Luoyang, la ancestral ciudad que demuestra el intercambio cultural entre China y Occidente
Ubicada en la provincia china de Henan, la ciudad de Luoyang ha servido como capital a trece dinastías distintas, un argumento más que suficiente para haberse ganado a pulso el honor de ser considerada una ciudad histórica. Se dice que ver Shanghái es vital para comprender el desarrollo y los cambios sucedidos en China durante las últimas cinco décadas, contemplar Beijing es equivalente a entender los últimos cinco siglos de prosperidad y decadencia del país, y apreciar Xi’an supone descubrir una vívida representación de los últimos dos milenios de la historia de China. Pero, si lo que se desea realmente es profundizar en los intercambios culturales y el desarrollo experimentados por la civilización china durante cinco mil años, es imprescindible conocer más a fondo Luoyang.
Por ser una de las cunas de la civilización china, Luoyang no solo ha sido testigo de la alternancia de dinastías sino que, sobre todo, ha sido una espectadora de honor del intercambio cultural producido antaño entre China y las antiguas regiones occidentales. Son muchos los que han oído alguna vez hablar de la famosa Ruta de la Seda pero, aun así, es necesario recordar que esta no designa un camino físico y específico sino a una red de itinerarios comerciales cuyos trazados transitaban por todo el norte de Eurasia. Dichas rutas no solo tenían como objetivo la distribución de seda, además, a lo largo de su recorrido también se transportaba una multitud de productos diferentes, como puedan ser té, semillas y especias, entre otros. De todos ellos, fue la seda la que ejerció una influencia más notable en toda la red comercial y, por ello, es su nombre el que figura en la denominación de esta singular travesía. Sin embargo, su función no se limitaba al transporte de bienes. Si algo le proporcionó el valor histórico que aún se le reconoce, fue su idoneidad a la hora de propiciar y fomentar el intercambio cultural entre China y las naciones de Occidente, así como la consecución de un desarrollo común y amistoso por parte de ambas áreas.
Ya en la dinastía Han del Este (25-220), el emperador Liu Xiu (5 a. C. – 57) tomó la decisión de establecer en Luoyang la capital de su imperio, motivo por el cual la ciudad se convirtió en un importante enclave de la Ruta de la Seda. Mientras mantuvo su cargo demostró una implacable diligencia a la hora de administrar asuntos políticos, mejoró de forma muy considerable la infraestructura relacionada con la conservación del agua y el riego, y desarrolló formidablemente la agricultura. Gracias a ello, Luoyang comenzó a proyectar su imagen de pacífica prosperidad.
Más tarde, el desarrollo ya consolidado y la riqueza material de la que disfrutaba la dinastía, originaron en el emperador Ming de Han (28-75) un ferviente anhelo de emprender el camino de la expansión externa. A todo ello es necesario añadir que, en dicho periodo, se produjo el nacimiento de un importante personaje en la historia de China, el hijo del historiador Ban Biao. Ban Chao (32-102) dejó de escribir para alistarse en el ejército y contribuir de una forma heroica al crecimiento territorial de la dinastía Han y al mantenimiento de la paz en el todo su territorio. Además de su faceta como excelente general, también demostró unas espléndidas habilidades como diplomático, por lo que fue una figura crucial en el establecimiento de relaciones con Occidente. Fue precisamente gracias a sus aportaciones y propuestas que se intensificó otra vez la Ruta de la Seday, con ella, el desarrollo de unas relaciones estables entre naciones.
El mar Occidental
En el año 97 de nuestra era, mientras regía el Protectorado de las Regiones Occidentales, el general Ban Chao envió a Gan Ying, uno de sus subordinados, al Imperio romano en una misión diplomática. La comitiva de Gan Ying atravesó Kucha (actual Xinjiang) y Partia (ubicado en la actual Irán), para, finalmente, alcanzar la orilla del mar que él mismo denominó “mar Occidental” de Partia. Por aquel entonces, este reino era una ubicación de suma importancia para el tránsito del comercio que circulaba entre la dinastía Han y Roma.
Aprovechando su situación geográfica, los mercaderes partianos actuaban de intermediarios para vender la seda a Roma y obtener, gracias a ello, grandes ganancias pues, según los registros de la época de que se disponen, entre las élites de la sociedad romana existía una muy abundante demanda de los productos de seda chinos, por lo que las sumas anuales de oro que los romanos invertían en seda eran desorbitantes. Con la llegada de la expedición diplomática, los partianos vieron peligrar sus propios intereses económicos, por lo que exageraron al describir a Gan Ying todo tipo de peligros existentes en el mar Occidental. Ante tal intento de mantenerlo alejado de la zona, tan solo pudo regresar de vuelta sin poder culminar su viaje.
La dinastía Han estaba aislada de cualquier contacto externo y tan solo ocupaba territorios sin salida al mar, por lo que sus habitantes poco conocían sobre el mundo que había más allá de sus fronteras. De hecho, cuando Gan Ying volvió de su expedición, llegó a aseverar a sus compatriotas que “al navegar por el mar, habían descubierto que su agua estaba tan salada que ni siquiera se podía beber”. Si bien finalmente no pudieron llegar a Roma, Gan Ying y los miembros de su expedición fueron, según las crónicas de la época, los primeros chinos en pisar el golfo Pérsico. Sus vivencias se convirtieron en fundamentales para enriquecer el conocimiento que la dinastía Han poseía sobre Asia Central y, al mismo tiempo, sus visitas también sirvieron a las regiones occidentales para entender mejor la cultura de la dinastía. Como consecuencia, se puede afirmar que durante su travesía cumplió con creces su misión, consistente en promover las relaciones culturales entre China y Occidente. En el año 166, el Imperio romano envió mensajeros con la misión de visitar la ciudad de Luoyang para, en representación del emperador Antonino, hacerle entrega al emperador Huan de Han, que reinó entre 146-187, de numerosos obsequios. Dignos de destacar fueron múltiples y valiosos manuscritos sobre astronomía, geografía, religiones y costumbres locales cuyo estudio supuso un aporte de un valor inmensurable a la comprensión que en China se tenía de Occidente.
Si de algo puede presumir la ancestral ciudad de Luoyang es de que, además de haber experimentado en primera persona el auge y la caída de diversas dinastías, ha ejercido un papel primario en la preservación de la memoria histórica de la civilización china y, sobre todo, ha tenido el placer de participar de lleno en el intercambio cultural, la comunicación y las relaciones que unieron a China y Occidente antaño. Por todo ello, y por su trascendencia en la expansión y la propagación de la milenaria civilización china, no cabe duda que atesora méritos suficientes para ser reconocida como uno de los más importantes centros culturales del país.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 54. Volumen III. Mayo de 2019.
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