viernes, 22 de noviembre de 2024

Teoría de los cuatro humores

https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_los_cuatro_humores Ya en pleno otoño, a las puertas casi del crudo invierno, nos acomete a menudo un particular estado de ánimo, un humor concreto: una tristeza vaga, indefinida, mezcla de letargia y desánimo, de apatía y añoranza. Se trata de una sensación conocida y recurrente: la melancolía. La presencia en nuestra cultura de este concepto se remonta a varios siglos atrás, pues ya los filósofos y médicos griegos afirmaban que la melancolía era una de las dolencias del cuerpo humano. Aproximadamente hasta 1850, cuando se instauró la teoría de los gérmenes (que asegura que son estos microorganismos los principales responsables de las enfermedades), el sistema médico se basaba en la teoría de los cuatro humores, según la cual las personas tenemos cuatro líquidos, cuyo equilibro regula nuestra salud: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Para los griegos la melancolía estaba estrechamente relacionada con uno de ellos: la bilis negra. De allí provendría su nombre: mélas, negro, y kholé, bilis. Los pensadores llevan mucho tiempo escribiendo páginas sobre esta extraña y curiosa aflicción. El filósofo griego Aristóteles le dedicó uno de sus famosos Problemas (el XXX, concretamente), relacionándola con la genialidad; el inglés Robert Burton escribió en 1621 el monumental ensayo Anatomía de la melancolía; en 1923 Raymond Klibansky, Erwin Panofsky y Fritz Saxl se basaron en el grabado de Durero, Melancolia I (al que también le dedicó un texto Giorgio Agamben), para escribir su clásico Saturno y la melancolía, y en 1989 Julia Kristeva le dedicó un estudio de origen psicoanalítico al tema en Sol negro: depresión y melancolía.

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