Mongolia interior: El pueblo que vive a lomos de sus caballos
Los habitantes de la región autónoma china Mongolia Interior son conocidos como el “pueblo a caballo”. Desde tiempos remotos, este animal ha protagonizado un papel primordial en los sistemas de producción, en los asuntos bélicos, en la celebración de rituales y festivales, así como en la cultura y el arte, entre otras facetas que caracterizan la idiosincrasia de esta región.
En las inacabables estepas de Mongolia Interior, reina un animal al que se venera como una deidad por sus habitantes: el caballo. Los habitantes de esta región autónoma china son conocidos como el “pueblo a caballo”. Su lengua cuenta con hasta 354 vocablos diferentes que hacen referencia al caballo, dispone de 228 términos que sirven para designar los colores de su pelaje y tiene 280 nombres para los distintos tratamientos que curan sus enfermedades. Entre el elenco de canciones tradicionales del folklore de Mongolia Interior, aquellas cuyos versos tratan de caballos son las terceras más comunes, tan solo por detrás de las que hablan de la figura materna y de su tierra natal.
El caballo es el espíritu de las estepas y, a la vez, el icono de este pueblo. En definitiva, y desde tiempos remotos, este animal ha protagonizado un papel primordial en los sistemas de producción, en los asuntos bélicos, en la celebración de rituales y festivales, así como en la cultura y el arte, entre otras facetas que caracterizan la idiosincrasia de esta región. No es difícil comprender, pues, el motivo por el que, poco a poco, aquí se ha desarrollado una cultura ecuestre tan arraigada.
Desde la antigüedad, la meseta de Mongolia Interior ha sido siempre un lugar muy adecuado para la subsistencia y la reproducción de múltiples variedades de caballos. A pesar de no ser especies demasiado altas, se trata de animales musculosos, de cuerpo robusto y capaces de resistir tanto a las abundantes nevadas y a las inclemencias del invierno siberiano como al calor sofocante y a los insectos que a veces azotan la región en verano, por lo que se adaptan a la perfección a la vida en las estepas. Son precisamente las condiciones extremas de las altitudes a las que viven las que mantienen las peculiaridades intrínsecas de unos animales que, después de ser domados, muestran con creces su valía como extraordinarios caballos de guerra.
El aprecio que los nativos sienten por su animal está muy relacionado con los modos de producción y el entorno del lugar. El estilo de vida nómada, cuya supervivencia depende en gran medida de la naturaleza, ha hecho que el caballo les haya servido como un medio de transporte fundamental para subsistir. Sobre la esteparia inmensidad, un territorio cuyo final no alcanza a ver el ojo humano, este pueblo se ha desplazado siempre a lomos de sus caballos buscando las mejores tierras, por lo que han disfrutado constantemente de su compañía y han compartido con ellos la placidez de su vida.
Los meses de julio y agosto coinciden con las fechas en las que estos animales tienen un cuerpo más voluminoso y graso, y es el momento durante el que se aprovecha para obtener la leche con la que elaborar el licor y los yogures de leche equina típicos. Estos deliciosos productos lácteos cuentan con propiedades curativas y la medicina mongola los prescribe como tratamiento. Se les atribuye la capacidad de expulsar el frío interno, mejorar la circulación sanguínea, activar el tránsito del qi (气, el flujo vital de energía según la medicina tradicional china), eliminar la toxicidad o diluir los coágulos de sangre.
Conforme la vida en la región fue desarrollándose, el caballo fue adquiriendo un papel cada vez más trascendental en el orden militar. Fue con su montura con la que Gengis Khan inició contiendas militares por todo el mundo, a la vez que alteraba de forma asombrosa el mapa político de su época. A través de largas y arduas expediciones militares, sus soldados mantuvieron su capacidad de combate gracias a la carne y la leche equina. Allá donde avanzaban sus tropas se dejaban ver con impresionantes estandartes azules, en los que se representaba un caballo blanco al galope y con bordes cosidos con dientes de lobo, un símbolo de valor y coraje y que, además, les brindaba la fortuna que precisaban en el campo de batalla.
Desde los albores de la historia, el caballo ha sido un fiel compañero para el ser humano y, en el caso de esta tierra, la relación ha sido mucho más intensa. En Mongolia Interior se llega hasta el punto de convertirlo en una figura digna de culto y adoración que ocupa un lugar divino irremplazable. El afecto brindado hacia el animal es tal que la costumbre no contempla su sacrificio, por lo que todos los equinos de esta región mueren por enfermedad o causas naturales. Cuando un caballo fenece, lo entierran y dedican un tiempo a venerar su cabeza pues consideran que es, en esta parte del cuerpo, en la que permanece su alma. Son muchas las familias que colocan en las puertas de sus casas un estandarte con un tridente en la parte superior y del que cuelgan crines, pues se sirven de la imagen del caballo para implorar a los cielos prosperidad y buena fortuna.
Los habitantes aprenden las técnicas de la doma desde su infancia, consideran al caballo un animal espiritual, por lo que cada individuo debe criar a su propio corcel, y tratarlo bien, pues cualquier comportamiento que lo dañe o maltrate será duramente reprendido por los mayores de la familia. Montar es una costumbre ancestral que no tiene comparación y en la que los jóvenes, sin importar su sexo, son capaces de cabalgar por las estepas con gran maestría desde los 10 años. De hecho, la equitación, la lucha libre y el tiro con arco son considerados los “tres juegos del hombre”, tres habilidades esenciales en esta región.
En el arte y literatura mongolas existen también múltiples evidencias de la estima que profesan a su caballo, pues gran parte de las canciones folclóricas, los poemas y los encomios que ha producido su cultura versan sobre dicho animal. Una de las odas más famosas es Los dos corceles de Gengis Khan, en el que se atribuyen características humanas a dos de los caballos del conquistador, uno grande y otro pequeño, para narrar una conmovedora historia.
En el relato heroico La epopeya de Jangar se narra una relación muy estrecha entre los legendarios protagonistas y sus caballos y se elogia la profunda amistad existente entre ellos. Así pues, la mayoría de canciones populares que versan sobre el amor, los sentimientos o que expresan las reflexiones y elogios de sus compositores, siempre tienen a este animal como protagonista. Por si fuera poco, también encabeza numerosas celebraciones en las estepas, como la fiesta de la Leche del Caballo o la del Corte de Crines.
Si las estepas son la cuna del pueblo de Mongolia Interior, el caballo es el vehículo de su cultura, por lo que su existencia ha ejercido desde siempre una influencia decisiva en todos y cada uno de los aspectos que conforman la vida en esta provincia.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 48. Volumen III. Mayo de 2018.
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