CONVERSACIONES ESTÚPIDAS 5© [17]
By Víctor Norberto Cerasale Morteo®
Él tenía ciertas dificultades para comunicarse, pero aunque se lo podía tildar de violento, en verdad no lo era, se trataba de un ser recluido en el sí mismo, que encendía la radio apenas despertaba y la apagaba antes de dormir, su rutina era demasiado “rutina”, se sumergía en sus labores y se ahogaba en ellas… se consumía en su propia impotencia y reaccionaba según el sentimiento que lo movía, por lo tanto era impredecible… teníamos muchas coincidencias, pero también teníamos profundas diferencias, nunca logré saber si eran más coincidencias que diferencias, pero siempre tuve la sensación de que nuestras cuentas no eran parejas, tampoco arrojaban cero, yo representaba para él una carga, y el ser parte de un recuerdo trágico me colocaba en un lugar molesto, incómodo, que él soportaba como podía, como entendía, como le encajaba… él se adaptaba a los estados de injusticia que impone la vida, que imponen las circunstancias, y estaba acostumbrado a acondicionar sus necesidades y seguir adelante como se podía… mi caso, era todo lo contrario, jamás me adapté a los estados de la injusticia en cualquiera de sus formas, no me acostumbraba a admitir la violencia, ni el ninguneo, ni tampoco la falsa consideración que te palmea la espalda para luego apuñalarte, siempre me costó atravesar dichas circunstancias, pero siempre me sobrepuse y seguí adelante a pesar de lo que fuese… he sido incapaz de aceptar la mentira… he sido incapaz de admitir la traición… he sido incapaz de admitir la burla… he sido, quizás, demasiado tolerante… he buscado, quizás, el ser sensible a los sentires ajenos… eso ya creaba una gran diferencia en las actitudes, pero justo es reconocer que su vida no había sido fácil, ya que él mismo se había peleado con su padre, primero, y con su madre, después, así es que había vivido solo desde los dieciocho años, allá por el treinta y pico del siglo pasado, época difícil si las ha habido, quizás tanto como la actual, tal vez siempre fue igual y a cada uno le parece que lo tremendo es lo que le toca en suerte… sin embargo, se pudo sobreponer, estudió como pudo, y llegó a recibirse de ingeniero aeronáutico, aunque después de muchas idas y venidas, decidió alquilar un pequeño taller, allá en la república de Mataderos, en la olvidada parte de Buenos Aires, y allí se dedicó a la electricidad del automotor, a resolver ciertos problemas de mecánica, y a vivir de ello… eso supone que, vivir de ello, significaba alimentar las necesidades de su segunda esposa, y de, en ese momento, un hijo que sonaba a “inconveniente”, ya que provenía de otro matrimonio, frustrado por la tempranamente muerte de una esposa enferma (mí madre), nadie sabía de qué, al menos no en aquellos albores de los cincuenta… pero la vida se recompone, y continúa con lo que sigue, aun cuando uno no logre entender qué es lo que está pasando… el segundo matrimonio se consumó en el año 1954, en una iglesia de una las tantas calles de virreyes, en la ciudad de Buenos Aires… no hubo fiesta, sí un brindis… fui testigo privilegiado… aunque no tanto… estaba allí porque no me habían podido colocar en otra parte…
Solía ser amable, también afable… era muy educado y siempre le daba la derecha a su nueva esposa… una descendiente de árabes cristianos procedentes de Siria, unos, y del Líbano, recientemente creado, otros… los nombres no importan, los apellidos, tampoco… en aquellos años se pensaba que el hombre no debe estar solo… en aquellos mismos años, se pensaba que la mujer tampoco debe estar sola, so pena de volverse solterona… luego, visto a la distancia, la pareja no era tan pareja, pero funcionaba, tolerándose las disfunciones, al comienzo más, con el tiempo, menos… ella provenía de una familia rica que había caído en el abismo por esas cosas raras del destino, así es que de vivir con lujos, había pasado a sobrevivir, sus padres lo aceptaban, ella no, su hermano seguía con su vida, ella no… para ella, todo resultaba una humillación… él, por su parte, venía de remarla y remarla, había estado muy bien económicamente hablando, hasta la enfermedad de mi madre, donde todo había sucumbido, llevándose los bienestares a la remismísima mierda… o sea, se habían juntado dos almas en desgracia, a efectos de atravesar una gracia, pero a veces la gracia que tienes en la mano, no es apreciada, y eso le sucedía a ambos… pero de eso se trata la vida, es decir, la vida de eso se trata, o la entiendes, o te embarga, o te subes al tren, o éste te atropella… lejos quedaban la casa de la calle Bacacay, a escasa cuadra y media de la Plaza Flores… lejos quedaba la casa de Chapadmalal… más lejos quedaba la estación de servicios de avenida Alberdi y no se qué… todo quedaba lejos, nada quedaba cerca, y en el medio estaba yo como testigo y como mochila… alemanes del Volga le habían ofrecido comprarme, pero en un rapto de humanismo, él no había aceptado y ella no había querido… tal vez yo, lo hubiese preferido, pero a pesar de saberlo, nadie me preguntó…
Cuando a él le faltaban palabras, detrás venía el golpe, así es que me había acostumbrado a recibir una educación propia de la época, a los tortazos… debo confesar que los golpes venían cuando a él no le quedaban recursos, cosa que sucedía con mucha frecuencia… debo confesar que los golpes de la segunda madre venían con menos frecuencia, pero cuando lo hacían eran de una violencia inusitada, y siempre salía con muchos moretones que duraban semanas, digamos que se sacaba las ganas… lo suficiente como para poder decir que tuve una niñez de mierda… una adolescencia de mierda… lo cual me condujo a una juventud de mierda y una adultez temprana, también de mierda… pero no es una queja en lo absoluto… ni siquiera es un reclamo… es lo que es porque fue lo que fue, lo tenía asumido tanto como aceptado… no había para otra cosa, y mis vínculos de aquellos años, padecían circunstancias similares… me río, me acuerdo que una vez el cura, de segundo grado superior, me castigó por no sé qué insolencia mía… me pegó duro, en la cabeza, con la chaska… que era un llamador de madera coronado por una bola también de madera dura, para que le prestaran atención, al sacerdote devenido en maestro… se acercó y me preguntó: ¿te dolió?... mi respuesta fue: “no”… entonces el golpe que le siguió fue brutal… es decir, te pegaban en la escuela y te pegaban en tu casa, y si no era con la mano, era con la Chaska, y si no con un latiguillo de soga, y si no con una varilla… así es que había que andar con cuidado para no ser víctima por demás… no obstante ello, la historia se repetía una y otra vez… de la escuela de curas me salvé cuando me pasaron a la escuela pública, allí al menos no pegaban y ya era mucho decir… sabía entonces que sólo sería víctima en un solo lado… pero era un alumno más o menos aplicado que se reía de todo y de todos… cosa que le caía muy mal a algunos y peor a otros… pero eso siempre fue así, por lo que me acostumbré a ser mal mirado por algunos, y peor por otros, la risa por entonces no era bien vista, y el humor mucho menos, sin embargo mi humor casi británico era lo que me sostenía… de cualquier forma, eran tiempos donde los alumnos rebeldes iban a parar a la dirección, y luego llamaban a los padres, y más tarde venían las explicaciones, y después los castigos, y después los golpes… hasta que se reacomodaban las cosas y todo volvía a empezar… siempre igual…
Aquel día había sido fatídico… desde iniciado, no nos habíamos entendido… él estaba a contramano y yo, supongo, también… no había escuela… mi segunda madre no me quería en casa… así es que había ido junto con él al taller, para ayudar, supuestamente a colaborar… en un ida y vuelta de palabras, algo salió disparado de su mano y me pasó tan cerca que no pude verlo venir, me quedé petrificado, un frío me corrió por la espalda… sólo me di cuenta que había impactado contra la estantería del costado, se trataba de un martillo de los grandes… me quedé tieso… mirándolo… mirando la herramienta… no escuché los gritos que siguieron… no me quedaba alma para atender las razones… permanecí en silencio… me recogí en la propia soledad… limpié algunos repuestos con kerosene y el día siguió como si nada… algo, ése día, se había roto…
Tiempo después, se repitió el escenario… otro día fatídico… otro día de no entenderse… otro día de contramano… no había escuela… mi segunda madre no me quería en la casa… así es que nuevamente había acudido al taller para “ayudar”… una vez más hubo un ida y vuelta de palabras… una vez más algo salió disparado de su mano y me rosó la cabeza… esta vez se trataba de una llave francesa, que había impactado en la estantería del fondo… jamás hubo un “te quiero”… jamás hubo una “caricia”… jamás hubo un reconocimiento… siempre se repetía la escena propia de la época… ser hijo dentro de un segundo matrimonio era “no ser bienvenido”, y había que digerirlo, entenderlo, y más tarde, asumirlo… era un estar siempre demás… ocupar un espacio que incomodaba a los terceros en discordia…
La historia se repitió en numerosas ocasiones… hasta que teniendo diecisiete años, le paré un golpe, haciendo un gesto de karate… no nos hablamos durante tres meses… mi segunda madre lo había separado de mi respuesta… de no haber sido así, la golpiza hubiese sido tremenda y no hubiese tenido la capacidad para parar la andanada de golpes… los meses pasaron hasta que un día nos encontramos, cruzamos, en medio de un pasillo… nos abrazamos… y fue el único abrazo que recuerdo… no nos dijimos ni una sola palabra… pero el abrazo significó todo para él, y todo para mí… fue la última vez que me levantó la mano… y después estuvimos mucho tiempo sin vernos… yo vivía solo en un departamento de prestado, mientras transitaba el magisterio y cursaba el primer año de la universidad… lo que seguiría a eso, sería un cúmulo de mini tragedias a escala… pero así es la vida… ingresaría a un matrimonio desparejo, donde comprabas el paquete sin saber qué había dentro, pero era la usanza de la época, sorpresas peores le seguirían… él falleció en 1982… nos veíamos de vez en cuando… asistí a su cremación… y ese fue el final de una época, y el comienzo de otra, tan mala como la anterior… pero ya estaba avisado y tenía ejercicio… las mentiras las veía venir, y las traiciones también… el tema era sobrellevar las circunstancias, pero ya había aprendido a hacerlo… por entonces, remaba en soledad y en el más profundo de los silencios… estaba solo en el mundo y habría que vivir con eso… había encontrado a mi mitad, en un giro de la vida, pero las cosas no salían como esperaba… hubo un impase de años, pero todos los caminos conducen a Roma, dicen, y aunque tardaría en llegar, Roma quedaba allá adelante y podía verse su silueta… hacia ella fui… en ella me esperaba una mitad tan golpeada como yo… divorciada a los ponchazos, con una hija a cuestas… luchadora tenaz… de poner el pecho y sacar voluntad de la nada misma…
Todo sucede para que despiertes… una vez que lo haces… sólo debes cerrar la puerta y aprender a irte con lo puesto… lo que sigue, es lo que siembras, o si quieres, es lo que construyes… a los cincuenta años de edad nací de nuevo… ella pediría por diez años de gracia… yo pediría sólo por la gracia… como sea, veintiún años después, seguimos más unidos que nunca antes… y la historia viene desde 1978… en que nos prodigamos un beso de aquellos que marcan el porvenir…
Lo que ha quedado atrás, no es otra cosa que la vida misma…
Nunca se sabe qué resultados producirá tu acción…
Nunca se sabe qué resultados producirá tu reacción…
Pero no puedes permanecer sin hacer nada… ya qué, de ser así, nunca sabrás qué resultados deberás enfrentar…
Enfrentar los resultados, es parte del despejar la ecuación… de lo que sigue, aprendes…
A veces los otros aprenden, así como a veces los otros no aprenden…
Pero uno se debe a sí mismo… con eso alcanza… el ser en “sí mismo” no es otra cosa que el “uno mismo indivisible”… donde los demás representan una carga que hay que arrastrar, o bien, representan la misma paz… sabía lo que significaba arrastrar, y estar siempre solo, ninguneado… así es que había descubierto que el amor genuino, era algo absolutamente diferente que se podía sentir en lo profundo del espíritu… nunca me pude divorciar porque quedé, de un día para el otro, en la calle… literalmente… prácticamente… técnicamente… me quedé sin nada más que el “mi mismo” arrasado, algo que esperaba, ya que conocía a la perfección las intenciones de quienes me rodeaban… el reclamo era una conducta repetida… la queja era otra conducta repetida… pero habiendo vivido la tragedia como rutina, desde apenas nacido, estaba preparado para enfrentar lo que sea, así es que nada me sobresaltaba, tampoco me tomaba por sorpresa… era lo que había y había que enfrentarlo según se podía… mirar a los ojos y en silencio me distinguía…
Tomé mis cosas y me fui lejos, copiando lo ya vivido cuando andaba por los dieciocho… irse es la parte más fácil, lo que sigue demanda hidalguía… había decidido ser un caballero sin caballo y sin espada… pero eso había sucedido allá por fines de los sesenta, así es que si había podido una vez, podría con una segunda, y de ser necesario con una tercera, una cuarta o una quinta… cuando te preparas para navegar tormentas, al principio tienes temores acumulados, pero estos van desapareciendo a medida que aprendes a mover la vela y el timón, aprendes a tirar o soltar la soga, aprendes a manejar el remo a babor o a estribor… todo es cuestión de adaptación… luego, reconoces el tamaño de las olas… luego reconoces su altura… los vaivenes… los desplazamientos laterales… y sobre todo, aprendes a navegar sin un horizonte definido… subes y bajas, hasta que el mar se aquieta y la tormenta pasa…
Cuando la tormenta pasa, miras el horizonte, miras el Sol, o miras las estrellas, y ya sabes cuánto te has alejado de la ruta que representa tu camino… enderezas… corriges… y vuelves a la senda elegida, esa misma que te concedieron… ¿por qué no tomé la decisión en 1978?... no hay explicaciones aceptables… más aún, no tengo respuestas… se dio ahora y no antes… antes hubo motivos… ahora sobran los motivos… así es que pongo la proa hacia el naciente, y allá vamos… lo que sucedió ya es historia… lo que está por venir, es un agregado de valor a la vida… así ha sido… de mi parte no caben quejas, ni reclamos, sólo un eterno agradecimiento a aquellos que me enviaron hacia donde estoy… siempre hablé de las circunstancias… nunca hice referencia a los ancestros, pero ellos saben porque pueden verlo…
La última vez que estuve en Buenos Aires fue en 2009, nunca me gustó la ciudad, mucho menos sus edificios, sus pavimentos, sus luces… necesito ver el horizonte a la distancia, eso sensibiliza mis raíces, y a ellas me debo…
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