La maestra está triste
Clara era muy alta y muy guapa y llevaba siempre el pelo recogido en un moño. Era la maestra preferida de todos los niños del pueblo. Todos estaban un poco enamorados de ella.
También Amadeo.
Amadeo siempre quiso ser pintor.
Se levantó una mañana y vio el chorro de luz que entraba por la ventana y parecía un borbotón de agua. Quiso cogerla entre las manos, como todos los niños, pero corría la luz por los dedos y ya no sabía si era luz o agua o qué. Tal vez fuera arena. Pero no, era un rayo de sol que se colaba por la ventana. Siempre quiso pintar eso: la luz.
Picasso era un perro salchicha. Tenía un ojo más alto que otro, una nariz que siempre brillaba, el hocico alargado y un antifaz negro en la frente que rodeaba los ojos. Era un poco cubista, como el pintor.
A Picasso le gustaba salir a repartir el correo con Baltasar, el padre de Amadeo. Pero ese día no estaba, así que fue Amadeo quien pudo acompañar a su padre y ocupar el sidecar que habitualmente correspondía a Picasso.
El viento soplaba de frente y se le metía por los ojos. Así, con el zumbido del sidecar y el viento entremetido, Amadeo veía el borrón del pueblo carrera abajo. [...] Fueron de casa en casa repartiendo el correo.
Había una carta para Clara. Baltasar le pidió a Amadeo que se la llevara. Y ahí empezó todo.
Clara miró el nombre del remitente. Abrió mucho los ojos que entonces eran grandes y azules y llevaban el cielo en las pupilas. [...]
Aunque eran azules y nada tenían que ver con los ojos de Picasso, a Amadeo le pareció que aquella mirada ya la había visto. Y era de súplica. De tristeza, yo no sé.
En el pueblo había un cementerio. Y en la entrada del cementerio, un tejo. Tenía un tronco robusto del que salía una copa ancha, anchísima, casi horizontal que barría el cielo.
Pero el tejo era un árbol misterioso que, decían, enredaba sus raíces en las tumbas de los muertos.
Y era venenoso. [...]
Amadeo vio varias veces a Clara debajo del tejo leyendo la carta. [...]
La tristeza de Clara pareció contagiar a los niños. Incluso al pueblo.
"La maestra está triste", dijo Amadeo a los otros compañeros. Así que hay que hacer algo.
Los 33 niños del pueblo se pusieron manos a la obra.
Tenían un plan -idea de Amadeo- para devolver la sonrisa a su maestra.
Y funcionó.
Clara dejó de ir bajo la sombra del tejo. Dejó de estar triste y floreció y voló por las calles del pueblo sujeta a su horquilla de metal.
La sonrisa de Clara por el pintor Amadeo de Mónica Rodríguez. Ilustraciones de Ana Bustelo. Todas las imágenes son cortesía de Oxford University Press.
¿Una imagen vale más que mil palabras? Según investigadores de Harvard, no. Vale muchas más. Algunas hasta 500.000 millones. La cifra no importa: está claro que las imágenes son más poderosas que nunca, y este blog pretende ser un inventario visual de libros de fotografía, arte o diseño, ilustraciones, visualizaciones de datos, infografías…
Sobre la autora
Virginia Collera es periodista y traductora. Colabora intermitentemente con El País desde 2006 y es compradora confesa de libros por la cubierta y/o las fotografías interiores.
el dispensador dice:
hubo un tiempo de sintonías,
donde las inocencias no estaban perdidas,
donde las asistencias eran queridas,
donde aprender iluminaba los días,
donde saber alentaba a las guías,
descubrir que "pensar" comprende la "vida",
donde aquellas maestras se sentían,
como parte propia,
donde cada corazón latía...
transcurrieron los hechos,
cambiaron los tiempos,
los árboles no brotaron,
las flores no vieron días,
llegó el momento de las manzanas caídas,
los alumnos cursan con cargas pesadas,
hay violencia en los textos,
hay violencia en las palabras,
finalmente se ve,
que hay violencia en las aulas,
mientras lo incivilizado crece,
la involución avanza,
lo que antes se razonaba,
donde las reflexiones se alimentaban,
hoy no encuentran guía,
tampoco hallan calma,
los apuros urgencian,
las burlas delatan...
¿qué ha sucedido en los recintos?,
¿qué ha sucedido en los claustros?,
¿qué ha sucedido en las aulas?,
se han quebrado las miradas,
los vacíos inundan las almas,
ya no hay puentes por donde crucen las calmas,
se asiste a la escuela,
para huir de la casa,
se permanece en la calle,
negando el destino y salteando la gracia,
se desconocen los dones,
los talentos son tabula rasa,
algo está sucediendo con la raza,
quiere ocultar bajo alfombras,
lo que se ve desde las terrazas...
los árboles ya no dan manzanas,
los maestros ya no danzan,
los conocimientos apenas si se derraman,
cumpliendo con antiguos programas,
lo que no se siembra en el alma,
termina consumiendo los mañanas...
de allí que haya que regresar,
a las fuentes y sus aguas.
Noviembre 02, 2012.-
Cuando olvidas a tus maestros,
cuando los destinos se tornan inciertos,
se quiebran los mañanas,
y cunden las vidas transitando desiertos...
están tristes los maestros,
porque ya nadie tiene manzanas,
los puentes se han roto,
y nadie acierta a entender qué pasa...
cuando se pretende negar el sentido de la raza,
cuando se pretende negar los valores,
de tradiciones engalanadas,
se desconocen los suelos,
y se licúan los mañanas,
las soledades se alimentan,
de mentiras reiteradas...
mirando por la ventana,
puede percibirse la tormenta,
si la cultura no se sustenta,
en una reiterada siembra,
nada se recrea,
tampoco se alimenta,
ganando la inconsciencia,
creciendo en impaciencias,
ansiedades e inclemencias,
que consumen los destinos,
dejándolos sin nada.
Noviembre 02, 2012.-
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