En Budismo, hablamos de la importancia de la ley de causa y efecto.
Cuando uno recibe la iniciación y hace la práctica de Tara, ella debería ser vista con fe en que ella es la personificación de todas las actividades de todos los Budas. De esta manera uno debería aprender a rezar a la diosa Bodhisatva Tara. Sin ningún lugar a duda ella es capaz de despejar y pacificar todos los miedos.
Tanto Tara como el Buda femenino Vajrayogini son uno en esencia, ya que ambas son diosas de sabiduría, diosas iluminadas. Incluso aunque uno no sea capaz de practicar todos los detalles de los once yogas de Vajrayogini, aquél que realmente sabe cómo rezar profundamente a la diosa Tara recibirá los mismos beneficios.
A menudo, junto con el refugio y la generación del deseo de liberar a todos los seres, uno también recita la oración de las siete ramas, que se encuentra cerca del principio de muchas sadhanas. Las siete ramas son: rendir homenaje, hacer la confesión, regocijarse de las virtudes de los demás, adoptar la determinación del pensamiento de la Iluminación de la Bodhichitta, pedir que se gire la rueda del Dharma, pedir que no se pase al nirvana y la dedicación del mérito. Cada una de estas ramas revela un componente importante del camino.
Habiendo tomado refugio y rendido homenaje, uno ve a Tara como el único objeto de refugio en el que depositamos nuestra fe. Éste es el primero de los cuatro poderes de la confesión, que es la segunda rama. El primer poder de la confesión es ‘el poder del altar’. Ahora uno está listo para confesar acciones erróneas con un fuerte arrepentimiento, al igual que una persona que ha tomado veneno por equivocación y por tanto se arrepiente genuinamente de ese error. Uno ve cuán nocivo es haber cometido esas acciones erróneas, y, con remordimiento y arrepentimiento, uno confiesa. Éste es el segundo de los poderes de la confesión, ‘el poder del arrepentimiento’.
El tercer poder de la confesión es ‘el poder del antídoto’; en pocas palabras, esto significa prometer con sinceridad nunca repetir la conducta negativa de nuevo. Como resultado de esto, todas las negatividades serán reparadas y la virtud será reestablecida y reavivada. Este es el cuarto de los poderes, ‘el poder de la renovación o restauración’. A menos de que confesemos las acciones negativas, seguimos acumulando continuamente causas de sufrimiento.
Un ejemplo de la tercera de las siete ramas, la rama del regocijo en la virtud, se ilustra en la historia del mendigo que se regocijó en los méritos de un rey que ofreció un festín espléndido para el Buda. Por su regocijo, el mendigo acumuló incluso más mérito que el mismo rey. Similarmente, si conoces a alguien que ha completado la recitación de muchos millones de mantras, si te regocijas de su práctica, eres capaz de compartir su gran mérito.
Esto ilustra que incluso sin un gran esfuerzo por parte nuestra a través del regocijo en el mérito de los demás, uno es capaz de ganar un vasto cúmulo de mérito.
Otra de las siete ramas es la petición a los Budas para que giren la rueda del Dharma. Sin este tipo de peticiones, las enseñanzas no llegan a los seres sintientes. Esto está ilustrado en la vida del Buda Shakiamuni.
Cuando el Buda se iluminó, hizo una famosa declaración que está recogida en los sutras:
“He encontrado un Dharma que es como el néctar, es luz clara no compuesta, profundo y pacífico, más allá de la elaboración conceptual. Si lo explicara, otros no lo entenderían, por tanto permaneceré en el bosque sin hablar”
En respuesta a esto, el dios Brahma, el creador, pidió al Buda que girara la rueda del Dharma de acuerdo a las necesidades particulares de las variedades de seres sintientes.
El final de las siete ramas es la dedicación de méritos. La rama de dedicación de los méritos es la más importante de las siete. Cualquier meditación, cualquier práctica o acción virtuosa que uno lleve a cabo, uno debería siempre dedicar los méritos para que nuestra virtud no sea disipada.
Si no dedicamos el mérito, por muy grande que sea, no será de mucho beneficio comparado con el mérito que ha sido dedicado, ¡y el resultado de nuestras acciones podría incluso conducirnos a otro lugar! Por otro lado, por más pequeña que sea la virtud o acción meritoria que uno haya efectuado, por dedicar los méritos de esa acción, los beneficios irán creciendo y creciendo.
Por ejemplo, por más pequeño que sea un acto de generosidad, como podría ser dar un trago de agua a una persona sedienta, si es seguido por una dedicación de mérito, irá aumentando en nuestro almacén de virtud. Sin la dedicación, incluso la virtud ganada a través de grandes actos se agota fácilmente.
Las escrituras budistas enseñan que un momento de enfado puede destruir grandes cantidades de mérito no dedicado. El enfado es la más destructiva de las emociones aflictivas. Dedicamos cualquier mérito que generamos para que no pueda ser destruido por nuestros pensamientos negativos, palabras y hechos.
Se enseña que la paciencia sirve como antídoto al enfado. La virtud acumulada a través de la práctica de la virtud es inmensa. Cuales quiera que sean las palabras abusivas dichas en tu contra, simplemente practica la paciencia.
Puesto que esto es tan importante, hagamos una pausa aquí para considerar las virtudes de practicar paciencia.
La paciencia se cuenta como una de las seis o las diez paramitas, las perfecciones de los Bodhisatvas. Hay tres tipos de paciencia. La mejor de éstas tres es conocer la vacuidad de todas las cosas. La siguiente mejor es la paciencia no vengativa, en donde uno no toma represalias o se venga contra los demás que han abusado de nosotros o se han portado mal con nosotros. Esto significa que uno acepta voluntariamente cualquier sufrimiento o daño que pueda ser amontonado sobre uno sin devolverlo.
La práctica de la paciencia es una de las formas más altas de ascetismo. A través de esta práctica, toda la agresión será pacificada por sí misma. Cuando dos comunidades entran en conflicto, si una de éstas es capaz de ejercer paciencia, la disputa entre las dos puede disminuir y gradualmente disiparse del todo.
La paciencia es algunas veces considerada como la más alta de las virtudes; es muy sagrada. Si uno ha practicado paciencia, eso conduce directamente a renacer con una forma hermosa. Aunque pensamos que haber nacido hermoso es debido a alguna forma de herencia de nuestros padres, de hecho es ampliamente debido al mérito de practicar la paciencia en vidas anteriores.
Efectivamente, la buena fortuna de renacer como un ser humano es debida a la práctica de ética, de acciones morales, en las vidas pasadas. Pero no todos los humanos nacen con una forma hermosa; solo aquellos que han practicado paciencia son agraciados con tal apariencia.
Aquellos que son pacientes, generalmente son admirados por todo el mundo; desde reyes y dignatarios hasta la persona más ordinaria, todos respetarán a quien es paciente. Esto es debido a que la paciencia consume nuestra ira, la causa del peor sufrimiento. No hay ninguna no-virtud como el enfado o el odio; destruye todas las semillas de virtud. En cambio, practicar la paciencia destruye el enfado y el odio. Realmente no existe ninguna virtud que pueda parecerse a la virtud de la paciencia.
Otra de las seis o diez paramitas o perfecciones de los Bodhisatvas es la perfección de la diligencia. En cualquier tarea que te propongas emprender, deberás aplicar entusiasmo a tu empresa. Si tienes diligencia o perseverancia, puedes incluso llegar a hacer un hoyo en una piedra usando tus propias manos. La práctica de la perseverancia en esta vida le dará a uno la capacidad de hacer las cosas rápida y exitosamente en vidas futuras, sin encontrar muchos obstáculos.
Otra de las paramitas o perfecciones es la perfección de la concentración. Los beneficios del entrenamiento en la concentración son que uno se vuelve una persona satisfecha y pacífica, tranquila y que se toma las circunstancias con calma. Uno siente que su mente es fácil de controlar y que las cosas están bien, tal como deberían estar. Estas son algunas de las virtudes del karma positivo que surge mediante la perfección de la concentración.
De especial importancia es la prajna paramita, la perfección de la sabiduría. Le otorga a uno la habilidad para discernir entre circunstancias con claridad mental, al igual que un razonamiento claro.
La ley del karma, de causa y efecto, es infalible; nunca te fallará. Las no-virtudes definitivamente crean infelicidad. Incluso aunque uno tenga la buena fortuna de nacer como un ser humano, si las causas de las no-virtudes están presentes en uno, éstas crearán sufrimiento de forma perpetua, inclusive habiendo obtenido un renacimiento superior como el de ser humano.
Los reinos de sufrimiento como los infiernos son el resultado de los propios pensamientos y acciones negativos. No hay “lugares” como el infierno. Los fuegos infernales son la manifestación de odio irresuelto y negatividad acumulada en la mente. Estos oscurecimientos kármicos se manifiestan en lo que aparece como un mundo real o reino de existencia que uno ha de experimentar. Debido al karma negativo, uno tiene una percepción distorsionada de toda la realidad, y no realiza que cualquier realidad que uno parece estar experimentando ha sido, de hecho, creada por la propia mente.
Todas las prácticas de meditación deben estructurarse de acuerdo a las tres excelencias: aquello que es virtuoso al principio, aquello que es virtuoso en el medio, y aquello que es virtuoso al final.
En la meditación, lo más importante es la meditación en la Vacuidad. Todos los logros de los Budas son el resultado de la meditación en la Vacuidad. Nosotros mismos no nos hemos convertido en Budas aún, debido a que no hemos meditado de forma efectiva en la Vacuidad.
Lo que es virtuoso al principio es el refugio. Lo que es virtuoso en el medio es la parte principal o central de la práctica. Lo que es virtuoso al final es la dedicación de méritos. Por tanto, podemos ver que tomar refugio es la base de toda la práctica consiguiente.
En la antigua Escuela de Traducción hablaban de los nueve vehículos del Budismo, que incluyen seis vehículos tántricos, mientras que en la Escuela de Traducción posterior se habla de cuatro vehículos o clases de tantra: Kriya o tantra de acción; Charya o tantra de realización; Yoga tantra; y Anuttarayogatantra o tantra yoga insuperable.
En la práctica de Kriyatantra, uno visualiza a la deidad, como la diosa Tara, en el espacio arriba y enfrente, y uno piensa que uno mismo es un súbdito leal suplicando a un rey o una reina, esperando recibir su amabilidad. Ésta es la naturaleza de la relación entre el meditador y la deidad en el Kriyatantra. En el Charyatantra, considerarías a la deidad como un amigo, un amigo a quien pides algún favor, ayuda o bendiciones. En el Charya o tantra de realización, la relación entre el meditador y la deidad es como la que hay entre dos amigos.
En el Yogatantra, uno unifica la propia naturaleza con la naturaleza de la deidad, unificando la propia apariencia con la apariencia de Tara. En el Anuttarayogatantra, uno no se visualiza a uno mismo y a la deidad como teniendo una naturaleza separada. En base a esto, uno transforma el propio cuerpo, la propia palabra y la propia mente ordinarios en el cuerpo, la palabra y la mente sagrados de Tara.
Para poder hacer esto debes haber recibido el permiso-iniciación. Esto es lo que te capacita para transformar tu cuerpo ordinario en el cuerpo divino, tu palabra ordinaria en habla iluminada, y tus pensamientos mundanos en la sabiduría de la diosa Tara a través de la meditación en la Vacuidad.
Cuando uno recibe la iniciación y hace la práctica de Tara, ella debería ser vista con fe en que ella es la personificación de todas las actividades de todos los Budas. De esta manera uno debería aprender a rezar a la diosa Bodhisatva Tara. Sin ningún lugar a duda ella es capaz de despejar y pacificar todos los miedos.
Tanto Tara como el Buda femenino Vajrayogini son uno en esencia, ya que ambas son diosas de sabiduría, diosas iluminadas. Incluso aunque uno no sea capaz de practicar todos los detalles de los once yogas de Vajrayogini, aquél que realmente sabe cómo rezar profundamente a la diosa Tara recibirá los mismos beneficios.
A menudo, junto con el refugio y la generación del deseo de liberar a todos los seres, uno también recita la oración de las siete ramas, que se encuentra cerca del principio de muchas sadhanas. Las siete ramas son: rendir homenaje, hacer la confesión, regocijarse de las virtudes de los demás, adoptar la determinación del pensamiento de la Iluminación de la Bodhichitta, pedir que se gire la rueda del Dharma, pedir que no se pase al nirvana y la dedicación del mérito. Cada una de estas ramas revela un componente importante del camino.
Habiendo tomado refugio y rendido homenaje, uno ve a Tara como el único objeto de refugio en el que depositamos nuestra fe. Éste es el primero de los cuatro poderes de la confesión, que es la segunda rama. El primer poder de la confesión es ‘el poder del altar’. Ahora uno está listo para confesar acciones erróneas con un fuerte arrepentimiento, al igual que una persona que ha tomado veneno por equivocación y por tanto se arrepiente genuinamente de ese error. Uno ve cuán nocivo es haber cometido esas acciones erróneas, y, con remordimiento y arrepentimiento, uno confiesa. Éste es el segundo de los poderes de la confesión, ‘el poder del arrepentimiento’.
El tercer poder de la confesión es ‘el poder del antídoto’; en pocas palabras, esto significa prometer con sinceridad nunca repetir la conducta negativa de nuevo. Como resultado de esto, todas las negatividades serán reparadas y la virtud será reestablecida y reavivada. Este es el cuarto de los poderes, ‘el poder de la renovación o restauración’. A menos de que confesemos las acciones negativas, seguimos acumulando continuamente causas de sufrimiento.
Un ejemplo de la tercera de las siete ramas, la rama del regocijo en la virtud, se ilustra en la historia del mendigo que se regocijó en los méritos de un rey que ofreció un festín espléndido para el Buda. Por su regocijo, el mendigo acumuló incluso más mérito que el mismo rey. Similarmente, si conoces a alguien que ha completado la recitación de muchos millones de mantras, si te regocijas de su práctica, eres capaz de compartir su gran mérito.
Esto ilustra que incluso sin un gran esfuerzo por parte nuestra a través del regocijo en el mérito de los demás, uno es capaz de ganar un vasto cúmulo de mérito.
Otra de las siete ramas es la petición a los Budas para que giren la rueda del Dharma. Sin este tipo de peticiones, las enseñanzas no llegan a los seres sintientes. Esto está ilustrado en la vida del Buda Shakiamuni.
Cuando el Buda se iluminó, hizo una famosa declaración que está recogida en los sutras:
“He encontrado un Dharma que es como el néctar, es luz clara no compuesta, profundo y pacífico, más allá de la elaboración conceptual. Si lo explicara, otros no lo entenderían, por tanto permaneceré en el bosque sin hablar”
En respuesta a esto, el dios Brahma, el creador, pidió al Buda que girara la rueda del Dharma de acuerdo a las necesidades particulares de las variedades de seres sintientes.
El final de las siete ramas es la dedicación de méritos. La rama de dedicación de los méritos es la más importante de las siete. Cualquier meditación, cualquier práctica o acción virtuosa que uno lleve a cabo, uno debería siempre dedicar los méritos para que nuestra virtud no sea disipada.
Si no dedicamos el mérito, por muy grande que sea, no será de mucho beneficio comparado con el mérito que ha sido dedicado, ¡y el resultado de nuestras acciones podría incluso conducirnos a otro lugar! Por otro lado, por más pequeña que sea la virtud o acción meritoria que uno haya efectuado, por dedicar los méritos de esa acción, los beneficios irán creciendo y creciendo.
Por ejemplo, por más pequeño que sea un acto de generosidad, como podría ser dar un trago de agua a una persona sedienta, si es seguido por una dedicación de mérito, irá aumentando en nuestro almacén de virtud. Sin la dedicación, incluso la virtud ganada a través de grandes actos se agota fácilmente.
Las escrituras budistas enseñan que un momento de enfado puede destruir grandes cantidades de mérito no dedicado. El enfado es la más destructiva de las emociones aflictivas. Dedicamos cualquier mérito que generamos para que no pueda ser destruido por nuestros pensamientos negativos, palabras y hechos.
Se enseña que la paciencia sirve como antídoto al enfado. La virtud acumulada a través de la práctica de la virtud es inmensa. Cuales quiera que sean las palabras abusivas dichas en tu contra, simplemente practica la paciencia.
Puesto que esto es tan importante, hagamos una pausa aquí para considerar las virtudes de practicar paciencia.
La paciencia se cuenta como una de las seis o las diez paramitas, las perfecciones de los Bodhisatvas. Hay tres tipos de paciencia. La mejor de éstas tres es conocer la vacuidad de todas las cosas. La siguiente mejor es la paciencia no vengativa, en donde uno no toma represalias o se venga contra los demás que han abusado de nosotros o se han portado mal con nosotros. Esto significa que uno acepta voluntariamente cualquier sufrimiento o daño que pueda ser amontonado sobre uno sin devolverlo.
La práctica de la paciencia es una de las formas más altas de ascetismo. A través de esta práctica, toda la agresión será pacificada por sí misma. Cuando dos comunidades entran en conflicto, si una de éstas es capaz de ejercer paciencia, la disputa entre las dos puede disminuir y gradualmente disiparse del todo.
La paciencia es algunas veces considerada como la más alta de las virtudes; es muy sagrada. Si uno ha practicado paciencia, eso conduce directamente a renacer con una forma hermosa. Aunque pensamos que haber nacido hermoso es debido a alguna forma de herencia de nuestros padres, de hecho es ampliamente debido al mérito de practicar la paciencia en vidas anteriores.
Efectivamente, la buena fortuna de renacer como un ser humano es debida a la práctica de ética, de acciones morales, en las vidas pasadas. Pero no todos los humanos nacen con una forma hermosa; solo aquellos que han practicado paciencia son agraciados con tal apariencia.
Aquellos que son pacientes, generalmente son admirados por todo el mundo; desde reyes y dignatarios hasta la persona más ordinaria, todos respetarán a quien es paciente. Esto es debido a que la paciencia consume nuestra ira, la causa del peor sufrimiento. No hay ninguna no-virtud como el enfado o el odio; destruye todas las semillas de virtud. En cambio, practicar la paciencia destruye el enfado y el odio. Realmente no existe ninguna virtud que pueda parecerse a la virtud de la paciencia.
Otra de las seis o diez paramitas o perfecciones de los Bodhisatvas es la perfección de la diligencia. En cualquier tarea que te propongas emprender, deberás aplicar entusiasmo a tu empresa. Si tienes diligencia o perseverancia, puedes incluso llegar a hacer un hoyo en una piedra usando tus propias manos. La práctica de la perseverancia en esta vida le dará a uno la capacidad de hacer las cosas rápida y exitosamente en vidas futuras, sin encontrar muchos obstáculos.
Otra de las paramitas o perfecciones es la perfección de la concentración. Los beneficios del entrenamiento en la concentración son que uno se vuelve una persona satisfecha y pacífica, tranquila y que se toma las circunstancias con calma. Uno siente que su mente es fácil de controlar y que las cosas están bien, tal como deberían estar. Estas son algunas de las virtudes del karma positivo que surge mediante la perfección de la concentración.
De especial importancia es la prajna paramita, la perfección de la sabiduría. Le otorga a uno la habilidad para discernir entre circunstancias con claridad mental, al igual que un razonamiento claro.
La ley del karma, de causa y efecto, es infalible; nunca te fallará. Las no-virtudes definitivamente crean infelicidad. Incluso aunque uno tenga la buena fortuna de nacer como un ser humano, si las causas de las no-virtudes están presentes en uno, éstas crearán sufrimiento de forma perpetua, inclusive habiendo obtenido un renacimiento superior como el de ser humano.
Los reinos de sufrimiento como los infiernos son el resultado de los propios pensamientos y acciones negativos. No hay “lugares” como el infierno. Los fuegos infernales son la manifestación de odio irresuelto y negatividad acumulada en la mente. Estos oscurecimientos kármicos se manifiestan en lo que aparece como un mundo real o reino de existencia que uno ha de experimentar. Debido al karma negativo, uno tiene una percepción distorsionada de toda la realidad, y no realiza que cualquier realidad que uno parece estar experimentando ha sido, de hecho, creada por la propia mente.
Todas las prácticas de meditación deben estructurarse de acuerdo a las tres excelencias: aquello que es virtuoso al principio, aquello que es virtuoso en el medio, y aquello que es virtuoso al final.
En la meditación, lo más importante es la meditación en la Vacuidad. Todos los logros de los Budas son el resultado de la meditación en la Vacuidad. Nosotros mismos no nos hemos convertido en Budas aún, debido a que no hemos meditado de forma efectiva en la Vacuidad.
Lo que es virtuoso al principio es el refugio. Lo que es virtuoso en el medio es la parte principal o central de la práctica. Lo que es virtuoso al final es la dedicación de méritos. Por tanto, podemos ver que tomar refugio es la base de toda la práctica consiguiente.
En la antigua Escuela de Traducción hablaban de los nueve vehículos del Budismo, que incluyen seis vehículos tántricos, mientras que en la Escuela de Traducción posterior se habla de cuatro vehículos o clases de tantra: Kriya o tantra de acción; Charya o tantra de realización; Yoga tantra; y Anuttarayogatantra o tantra yoga insuperable.
En la práctica de Kriyatantra, uno visualiza a la deidad, como la diosa Tara, en el espacio arriba y enfrente, y uno piensa que uno mismo es un súbdito leal suplicando a un rey o una reina, esperando recibir su amabilidad. Ésta es la naturaleza de la relación entre el meditador y la deidad en el Kriyatantra. En el Charyatantra, considerarías a la deidad como un amigo, un amigo a quien pides algún favor, ayuda o bendiciones. En el Charya o tantra de realización, la relación entre el meditador y la deidad es como la que hay entre dos amigos.
En el Yogatantra, uno unifica la propia naturaleza con la naturaleza de la deidad, unificando la propia apariencia con la apariencia de Tara. En el Anuttarayogatantra, uno no se visualiza a uno mismo y a la deidad como teniendo una naturaleza separada. En base a esto, uno transforma el propio cuerpo, la propia palabra y la propia mente ordinarios en el cuerpo, la palabra y la mente sagrados de Tara.
Para poder hacer esto debes haber recibido el permiso-iniciación. Esto es lo que te capacita para transformar tu cuerpo ordinario en el cuerpo divino, tu palabra ordinaria en habla iluminada, y tus pensamientos mundanos en la sabiduría de la diosa Tara a través de la meditación en la Vacuidad.
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