El universo azteca se hace patente como microcosmos en un estanque
Una representación del mítico universo azteca ha sido descubierta en un estanque natural cercano al volcán Iztaccihuatl, en el centro de México.
Algunos mitos mesoamericanos sobre la creación del mundo señalan que Cipactli (el monstruo de la tierra) flotaba sobre las aguas primigenias y a partir de su cuerpo se creó el cielo y la tierra.
En este sentido, Nahualac, un sitio ubicado en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, a 3.780 metros de altitud, podría emular dicha concepción. La existencia allí de un tetzacualco (adoratorio) en medio de un estanque natural y el efecto óptico que se produce en el espejo de agua, del que pareciera que la estructura emana, hace sugerir que el lugar es la representación de un tiempo y espacio primigenio, un modelo miniatura del universo.
Es la opinión de la arqueóloga Iris del Rocío Hernández Bautista, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México, responsable de esta investigación arqueológica.
“La intención de que el agua rodeara elementos arquitectónicos rituales específicos parece haber sido una parte importante dentro del pensamiento mesoamericano; lo vemos en Tenochtitlan, o en la Ciudadela, en Teotihuacan”, explica en un comunicado.
Nahualac, donde se trabaja desde 2016, consta de dos áreas. La primera y principal es un estanque estacional dentro del cual se construyó en la época prehispánica un templo rectangular de piedras apiladas sin ningún tipo de argamasa conocido como tetzacualco (de 11.5 x 9.8 metros). Actualmente se pueden apreciar las esquinas y los arranques de los muros, además de algunos montículos de piedras que lo rodean.
La segunda área se localiza a 150 metros al sureste de la estructura, sobre un amplio valle donde brotan manantiales. Ahí se han hallado piezas cerámicas con elementos decorativos asociados a Tláloc, deidad de la lluvia.
“En esa área se identificaron materiales cerámicos en superficie, algunos de ellos identificados del tipo Coyotlatelco (750-900 d.C.), Mazapa (850 a 900 d.C.) y Complejo Tollan (900-1150 d.C.). En conjunto, las evidencias arqueológicas abarcan un área aproximada de 300 por 100 metros”.
Actualmente, los materiales líticos y lapidarios recuperados se encuentran en proceso de análisis. Las piezas corresponden principalmente a navajillas prismáticas de obsidiana, fragmentos de artefactos de pizarra y algunos objetos de esquisto gris y rosa, en los cuales se examinan las huellas de uso y procedencia de materias primas.
Sobre los restos orgánicos, se trata de sedimentos en asociación con carbón y fragmentos de un material esquistoso pulido color rosa, recuperados del interior de varios cajetes trípodes dispuestos como ofrenda. Su estudio podrá dar pistas sobre cuál era el contenido de los recipientes al momento de ser enterrados en la zona de ofrendas.
De acuerdo con exploraciones anteriores de la zona y las investigaciones en proceso, se puede inferir que Nahualac es la representación de un espacio ritual donde el culto a Tláloc es evidente, aunque no exclusivo, ya que también guarda relación con las entidades femeninas del agua y la tierra.
Iris Hernández propone que existió un control ritual del agua proveniente de manantiales cercanos para irrigar el estanque con el objetivo de provocar un efecto visual en el que pareciera que la estructura y los montículos de piedra flotaran sobre el espejo de agua, lo que a su vez refleja el pasaje circundante.
“Esos efectos visuales, además de las características de los elementos que conforman el sitio y la relación que guardan entre ellos, hacen suponer que Nahualac pudo representar un microcosmos que evoca a las aguas primigenias y el inicio del tiempo-espacio mítico”.
En su opinión, el entorno natural que rodea el estanque también guarda un estrecho vínculo con los significados rituales del espejo y el quincunce mesoamericano, es decir, la representación de los cuatro rumbos del universo, cuyo centro manifiesta el punto de encuentro entre los planos cósmicos.
Fuente: Europa Press
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