CONVERSACIONES DE ÁNGELES©…
Memorias de encuentros en el Tíbet
Autor: Víctor Norberto Cerasale Morteo®
DE LAS VELAS
Crédito: Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
Lo de la barca no es figurativo… lo sabían los antiguos humanos y le daban tal importancia que tenía rollos específicos con conocimientos conservados en Alejandría… que venían desde tiempos antiquísimos cuidadosamente preservados para que fuesen legados a las nuevas generaciones… los nubios le decían la barca “Selquet”… pero ellos habían recibido dicho nombre de otras culturas, y su existencia se pierde en la noche de los tiempos, porque en realidad, llegó junto con la humanidad traída a la Tierra al producirse el trasplante… Selquet es trilogía: alma, espíritu y consciencia… cada trilogía dan forma a un ser que está más allá de un cuerpo… y dicha trilogía compone una esencia gaseosa por excelencia, que de vez en cuando toma densidad, pero cuya condición gaseosa es parte de la eternidad… allí reside la verdadera vida… donde la Tierra es sólo un paso, una ocasión, un tiempo y un espacio limitados donde se transita un destino y no más que eso…
La barca tiene un casco compuesto por el espíritu… la vela es el alma… y el timón es la consciencia… se mueve a una velocidad constante… porque los océanos que navega son cósmicos, aún cuando parezcan terrestres no lo son, es un eterno viaje entre estrellas, entre mundos, siguiendo la dirección de cuerdas invisibles que conectan el todo hasta en sus mínimos detalles… de ese modo se recorre un universo, la mitad de un universo o mucho más de un universo… sin necesidad de naves espaciales ni de costosas aventuras que sirven para justificar gastos pero que no conducen a ninguna parte… entonces, una vez más te recuerdo, en el universo visible así como en los intangibles, nada se compra y nada se vende, porque existe consciencia universal que el todo no pertenece a nadie más que la creación, porque existe consciencia universal que lo que tiene valor moneda agrega peso al ego, pero no suma consciencia, sino que resta alma… porque existe consciencia universal que cada espíritu es tal en cuanto existe otro espíritu equivalente, y que sin tal equivalencia, un espíritu en soledad no es más que una letanía del sí mismo… así es que a nadie se le ocurre en el universo visible ni en los intangibles, comprar ni vender nada… sólo se toma lo que se necesita para seguir viaje y eso haces, seguir viaje… sin llevarte más que lo que traes…
La calidad de la vela está en el alma… brisas o vientos hay en las superficies de los planetas… pero estas velas se nutren de las energías del espacio del cual proceden y al cual se dirigen… para la mente humana dicha vela tendría que ser de tela, pero en realidad es una vela de alma… el alma sabe cuanta fuerza debe acumular para impulsarse, y luego reconoce un horizonte y se dirige hacia él… es decir, sin alma no hay rumbo… es decir, sin espíritu no hay casco que de sentido a la barca… y sin ambos la consciencia está a la deriva del sí mismo… ello ocurre con los espíritus que transitan sus infiernos… están inmersos en un mar de confusiones donde todo es turbulencia y prevalecen los enardecimientos de otros perdidos en medios espesos, donde nadie se reconoce a sí mismo y donde flotan en inconsistencias que carecen de horizonte, esto es que no hay horizonte, y al no haberlo, no hay destino cierto… no se reconoce la rueda de la vida pero tampoco se reconoce el estado de muerte… el torbellino signa la circunstancia que atraviesan aquellos que no encuentran el “sí mismo” que da entidad al ser… dicho de otra forma, el infierno no está fuera del espíritu sino dentro… reside en él y lo atormenta… pesa en la esencia que se torna densa, espesa, y aún asumiéndose en movimiento, está paralizada, quieta, inmóvil… sufriendo…
Así es que con el alma como vela, el espíritu va en la dirección adecuada… la búsqueda de la propia revelación… la búsqueda de la propia fuente que se renueva una y otra vez para conferir sentido al horizonte que se persigue, y dicho horizonte tiene sentido sólo cuando se contribuye al sentido de los otros, de los prójimos, de los próximos, de los que aparecen y desaparecen, de los que se acercan y se alejan, los que se llegan para recibir una pizca de luz para inmediatamente seguir su camino… el alma que concede no pide nada a cambio, navega la eternidad con un sentido de gratitud y de bendición… no hace falta más… ya que cada vez que se da, se recibe el impulso adecuado para llenar la vela de energía y continuar con la propia búsqueda…
La consciencia hace las veces de timón… pero en verdad, la dirección de la esencia la marca la trilogía, alma, espíritu y consciencia… en comunión y en armonía, si algo prevalece hay deficiencia en alguna de las partes restantes… y ello resta a la navegación, así es que en estado puro existe una equivalencia que lleva a la barca hacia donde debe ir… un componente más de un universo en orden ancestral donde cada cosa guarda un lugar, un espacio, siendo idea que contiene un motivo, y siendo un motivo que moviliza a la idea… allí la barca se justifica a sí misma y navega en el sentido correcto… donde a nadie le mueve la aventura de poseer aquello que no le pertenece y donde a nadie le mueve la aventura de descubrir lo que es no necesario… se navega un cosmos que nutre a la esencia… y dicha esencia es en tanto y en cuanto contribuye a que otras esencias conserven sus respectivos rumbos… de allí que aquellas almas que se reconocen a sí mismas, transitan algo semejante a un paraíso… es decir, forma parte del orden de un universo para el que no hacen falta ojos, ni oídos, ni sentidos, ni conocimientos, ni sabidurías, ni profecías, ni bienes, ni propiedades, ni títulos, ni honores… porque el espacio da forma a una geometría que contiene a la consciencia misma, llevándola en la dirección que dicho espíritu necesita para sumar al “sí mismo”…
Luego, cada barca se distingue por un color, el color del aura de cada espíritu, habiendo tantos colores como espíritus hay… donde ningún color se parece al otro, y donde cada color indica “algo”… dicho “algo” se relaciona con la idea y con el motivo, con el don y con el talento… por consiguiente dicho “algo” representa el valor de la esencia en curso… cumpliendo una trayectoria en el concierto del universo que se transita… entonces, se entiende que cada esencia es algo semejante un astro con trayectoria definida, que tiene órbita y núcleo, conservando un sentido que acompaña a la consciencia universal respondiendo a una inteligencia, también universal… gira sobre sí mismo y además, tiene una órbita alrededor de un centro que desconoce, pero que existe y los sostiene…
Los contextos se mueven siempre… pero dichos contextos contienen momentos paralelos y simultáneos donde las circunstancias se renuevan para corregir consecuencias… de allí que todos los astros tienen sus paralelos así como todos los astros tienen sus simultáneos… destinado ello a “corregir” las paradojas de los espacios no cubiertos y de los tiempos no cumplidos… donde todo se resuelve en favor de las almas… siempre que estas (almas) hayan descubierto su fuente primordial, aquella de la que pueden beber y nutrirse para el siguiente paso…
Cuando la navegación se encara con soberbia o con vanidad, con falsa misericordia, con mentida compasión, bajo el signo de la solidaridad por negocio y reconocimiento, el alma permanece atrapada en su propio infierno, una hoguera que quema la barca sin destruirla, dejándola a merced de la tempestad del “sí mismo” perdido en otros abandonados a sus suertes… dichas almas no transitan, están inmóviles en la mezquindad que las contiene y en la miseria que las caracteriza…
La barca pertenece a la eternidad y necesita de la vela del alma para tener impulso suficiente… luego la consciencia como timón le provee de dirección hacia el horizonte necesario, ese que es único y propio de cada espíritu… por lo tanto, no se cuestiona la dirección, porque esta procede de un motivo, y a su vez, el motivo procede de una idea movilizadora… razón para navegar… razón para ir hacia donde el alma se vivifica a sí misma…
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