sábado, 25 de enero de 2025

Un grano de polvo en el espacio (ahí vivimos)

https://letrascorsarias.com/tienda/narrativa/orbital/ Viejo mundo el caballo blanco y negro del día y de la noche atraviesa al galope La Estación Espacial Internacional parece una libélula con alas construidas con piezas planas y largas, sobrantes de un Lego que nunca llegaste a montar. Flota en el espacio a cuatrocientos kilómetros de la superficie de la Tierra, aunque flotar parece un verbo extraño para un artefacto que se desplaza a veintiocho mil kilómetros por hora y completa dieciséis órbitas terrestres en esas veinticuatro horas que nosotros llamamos día. Las seis personas a bordo ven un amanecer y un ocaso cada noventa minutos, hitos de una existencia ingrávida y acelerada que modifica sus cuerpos y su percepción del tiempo y el espacio, su percepción de la vida. “Continentes y países se suceden y la Tierra parece no pequeña, sino casi infinitamente entrelazada, un poema épico de versos fluyentes. (…) No hay nada más y nunca hubo nada más. Cuando llega la tierra firme nuevamente, piensas, ay, sí, como si te hubieras despertado de un sueño fascinante. Y cuando llega el océano nuevamente, piensas, ay, sí, como si te hubieras despertado de un sueño dentro de un sueño, hasta que estás tan cargado de sueños que no encuentras la salida y ni siquiera te planteas intentarlo. Flotas, nada más, y giras y vuelas, sumido a cientos de kilómetros de profundidad en un sueño”, escribe Samantha Harvey en Orbital, la novela ganadora del más reciente Premio Booker. Harvey nos traslada al interior de esa vetusta nave espacial durante un día natural y nos sumerge en una poética de la observación, la simultaneidad y el cambio de perspectiva, en algo que no es teoría sino práctica de la relatividad. ¿Qué supone para la conciencia contemplar el planeta desde esa distancia en la que toda su morfología es plenamente reconocible pero no se aprecia la vida humana salvo por las luces nocturnas de las ciudades? ¿A qué se puede llamar hogar cuando vives tan lejos y sólo te separa una placa de diez centímetros de titanio de la destrucción? ¿Por qué permanecemos tan inconscientes de lo excepcional de la vida cuando nuestra casa está rodeada de un vacío inmenso, frío y silencioso? “Existimos ahora en una fugar de la floración de la vida y saber, un frenesí del ser que dura lo que un chasquido de dedos, y punto. Este veraniego estallido de vida es más bomba que brote. Estos tiempos fecundos pasan rápido”, dice trazando un calendario en el que si el Big Bang hubiera sido un 1 de enero, toda la historia de la humanidad cabría en la tarde del día de Nochevieja. El mundo, un grano de polvo en el espacio la ciencia de los hombres, palabras los pueblos, los animales y las flores de los siete climas son sombras de la nada. Los fragmentos en cursiva vienen de los versos del poeta persa Omar Jayam, adaptados por José María López Sanfeliú –Kiko Veneno– y cantados por Camarón de la Isla en el álbum La leyenda del tiempo, y nosotros si de algo hay una versión de Camarón la convertimos en la versión fetén. Esa visión de un poeta medieval sobre la insignificancia de nuestro lugar en el tiempo infinito y la importancia del ahora, rima muy bien con una idea que sobrevuela la nave al ver la tierra como un territorio sin fronteras y que podría resumirse en esta pregunta: ¿por qué nos lo ponemos tan difícil? Escribe: “No es un deseo, sino una exigencia indignada. ¿Por qué no podemos parar de tiranizar, destruir, saquear y dilapidar lo único que nos sostiene con vida?”. Luego escuchan las noticias, recuerdan la vida en la tierra y piensan: “¿Qué medidas tomar? ¿Y de qué sirven las palabras? Son seres humanos con una visión divina: ese es el milagro, pero también la condena”. Orbital es un libro contemplativo, literalmente. Poética y extremadamente preciso en sus descripciones. Un bucle de visiones rápidas sobre lo que permanece inmutable pero vivo, desde un punto de vista que la inmensa mayoría jamás vamos a adoptar. Harvey ha hecho el ejercicio de imaginar qué pasaría si tuviéramos la oportunidad de mirar desde allí, poniéndonos en la piel y en la cabeza de esos astronautas a los que asocia a los gatos: intrépidos, fríos y en absoluto borreguiles. Un gran libro de la semana, te lo puedes llevar aquí. Lo que pasa en Corsarias Si estabas pensando en acudir a la sesión de cuentacuentos que protagoniza mañana, a las 12h, David Hernández Sevillano, te comunicamos que ya no quedan plazas disponibles, ni siquiera en la lista de por si acaso. El autor de la serie Leo, río, canto, editada por La Guarida, llenará la parte infantil de divertidos y entrañables animalillos. El miércoles, día 29 a las 19:30h, recibimos a Stefanía Caro, autora de Pómulo y lejanía, una novela llena de líneas horizontales. Todas las novelas tienen líneas horizontales, llenas de letras además, dirás. Sí. Esta tiene también rayas pintadas, vectores que indican movimiento, tiempo convertido en espacio y espacio convertido en palabra. Caro construye una poética del cuerpo en acción: sus dos protagonistas, una madre y una hija, caminan hacia el Este, transitan una ciudad y en ese camino repetido y lineal redescubren el vínculo que las une, desentumecen la intimidad perdida, con el eco de grandes coreógrafas resonando. Una de las novelas más especiales del pasado año. Conversa con Celia Corral Cañas. El jueves viene Juan Navarro García con Los rescoldos de La Culebra, una investigación periodística sobre los incendios que asolaron la provincia de Zamora en 2022 y en los que murieron cuatro personas. El libro arranca de una manera en la que se puede oler el humo: una recreación viva de esos momentos de infierno en los que todo se desbordó, titulados con los nombres de las personas, porque el buen periodismo siempre se centra en las personas. Juan cubrió los incendios para El País, periódico del que hoy es corresponsal en Castilla y León, y su trabajo para este magnífico libro cubre todos los frentes, dos años después. Le acompaña el periodista Justino Sanchón. Y ya el viernes que viene, Viernes Sociológico. En compañía de la Asociación de Sociología de Castilla y León, recibimos a Jesús Rogero, coautor de Educafakes, un libro que frente al ruido y la confusión, desmontan con la investigación algunos mitos, falsedades y prejuicios sobre el sistema educativo español. Conversa con Noelia Sánchez. Más lecturas A riesgo de que se te canse el dedo y la vista, dejamos también aquí nuestra lectura sobre dos libros que hemos tenido entre manos esta semana. Las hemos publicado directamente en redes, y las redes últimamente como que tal. Son la nueva novela de Manuel Rivas –que congregó multitudes anoche aquí–, titulada Detrás del cielo, y Ríndete, la divertidísima colección de relatos del cómico Simon Rich. Lo de Rivas. Contaba Quico Cadaval la historia de dos hermanos leñadores que una vez al mes, cuando se les cansaba el brazo de sostener la sierra eléctrica, bajaban del monte y echaban el ancla en ese ecosistema de viajantes, parroquianos, landrovers, mujeres explotadas, guardiaciviles y copas en vaso de tubo llamado puticlub comarcal. Y aquello terminaba como el rosario de la aurora. Lo hemos recordado leyendo Detrás del cielo, la esperada nueva novela de Manuel Rivas. Una poética de lo secundario, una lógica de la explotación que persiste como una lluvia fina en la que ya nadie repara, la exploración de un pequeño territorio que refleja todas las tensiones del mundo. La proliferación de un lenguaje que reproduce distintos grados de una brutalidad asumida y de privilegios largamente asentados y que ya ni siquiera se molesta en disimular su violencia sino que hace alarde de ella. “El monstruo que todos llevamos dentro, tú lo llevas por fuera”, dice uno. Hay al menos dos tipos de personajes en esta novela. Unos henchidos de autocomplacencia y ambición, gente que hace las cosas a la fuerza, que fuerza al mundo a someterse a sus deseos, siempre relacionados con el poder y el dinero. Y están los otros: los que los sufren, los que se rebelan y los que no, pero que tienen en común algún tipo de vínculo con una sabiduría procedente de una relación menos tensa con la naturaleza y con sus mitos, siempre alejados de lo bucólico. Está un enorme secundario, El Otro: el que desactiva a través del humor, de la duda, de hacer explícitas las contradicciones y trazar un camino cristalino entre el oído y la palabra, siempre la palabra. Y está Dombodán, cuya posición entre un lado y otro le provoca un dolor justo ahí, detrás de los ojos. Un testigo que calla mucho y al que Rivas coloca como narrador de todo aquello que venía sucediendo en Tras do Ceo y explotó un día de niebla. Rivas podría leer pasajes enteros de pie y convertirse así en narrador oral: su poética de lo concreto y del territorio llega a ser fascinante. Lo de Rich. A veces en la librería alguien dice: recomiéndame un libro divertido. Y se hace una especie de silencio. Divertido, a ver… y empiezas a ver a libreros con dos grados menos de la seguridad habitual, vagando un poco entre las mesas hasta dar con algo que, bueno, podría ser divertido. A veces, muchas, sigue otra frase: es para alguien que lo está pasando mal ahora. Y ahí ya te acompaña una nube oscura llamada responsabilidad. Porque divertido, ¿qué es exactamente? El buen soldado Švejk, de Jaroslav Hašek, lo es, indudablemente, pero tiene detrás toda la miseria y el sinsentido de la guerra. Vonnegut, claro. Todo lo de Santiago Lorenzo es dramáticamente divertido, cómico en ocasiones, pero está plagado de soledad, carestía y malos sentimientos. El Quijote, ya me dirás, la cumbre de la diversión, pero quién regala El Quijote y dice: toma, para que te diviertas. Esta Navidad hemos intentado por todos los medios convencer a bastante gente de que Vida de un pollo blanquecino de piel fina, de Andrés Pérez Perruca es esencialmente divertidísimo, puro gozo, pero ha colado poco, hay que decirlo. Y luego está que cada quien tiene una idea de lo divertido. A nosotros, por ejemplo, nos divierte el talento puro, cierta voluntad destructiva de las cosas, el ataque inmisericorde a lo banal. ¿Se puede hacer algo divertido sin romper ningún huevo, sin pisar callos, sin abordar los territorios de la tragedia, la vergüenza y la conmiseración? Creemos que no. Nos hubiéramos ahorrado muchos paseos exploratorios si nos hubiéramos percatado antes de las bondades de Ríndete, el libro de relatos de Simon Rich, traducido por Manuel Moreno, que ha publicado Libros Walden. Es un libro divertido, es un libro que hace reír, porque Rich es cómico, uno de los buenos, una especie de niño prodigio cuyo curriculum está lleno de hitos, desde Saturday Night Live a Los Simpson. Veinte relatos, veinte sorpresas. Situaciones inverosímiles que te las comes con patatas, un ritmo endiablado, una sensación de que te puede sacar chistes de debajo de las piedras. Y los saca. ¿Hay dolor? Hay. Pero te ríes. Que de eso se trata. Bueno, y novedades también van llegando.

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