https://www.anagrama-ed.es/libro/argumentos/invulnerables-e-invertebrados/9788433964878/A_574
Érase una vez, en una casa con jardín cerca del mar, vivía una autora preocupada por comprender a sus semejantes. Con ese fin los escuchaba con atención en su consulta de psicoanalista, e investigaba por fuera de ella –en el cine, la literatura, la publicidad, las redes sociales– los que consideraba emergentes sociales de la época. Un día, con ayuda de sus lecturas sobre sociología, filosofía y psicoanálisis se lanzó a publicar un primer ensayo, Invulnerables e invertebrados, uno de cuyos capítulos tituló «Los hombres huecos».
El concepto procedía de un poema de T. S. Eliot, y le pareció tan ajustado a lo que observaba a su alrededor que, una vez publicado el libro, tuvo una revelación que podría parecer naif, pero que no lo era: todos estamos huecos. «Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!», como escribió el poeta. Nuestra autora se propuso averiguar qué tipo de paja era esa y cómo eran por dentro esas cabezas huecas. De repente recordó a su augusto padre calificando a la suya de ese modo, pero dejó para otra ocasión ese viaje en el tiempo.
De su empeño nació un ensayo, Sin relato, que pretende dar cuenta de la jibarización intelectual a la que nos somete el capitalismo extractivista, una reducción de nuestra capacidad para pensar y para contarnos que comenzó con la industrialización, se profundizó con la Gran Aceleración –tras las dos guerras mundiales– y se acentúa con la digitalización a comienzos del siglo XX. El resultado de una serie de factores que confluyen en los individuos contemporáneos nos transforma cada vez más en una especie de «cíborgs psíquicos», cuyo lenguaje copia el de los Grandes Modelos Lingüísticos, convirtiéndonos así en pequeños «loros estocásticos», un concepto que acuñó Emily Bender para calificar el carácter de mera repetición de los lenguajes de la IA, que hablan sin razonar ni saber realmente lo que dicen… hasta ahora. Un concepto que le sirve a nuestra autora para explicar ese blablablá ecolálico que sustituye cada vez más en los humanos a la capacidad narrativa que los definía.
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