Thom Mayne: “Me importa un bledo que no se entienda mi arquitectura”
El controvertido arquitecto sigue inflexible en sus principios estéticos. Diseñó casas polémicas en Madrid, pero afirma que la estación que prepara para Vigo es sencilla
El arquitecto estadounidense Thom Mayne, retratado en febrero en Madrid. JAIME VILLANUEVA
Thom Mayne es un hombre joven de 75 años. Le sobra energía para enfrentarse al mundo con vehemencia. Premio Pritzker en 2005, el autor de la nueva Cooper Union en Nueva York firma inmuebles fraccionados que rompen los perímetros y huyen del orden cartesiano. Construyó unas polémicas viviendas sociales en Carabanchel (Madrid) y culmina el diseño de la estación de alta velocidad de Vigo. A pesar de que su estudio, Morphosis, representó la cultura californiana más radical, ahora vive entre Nueva York y Los Ángeles, “una ciudad que lleva un siglo buscando su futuro”.
PREGUNTA. ¿Eso le ha pasado a usted? ¿El futuro no termina de llegar?
RESPUESTA. Puede. La arquitectura californiana busca una renovación de lo contemporáneo. Hay un acuerdo en no estar de acuerdo. Me parece un plan insuperable. La idea de hacer saltar los límites está más presente en un lugar en continua redefinición como Los Ángeles. Nueva York representa la institucionalización de la cultura: allí están las principales editoriales, museos y críticos. Y uno no cambia las cosas por el centro. La Costa Este es la academia, y la Oeste, los que cuestionan.
P. Cuando recibió el Pritzker dijo que lo difícil es lo que merece la pena.
R. Supongo que hablaba de mi vida, que ha sido difícil. La profesión de arquitecto es incluso absurda. Uno tiene que tener un ADN especial para ser arquitecto.
P. ¿Qué tipo de ADN? Los hay con objetivos contrapuestos…
R. Es cierto. Lo que hago tiene que ver con resistir las presiones para hacer las cosas de otra manera. Con cuestionar el statu quo.
P. Cuestiona formalmente, pero el statu quo... trabaja para los poderosos.
R. El trabajo de un arquitecto se juzga desde un punto de vista social, cultural y económico. Uno no puede aislarse. Pero yo decidí apostar por la autonomía de la arquitectura. Mis ideas son a veces imposibles de describir. Incluso para mí mismo es difícil entenderlas. Si miro a 1975, no tengo ni idea de lo que estaba haciendo. Vivimos en un mundo habituado a explicarse verbalmente y yo quería pensar desde la forma. Lo que hago debe explicarse con el trabajo.
P. ¿Y si ese trabajo solo le habla a usted?
R. Entonces no funciona. Primero formas tu idioma, luego empiezas tu carrera como arquitecto. En mi primer edificio la función me importaba un bledo. Solo me importaba el edificio.
P. ¿Que un edificio sirva no es esencial?
R. La arquitectura funciona en dos niveles: el subjetivo y el conectado. Uno trabaja como un artista buscando una voz, saber quién es. Si haces lo que se espera de ti, algo ya visto, no llegas a nada. Cualquier artista pasa la mitad de su carrera tratando de entender quién es para saber qué marca quiere dejar en el mundo. Nada que ver con el ego.
P. ¿No? La arquitectura maneja millones de euros.
R. Claro, pero la clave está en entender quién eres artísticamente. Debes utilizar tus ideas para cambiar el comportamiento y la educación de la gente.
P. ¿Cómo educa un edificio?
R. Ninguno de los nuestros parece normal. La gente se pregunta por qué son así. No vivimos en un tiempo normal. Cambiamos. La innovación es nuestra razón de ser.
“Quiero hacer edificios fuertes. Si molestan es porque mucha gente no está preparada para tanta intensidad”
P. ¿Qué es hoy la innovación? ¿Que un edificio sorprenda?, ¿que ahorre energía?, ¿que mejore la ciudad?
R. Nací cuando la necesidad de cambiarlo todo era el único acuerdo mundial. Empezó con Orwell, Freud y Einstein. El cambio me ha movido.
P. Con 75 años, ¿sigue importándole lo mismo?
R. Nunca me he considerado deconstructivista. Mi manera de trabajar no da nada por hecho.
P. Cuando presenta un proyecto a un cliente, ¿presenta dudas?
R. No llevo nada porque sé que mis dibujos le van a dar miedo.
P. Admite que cuesta entender su trabajo.
R. Me importa un bledo que no lo entiendan. ¡No lo consigo entender ni yo!
P. Peter Eisenman se psicoanalizó porque un cliente lo acusó de egocéntrico.
R. Sería un problema que vieran mis edificios como neutrales. Si les gustan o los odian, me va bien.
P. ¿La estación de Vigo generará polémica?
R. Es sencilla.
P. Sus viviendas en Madrid fueron difíciles de entender…
R. Reinventamos la casa. Por muy poco dinero hicimos espacios comunitarios para que jugaran los niños.
P. ¿Ha vuelto? Hay salones tan estrechos que obligan a elegir entre tener sofá o poder abrir la puerta.
R. Tuve una infancia pobre. Y quise dar lo que tiene la gente rica: jardín, espacios de encuentro… Quería romper la inhumanidad de los bloques de viviendas. Lo que no depende de mí es cómo lo use, o mal use, la gente. Podrían cuidar los jardines. Yo cuido el mío. Tal vez la sociedad española deba preguntarse por qué las ideas comunitarias ya no funcionan. Me duele que se vea como un fracaso. Fue un invento.
P. ¿Qué prioridades tiene como arquitecto?
R. Quiero hacer edificios fuertes. Si molestan es porque mucha gente no está preparada para tanta intensidad. La intensidad es lo que buscan los artistas. No me interesa la continuidad, sino el cambio. Yo tenía 20 años cuando se aprobó la ley de derechos civiles para los negros. Eso es cambio.
P. ¿Su arquitectura ayuda a cambiar las cosas?
R. Sí. Cualquier edificio tiene un lado social, otro medioambiental y otro tecnológico. Se basan en cálculos. Lo difícil es la parte artística. Esa es la que me hace sufrir.
P. ¿Lo más importante en arquitectura?
R. La forma.
P. ¿Y el uso?
R. Cada vez hay más desconexión. Vivo en un loft que hace cien años servía para almacenar cajas y es mejor que cualquier casa. La cultura visual es elitista. No la entiende todo el mundo. Pasa lo mismo con la pintura o la ópera. No me importa que la gente no entienda mi arquitectura. Es para unos pocos.
P. Defiende el trabajo colectivo. Consiguió el Pritzker como líder del estudio Morphosis. ¿Por qué no pidió compartirlo?
R. Lo dan a una persona, no a un estudio. Dialogo y trabajo de manera colectiva, pero soy el que decide.
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