viernes, 30 de noviembre de 2012

ANTES DE... ▲ Mythos | Cultura | EL PAÍS

Mythos | Cultura | EL PAÍS

Mythos


El estado de Eva, representando el aspecto femenino del andrógino primordial, bajo el influjo de la aprehensión de la muerte.


Lo primero fue el habla. Una necesidad de sentir la compañía de los otros, de arrancarse de la originaria soledad, de emitir sonidos que la lenguafue articulando, modulando, convirtiendo en palabra. A esa voz, enriquecida a lo largo del tiempo, el “filósofo”, como llamaban a Aristóteles, dijo que era un soplo, un “aire semántico”. No sólo un grito. Ese aire decía cosas, señalaba los árboles, los mares, las estrellas, alumbraba ideas que, en principio, eran “lo que se ve” y en esas “visiones”, creaba comunidad, solidaridad, amistad. Surgía así un universo en el que los seres humanos comenzaron a sentirse y entenderse. Los primeros textos en los que encontramos el sustantivo mito, (mythos), por ejemplo en la Ilíada, significa “palabra”, “dicho”, “conversación”.

Ese aire semántico, ese soplo de la vida, del cuerpo, empezó a llenarse de deseos, de sueños, de sentimientos, y el mito, la voz que entonaba los hexámetros sonoros, se cargó de contenidos en los que se roturaba el mágico, misterioso, territorio de la imaginación. El aliento que se escapaba de los labios de los rapsodos cantaba ya las lágrimas de Aquiles, la constancia de Odiseo, el amor de Nausicaa, la tristeza de Antígona, Un enriquecimiento, pues, de esos largos orígenes en los que las palabras habían servido para comunicar a los que vivían a nuestro lado la inevitable, gozosa, penosa a veces, experiencia del cuerpo y su destino. La literatura, el lenguaje, que ya no indicaba sólo el mundo de las cosas que veíamos, iba, poco a poco sembrando, inventando los mitos. El aire semántico revestía las palabras de una luz tan intensa que podíamos descansar en ellas nuestras cabezas, y afirmar así todo lo que jamás podrían alcanzar nuestras manos, ni vislumbrar nuestra mirada.

Debieron pasar siglos para que se levantase el intangible acoso de la fantasía, de las ficciones, de la poesía. La Iliada y la Odisea fueron dos inmensos bloques de mitos que habrían de dar sustento a unos seres que desde la naturaleza que los constituía iban a adentrarse por el amplio dominio de la cultura. Ese nuevo aire semántico también hacía respirar, alimentaba la vida, ampliaba el horizonte del existir, insuflaba alegría y esperanza. Pero sobre todo creaba libertad. Nadie podía poner ya puertas al campo, al universo de las ficciones que nos convirtieron en animales con logos, con palabra, donde se dibujaban otros paisajes, otros horizontes. El cultivo, la cultura, de esos mitos fue abriendo al animal humano el dominio que le era propio y por el que realmente existía.

La tradición filosófica nos ha entregado una de las grandes intuiciones de aquellos primeros pensadores que se hicieron cargo de esas palabras “asombrosas y maravillosas”. Uno de sus representantes, el “filósofo”, decía que “el amante de los mitos tiene que ser también amante del conocimiento, de la verdad, de la sabiduría”. Y aquí surgió un problema que ha llegado rodando, apisonando también, aplastando, hasta nuestros días. Porque el mito que crea, y da aire a la libertad, puede ser objeto, incluso instrumento de condena, de prohibiciones, de incendios, cuando no deja abrir las puertas de la verdad, cuando no inspira racionalidad y progreso, cuando no hace fluir las neuronas. El mito alumbra e inspira, pero es siempre un paso previo en el camino del conocimiento. Enseña libertad si no se impone por la fuerza, si no cae en manos de sectas y fanáticos que corroen, desde la infancia, el cerebro de los que de alguna forma dominan, para hacer olvidar el camino más largo, mas duro, mas interminable, más hermoso del pensar. Hay que mantener el estímulo de las palabras míticas para saber que esas palabras no acaban en ellas mismas. Abren camino, pero no son el camino que, con la educación, con la Paideía que es cultura y no aprendizaje, hay que andar para ser ciudadanos de una “polis” libre, de una política en la verdad y en la siempre imprescindible justicia. En esa educación para la ciudadanía no cabe la indecencia, ni los mitos impuestos por los profesionales de la mentira.


el dispensador dice:
¿qué hubo antes de mi?,
¿qué fue del mundo antes de mi llegada?,
¿quién respiraba otros aires?,
¿quién bebía otras aguas?,
¿quién atizaba otros fuegos?,
¿quién labraba otras tierras?,
¿qué veían aquellos ojos precedentes?,
¿qué sentían aquellas pieles pre-existentes?,
¿dónde estaba la idea de mí mismo?,
¿quién esperaba lanzarme hacia este abismo?,
y caemos en el seno que conecta a los pensamientos,
ideas y sentimientos, quien espera qué cosa en cada extremo,
quien respira y jadea por un tiempo,
quien engendra un futuro como espera,
quien vislumbra ser parte de un mañana que aún no llega,
¿dónde reside la esperanza de la entrega?,
¿dónde está la convicción que aún no se expresa?,
¿dónde queda la gracia en la geometría eterna?,
¿dónde espera el don que se conceda?,
¿cómo será el talento que descenderá hacia la Tierra?,
sucede que lo que sabes no lo recuerdas,
porque tus ojos al nacer se nieblan,
y entonces andarás por la vida como ciega,
sin entender lo que en tu alma no se impregna...

¿qué fue antes de mi?,
¿existía la ilusión de un cuerpo en los tiempos respirables?,
¿existía la esperanza de ser luz y revelarme?,
¿o quería ser sólo un trozo de Dios, entidad como ángel?,
¿estaba la consciencia por llamarme?,
y luego de ello, ¿por qué enviarme?,
he venido a la Tierra a ocuparme,
de circunstancias dispuestas a enseñarme,
que aquí no eres más que nadie,
que aquí eres tanto hijo como padre,
que ambos depende una madre,
para traducir sus vidas en los lapsos transitables...

no sé tu, pero provengo de un mytho,
algún griego me transformó en su grito,
conllevo artes de antiguos alejandrinos,
antes de ellos ya conocía de destinos,
siempre esquivé los humanos desatinos,
porque he llegado sin tiempo para cumplir con lo dicho,
no sé cómo sigue, tampoco me importa,
sigo la señal que antecede mi surco,
me llevaban de la mano conocedores de rumbos,
aceptar la vida honra el culto,
te envuelves en el pensamiento cultivado y lejano,
cuando te admiras todo está en tu mano,
claro que de esto no saben los humanos,
andan por sus tiempos fabricando rastros,
necesitan asegurar existencia e historia,
cuando se van, los que quedan la embrollan,
inmediatamente todo se transforma,
alguna incertidumbre te culpa y te nombra,
te das la vuelta y ya no tienes forma,
apenas sos luz sin huella ni sombra,
las conveniencias atrapan herencias,
en ninguna ciencia anida consciencia,
por ende todo depende el hombre,
del pensamiento elegido... antes de portar nombre.

te quedas mirando, nadie te recuerda,
se visten de día y se llenan de urgencias,
apenas te representa una piedra,
le dicen lápida, ahí está tu huella,
todo es mentira, nada queda,
fuiste esperanza envuelta en quimera,
ilusiones lleva cualquiera,
pero lo que has vivido... nadie conoce, tampoco se enhebra,
antes de ti, quizás nadie te espera...
cuando te anuncias, comienza la carrera.
Noviembre 30, 2012.-

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