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Y es que el neoliberalismo ha teñido nuestra mirada y nuestra forma de entender el entorno que nos rodea hasta lugares insospechados. En uno de los momentos más reveladores de su ensayo, Marco d'Eramo analiza cómo hemos acabado concibiendo las relaciones humanas a través de esta lógica neoliberal. Así, las relaciones sexoafectivas, tal como describiría Zygmunt Bauman bajo el concepto de «amor líquido», y como analizaría también la socióloga Eva Illouz en sus ensayos, están en estos tiempos sujetas a términos mercantiles como «inversión», «compensación» y «ganancias y pérdidas». El matrimonio, por ejemplo, se lee como un «contrato a largo plazo entre cónyuges, [que] permite evitar renegociar a cada instante y sin cesar los innumerables contratos que deberían suscribirse para hacer funcionar la vida doméstica». También los hijos: «Y si uno quiere tener un hijo cuyo capital humano sea elevado, entendido simplemente en términos de elementos innatos y elementos adquiridos, necesitará hacer una completa inversión, vale decir, haber trabajado lo suficiente, tener ingresos suficientes, tener un estatus social tal que le permita tener por cónyuge o coproductor de ese futuro capital humano a alguien cuyo capital propio sea importante». Ni tan solo el sacrificio que implica tener un hijo se salva de esta dialéctica: se lee como una forma de producir «una renta psíquica, que consiste en la satisfacción que [el padre o la madre] experimenta al cuidar al niño y ver que esos cuidados han dado frutos». Al final, toda etapa vital, todo riesgo tomado, toda relación, todo cambio, es leído bajo el totalitarismo del coste-beneficio.
«Con una gran operación ideológica, nos convencieron de que la nuestra era sólo “ideología” y que la suya no es ideología, sino una simple descripción de la realidad», dice Marco d'Eramo en en esta entrevista. ¿Cómo deshacernos de esta visión neoliberal? ¿Cómo sacudirnos este razonamiento mercantilista que todo lo empapa? El primer paso parece, claro, ser conscientes de dicho razonamiento. Mark Fisher, uno de los grandes filósofos críticos del neoliberalismo, escribía en su ensayo Realismo capitalista: «Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo». Nos queda dar el paso a imaginar otros modelos posibles, otros mundos más allá de este.
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