miércoles, 26 de septiembre de 2012

SEQUETUDES ► El sonido de la naturaleza | elmundo.es

El sonido de la naturaleza | elmundo.es


BRAMAR EN TIEMPOS RESECOS


Carlos de Hita

Mal año, tal y como viene, para la berrea de los ciervos. La escasez de lluvia, la temporada seca que arrastramos, anticipa un mal otoño, un comienzo feo de la estación más cromática del año.

Con excepciones, casi todas en los valles del norte, las hojas de los árboles se están secando antes de tiempo, sin pasar por las tonalidades amarillas y rojas del otoño; las setas van a escasear en los polvorientos suelos de los bosques, y la falta de hierba fresca impide a los ciervos entrar con ímpetu en el celo. Salvo que algún temporal de lluvia lo remedie, este año los bosques no olerán a otoño, y por ellos no correrán los bramidos de los ciervos.

Pero algo habrá. Aunque menos de lo normal, en los bosques y valles de la cordillera cantábrica ha llovido, y allí las cosas son más parecidas a lo normal. La densidad de ciervos es menor que en las superpobladas serranías de la mitad sur peninsular, por lo que los intercambios de bramidos siempre han sido más discretos. Pero en los bosques húmedos del norte lo que se pierde en intensidad se gana en emoción, al resonar las llamadas contra el silencio de los valles.

Cae la tarde en la comarca de la Liébana, en el occidente cántabro. Las sombras que proyectan las laderas escarpadas anticipan el crepúsculo en el fondo de un hundido. Desde allí un venado proclama su estado de ánimo; otro macho responde desde la distancia, y aún otro más. Cada uno de ellos deja su firma en el silencio, y tarda un buen rato en provocar una respuesta.
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Foto
Un hayedo con aspecto preotoñal. | Carlos de Hita

Entre medias, apenas nada. Sobre el fondo continuo formado por el murmullo del valle y los últimos grillos del año, algún insecto pespuntea el silencio, los petirrojos chisporrotean envueltos en sus reclamos, pasa un bandito de zorzales y el ganado aún pasta en el monte, antes de recogerse valle abajo para pasar la estación fría.

Una imagen estática, un paisaje casi paralizado a la espera de que lleguen, de verdad, las lluvias.
NOTA. Mientras remato esta entrega para enviarla al periódico, un aguacero, el primero en muchas semanas, refresca el pinar al otro lado de la ventana. Y antes de terminar esta nota ya ha parado. Por algo se empieza.


el dispensador dice:
se va secando el aire,
nace clamor de árboles,
se evaporan humedales,
descienden los canales,
los bosques reclaman en vano,
que alguien comprenda su paso,
pero nadie atiende a las hojas,
si no se comprenden entre humanos,
se dicen: "esto apenas es un árbol"...

claro está que a nadie importa,
lo que sucede con las plantas,
si tienen seca el alma,
sonriendo tejen sus tramas,
intenciones gentiles escapan,
entre burlas y querellas,
lluvias huyendo se alejan,
del mundo humano y sus huellas...

hay un sentimiento conjunto,
que abunda nauseabundo,
sobrevivir es prioridad de conjunto,
lo demás anda sin rumbo,
la Tierra se ahoga en los tumbos,
de un paisaje tremebundo,
los humanos están iracundos,
tejiendo destinos sin futuros...

¿a quién le importa la selva?,
¿a quién le interesan los bosques?,
acaso, ¿qué significa el monte?,
¿no son mejores los desiertos?,
donde no se ve agua a lo lejos,
donde no se ensucian azulejos,
donde no se barren hojas de otoños añejos?...
el espanto cierra su entrecejo,
no creyendo lo que divisa,
el humano anda tan deprisa,
ensimismado en sus glorias,
que se le ha perdido la historia,
y lo demás ya da risa...

las aves se están mirando,
azoradas en sus tonos,
hasta se silban los monos,
intentando saber qué pasa,
esto ya no es cuestión raza,
sino de carencias de alma,
cuando las temperaturas se alzan,
los bosques padecen el agua,
pero lo que está seco es el alma,
y una vez seca... no queda nada.
Septiembre 26, 2012.-

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