lunes, 23 de julio de 2012

MÍTIKO o el PUENTE PERDIDO || ¡Mítico! | Cultura | elmundo.es

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¡Mítico!

  • ¿Qué es un mito clásico? Dos libros de Steiner y García Gual indagan en el tema
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Dejó escrito Nietzsche en una carta a su amigo también filólogo Erwin Rohde que su destino literario era parir centauros. Así, vio la luz 'El nacimiento de la tragedia', en Basilea, libro de dúplice naturaleza. Una gran anomalía dentro de ese rígido mundo académico donde le tocó nacer a la criatura: mezcla de filología griega y panfleto de reforma cultural (con las miras puestas en el teatro lírico esquiliano y ditirámbico de Wagner) mezclado con la doctrina de los libros tercero y cuarto de 'El mundo como voluntad y representación'. Las instituciones sólidas como aquellas dedicadas al helenismo en el siglo XIX germánico pueden permitirse, cada tanto, una figura iconoclasta (aunque Nietzsche no se salvó de las pullas: del profesor Wilamowitz, como ejemplo famoso). Recientemente se han reeditado dos viejos ensayos en torno a la mitología y a la tragedia (territorios afines). Se trata de libres estudios en su recorrido, personales. Centáuricos, en cierto modo. Con dos reputados académicos con dotes divulgadoras como autores: por un lado, 'Mitos, viajes, héroes', de Carlos García Gual, en la histórica editorial mexicana Fondo de Cultura Económica. Por otro, 'La muerte de la tragedia', de George Steiner, con su sello habitual, Siruela.

El conjunto de seis artículos del profesor García Gual es, con todo, mucho más sobrio que el de Steiner. Cinco de estos ensayos eruditos fueron publicados en 1981, en Taurus, y ahora se añade el escrito 'Relecturas modernas y versiones subversivas de los mitos antiguos'. Aparte de los pormenorizados comentarios de las figuras Jasón, Penteo, Orfeo o el adivino Tiresias, tanto en el prólogo, pasando por todos éstos, hasta el último texto más reciente, vemos un claro hilo conductor. Más allá de las citas, de Vernant a Guthrie, a Kirk, o a Dodds, y mil más, atendemos a una indagación que sobrepasa especulativamente el territorio de la filología: ¿Qué es mitología? (tal es el título, por cierto, de otro texto, recogido en 'La religión antigua', recientemente reeditado en Herder, del clásico Karl Kerényi).

Dice García Gual en el apartado 'El viaje al más allá en la literatura griega': "No se puede inventar del todo un mito" (aprovechamos para recomendar una reciente obra dramática que retoma, precisamente, el mito del viaje al país de los muertos: el genial cortometraje 'El círculo Goligher', de Jaime Herrero). Es decir, la materia mítica siempre estuvo. Pero qué es el mito: es una acción ejemplar de un héroe hacia su destrucción, o un dios; ¿o acaso hace ciencia tangencialmente y encubre una descripción racional del mundo? "Del mito no se puede 'dar razón'", dice el autor. Es misterio irreductible. Como Kerényi, el catedrático de la Complutense nos separa la palabra paradójicamente fundada entre mythos y lógos. El mito, además, es paradigma, modelo que nunca se escribió: lo que tenemos es sólo resto, fragmento, filología. Mito como hecho memorable de un tiempo de prestigio (entre inmemorial e intempestivo). El mito no explica: se impone (o nos imponemos en él). Y se transforma. Una de las líneas de investigación más claras de García Gual es, justamente, la diacronía, la lectura del mismo mito a través de culturas, lenguas y siglos (véase el texto 'Sir Orfeo: en la confluencia de dos mitologías'). El carácter dramático, también pudiera ser fundamento de eso que llamamos mito...

Hablamos de un canon sin canon (un paradigma fantasma, como todo verdadero paradigma): "El mito, como entramado memorable, está más allá de los géneros literarios. Podemos decir que los trasciende, como parece trascender todas las realizaciones literarias concretas, y acaso de ahí le viene su sorprendente vitalidad y su irisada totalidad narrativa, y la profusión de símbolos que puede vehicular su texto". En vez de la partitura original, sólo tenemos interpretaciones (que García Gual domina tan doctamente).

De Esquilo a Beckett

El trabajo de Steiner (que se escribió en 1961 y ha conocido una reedición previa), texto de 278 páginas para el que apenas tenemos espacio, es una pasada por toda la literatura dramática. Yeats, Beckett, Claudel, o el músico Schönberg (en su faceta de operista) pululan casi atropellados por unos capítulos concluyentes de verbo realmente elocuente. Las líneas del argumento de 'La muerte de la tragedia' parecen emborronarse, a veces.

Para la tragedia "el destino es un misterio ante el cual no permite preguntarse si es justo o injusto. Más allá de la razón y la justicia", pertenece a una mentalidad griega, según el autor ("la imagen del hombre como no deseado en vida"). El Dios bíblico y el optimismo socrático-burgués o la idea redención romántica atenúan, en mayor o menor medida, una tendencia de lo peor (la destrucción del héroe por capricho estético) natural de lo trágico. La escritura en verso o en prosa, la noción de lo público y lo privado, la manera de interpretar que tiene la literatura isabelina inglesa frente a Racine y a Corneille, son algunos de los puntos aquí abordados.

Finalmente, el libro de García Gual y el de Steiner son complementarios, como los objetos de su estudio. Volviendo a Nietzsche: la tragedia es origen del mito, y el origen de la tragedia es el "subsuelo-dionisiaco musical" que nos aparta el velo de Maya. Acaso lo trágico sea aquello que trasciende a cada mito (que se forman según el principio de individuación de lo apolíneo). Los mitos, cada mito, pueden simbolizar por medio de la metáfora otros símbolos, o conceptos, o hasta remitirnos al mito originario (aquella acción inmemorial): lo trágico, en cambio, sólo se simboliza a sí mismo, esto es, el "espejo universal de la voluntad del mundo". La sustancia irrepresentable de los mitos.

Para Steiner, Wagner inventó una mitología mediocre, pero, dice, la música de 'Tristán e Isolda' alcanza cotas genuinamente trágicas. Allá donde lo trágico y lo mítico, Dioniso y Apolo se dan la mano, tenemos una representación viva. Aunque fundamento, lo dionisiaco se completa, paradójicamente, con el mito. Son lo Uno y lo múltiple. El centauro de George Steiner lleva más de 50 años y dos reediciones explicando que, después de Shakespeare y de Büchner el refugio último de la tragedia en el siglo XX ha sido la música, la ópera. La palabra, en prosaica y privada, ha fracasado; la tragedia volvió a la música, su nietzscheano origen.


el dispensador dice: el hombre actual se debate entre tragedias mayores y otras menores, donde la sonrisa no es cómplice de la comedia, sino de la tragedia de los otros... de alguna forma, las urgencias que tienen atrapada a la civilización humana, han quebrado los puentes imaginarios pre-existentes con el mundo de las ideas, y al hacerlo ha fabricado una cultura "utilitaria" que compra y vende famas al sólo efecto de eclipsar el esfuerzo, la voluntad y el genio de los anónimos, replicando algo semejante a una persecución de "inocentes". Los antiguos, contrariamente a lo que se sostiene, no tenían ni mitos ni tampoco leyendas, pero sí integraban una compleja cosmogonía donde los dioses se dignaban a participar en la vida cotidiana de los mortales, contribuyendo con sus sapiencias a "mejorar" el estatus social y cultural de los pueblos. Añoranzas, dirán algunos. Nostalgias, dirán otros. Patrañas, repetirán algunos. Allende las opiniones, aquel mundo de las ideas era mucho más cercano a la Tierra y sus esencias, ya que los mal llamados "mitos" no eran otra cosa que profundos reflejos de una realidad bien distinta a la que cursa. Los griegos, en primer lugar, y más tarde los romanos, fueron "tergiversadores" de las interpretaciones antiguas, confiriéndoles el utilitarismo que hoy caracteriza a la historia humana occidental, e incluso las visiones que esta deformación ha aportado a las culturas del oriente... deformado el paisaje, la tragedia se fue apoderando de la vida diaria de los hombres, y al mismo tiempo el espiritualismo fue invadido por aberraciones del pensamiento, transformándose en sacrificios, sacrificadores despiadados y víctimas inocentes... transformándose en vigencias de conveniencias, donde las ciencias se compran y se venden según las necesidades de los imperios, tal cursaba ya entre los griegos y sus negocios. Allí se esfumó el cielo de las grandes visiones, el de las pléyades y los oriones... allí se esfumaron los sentidos de los portales atemporales (oráculos) por donde los vivos recurrían a ver a sus muertos, a atender sus razones. Allí también se impuso la idea de que la experiencia es despreciable, no así la herencia de los dineros y los bienes, lo cual habilitó a que se robara la historia, asaltándose las ideas de los prójimos. Posiblemente fue allí que el hombre ahogó el sentido auténtico de las comedias, apoderándose de las risas nerviosas de gozar con la zozobra ajena, esto es que la tragedia de los otros sirve para que unos pocos inconscientes se rían y lo disfruten. La visión actual del mundo antiguo es subversiva por excelencia, de allí los fundamentalismos terroristas que justifican la muerte como mecanismo para alcanzar la vida eterna... nada más aberrante, nada más caótico, nada más tremendo que obtener placer del dolor del prójimo. Obsérvese que los mitos ancestrales no eran en ningún caso justificativos, antes bien lo eran descriptivos, reveladores de los nexos entre el allá y el acá... y una vez más, donde los dioses compartían las rutinas con los mortales y estos aceptaban o no los designios de sus gracias, sus dones y la necesidad de cultivar ciertos talentos... de allí que no cualquiera accedía a las verdaderas ciencias, y que esa triste y decepcionante visión de sacerdotes manipulando conocimientos, no sea más que una visión deformada del revival impuesto por las miserias humanas del occidente aprovechador y oportunista que nos rige y nos mantiene sumergido en ignorancias a escalas. El mito no es un género literario, aún cuando se exprese a través de él... tampoco es un género artístico, aún cuando se exprese a través de telas y esculturas... antes bien, el mito es la traducción sublime que el espíritu hace de las cosas del alma, justo cuando se ve impulsado a verse contenido en un cuerpo, efímero, finito y sin posibilidad alguna a sostenerse más allá de los tiempos respirables. JULIO 23, 2012.-

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