domingo, 30 de noviembre de 2025

En vela Ana Penyas

https://letrascorsarias.com/tienda/comic/en-vela/ Se nos cayó una lagrimita el miércoles por la noche cuando Isaac Rosa contó aquí cuál había sido la génesis de su nueva novela, Las buenas noches: se quedaba dormido leyendo. No hablaba de esa sensación a menudo placentera de meterse en la cama con un libro deseado y dejar que sus palabras te acompañen hasta el umbral del sueño, eso que vendría a ser la versión adulta y solitaria de ese cuento que nos contaban de pequeños. Se refería Isaac a lo que se lee –por mucho placer que se pueda encontrar en ello– por obligación, por trabajo. Si te pagan por ello, es trabajo. Un escritor profesional es también un lector profesional. Reseñas, artículos, prólogos, presentaciones, conferencias… esos trabajos culturales redondean la magra nómina de lo que se obtiene en España por las ventas de los libros. Isaac tenía mucho que leer, pero pasaba malas noches y cuando se ponía a ello por la mañana o por la tarde, se quedaba grogui. “Es como si fuera un conductor que se duerme al volante”, dijo. Y añadió, “Bueno, aquí están los libreros, ¿no?”. Y ahí estábamos, levantando el dedo y con la lagrimita cayendo. Sí, nos vimos reconocidos. Hemos bromeado repetidamente, por hablado y por escrito, con esa idea de que el sueño de tener una librería –un sueño que parece cada vez más extendido– da sueño, mucho sueño. Y la broma parece funcionar, más allá del fácil juego de palabras, porque como todo humor que se precie parte de un dolor concreto: la evidencia de que hay mucho más que leer que tiempo para hacerlo. Ese no llegar. Y otra vez es muy de noche y cierras el libro y pones la alarma y haces mentalmente la cuenta y dices: uff. Y a la mañana siguiente tienes que buscar la postura más incómoda del mundo para no quedarte frito mientras el libro del que tienes que escribir ese –o este– viernes espera paciente –y, si pudiéramos preguntarle, seguramente algo decepcionado– a que vuelvas en ti o al menos dejes de roncar. “Lo raro es dormir”, concluía Isaac Rosa, haciendo explícita una preocupación de la que no se habla lo suficiente. España está a la cabeza de los países de su entorno en consumo de benzodiacepinas, el fármaco que se usa para paliar esa especie de jet lag permanente en el que parecemos sumidos. Hay temas ahí: la medicalización del malestar social, el capitalismo 24/7, el insomnio como un efecto secundario del sistema, los discursos influencers de que dormir ocho horas es de pobres, bro. La cama como espacio político, según Rosa ,y el dormir como un lujo, según lo retrata Ana Penyas en su nueva obra, En vela. Cuándo alguien quiera investigar en el futuro qué nos está pasando por las noches, encontrará en este cómic un poderoso relato visual. Penyas nos ofrece un catálogo de cuerpos cansados, miradas a medio camino, miembros en busca de la mejor postura, flujos mentales en forma de espiral que se convierten en obsesiones. Ciudades en penumbra llenas de luces deslumbrantes y una quietud alucinada, como de película de Fassbinder. El punto donde confluye el agotamiento mental del insomne con la intimidad de la habitación, que lejos de constituirse en refugio se convierte en una sala de espera eterna donde se filtran por cualquier rendija todas las tensiones y la precariedad del exterior. Hay un par de páginas que nos recuerdan a esa canción de Franco Batiatto mencionada el otro día por Rosa, Un’altra vita: “No se necesitan tranquilizantes ni terapias, se necesita otra vida”, cantaba a principios de los ochenta. Aquí seguimos, en su busca. Próxima estación, Esperanza. Personas esperando al metro, movimientos lentos y repetitivos, la cabeza gacha y tambaleante. El traqueteo y la canción de un músico callejero en el vagón: la rendición por agotamiento, un momento fugaz para abandonarse en el arrullo. Penyas construye una historia coral que atraviesa distintas capas de la sociedad, una especie de cata documental que a través de su estética a media luz nos lleva hasta la intimidad de los personajes. La falta de sueño como un problema transversal que permanece en silencio, en interior noche, y que nos hace vivir baldados, en un estado en el que cada vez es más difícil conectar con la realidad. Y que compone un cóctel en forma de círculo vicioso cuanto más presente está la precariedad laboral. Ana Penyas tiene la virtud de convertir en verdadero todo lo que toca, de hacernos llegar hasta el fondo de las historias.

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