Cómo hallaron la sonda europea perdida en Marte durante más de una década
El día de Navidad del año 2003, los trabajadores del Centro de Operaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA), en Darmstadt, Alemania, esperaban expectantes una retransmisión de radio. Iba a ser la primera obra musical emitida desde Marte: una pieza etérea de nueve notas compuesta por el grupo británico Blur para anunciar el aterrizaje de la sonda Beagle 2 en nuestro planeta vecino. Hoy sabemos que Blur probablemente sonó en Marte hace 14 años, pero la música jamás llegó a la Tierra.
Una imagen tomada esa madrugada mostraba cómo el pequeño módulo de descenso fue expulsado de la nave Mars Express en la que viajaba para penetrar la atmósfera marciana. En las semanas siguientes a la Navidad, la ESA trató de establecer comunicación con la Beagle 2 por todos los medios posibles, pero finalmente declararon la misión fallida en febrero de 2004.
Durante más de una década, los científicos dieron la Beagle 2 por perdida, sin embargo hace tres años el mundo conoció que la sonda había sobrevivido al aterrizaje. El equipo que la encontró ha publicado en la revista Royal Society Open Science un artículo que describe todos sus esfuerzos. A día de hoy, la Beagle 2 sigue aparcada en la llanura de Isidis Planitia sobre la superficie de Marte, incapaz de comunicarse con nadie.
El artefacto tiene la forma de un reloj de bolsillo gigante. Cerrado medía aproximadamente un metro de diámetro. Al abrirse desplegaría, como pétalos metálicos, cuatro paneles solares y un brazo articulado con sus instrumentos científicos, que los investigadores de la Open University británica escogieron para buscar señales de vida en Marte. Los lazos de la Beagle 2 con las ciencias de la vida estaban en sus credenciales: la bautizaron sucesora de otra nave británica, la HMS Beagle, porque esta portaba a Charles Darwin cuando desarrolló su teoría de la evolución.
Al penetrar la atmósfera de Marte, la Beagle 2 activó los dos paracaídas de descenso. También activó los airbags que la rodearon completamente, como gajos de una mandarina, cuando impactó en el suelo. Rebotó varias veces antes de alcanzar el reposo, luego echó pies a tierra y abrió su tapa. Por desgracia, la antena que habría permitido a la sonda retransmitir su canción cósmica a casa quedó obstruida por uno de los paneles solares, que no llegó a desplegarse por completo, y por esto mismo la Beagle 2 nunca pudo enviar información científica.
En aquella época solo había una cámara orbitando Marte, llamada MOC. Estaba montada en la nave estadounidense Mars Global Surveyor, y podía tomar fotografías de la superficie con una resolución máxima de 1,5 metros por cada píxel. Dado que este es el diámetro aproximado de la Beagle 2 con los paneles solares desplegados, habría resultado imposible localizar la sonda con certeza en esas imágenes, pero el equipo lo intentó de todas formas. Tras encontrar algunos puntos candidatos, los técnicos de la cámara satélite lograron mejorar la resolución mediante el procesamiento avanzado de las imágenes, llegando a los 0,5 metros por píxel. Todas sus opciones resultaron ser falsas alarmas.
“MOC nunca fotografió la localización real de la Beagle 2”, cuenta a Materia Michael Croon, el hombre que años más tarde encontraría la sonda. “Bueno, eso no es completamente cierto; sí la fotografió, pero la amarga ironía es que esa imagen en concreto se corrompió durante la transmisión a la Tierra y no pudo ser recuperada”, lamenta. Croon no formaba parte del equipo de la Beagle 2, pero desde que vio la serie de televisión Cosmos de niño había sentido fascinación por la exploración espacial y siempre estuvo al tanto de la misión. En 2003, el año en que desapareció la sonda, él era un becario en el Centro de Operaciones de la ESA, recién salido de la carrera de Física.
Un avance importante en la búsqueda ocurrió cuando técnicos de la ESA, gracias a datos nuevos enviados por Mars Express —la nave nodriza de la Beagle 2—, lograron recalcular el eje mayor de la zona de aterrizaje (que tiene forma de elipse) de 174 kilómetros a 57. Esto redujo drásticamente el área de búsqueda, aunque todavía dejaba una superficie de 1.400 kilómetros cuadrados por fotografiar.
Hasta 2006 la NASA no puso una nueva cámara en la órbita de Marte. Fue este instrumento, HiRISE, acoplado al Mars Reconnaissance Orbiter, el que tomó la primera fotografía de la Beagle 2 siete años más tarde, en febrero de 2013, y con una resolución de 0,3 metros por píxel. Incluso con esta calidad excepcional es muy difícil distinguir qué irregularidades del terreno pertenecen a Marte y cuáles no, explica Croon. Por eso la primera imagen de la sonda pasó desapercibida a todo el equipo de búsqueda y al propio Croon, que se propuso en 2014 empezar a revisar las imágenes de HiRISE (disponibles al público) en los descansos de su trabajo como empleado en una empresa de satélites comerciales.
El azar quiso que HiRISE se saltara una pequeña superficie de terreno contigua a la de esta instantánea clave. Croon, al notar la ausencia, envió una petición al Laboratorio Planetario y Lunar de Arizona, que opera la cámara, para que se fotografiase el área sin documentar, con la buena suerte de que una porción de la nueva imagen solapaba con la anterior y también incluía la ubicación de la Beagle 2. Esta vez sí la vio.
Imagen real (recortada) de la sonda sobre la superficie de Marte, creada a partir de la superposición de varias fotografías tomadas por la cámara HiRISE.
Emocionado, envió una nueva petición, que leía: “He localizado posibles piezas de la Beagle 2 dentro de la elipse de aterrizaje sigma-1, ver mapa. Propongo que el objeto del centro y el de la esquina superior derecha no son incompatibles con una sonda desplegada y con un escudo térmico, respectivamente. Podría haber un tercer objeto con libertad de movimiento (¿un airbag desinflado o paracaídas?) cerca de la esquina inferior derecha. […] Sugiero tomar una fotografía nueva de la zona (90.429E 11.526N) a color para comprobar si la presunta sonda muestra anomalías en su coloración. ¡Gracias por considerar mi petición! Michael Croon.”
Efectivamente, las imágenes a color mostraron destellos metálicos en el objeto central que contrastaban con los reflejos rojos difusos en la superficie oxidada de la planicie de Isidis. Todavía hubo que superponer varias fotografías más, tomadas a lo largo de unos meses, para producir una imagen con la resolución suficiente para convencer al mundo. En ella se aprecia la figura lobulada de la Beagle 2 con algunos paneles desplegados y una pieza móvil que podría ser la cubierta trasera del módulo, aún atada a su paracaídas.
“Fue una decepción no recuperar datos de la Beagle 2”, dice el científico planetario John Bridges, del Centro de Investigación Espacial de la Universidad de Leicester, en Reino Unido. “Pero no fue una pérdida inútil”, matiza: “La tecnología desarrollada para la sonda, como las cámaras y los espectrógrafos, ha servido para otras misiones espaciales. Y las personas que integramos el equipo de la Beagle 2 hemos aplicado la experiencia y conocimientos que adquirimos a los nuevos proyectos. Aterrizar en Marte es difícil, y ahora sabemos que prácticamente lo conseguimos”.
Las lecciones aprendidas de la Beagle 2 ayudarán con la siguiente misión de la ESA al planeta rojo: ExoMars. Este vehículo llegará a Marte en 2020 para continuar el trabajo de otras misiones astrobiológicas como Curiosity Rover de la NASA, que ya ha detectado la presencia de lagos y ríos ancestrales. ExoMars, al igual que la Beagle 2, estará dotada con una barrena para tomar muestras del suelo, pero además incluirá nuevos instrumentos para detectar señales químicas de vida.
Fuente: El País
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