SIN ESTAMPILLA (diario del pensamiento) © [7]
By Víctor Norberto Cerasale Morteo®
Imagen crédito:
Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
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Querida Marisa: ¿cómo estás después de tanto tiempo?, no sé cuándo te fuiste, te perdí el rastro... el viento nos dispersó… el viento nos desparramó, llevándonos a lugares muy distantes… vos recalaste en Mar del Plata… yo vine a parar a Salta… digamos que caímos en donde encontrábamos la paz que necesitábamos para ser nosotros mismos, para sanar las heridas que arrastrábamos, la vida duele, ya lo sabes… todo ocurrió casi al mismo tiempo, tal como si se tratase de un designio… la vida te va haciendo atravesar circunstancias que te obligan a cambiar el lugar de residencia, pero finalmente uno regresa allí donde está el alma… el alma permanece allí donde se encuentra cómoda consigo misma… en definitiva nunca te vas de lo que amas, puedes estar lejos, pero de alguna forma sigues allí… me pasó, te pasó… conocí Cafayate en 1955, y conocí la ciudad de Salta en ese mismo año, en esa misma ocasión, cuando todo era una odisea, viajar era difícil, moverse por el país era una aventura, Argentina nunca fue federal, a pesar del tiempo transcurrido, sigue terminando en la avenida General Paz, pero nadie se da cuenta… Salta, para mí. fue un llegar, permanecer, viajar, recorrer, aprender, entender… recuerdo que me emocioné, mucho, siendo niño… el lugar me deslumbró… se impregnó en mi espíritu… me hizo sentir parte de un paisaje que me excedía… en aquella ocasión fui a visitar a mi madrina, la amiga de mi madre, aquella que era enfermera de la Cruz Roja Internacional, aquella misma que trabajaba en el Hospital Fernández de la ciudad de Buenos Aires, esa misma que había apretado la mano de mi madre en el momento de su muerte, esa misma que le había susurrado algo al oído justo en el preciso instante de su muerte, esa que había escuchado algo que nadie más había escuchado… mi madrina era un puente terrenal con mi madre, siempre lo fue… nadie lo entiende, pero hay personas que sostienen puentes cósmicos entre otras personas, y mi madrina había resultado ser una de ellas… nunca te lo conté, no se dio la oportunidad… siempre hablábamos de trabajo, allá en el Hospital Italiano de Buenos Aires, mucho trajín, mucho que atender, mucho de qué ocuparse, nunca había tiempo para mirar al costado, lo habíamos aprendido largamente y nos sometíamos al destino que nos había depositado en nuestros respectivos lugares… vos con una larga experiencia hospitalaria, indudablemente los hospitales te habían elegido… yo con una extensa experiencia en la industria farmacéutica, sin duda alguna algo hizo que cayera en ella tempranamente, y me quedara para siempre, integrando los distintos paisajes que me tocaron a lo largo de 47 años de labores… no sé cuántos años en aquella época, pero tengo presente que se trataba de muchos años… como sea que fuese, nuestras vidas estaban rodeadas de medicamentos… tu vida estaba en la farmacia del hospital… mi vida estaba en las investigaciones clínicas y en las planificaciones a largo plazo… ambos habíamos caminado por diferentes escenarios de un mismo campo…
No sé si te acuerdas, pero nos conocimos en el complejo hospitalario médico policial Churruca Visca, sí, allí donde estaba dando una serie de charlas de no sé qué cosa, como siempre, haciendo docencia en el pos grado… te presentaste y dijiste que representabas al hospital al que pertenecías… después de eso, vino tu asistencia al ciclo de charlas en el Hospital Naval Buenos Aires, y después de ello, recalamos en el propio hospital Italiano, dando cursos superiores, juntos, algo impensado… pasó algún tiempo, no mucho, y comenzamos a escribir juntos, nos sentíamos cómodos… comenzamos a disertar juntos… nos visualizamos como compinches de aquello que conocíamos a la perfección… y así fue que fuimos a parar a Paraná, primero, a dar una conferencia magistral donde lo que sobraba era auditorio… nos reímos mucho, con amigos y sin ellos… nos divertíamos con lo simple y mucho más con lo sencillo… y quienes nos acompañaban y nos asistían, se divertían viéndonos reír de lo estúpido de muchas decisiones ministeriales, donde se recita una cosa, pero sucede exactamente lo opuesto… cada vez menos presupuesto… deterioro de los recursos humanos… deficiencias edilicias… menos asistencia a los pacientes… ningún mantenimiento… envejecimiento de la tecnología… horarios restringidos… honorarios achicados… y tantos etcéteras como logres recordar… yo me voy olvidando… prefiero no pensar en el desmadre… aunque no pierdo de vista que, por aquellos años, todo estaba mejor que hoy en día… cuando te hablo de aquellos años, me refiero a 1999, al 2000… lo que vino después fue una calamidad… fue en ese punto en que me vine a Salta, a comenzar desde cero, justamente, porque me habían robado absolutamente todo… a pesar de todo seguimos adelante, pechándola…
No sé si te acuerdas, pero fuimos juntos a la Universidad Maimónides, no sé en qué año, debe haber sido allá por el dos mil… a conducir una cátedra… pero el vuelo duró poco, no por ellos, sino por nosotros, vos huías a Mar del Plata y no querías saber más nada con Buenos Aires… yo escapaba a Salta, y sólo quería dejar el pasado atrás ya que de un día para el otro había quedado en la indigencia… la universidad nos adoptó como referencia bibliográfica y como elaboración de contenidos… ambos aceptamos la suerte y simplemente, cedimos el espacio… en ese tiempo ya sabíamos que regresar te imponía ser diferente… ambos habíamos trabajado en París, allá por los noventa… ambos sabíamos lo que se siente cuando eres extranjero, aunque hables el idioma… mucho más lo sabía yo mismo, que había tenido la necesidad de despertarme con urgencia en Alemania, en 1984, sin tiempo para cambiarme de ropa, sin una camisa en la valija, con zapatos de verano, cuando se venía el invierno, sin paraguas, sin calcetines, sin ningún tipo de abrigo… cuando me di cuenta, ya era extranjero allá, pero mucho más lo era acá… cuando dejas de pertenecer al paisaje, también dejas de existir para mucha gente que vive fabricando cómo impedir la vida ajena… finalmente, nos dimos cuenta que éramos ciudadanos de un mundo donde no había fronteras, al menos esas fronteras no estaban en nosotros… tu Francia y mi Francia habían sido luminosas, pero mi Alemania había sido la de la ocupación aliada, la de la ocupación soviética, la Berlín del muro y la de las ciudades partidas al medio… donde circular no era fácil, y donde vivir lo era mucho menos, había que acostumbrarse, y lo hice en la más brutal de las soledades… como sea, en aquel tiempo, ya éramos conscientes, plenamente, que nos habían reemplazado, y que lo nuestro era nada más que para la foto de los terceros… atravesábamos la farsa de las apariencias… pero los demás se daban cuenta, porque de alguna forma, también eran parte de esa misma farsa, que les permitía seguir ocupando un espacio que asumían como propio… la vida es rara, e impone cosas que no guardan sentido alguno… y muchas veces, uno comete el error de seguir estando cuando todo indica que no da para más… sin embargo, un día cae la ficha, y el agobio te empuja a tomar la decisión de distanciarte, al precio que sea… cuando te desprendes de lo que ataba, pasas a ser otra persona…
Pero eso ya no tiene importancia… aunque parezca mentira, no la tuvo entonces, mucho menos la tiene hoy día…
Pero fijate vos que se me cruzó por la mente nuestra llegada a Rosario… primero fuimos a dar una conferencia, en nombre del hospital, engalanados con banderas de Italia, Alemania, Argentina e incluso la de la provincia de Santa Fe… ¿te acordás?, había como mil personas, y no lo podíamos creer… los organizadores tampoco podían creerlo… pero salimos airosos, al menos nos aplaudieron… para después abrirnos las puertas para un curso de dos años, donde la gente se aglutinó para asistir, para seguirnos, para querer compartir su tiempo con el nuestro… éramos ilustres desconocidos a los que querían como si fuésemos parte de ellos… acordate lo que eran los almuerzos, y las cenas, siempre rodeados de gente que nos incentivaba para no aflojar… ellos querían aprender, y nosotros deseábamos enseñar la experiencia que arrastrábamos… finalmente, todos aprendimos… ellos y nosotros… para ellos, aquellos dos años representaron un antes y un después… para nosotros, fue una despedida… vos te fuiste despidiendo, para sumergirte en Mar del Plata… yo seguí girando como un trompo entre Estados Unidos de Norteamérica y huyendo hacia Salta, donde finalmente me recluí, me refugié, me guardé, y fue un renacer, como si no tuviese historia… nuestros pasados quedaron arrumbados en algún plano cósmico… y nos fuimos desprendiendo de los hechos, para regresar a ser nosotros mismos…
Mucho después, me avisaste que venías a Salta… pero yo atravesaba una urgencia quirúrgica complicada… no pudimos vernos… no pudimos encontrarnos… no pudimos cruzar ni una palabra… los hados no quisieron, no estaban alineados los planetas, vaya a saber uno qué cosas se dieron para que no pudiéramos encontrarnos… te fuiste y me vi sometido a una larga recuperación donde otras vicisitudes me condujeron a un problema mayor, que produciría un nuevo giro en mi vida, suficiente como para generar un doblez en el espacio tiempo… en ese punto, todo se transformó... y mi mundo cambió para los sucesivos mañanas que llegan hasta hoy mismo… el 9 de enero de 2018, nací de nuevo… ese día mi amor me trajo de vuelta a la Tierra… nunca supe hasta hoy que vos ya no estabas aquí…
Marisa Cabrera se llamaba María Esther Cabrera… era docente de alma… estudió Farmacia en la Universidad Nacional de La Plata, donde también se recibió de Bioquímica… trabajó en varios hospitales y sanatorios de Buenos Aires… representó a la Argentina en Europa, varias veces… falleció no sé exactamente cuándo, tal vez cerca del mes de octubre del 2017… me quedé sin tu abrazo… como siempre te dije, irse es el menor de los problemas… algunos de los que se quedan, extrañan, y los vacíos no pueden rellenarse con nada… uno sigue sonriendo, pero la ausencia se hace notoria, algo le falta al espíritu, pero el hueco en el alma puede sentirse… hay que saber cargarlo…
Nota al pie: te lo dije, fue en aquel viaje a Rosario, uno de los tantos… habíamos llegado a Rosario de San Nicolás, todavía nos faltaban algunos kilómetros para llegar a destino… le habíamos hecho una visita a la imagen de la Virgen, siempre que podíamos acudíamos a ella a horas insólitas, tanto que llegué a contabilizar 51 viajes, pero quizás fueron más, no lo sé… conversábamos sobre la vida y la muerte… te lo dije: somos pasajeros de una eternidad que el humano no está capacitado para descifrar… el ser humano que se cree vivo, se sabe vivo, se asume como si fuese inmortal, asumiendo que los que se mueren son los otros… el ser humano se sabe vivo porque reconoce que nació, pero muchos veces ni siquiera es consciente que necesitó de una madre para saberse nacido, respirando… se cree único, y de alguna forma lo es… pero en su memoria no queda registro de los pasados anteriores… inmediatamente a la consciencia de la vida, el ser humano se deshumaniza y evita la muerte, una y otra vez, acudiendo a diversos mecanismos que le ofrece la propia vida… en ese momento pierde realidad, y entiende que la muerte es evitable, no lo es para los demás, pero él se reconoce omnipotente… más tarde, inexorablemente, la muerte lo alcanza, el ser humano se resiste, pero la muerte lo atropella y de repente se da cuenta que es el mismo pero sin cuerpo… quiere gritarlo pero no puede… quiere decírselo a los otros que ve debajo, pero está incapacitado para hacerlo… se desespera, pero ya no tiene los medios para decirle a los demás que sigue existiendo, sin cuerpo, sin manos, sin piernas, sin un corazón que late, sin rostro, sin disfraz, sin careta… se descubre existente pero ya no tiene nada de lo que supo tener durante su estancia en la Tierra, no tiene dinero, no tiene bienes, no tiene comodidades, no tiene propiedades, pero a pesar de eso, existe… se mira y no se ve, pero no obstante, se sabe “vivo”, distinto, pero existente… ve incluso un reflejo de aquellos que lo antecedieron… ve que los ancestros están allí, esperando por él, como si supiesen que iba a ir, es decir, como si supiesen que iba a morir, ese día, que ya no es tal… en esa fecha, que ya no es tal… se acerca a alguno de ellos… los reconoce… quiere abrazarlos pero no puede, porque no tiene con qué, sin embargo los abraza mediante el sentimiento que lo impulsa… en ese preciso distante, descubre que no hay detrás, que lo que fue, ya no es… que lo que supo ser, ya no existe, pero a pesar de todo, él sabe que continúa existiendo… y así como así, se piensa a sí mismo… entonces los ancestros le dicen que debe someterse al peso de las palabras, se pregunta qué es eso, pero sin dilaciones se enfrenta a una balanza donde todas las palabras pronunciadas se pesan frente a una simple pluma de ganso… cree entonces que el examen lo superará fácilmente… él entiende que las palabras no pesan, en la Tierra la palabra no tenía ningún valor que recuerde… de pronto, descubre que las palabras sí pesan, pesan tanto que mientras la pluma de ganso flota, las palabras inclinan el platillo de la balanza hasta tocar el suelo… allí cae en la cuenta de los daños ocasionados por sus palabras… allí se da cuenta que lo que dijo hirió a mucha gente, puede verlo, se lo muestran… allí cae en la cuenta de que sus hechos no fueron trascendentes… allí le duele algo en su propia existencia, le duele el vacío que dejó tras su paso… ahora es tarde, no hay posibilidad de reparar lo que ha quedado atrás… la próxima vez será… el tiempo concedido, se perdió irremisiblemente… no es bueno darse cuenta tarde, cuando ya nada se puede arreglar… como te dije, venimos a construir para el sí mismo, para el uno mismo, y para todos los demás… no hacerlo, es perder la oportunidad… perderla es perderse… viste Marisa, tenía razón… un abrazo de almas, mientras me esperas… ya atravesaste la pesada de las palabras, así es que tus hechos, todo lo que hiciste, todo lo que construiste, te hizo sortear el primer paso que sucede al llegar al otro lado, lo que te queda por delante, es tu propio paraíso… tus huellas, esas son tu propio paraíso…
SIN ESTAMPILLA (diario del pensamiento) © [7]
By Víctor Norberto Cerasale Morteo®
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