto,
habla de luces y de conciertos,
dando por justo y por cierto,
aquello mismo que lo está anulando...
creerás que estoy desvariando,
haciéndote notar todo esto,
pero según veo y entiendo,
la cultura es el mágico fundamento,
que han hallado los falsos estados,
funcionarios políticos vestidos de pecados,
para destruir lo queda del ser humano...

ahora ha llegado el momento,
de retomar el horizonte,
de hallar rumbo y norte,
para la dignidad de las consciencias,
ya que no hay mejor ciencia,
que aquella que contiene al hombre.
Noviembre 27, 2012.-

lunes, 26 de noviembre de 2012

philosophĭa || φιλοσοφία || André Comte-Sponville: “Uno estudia filosofía porque no es feliz” | Cultura | EL PAÍS

André Comte-Sponville: “Uno estudia filosofía porque no es feliz” | Cultura | EL PAÍS


EL PAÍS SEMANAL

André Comte-Sponville: “Uno estudia filosofía porque no es feliz”

Entrevista al filósofo francés, que disecciona las pasiones sexuales en su último libro

Su pensamiento está marcado por el suicidio de su madre y la certeza de que Dios no existe



James Rajotte

André Comte-Sponville tiene alguna peculiaridad en su expresión, incluso en su cara, que invita a pensar a su interlocutor que tiene algo de imperturbable, como aquel actor de París Texas, y también algo del Gary Cooper de Solo ante el peligro. Tiene 60 años, que es una edad que ya agrupa todas las experiencias y, por tanto, todas las expresiones, y es filósofo (“probablemente el filósofo francés vivo más importante de la actualidad”, dice la editorial Paidós, que lo publica en España, en su reseña de prensa); como tal, como intelectual, se ocupa, sobre todo, de la vida cotidiana, y por tanto, de las relaciones íntimas, de cómo las personas se relacionan entre sí. De hecho, este último libro suyo que Paidós acaba de presentar entre nosotros, Ni el sexo ni la muerte. Tres ensayos sobre el amor y la sexualidad, contiene muchas conversaciones pertinentes con amigos suyos, con ejemplos muy explícitos, sobre cómo los otros llevan adelante las relaciones más privadas. Pero él mismo, como individuo detrás del libro, es extremadamente íntimo; así que cuando, en el prolegómeno de la conversación, evocamos la posibilidad de que en este tiempo de diálogo quizá íbamos a plantear alguna pregunta personal, el autor de La felicidad, desesperadamente o El amor, la soledad dio un respingo. Pero luego respondió, educadamente, sonriendo a veces, y a veces guardando la sonrisa detrás del escaparate de un rostro que mientras escucha resulta inexpresivo y gravemente silencioso, pero que cuando responde recurre a todos los elementos de su cara angulosa y agradable, como de confesor estoico. Al final de la conversación (ayudada por la intérprete Elisabet Perelló), el interlocutor se queda pensando que quizá su primitiva prevención ante las preguntas íntimas era nada más que un desafío para que profundizáramos en ello. Pero era tarde, se iba con sus editores a seguir la promoción en Barcelona, donde tiene su sede Paidós.


¿Cómo se siente con los periodistas, con la gente que hace preguntas? Bien…, no siento reticencia hacia las entrevistas. No me molestan. Desconfío de las preguntas íntimas. Siempre que se trate de hablar de filosofía, no hay ningún problema; en cuanto a hablar de mí mismo, ya veremos…


¿Qué considera preguntas íntimas? Mi infancia, mi madre; esto ya son temas íntimos. Cuando uno escribe libros, y sobre todo libros de filosofía, es sobre todo para intentar decir lo que uno ha entendido o cree haber entendido, más que para contar la vida propia.


"Soy sombrío y angustiado, porque nací en la angustia y la infelicidad"

Usted escribe sobre la vida cotidiana… Y la vida cotidiana está llena de memoria íntima. En su libro, a usted, sin embargo, sí le gusta escuchar lo que le dicen otros sobre su intimidad. Sí, a mí me gustan las confidencias, e incluso diría que con mis amigos me gusta más intercambiar confidencias que hablar de filosofía. Pero es entre amigos; no publico las experiencias de mis amigos en los periódicos; ni las mías. Y en mi libro, cuando ocurre que me apoye en tal o cual confidencia de algún amigo, o en mi propia experiencia, me las arreglo para que no se sepa de dónde viene; que no se sepa quién me lo dijo, si se trata de mi experiencia o la de un amigo. Vamos, que me gusta la intimidad, pero la intimidad no está para exponerla en público.

En un momento determinado de este libro, usted habla de las madres como un eslabón muy virtuoso de la vida. Y habla del padre, según decía Sartre… Me gustaría saber cómo fue su niñez. Primero, una palabra sobre las madres antes de volver sobre mi infancia. Muy a menudo, la persona que más nos ha querido es nuestra madre; nos guste o no, incluso cuando se trata de una madre frágil, débil, enferma. La mía era patológica. Hizo tres intentos de suicidio, y con el último logró su propósito… No era ninguna santa. Solo que, sencillamente, nadie jamás me ha querido tanto como esta mujer que hubiera dado la vida con mucho gusto por mí. Es cierto que yo daría muy gustoso la vida por mis hijos, pero que un padre pueda ser cariñoso lo sabemos, pero hay excepciones, mientras que una madre que no sea cariñosa puede existir, pero es muy poco usual. De ahí que cuando alguien no ha tenido una madre, todos lo perciban como una desgracia. Sin embargo, que alguien no haya tenido padre puede haber sido una suerte. Efectivamente, Jean-Paul Sartre dice que el hecho de no haber tenido padre para él fue una suerte. Creo que no existe mayor desgracia que la de no tener madre, y, sin embargo, el no haber tenido padre… ¡depende de los casos! Padre y madre son capaces de querer, pero lo que sucede más a menudo es que el amor más profundo es el de las madres, y, de hecho, ya es cierto en las demás especies animales.

¿Y cómo fue su infancia? La viví como una infancia infeliz. Bueno, no era nada trágico, no me pegaban, pero la viví como una infancia infeliz porque mi madre era infeliz. Mi madre era una mujer depresiva, además infeliz en su pareja, con un marido, mi padre, que era un hombre muy duro, no era violento, pero era realmente muy duro. Por tanto, toda mi infancia la viví con la infelicidad de mi madre. Yo era de temperamento algo serio, no soy espontáneamente alegre y sereno. Soy más bien sombrío y angustiado, porque nací en la angustia y la infelicidad. De ahí que cuando descubrí la filosofía, esta me hiciera tanto bien. Tenía la sensación de que otra vida era posible. Además, mi madre era infeliz, pero también era… ¿cómo decir? La palabra técnica sería histérica, pero es demasiado severo decirlo así, pero es que vivía por la apariencia, por el parecer, sobre todo cuando se encontraba bien. Y cuando se encontraba muy mal era cuando se volvía verdadera. Por tanto, porque mi madre era así, yo tenía la sensación de que la felicidad era ficticia, que hacíamos como si fuéramos felices, y que la infelicidad era la verdad. Y cuando leí a los filósofos griegos, descubrí la inversa, que la ilusión era lo que hacía que uno fuera infeliz, y la verdad, lo que hacía que uno fuera feliz. Por eso suelo decir que la filosofía griega fue mi “buena madre”, en el sentido de madre amistosa, es decir, otra imagen de la relación entre la felicidad y la verdad. Para mi madre, la felicidad era ficticia, la infelicidad era verdadera; Epicuro y los demás filósofos griegos me enseñaron que podía ser a la inversa, que la ilusión hace infeliz y en la verdad se puede encontrar algo más de felicidad. Y por eso estudié filosofía; en el fondo pienso que uno estudia filosofía porque no es feliz. Justamente porque el objetivo de la filosofía es la felicidad, pues cuanto menos feliz, más necesitamos filosofar. Alguien que sea plenamente feliz, ¿por qué va a querer estudiar filosofía? Por tanto, tenía la sensación de que no se me daba bien “la vida”, y sigo pensándolo, y cuando empecé a estudiar filosofía en el colegio, yo, que era un alumno regular, de repente tuve notas excepcionales, y me di cuenta de que se me daba mejor pensar que vivir.


James Rajotte

Como el amor, o la pasión, que según dice en su libro, rápidamente se convierten en una desilusión. Yo viví el descubrimiento de la filosofía como una feliz desilusión. Porque lo que es cierto en lo que dice es que la pasión amorosa también es ilusoria. Cuando decía que para mi madre la ­felicidad era ficticia y la desgracia verdadera, auténtica, pues ahí está: la felicidad de la pasión amorosa es una felicidad ficticia, porque en el fondo amamos las ilusiones que nos hacemos acerca del otro, amamos, nos alegramos por los proyectos de futuro… Cuando salimos de la ilusión de la pasión amorosa, no significa necesariamente que no nos queramos más, sino que hemos aprendido a amar la verdad del otro. Y en la pareja hay un poco de cada cosa: hay una parte de desilusión, es decir, que la mujer que vive conmigo perderá las ilusiones acerca de mí, como yo pierdo las ilusiones acerca de ella. Pero lejos de dejar de querernos, aprendemos a querernos tal como somos. Y, en el fondo, una pareja feliz es una pareja que pasa del amor ilusorio, de la pasión, al amor verdadero. Pues la filosofía está del lado de este amor verdadero. Si la vida no se corresponde con mis ilusiones, tal vez no se equivoque la vida, sino mis ilusiones, que son vanas. Si es al revés, me libero de mis ilusiones; si la acepto tal como es, entonces la puedo amar tal como es, y es lo que llamo una feliz desilusión, es decir, el encuentro con la sabiduría.

Usted estudia la muerte, el sexo, el amor, la amistad, porque son elementos sobre los que usted se interroga para saber cómo se debe comportar ante ellos. Sí, por supuesto, la filosofía es la búsqueda de la verdad, el amor a la verdad, el placer de entender, pero no solo para los filósofos. Nos gusta más entender que no entender. Lo que es tal vez específico en la filosofía es en el fondo el hecho de buscar algo: el hecho de buscar la mayor verdad posible, y la mayor felicidad posible, intentando articular ambas cosas. Alguien que estudia matemáticas busca una verdad matemática, pero no cuenta con las matemáticas para ser feliz. Y alguien que busca la felicidad en la ilusión es otra cosa. La singularidad del filósofo en el fondo es que tiene dos amores: la verdad, la razón, entender, y la felicidad. E intenta vivir ambos amores juntos, pero privilegiando la verdad. El hecho de que una idea me haga feliz no quiere decir que tenga que pensarla, porque muchas ilusiones me hacen feliz más fácilmente que muchas verdades desagradables que conozco. Por tanto: la felicidad es el objetivo, pero la verdad es el camino.

Todo eso dividido por el tiempo porque lo que convierte la felicidad, el amor, el placer, incluso la amistad, es la evidencia de que el tiempo viene y acaba con todo. La muerte. La muerte. El tiempo… ¿Cuánto tiempo querré a mis hijos? El tiempo que viva: es una evidencia. Por tanto, la muerte se lo lleva todo, pero el tiempo no. ¿Cuánto tiempo querré a mi mejor amigo? Sinceramente, nos conocemos desde hace 40 años, nos queremos desde hace 40 años, no hay ninguna razón para que pare. Lo más probable es que lo quiera hasta mi muerte. ¿Cuánto tiempo querré a mi pareja? Pues llevamos 24 años viviendo juntos, seguimos queriéndonos, y lo más verosímil, me parece, es que sigamos queriéndonos. Por tanto, no es cierto que todo desaparezca con el tiempo. Y, de hecho, pienso que si casi todos escogemos vivir en pareja, vivir una historia que dure, es porque llevamos dentro lo que el poeta Paul Éluard llama “el duro deseo de durar”. No es cierto que el tiempo lo borre todo. Hay amores que duran hasta la muerte, por nuestros hijos, es una evidencia, pero también es cierto de la mayor parte de las amistades verdaderas, es cierto de muchas parejas. De ahí lo trágico: quisiéramos que el amor durara siempre; puede durar toda una vida, pero para mí, que soy ateo, no más tiempo que una vida.


"En el colegio me di cuenta de que se me daba mejor pensar que vivir"

Quizá los hombres inventamos a Dios para creer que algo duraba toda la vida; es más, que nos íbamos a prolongar después de la muerte. Sí, desde luego. Los hombres inventaron a Dios para convencerse de que las cosas podían durar más que la vida. Es cierto: me parece que en Occidente inventamos a Dios para tranquilizarnos con poco. Sin embargo, creo que la verdadera sabiduría estriba en aceptar la impermanencia. Puedo amar a alguien toda la vida, pero, a pesar de todo, este amor desaparecerá conmigo, ya que todo desaparece. Según mi punto de vista, es mayor la sabiduría del que acepta su finitud, su propia mortalidad, que del que intenta tranquilizarse a buen precio, imaginando que después de la muerte existe otra vida que no acabará nunca.

¿Le parecería una cuestión íntima si le preguntara cómo se lleva con la muerte? Me llevo muy bien con la muerte. No la temo. Cuando era muy joven, tenía miedo a morir antes de haber escrito mis libros. Y cada vez que publico un libro pienso: “Bueno, por lo menos, ¡ahí va otro que ya está hecho!”. Y como he escrito más o menos los libros que quería, pues… ya no temo a la muerte. Esto es el primer punto. Segundo punto: en cuanto uno tiene hijos (bueno, yo perdí al primero…), nuestra muerte se convierte en algo indiferente, comparado con la muerte de nuestros hijos; y por tanto, la paternidad y la maternidad nos liberan algo del pequeño ego tembloroso que teme morir. Es normal morir. Y tercer punto: al envejecer, cuanto más se avecina la muerte, porque se avecina inevitablemente, más me es indiferente. Incluso, si me apura, hay momentos de fatiga en los que casi pudiera ser una tentación. Bueno, ¡ya veremos cuando esté frente a ella! Si mañana por la mañana me anunciara un médico que tengo cáncer y que me quedan seis meses, pienso que lo viviría bastante mal. No tengo ningunas ganas de morir, no tengo pulsiones suicidas, pero en este momento, verdaderamente, desde hace años, estoy muy tranquilo con la muerte; y está este comentario de Montaigne que siempre me afectó mucho. En los Ensayos escribe: “Si no sabes morir, ¡no te preocupes! ¡La naturaleza te informará de ello en seguida!”. Es decir, como lo decía otro escritor: “La muerte es el único examen que no suspende nadie”; todo el mundo es capaz de morir, ¿por qué quiere que yo no lo consiga? Pues todo esto porque usted me preguntaba qué tal me llevo con la muerte. Me llevo muy bien. A veces, la vida me cuesta más.

En sus biografías se pone mucho énfasis en el momento en que usted perdió la fe en Dios, a los 18 años, que es una edad importante para que el hombre empiece a revolverse, a preguntarse por sí mismo. No me desperté de la noche a la mañana ateo de repente; se trata de un proceso. Fue en el 68, había una gran pasión política, yo tenía 16 años y de repente la pasión política se lo llevó todo, y como solo se puede tener una pasión a la vez, la política ocupó todo el terreno y, por tanto, ya no quedaba sitio para Dios. Yo había escrito que, primero, Dios cesó de interesarme porque solo me interesaba la revolución, y luego cesé de creer en él; pero ocurrió, en el fondo, de una forma muy tranquila. Lo viví más bien como una forma de liberación, como una conquista de la sencillez. Sabe, cuando está uno en un coloquio y luego por la noche llega a su habitación de hotel, se queda solo, cierra la puerta y siente un gran alivio, y piensa: “¡Por fin solo!”, ¡sin “s” al final!, como decía Jules Renard en su diario íntimo. Pues cuando perdí la fe, mi primera reacción fue la de decir: “¡Por fin solo!” ¡Y sin “s” al final! Porque esta mirada de Dios siempre encima –pues yo era realmente un ferviente cristiano– en el fondo es cansado, es complicado, ¡qué peso! Luego te dicen: “Sí, pero es una mirada de amor”. Pues ¡justamente!, si por lo menos fuera una mirada indiferente, nos podría dar igual, pero ¡una mirada de amor!, ¿quién de nosotros quisiera vivir siempre bajo la mirada de su madre? Pero nadie, ¡por supuesto! Por tanto, cuando perdí la fe, en substancia, me di cuenta después, pero era algo que sentía: ¡por fin solo! Sin “s” al final; es decir, que me parece que perdí la fe por gusto a la soledad y a la sencillez; de repente, todo se convertía en algo mucho más sencillo. Luego tuve que asumir lo que significa aquello que llamo la parte de desesperación en la condición humana. Si Dios no existe, si no hay vida después de la muerte, hay algo desesperante en la condición humana. Intento pensar que se puede convertir esta desesperación en una felicidad, esto era el sentido de mis primeros libros, pero no fue ninguna crisis, no lo viví como algo angustioso, sino como una liberación.

¿Qué pasó luego con la pasión de la revolución, y con el abrazo a la política? Como cualquier pasión, también desapareció. Ninguna pasión dura, y especialmente la pasión política. Luego viví lo que vivió mucha gente de mi generación, es decir, que el joven revolucionario que era a los 18 años se convirtió en un socialdemócrata como muchos. Siempre voté a la izquierda, y sigo votando a la izquierda, pero obviamente la revolución ha dejado de hacerme soñar. Sin embargo, la política me sigue interesando. Ya no es el centro de mi vida. Forma parte de las cosas importantes de las que hay que ocuparse, pero quisiera decir que más vale ser lo menos apasionado posible. En el fondo, el sistema socialdemócrata, que es aquel en el que me reconozco, de la izquierda europea de hoy día, a menudo se dice que es un modelo poco exaltante; y yo contesto que esa es su principal cualidad. Desconfío de la exaltación en política. Y todos aquellos exaltados de extrema izquierda revolucionaria, o de extrema derecha, lo cual es incluso peor, me asustan. A mí me gusta, en el modelo reformista socialdemócrata, el hecho, justamente, de que no sea exaltante, porque la política no está allí para exaltarnos, sino para ayudarnos a tomar nuestro destino colectivo en nuestras manos. Europa, hoy día, lo necesita sobremanera.

¿Qué le exalta hoy? Nada, en el fondo, no soy un exaltado. Soy, y cada vez más, un moderado; lo cual no significa que no exista el placer, sino que mis placeres no son alocados. Lo que vivo con más intensidad ¿qué es? Pues a la vez la vida afectiva y sexual, es decir, con mi mujer existe una verdadera… no diría exaltación, sino una verdadera excitación sexual. El arte a veces, sobre todo la música, me exalta.

Habla en sus libros de relaciones afectivas. En España, el Tribunal Constitucional ha aprobado el matrimonio homosexual. El amor, la familia, las relaciones han cambiado por completo, y la ley lo reconoce. Es cierto que el mundo ha cambiado. Cuando pienso justamente que la España católica, pudibunda que conocí fue el primer país en legalizar el matrimonio homosexual, pienso ¡vaya cambio! Y afortunadamente. Lo que creo es que somos más libres que nunca en nuestra vida afectiva y sexual. Y al mismo tiempo nos permite reflexionar sobre el fondo de los problemas. Porque antes muchas personas no se planteaban cómo ser felices en pareja, ya que nos casaban los padres, a menudo sin poder opinar, pues el matrimonio por amor es bastante reciente desde el punto de vista histórico, y la religión, la moral, prohibían el divorcio. Por tanto, lo teníamos que aceptar como fuera. No teníamos que escoger un marido, lo hacía la familia; no teníamos derecho a divorciarnos; quedaba excluido el hecho de ser homosexual, y, por tanto, el camino estaba todo indicado, y era estrecho. No teníamos mucho donde elegir. Hoy día ya no hay camino. Existe una especie de vasta planicie en la que cada uno puede ir a la derecha, a la izquierda, y hacer su propio camino. Por tanto, somos mucho más libres que nunca, y pienso que menos mal, obviamente, pero al mismo tiempo hace falta reflexionar, y ¿reflexionar sobre qué? Pues sobre el amor, la sexualidad, la diferencia entre ambos. En el fondo, si los homosexuales quieren poder casarse, será porque tienen la sensación de que se quieren, y no hay ninguna razón para prohibirles construir una pareja, incluso institucionalizada, sobre la base de dicho amor. El matrimonio de homosexuales es muy nuevo, el amor es muy antiguo, incluido el amor homosexual, porque el texto del que más hablo en este libro es, a pesar de todo, El banquete, de Platón, en el que el único amor evocado es un amor homosexual. Porque a Platón solo le gustaron siempre los chicos. Por tanto, están ambos lados. Sí, las cosas han cambiado, y, efectivamente, este libro corresponde a una época, a nuestra modernidad, pero al mismo tiempo estos cambios nos hacen más libres para vivir algo que existe desde hace mucho tiempo; bueno, en realidad dos cosas: el sexo y el amor… bueno, tres cosas…

Usted me ha dicho que se ha enamorado cuatro o cinco veces en su vida. Disculpe esta pregunta íntima: ¿ahora está enamorado? No, pero amo a mi mujer, y sabe más rico. Le diré una cosa, no me gusta especialmente el estado de enamoramiento. Me ocurrió varias veces, sé el encanto que puede tener, pero no me siento muy normal, no me siento muy inteligente, muy lúcido, me siento un poco exaltado, y no me gusta mucho la exaltación. Sin embargo, me gusta el amor, y me gusta una pareja que se ama, que ya no está en la pasión, sino en la cotidianeidad feliz, en el deseo, en la intimidad carnal, más que los jóvenes enamorados “que se besuquean en los bancos públicos”, como cantaba Brassens, pero que ignoran casi todo el uno del otro, y que aún no han empezado a amarse realmente.


el dispensador dice: mi tránsito por el magisterio me conectó definitivamente con la filosofía, de allí a la ética, de ella a la estética, de ésta a la metafísica, de allí a la lógica, para luego saltar a la "perspectiva", una geometría propia de las circunstancias, que forma parte de la filosofía aún sin tenida en consideración, para luego sumergirme en el concierto de las ecuaciones, de las formas y sus variables, consecuentemente en la interacción de los elementos, para finalmente descubrir que el hombre, en el tránsito de su gracia (vida en los tiempos repirables) no es nada sin su espíritu... parece simple, no lo es... muchos nacen carentes de espíritu a pesar de sus gracias, y otros tantos nacen nulos de alma, también a pesar de sus gracias... podría decirse que nacen en un acunamiento de desgracias. No se nace para buscar la felicidad... si hay un lugar donde la felicidad no se encuentra es en la Tierra, mucho menos entre los humanos, depredadores por excelencia. Algunos apresurados de la vida, creen hallar la felicidad en el sexo, pero el vínculo carnal es demasiado efímero y no siempre, casi nunca, coincide con los sentimientos íntimos, esos que jamás se delatan aún a pesar de las sinceridades. Otros menos apurados, expresan sentir "felicidad" en la contemplación, en la observación de "algo" que los embeleza, que los domina por escasos segundos, para luego caer nuevamente en la rutina que los aturde... como sea, cada quién entiende la felicidad según su ideario, y todas las interpretaciones son respetables, prescidente de ideas, de ideologías y hasta de las convicciones. En lo personal, no creo en la "felicidad", pero sí creo en las armonias y sus conciertos... y entiendo que cuando las perspectivas son adecuadas, las visiones así como las experiencias se vuelven intensas, y de tanto serlo se transforman en irrepetibles, de allí que cuando desaparecen puede avanzar la desazón, el desencanto, la nostalgia, y hasta la enfermedad. Amar no es sinónimo de felicidad, sí lo es de armonía, pero para eso es imprescindible la "paz", en el aura, en el alma, en el espíritu... un algo que permite anticipar y comprender al otro cercano, pero que también sirve para hacer lo propio con el prójimo distante, lejano, desconocido, o creíblemente conocido. Cuando la armonía se ubica en una sola de las personas de la relación, de un puente, de un vínculo... finalmente quedará para esa misma persona, y la otra, a pesar del mensaje, le rehuirá. Comprender al otro es sinónimo de calibración de los afectos... sentir que su presencia es prudente y necesaria, algo volátil para un mundo eminentemente utilitario... de allí que cuando los vínculos se quiebran, motivos mediante, los puentes son irreparables... no se puede reconstruir el vínculo a partir de una mentira, mucho menos de una traición, y ni siquiera desde una incomprensión, por más leve que esta sea. Dice un proverbio chino: "Jarrón que se rompe... demarra sus contenidos", o lo que es lo mismo desde la óptica occidental, si dicho jarrón se rompe, no hay manera de reconstruirlo a partir de sus pedazos rotos. Traducido, si tu santuario es profanado... deberás entregarlo a los profanadores, para que concluyan con su obra de desprecio... para luego construir otro donde te sientas cómodo, esto es en "armonía" con tu tránsito. Por ello la importancia de la intangibilidad del mañana necesario, porque en él anida la "esperanza"... algo que a veces se encuentra, algo que la mayoría de las veces se escurre. Las coincidencias se corresponden con las convergencias... cuando los astros se alinean suelen producirse cambios en los ciclos, y lo que estaba arriba pasará a estar debajo, hasta la próxima alineación... mientras que en el viaje, muchas cosas laten con vida propia, un aspecto que no depende de hombre alguno pero sí del conjunto de las circunstancias, o lo que es lo mismo, sus caminos y también sus cruces. Las armonías pueden ser percibidas en las miradas, siempre que no coexistan con las urgencias de las segundas intenciones... de allí la importancia de "ver" con el alma... ya que ella descubre el sentido de las sombras y sus espaldas... o lo que es lo mismo, ve más allá de cualquier horizonte. Puedo confesar, sin temor alguno, que no he conocido la felicidad, pero sí que he vivido mi tiempo respirable en armonía, para conmigo y para con aquellos que han entendido la potencia del valor... además, en mi espíritu la única consigna es la paz, ya que sin ella no hay vida. Noviembre 26/27, 2012.-

cuando estás en el silencio de tus propias palabras,
cuando te acompaña tu propia soledad,
descubres sintonías impensadas,
que son parte de tus circunstancias...

cuando hablas con tu consciencia,
cuando atiendes las señales de tu ángel,
descubres que guardas una vida paralela,
estando situada ella en alguna parte...

cuando detienes tu mirada ante el asombro,
cuando expones tu mente al horizonte,
comprendes qué efímero es el hombre,
y que las intenciones son apenas excusas...

me he parado ante mi tiempo,
he descubierto compañías que me esperan en los desiertos,
me han tendido sus manos y me han dado sus alientos,
para atravesar sueños de futuro incierto...

finalmente me he encontrado,
no era justamente donde me estaba esperando,
me he dado un sostenido abrazo,
he andado mi vida sin haberme traicionado...

sé que hoy ya alcanzo mi pasado,
aún cuando mi tiempo no ha terminado,
he visto almas alzando sus brazos,
algunos hasta han venido a agradecer mi paso...

no sé que hay detrás,
no soy consciente,
vivo el día según lo que el espíritu siente,
ando también a paso lento,
te aseguro que los sentidos de la vida... los he descubierto.
Noviembre 26/27, 2012.-