domingo, 18 de noviembre de 2012

COMPÁS || Juego y cacería | Cultura | EL PAÍS

Juego y cacería | Cultura | EL PAÍS


Juego y cacería

Crítica de 'El tango de la Guardia Vieja', de Arturo Pérez Reverte



En la novela la obsesión por la geometría se manifiesta en aspectos como el tango. / G. Monteleone

Tres veces se encuentran en cuatro décadas los dos protagonistas de la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, El tango de la Guardia Vieja: a bordo de un transatlántico rumbo a Buenos Aires en 1928, en una mansión de Niza en plena guerra civil española y en 1966, cuando en las radios suena la canción Ragazzo triste, de Patty Pravo, a la salida de un gran hotel de Sorrento. Max Costa se hace llamar el héroe, guapo, alguna vez bailarín profesional de salón en barcos y hoteles, gigoló, ladrón, cazador de lo que no es suyo. Lo conocemos en el momento en que pone los ojos en una pieza excepcional: la belleza Mecha Inzunza, granadina, hija del rey de las aguas minerales y mujer del célebre compositor Armando de Troeye, un cuarentón veinte años mayor que su esposa, amigo de Picasso y Stravinski. Con su camarada Ravel acaba de hacer una apuesta: mejorará el Bolero con un tango. Y a eso va a Buenos Aires el matrimonio Troeye: a escribir el tango más verdadero, el tango de la Guardia Vieja.

La intriga tiene tres nudos: las coincidencias entre Mecha y el bailarín, guía y amante ideal por los arrabales del tango genuino, un superhéroe que deberá vencer en tres pruebas, planteadas en dos planos temporales, entre el pasado de 1928 y 1937, y el presente, 1966. Pero el dispositivo acuciante que mueve la historia es atemporal: el baile, un lance de espías, un torneo de ajedrez, el robo, el arrebatamiento, el sexo, el juego y la caza siempre, sin que a veces sepamos bien quién es la presa y quién el cazador. Presente y pretérito fluirán por fin, simultáneos, en dos misiones que transcurren paralelas, en Niza y Sorrento. El botín son unas cartas del yerno y ministro de Asuntos Exteriores de Mussolini, en la caja fuerte del banquero español que paga el golpe del generalísimo Franco, y los libros secretos del campeón mundial de ajedrez, custodiados por el KGB. Las mismas manos curarán las heridas del héroe en Sorrento y en Niza.

Ha utilizado con genio, como un seductor deslumbrante, la iconografía cinematográfica, canónica

Arturo Pérez-Reverte ha utilizado con genio, como un seductor deslumbrante, la iconografía cinematográfica, canónica, del héroe y la heroína, dos bellezas. Max, con “cicatrices de amores y batallas”, legionario a los 19 años en la guerra de Marruecos, “suavemente cínico (…) algo canalla”, se mantiene patológicamente solitario por salud, por instinto de superviviente. Lúcido, educado en la experiencia propia y ajena, viste como un caballero ropa de caballero, brilla en las mejores casas y, si es necesario, roba con escalo, abre cajas fuertes, para una cuchillada, revienta un ojo con un dedo, y resiste a la tortura, todo con serenidad profesional, eternamente “leal y recto en sus mentiras y traiciones”. Y la mujer, Mecha, también es de película: una potencia económica y sexual, puro glamour e inteligencia. “Durante miles de años los hombres habían guerreado, incendiado ciudades y matado por conseguir mujeres como esa”, piensa Max. Siempre aparece como acompañante, mujer de un compositor genial en Buenos Aires o Niza, y en Sorrento madre del aspirante a campeón mundial de ajedrez.

Y hay una sorpresa, un rasgo más de talento, en este Tango. Creo que Pérez-Reverte aprovecha los juicios de los protagonistas sobre la música del compositor de Troeye para exponer su propia idea de la obra de arte. “Se requiere mucha inteligencia para disfrazar de artificio las propias emociones”, dice el héroe. “Más le divierte trabajar con la copia que con el original (…) enmascararse adoptando maneras de pastiche. Parodiando incluso, y sobre todo, a los que parodian (…) Es un compositor extraordinario, que merece su éxito”, sentencia la heroína. En esta novela-espectáculo puede aparecer un personaje que, puesto que su presentación no gusta al héroe, pide repetir su entrada en escena, como si todo fuera un teatro o una secuencia de película. El espía más sanguinario del cuento debe recordarnos en presencia de dos cadáveres que “esto no es una novela. Así que no pienso dedicar el último capítulo a explicar cómo ocurrió todo”. Y, cuando el héroe viejo hace mutis, dirige una leve reverencia hacia el pasado y el sueño, que le da la espalda, como “despidiéndose de un público invisible que desde allí hiciera sonar aplausos imaginarios”.

Decorados y vestuario son esenciales en esta historia: el fabuloso mundo perdido, nombres de barcos, bebidas, bailes, hoteles, sastres y diseñadoras de moda, marcas de coches, tabaco, pistolas, perfumes y cajas de caudales, músicas, un escenario que se desmonta mientras se representa la última función. El drama trata de clasismo, aspiraciones y resentimiento, de deseos. El asunto es doble, como el de todos los poemas: el amor y la muerte, aunque sea una muerte aplazada y vivida en plenitud a lo largo de cuarenta años. El tango de la Guardia Vieja es un logro, una novela feliz.
El tango de la Guardia Vieja. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. Madrid, 2012. 498 páginas. 21 euros

el dispensador dice: algunos suelen creer que el tango se esconde en San Telmo... error.  Aquel viaje desde Villa Celina, pasando por Villa Lugano hasta llegar a Mataderos, era una partitura tanguera, algunas veces acompañada por la propia radio del conductor del colectivo... otro tanto alcanzaba con mirar el paisaje que se iba atravesando para asumir que en cada esquina, todo sonaba a tango... el colectivo comenzaba su recorrido en la misma Villa Celina, lo cual aseguraba disponer de un asiento, siempre al fondo, ya que en aquellos años, las educaciones exigían cederlo ante personas mayores, embarazadas, o inválidas... a poco de andar, el vehículo de transporte era algo semejante a un camión de ganado donde todos seguían el compás de calles empedradas... luego, ya en Villa Lugano todo era un remolino, y más tarde se haría muy difícil descender allá en la barriada de Mataderos, sea en Echeandía y Larrazábal, o en esta última y la por entonces llamada Avenida del Trabajo... y nuevamente uno iba imaginando compases y pases. Había formalidades... ¿hipocresías?, seguramente... pero las gentes trataban de exhibir educación. En otro sentido, comenzando en la misma Villa Celina, el camino podía llevar a atravesar los bordes del partido de Lanús con el anegado Riachuelo, justo allí donde las industrias de entonces volcaban toneladas de desechos químicos que pudrían el agua y la vida en ella, y en sus contornos, pero en aquellos años nadie se preocupaba por el medio ambiente y la palabra ecología no existía en vocabulario alguno, así que nada de eso tenía importancia. El camino llevaba a Valentín Alsina, algo así como un nudo del sur... y de allí se ingresaba a la Capital Federal... un periplo que tenía más de aventura que de viaje, todo podía suceder... pero por entonces, incluso andar de noche no imponía miedos, ya que los vecinos tenían códigos de convivencia que hacían que todo fuese llevadero... nadie robaba en su propio barrio. Esos viajes eran tan habituales como largos, y ameritaban llevar la música retumbando dentro del espíritu... si no la había por falta de radio, había que traerla con la mente. A eso se le llamaba "guardia vieja", algo que comenzó a extinguirse con velocidad pasmosa apenas ingresados en los años sesenta... y en los setenta, un culto de traidores y traicionados, terminaría por evaporar los sentimientos románticos de cualquier tango... y éste, herido, permanecería oculto y en silencio de pocos hasta que la moda de un mundo buscador de cosas perdidas lo resucitó, para volcarlo a la cultura sin fronteras y sin banderas. Ahora, los vínculos entre las personas son informales, ocasionales y no revisten compromiso... así es que lo que antes se disfrazaba o se soportaba, ahora fue llevado a la música... no hay nuevas letras de tango, pero la música se sostiene dibujada entre firuletes de piernas que se entremezclan, manos que suben y bajan y miradas que sugieren en espera de algo más... luego, cada quién seguirá su camino, ya que nadie está dispuesto a tolerar el respirar el mismo aire. Las gentes de estos tiempos viven incomunicadas a pesar de la celularidad de las comunicaciones, y las sociedades humanas están en un flagrante proceso de desintegración que, desde mi humilde entender, deparará sorpresas no gratas a este mundo... ¿cuándo?, no importa... todo proceso lleva su tiempo, lo mismo que con las letras de un buen tango, lo mismo que con sus compases que van avanzando hasta el éxtasis, para luego esfumarse en el alma de quien escucha. Tu sabes, la música se vive... y aunque en el juego de la vida no se lo reconozca abiertamente, aquel que dice "cazar", será la víctima de la cacería misma, terminado "cazado"... y en eso el tango, se describe a sí mismo... ¿escuchaste Adios Nonino en esa versión de Piazzolla en Alemania?, justo antes de este tramo... es imperdible... hasta me sugiere cómo despedirme de mi mismo, de mi tiempo, y de mi historia. Nostalgias que le dicen, pero también consciencia de que uno se va yendo de a poco, como debe ser. Noviembre 18, 2012.-

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