lunes, 11 de diciembre de 2017

PARVA || Ternura en una cuchilla | Babelia | EL PAÍS

Ternura en una cuchilla | Babelia | EL PAÍS

Ternura en una cuchilla

Javier Frontera recopila un puñado de relatos, cocinados a fuego lento con una vitriólica utilización del humor más descarnado

Ternura en una cuchilla



De Javier Frontera (Sevilla, 1973) solo sabemos, de solapa, que este es su primer libro de cuentos; luego, en estas sugerentes páginas (unas me han gustado mucho, otras algo menos: aunque reconozco el valor de enfrentarse al relato trivial mirando hacia otro lado con desparpajo), sabremos algo más de él como equívoco yo narrador, lo que podemos imaginar entre tantas cenizas (las relaciones no se entierran, se incineran), pieles muertas (las que vamos dejando atrás como un camino sin retorno, una suerte de tinta simpática donde quedan grabados nuestros errores, fracasos), (des)amores, desmoronamientos cotidianos: los de uno por ella, los de ella por uno.
Pues de esto va, más o menos, este puñado de relatos, cocinados a fuego lento con una vitriólica (a veces) utilización del humor más descarnado, con una utilización un tanto surrealista de las tensiones más domésticas de las relaciones humanas —ella, él; él, ella— y una obsesión casi siempre conseguida —forzada, acaso también— por retorcer la realidad con imágenes que parecen sacadas del corte de navaja del ojo de Buñuel, aunque hay un hermoso relato de descansillo de imposible comunidad de vecinos, donde uno de estos, vecina, afeita a hurtadillas a otro de ellos, vecino-estatua, poniendo toda la ternura que cabe en una cuchilla. Con la piel muerta que se le olvida coger a la (o al que) ha dejado el nido, ese polvo de pasado cuyas huellas en la arena de la convivencia las va haciendo borrar el viento del desierto que todo lo altera, el yo narrador puede escribir una bonita carta de amor, como aquel aviador de Bolaño que las caligrafiaba en el cielo con la estela de humo de su avioneta. Hay mucho de no aceptar los inconvenientes del querer o del desquerer, y sus consecuencias, pues algo de razón tiene, ese yo lastimero, cuando no entiende que puedan quedar huellas del Big Bang, y en cambio apenas rojeces de sus arañazos —de los de ella en la piel de él—, de estos sin rastros. En fin, podríamos seguir así dando cabezazos en este muro de lamentaciones afectivas, llenas de humor, de audacia y pasado todo ello por el prensapuré de un insólito imaginario surrealista.
Andar sin ruido. Carlos Frontera. Páginas de Espuma, 2017. 156 páginas. 15 euros.

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