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Nos hemos acordado mucho esta semana del fotógrafo Gregory Crewdson leyendo la nueva novela de A.M. Homes, La revelación, que es libro de la semana aquí en Corsarias.
Crewdson fue un habitual de aquellas exposiciones de finales de los noventa en el Centro de Fotografía de la Universidad y se pueden ver ahora en el DA2 algunas piezas suyas en Fenómenos, una selección de la colección del MUSAC, así que lo tenemos reciente.
Crewdson es un artista de la extrañeza: utiliza actores célebres para crear escenas que parecen películas oscuras, recrea decorados según patrones y colores familiares para nuestra retina educada en la estética norteamericana, juega con la idea de la paranoia y la catástrofe sobrevenida tan propia del imaginario del suburbio residencial de la clase media estadounidense. Coge el sueño americano y lo pasa por el filtro de David Lynch o Cronenberg y lo expone bajo una luz inquietante, como una Cara B de su reverso luminoso.
En el DA2 puede verse Untitled (Mother Complex 2), de la serie Dream House, creada ahora hace veinte años. Una mujer desnuda frente a un ventanal, mirada perdida hacia el exterior, atmósfera del hotel de Edward Hooper y de Terciopelo azul. Podría ser perfectamente Charlotte, la mujer del Pez Gordo, el protagonista de La revelación: sin identidad, alcoholizada, observando una vida que se le fue siendo la esposa del gran hombre, confinada en una jaula dorada. Territorio A.M. Homes. Siempre hay gente en ventanas en sus novelas.
La historia tiene un argumento claro: Barack Obama acaba de ganar las elecciones de 2008 y uno de esos hombres inmensamente ricos que mueven los hilos del poder desde la sombra no da crédito. “Esto no puede pasar aquí”, es la primera frase del libro. El Pez Gordo va a reunir a un grupo de gente como él en una especie de alianza secreta llamada Los Hombres Eternos, unos patriotas dispuestos a reunir todo el dinero del mundo –siempre funcionó con dinero– y sus hilos de poder para, más o menos, devolverle a América todo eso por lo que sus antepasados lucharon y se sintieron orgullosos.
“Hemos proporcionado comida, ropa, cobijo y, con los cines, ocio a un montón de americanos. Hemos hecho la vida de mucha gente más cómoda, se la hemos mejorado. Hay ciertas experiencias americanas por antonomasia: poder comer en el mismo restaurante estés en la ciudad que estés, y que la comida sepa exactamente igual; poder comprar en centros comerciales, sabiendo dónde está exactamente cada tienda. Es un servicio completo, todas tus necesidades son atendidas. Hemos hecho de América la tierra próspera de la abundancia, y hemos creado el deseo de más”, dice El Pez Gordo cuando se pone poético.
¿Vas pillando ya el estilo Homes? Han pensado un nombre para todo esto, V.I.S.I.Ó.N.: Vital. Invisible. Sucesión. Inteligente. Octogenaria. Nación”. El sueño de un hombre blanco poderoso norteamericano que quiere perpetuarse en el poder. El sueño americano: expresión nacida en los años treinta como reacción ante el individualismo y que viró en los cincuenta –la década prodigiosa– como símbolo de éxito, la prosperidad y el colonialismo cultural. “La patata rellena de mala calidad” –dice un general que han reclutado–, que te comes porque te gusta cómo sabe, pero en realidad no tienes ni idea de qué estás comiendo”.
La ironía con la que trata Homes a estos cachalotes tan pagados de sí mismos, –tan elocuentes mientras cazan, beben, comen y parlotean más que los gánsteres del principio de Reservoir dogs– nos parece una forma elevada de comedia: siempre pisando la línea del ridículo, henchidos de trascendencia, encantados de conocerse y ajenos a todo lo que no sea su propio ombligo, la realidad incluida.
Pero, claro, Homes va en serio. Homes maneja una antena poderosísima que le ha valido una fama de oráculo por adelantarse en sus novelas a hechos que luego imitaba el mundo real. ¿Cómo leer esto sin pensar en que dentro de nada hay elecciones y ese personaje anaranjado llamado Donald Trump vuelve a presentarse y parece que puede incluso ganar? ¿Cómo ignorar las técnicas de manipulación de masas que estos hombres ponen sobre la mesa cuando las tenemos ya hasta en la sopa? El tiempo entre lo que pasa allí y lo que pasa aquí se ha acortado, acelerado. El tiempo y los fenómenos.
Sólo por esa línea argumental entre la conspiración y la paranoia ya sería una gran novela, pero hay más. Hay una indagación fuerte sobre la identidad, especialmente de las mujeres que rodean al Pez Gordo: su mujer alcohólica, una hija a punto de entrar en la universidad y que todavía no sabe qué esperar del mundo ni qué acontecimientos vendrán a pinchar su burbuja de niña criada entre algodones. Sobre estas dos líneas se asienta el libro y juntas pintan un retrato del inestable mundo del siglo XXI, de cómo los viejos glaciares se precipitan lentamente hacia el mar pero se resisten a caer y van a morir matando.
A.M. Homes, quizá no te suene su nombre, hay varios libros suyos descatalogados. Buen momento para subirte al tren que lleva su nombre: la ironía despiadada pero cargada de humanidad, una carcajada dramática.
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