Dónde está el centro del mundo, según los musulmanes
Desde hace más de trece siglos los musulmanes devotos tienen que prosternarse, con mayor o menor fortuna, al menos cinco veces en dirección a la Kaaba (La Meca). Con ello tratan de cumplir uno de los preceptos coránicos: “De donde quieras que salgas, girad vuestros rostros en esa dirección”.
Para ayudar a los creyentes con sus rezos –salats- las mezquitas disponen de una hornacina –mihrab- orientada hacia La Meca. Teniendo siempre presente que lo importante no es el nicho arquitectónico, sino la dirección (alquibla). Para evitar posibles errores surgió la figura de un astrónomo asociado a la mezquita y responsable de los cálculos matemáticos.
Los jurisconsultos árabes escribieron numerosos tratados medievales relacionados con la alquibla, almanaques y libros de derecho. En sus páginas las estrellas Canopo, Antares, Polar, Altair y Siriojugaban un papel destacado.
Para facilitar la labor en el siglo IX los árabes perfeccionaron dos instrumentos de medida astronómica: el astrolabio -un invento griego- y la esfera armilar. El astrolabio se basa en la representación bidimensional de la esfera celeste, permitiendo calcular la latitud exacta del observador. Por su parte, la esfera armilar consiste en aros graduados que representan los círculos más importantes de la esfera celeste, estando la Tierra situada en el centro.
Con anterioridad tuvieron que recurrir a la astronomía popular, observando el orto u el ocaso de alguna estrella para conocer la orientación exacta y se ayudaron de los conocimientos científicos desarrollados por los yemeníes. En sus escritos se recogían cambios de estaciones, cálculos relacionados con la dirección de los vientos, fases lunares…
También fueron herederos de las tradiciones matemáticas y astronómicas de los iranios e hindúes. Gracias a la “Geografía” de Ptolomeo (100-160 d.C) conocieron que el mundo conocido se extendía 180º desde las islas Canarias, por el oeste, hasta China, por el este.
A pesar de todos estos esfuerzos, se cometieron deslices importantes en la determinación de la alquibla. Así por ejemplo, la mezquita de Córdoba está orientada al sureste y no hacia La Meca. Con una brújula se puede comprobar que su declinación es 157º hacia el este, es decir, una desviación de cincuenta y siete grados más que indica la asignación preceptual del Islam.
Un mapamundi transgresor
Además de la oración, otro de los preceptos de la religión islámica consiste en viajar a la Ciudad Santa, al menos, una vez en la vida. La necesidad de tenerse que orientar, sin la ayuda de un GPS, provocó importantes avances en cartografía.
Para los islámicos, La Meca no sólo era el centro espiritual, sino también el núcleo geográfico, motivo por el cual solía aparecer en el centro de los mapas. Mientras que en la Europa medieval los monjes realizaban mapas fantásticos, los árabes confeccionaban mapas muy precisos, recalculaban la longitud de un grado terrestre, construían esferas celestes, elaboraban proyecciones…
De todos los cartógrafos árabes medievales destacó el ceutí Abu Abd Allah Muhammad al-Idris (1100-1165), que en 1154 publicó “Tabula Rogeriana”. Este tratado consistía, básicamente, en un mapa del mundo, setenta y un mapas parciales, y setenta mapas con secciones de itinerarios que representaban los siete climas, cada uno de los cuales estaba subdividido en diferentes secciones.
El mapa de al-Idrisi fue rechazado por la cristiandad europea por varias razones: era admitir que Jerusalén perdía su protagonismo como centro del mundo, que África estaba arriba y Europa abajo y, sobre todo, que la Tierra era esférica. Se mirará por donde se mirará, el mapamundi de al-Idrisi era un pecado.
Fuente: abc.es/ciencia
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