Retratos de Matteo Ricci y Diego de Pantoja, sobre un mapamundi chino al estilo europeo, de la biblioteca de la Universidad de Tohoku.
Matteo Ricci y Diego de Pantoja: Dos extranjeros en la Ciudad Prohibida
En 1601 dos misioneros occidentales, Matteo Ricci (1552-1610) y Diego de Pantoja (1571-1618), consiguieron entrar con éxito en la corte imperial china. No solo obtuvieron permiso para vivir en la capital sino que también disfrutaron de una subvención que les otorgaba generosamente la casa imperial. Fue tal la sorpresa que causó en Occidente el éxito de los misioneros que, actualmente, se cuenta como una historia legendaria.
Hace más de 400 años llegaron muchos misioneros occidentales a China por el mar del sur. Se acercaron primero a las ciudades costeras para ascender posteriormente hacia el norte de la parte interior del país hasta llegar a la capital: Beijing. Dos de aquellos misioneros, Matteo Ricci (1552-1610) y Diego de Pantoja (1571-1618), consiguieron entrar con éxito en la corte imperial durante los años de reinado del emperador Wanli (1573-1620), de la dinastía Ming (明,1368-1644). Vestían tocado y túnica confuciana, estudiaban chino y entendían los rituales oficiales de la corte. No solo obtuvieron permiso para vivir en la capital sino que también disfrutaron de una subvención que les otorgaba generosamente la casa imperial china. Fue tal la sorpresa que causó en Occidente el éxito de los misioneros que, actualmente, se cuenta como una historia legendaria.
Desde su llegada a China en 1582, el jesuita italiano Matteo Ricci se esforzó en crear estrategias para envangelizar y, cuando se reunió Pantoja con él en Nanjing, los dos empezaron a diseñar métodos para llevar a cabo con eficacia su tarea religiosa. Teniendo en cuenta que la temprana legalización del cristianismo en el antiguo Imperio romano se debía al decreto otorgado en el año 313 por el emperador Constantino el Grande, Ricci y Pantoja se pusieron de acuerdo en que el éxito del Evangelio en China también dependería de la actitud del emperador oriental, por lo que decidieron viajar a Beijing para convencerle.
Pero quedaba un problema que había que pensar con cautela que era la manera de acercarse a la corte china. En aquella época la dinastía Ming era un poderoso estado soberano al que los otros países le ofrecían tributo. Sin embargo, el emperador chino también les respetaba devolviéndoles más obsequios de los recibidos. Este sistema, denominado “dar más que recibir”, que aplicaba la dinastía Ming en su relación con otros países, estaba muy bien estudiado por Ricci quien decidió seguir la tradición del tributo para obtener la confianza del soberano por el bien de la tarea religiosa. Por ello, los dos jesuitas empezaron a preparar diversos regalos como tributo.
Astronomía y cartografía
La cuestión ahora era saber qué regalos serían apropiados. Por ello hicieron un particular estudio de “la demanda y la oferta”, es decir, investigar lo que necesitaba el emperador y lo que ellos mismos podían ofrecer. Se enteraron que al emperador le interesaban la astronomía y la cartografía. En China, el estudio de los astros tiene una gran importancia, ya que está relacionado con ideas de la tradición china como determinar el calendario agrícola o adivinar la voluntad del cielo como argumento para gobernar al pueblo, así como su significado filosófico según el cual el cielo y el hombre son uno y el hombre debe operar según el deseo del cielo.
Por eso, en las sucesivas dinastías siempre se disponía de una institución astronómica específica para estos menesteres llamada Agencia de Astronomía (Qintianjian). La dinastía Ming también contaba con ella. Ricci y Pantoja comprendieron entonces que si contaban con conocimientos sobre astronomía podrían acceder a la corte imperial. El interés por la cartografía de los emperadores de la dinastía Ming se debía a la estrecha relación militar y comercial que por entonces había entre la corte imperial y sus países vecinos. Por ejemplo, para realizar las siete navegaciones por los océanos entre los años 1405 y 1433, visitando pueblos aledaños y lejanos, no podrían faltarle al navegante Zheng He buenos mapas como guía de su viaje.
En cuanto al tema de la oferta, tanto Ricci como Pantoja podrían aportar buenos conocimientos astronómicos y cartográficos ya que, antes de llegar a China, se habían formado con conocimientos científicos para defender la teoría geocéntrica de la Iglesia ante los ataques del heliocentrismo de Copérnico. Después del análisis de necesidades, los dos jesuitas prepararon sendos globos celestial y terrestre, relojes de sol y automático, instrumentos musicales y diversos objetos religiosos, como una figura de la Virgen, entre otros presentes.
Mapamundi por encargo
Bien preparados, Ricci y Pantoja partieron de Nanjing en mayo de 1600 y llegaron, siete meses después, a Beijing el 24 de enero de 1601. Como se esperaba, al entregar los obsequios al emperador, este se mostró contento ofreciéndoles vivienda y comida además de permitirles entrar en la Ciudad Prohibida. El motivo del primer acceso en la corte real de Pantoja fue para reparar el reloj automático; y el segundo, para enseñar a tocar a los eunucos el instrumento musical que él mismo había traído de Occidente, el clavicordio. Una de las tareas más importantes que hicieron en la corte los dos jesuitas fue diseñar un mapamundi. Fue un día a comienzos del año 1608 cuando los dos misioneros fueron llamados urgentemente y les ordenaron dibujar doce grandes mapas en la superficie de seis gigantescos biombos. Era un trabajo muy delicado que les costó un mes terminarlo. El resultado fue alabado por todos en la corte. Los jesuitas explicaron en detalle la ruta por la que llegaron desde Occidente a Oriente.
Ricci murió el 11 de mayo de 1610. Para que pudiese ser enterrado en Beijing, Pantoja desempeñó una incansable tarea que duró dos años. Primero, escribió al emperador pidiéndole un terreno y, una vez obtenido el permiso, seleccionó el lugar y tuvo asimismo que solventar otros problemas burocráticos. Cuando venció todas las dificultades, Pantoja por fin logró enterrar a Ricci según el rito cristiano, en Erligou, al este de la ciudad imperial. De pie, ante la “casa” permanente de Ricci, Pantoja se emocionó recordando los diez años en los que los dos trabajaron juntos en la corte Ming. Decidió, pues, continuar la tarea religiosa siguiendo los consejos del difunto maestro y compañero y, con esa determinación, escribió y anotó entre 1611 y 1616, nueve obras en chino, además de continuar su trabajo en la corte. Sus libros, sobre la moral cristiana y la experiencia evangelizadora en China, llegaron a su tierra natal transmitiendo variados conocimientos sobre Oriente que han ejercido una poderosa influencia en el pensamiento de los intelectuales occidentales que se ha perpetuado hasta nuestros días.
La evangelización de Ricci y Pantoja en la Ciudad Prohibida fue una gran experiencia de intercambio cultural. Gozaron con la vastedad y profundidad de la cultura china al tiempo que divulgaron sus creencias religiosas y conocimientos científicos del Renacimiento occidental. Ambos supieron unir China y Occidente con sus mejores aportaciones. Un extremo que certifica el gran significado de la interculturalidad que tuvo su magna tarea.”
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 54. Volumen III. Mayo de 2019.
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