Perú al otro lado del Pacífico
El contexto artístico del país andino se define por una mirada al pasado, muy local, y por artistas que habitan la escena global
'Rostro con peces' (2005), del peruano Javier Silva.
Pachacamac es un santuario extraordinario con más de 3.000 años de historia. Sin duda, merece ser visitado, pero no parece un destino muy congruente para hacerse una idea del arte contemporáneo de Perú. Y sin embargo fue la primera parada de una pequeña comitiva de periodistas españoles que, con esa finalidad, visitó Lima hace tres meses con motivo de la elección de Perú como país invitado a la feria de Arco de Madrid. ¿Un yacimiento arqueológico? Hubo cierta perplejidad inicial. Lo más contemporáneo que se apreciaba era la arquitectura de su museo. Todo lo demás, extraordinario, y en gran medida ignorado: pero todo de las civilizaciones prehispánicas y anteriores a los incas que asimilaron y sintetizaron la rica herencia. Pronto, conforme avanzaban las explicaciones, las entrevistas, las galerías, los encuentros y los días, la sorpresa inicial fue cobrando sentido. Fueron constantes las referencias a la reivindicación de las raíces, del arte prehispánico, del indigenismo, de las culturas amazónicas y andinas, siempre postergadas, así como las menciones a un arte autóctono, pero conectado con el mundo.
Algunas de estas huellas son muy evidentes en las obras abstractas que se inspiran en los tejidos decorados con kené, los dibujos tradicionales de la etnia shipibo konibo; otras recuerdan a los fardos funerarios de la ancestral cultura paracas, que momificaban a sus nobles envolviéndoles con decenas de telas; y también hay quipus, los nudos y cuerdas que empleaban los incas y otras culturas como registro contable (al modo de los ábacos). Es el caso de la veterana Teresa Burga, precursora del arte conceptual en Perú en los años sesenta y setenta, cuya obra se exhibe en Arco. Para materializar su trabajo más renombrado, Perfil de la mujer peruana, basado en encuestas, elaboró un quipu con datos junto a maniquíes que enfrentaban la imagen femenina estándar con el prototipo de la mujer peruana, además de vídeos, audios y diapositivas. “Toda información es objeto de arte”, señaló la artista en el viaje organizado por el Gobierno peruano.
El barrio de Barranco en Lima concentra el mayor número de galerías y estudios de artistas, en un mercado aún pequeño
También es muy perceptible la influencia de las acontecimientos políticos y sociales más recientes en un país con 32 millones de habitantes que vivió una dictadura y una guerra civil entre 1980 y 2000. Por ejemplo, los vídeos que grababa la mano derecha de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, que recogían las conversaciones de su propio Gobierno entre el corruptor y el corrompido, han provocado también una respuesta artística desde el mismo soporte. Sendero Luminoso y el terrorismo causaron decenas de miles de muertos, una herida que no está cicatrizada y que tiene su reflejo en el arte.
A partir del nuevo mileno, y en coincidencia con el crecimiento económico del país y la apertura democrática, se empieza a crear un circuito de galerías, un incipiente mercado y una paulatina profesionalización de los artistas que miran hacia el exterior. En 2013 se organizan las ferias PARC y Arte Lima. Esta última ha logrado consolidarse con presencia sobre todo latinoamericana en su sede de la Escuela Militar, que ahora cuenta con su propio estand, a pesar del rechazo castrense inicial.
No obstante, el mercado del arte en Perú “es aún pequeño”, reconocía la entonces ministra de Cultura, Patricia Balbuena (dimitió a los pocos días al revelarse un caso de corrupción en su gabinete). La mitad del presupuesto del Ministerio va destinado a las excavaciones arqueológicas con miles de huacas (yacimientos) abiertas. De hecho, uno de los principales problemas que afronta el Ministerio con menos de un decenio de vida es cómo proteger sus tesoros del saqueo. Entre los limeños era habitual tener en sus hogares algún huaco (cerámica precolombina) hallado, por ejemplo, jugando en la calle, según recordaba una vecina de la agitada capital de nueve millones de habitantes.
Ese incipiente apoyo del Gobierno a las artes visuales se escenifica en su apuesta por Arco y por el desembarco en Madrid de las numerosas exposiciones paralelas coordinadas por Fietta Jarque. Artistas, galeristas y conservadores reiteraron su confianza en que la feria, que no deja de tener un objetivo comercial, abra una puerta de entrada en Europa. Se notan las ganas de salir al mundo. Buena parte de los coleccionistas limeños de arte contemporáneo (la actividad se concentra prácticamente solo en la capital) ha solido comprar fuera del país. Y la mayor parte de los más reconocidos artistas peruanos se ha labrado su carrera en el exterior. Prueba de ello es que la comisaria de la exposición institucional peruana en Arco, Sharon Lerner, ha incluido galerías extranjeras en su selección. “La escena del arte contemporáneo peruano es una revisión constante del pasado, hemos tenido siempre una mirada muy local, pero esto viene motivado tanto por la fuerte presencia de la historia en el país como por un relativo aislamiento a finales del siglo XX: aquí los blockbusters son las muestras históricas”, sostuvo Lerner.
Frances Wu regenta una galería que lleva su nombre en el distrito más arty de Lima, Barranco, frente al océano. Además de algunos museos privados y de decenas de estudios de artistas, que organizan jornadas de puertas abiertas, allí se emplazan también las salas 89m2 y Crisis y el Hotel B, que se amplió absorbiendo la que fuera la galería señera de la ciudad, Lucía de la Puente. Ahora cuelgan los cuadros en sus estancias del establecimiento de su hermana Susana. Wu considera escaso el apoyo institucional para el arte contemporáneo y muy reducido el mercado. “Desde el Gobierno lo han considerado elitista y no saben qué apoyar, mientras que tampoco ha habido una clase media interesada: aquí se colecciona con las orejas, por el nombre de los artistas, no con los ojos”, comenta. Aunque ha bajado el número de galerías, se ha animado la vida artística con numerosas inauguraciones en centros culturales y salas de diversa índole, muchas de ellas próximas a la cornisa del Pacífico.
Este océano tampoco es ajeno a las teorías de la plástica latinoamericana. Hace cuatro décadas, la crítica argentina radicada en Colombia Marta Traba sugirió que los países andinos Ecuador, Perú y Bolivia (este sin costa), con más población indígena, poca industrialización y menos inmigración europea (y más china y japonesa, en el caso de Perú), “representaban un área de resistencia a la entrada de nuevos aires europeos”, explicó Jorge Villacorta, cocomisario del espacio dedicado al videoarte peruano y del estand institucional de Arco. “La de Traba es una visión hiperdogmática, pero aun así ayuda en algo. Los países atlánticos de América del Sur, entre 1940 y 1955, experimentaron circunstancias de apertura a las vanguardias europeas, facilitada por los frecuentes viajes transatlánticos. Fue importante el retorno temprano de Joaquín Torres García de París a Montevideo. También el surgimiento del Grupo Madí de abstracción geométrica de corte constructivista en Argentina. Y a partir de 1951, la Bienal de São Paulo (Brasil), además de la rápida evolución, bajo esa esfera de influencia, de artistas como Lygia Clark, Willys de Castro y Hélio Oiticica. No hay que olvidar que en Venezuela surgen también Armando Reverón, Carlos Cruz Díez y Jesús Rafael Soto a la par con el desarrollo industrial de su país”. Ahora Perú quiere explorar nuevas rutas con su arte contemporáneo cargado del esplendor de su pasado.
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