Las metamorfosis de Mircea Cărtărescu
Coincidiendo con la entrega al escritor rumano del Premio Formentor el próximo viernes se empieza a publicar completa la trilogía 'Cegador', su obra cumbre
Cărtărescu, visto por Sciammarella.
Uno de los fenómenos más sorprendentes de la literatura española de los últimos años, premio Formentor de las Letras de 2018, escribe en rumano y se llama Mircea Cărtărescu. Solenoide (2017), casi 800 páginas de mundos privados y obsesiones excéntricas (obra que dialoga de manera especial con el libro del que nos ocupamos), se convirtió en un fenómeno de ventas y uno de los libros del año para este periódico. El idilio entre el poeta y novelista, nacido en Bucarest en 1956, y sus lectores españoles dice mucho en favor de éstos: Cărtărescu es literatura de riesgo, en alto estado de pureza, sin adulterar. Si bien el rumano no es, estrictamente, un fenómeno español, su fortuna en el mundo hispano es consecuencia de una triple alianza: del autor con Impedimenta, que lo ha convertido en un distintivo de su proyecto editorial; y de ambos con Marian Ochoa de Eribe. Leer en español a Cărtărescu, con su virtuosismo para la metáfora inesperada, señala la genialidad de su traductora.
Es un cliché hablar del posmodernismo de Cărtărescu, tema al que dedicó su tesis doctoral, pero mucho de esta estética camaleónica simpatiza con su obra. Así, El Levante (1990; Impedimenta, 2015), epopeya de siete mil versos, era a la vez una parodia de la literatura romántica, una novela de aventuras y la refundición de la tradición lírica rumana. Su siguiente hito, la recopilación de relatos Nostalgia (1993), llevó los juegos especulares más allá de lo metaliterario, hasta la paradoja metafísica. En último lugar (en la enumeración de antecedentes de Cegador), Lulu (1994) fue la primera “autobiografía onírica” del autor. Ironía metaliteraria, pasión por relatar, paradojas especulares… No obstante los rasgos de escuela, a Cărtărescu debemos colocarlo en un lugar fuerte, bajo el amparo de tres figuras: Dante, Kafka y Borges. Es decir: la arquitectura de la imaginación; el vergonzoso dolor de estar vivo, y las paradojas de la inteligencia.
La trilogía Cegador (1996, 2002, 2007), que consagró internacionalmente a su autor, es la suma de estas características, quizá su obra maestra. Con su habitual pathossimétrico, Cărtărescu da a cada uno de los libros el título de una parte de una mariposa: El ala izquierda, El cuerpo y El ala derecha. Un inciso: Funambulista publicó en 2010 una edición incompleta de El ala izquierda, con el equívoco título de toda la trilogía, y traducida por Manuel Lobo Serra. Ésta es, por tanto, la primera vez que se publica completa y con su traductora habitual.
El ala izquierda se presenta como el cuaderno de un escritor, el propio Mircea, que se encuentra“nel mezzo del cammin” y debe recapitular: es decir, recorrer sus particulares infierno, purgatorio y paraíso. Este recurso habitual en Cărtărescu inicia un viaje hacia el origen: a los orígenes culturales, en un magistral capítulo con aire de epopeya dedicado a sus ancestros búlgaros; a los orígenes biográficos, en excelentes fragmentos dedicados a sus estancias en hospitales en la adolescencia, a la rotura de los nervios faciales que paraliza la mitad de su rostro y se corresponde con el nacimiento de su capacidad imaginativa, y, sobre todo, un viaje hacia la madre. No tan solo la madre real, que trabaja como costurera en una Bucarest alucinada (con burlescos miembros de la Securitate, sectas secretas y músicos de jazz), sino una madre mítica, la dualidad primordial del universo. Leyendo El ala izquierda uno recuerda los reparos de Peter Sloterdijk a las autobiografías, pues “nunca la escritura penetra lo suficiente en la negrura propia” de los comienzos, en la oscuridad de “la noche más larga”, la fetal. Desmintiendo al filósofo, Cărtărescu desciende al “núcleo arcaico de tu mente” en una proyección también cosmológica que restaura, para la ficción, una simetría que el mundo ha perdido.
Cărtărescu es un escritor que despliega amplios registros: de lo onírico a lo cómico, de la sátira política o costumbrista a la fantasía gótica. Un autor capaz de escribir versos como “la dulce anfetamina de la primavera” o de comparar un ocaso con el color de la dentadura postiza de su madre, antes de dejarse arrastrar, en estado de gracia, por el delirio de la escritura y desembocar en precisas preguntas ontológicas sobre el fundamento de la realidad o la existencia del tiempo. Si su modestia lo lleva a presentar su “cuaderno” como un “libro ilegible” perdido en el“continuum realidad-sueño-alucinación”, antes bien esto señala una cualidad: impulsado por una necesidad interior, El ala izquierda se corresponde con una ambiciosa visión global. En cierto sentido, antes que posmoderno, Cărtărescu es un romántico de pura cepa. Y, como los románticos, ha convertido la novela, más allá de sus limitaciones genéricas, en una forma superior de la poesía, guiada por una poderosa música conceptual y un don para reunir lo irreconciliable. Porque El ala izquierda inventa un universo donde “todo se correspondía con todo en una vasta y cristalina conspiración”, donde la realidad pasa a ser uno más de los mundos posibles de la ficción, que es una entidad superior.
De ahí la predilección por una figura que resume este simbolismo extremo, la mariposa, habitante de dos confines: el de los vivos y el de los muertos, el de la escritura y el de la realidad. Asimismo, la mariposa es símbolo de las metamorfosis afortunadas, del vestigio de lo salvaje y del alma sublimada; en resumen, del potencial de la psique. No se me ocurre mejor emblema para la literatura indómita de Mircea Cărtărescu.
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Autor: Mircea Cărtărescu (traducción de Marian Ochoa de Eribe).
Editorial: Impedimenta (2018).
Formato: tapa blanda y versión Kindle (432 páginas).
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