En Budismo, hablamos de la importancia de la ley de causa y efecto.
Cuando uno recibe la iniciación y hace la práctica de Tara, ella debería ser vista con fe en que ella es la personificación de todas las actividades de todos los Budas. De esta manera uno debería aprender a rezar a la diosa Bodhisatva Tara. Sin ningún lugar a duda ella es capaz de despejar y pacificar todos los miedos.
Tanto Tara como el Buda femenino Vajrayogini son uno en esencia, ya que ambas son diosas de sabiduría, diosas iluminadas. Incluso aunque uno no sea capaz de practicar todos los detalles de los once yogas de Vajrayogini, aquél que realmente sabe cómo rezar profundamente a la diosa Tara recibirá los mismos beneficios.
A menudo, junto con el refugio y la generación del deseo de liberar a todos los seres, uno también recita la oración de las siete ramas, que se encuentra cerca del principio de muchas sadhanas. Las siete ramas son: rendir homenaje, hacer la confesión, regocijarse de las virtudes de los demás, adoptar la determinación del pensamiento de la Iluminación de la Bodhichitta, pedir que se gire la rueda del Dharma, pedir que no se pase al nirvana y la dedicación del mérito. Cada una de estas ramas revela un componente importante del camino.
Habiendo tomado refugio y rendido homenaje, uno ve a Tara como el único objeto de refugio en el que depositamos nuestra fe. Éste es el primero de los cuatro poderes de la confesión, que es la segunda rama. El primer poder de la confesión es ‘el poder del altar’. Ahora uno está listo para confesar acciones erróneas con un fuerte arrepentimiento, al igual que una persona que ha tomado veneno por equivocación y por tanto se arrepiente genuinamente de ese error. Uno ve cuán nocivo es haber cometido esas acciones erróneas, y, con remordimiento y arrepentimiento, uno confiesa. Éste es el segundo de los poderes de la confesión, ‘el poder del arrepentimiento’.
El tercer poder de la confesión es ‘el poder del antídoto’; en pocas palabras, esto significa prometer con sinceridad nunca repetir la conducta negativa de nuevo. Como resultado de esto, todas las negatividades serán reparadas y la virtud será reestablecida y reavivada. Este es el cuarto de los poderes, ‘el poder de la renovación o restauración’. A menos de que confesemos las acciones negativas, seguimos acumulando continuamente causas de sufrimiento.
Un ejemplo de la tercera de las siete ramas, la rama del regocijo en la virtud, se ilustra en la historia del mendigo que se regocijó en los méritos de un rey que ofreció un festín espléndido para el Buda. Por su regocijo, el mendigo acumuló incluso más mérito que el mismo rey. Similarmente, si conoces a alguien que ha completado la recitación de muchos millones de mantras, si te regocijas de su práctica, eres capaz de compartir su gran mérito.
Esto ilustra que incluso sin un gran esfuerzo por parte nuestra a través del regocijo en el mérito de los demás, uno es capaz de ganar un vasto cúmulo de mérito.
Otra de las siete ramas es la petición a los Budas para que giren la rueda del Dharma. Sin este tipo de peticiones, las enseñanzas no llegan a los seres sintientes. Esto está ilustrado en la vida del Buda Shakiamuni.
Cuando el Buda se iluminó, hizo una famosa declaración que está recogida en los sutras:
“He encontrado un Dharma que es como el néctar, es luz clara no compuesta, profundo y pacífico, más allá de la elaboración conceptual. Si lo explicara, otros no lo entenderían, por tanto permaneceré en el bosque sin hablar”
En respuesta a esto, el dios Brahma, el creador, pidió al Buda que girara la rueda del Dharma de acuerdo a las necesidades particulares de las variedades de seres sintientes.
El final de las siete ramas es la dedicación de méritos. La rama de dedicación de los méritos es la más importante de las siete. Cualquier meditación, cualquier práctica o acción virtuosa que uno lleve a cabo, uno debería siempre dedicar los méritos para que nuestra virtud no sea disipada.
Si no dedicamos el mérito, por muy grande que sea, no será de mucho beneficio comparado con el mérito que ha sido dedicado, ¡y el resultado de nuestras acciones podría incluso conducirnos a otro lugar! Por otro lado, por más pequeña que sea la virtud o acción meritoria que uno haya efectuado, por dedicar los méritos de esa acción, los beneficios irán creciendo y creciendo.
Por ejemplo, por más pequeño que sea un acto de generosidad, como podría ser dar un trago de agua a una persona sedienta, si es seguido por una dedicación de mérito, irá aumentando en nuestro almacén de virtud. Sin la dedicación, incluso la virtud ganada a través de grandes actos se agota fácilmente.
Las escrituras budistas enseñan que un momento de enfado puede destruir grandes cantidades de mérito no dedicado. El enfado es la más destructiva de las emociones aflictivas. Dedicamos cualquier mérito que generamos para que no pueda ser destruido por nuestros pensamientos negativos, palabras y hechos.
Se enseña que la paciencia sirve como antídoto al enfado. La virtud acumulada a través de la práctica de la virtud es inmensa. Cuales quiera que sean las palabras abusivas dichas en tu contra, simplemente practica la paciencia.
Puesto que esto es tan importante, hagamos una pausa aquí para considerar las virtudes de practicar paciencia.
La paciencia se cuenta como una de las seis o las diez paramitas, las perfecciones de los Bodhisatvas. Hay tres tipos de paciencia. La mejor de éstas tres es conocer la vacuidad de todas las cosas. La siguiente mejor es la paciencia no vengativa, en donde uno no toma represalias o se venga contra los demás que han abusado de nosotros o se han portado mal con nosotros. Esto significa que uno acepta voluntariamente cualquier sufrimiento o daño que pueda ser amontonado sobre uno sin devolverlo.
La práctica de la paciencia es una de las formas más altas de ascetismo. A través de esta práctica, toda la agresión será pacificada por sí misma. Cuando dos comunidades entran en conflicto, si una de éstas es capaz de ejercer paciencia, la disputa entre las dos puede disminuir y gradualmente disiparse del todo.
La paciencia es algunas veces considerada como la más alta de las virtudes; es muy sagrada. Si uno ha practicado paciencia, eso conduce directamente a renacer con una forma hermosa. Aunque pensamos que haber nacido hermoso es debido a alguna forma de herencia de nuestros padres, de hecho es ampliamente debido al mérito de practicar la paciencia en vidas anteriores.
Efectivamente, la buena fortuna de renacer como un ser humano es debida a la práctica de ética, de acciones morales, en las vidas pasadas. Pero no todos los humanos nacen con una forma hermosa; solo aquellos que han practicado paciencia son agraciados con tal apariencia.
Aquellos que son pacientes, generalmente son admirados por todo el mundo; desde reyes y dignatarios hasta la persona más ordinaria, todos respetarán a quien es paciente. Esto es debido a que la paciencia consume nuestra ira, la causa del peor sufrimiento. No hay ninguna no-virtud como el enfado o el odio; destruye todas las semillas de virtud. En cambio, practicar la paciencia destruye el enfado y el odio. Realmente no existe ninguna virtud que pueda parecerse a la virtud de la paciencia.
Otra de las seis o diez paramitas o perfecciones de los Bodhisatvas es la perfección de la diligencia. En cualquier tarea que te propongas emprender, deberás aplicar entusiasmo a tu empresa. Si tienes diligencia o perseverancia, puedes incluso llegar a hacer un hoyo en una piedra usando tus propias manos. La práctica de la perseverancia en esta vida le dará a uno la capacidad de hacer las cosas rápida y exitosamente en vidas futuras, sin encontrar muchos obstáculos.
Otra de las paramitas o perfecciones es la perfección de la concentración. Los beneficios del entrenamiento en la concentración son que uno se vuelve una persona satisfecha y pacífica, tranquila y que se toma las circunstancias con calma. Uno siente que su mente es fácil de controlar y que las cosas están bien, tal como deberían estar. Estas son algunas de las virtudes del karma positivo que surge mediante la perfección de la concentración.
De especial importancia es la prajna paramita, la perfección de la sabiduría. Le otorga a uno la habilidad para discernir entre circunstancias con claridad mental, al igual que un razonamiento claro.
La ley del karma, de causa y efecto, es infalible; nunca te fallará. Las no-virtudes definitivamente crean infelicidad. Incluso aunque uno tenga la buena fortuna de nacer como un ser humano, si las causas de las no-virtudes están presentes en uno, éstas crearán sufrimiento de forma perpetua, inclusive habiendo obtenido un renacimiento superior como el de ser humano.
Los reinos de sufrimiento como los infiernos son el resultado de los propios pensamientos y acciones negativos. No hay “lugares” como el infierno. Los fuegos infernales son la manifestación de odio irresuelto y negatividad acumulada en la mente. Estos oscurecimientos kármicos se manifiestan en lo que aparece como un mundo real o reino de existencia que uno ha de experimentar. Debido al karma negativo, uno tiene una percepción distorsionada de toda la realidad, y no realiza que cualquier realidad que uno parece estar experimentando ha sido, de hecho, creada por la propia mente.
Todas las prácticas de meditación deben estructurarse de acuerdo a las tres excelencias: aquello que es virtuoso al principio, aquello que es virtuoso en el medio, y aquello que es virtuoso al final.
En la meditación, lo más importante es la meditación en la Vacuidad. Todos los logros de los Budas son el resultado de la meditación en la Vacuidad. Nosotros mismos no nos hemos convertido en Budas aún, debido a que no hemos meditado de forma efectiva en la Vacuidad.
Lo que es virtuoso al principio es el refugio. Lo que es virtuoso en el medio es la parte principal o central de la práctica. Lo que es virtuoso al final es la dedicación de méritos. Por tanto, podemos ver que tomar refugio es la base de toda la práctica consiguiente.
En la antigua Escuela de Traducción hablaban de los nueve vehículos del Budismo, que incluyen seis vehículos tántricos, mientras que en la Escuela de Traducción posterior se habla de cuatro vehículos o clases de tantra: Kriya o tantra de acción; Charya o tantra de realización; Yoga tantra; y Anuttarayogatantra o tantra yoga insuperable.
En la práctica de Kriyatantra, uno visualiza a la deidad, como la diosa Tara, en el espacio arriba y enfrente, y uno piensa que uno mismo es un súbdito leal suplicando a un rey o una reina, esperando recibir su amabilidad. Ésta es la naturaleza de la relación entre el meditador y la deidad en el Kriyatantra. En el Charyatantra, considerarías a la deidad como un amigo, un amigo a quien pides algún favor, ayuda o bendiciones. En el Charya o tantra de realización, la relación entre el meditador y la deidad es como la que hay entre dos amigos.
En el Yogatantra, uno unifica la propia naturaleza con la naturaleza de la deidad, unificando la propia apariencia con la apariencia de Tara. En el Anuttarayogatantra, uno no se visualiza a uno mismo y a la deidad como teniendo una naturaleza separada. En base a esto, uno transforma el propio cuerpo, la propia palabra y la propia mente ordinarios en el cuerpo, la palabra y la mente sagrados de Tara.
Para poder hacer esto debes haber recibido el permiso-iniciación. Esto es lo que te capacita para transformar tu cuerpo ordinario en el cuerpo divino, tu palabra ordinaria en habla iluminada, y tus pensamientos mundanos en la sabiduría de la diosa Tara a través de la meditación en la Vacuidad.
Cuando uno recibe la iniciación y hace la práctica de Tara, ella debería ser vista con fe en que ella es la personificación de todas las actividades de todos los Budas. De esta manera uno debería aprender a rezar a la diosa Bodhisatva Tara. Sin ningún lugar a duda ella es capaz de despejar y pacificar todos los miedos.
Tanto Tara como el Buda femenino Vajrayogini son uno en esencia, ya que ambas son diosas de sabiduría, diosas iluminadas. Incluso aunque uno no sea capaz de practicar todos los detalles de los once yogas de Vajrayogini, aquél que realmente sabe cómo rezar profundamente a la diosa Tara recibirá los mismos beneficios.
A menudo, junto con el refugio y la generación del deseo de liberar a todos los seres, uno también recita la oración de las siete ramas, que se encuentra cerca del principio de muchas sadhanas. Las siete ramas son: rendir homenaje, hacer la confesión, regocijarse de las virtudes de los demás, adoptar la determinación del pensamiento de la Iluminación de la Bodhichitta, pedir que se gire la rueda del Dharma, pedir que no se pase al nirvana y la dedicación del mérito. Cada una de estas ramas revela un componente importante del camino.
Habiendo tomado refugio y rendido homenaje, uno ve a Tara como el único objeto de refugio en el que depositamos nuestra fe. Éste es el primero de los cuatro poderes de la confesión, que es la segunda rama. El primer poder de la confesión es ‘el poder del altar’. Ahora uno está listo para confesar acciones erróneas con un fuerte arrepentimiento, al igual que una persona que ha tomado veneno por equivocación y por tanto se arrepiente genuinamente de ese error. Uno ve cuán nocivo es haber cometido esas acciones erróneas, y, con remordimiento y arrepentimiento, uno confiesa. Éste es el segundo de los poderes de la confesión, ‘el poder del arrepentimiento’.
El tercer poder de la confesión es ‘el poder del antídoto’; en pocas palabras, esto significa prometer con sinceridad nunca repetir la conducta negativa de nuevo. Como resultado de esto, todas las negatividades serán reparadas y la virtud será reestablecida y reavivada. Este es el cuarto de los poderes, ‘el poder de la renovación o restauración’. A menos de que confesemos las acciones negativas, seguimos acumulando continuamente causas de sufrimiento.
Un ejemplo de la tercera de las siete ramas, la rama del regocijo en la virtud, se ilustra en la historia del mendigo que se regocijó en los méritos de un rey que ofreció un festín espléndido para el Buda. Por su regocijo, el mendigo acumuló incluso más mérito que el mismo rey. Similarmente, si conoces a alguien que ha completado la recitación de muchos millones de mantras, si te regocijas de su práctica, eres capaz de compartir su gran mérito.
Esto ilustra que incluso sin un gran esfuerzo por parte nuestra a través del regocijo en el mérito de los demás, uno es capaz de ganar un vasto cúmulo de mérito.
Otra de las siete ramas es la petición a los Budas para que giren la rueda del Dharma. Sin este tipo de peticiones, las enseñanzas no llegan a los seres sintientes. Esto está ilustrado en la vida del Buda Shakiamuni.
Cuando el Buda se iluminó, hizo una famosa declaración que está recogida en los sutras:
“He encontrado un Dharma que es como el néctar, es luz clara no compuesta, profundo y pacífico, más allá de la elaboración conceptual. Si lo explicara, otros no lo entenderían, por tanto permaneceré en el bosque sin hablar”
En respuesta a esto, el dios Brahma, el creador, pidió al Buda que girara la rueda del Dharma de acuerdo a las necesidades particulares de las variedades de seres sintientes.
El final de las siete ramas es la dedicación de méritos. La rama de dedicación de los méritos es la más importante de las siete. Cualquier meditación, cualquier práctica o acción virtuosa que uno lleve a cabo, uno debería siempre dedicar los méritos para que nuestra virtud no sea disipada.
Si no dedicamos el mérito, por muy grande que sea, no será de mucho beneficio comparado con el mérito que ha sido dedicado, ¡y el resultado de nuestras acciones podría incluso conducirnos a otro lugar! Por otro lado, por más pequeña que sea la virtud o acción meritoria que uno haya efectuado, por dedicar los méritos de esa acción, los beneficios irán creciendo y creciendo.
Por ejemplo, por más pequeño que sea un acto de generosidad, como podría ser dar un trago de agua a una persona sedienta, si es seguido por una dedicación de mérito, irá aumentando en nuestro almacén de virtud. Sin la dedicación, incluso la virtud ganada a través de grandes actos se agota fácilmente.
Las escrituras budistas enseñan que un momento de enfado puede destruir grandes cantidades de mérito no dedicado. El enfado es la más destructiva de las emociones aflictivas. Dedicamos cualquier mérito que generamos para que no pueda ser destruido por nuestros pensamientos negativos, palabras y hechos.
Se enseña que la paciencia sirve como antídoto al enfado. La virtud acumulada a través de la práctica de la virtud es inmensa. Cuales quiera que sean las palabras abusivas dichas en tu contra, simplemente practica la paciencia.
Puesto que esto es tan importante, hagamos una pausa aquí para considerar las virtudes de practicar paciencia.
La paciencia se cuenta como una de las seis o las diez paramitas, las perfecciones de los Bodhisatvas. Hay tres tipos de paciencia. La mejor de éstas tres es conocer la vacuidad de todas las cosas. La siguiente mejor es la paciencia no vengativa, en donde uno no toma represalias o se venga contra los demás que han abusado de nosotros o se han portado mal con nosotros. Esto significa que uno acepta voluntariamente cualquier sufrimiento o daño que pueda ser amontonado sobre uno sin devolverlo.
La práctica de la paciencia es una de las formas más altas de ascetismo. A través de esta práctica, toda la agresión será pacificada por sí misma. Cuando dos comunidades entran en conflicto, si una de éstas es capaz de ejercer paciencia, la disputa entre las dos puede disminuir y gradualmente disiparse del todo.
La paciencia es algunas veces considerada como la más alta de las virtudes; es muy sagrada. Si uno ha practicado paciencia, eso conduce directamente a renacer con una forma hermosa. Aunque pensamos que haber nacido hermoso es debido a alguna forma de herencia de nuestros padres, de hecho es ampliamente debido al mérito de practicar la paciencia en vidas anteriores.
Efectivamente, la buena fortuna de renacer como un ser humano es debida a la práctica de ética, de acciones morales, en las vidas pasadas. Pero no todos los humanos nacen con una forma hermosa; solo aquellos que han practicado paciencia son agraciados con tal apariencia.
Aquellos que son pacientes, generalmente son admirados por todo el mundo; desde reyes y dignatarios hasta la persona más ordinaria, todos respetarán a quien es paciente. Esto es debido a que la paciencia consume nuestra ira, la causa del peor sufrimiento. No hay ninguna no-virtud como el enfado o el odio; destruye todas las semillas de virtud. En cambio, practicar la paciencia destruye el enfado y el odio. Realmente no existe ninguna virtud que pueda parecerse a la virtud de la paciencia.
Otra de las seis o diez paramitas o perfecciones de los Bodhisatvas es la perfección de la diligencia. En cualquier tarea que te propongas emprender, deberás aplicar entusiasmo a tu empresa. Si tienes diligencia o perseverancia, puedes incluso llegar a hacer un hoyo en una piedra usando tus propias manos. La práctica de la perseverancia en esta vida le dará a uno la capacidad de hacer las cosas rápida y exitosamente en vidas futuras, sin encontrar muchos obstáculos.
Otra de las paramitas o perfecciones es la perfección de la concentración. Los beneficios del entrenamiento en la concentración son que uno se vuelve una persona satisfecha y pacífica, tranquila y que se toma las circunstancias con calma. Uno siente que su mente es fácil de controlar y que las cosas están bien, tal como deberían estar. Estas son algunas de las virtudes del karma positivo que surge mediante la perfección de la concentración.
De especial importancia es la prajna paramita, la perfección de la sabiduría. Le otorga a uno la habilidad para discernir entre circunstancias con claridad mental, al igual que un razonamiento claro.
La ley del karma, de causa y efecto, es infalible; nunca te fallará. Las no-virtudes definitivamente crean infelicidad. Incluso aunque uno tenga la buena fortuna de nacer como un ser humano, si las causas de las no-virtudes están presentes en uno, éstas crearán sufrimiento de forma perpetua, inclusive habiendo obtenido un renacimiento superior como el de ser humano.
Los reinos de sufrimiento como los infiernos son el resultado de los propios pensamientos y acciones negativos. No hay “lugares” como el infierno. Los fuegos infernales son la manifestación de odio irresuelto y negatividad acumulada en la mente. Estos oscurecimientos kármicos se manifiestan en lo que aparece como un mundo real o reino de existencia que uno ha de experimentar. Debido al karma negativo, uno tiene una percepción distorsionada de toda la realidad, y no realiza que cualquier realidad que uno parece estar experimentando ha sido, de hecho, creada por la propia mente.
Todas las prácticas de meditación deben estructurarse de acuerdo a las tres excelencias: aquello que es virtuoso al principio, aquello que es virtuoso en el medio, y aquello que es virtuoso al final.
En la meditación, lo más importante es la meditación en la Vacuidad. Todos los logros de los Budas son el resultado de la meditación en la Vacuidad. Nosotros mismos no nos hemos convertido en Budas aún, debido a que no hemos meditado de forma efectiva en la Vacuidad.
Lo que es virtuoso al principio es el refugio. Lo que es virtuoso en el medio es la parte principal o central de la práctica. Lo que es virtuoso al final es la dedicación de méritos. Por tanto, podemos ver que tomar refugio es la base de toda la práctica consiguiente.
En la antigua Escuela de Traducción hablaban de los nueve vehículos del Budismo, que incluyen seis vehículos tántricos, mientras que en la Escuela de Traducción posterior se habla de cuatro vehículos o clases de tantra: Kriya o tantra de acción; Charya o tantra de realización; Yoga tantra; y Anuttarayogatantra o tantra yoga insuperable.
En la práctica de Kriyatantra, uno visualiza a la deidad, como la diosa Tara, en el espacio arriba y enfrente, y uno piensa que uno mismo es un súbdito leal suplicando a un rey o una reina, esperando recibir su amabilidad. Ésta es la naturaleza de la relación entre el meditador y la deidad en el Kriyatantra. En el Charyatantra, considerarías a la deidad como un amigo, un amigo a quien pides algún favor, ayuda o bendiciones. En el Charya o tantra de realización, la relación entre el meditador y la deidad es como la que hay entre dos amigos.
En el Yogatantra, uno unifica la propia naturaleza con la naturaleza de la deidad, unificando la propia apariencia con la apariencia de Tara. En el Anuttarayogatantra, uno no se visualiza a uno mismo y a la deidad como teniendo una naturaleza separada. En base a esto, uno transforma el propio cuerpo, la propia palabra y la propia mente ordinarios en el cuerpo, la palabra y la mente sagrados de Tara.
Para poder hacer esto debes haber recibido el permiso-iniciación. Esto es lo que te capacita para transformar tu cuerpo ordinario en el cuerpo divino, tu palabra ordinaria en habla iluminada, y tus pensamientos mundanos en la sabiduría de la diosa Tara a través de la meditación en la Vacuidad.
La muerte de Suddhodana (el gran padre de Buda)
Cerca de la ciudad de Vaisali, había una inmensa leña que le habían presentado al Maestro, y allí estaba viviendo cuando le llegaron las noticias de que su padre, el Rey Suddhodana, se había enfermado. El rey era un anciano; la enfermedad fue grave; se temía que estaba muriendo. El Maestro decidió visitarlo y, volando por el aire, llegó a Kapilavastu.
El rey yacía tristemente en su sofá. Estaba jadeando por respirar. La muerte estaba muy cerca. Sin embargo, sonrió cuando vio a su hijo. Y el Maestro dijo estas palabras:
"Largo es el camino por el que has viajado, oh rey, y siempre te esforzaste por hacer el bien. No sabías nada de los malos deseos, tu corazón era inocente de odio y la ira nunca cegaba tu mente. Feliz es aquel que está entregado a hacer ¡Bien! ¡Feliz es aquel que mira hacia un estanque límpido y ve su rostro inmaculado, pero mucho más feliz es aquel que examina su mente y conoce la pureza de eso! Tu mente es pura, oh rey, y tu muerte tan tranquila como el final de un hermoso día."
"Bendito", dijo el rey, "entiendo ahora la inconstancia de los mundos. Estoy libre de todo deseo, estoy libre de las cadenas de la vida".
Una vez más, rindió homenaje al Buda. Luego se volvió hacia los sirvientes, reunidos en el pasillo.
"Amigos", dijo él, "debo haberte agraviado muchas veces, pero nunca me mostraste que llevabas maldad. Fuiste amable y bueno. Pero antes de morir, debo tener tu perdón. Lo malo que te hice fueron involuntarios, perdónenme, amigos ".
Los sirvientes estaban llorando. Murmuraron: "¡No, nunca nos ha agraviado, señor!" Suddhodana continuó:
"Y tú, Mahaprajapati, tú que fuiste mi consorte piadoso, tú a quien veo llorar, tranquiliza tu dolor. Mi muerte es una muerte feliz. Piensa en la gloria de este niño que has criado, míralo con todo su esplendor, y regocíjate ".
Él murió. El sol se ponía.
El Maestro dijo:
"He aquí el cuerpo de mi padre. Ya no es lo que era. Nadie ha conquistado la muerte. El que nace debe morir. Muestra tu celo por las buenas obras, camina en el camino que lleva a la sabiduría. Haz una lámpara de sabiduría, y las tinieblas se desvanecerán por sí mismas. No sigas las leyes malvadas, no siembre raíces venenosas, no aumente el mal en el mundo.
Al igual que el auriga que, habiendo dejado la carretera por un camino difícil, llora al ver un eje roto, así también el tonto, que se ha desviado de la ley, llora cuando cae en las garras de la muerte. El hombre sabio es la antorcha que ilumina al ignorante; él guía a la humanidad, porque él tiene ojos, y los otros son ciegos ".
El cuerpo fue llevado a una gran pila funeraria. El Maestro le prendió fuego, y mientras el cuerpo de su padre estaba siendo consumido por las llamas, mientras la gente de Kapilavastu lloró y lamentó, él repitió estas verdades sagradas:
"El sufrimiento es el nacimiento, el sufrimiento es la vejez, el sufrimiento es la enfermedad, el sufrimiento es la muerte. ¡O sed de ser llevado desde el nacimiento hasta el nacimiento! ¡Sed de poder, sed de placer, sed de ser, sed que son la fuente de todo sufrimiento! la sed del mal, el santo no te conoce, el santo que extingue sus deseos, el santo que conoce el noble camino de ocho pliegues ".
The Death of Suddhodana (Buddha’s great father)
NEAR the city of Vaisali, there was an immense wood that had been presented to the Master, and there he was living when the news came to him that his father, King Suddhodana, had fallen sick. The king was an old man; the illness was serious; it was feared that he was dying. The Master decided to visit him, and flying through the air he came to Kapilavastu.
The king lay mournfully on his couch. He was gasping for breath. Death was very near. Yet he smiled when he saw his son. And the Master spoke these words:
"Long is the road you have travelled, O king, and always did you strive to do good. You knew nothing of evil desires; your heart was innocent of hatred, and anger never blinded your mind. Happy is he who is given to doing good! Happy is he who looks into a limpid pool and sees his unsullied countenance, but far happier is he who examines his mind and knows the purity thereof! Your mind is pure, O king, and your death as calm as the close of a lovely day."
"Blessed One," said the king, "I understand now the inconstancy of the worlds. I am free of all desire; I am free of the chains of life."
Once again, he paid homage to the Buddha. Then he turned to the servants, assembled in the hall.
"Friends," said he, "I must have wronged you many times, yet never once did you show me that you bore malice. You were kind and good. But before I die, I must have your forgiveness. The wrongs I did you were unintentional; forgive me, Friends."
The servants were weeping. They murmured: "No, you have never wronged us, lord!" Suddhodana continued:
"And you, Mahaprajapati, you who were my pious consort, you whom I see in tears, calm your grief. My death is a happy death. Think of the glory of this child you brought up; gaze at him in all his splendor, and rejoice."
He died. The sun was setting.
The Master said:
"Behold my father's body. He is no longer what he was. No one has ever conquered death. He who is born must die. Show your zeal for good works; walk in the path that leads to wisdom. Make a lamp of wisdom, and darkness will vanish of its own accord. Do not follow evil laws; do not plant poisonous roots; do not add to the evil in the world.
Like the charioteer who, having left the highroad for a rough path, weeps at the sight of a broken axle, even so does the fool, who has strayed from the law, weep when he falls into the jaws of death. The wise man is the torch that gives light to the ignorant; he guides mankind, for he has eyes, and the others are sightless."
The body was carried to a great funeral pile. The Master set fire to it, and while his father's body was being consumed by the flames, while the people of Kapilavastu wept and lamented, he repeated these sacred truths:
"Suffering is birth, suffering is old age, suffering is sickness, suffering is death. O thirst to be led from birth to birth! Thirst for power, thirst for pleasure, thirst for being, thirsts that are the source of all suffering! O evil thirsts, the saint knows you not, the saint who extinguishes his desires, the saint who knows the noble eight-fold path."
Cerca de la ciudad de Vaisali, había una inmensa leña que le habían presentado al Maestro, y allí estaba viviendo cuando le llegaron las noticias de que su padre, el Rey Suddhodana, se había enfermado. El rey era un anciano; la enfermedad fue grave; se temía que estaba muriendo. El Maestro decidió visitarlo y, volando por el aire, llegó a Kapilavastu.
El rey yacía tristemente en su sofá. Estaba jadeando por respirar. La muerte estaba muy cerca. Sin embargo, sonrió cuando vio a su hijo. Y el Maestro dijo estas palabras:
"Largo es el camino por el que has viajado, oh rey, y siempre te esforzaste por hacer el bien. No sabías nada de los malos deseos, tu corazón era inocente de odio y la ira nunca cegaba tu mente. Feliz es aquel que está entregado a hacer ¡Bien! ¡Feliz es aquel que mira hacia un estanque límpido y ve su rostro inmaculado, pero mucho más feliz es aquel que examina su mente y conoce la pureza de eso! Tu mente es pura, oh rey, y tu muerte tan tranquila como el final de un hermoso día."
"Bendito", dijo el rey, "entiendo ahora la inconstancia de los mundos. Estoy libre de todo deseo, estoy libre de las cadenas de la vida".
Una vez más, rindió homenaje al Buda. Luego se volvió hacia los sirvientes, reunidos en el pasillo.
"Amigos", dijo él, "debo haberte agraviado muchas veces, pero nunca me mostraste que llevabas maldad. Fuiste amable y bueno. Pero antes de morir, debo tener tu perdón. Lo malo que te hice fueron involuntarios, perdónenme, amigos ".
Los sirvientes estaban llorando. Murmuraron: "¡No, nunca nos ha agraviado, señor!" Suddhodana continuó:
"Y tú, Mahaprajapati, tú que fuiste mi consorte piadoso, tú a quien veo llorar, tranquiliza tu dolor. Mi muerte es una muerte feliz. Piensa en la gloria de este niño que has criado, míralo con todo su esplendor, y regocíjate ".
Él murió. El sol se ponía.
El Maestro dijo:
"He aquí el cuerpo de mi padre. Ya no es lo que era. Nadie ha conquistado la muerte. El que nace debe morir. Muestra tu celo por las buenas obras, camina en el camino que lleva a la sabiduría. Haz una lámpara de sabiduría, y las tinieblas se desvanecerán por sí mismas. No sigas las leyes malvadas, no siembre raíces venenosas, no aumente el mal en el mundo.
Al igual que el auriga que, habiendo dejado la carretera por un camino difícil, llora al ver un eje roto, así también el tonto, que se ha desviado de la ley, llora cuando cae en las garras de la muerte. El hombre sabio es la antorcha que ilumina al ignorante; él guía a la humanidad, porque él tiene ojos, y los otros son ciegos ".
El cuerpo fue llevado a una gran pila funeraria. El Maestro le prendió fuego, y mientras el cuerpo de su padre estaba siendo consumido por las llamas, mientras la gente de Kapilavastu lloró y lamentó, él repitió estas verdades sagradas:
"El sufrimiento es el nacimiento, el sufrimiento es la vejez, el sufrimiento es la enfermedad, el sufrimiento es la muerte. ¡O sed de ser llevado desde el nacimiento hasta el nacimiento! ¡Sed de poder, sed de placer, sed de ser, sed que son la fuente de todo sufrimiento! la sed del mal, el santo no te conoce, el santo que extingue sus deseos, el santo que conoce el noble camino de ocho pliegues ".
The Death of Suddhodana (Buddha’s great father)
NEAR the city of Vaisali, there was an immense wood that had been presented to the Master, and there he was living when the news came to him that his father, King Suddhodana, had fallen sick. The king was an old man; the illness was serious; it was feared that he was dying. The Master decided to visit him, and flying through the air he came to Kapilavastu.
The king lay mournfully on his couch. He was gasping for breath. Death was very near. Yet he smiled when he saw his son. And the Master spoke these words:
"Long is the road you have travelled, O king, and always did you strive to do good. You knew nothing of evil desires; your heart was innocent of hatred, and anger never blinded your mind. Happy is he who is given to doing good! Happy is he who looks into a limpid pool and sees his unsullied countenance, but far happier is he who examines his mind and knows the purity thereof! Your mind is pure, O king, and your death as calm as the close of a lovely day."
"Blessed One," said the king, "I understand now the inconstancy of the worlds. I am free of all desire; I am free of the chains of life."
Once again, he paid homage to the Buddha. Then he turned to the servants, assembled in the hall.
"Friends," said he, "I must have wronged you many times, yet never once did you show me that you bore malice. You were kind and good. But before I die, I must have your forgiveness. The wrongs I did you were unintentional; forgive me, Friends."
The servants were weeping. They murmured: "No, you have never wronged us, lord!" Suddhodana continued:
"And you, Mahaprajapati, you who were my pious consort, you whom I see in tears, calm your grief. My death is a happy death. Think of the glory of this child you brought up; gaze at him in all his splendor, and rejoice."
He died. The sun was setting.
The Master said:
"Behold my father's body. He is no longer what he was. No one has ever conquered death. He who is born must die. Show your zeal for good works; walk in the path that leads to wisdom. Make a lamp of wisdom, and darkness will vanish of its own accord. Do not follow evil laws; do not plant poisonous roots; do not add to the evil in the world.
Like the charioteer who, having left the highroad for a rough path, weeps at the sight of a broken axle, even so does the fool, who has strayed from the law, weep when he falls into the jaws of death. The wise man is the torch that gives light to the ignorant; he guides mankind, for he has eyes, and the others are sightless."
The body was carried to a great funeral pile. The Master set fire to it, and while his father's body was being consumed by the flames, while the people of Kapilavastu wept and lamented, he repeated these sacred truths:
"Suffering is birth, suffering is old age, suffering is sickness, suffering is death. O thirst to be led from birth to birth! Thirst for power, thirst for pleasure, thirst for being, thirsts that are the source of all suffering! O evil thirsts, the saint knows you not, the saint who extinguishes his desires, the saint who knows the noble eight-fold path."
Cuando nos sentimos superados por una situación, aunque puede ser cierto que la situación está a nuestro alrededor, todavía podemos elevarnos mentalmente por encima de ella, y echar un segundo vistazo desde esa nueva perspectiva. Por ejemplo, si nos sentimos como si estuviéramos jugando en el agua y ahogándonos en un problema, podemos tratar de imaginarnos a nosotros mismos sentados en la cima de una montaña y examinando nuestra situación en el valle de abajo. Esto nos da una manera diferente de ver las cosas, y puede revelar nuevas opciones para responder.-Karmapa
When we feel overcome by a situation, although it may be true that the situation is there all around us, we can still mentally lift ourselves above it, and take a second look from that new perspective. For example, if we feel as if we are flailing in the water and drowning in a problem, we can try to imagine ourselves sitting on a mountaintop and surveying our situation in the valley below. This gives us a different way of seeing things, and can reveal new options for responding.
Karmapa
When we feel overcome by a situation, although it may be true that the situation is there all around us, we can still mentally lift ourselves above it, and take a second look from that new perspective. For example, if we feel as if we are flailing in the water and drowning in a problem, we can try to imagine ourselves sitting on a mountaintop and surveying our situation in the valley below. This gives us a different way of seeing things, and can reveal new options for responding.
Karmapa
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