‘Thriller’ laboral
Munir Hachemi escribe una autoficción que sirve como denuncia social, política, sanitaria y económica
Munir Hachemi nació en Madrid en 1989, es licenciado en Filología Hispánica y autor de relatos y dos novelas autoeditadas. La editorial Periférica se arriesga con buen criterio con Cosas vivas, el primer trabajo de Hachemi en edición convencional. El resultado, que el propio autor ha bautizado como thriller laboral, es un ajuste de eso tan traído como la autoficción en su apartado buenas noticias. Es decir, cuando al autor le da por retorcerle el brazo a la realidad narrativa para que explique al mismo tiempo lo que me pasó y lo que pasa.
El viaje de cuatro amigos —entre ellos, el autor— para trabajar como temporeros en granjas animales en Francia hizo nacer la idea de que sus autores —tres en el viaje “real”— escribieran cada uno un cuento para publicarlos y tratar de venderlos mediante el boca a boca. Sin embargo, a Munir Hachemi se le desbocó el cuento hacia la novela corta, y eso es Cosas vivas, una novela corta que muta de piel —y casi de género— en cada una de sus ocho partes, sobre los raíles sólidos del thriller, sin que eso sea lo más importante. Funciona el suspense, que no es poco, pero, como suele suceder con los buenos escritores, la cuestión es que da igual lo que me expliques mientras me lo expliques tú. La empresa tiene más mérito cuando se nos ofrece como un artificio desde un buen principio. El juego es interesante y está casi siempre bien llevado por su autor. Una autoficción que no solo sirve para la definición del yo ante lo vivido/narrado, sino también sirve como denuncia social, política, sanitaria y económica: a la industria cárnica en los términos realizados, al racismo, a la precariedad laboral y económica, a la voracidad de la propia esencia del capitalismo. La autoficción como arma y escudo al mismo tiempo. Una autoficción que se presenta como la imposibilidad de asumir lo real, el intento de todos nosotros de hacer la vida verosímil. Una técnica narrativa que es relevante cuando el hecho de que haya sucedido en la vida del escritor nos afecte no solo como lectores, sino también como seres humanos. Y ahí está esta novela de Hachemi colándonos bendita trola narrativa —a ratos morosa, todo hay que decirlo— de limitarse a redactar un diario de lo que les pasó a él y a sus tres amigos durante ese verano iniciático —de hecho lo fue, Hachemi regresó de él siendo vegetariano—.
Cosas vivas acierta en la extensión, tiene personalidad y juega con la ramificación narrativa al hacernos avanzar en línea recta entre círculos de información anexa, recordándonos que, aunque parezca que vencemos en nuestro intento de explicarnos como narración —y atrapar todas las pistas pululando alrededor—, el resultado es y será un espejismo. La vida no tiene sentido narrativo ni conocemos todas las causas y efectos, y estos pueden ni estar relacionados, ni los finales ni las conversaciones ni los personajes persiguen su sentido dentro de un argumento. Buscamos que nuestra vida real sea verosímil para entenderla y apaciguarnos, y solo —o además— somos cosas vivas, salvajes, narraciones sin intención ni brillantez.
Cosas vivas. Munir Hachemi. Periférica, 2018. 153 páginas. 16 euros.
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