CONVERSACIONES ESTÚPIDAS 5© [1]
By Víctor Norberto Cerasale Morteo®
No es necesario modificar el paisaje, es necesario cambiar el sentido de la mirada… No es necesario modificar el escenario, es necesario cambiar el sentido de nuestra participación en el preciso instante en que el hecho está ocurriendo… cuando lo que se modifica es el contenido del alma, el paisaje, aun siendo el mismo, será otro diferente, elevándose el “uno mismo”… ofreciendo sendas alternativas, quizás, a un mismo camino, tal vez a una bifurcación, posiblemente a una senda inesperada… agregando valor al propio destino… y hasta descubriendo rumbos en un nuevo camino… todo dura según lo que está escrito, a veces se extiende un poco más, hasta que caes en la cuenta que el empecinamiento no sirve, que no es útil permanecer insistiendo a quienes sin haberte echado, te han dejado solo, aislado, hablando de los beneficios que tu presencia les ha reportado, el oportunismo de haberte saqueado, el éxito de haberte despojado, el triunfo de verte arrodillado, o simplemente, el beneplácito por verte desplazado… ser empujado, es una forma de desprecio… todo dura según lo que ha sido escrito, nunca antes, nunca después… a veces se corta un poco antes, cuando caes en la cuenta que el lugar en donde estabas parado, ya ni siquiera eres bienvenido… las gentes cambian como el viento, cada vez que sus vidas atraviesan remolinos… las gentes cambian todo el tiempo, cada vez que doblan una esquina, cada vez que alguien se les arrima, cada vez que el alimento deja de ser comida, cada vez que no recuerdan aquello que se les olvida, cada vez que crean un pasado a su propia medida, cada vez que traen algo que no traían, cada vez que son parte de su propia mentira, siendo extraños a los ojos que miran… mirando a los ojos, con eso solo, ya niegan el siguiente día… entonces no se necesitan explicaciones, la respuesta consiste, justamente, en aquello que no fue dicho, que no se dijo, que nadie pronunció, porque cualquier palabra, en dichas instancias, ya estaba demás, sobraba… nunca es necesario apresurar las cosas, los frutos caen en su justo punto de maduración… si no lo hacen, si no caen, es que aun deben madurar… si al caer, ya maduros, los dejas en el suelo, sin recoger, seguro se perderán, se desperdiciarán… y la próxima cosecha se deberá esperar, para renovar el ciclo, de aquello que debe llegar… no es cuestión de sabidurías, tampoco de sabios, sólo es sentido común… el árbol está allí… sus raíces están por debajo nutriendo sus secretos… sus ramas hablan… sus hojas hablan… y sus ciclos se revelan en flores y frutos, cada uno a su tiempo… sólo es cuestión de sentarse a observar… tomarse el tiempo de observar qué sucede en cada tiempo… mientras tú circulas, el árbol permanece… si lo escuchas, te habla… si no le atiendes, no te habla… la naturaleza es sencilla, y de tanto que lo es, tiene una suerte de complejidad cuántica que pocos llegan a desentrañar, se trata de un fractal que es según lo que tus ojos alcanzan, se trata de un fractal que es según lo que tu entendimiento interpreta… lo que nos rodea nos enseña, siempre y cuando estemos abiertos a recibir la enseñanza, o bien, siempre y cuando estemos dispuestos a entender lo que se nos está diciendo… no hay palabras, hay hechos e interpretaciones… los hechos están a la vista pero hay que descifrarlos, mientras que las interpretaciones dependen de uno mismo, de sus cierres y sus aperturas, de la capacidad para entender de menor a mayor, de la habilidad para desentrañar lo que la ecuación ofrece y aporta… cada cosa lleva su tiempo, y a veces, entender demanda madurar la señal recibida, pensarla, meditarla, refrescarla, traerla y dejarla ir, verla alejarse y luego verla regresar… sólo las verdades son de un blanco inmaculado, algunas encandilan y no te permiten distinguirlas, son “tan verdades” que la gente les huye al apenas divisarlas… sólo las mentiras son de un negro impenetrable, algunas absorben tanta energía que es imposible determinarles la profundidad, y además, hasta dónde se expanden, cuáles son sus límites, hasta dónde llegan, a quiénes comprenden… luego, más tarde, arrecian los grises, y esos mismos grises son los que impregnan la vida, para lo cual es necesario disponer de la voluntad suficiente como saber qué aporta cada uno, qué ofrece cada uno, qué se puede y que no tomar de ellos, qué es conveniente considerar y qué no… ello demanda sapiencia, y desde luego, tiempo… ambas (sapiencia y tiempo) van de la mano… nada es espontáneo, y la “iluminación” pocas veces se da… por ello, cuando se produce, se trata de una gracia, de una bendición… donde la persona comprende mediante un “flash” qué es lo que se le ha mostrado, o bien, de qué ha podido participar, o bien, en qué ha podido intervenir, o bien, cuál ha sido la señal que se le ha enviado, sólo a él… allí, la sensación es de singular felicidad… pero, curiosamente, al mirar alrededor, se entiende que la experiencia es única y que no es trasmisible a nadie… es tan única que le pertenece únicamente al invitado a participar de ella… es tan única que no hay palabras que se ajusten a lo que ha sucedido… es tan única que las sensaciones se superponen unas a otras generando un deleite indescriptible… es tan única, que en definitiva, es “única”, y por lo tanto, irrepetible… y el hecho de que lo sea, hace que uno se sienta elegido, tocado por la varita mágica, alcanzado por la magia de la circunstancia, bendecido, agraciado… entonces, miras alrededor, y te encuentras que estás solo, que nadie más ha estado allí, que nadie más ha podido participar de ello, y que por lo tanto, dicha experiencia “única”, es ciertamente única, irrepetible… ¿qué más?... eso que ha tenido lugar, jamás volverá a ocurrir… y sin quererlo, sin buscarlo, sin siquiera pergeñarlo, has estado allí… como único convidado… todo aquello que no hay con qué pagarlo, justamente, es lo que tiene valor… todo lo demás, esas cosas a las que se les pone precio, en verdad, no valen nada… allí reside la diferencia entre lo que compras, y aquello otro que recibes por gracia divina… la diferencia relevante no está en la circunstancia, sino en lo que ella te deja impregnado en el alma… si te das cuenta, bien, te suma, te agrega valor, te completa o te complementa, te nutre o te alimenta… si no lo haces, si no te das cuenta, todo queda como estaba, la circunstancia se esfuma y tu sigues con tu camino… aquí no ha pasado nada… la diferencia entre consciencia e inconsciencia es ciertamente sencilla, reside en la capacidad del “uno mismo” para descubrir qué se te quiso decir, cuál fue la señal que se te envió, cuál fue el sentido de la gracia o cual el de la bendición… no puedes quedarte atado a ello, es un instante, y luego todo vuelve a ser como siempre fue… quizás dinámico… quizás monótono… tal vez vertiginoso… tal vez pausado… la vida continúa y comienzan a converger la memoria y los giros de los recuerdos, reparas en los instantes, y descubres que allí, hubo mucho más de lo que percibiste en primera instancia… esto es que vas desentrañando los paralelos de la experiencia… y una vez más, dicha reflexión, no tiene precio posible… por ello, te nutre de valor… de un valor que trasciende lo humano, que va más allá de cualquier acto humano… es una consubstanciación entre la circunstancia y la persona… es una especie de concesión divina… la revelación es un instante donde todo se conjuga… no hay explicación posible para el “momento”, simplemente se produce, simplemente se da, simplemente ocurre, simplemente tiene lugar, generándose una especie de campana donde nadie más participa… la campana es la esencia del cristal que determina la comunión… lo que sucede dentro está más allá de la comprensión humana… afuera el mundanal ruido sigue como siempre, inalterado, reiterándose en contradicciones y paradojas, repitiéndose en comprensiones e incomprensiones, evolucionando o involucionando, pero el dicho mundo exterior, ni siquiera percibe lo que está ocurriendo dentro de la campana… y dicha campana, está destinada sólo a quien fue elegido para el suceso, para nadie más… tal vez la vida es una sucesión de ellas (campanas) que tienen lugar sin darse cuenta… tal vez la vida es una cadena de hechos mágicos que se repiten sin que haya consciencia de ello… eso sólo lo saben quienes tienen la gracia de participar y darse cuenta… luego del hecho, luego de la circunstancia, la normalidad envuelve a la persona y la deja en un estado de felicidad que dura para siempre… el para “siempre” puede ser un simple segundo, o bien, puede ser una memoria reiterada que nutre el alma, que se lleva en el silencio del espíritu, y que regresa cada vez que ciertas imágenes se replican en el espacio de la consciencia… dicho “para siempre” pertenece únicamente al “uno mismo”, o si quieres, al “sí mismo”, y a nadie más, por lo tanto es tan “único” que se porta para “siempre”…
Estas gracias o estas bendiciones suceden a lo largo de la vida, a veces una sola vez, a veces en dos ocasiones diferentes, e incluso hasta en tres oportunidades distintas… habiendo quienes han tenido la gracia de participar de algunas más de ellas, lo cual es una “suerte” singular que hace que la persona se sienta identificada con un espacio cósmico que al mismo tiempo es místico, y que por lo tanto eleva el espíritu… desde luego, quien no ha tenido estas experiencias, entenderá que toda la descripción es parte de una entelequia propia de locos… justamente, allí reside la diferencia entre aquellos que viven su “acá” en un extraño “más allá”, y aquellos otros que sólo dimensionan algo si lo pueden tocar con sus manos… ser distintos es lo que hace que el mundo sea lo que es… unos están más allá del “sí mismo”, y anteponen el alma a sus rutinas, mientras que otros están aferrados a sus respectivos egos y eso es lo único que prevalece en sus espíritus… nadie es mejor, ni tampoco nadie es peor, simplemente cada uno es lo que lleva en su esencia… y eso, no se puede modificar… porque se trata de una simple cuestión de “contenidos”… quien trajo alma, se llevará alma… quien trajo ego, se llevará ego… pero en definitiva, cada quien habrá agregado valor a aquello que trajo en su esencia… valor agregado al alma… peso específico agregado al ego…
La mística es algo inherente al “uno mismo”… y dicha mística representa una conexión etérea con el cosmos… no hay palabras para explicarla y simplemente, la persona se limita a llevarla consigo como parte de sus cosas, como parte de su camino, como parte de su vida, como una revelación del “sí mismo” desprendido en un viaje astral que se desarrolla en continuado… porque dicha conexión está más allá de la propia persona y la incluye en todos los momentos de su tiempo… dicho de otra manera, dicha conexión viaja con el karma, por lo tanto es indivisible… permanece por fuera del tiempo humano… permanece por fuera del tiempo terrestre, entonces, una vez más, la conexión es universal, espacial y por lo tanto, cósmica… nadie recuerda cómo es la que trajo… nadie tiene presente cómo es que está unido místicamente a ello, simplemente sucede y hay que dejarlo fluir… ser parte… dejarse llevar sin pedir nada a cambio… en el cosmos, ven, escuchan, y atienden a los mortales sin necesidad de ruegos… mientras tanto la oración es algo semejante a una escala que asciende el espíritu hacia planos superiores… planos que no existen en la dimensión terrestre sino que lo hacen en la contigua, en una sucesión de paralelos simultáneos que llegan hasta vaya a saber dónde… llevando el alma a un viaje sin fin, donde el espíritu se vivifica sin necesidad de estar atado a un cuerpo… sin necesidad de saberse denso… sin necesidad de estar aplicado a un destino… desprendido y despojado, navegando la esencia del “sí mismo” en un tránsito sin límites, donde la búsqueda genera una comunión de energías entre el alma, el espíritu y la consciencia y sus estados supremos.. la geometría de dichas energías agrega valor a la trilogía que compone la esencia, la nutre, y la multiplica, para luego desplegarla al modo de una vela… llevando una dirección precisa… la del alma… ninguna otra… sólo la dirección que lleva el alma…
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