lunes, 24 de septiembre de 2018

El oro negro camerunés | Blog Africa no es un pais

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El oro negro camerunés

La cantante Lornoar elige Tenerife para grabar su tercer trabajo discográfico y probar su directo

Lornoar, durante su actuación en Tenerife.
Lornoar, durante su actuación en Tenerife. 

Lornoar (Yaundé, 1983) sedujo en el festival de música Mapas, en Santa Cruz de Tenerife, con un espectáculo titulado 100%, una delicia acústica en el que encadenó baladas, makosa, salsa, bossa o jazz desde una simplicidad que, a la vez, resultó sofisticada. La cantante camerunesa paseó este proyecto por bares, eventos, museos y teatros de la isla canaria entre la primavera y el verano. “Me enamoré de Tenerife”, anunció ella, en una pausa en la cafetería de Tenerife Espacio de las Artes (TEA), durante el MAPAS y arropada por la tenue bulla del meneo de tazas, vasos que se entrechocan y conversaciones. “La gente es abierta y acogedora. Es fantástico. Tienes la impresión de estar en casa, no de encontrarte sola”.
Quizás por ese motivo y tras su descubrimiento de la isla en marzo de este mismo año, ha encontrado una plataforma esencial a la hora de internacionalizar su música y su mensaje y reincide en cuanto puede en la misión de tejer proyectos en los que la geografía volcánica de Canarias ejerce de epicentro. Uno de ellos, la grabación de su tercer disco, sin título todavía y en proceso de gestación, un trabajo cargado de inspiración y amor y enriquecido con el proceso de comunicación e intercambio con su público.
Lornoar dice que cuando le preguntan cómo comenzó en la música, no sabe muy bien qué responder. “Creo que nací para hacer esto”, constata. “Todos en este mundo tenemos una misión, lo que hacemos todos los días para conseguir que la sociedad funcione y crezca de manera positiva. Creo que mi aportación es la música. Es lo que quiero hacer, porque me hace sentir libre y feliz y porque me alegra hacer felices a otros. Mi gozo es ver viajar a otros con mi música, ver cómo las emociones atraviesan las expresiones de su cara. Me gusta volver a casa tras cantar y bailar y sentirme satisfecha porque he proporcionado felicidad y he compartido con otros ese don que Dios me ha dado”.
Si hay que poner fechas y trazar trayectorias, la artista se recuerda niña, muy pequeña, ya enamorada de la música y de todo lo artístico. Su pasión era evidente: su madre ya sabía, desde una edad temprana, que acabaría deslumbrando sobre un escenario. Profesionalmente, Lornoar se lanzó al ruedo hace 11 años, recién inmersa en la adolescencia y fogueándose en los cabarets y salas de fiesta de su Yaundé natal a partir de 2007. Su vecino, con el que compartía amigos comunes, es el guitarrista con el que hoy gira y maquina proyectos y le informó entonces de que necesitaban una cantante en un local de la capital camerunesa. “No está bien”, protestó ella. “No es un sitio decente para ir”. “Cantarás entonces en el cielo”, repuso él, al ver sus reparos. “Después me habló una amiga cantante, que me dijo lo mismo”, prosigue Lornoar. “Hace falta una cantante y lo vas a hacer bien, me comentó. Comencé a cantar y me dijeron que lo hacía bien y que me quedara en el puesto. Así comenzó la aventura”.
"Si las embajadas se oponen a la circulación de artistas, tenemos un problema”.
Los pequeños y grandes hitos que la profesionalizaron fueron llegando a su vida pausada pero ineludiblemente: logró el primer premio en un festival de homenaje a Miriam Makeba, el Massao, como artista revelación en 2010 y Duala. En 2011 publicó su primer disco y mantuvo la regularidad en su producción con un segundo trabajo, que le sucedió en 2016. Sus primeros conciertos en París se produjeron en 2012 y en 2014, cantó en la sede de Naciones Unidas en Nueva York en la apertura de la Década de los Afrodescendientes. Ahora se concentra en su tercer disco, dedicado -según explica- a la Virgen María. “Mi canción preferida, que siempre canto en todos mis conciertos, se dedica a Dios y en mi segundo álbum hay una canción dedicada a la Virgen María”, se justifica. “No hay un cambio en mi trayectoria, al dedicarle mi tercer disco. Mis composiciones son muy espirituales y se refieren a cómo debemos mejorar y comprender la vida”.
"Las mujeres llegamos a imponernos a la violencia"
La artista confiesa su suerte al ser una música inspirada y prolífica, al tiempo que reconoce que no sabe nunca por qué caminos le transportará esa inspiración y su incontinencia creadora. “Si el Señor me envía cosas para cantar, las canto”, dice.  Cumplirá años el 1 de octubre y ha vivido siempre en su país. Su madre, enfermera, es una figura central de su vida y la puso en contacto con las asociaciones de mujeres y con el baile y la danza. “Era la gran animadora de las reuniones, toda la noche”, recuerda. “Creo que he heredado muchas cosas de ella”. Sus influencias parten también de la propia riqueza, diversidad y orografía de su país, denominado “África en miniatura” y que ha recorrido extensamente desde su más tierna infancia por causa de sus padres. “Hay música del Sahel en Camerún”, dice ella.
“Y muchas de mis composiciones vienen de estas influencias. Mucha gente piensa, al escucharme, que soy de África occidental”. A los ritmos del país donde nació y creció se unieron posteriormente la influencia de las estrellas de la música negra que escuchaba su padre, maestro, como la recién fallecida Aretha Franklin, o de la chanson. Su tío era griot y tocaba una especie de kora, un instrumento sagrado en su cultura, la eton-beti. Por tanto, también era normal en casa escuchar ritmos tradicionales de su propio pueblo e instruirse en ellos.
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"En Camerún hay unas 250 culturas y en la mía, las mujeres son muy fuertes", precisa, con orgullo. "Los hombres son horriblemente dominantes, así que tienes que ser dura para sobrevivir. Llegamos a imponernos a la violencia. No hay problema en ser activas socialmente o ser artistas en mi pueblo. Es un orgullo. La gente está orgullosa de que cante y de que sea la embajadora de nuestra cultura".
Tras la entrevista, Lornoar se preparaba para un nuevo directo en un bar, arropada por músicos locales. Su guitarrista, el que la encaminó hacia los cabarets donde cogió confianza con el micrófono, tuvo que quedarse en Camerún, sin visado. “Es muy complicado para nosotros, los músicos, el tema de los visados”, señala para concluir ella. “Es nuestro oficio y nos invitan para trabajar, así que si las embajadas se oponen a la circulación de artistas, tenemos un problema”.

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