Si te acomodas en un sillón, en algún lugar de tu casa, sientes que estás quieto, tranquilo, sosegado, en paz contigo mismo, liberado del resto del mundo, o tal vez, a salvo de los otros humanos … si te detienes en algún lugar de la calle, en el barrio, sientes que estás parado, quieto, pensando en algo, mirando otra cosa, observando algo, sin moverte, no mueves ni los pies ni las piernas, por lo tanto estás detenido… si vas caminando a alguna parte, llevas la velocidad de tu alma… ¿para qué correr, si se puede caminar?... ¿a qué velocidad caminas?, a la velocidad que lo hace cualquier otro ser humano… se estima que la velocidad del andar de una persona es de cinco kilómetros por hora, esto es que andas lento, y así lo sientes… no hace falta ir más rápido, salvo que exista la necesidad… excepto que debas llegar a un encuentro con alguien… salvo que alguien te esté esperando y vas llegando tarde… miras el reloj y apuras el paso… pero no corres, sólo apuras el paso… así es que en vez de caminar a cinco kilómetros por hora, lo haces a seis kilómetros por hora, o quizás un poco más, pero no más que eso… si estás sentado a la mesa, tomando un café, sientes que estás quieto, leyendo un diario, mirando la televisión, o simplemente meditando en lo que harás después del café… la realidad es bien otra… mientras tú sientes estar inmóvil, la Tierra, el planeta donde vives, donde transcurren tus horas, minutos y segundos… la Tierra, sí, tú planeta, se está moviendo alrededor del Sol a la friolera de una media de 107.280 kilómetros en la hora… y mientras eso mismo sucede, esa misma Tierra está girando sobre su eje a una velocidad de 1.600 kilómetros por hora… ¡Dios mío!, piensas, me acabo de dar cuenta que estoy girando sobre mí mismo y que, además, estoy girando alrededor del Sol, y simultáneamente siento que estoy paralizado mirándome en el espejo… curiosamente, esa sensación de inmovilidad está quebrada en mayor medida aún… ya que además del movimiento de la Tierra sobre sí misma, y alrededor del Sol, el Sol mismo se está moviendo alrededor del centro de la galaxia donde estamos todos contenidos, y lo hace a la friolera de 850.000 kilómetros por hora, llevando consigo a todo el denominado sistema solar… ¿cómo es que no te has dado cuenta que llevas semejante velocidad?... pues, el cosmos tiene sus vicisitudes… y todo lo aparente no es como realmente está ocurriendo… y todo lo que sientes, es producto de una realidad limitada a la geometría del espacio de la propia Tierra, su gravedad, y su atmósfera… sin embargo, tu estás viajando a la velocidad de la Tierra y a la velocidad del Sol… pero no acaba allí… pues no, porque la galaxia, esa que conoces como Vía Láctea, también gira… ¿alrededor de qué?... pues no se sabe, pero igualmente lo hace… la galaxia donde están el Sol y la Tierra, en uno de sus bordes, navega por el espacio a nada más ni nada menos que a unos aproximados 2,3 millones de kilómetros en la hora, lo cual representa que se mueve a unos 630 kilómetros por segundo… como ves… como puedes apreciar… acabas de descubrir que aunque te percibes quieto, estás navegando el espacio sideral a la velocidad de la galaxia en la que estás inmerso, viviendo, respirando, ocupado en vaya a saber qué menesteres… tan ocupado estás que ni siquiera percibes estar viajando a semejante velocidad… ¡qué curioso!, ¿no es cierto?... estás en una nave espacial llamada Tierra que se mueve a una velocidad impresionante, rodeando un Sol con el que amaneces y con el que te duermes, que a su vez se mueve a una velocidad más significativa aún… inmerso en una galaxia que gira vaya a saber alrededor de qué cosa, a otra velocidad mayor aún… es decir, no sólo no estás quieto… estás viajando por el espacio, todo el tiempo… lo que da a suponer que además, hay otros movimientos cósmicos en los que nadie repara y que están sucediendo en este preciso instante… ahora, ya sabes que cuando estás quieto, en verdad, no lo estás… estás navegando tú propio sí mismo, hacia la eternidad… Salta, 22 de octubre de 2021.
El cosmos se mueve, se expande y se contrae, mientras gira sobre sí mismo y también lo hace alrededor de algo que nadie sabe qué es…
Tú viajas a la velocidad de la Tierra… a la velocidad del SOL… y a la velocidad de la galaxia… eres un ser cósmico inmerso en el espacio sideral… un vacío que está repleto de vida, y al mismo tiempo, está repleto de formas… donde pasan cosas de las que no tienes ni idea…
Detente un momento y mira el cielo que te cobija… todo se mueve… nada está quieto…
Cuando parece que estás inmóvil… no sólo no lo estás… eres un cosmonauta cuyo destino está atado al del planeta que pisa, que no es otra cosa que la nave espacial que te contiene… no usas traje espacial… pero eres un cosmonauta, de igual forma…
La eternidad que contiene al multiverso… no es la eternidad que contiene a los seres vivos de la Tierra… descubrir la diferencia abre el alma hasta límites insospechados…
La eternidad del multiverso no es un sueño… allí reside la verdadera vida…
La eternidad de la Tierra… es una fila que opera al modo de una lista de espera… pero dicha espera reside sólo en tus virtudes…
Ahora, cuando sientas que estás quieto, ya sabes que estás volando por el espacio…
Ah!, antes de irme, la pintura no es de la Tierra… busca en tus sueños dónde pertenece… tal vez descubras la diferencia entre una y otra eternidades…
La vida es un vértigo, ¿para qué correr?... ¿para qué hacerlo?... si estás inmerso en un contexto indescifrable donde la “velocidad” es lo de menos…
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La pintura pertenece a María del Carmen Conde Quintela (Sedemiuqse) | ESPAÑA, Galicia
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