Viernes 16 de noviembre de 2012 | Publicado en edición impresa
En Colección Fortabat
La ciudad por Aldo Sessa
Una selección de imágenes del consagrado artista se verán a partir del jueves. Testimonio de cinco décadas del fotógrafo caminante que ama Buenos Aires
Por Daniel Merle | LA NACION
No hay muchos antecedentes de un conjunto de fotografías de Buenos Aires como las que Aldo Sessa presentará a partir del jueves en la Colección Fortabat. A pocos días de la inauguración, Aldo recibió a adn en medio de las pruebas de impresión y mientras trabajaba junto con su hijo Luis y colaboradores más cercanos en los últimos detalles de su gran exhibición de 130 fotos y 500 más en proyecciones distribuidas por todas las salas.
"Ahora que ya estoy grande, me siento más melancólico. Estoy más enamorado de las pequeñas cosas. Ya estoy hecho. Puse en esta muestra las cosas que quiero. A Buenos Aires la amo entrañablemente."
Aldo Sessa es un caminante inveterado de la ciudad. Con sus cámaras cruzadas en bandolera, visita una y otra vez los espacios que alimentan sus obsesiones. Así como Giacometti persistió por años con la figura del "hombre que camina", Sessa tiene unos pocos centros de interés que fotografía incansablemente, fascinado por el lugar y por las posiblidades técnicas de la infinidad de cámaras que utiliza (aunque reconoce que la Leica sigue siendo "su cámara").
"En mis recorridos siempre tengo presente a Manucho Mujica Lainez, a Silvina Ocampo, al arquitecto Peña y a Vázquez, su sucesor en el Museo de la Ciudad. A mis amigos Makarius y Roberto Blanco. Gente que conocía los rincones de Buenos Aires son los que me acompañan."
El Obelisco, el Jardín Botánico, los jacarandáes, La Boca, el fútbol en la calle, el Teatro Colón, la Avenida de Mayo, la arquitectura reflejada en los charcos. Es un ejercicio interesante hacer una lectura en paralelo con estos mismos lugares fotografiados por Sara Facio y Alicia D'Amico en su ya mítico libro Buenos Aires, Buenos Aires . O con la mirada humorística y todavía casi inédita de Jorge Aguirre en su ensayo Allegro ma non troppo .
"Nunca recibí influencias de ningun fotógrafo de Buenos Aires. La única fotógrafa por la que siempre sentí una gran admiración fue Sara Facio", afirma."La conocí en LA NACION cuando tenía 18 años y hacía mi primer colaboración en el viejo rotograbado de los domingos. Fueron mis primeras fotos profesionales."
La verdadera influencia que lo volcó hacia la fotografía fue la de Lisl Steiner, la reconocida fotógrafa estadounidense de origen suizo que trabajó largas temporadas en la Argentina. "A Lisl Steiner la conocí cuando yo pintaba. Ella era fotógrafa de Time . Tomé ejemplo de su capacidad para simplificar. Siempre tenía opiniones reveladoras. ?Tenés que aprender a poner un pie en la puerta para que no se cierre', me decía siempre."
Un ejemplo más lejano pero idéntico en el sentimiento hacia una ciudad es el libro Day of Paris de André Kertész, con diseño del gran Alexey Brodovitch, publicado por primera vez en 1945. Ese recorrido fotográfico por una ciudad saturada de melancolía, donde todavía el pasado era la referencia para la vida cotidiana, es el punto de ataque de Kertész, un extranjero que retrata una ciudad que ama.
"Yo le hice las últimas fotos en vida a André Kertész. Fui con mi Leica M3 y lo fotografié en la sala del Bellas Artes, en 1985. Esa retrospectiva suya me pareció maravillosa. Siempre lo admiré mucho. En palabras de Bresson, Kertész era más artístico. Bresson, más periodístico. Las mujeres en los sofás, los desnudos. Las Polaroids son maravillosas. Esos pequeños objetos, detalles que tanto me gustan. Cuando murió no tenía el enorme reconocimiento que tiene ahora."
Aldo Sessa camina Buenos Aires en solitario. Con cierta distancia. Con la misma curiosidad de Horacio Coppola, el fotógrafo callejero por excelencia. Con un ojo en el pasado y en sus obsesiones. Y con el otro puesto en la geometría, en el orden preciso que encuentra en todos los escenarios.
"Todo mi trabajo tiene un rigor estético que esta íntimamente vinculado con la mecánica de la cámara. No me niego a las posibilidades de la manipulación. Hace diez años comencé a utilizar artilugios con superposición de negativos. Lo hice para un libro nunca publicado con Ray Bradbury."
-¿Qué influencia tuvo tu formación como pintor en tu fotografía?
-Empecé a pintar a los siete años y mi primera exposición fue a los doce. La pintura te permite "ver" y, sobre todo, el color. Una vez que conocés los colores primarios y sus infinitas combinaciones en la tela hacés lo que vos querés. Lo mismo siento cuando encuadro una imagen con mi cámara. Elijo exactamente lo que quiero hacer. Se pueden usar todos los resortes de las nuevas tecnologías. Para mí, la veracidad siempre fue un tema muy cuestionable. Existe el fotorreportaje. El estilo de Bresson, por ejemplo. Pero me pregunto cuál es la veracidad de un retrato, de una naturaleza muerta. Desde el momento en que encuadrás, estás haciendo tu propia realidad. Cuando uso un gran angular estoy transmitiendo mi propia visión de las cosas. Ahora todo vale. No se puede dictar una norma de calidad. Lo que es importante es el resultado, la autenticidad del fotógrafo. Si lo que hacés es genial, el foco y la calidad es lo de menos.La fotografía es ahora un vehículo muy apetecible para los que quieren jugar un look artístico, o intentarlo. No hay un culto a la calidad. Hay menos orgullo en eso. Ser contemporáneo no es mostrar fotos de ayer nomás. En Estados Unidos consideran contemporáneo a todo lo hecho después de la Segunda Guerra Mundial. Contemporáneo es algo de tu siglo. ¿Cartier-Bresson es contemporáneo? Irving Penn, Richard Avedon, todos ellos son contemporáneos. La Bauhaus sigue influenciando a los artistas de hoy. Mis fotos del año 58 que voy a poner en la muestra son hoy modernas. El color de los hermanos Lumière de 1907 es hoy supermoderno. El píxel es el grano de la película con el que yo desarrollé mi trabajo. En la fotografía el relato se basa en la mirada sobre lo que es el pasado.
-¿Está desapareciendo el fotógrafo callejero?
-Hay menos fotógrafos que recorren las calles. La mirada ahora está más puesta en lo decadente. Es como si todo el mundo hubiera descubierto la belleza en lo abandonado y lo destruido. Yo iba a La Boca a encontrar esas superficies oxidadas hace 30 años, esas que ahora están tan de moda. La calle está mucho más insegura. Pero cada vez que salgo del estudio con mi cámara, siempre vuelvo con algo. Voy a buscar esos íconos, de los arquitectos, de los actores, de los lugares que fueron y que ya no son más. Se puede trabajar con el pasado, el presente y el futuro. Es como una ola en la que te dejás llevar por tus sentimientos. Eso es lo que te hace disparar la cámara. Ésta es una exposición de amor por Buenos Aires. Todavía salgo a ver los jacarandáes cuando florecen, las tipas. Las tormentas de noviembre en el Rosedal. Vas queriendo todas las pequeñas cosas.
-¿Cómo ves el futuro de la fotografía argentina?
-Nueva fotografía argentina es lo que vemos colgado ahora en todas partes. La tendencia es lo cotidiano, hay nuevas reglas. Se va produciendo una decantación. El sistema digital es un filtro muy amplio. Miles de fotos circulan por teléfonos que mueren en alguna carpeta perdida en una computadora. El uno por ciento termina en una copia. Para mí, una impresión fotográfica es una joya. Los nuevos sistemas de impresión digital nos dan la posibilidad de perdurar. Cada vez veo más y más fotógrafos. Cosas bien y mal hechas, y me alegro profudamente con esta abundancia de ideas. Después de todo, la competencia termina donde comienza la excelencia. No importa por qué vía uno lo haga. Detrás de cualquier cámara siempre tiene que haber un artista con un corazón que late, un cerebro que piensa y la decisión de disparar. El arte es un campo que da para todo. Todos tenemos nuestra oportunidad. La fotografía no es conflictiva. Te gusta o no te gusta. En este tiempo uno puede confrontar con el público y saber casi de inmediato qué es lo que le llega. La gente puede expresar libremente lo que siente con respecto a tus fotos. Miles de veces nos paramos delante de un cuadro de un gran pintor y nos preguntamos: ¿lo estaré interpretando mal? ¿Tal vez yo soy un inculto? En la fotografía eso no pasa.
-¿Qué sucede con la influencia de las nuevas tecnologías en el campo de la fotografía?
-La revolución ahora es más tecnológica que artística. Existen los buenos y los malos fotógrafos. Nadie se puede quedar en el arte con una sola opinión. Las fotos de uno no sirven. Sirven las de todos. Si todos estuviéramos más unidos de lo que estamos, nos podríamos ayudar mucho más. Yo soy un fotógrafo analógico. La mayor parte de mi trabajo la hice en el siglo XX. Me gusta el foco, la buena definición. Que la máquina responda a lo que uno quiere plasmar. Uso la cámara delicadamente. Cada vez que fotografío con una cámara digital, lo hago del modo convencional. Siempre uso una Leica M5 cargada con película Tri-x de Kodak. Para mí es como un violín. Me gusta el leve sonido del disparador de la Leica. O el diseño de la Plaubel Nikkor 6x7. La Widelux, porque abarcás 180 grados de visión sin que nadie se dé cuenta. Cada una tiene su particularidad. Siento un enorme amor por las máquinas. Me gusta descubrir sus posiblidades. Es un instrumento noble. Las cámaras son mis amigas.
Memoria de una amistad entrañable
Manuel Mujica Lainez y Aldo Sessa trabajaron juntos en libros extraordinarios como Letra e imagen de Buenos Aires. En la cita reproducida en esta página, Manucho celebra el talento de su amigo fotógrafo.
"Si no fuese jardinero, tendría que serlo aquí, porque ésta, que en la niebla de Palermo se esfuma, es la casita de los jardineros de ese lugar. Es una casita para gnomos que inventen las plantas; para hadas que perfumen las flores; para jardineros de parques encantados: una de las casas donde uno quisiera vivir. (He observado, a medida que dibujo arabescos de letras alrededor de las fotografías.) Las fotografías de Aldo Sessa son los sueños de la realidad".
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