ENSAYO
De actualidad a historia
'Un país en crisis' recoge 25 textos publicados en medios españoles entre 1929 y 1939 y muestra que en periodismo hay mucho inventado
Un país en crisis recoge 25 textos publicados en medios españoles entre 1929 y 1939: años de fuego que se inician con la crisis económica mundial y llegan hasta la guerra que Juan Goytisolo llamaba incivil. Florecieron entonces, explica Sergi Doria, autor de la selección y del prólogo, las revistas ilustradas. Aquí se ofrecen sólo las palabras, sin imágenes. No es poco.
Los escritos muestran que en periodismo hay mucho inventado. Antes que Gunter Wallraf, Josefina Carabias se hizo camarera de hotel durante una semana para contar la vida de estas mujeres; Carles Sentís fingió ser alguien que deseaba desplazarse clandestinamente de Murcia a Barcelona en autocares ilegales (los “transmiserianos”). Ignacio Carral se introdujo en el hampa. Algunos reportajes reflejan la miseria y otros enfocan el mundo de la fama: Irene Polo acompaña hasta Sitges a Buster Keaton (tenía prohibido por contrato sonreír ante una cámara); Braulio Solsona narra la visita a Barcelona de una envejecida Mistinguett, sorprendida de que fuera de París también se percibiera su declive.
Hay relatos historicistas: Josep Pla describe el ambiente revolucionario general; Ignacio Agustí, las paredes y las miradas de Madrid en febrero de 1936; Ramón J. Sender, la matanza de Casas Viejas; Agustí Calvet (Gaziel), la proclamación de la república catalana el 6 de octubre de 1934. Y, menos trágicamente, Paulino Massip explica cómo los ricos evadían divisas.
Los periodistas combatían el tópico que de España se difundía fuera, especialmente en Francia. La realidad, repiten los redactores, no se percibe a vuela pluma. Para captarla y describirla hace falta trabajo.
Sólo dos artículos son posteriores a la sublevación de 1936: Agustín de Foxá visita una checa en la Barcelona ocupada por las tropas rebeldes, y Gabriel Trillas Blázquez explicas las noches (frías, duras) en la playa de Argelès.
La mayoría son textos vibrantes y brillantes. Su lectura puede sugerir que hay cosas que no cambian: no hay transmiserianos, pero hay pateras; no hay 20 chinos que compartan habitación en el Barrio Chino de Barcelona (ya ni siquiera se le llama así), pero sigue habiendo viviendas con sobreocupación. Y hasta podría parecer aplicable al presente el párrafo que cuenta la declaración de la república catalana en 1934: “Equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente, en el preciso instante en que Cataluña, tras largos siglos de sumisión, había logrado, sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España hasta erigirse en verdadero árbitro”.
Pero se ve también cómo en apenas un siglo ha cambiado España. La generalización de la enseñanza y la universalización de la sanidad (a principios de los ochenta) facilita que una madre no diga, mirando a su hijo herniado, “me han dicho que pasándolo la mañana de San Juan por debajo de un guindo, se le irá el mal”. Hoy preferiría ir al médico. Y también resulta inconcebible la pintada que vio Agustí en el Madrid del 36: “Gil Robles triunfará por los votos de las mujeres; pero no gobernará porque no lo consentiremos los hombres”. Eso no significa que no se pueda mejorar. Por ejemplo, sigue habiendo hambre. Una nueva Magda Donato podría hacer una cola donde se reparte comida a los pobres. Y escribir, como entonces: “Uno de los más imperdonables estragos que realiza la miseria en el alma humana consiste en llevarla al hábito de la humillación voluntaria”.
Un país en crisis. Crónicas españolas de los años 30. Sergi Doria (editor). Edhasa, 2019. 318 páginas. 19 euros.
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