LA VIDA POR AQUÍ
“Los libros son huellas en el corazón”
Varias mujeres comparten su experiencia lectora en una biblioteca pública del barrio de Vallecas
Lectoras. Desde la izquierda, Carolina Sacramento, Miriam, Almudena, Isabel, Carmela, Milagros, Carmen, Julia y Julieta. ÁLVARO GARCÍA
Paola dice que “el libro te quita de Internet y de otros juegos”. Escucha con su compañera Almudena (ambas, 10 años) lo que los adultos dicen sobre lo que ha hecho con sus vidas la pasión de leer. Dice Almudena: “Me dejan una sensación de huella en el corazón”. Ella ahora está leyendo Criadas y señoras (Kathryn Stockett), “que trata de la igualdad de las personas”.
Están en la Biblioteca Municipal Miguel Hernández, en Vallecas. “Antes era un barrio, el puente estaba rodeado de chabolas”, dice el taxista. Sigue sonando el afilador. “¡¡Cuchillos, hachas!!”. Antonio Albarrán, benefactor cultural de Vallecas, cuenta, camino de la biblioteca, que en el seminario discutían en latín y en griego. Aquí vamos a hablar de libros. Son lectores.
A Sacramento le alivian de la soledad, “son la vida entera”. Empezó con El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza. “Siempre tengo dos o tres abiertos”. Y no es evasión, “es vivir en otros mundos”. Dice: “Nunca es tarde para leer”. A Elisa la evaden. “Saco ratos del trabajo y leo según me lo manda el ánimo”. Tiene en la memoria Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena. Sacramento tercia con La montaña mágica, de Thomas Mann. “Duro, pero me fue atrapando. Leer te aleja de la ignorancia. Leer, leer es cultura. Es educación, y la tienes que mamar en casa”.
Gonzalo se ha sumado al grupo. Carpintero, jubilado. Vienen Paola y Almudena con su maestra, Miriam. Vallecas peregrina hasta la biblioteca. Estructura de hierro, amarillo vivo. Alegría de leer. Miriam: “Los libros abren los ojos. Cuando los interiorizas ya sabes qué te dan”.
A ella le llegó al alma El tiempo entre costuras, de María Dueñas. “A mi madre le gustaba coser, y ese libro mezcla amor y valores”. Gonzalo se hizo lector “leyendo tebeos, y luego busqué cosas que no había vivido”. En su estantería destaca Ken Follet. “Y de los españoles, Almudena Grandes. No viví la guerra, pero me gusta saber qué pasó”.
Carmen García-Risco, la directora: “Sí, una biblioteca es como una playa de libros. No es solo lectura, es compañía”. Sacramento va a “asombrarse” a la Cuesta de Moyano. Julia, que trabaja aquí, cuenta la historia de una mujer mayor que “tan solo silabeaba” y ahora es “una gran lectora de novela histórica y de Corín Tellado”.
Alguien nombra a Juana la Loca. Y Almudena exclama: “¡La hija de los Reyes Católicos!”. Julia recuerda: “Me marcó El Jarama, de Ferlosio. Mis padres iban al río los 18 de julio. Ese libro fue mi guía para saber qué podían sentir”. Su lectura actual: Mujeres obreras, Tea Rooms (Luisa Carnés).
Carolina trabaja con los que leen en voz alta. “Verlos leer te pone los pelos de punta”. Una biblioteca “no es un depósito de libros, sino de vida”. Dice la niña Almudena: “A mis padres les recomiendo, pero ellos no me compran”. Milagros, que enseñó inglés en Cataluña, exhibe Apegos feroces, de Vivian Gornick. Isabel lleva en la mano la última de Isaac Rosa y Carmela llega con un libro muy usado, Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
La felicidad de leer se resume en los ojos que vimos.
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