viernes, 24 de noviembre de 2023

El hombre que bailó en el vientre de una ballena Domingo Alberto Martínez

El hombre que bailó en el vientre de una ballena https://www.jotdown.es/tienda/%E2%80%8BEsto-no-es-una-novela-p566251776 Domingo Alberto Martínez Nov 24 Para Félix Molina, maestro troquelador Hieronymus Carl Friedrich, barón de Münchhausen, sirvió en su juventud como paje del príncipe Anton Ulrich, a quien siguió hasta Rusia para combatir a los otomanos. Caído este en desgracia, vuelve a su casa solariega con apenas 30 años para entregarse a las ocupaciones propias del hidalgo de provincias, esto es: cuidar de su hacienda y cumplimentar a sus vecinos. Pero el barón no ha venido de las estepas rusas con las manos vacías; trae consigo un fardo de historias sobre sus años en la caballería y, lo que es más importante, el desparpajo de quien sabe contarlas, habilidad que ha ido puliendo en las cantinas del regimiento y los círculos aristocráticos de las ciudades donde estuvo destinado. En las sobremesas con sus invitados, al calor de un buen fuego y un vaso de ponche, el otrora coracero al servicio del zar los fascina con su mirada, los arrastra con el torrente de su elocuencia; entre el humo de las pipas, los encandila por la originalidad, la extravagancia de sus fantasías, su manera de gesticular a la luz de las velas como si estuviera en un teatro de sombras cuando refiere cómo subió hasta la Luna trepando por un tallo de guisantes para recuperar el hacha que él mismo había arrojado o aquella otra vez que montó a horcajadas sobre una bala de cañón para inspeccionar las líneas enemigas y, al acabar, saltó sobre otra bala que volaba en dirección contraria. Su talento para la floritura, mezclando la exageración propia de todo buen veterano con las más divertidas fabulaciones (por no llamarlas embustes), salva el círculo de sus amistades viajando a uña de caballo, en barcaza o carruaje, cruza fronteras y pasos de montaña. Cierto día, al volver de cazar patos, el barón se topa con una sorpresa en forma de carta. Lacrada con el águila teutónica, al desplegarla descubre la firma del primer ministro del reino de Prusia, quien sin excesivos preámbulos, muy al estilo prusiano, le ofrece un generoso estipendio por presentarse en Berlín para desempeñar un puesto de reciente creación que «se adaptaría, estoy cierto en ello, como un guante a su particular idiosincrasia». El puesto no es otro que el de portavoz del gobierno. —¡Jacobine, pichón!, ¿dónde te has metido? — grita el barón, llamando a su esposa. Y retorciéndose las guías del bigote, se encamina hacia las escaleras—. Ven, corre…, no te lo vas a creer.

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