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En algún momento a mediados de los ochenta se emitió en España una serie norteamericana titulada Enredo (Soap) –creada por Susan Harris como una parodia loca de las telenovelas diarias–, que contaba la vida de dos hermanas y sus familias, los Tate y los Campbell. Una voz en off nos las presentaba al principio de cada capítulo al ritmo de una musiquilla inolvidable compuesta por George Tipton, autor también de otras pegatinas cerebrales como la sintonía de Vacaciones en el mar. En esa entrada vemos a las hermanas y sus casas y la gente que vive dentro. Los Tate son ricos, los Campbell no. Pero lo que los une son los secretos, secretos familiares, un montón de secretos.
¿A qué vienen ahora estos recuerdos borrosos? El tono juguetón de esta frase los ha despertado: “Les presentamos a los Barnes, una familia irlandesa infeliz de cuatro maneras diferentes”. Es la presentación de La picadura de abeja, la nueva novela de Paul Murray. Murray, ese narrador tan seguro de sí mismo que tituló un libro Skippy muere, la historia de un chaval llamado Skippy y tal vez uno de los títulos más orgullosamente spoiler publicados jamás.
(¿En qué momento nos dejamos intimidar tanto por el spoiler? El colmo del spoiler: una pegatina de advertencia en cada libro que ponga: “Contiene spoilers. LOL”).
Los Barnes viven en un pueblo irlandés y han sido ricos, pero ahora ya no. Se conoce que hubo una crisis mundial allá por 2008 y que en Irlanda pegó fuerte. Los Barnes son los Tate y los Campbell todo en uno. No lo llevan bien. Y también tienen secretos, setecientas páginas de secretos.
Estos son los Barnes: Dickie, un marido atormentado cuya mente nunca parece encontrarse en el mismo lugar que el cuerpo; Imelda, la belleza local, la reina del baile de graduación que se niega aceptar cómo su cómoda vida se desmorona; Cass, una joven que ve en su recién estrenada etapa universitaria la gran oportunidad para huir hacia una vida más fotogénica en Dublín; PJ, un niño rata al borde de toda la inseguridad que trae consigo la adolescencia. Viven juntos, pero son islas, parecen no verse unos a otros. Hay entre ellos algo intangible que los separa, algo tenso, como imanes que se repelen: el silencio, las expectativas no compartidas, las mentiras.
Imelda recuerda una fábula de un hombre que vuelve a casa y debe dormir al raso en el monte, pero ve que en una especie de cueva con puerta unos seres mágicos y pícaros del folklore irlandés celebran una fiesta. Cruza el umbral, pasa una noche fenomenal, la mejor de su vida. Pero al volver a su hogar comprueba que han pasado cien años y, aunque todo parece seguir en el mismo lugar, nada de lo que amó está ya a su alcance, todos han muerto.
Así están los Barnes: rozan con los dedos lo que alguna vez pudo ser una vida armoniosa, pero ya no tienen acceso a ella, no pueden romper la burbuja que los envuelve y los separa. No pueden escapar de un pasado que los atrapa y determina.
Podría decirse que las novelas de Murray crepitan: rara es la página donde no hay tres o cuatro grandes hallazgos, basados en un conocimiento profundo de los personajes y de una inteligencia literaria para concentrar en una frase todo lo que los envuelve. Es uno de los escritores que mejor hacen hablar a sus protagonistas. Es alguien capaz de ofrecernos una novela con forma clásica que envuelve una novela posmoderna que envuelve esa novela clásica de siempre de las grandes pasiones y lo dramático. Empuja a sus personajes hacia un abismo, los rescata y luego los lleva a otro mayor, utilizando un sentido del humor finísimo y una mirada exenta de cualquier asomo de cinismo. Su escritura tiene ritmo, estructura, imaginación, atrevimiento, pasan mil cosas. Combina lo tristísimo con lo divertidísimo y el resultado es una novela profunda y adictiva: cualquier reflexión sobre los grandes temas está al servicio del avance de la historia. Y la historia avanza hacia un final que… bueno, hablarte sobre el final sería un spoiler tremendo.
Hay a quien le recuerda a Franzen. A nosotros también a Robertson Davies si viviera hoy entre nosotros. En fin, que nos encanta Murray. Se queda con nosotros para esa selección que llamamos bestsellerscorsarios. La picadura de abeja, libro de la semana.
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