“Consejo para (amigos de) escritores: Si tienes amigos jóvenes que aspiren a ser escritores, el segundo favor más grande que puedes hacerles es regalarles The Elements of Style. El primero más grande, por supuesto, es matarlos de un disparo ahora, cuando aún son felices”. DOROTHY PARKER.
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Un personaje llamado Land ha encontrado esa cita y piensa en regalársela a sus padres para que la enmarquen y la cuelguen en alguna pared de la oficina de su nueva editorial, aunque a ellos no parece hacerles mucha gracia.
The Elements of Style es uno de esos manuales de escritura –publicado en 1920 por William Strunk Jr.– donde se dan pautas muy concretas para materializar obras muy concretas, obras que nadan ordenadamente pegaditas a la corchera de la calle de la piscina de su cuadriculada urbanización en vez de aventurarse en aguas abiertas.
Ese personaje llamado Land vive en El estilo de los elementos, que es el título del nuevo libro de Rodrigo Fresán y que es también nuestro libro de la semana.
Está ese libro ahí con sus setecientas páginas, su cubierta amarilla con un lápiz azul y rojo que parece uno de esos gráficos de circuito eléctrico y tal vez lo sea: el escritor en el centro de una corriente entre lo que se lee y lo que se vive y lo que se escribe, un alternador que dirige el tráfico, un transformador que realiza operaciones significativas.
Land, el protagonista de ese libro, no quiere ser escritor, quiere ser lector. Es posible que Land ni siquiera quiera ser Rodrigo Fresán, porque en una novela de este tipo no existe el signo igual.
Para lectores como nosotros, tener este libro aquí y no hacerle caso sería parecido a ir paseando por la playa terminal de El planeta de los simios, ver allí varados los restos de la Estatua de la Libertad y decir, ah, mira, qué curioso. O descubrir el monolito de 2001 y pensar: qué acabados más buenos, buena artesanía esta.
Sería ignorar lo que tiene de señal un libro como este: un canto monumental a toda esa literatura que no se deja atrapar fácilmente, que opone resistencia a lo sencillo, a los libros que crecen y no se sabe dónde van a parar, a la lectura como acto vampírico de mordisco y alimentación.
Nosotros como libreros sabemos algunas cosas. Una de ellas es que cuando llega Navidad nos piden consejos para regalar libros a gente que no lee. Uno que se lea bien, que cuente algo interesante, sin complicaciones y que enganche, nos dicen. Es una información valiosa esa que nos dan: el tipo de literatura que puede gustar a alguien a quien no le gusta leer, el grado cero de la literatura. O el cero coma quince.
Un libro como este nos interpela, celebra una manera de concebir la creación literaria y la creación lectora, un estado febril de los libros, la concepción de la lectura como escudo, un paso más en la trayectoria única de uno de nuestros escritores favoritos y uno de nuestros lectores preferidos.
El estilo de los elementos, libro de la semana.
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